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Conseguí a mi cuñada con una historia de fantasmas

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Me llamo José. Estoy casado desde hace dos años en segundas nupcias con mi actual pareja.

La historia que os cuento, sucedió este verano. Desde que comencé mi relación actual, la hermana de mi esposa siempre ha estado muy allegada a nosotros. A la mínima oportunidad, aprovechaba a venir a ver a su familia. Asímismo, tenía una relación excelente con mi hijo, de 7 años, fruto de mi anterior matrimonio.

Durante el periodo de vacaciones, mi mujer tuvo que trabajar, debido a que acababa de cambiar de empleo. Mi hijo y yo, estábamos en un apartamento que había alquilado en la playa, para pasar unos días de vacaciones.. En realidad, era un piso bastante grande, demasiado para los dos solos.

Una tarde, recibí una llamada de mi mujer. Me preguntaba si sería posible que su hermana viniera a pasar unos días con mi hijo y conmigo. Dado el buen trato que manteníamos, no me importó en absoluto. Le comenté que tendría su propia habitación, puesto que si algo sobraba allí, era sitio.Ella bromeó diciendome, no lo dudo, tampoco sería cuestión de que durmiese contigo, ya sabes que soy muy celosa, dijo entre risas.

Mi cuñada es una mujer divorciada. Rubia, con el pelo corto. La podría definir como muy maciza, a pesar de tener varios años más que yo. La situación, me hacía cierta gracia, puesto que pasar unos días en vacaciones con mi cuñada, tenía su morbo, aunque sabía que no pasaría de eso, de una fantasía sexual.

A los dos días fuí a recogerla a la estación de tren. Nos besó fraternalmente, tanto a mi hijo como a mi. Pasamos todo el día, y gran parte de la tarde en la playa. Por la tarde dimos un paseo, y dado que el niño se encontraba cansado, decidimos quedarnos en el apartamento a cenar.

Había comprado varias delicatessem, así como varias botellas de vino para los días que estaríamos. Mi hijo se fue a la cama enseguida, y nos quedamos solos hablando de nuestras cosas.

La conversación, entre risas y motivos serios, iba derivando de un tema a otro. Estábamos ya en torno a la media noche, cuando le dije que esta era la hora de las brujas. Nos reíamos, pero comenzamos a hablar de temas paranormales, fantasmas, apariciones, de casos que habíamos oído hablar, historias antiguas, y brujas.

Estuvimos casi tres cuartos de hora contando historias sobre lo mismo. Cuando terminamos la botella de vino, decidimos que era mejor acostarse ya, era un poco tarde y el niño llevaba ya varias horas durmiendo.

Al salir del salón, ella me dijo que no me marchase todavía, que la hiciese compañía un rato más,  tenía miedo despues de estas historias tan truculentas que habíamos contado.

Me eché a reír, y le dije, Eva, por favor, como te puede dar miedo. Además, sabes que estoy en la habitación de al lado, me tienes cerca si me necesitas, dije riendome.

Más o menos la convencí y fue a su habitación. Me acosté yo tambien. A los pocos minutos, oí mi nombre, y vi la luz encendida del pasillo.

José, José. Perdoname pero es que tengo mucho miedo. Ya no me reía. Me levanté e intenté consolarla. Estaba tiritando. Llevaba un camisón corto, negro, e iba sin sujetador.  Sus pezones se marcaba sobre la suave tela.

Hasta ese día, jamás me había planteado ver a mi cuñada como una mujer atractiva, aunque lo era, pero ahora estaba a mi lado, con poquita ropa, y temblando de miedo.

Al ver que me había levantado, sólo con el boxer, puesto que hacía bastante calor, me dijo que me fuese de nuevo a la cama, que ya se encontraba mejor, más tranquila.

Yo sabía que no era así. Y le propuse que se quedara a dormir conmigo.

Ella me miró con terror. Acostarme contigo? Eres mi cuñado, estás casado, y hace mil años que no me acuesto con un tío.

Mujer, estoy diciendo que duermas, sólo dormir. Estaré a tu lado, nada más.

A mi lado? Respondió. Y que dirá mi hermana?, tu mujer?, si se entera.

Supongo que lo entendería, o quizá no, es muy celosa. Para evitar problemas, no le diremos nada.

Y el niño?

El niño duerme, y te aseguro que nos levantaremos nosotros mucho antes que él, además, si quieres, luego, cuando se te vaya el miedo, vuelves a tu habitación.

No estaba demasiado convencida, pero su miedo, era mayor que su vergüenza, por lo cual, accedió a dormir conmigo.

Se metió en la cama, apagué la luz, y la abracé por la cintura para tranquilizarla. Ella temblaba, por lo que yo me arrimaba más. Le di un par de besos en la mejilla para tranquilizarla. Tranquila, bonita. Estoy a tu lado, no te preocupes.

Yo la tenía de  espaldas, y cogida por detrás. Mis manos brazos rodeaban su cintura. En esto, comencé a subir la mano lentamente, para llegar a sus tetas. Eran enormes, igual que los de mi mujer, pero lo más excitante es que eran otras. Su camisón era muy fino, por lo que al palparlo, se podían sentir perfectamente. Las tenía muy duras aún para su edad y para su tamaño.

Al notarlo, ella giró su cara hacia mi. Que estás haciendo, José?. Intento tranquilizarte, te acaricio.

Me estás tocando los pechos. En ese momento, temía que montase un escándalo. Le dije que había subido la mano sin querer, pero tambien, debes reconocer que era una pena que nadie tocase unas tetas como esas.

Cuando hice esta afirmación, puse directamente la mano sobre sus mamas, apretando fuertemente una de ellas, y aproveché para darle un beso en los labios.

Estás loco? Estás casado, y además con mi hermana. El niño está en la otra habitación..

Me eché a reir. Si, y tú en la cama conmigo. El niño estará durmiendo varias horas más, y en mi cama estás tú porque quieres. Al oír esto, hizo ademán de levantarse, pero le agarré la mano, y le pedí que se quedara. Vale José, pero pórtate bien. Ok, no haré nada que no me dejes que haga. A esta última frase no contestó, por lo cual empecé a suponer que aún me quedaba  alguna posibilidad.

Al volverse a tumbar, la besé de nuevo. Esta vez intenté meter mi lengua en su boca. Al principio la tenía cerrada, pero a los pocos momentos, abrió sus labios, aunque no colaboraba demasiado.

Comencé a meterle mano por debajo del camisón, hasta que terminé subiendo este a la altura de sus hombros. Sus tetas eran estupendas.

Me encantan tus tetas, te lo he dicho? Ya me las has visto antes, me respondió En realidad no era la primera vez que las contemplaba,  puesto que a veces, cuando íbamos a la playa todos, mi mujer y ella, solían quitarse la parte de arriba del bikini para tomar el sol.

Por supuesto que las había visto, pero no era lo mismo. Ahora las miraba, estando solos en mi cama.

Ella tenía el camisón subido hasta la altura de los hombros, de esta forma podía contemplar sus braguitas, tambien negras.

Volví a besarla, y esta vez, besé tambien sus pechos. Por favor José, piensa en la situación. Precisamente, la situación era lo mejor. El morbo era increíble, y mi picha, estaba ya a punto de reventar mi boxer.

Continé ocupándome de sus tetas, y en ese momento mi mano se deslizó por encima de su braga. No era un tanga, pero si bastante pequeña, con lo que apenas le tapaba la mitad de su culito. Le pasaba la mano, y ella continuaba negándose con palabras, aunque sus actos eran cada vez  más sumisos.

Volví a besarla. Esta vez, su lengua me correspondió. En ese momento, metí mi mano en el interior de su braguita, y comencé a tocarla. Tenía una mata de pelo enorme, estaba sin depilar, lo que sin duda era señal que no pensaba tener próximamente ninguna relación. Ella separó las piernas lentamente, mientras mi dedos se abrían paso entre su pelo para llegar a su rajita.

José, por favor, estás casado, mi hermana........ uffff, por favor, para. Su voz, se naotaba cada vez más excitada.

El pedirme que me detuviera, iba acompañado de unas piernas cada vez más abiertas, señal de que no lo estaba pasando nada mal.

Sabes cuanto tiempo llevo sin estar con un hombre? Supongo que varios meses, le respondí. No, llevo tres años sin acostarme con un tío. Me dejó helado.

Alguna vez estuve con alguna chica que llevaba tiempo sin tener relaciones, y me gusta porque están ansiosas. A esta situación, se añadía el morbo de ser mi cuñada, la hermana de mi mujer.

Mi boca mordía sus pechos, y mi mano se paseaba a sus anchas por su vagina. Eva comenzaba a estar mojada, y cada vez se sentía más integrada en el acto, menos culpable, y disfrutaba del momento.

Paré unos segundos, y aproveché a quitarle definitivamente el camisón. 
Ahora ya hasta tenía parte de su colaboración. Levantó las manos para que pudiera sacarlos. Volví a meter mi mano entre sus piernas, y para mi sorpresa, fue ella misma quien se bajó las bragas.

Su coñito era totalmente negro, fruto de ser morena natural, y rubia de peluquería. Ahí comenzo a entrar en acción y bajó mi calzoncillo. Mi pene salió disparado hacia fuera, como un bastón, totalmente erguido.

Como una leona, saltó hacia él, y se lo metió en la boca. Lo chupaba con ansia, con tanta fuerza que en determinados momentos me hacía daño. La acaricié el pelo, y con la cabeza, empecé a guiarla, para que lo hiciera más suave.

Despues me tocó el turno a mi. Le separé las piernas y comencé a lamer su rajita. Me costaba trabajo, y tenía que separar los pelos para no tragármelos mientras la chupaba. Cuando los aparté, su chochito, quedó a mi disposición. Empecé a meter la lengua por su clítolis, mientras que veía que empezaba a gritar de una forma salvaje. Poco despues, quedó totalmente relajada y me pidió que parase. Se había corrido.

Yo aún seguía empalmado. Momento que aproveché para metérsela. Ella separó las piernas, y me agarró con sus tobillos por mi cintura. La besaba con fuerza y pasíón, a lo que ella me respondía efusivamente. Mi polla entraba y salía de una forma ligera, estaba totalmente empapada, lo que me permitía sacarla y meterla totalmete, porque siempre buscaba su hueco natural.

Cuando estaba a punto de estallar se lo dije. Voy a correrme¡¡¡¡ Ella, en lugar de apartarme para que lo hiciera fuera de su vagina, y evitar cualquier tipo de riesgo de embarazo, me agarró fuertemente, e impidió que me saliese. Estaba tan caliente, que solté un gran chorro de semen. Ella me apretaba aún con más fuerza, hasta que me vacié totalmente dentro de su gruta.

Nos quedamos dormidos. Cuando desperté no estaba en la habitación.. Oí ruídos en la cocina, me levanté y fuí hacia allí. Noté que había llorado y me comunicó que prefería volverse a su casa.

Le pedí que no lo hiciera. Su hermana se disgustaría, y pensaría que habíamos discutido. Despues de todo, nadie sabía nada. Accedió a quedarse, pero me advirtió que lo sucedido no se volvería a repetir. Se sentía muy mal por su hermana.

Y por tí? Le pregunté. No obtuve respuesta, sólo me dijo que no habría más veces.

De acuerdo, que no volvería a suceder. En realidad, estaba totalmente seguro que se repetiría en cuanto volvieramos a tomarnos una botella de vino.

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