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Hipnotizando a Marta (1)

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Marta, tenía 35 años, era morena, medía  1,67 m., pesaba 56 kg, tenía el cabello liso, hasta los hombros. Delgada y de una sensualidad discreta. Vivía en un piso bonito y silencioso, en el centro de la ciudad. Tres cuartos, dos dormitorios, comedor, cocina americana, salón, baño con una bañera amplia donde le gustaba quedarse horas leyendo. Trabajaba como profesora de historia en la universidad local. Divorciada desde hace dos años, con una cuenta en el banco que le permitía tomarse unas largas vacaciones cada temporada sin clases a fines de cada semestre. Salía en citas que no le agradaban del todo. Se sentía algo disconforme con su vida, pero no podría decir en qué exactamente.

Ese ciclo tenía un grupo bastante motivado. A Marta le fascinaba enseñar los temas que dominaba. Alguna de sus amigas le había comentado una vez “te encanta escucharte”. Y no lo tomó como un comentario negativo. Pero la verdad es que excepto en esas horas de clase, sentía que algo no encajaba por completo en su existencia.

Generalmente en cada ciclo, dos o tres estudiante varones quedaban embelesados no sólo con sus conocimientos sino también con su cuerpo. Ella no era del tipo exuberante y siempre usaba ropa discreta pero a pesar de todo, algunos se obsesionaban con ella. Nada grave por supuesto. Ella los identificaba porque no le quitaban la vista de encima y al final de clase se acercaban para preguntarle cosas que había explicado varias veces y trataban de invitarla a cenar o al cine. Le parecían intentos pueriles y aunque muchos de ellos sólo tenían 10 años menos, prefería no exponerse a las habladurías. Aunque en su interior, le agradaba que hombres jóvenes se fijasen en ella.

Alvaro no era del tipo que se le quedaba mirando. Simplemente era uno de tantos que asistía a clases, levantaba la mano de cuando en cuando y sacaba una nota promedio. Probablemente habría pasado completamente desapercibido para ella si no fuera porque después de unos exámenes parciales se acercó y le dejó una invitación para un taller de regresiones hipnóticas. El tema no le atraía mucho a Marta pero sintió curiosidad. Se desarrollaría un jueves por la noche. Tenía horas libres y no tenía nada mejor que hacer. Así que decidió ir a curiosear.

El lugar era una sala de la universidad. Habrían unas 20 personas. No vio ningún rostro conocido a excepción de Alvaro, quien le dirigió una inclinación de cabeza y luego la ignoró. Marta se sentó en la última fila y escuchó la explicación del ponente. Era Sergio, un sesentón de la facultad de psicología. Al parecer estaban con ese tema ya un buen tiempo y habían logrado congregar a un pequeño grupo que crecía lenta pero paulatinamente en cada reunión.

Cuando pidieron voluntarios, a Marta le sorprendió que la mayoría levantase la mano. Esas personas parecían muy dispuestas a colocarse en el diván situado delante de las primeras sillas. El profesor Sergio escogió a dos, un varón y una mujer. El proceso fue largo y un poco aburrido pero a Marta le interesó. Regresar a vidas pasadas quizás la ayudaría a llenar ese vacío existencial que la invadía provocándole un malestar difícil de definir.

Pero no quería ponerse en manos de Sergio. No era el típico viejo verde pero recordaba ciertos rumores entre él y un par de estudiantes rubias. La cosa no llegó a mayores pero durante un tiempo no se le vio por el claustro hasta que los rumores menguaron.

Cerca suyo había una mujer con gafas que parecía estar al tanto de todo.

-          Hola, ¿quién sabe hacer regresiones además del profesor Sergio? – le preguntó.

-          Pues los mejores son Alvaro y Julián – respondió ella – señalándolos disimuladamente con el dedo.

-          Gracias – dijo Marta.

No tenía la menor idea de quién era Julián. Lo observó unos instantes. No le parecía un tipo confiable. Tampoco le atraía mucho la idea de ser hipnotizada por un alumno suyo así que desechó la idea por el momento.

Después de ese taller, Marta asistió a dos eventos más. El grupo fue creciendo y los voluntarios no escaseaban. Ella nunca levantó la mano y tampoco conversó del tema con Alvaro. En las clases de historia, él seguía siendo un alumno del montón. Aunque ahora que lo conocía mejor, Marta sabía que él se esforzaba en no destacar ya que era más inteligente que el resto de sus compañeros.

Cuando el semestre concluyó Marta se tomó unos días de vacaciones en la playa. Regresó bronceada y se aburrió desde el primer día de regreso a casa. Faltaba una semana entera para el inicio del siguiente semestre y estaba impaciente por reiniciar sus actividades. Fue a verificar la lista de matriculados y se percató de que Alvaro ya no sería su alumno. Eso le pareció una buena noticia ya que pensaba pedirle que le haga una regresión hipnótica.

Estuvo pensando cómo pedírselo pero al final optó por lo más obvio. Preguntárselo sin rodeos. Lo buscó al final de uno de los talleres y le planteó el tema sin ambages.

Alvaro accedió sin titubear. Es más, parecía haber estado esperando que se lo pidiera. Marta no se dio cuenta en ese momento pero en su casa analizó la respuesta tan rápida y sin mayores dudas de su ex alumno.

Él no era del tipo que le agradaba a Marta. Alto y desgarbado parecía mayor de lo que en realidad era. Había cumplido 23 años y parecía que bordeaba la treintena. Usaba gafas y aparentaba un aire de despistado que le daba un aire simpático pero sin excesos. Alguien inofensivo por decirlo de alguna forma.

Ella sintió dudas así que lo llamó al móvil para cancelar la cita. Alvaro aceptó sin pedirle explicaciones pero era evidente que sonaba decepcionado. Marta dio una excusa poco creíble y cortó la llamada apenas pudo.

Ese fin de semana comentó el tema con Susana, una de sus mejores amigas. También divorciada y con dos hijos adolescentes, Susana siempre era la mejor para darle consejos prácticos en temas que Marta solo podía darle vueltas y más vueltas sin decidirse a realizar algo concreto..

-          Yo creo que quieres enredarte con él y buscas la regresión solo como excusa – le soltó Susana cuando supo de todo el rollo.

-          No – dijo Marta – no creo que yo sea su tipo. Además él no me gusta.

-          Pues si tanto lío te haces con la regresión, pues déjame ver qué día tengo libre por la tarde para estar presente y así no tengas mayor duda.

Después de más de una hora de hablar sobre el tema, acordaron que Marta volvería a llamar a Alvaro para hacer una nueva cita. Y así lo hizo. Él se hizo de rogar un poco pero finalmente aceptó.

El día fijado Alvaro llegó puntualmente al piso de Marta. Susana ya estaba ahí. La muy descarada había ido vestida provocativamente. Desde su divorcio había salido con un par de muchachos más jóvenes que ella y no perdía la ocasión para tener una aventura. Se la estaba cobrando todas después de varios años de matrimonio con un hombre rico pero de mal genio.

Alvaro ignoró a Susana y se concentró en Marta. Luego de unos minutos de charla hizo que se recostase en un sofá y empezó a relajarla con un tono de voz bajo y monótono. Susana no se perdía detalle pero luego de media hora estaba aburridísima. El muchacho no le prestaba la menor atención y parecía que no progresaba en el trance hipnótico de su amiga. Así que salió de ahí con la excusa de hacer algo urgente que acababa de acordarse.

Una vez que quedaron solos, Alvaro siguió con la inducción de Marta. Ella estaba un poco nerviosa por estar a solas con él pero poco a poco se sumergió en la hipnosis.

Cuando Susana despertó, ya era de noche. Alvaro parecía estar conforme con la sesión. Ella no lograba recordar nada pero se sentía muy a gusto. Después de mucho tiempo sentía la cabeza despejada y una alegría interior que no sentía hace mucho tiempo.

Le agradeció a Alvaro por la regresión y quedaron en verse el fin de semana. Él se despidió con un ligero beso en la mejilla.

Esa noche Marta se masturbó. No lo hacía con frecuencia pero decidió hacerlo y lo disfrutó. Durmió como un lirón y al día siguiente fue a comprarse ropa nueva.  Se probó muchas prendas antes de decidirse. Escogió vestidos ligeros y con un escote sugerente. No iban con su guardarropa habitual pero lo hizo con total seguridad.

Para la siguiente sesión con Alvaro, se arregló con bastante anticipación. Fue a un spa. Se depiló completamente. Se maquilló ligeramente y se puso uno de sus nuevos vestidos con lencería muy provocativa. Completo el conjunto con unos tacones que resaltaban su figura. Todo lo hizo con la mayor seguridad sin preguntarse por qué lo hacía. Sencillamente le parecía correcto.

Faltaba media hora para que Alvaro llegue y Marta no dejaba de mirarse al espejo para ver que tal se veía. Era muy raro en ella, que apenas se dirigía una breve mirada antes de salir. Pero ahora quería asegurarse de verse bien. Quería deslumbrar a su joven amigo y estaba segura que lo lograría.

Cuando tocaron la puerta, debió controlarse para no ir corriendo a abrir. Tomó aliento, sacudió su cabellera sensualmente y se dirigió a abrir la puerta.

(Continuará).

 

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