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Ya soy el puto del equipo (XVI)

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La Eiffel 69.

Jamás había encontrado la comida tan rica, además hoy sin esperas, porque estaba todo a punto. Pero me picaba mi pene y no paraba de rascarme disimuladamente. Abelardo, que me ama como nadie y se había sentado a mi lado, notó que me rascaba y abrió mi micro slip y miró, me lo hizo quitar y mojó una servilleta con agua para suavizar mi pene. Se agachó bajo la mesa y me lo limpió bien. Cuando me puso de nuevo el slip salió de debajo de la mesa y se sentó. Yo me sentía aliviado:

— ¿Qué me ha pasado?

— Debía ser o pulga marina o microscópicas medusas. Ya no tienes nada, no te toques y lávate las manos.

Tomó la botella, me echó agua a las manos y ya no tuve pudor de ninguna clase. Lo agarré del cuello y me lo llevé a mi boca dándole un beso tan sonoro, húmedo y con lengua que hasta de las mesas de al lado se quedaron mirándonos. Pero nadie protestó.

— ¡Qué jodido maricón eres, Doro!

Y me tomé la mitad de mi pinta de cerveza de un gran sorbo.

Cuando acabamos de comer nos fuimos de allí a casa, era imposible ir al mar. Si ese día estaba el agua tan caliente, si soplaba poniente y había medusas microscópicas era mejor ir a casa. Aunque a ellos no les afectó entendieron que fue porque yo estuve más tiempo en el agua que ellos. Por consiguiente a casa a conversar, a ver la televisión, a tomar algunas copas y a follar o lo que se tercie. Además que nos teníamos ganas.

Pero yo presentía que ese día lo habían organizado entre Mariano y Abelardo, que son los jodidos organizadores de todo. Yo me había ido a ponerme vinagre porque todavía me escocía bastante, aunque era soportable. En la cocina había vinagre y puse en un vaso para ir al baño y empaparme mis genitales con vinagre. Tomé un algodón que empapé en vinagre y dejé caer mis bolas dentro del vaso, era donde más me escocía: en todo el escroto. El algodón empapado me lo puse al final del pubis justo a la base del pene. Sentí alivio. Cuando me cansé y noté que no me escocía probé de ducharme sin meter gel ni pasar las manos. Enjuagué bien mis genitales y dejé que se secarán para acudir a la sala donde estaban reunidos muy animados. Fui desnudo y dejé mi micro slip de baño verde sobre la tapa del sanitario. Ya casi todos estaban desnudos. Y pillé a Abelardo dando órdenes.

Habían puesto una mesa baja alargada que había en el estudio y encima unas colchonetas de cuando yo era pequeño, de mi camita, que mi taita había llevado a la casa para que yo me tumbara en el suelo, ya que siempre me ha gustado. Escuchaba decir de la plataforma y otra vez la plataforma y tuve qué interrumpir:

— No me entero de nada, ni sé qué es la plataforma ni que hacen esas colchonetas que yo meaba cuando era pequeño.

Todos se rieron. Abelardo se puso serio y me dijo:

— Ya te explico yo luego, si no no haberte ido…

— Pero si me estaban picando los huevos, ¡joder!, —protesté.

— Disculpa, coño, quería lamerlos allá en el restaurante y ya no te hubieran picado, pero me daba no sé qué comerme las medusas…

— ¿De veras? Ven aquí a mis brazos, guapo, y ahora no hay medusas, chúpelos del todo que la saliva lo cura todo.

Se vino de inmediato a chupar mis huevos, pero Frasquito, que no es manco, también se vino a chupar mi bolsa escrotal. Lo hizo y levantó la cara diciendo a todos:

— Esto es delicioso, las medusas saben a boquerones a la vinagreta, humm…

Todos se rieron de la gracia y tuve que decir:

— Que los he puesto yo en vinagre, ¡joder!, por eso saben a vinagreta, pero no las medusas que ya no hay sino mis huevos.

— Ya sabemos que mañana tenemos aperitivo de huevos Dorito, —dijo Leoncio, el muy cabrón, que siempre es un jodido gracioso.

Esta es la plataforma de la pareja 69. Ahí hacen su trabajo sin moverse del sitio. Estas parejas son: primera Doro y Leoncio; segunda, Leoncio y Doro; tercera, Doro y Leoncio; y cuarta, Leoncio y Doro.

— Joder, te voy a mamar más que una perra, —le dije a Leoncio.

— Querrás decir más que una ballena, —replicó Leoncio.

Continuó Abelardo diciendo:

— A la primera pareja la cubriremos Mauricio y yo que sabemos de qué va esta putada —con risas de todos los demás—, a la segunda, los cubrirán Martín y Frasquito; a la tercera, los cubrirán Canales y Santi y a la cuarta, los más follados, Doro y Leoncio.

— Si esto es lo que pienso, va a ser de puta madre, —me dice Leoncio.

— Nunca he visto esto ni sé cómo se llama…, —le dije.

— Eiffel 69, es decir que los seis hijos de puta estos nos van a follar a ti y a mí a la vez.

— Aaaah, esta bueno eso, ¿no?

— Ya me dirás al acabar, ya.

— Esto lo hacen porque saben que tú y yo no protestamos de nada, yo al menos mientras tenga una polla en el culo no tengo problemas.

— Yo por eso tampoco.

— ¿Lo ves? Ellos se divertirán pero nosotros la gozaremos. Pero antes —me dirigí a los demás— sabéis que sin fuerzas no se puede hacer nada, así que cada pareja se sirva su copa. Llené un vaso de whisky para Leoncio y para mí.

Como ya sabía de que iba, todo era beber un trago uno y besarnos para pasar el contenido de boca a boca. Luego pasarlo sin beso, en el aire. Era divertido porque todo no se acierta al hueco de la poca y entonces lames el cuello del compañero. Lo pasábamos tan bien que Frasquito y Santi nos imitaron. Por fin Abelardo vino a estropear nuestro juego y nos mandó a Leoncio y a mí a la plataforma para formar el 69. Con mucho gusto, primero nos dimos un beso y luego a hacer el amor hasta que nos digan. Me metí la polla de Leoncio en la boca y comencé a ponérsela dura. Lo mismo hizo Leoncio. Teníamos para rato por lo visto. Detrás de mí se colocó Mauricio y al frente Abelardo. Sin previo aviso, escupitajo a su polla y a hurgar en mi culo. Abelardo tenía KY y embadurnó el culo de Leoncio, se embadurnó su polla y le pasó a Mauricio. Sentí el fresco de la crema y comenzó a gustarme tanto la entrada de sus dedos hasta el fondo que se me puso dura a tope en la boca de Leoncio. Mauricio me la metió como si me odiara, con ganas y a lo bruto. Casi le corto con mis dientes la polla de Leoncio, suerte que frené a tiempo. Le dije a Leoncio:

— Fu, fenfas suifafo fe ni bolia.

— ¿Fe fifes?

— ¡Que tengas suifafo fe mi poya, jo-er!

— Ah, fi, fi, endré uifafo.

Y a comer polla. Desde mi postura, como estaba abajo, pude ver cómo los cabrones de Abelardo y Mauricio se besaban al tiempo que se cogían las manos para hacer presión en nuestros culos. Así todo el rato hasta que Abelardo comenzó a gritar:

— Joder, que me voy, me corro, —sacó la polla y soltó su lefa en la espalda de Leoncio, pero aún me cayeron unos grumos en mi cara.

No podíamos hacer nada porque antes nos hacían presión los dos, ahora Mauricio, hecho una fiera con su mete y saca rabioso, me echó todo su esperma dentro. Inmediatamente me corrí sin poderlo ni pensar y se vino igualmente Leoncio, mezclando nuestro semen en medio de nuestra barriga y pecho, exclamando:

— ¡Brutos, animales!, no dejáis vivir…

— Sois un hatajo de putos maricones.

Todavía Abelardo se agachó y me ponía su polla en la boca y no desprecié nada para que no se desperdiciaran los restos. Nos pidieron que descansáramos porque Frasquito y Martín se habían corrido solo de ver las cuatro corridas ocurridas. Pensé que sería motivo para beber agua y un trago de whisky. Al levantarme casi no podía caminar, pero conseguí mi deseo. Cuando los dos muchachos estuvieron a punto, volvimos Leoncio y yo a la plataforma. Nos íbamos a querer mucho ese día. Cuando Abelardo vino a darnos unas instrucciones innecesarias le dije:

— Me estoy enamorando de Leoncio.

Entonces se puso a acariciar mis pezones. Leoncio le dijo:

— ¡No lo toques!, ¡vete allá, que ahora es mío!, ¡joder!

Yo estaba que me partía de risa y todo eso y la fruición con la que Leoncio me mamaba la polla noté que se me puso dura en su boca y tropezaba en su garganta. Sentía un no sé qué por mi cuerpo que me parecía que me iba a correr sin sentirlo en mi polla. Pero no fue así, es que estaba electrizado porque la gozaba con pasión. Luego me dijo Leoncio que él sentía algo similar. Todo siguió igual solo que mi agujero estaba dilatado y Frasquito me la metió con facilidad, siendo tan gorda. Antes le había prometido a Frasquito que en acabar el juego le iba a follar hasta dejarlo sin respiración. Esto le había calentado y follaba duro. Tan duro y violento lo hacía que acabó con su mierda dentro de mi recto sin pensarlo, ni hablarlo, ni avisarlo. Pero me sentí lleno, muy lleno. Al poco rato, se puso Martín violento con el culo de Leoncio y acabó tumbado sobre mí que ahora estaba en la parte de arriba. Escuché que Leoncio le dijo:

— ¡Animal, me has desgarrado el culo!, —y se reían los dos.

Estando encima de mí, comenzó Martín a tomar mis bolas y a excitarme para que me corriera, tardó pero lo consiguió, a continuación Leoncio me ensuciaba el pecho por segunda vez.

Nos tocó aguantar una tercera, en la que Canales estaba detrás mío y Santi detrás de Leoncio. Nos dimos gusto Leoncio y yo, porque los chicos lo tomaron con mucha calma y nosotros ya hicimos virguerías con nuestra boca. Leoncio casi no tocó mi polla para nada, estuvo todo el rato con mi escroto, engullendo dentro de su boca un testículo, el otro, haciendo muestras de morderlos y hacerlo suavemente, me los movió mucho y se sentía suave, muy suave y muy rico. Yo me entretuve en su frenillo, donde creo que soy maestro, dar gusto por momentos poniendo alternativamente la punta de la lengua y el diente en el frenillo y excitarlo. Enseguida Leoncio movía sus caderas de la impresión. Con mis manos pretendía apretar el culo de Canales para acercarlo más a mi interior y que se corriera ya de una puta vez, pero el muy cabrón se relajaba con pasadas de torero fino. En vistas de que no pude, me puse a acariciar los costados de Leoncio que respondía como una bombilla al conectarla.

Todo lo que comienza, acaba y acabó. Leoncio se vino antes tras unos movimientos circulares de mi pubis y se cayó en mi espalda, no tardó nada, segundos para llegar al orgasmo Santi y se cayó sobre Canales. Desde fuera aquello parecería una carnicería poniendo unos cerdos sobre otros. Solo faltaba que Mauricio y Abelardo se nos echaran encima. Pensado y hecho. Acusé el golpe pero fue leve y todos sintieron a continuación los espasmos simultáneos que tuvimos Leoncio y yo. Pero volvimos a eyacular, no sé cuánto, pero parecíamos la lechería del tío Manuel.

Se fueron levantando uno tras otro y se notaba el alivio del peso. Leoncio es fuerte pero estaba que no podía respirar y le di un beso con la excusa de pasarle aire.

Me dio la sensación de que no estábamos jugando, porque eso no era un juego. La verdad es que nos estábamos amando, porque eso era amor que nos teníamos unos amigos, que nos habíamos juntado muchas veces para jugar al fútbol y luego «cada oveja con su pareja», pero en lugar de ovejas huían como cornejas y me acordé de aquello del Cantar del mío Cid:

Ya cabalgan aprisa, ya aflojan las riendas.

Al salir de Vivar, tuvieron la corneja diestra,

y entrando en Burgos, tuviéronla siniestra.

El Cid se encogió de hombros y meneó la cabeza:

«¡Albricias, Álvar Fáñez, que si ahora nos destierran

con muy gran honra tornaremos a Castiella!»

Yo podía jugar con Abelardo muchas veces, al final, cuando acababan las bromas y juegos, diversiones y pasatiempos con los amigos, él y yo estábamos en la cama. Sabiendo que no soy de un solo hombre, Abelardo entendía que enamorarme, enamorarme de otros no lo iba a hacer, porque a los demás los quería mucho, pero a Abelardo lo amaba más. Él era el mío, por quien daría la vida. Sé que él también la daría por mí. Podíamos burlarnos uno del otro, insultarnos durante los juegos, hacer como que nos enfadábamos, pero acabado todo, Abelardo es mío y yo de Abelardo. Luego nos reíamos entre los dos de las burradas que nos hacíamos y decíamos y me dice muchas veces:

— Es que soy un afortunado, porque me dejas actuar ante los demás como si no fuéramos nada, pero cuando otro te folla sufro y pienso si te harán mucho daño.

— Pero, Abelardo, nadie me hace más daño físico que tú y yo cada vez te amo más…

— Doro, tú siempre dices que donde hay dolor, hay amor, solo yo quiero producirte dolor y amor y amarte con pasión, no quiero que los demás te hagan más dolor que yo para que no les ames más que a mí.

— Me parece que tergiversas la filosofía del dolor y el amor, tampoco es así, pero acaba de vestirte que hoy vamos a cenar al pueblo.

— ¿Qué me pongo, Doro?

— Algo que te haga llamar la atención para lucirme yo, que no te voy a soltar de mi mano.

Cada uno se fue a vestir con quien quería salir. Yo con Abelardo y Mauricio con Leoncio, Santi y Frasquito son inseparables y lo mismo Canales y Martín. Abelardo se escogió una camiseta fosforescente rosa, sin mangas, pero cerrada hasta casi la axila, pantalón corto fosforescente verde, zapatillas blancas sin medias. Yo me puse lo que me gusta más, fosforescente en amarillo la camiseta sin mangas y muy sesgada y short vaquero, el más corto y ceñido, zapatillas rojas sin medias. Pasó Frasquito y me dijo que iba a darme un toque en la cara, acepté y me puso sombra en los ojos y carmín rosado en los labios, en la cara me puso una base transparente y un poco de no sé qué de un spray que hacía puntos brillantes. Abelardo le pidió otro «toque» y le hizo algo similar. Al salir todos de casa me di cuenta que Frasquito nos había arreglado a todos, muy guapos, sin exceso de afeminamiento, pero nos iban a tomar por locos. Fuimos al pueblo a cenar y fuimos la expectación. Pero de eso se trataba.

La cerveza corrió a raudales y lo mismo los platos de pescaditos y marisco, porque hicimos una cena de picoteo y picamos de casi todo lo que había. Paseamos un poco por la población, pero había poco ambiente y nos fuimos a la zona del puerto para luego caminar paseando por el paseo marítimo hasta casa. Por el camino estaban proponiendo si continuábamos o hacíamos otra cosa. Entonces les propuse hacer una Eiffel 69 de dos pisos. Y expliqué que dos harían el 69 sobre la plataforma, otros dos detrás de ellos y de cara tal como lo habíamos hecho, otros dos subirían a sentarse sobre los hombres poniéndose de espaldas entre sí y de cara al que está de pie, si se apoyaban con la espalda pesarían menos y los de pie podrían lamerles la polla, y los otros dos a apoyar a los que estaban de pie para que follaran y mamaran sin doblarse, a la vez que podrían recibir un gusto por el culo para la pareja que les apoyaba. No acababan de entender, pero eso de estar haciendo todos algo les gustó.

Abelardo me captó y dijo:

— Hacemos un sorteo y cada quien va a donde le corresponda, todos van a tener algo de gusto.

Cuando llegamos, lo primero fue como siempre, ropa fuera que hacía calor. Y sentarnos en la sala, para conversar mientras Abelardo preparaba el sorteo que sería cosa sencilla, según dijo.

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