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Gusano 16 - Paz Rota

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Llevaba ya tres meses de pertenecerle a Andy.  Al margen del miedo que mantenía a que mi familia se enterara de me había convertido en un maricón, la verdad es que la pasaba fenomenal con el nene.  Había alcanzado ese estado de paz que se parece mucho a la felicidad y cada día me sentía más de él, más suyo.  Había asumido a plenitud mi condición de esclavo de Andy y creo que hasta había llegado a enamorarme de él.

Mi decimoséptimo cumpleaños se acercaba.  Y mientras mi cuerpo se mantenía estrecho de hombros y con la cintura bien curveada, mi culo redondito y respingón y mi piel libre de vellos, Andy seguía creciendo, sus músculos se notaban muy bien, su espalda se hacía más ancha cada día y una leve nubecilla de vellos bien negros empezaba a extenderse por todo su cuerpo.

El aspecto varonil del nene, su sonrisa franca y casi permanente, su verga erecta todo el tiempo, sus pies olorosos y su modo de dominarme y usarme sin necesidad de castigarme ni humillarme, me hacían vivir por él y para él.  No había nada que Andy quisiera hacer a lo que yo me negara.  En todo lo secundaba y a todo me entregaba con docilidad y alegría.

Una tarde de miércoles, luego de follarme la boca “un poquito a lo bruto”, mientras yo me dedicaba besuquearle y lamerle los pies con devoción, el nene se quedó viéndome con sus ojos miel y con una sonrisa adornando su varonil rostro me anunció que para el fin de semana siguiente me tenía una sorpresa.  Le rogué que me dijera de qué se trataba, pero él no me soltó prenda.  Solo me dijo lo que tenía que hacer:

—Mi familia no regresa hasta el lunes… – me dijo –…así que tú te vienes a dormir acá en mi casa desde el viernes…

No quise insistirle.  Mi cumpleaños era el sábado, así que me ilusioné con la idea de que el nene lo sabía y había preparado algo especial para la ocasión.  ¡Qué feliz me hacía Andy!  Y la mejor manera de compensarlo por esa felicidad que me regalaba el nene, era adorándole sus olorosos pies y complaciéndolo al máximo a la hora de mamarle su hermosa verga.

Me costó algo de esfuerzo convencer a mamá para que me permitiera ir a pasar el fin de semana, incluido mi cumpleaños, a la casa de Andy.  Pero al fin logré mi cometido argumentando que “mis amigos” me habían preparado una fiesta sorpresa y no quería de ningún modo desairarlos.

Salimos del cole y Andy me acompañó a casa para recoger alguna ropa.

—Jajajaja…no vayas a llevar demasiado…– me advirtió el nene –…de todas formas no vas a necesitar casi nada…

Su advertencia me calentó como una moto.  Últimamente había dado por excitarme el andar desnudo frente a Andy.  La sensación de estar a su completa disposición, sirviéndole, complaciéndolo y atendiéndolo mientras me le exhibía completamente en pelotas, hacía parte de mi absoluto sometimiento al nene.

Nos fuimos a su casa y lo primero fue hacerle la merienda, atenderle sus pies y darle mi boca para que me la follara.  Luego de ello me dijo que ese día jugaríamos el juego del secuestro, lo cual acabó de excitarme al máximo, amén que ya tenía mi polla tiesa de tanto estarme lamiéndole los pies y luego de haberme bebido la buena ración de semen con que me obsequió.

Me hizo poner en pelotas y me llevó a su habitación.  Allí tomó el rollo de cinta adhesiva que usábamos en esas ocasiones y me ató muy bien las muñecas atrás de mi espalda.  Luego envolvió generosamente la cinta por mis tobillos y luego en mis muslos y me ayudó a ponerme de rodillas.  Y antes de vendarme los ojos se quedó viéndome con su sonrisa y me dijo:

—Se me pone la verga bien tiesa de solo verte ahí como esclavo mariconcito bien entregado…

—Pues si usted quiere, señor secuestrador…podría hacerme mamarle su hermosa verga… – le dije yo con sumisión.

Andy soltó la carcajada ante mi ofrecimiento.  De inmediato bajó el cierre de sus vaqueros y sacó su tranca ya bien tiesa, puso su manaza sobre mi cabeza y atrajo mi rostro hacia su entrepierna.  Abrí mis labios y me ofrecí dócilmente para lo que venía.  El nene me metió su verga hasta el fondo y se dedicó a cogerme con fuerza, follándome la boca sin mucho cuidado y hundiéndome su hermosa polla hasta el fondo de mi garganta, en donde terminó por eyacular generosamente, a pesar de que ese era el segundo polvo de la tarde en menos de una hora.

Enseguida que le limpié muy bien la verga tragándome los últimos rastros de su corrida, tomó algo de la cinta adhesiva y me la puso sobre los párpados cerrándome los ojos por completo.  Le pregunté con un hilo de voz porqué hacía eso y no simplemente me ponía la venda como hacía siempre.

—Jajajaja…no mariconcito…te tengo una sorpresita y no quiero que te pases de listo y veas antes de tiempo lo que te he preparado…

Me puse algo nervioso y al mismo tiempo muy emocionado, aunque sin tener ni la menor idea de qué sorpresa era la que me había preparado el nene.  Seguramente sería algo bien excitante.  Así que no dije ni una sílaba más y me quedé muy quieto para que Andy acabara de vendarme, amarrándome el habitual trozo de tela encima de la cinta de los párpados.

Al cabo de unos pocos minutos oí que salía de casa y entonces me preparé mentalmente para las horas de espera que me aguardaban.  Sin embargo, a pesar de la costumbre que ya tenía de aquel juego, nada me había anunciado lo que me pasaría aquel día, víspera de mi decimoséptimo cumpleaños.

La espera, que no solía pasar de un par de horas, esta vez se prolongó por casi cinco largas y extenuantes horas.  Andy no regresaba y yo debía hacer un gran esfuerzo para mantenerme en la posición en que a él le gustaba encontrarme en esas ocasiones.

El estar arrodillado por tanto tiempo, casi completamente inmovilizado, me estaba causando terribles dolores por todo el cuerpo, en especial en mis brazos y, sobre todo, en mis piernas y rodillas.  Ya hasta estaba preguntándome si no era que al nene le habría pasado algo malo que le había impedido regresar a casa y empezaba a invadirme un sentimiento de angustia e incertidumbre que por poco hace que me suelte a llorar.

Estaba a punto de echarme en el suelo para tratar de deshacer mis ataduras e ir en busca de Andy, cuando oí que la puerta de la casa se abría y empecé a escuchar voces y muchas risas.  Me quedé entonces paralizado.  Una de las voces era la del nene, pero con él habían venido por lo menos tres chicos más que no paraban de hablar y de reírse.

¡Maldita suerte la mía!  A Andy le había dado por traerse a sus amigos a casa y eso iba a significarme más tiempo de espera.  El desánimo me invadió y de nuevo quise tumbarme en el suelo para esperar a que aquellos chicos se fueran de allí y entonces viniera el nene para usarme.

Pero temiendo que Andy quisiera hacerme alguna de sus bromas e ir a follarme la boca estando esos otros chicos en casa, pensé que sería muy descomedido de mi parte que el nene no me encontrara en la posición requerida para usarme.  Así que imaginando lo que me aguardaba, me entró de nuevo la calentura y me decidí por permanecer arrodillado, dispuesto para ser usado por mi Amo y contando los segundos con ansiedad, en espera de que él viniera a llenarme la boca con su hermosa verga.

Debió transcurrir al menos media hora más, hasta que oí pasos cerca de la habitación en la que estaba y al momento se abrió la puerta.  Una explosión de risa me sacudió todo el cuerpo y me llenó de un pánico que no había conocido en todos esos meses siendo el “esclavo mariconcito” de Andy.

El muy cabrón se había traído a sus amigos para exhibirme ante ellos.  Allí estaba yo, arrodillado, atado de pies y manos, con los ojos vendados y completamente desnudo, mientras aquellos cuatro pillos se torcían de risa y hacían comentarios que me estremecían de vergüenza.

—Jajajaja…mira…tremendo maricón… – decía uno de ellos.

—Jajajaja…jajajaja… – reía otro –…será bien puto este idiota…

Y yo ahí, queriendo morirme, sin saber quiénes eras esos otros chicos que seguramente me observaban con detenimiento y se burlaban de mí.  ¡¿Y si uno de esos chicos resultaba siendo el pesado de Wil?!  ¡Noooo…por Dios…eso no podía ser!  ¡Yo no iba a resistir tanta humillación!

—Ahí te lo tengo…bien quietecito… – afirmó Andy al fin, cuando ya bajaban las risotadas –…no más que te le acerques y vas a ver como abre la boquita para que se la folles…

En ese momento odié a Andy con todas mis fuerzas.  Yo confiaba en él.  Tal vez hasta lo amaba.  Él me había salvado y me había protegido de Jeff…y ahora resultaba que se comportaba igual que aquel cerdo abusivo y asqueroso que tanto sufrimiento me había causado.  ¡Maldita suerte la mía!  ¡Quería morirme!

En esas sentí que uno de aquellos chicos se me acercaba y supuse lo que seguiría.  Entonces en un último gesto de dignidad, trabé mis mandíbulas y aparté el rostro hacia un lado, tratando de evitar que aquel desconocido viniera a usarme de la misma forma como lo había hecho Andy durante cada día de los últimos meses.

Pero no tuve el valor suficiente para seguir en mi digna postura, cuando aquel chico desconocido que tenía a centímetros de mi cara, me agarró por los pelos sacudiéndome violentamente para enseguida asentarme una terrible bofetada y ordenarme con un tono de voz imperioso y que me resultaba muy familiar:

—¡Abre tu sucio hocico, gusano estúpido!

Me solté a llorar como un crío y abrí los labios para intentar una súplica de clemencia.  Pero antes de que pudiera pronunciar ni una sílaba, aquel chico me metió su verga bien erecta en mi boca y sosteniéndome firmemente por los pelos se dedicó a sacudirme la cabeza y a follarme la garganta sin ninguna misericordia.

El miedo y la vergüenza que me estremecían en ese momento, la brutalidad con que el chico me cogía por la boca y el hecho de que su verga fuera algo más larga y gruesa que la polla de Andy, hicieron que las primeras embestidas me causaran arcadas incontenibles y que mis dientes le rozaran causándole más molestia que placer.

El chico, sin embargo, no se arredró por mi torpeza.  En cambio de ello se dedicó a solmenarme bofetadas violentas y a increparme con insultos instándome para que le hiciera una buena mamada y pusiera de mi parte en devolverle en placer todo el sufrimiento que él me estaba causando.

—¡Vamos, gusano mamón! – me gritaba – ¡Chúpame la verga como buen puto!  ¡Que si no me la mamas muy bien, te voy a cortar tu pequeña polla y te voy a partir tus pelotas a patadas.

La forma brutal en como ese chico me follaba la boca, su manera de halarme los pelos con violencia y las terribles bofetadas que me obsequiaba, me generaban un intenso dolor que además renovaba el dolor que ya sentía por todo mi cuerpo gracias al haber estado tantas horas arrodillado y atado esperando a Andy.

Para colmo, sus amenazas y sus insultos me invadían con un miedo aterrador, que me paralizaba y me hundía en un estado de angustia y desesperanza como nunca antes había conocido.  ¡¿Qué le había hecho yo a Andy para que me hundiera en semejante infierno?!  ¡Lo único que había hecho durante aquellos meses era complacerlo, servirle y obedecerle!  ¡No podía ser que el nene me tratara ahora igual a como lo había hecho Jeff!

En medio del dolor y de la angustia que sentía, aún tuve ánimos para aplicarme a colaborar con el placer del chico que estaba usándome.  Traté de concentrarme en mi tarea y mientras seguía aguantando los bofetones, los tirones de pelo y la violencia con que su verga me penetraba la garganta, me apliqué a mamársela con dedicación, al tiempo que se la acariciaba con la lengua de la mejor manera que había aprendido a hacerlo en todos esos meses de andar comiéndole la polla a Andy y a los malditos mantecos de los que había sido nada más que una puta.

Las cosas parecieron funcionar.  Al cabo de unos interminables y angustiosos minutos, sentí que el chico me afirmaba con más violencia por los pelos.  Dejó de follarme a saco para hundirme su verga hasta que mis labios pegaron con su vientre, me asentó una enésima bofetada y con voz ronca me anunció que estaba a punto de correrse, instándome a que hiciera mi mejor esfuerzo con la lengua para que él lograra el máximo de placer.

Ni que decir tengo que le obedecí de inmediato, haciendo que mi lengua se deslizara sumisa y acuciosa sobre su poderosa verga, lamiéndosela con dedicación y esmero, al tiempo que la sentía vibrar y crecer como si siguiera erectándose dentro de mi garganta, disponiéndose para arrojarme adentro toda la carga de semen contenida en los huevos del chico.

No tardé mucho en sentir cómo mi garganta se llenaba de lefa con cada trallazo.  Y no había empezado a tragar el primer chorro cuando ya sentía el otro abriéndose paso a través de la potente polla que me mantenía clavado sin misericordia.

El chico eyaculó como un toro entre mi garganta y luego pareció relajarse un poco.  Al menos así me lo anunció el que dejara de tironearme los pelos con tanta violencia.  No obstante, no quise arriesgarme a seguir recibiendo castigo y con la mayor sumisión de que era capaz, me dedique a mamarle y lamerle la verga con toda suavidad, hasta dejársela sin el menor rastro de semen.

Al cabo de unos instantes, empujándome con desprecio como quien aleja de sí un objeto que ya no le es útil, el chico me sacó su verga de la boca y me apartó haciéndome tambalear sobre mis doloridas rodillas.

—¡Ahora es mi turno! – se apresuró a decir otro de los chicos.

Y enseguida se me puso enfrente y oí con angustiosa claridad que corría el cierre de sus pantalones.  Ahí venía de nuevo, como en la época de Jeff, mi vida de puta de cuanto chico quisiera usarme.  Aún a través de la cinta adhesiva y de la venda que me mantenía ciego, sentí que raudales de lágrimas me inundaban los ojos y me estremecí presa de los sollozos.

—¡Joder con la polla que te gastas, crío! – comentó Andy con tono de asombro.

—¡Para que te lo veas que no soy tan crío como ustedes piensan! – le respondió el chico que se disponía para follarme la boca.

De inmediato me agarró por los pelos con inusitada violencia y me asentó una fuerte bofetada.  Ni siquiera esperé a que me lo ordenara.  Ya sabía perfectamente lo que tenía que hacer, así que sacudido por aquel primer golpe de este otro chico y casi ahogándome en mis sollozos, abrí mis labios y me le ofrecí sumisamente para que me usara.

Su verga ya bien dura entró completa en mi boca hundiéndose hasta mi garganta.  La verdad era que el chico la tenía bien larga aunque ni de lejos tan gruesa como la del anterior.  Eso me facilitó un poco las cosas y arranqué a mamársela con esmero, aunque la incomodidad de tener su glande metido en mi garganta me inducía a toser y me provocaba arcadas.

A diferencia del otro chico que acababa de usarme, éste omitió follarme la boca.  Simplemente me metió la verga hasta el fondo y me dejó hacer.  Pero eso sí, afirmándome con fuerza por los pelos y dándome de bofetadas sin descanso, al tiempo que me instaba con insultos a aplicarme en mi tarea de mamar:

—¡Vamos, puto maricón…! – me decía con cada bofetada – ¡Chúpame la verga…que nada más para eso sirve un marica como tú!

—Jajajaja… – se carcajeaban los otros chicos – ¡Chúpasela, maricón, chúpasela, chúpasela…!  Jajajaja…jajajaja…

La humillación, el dolor y el miedo me obligaban a esforzarme al máximo para concluir con mi tarea.  Nada podía salvarme de aquella terrible situación, así que lo mejor era colaborar para salir lo antes posible de aquel trance.  Para mi fortuna, aquel chico no tenía tanto aguante como el primero y no me costó mucho esfuerzo lograr que empezara a estremecerse con los síntomas de la eyaculación.

¡Pero joder, que cantidad de semen había acumulado ese chico entre sus huevos!  A punto estuvo de ahogarme con tanta lefa que me inyectó directo en la garganta.  Tuve que hacer verdaderos esfuerzos para poder tragarme toda su leche caliente y espesa, evitando que se me fuera hacia los pulmones.

—¡¿Tú también vas a usarlo?! – preguntó el primero de los chicos que me había follado la boca.

—Jajajaja…claro que sí…jajajaja… – sentenció Andy.

Me rebelé interiormente.  Andy era el causante de todo aquello.  Había traicionado mi confianza.  Me había hundido de nuevo en el infierno.  Ya no quería prestarme a sus juegos.  Así que cuando rozó mis labios con su verga erecta, eché la cara hacia un lado como gesto incuestionable de que me negaba a mamársela.

El golpe no se hizo esperar.  Andy me asentó un bofetón en pleno rostro con su manaza abierta.  Me tambaleé sobre mis rodillas y al fin me caí de costillas en el suelo, hipando entre sollozos y queriendo ponerme a gritar de indignación, de rabia, de miedo y de dolor.

Pero no tuve tiempo a nada de eso.  El mismo Andy se inclinó para agarrarme de los pelos y halándomelos me obligó de nuevo a ponerme de rodillas.  Y como si no pasara nada, como si aquello no fuera más que uno de los habituales juegos que jugábamos los dos, me advirtió entre carcajadas que me dejara follar la boca “un poquito a lo bruto” o iba a tener que molerme a tortazos hasta que me convenciera de complacerlo.

Ya no tuve más opción.  Aquel bruto al que había considerado mi salvador, al que había servido y complacido con tanta entrega y sumisión, aquel nene risueño y hermoso del cual creía estar enamorado, resultaba siendo un maldito abusón, un traidor, un cabrón preocupado únicamente por su comodidad, por su diversión y por su propio placer.

Llorando con descaro, abrí mis labios y me le entregué mansamente, como el cordero que va al matadero.  Y lo dejé hacer.  Me sometí pasivamente a que Andy me follara la boca sin miramientos, metiéndomela más que simplemente “un poquito a lo bruto”, para terminar tragándome su lefa con resignación, como tantas veces me la había tragado con agradecimiento.

—¡Úsalo tú también, que ya veo que te andas sobando la polla! – ordenó el primer chico que me había follado la boca aquella tarde – ¡Y cuando acabes te lo traes al living sin quitarle la venda!

Faltaba el cuarto chico del grupo.  Los otros tres, los que me habían usado primero, salieron de la habitación y me dejaron allí con ese otro que también tenía el “derecho” de usarme, según lo había ordenado el primero que me folló la boca.

Sentí que ese cuarto chico se me acercaba y se disponía para meterme su verga.  Ya no tenía ánimos para resistirme a nada y más bien, queriendo apurar aquel trago tan amargo, abrí mis labios dispuesto y ofreciéndome para recibir su polla, mamarla lo mejor posible y terminar de una puta vez aquel tormento.

—Se ve que eres una puta bien trepadora… – me espetó el cuarto chico –…no más hace un tiempito andabas de puta de los mantecos y ahora ya le andas mamando la verga a los gomelos más gomelitos del pueblo…seguro que estos gomelitos te pueden pagar mejor…

Me quedé de piedra.  Suponía que el único que conocía mi historia como puta de los mantecos era Andy.  Y ahora este otro chico venía a salirme con éstas.  ¡O era que Andy se había ido de la lengua con lo que yo le había contado, o este otro chico era uno de aquellos mantecos hijoputas que me habían usado a instancias de Jeff!  ¡¿Hasta dónde putas iba a llegar mi desgracia aquella tarde?!  ¡Maldita suerte la mía…haberme salvado de ser la puta de los mantecos para venir ahora a ser la puta de mis propios amigos!

Pero no tuve mucho tiempo para cavilar sobre mi desgracia.  El chico no se entretuvo demasiado en sus comentarios y me enchufó su verga en la boca de una sola estocada.  ¡Y qué verga tan descomunal la de este chico!  ¡Joder, que por poco me desencaja la mandíbula por lo gruesa!  ¡Y claro que me entró en la garganta rasgándomela!  Ya no sabía si iba a tener que mamársela a un chico o a un endemoniado burro.  ¡Qué desproporción, Dios mío!

Para mi menor infortunio, aquel chico parecía estar ya demasiado caliente, así que no tardó mucho en correrse.  Con su enorme verga bien clavada entre mi garganta, me soltó una lefada impresionante que tuve que tragarme con angustiosa urgencia para de nuevo evitar ahogarme.

Y sin esperar ni siquiera lo suficiente para que yo le limpiara la verga, me agarró por los pelos y literalmente me arrastró tras de sí, desde la habitación de Andy hasta el living de la casa, mientras yo chillaba como un condenado, sintiendo que aquel energúmeno hijoputa me arrancaría la cabeza.

—¡Arrodíllalo aquí y quítale la venda! – ordenó el chico que primero me había follado la boca.

Aquel idiota de la verga descomunal obedeció de inmediato la orden del otro chico, situándome de rodillas y arrancándome la venda con la misma brutalidad que hacía todo.  Mis ojos llenos de lágrimas y habiendo estado inutilizados por tantas horas, aún se tardaron unos instantes en acostumbrarse a la luz.  Y cuando al fin empecé a tener una noción de las formas y a percibir con claridad las imágenes, me llevé una de las mayores sorpresas de mi vida.

Acomodado en un sillón, justo frente a mí, me encontré con el chico más guapo que podía concebir.  Mientras yo permanecía arrodillado a sus pies, temblando de miedo y agarrotado de dolor, allí estaba el mismísimo Jordan mirándome con arrogancia.  ¡Pero por Dios, qué guapo estaba!  ¡Ya no era tan guapo como yo lo recordaba!  ¡Ahora Jordan se había convertido en un Adonis, en un Dios!  ¡Qué guapo se había puesto!  La paz de que había gozado en esos últimos meses, acabó de romperse y me dejé caer de bruces ante el Dios Adolescente y le besé los pies con devoción.

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