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La historia de Ángel, solo era un muchacho (32)

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Esa noche, como una rara excepción, Álvaro estuvo en casa para la hora de la cena, estábamos en el salón y sus padres me escuchaban las explicaciones que yo les daba, informándoles de lo que había hecho ese día y sobre todo lo que más interesa a Victoria, la comida que habíamos tenido con los abuelos de Oriol.

Nos dio un beso a su madre y a mi y se dejó caer en el sofá al lado de don Mateo su padre, se le notaba muy cansado y cerró los ojos apoyando la cabeza en el mullido respaldo. Victorio le miraba con expresión preocupada sin hablar.

-¿Ha sido dura la jornada? -don Mateo apartó las hojas del diario que aun mantenía en las manos.

-Como todos los días, necesitaríamos que las horas se multiplicaran, o tener más personal, pero hoy no puedo quejarme. -permanecimos en silencio, Victoria y yo observando los cansados rasgos de la cara de Álvaro, sus bellos ojos rodeados de sombras y la sonrisa adornándole la boca, y dirigida a nosotros para tranquilizarnos.

-Pediré que nos sirvan la cena aunque aún es temprano. -Victoria se levanto encaminándose a las cocinas.

-Yo subiré a lavarme las manos y la cara para despejarme. -me levanté para seguirle, a pesar de su cansancio subía las escaleras muy rápido. Después de hacer lo que quería le ayudé a colocarse una ropa más ligera, y bajamos para la cena cuando el crepúsculo terminaba de sumir en sombras el valle.

La cena había transcurrido dentro de los parámetros normales y Álvaro respondía a las consultas y preguntas que le formulaba Victoria más animado que antes. No era propio de él que apartara algunas de las verduras que acompañaban la carne, y aunque parecía que comía con ganas, no dejaban de ser signos de que no tenía hambre.

-Cuéntame como te ha ido el día mientras me ducho para no tenerlo que hacer al levantarme. -le seguí al baño y me desnudé mientras él lo hacía, para meterme a la ducha con él, y dejé que el agua le corriera por el cuerpo antes de comenzar a pasarle la esponja enjabonada.

-Gracias ayudante de cámara. -sonó su risita y me dio la espalda para que se la enjabonara. A pesar de estar delgado su espalda era poderosa y de hombros anchos.

-Es un placer ayudarte y una excusa para acariciarte, y aprovechar los escasos momentos que puedo tenerte a mi lado.

Mientras le pasaba la esponja, luego las manos, por todo su cuerpo le fui desgranando los acontecimientos del día, también el maravilloso tiempo que pasé disfrutando con Pablo. No tenía por qué ocultarle algo que él ya podía imaginar que sucedía. Veía que se calentaba a medida que le explicaba, sin entrar en detalles, el tiempo que pasamos juntos en la cama.

-Me alegro que lo pases bien y que estés atendido por Pablo, lo malo es que tiene que marchar pronto y te sentirás más solo.

-¡Ohh! Álvaro, estarás tu, Pablo ha venido a pasar las vacaciones, nos dejará pero nos tendremos el uno al otro.

-Pero no será lo mismo para ti, Pablo representa mucho, ahora también para mi. -sabía que era una referencia a que le gustaba como Pablo le hacía el amor.

-Nos arreglaremos y somos autosuficientes, ¿no crees? Podemos estar sin él aunque no sea lo que deseamos.

-No lo se Ángel, te lo pasas muy bien con él, tenemos que reconocer que es un hombre increíble y que te hace gozar como yo no puedo conseguir. -sentí que sus palabras encerraban sentimientos encontrados, y que larvados pensamientos de celos le ofuscaban.

-¡Santo cielo! ¿Tienes celos de Pablo? ¡No me lo puedo creer! -le miré con incredulidad no pudiendo asimilar lo que manifestaba. Terminamos la ducha y nos secamos en silencio. Se recostó en la cama y se dejó caer de espaldas dejando que saliera de él un largo suspiro.

-No, no son celos, pero algo parecido, tengo envidia por no poder ser como él y darte lo que necesitas. -miré su perfecto cuerpo tendido a mi lado. Álvaro a sus veintinueve años, que no aparentaba y se le veía más joven, resultaba increíblemente guapo, atractivo y varonil, y aunque de alguna manera y en ciertos aspectos se parecía a Pablo, sin duda en otras cosas eran muy diferentes.

-Me das todo lo que necesito, me has acogido en tu casa y dado una familia, la libertad, y el orgullo de hacerme sentir importante y un ser humano como tu, útil como los demás. -abracé su pecho y le besé la mejilla.

-Me refiero a otros aspectos, todo los que has enumerado no tiene importancia por que tu te lo has ganado, me gustaría ser más activo, exigente, ardiente sexualmente. Te amo Ángel pero no puedo ser tan activo en el sexo como Pablo y otros más, tu necesitas un hombre pendiente de ti y que satisfaga tus necesidades, por eso le tengo algo de envidia. -enredé mis piernas entre las suyas y cubrí nuestros cuerpos desnudos con el suave edredón de plumas, a pesar de la calefacción estaba comenzando a tener frío.

-No importa, nada de todo eso es insuperable, y no voy a discutirte tus razones e ideas. Te amo Álvaro, igual que a Pablo y sois diferentes, sí, pero os quiero a los dos muchísimo. -le acariciaba el vello del pecho y le besé las tetillas logrando que suspirara, descendí por el duro abdomen hasta enredar los dedos en el vello de su pubis.

-Se que estas cansado, déjame hacer a mi. -sujeté el blando pene en mi mano y Álvaro abrió las piernas permitiendo que comenzara a jugar, acariciándole la verga y los huevos.

-El domingo marchará Pablo y he pensado que podemos pasar un rato juntos los tres, buscaré que alguien me sustituya el sábado. -le callé cerrándole la boca con mis labios.

-No hables ahora mi vida, solo siente. -le iba besando la cara, sintiendo como en su cuerpo subía la temperatura, y me centré en sus tetitas ahora duras, lamí los pezoncitos envueltos en el vello tenue, y Álvaro abrió más las piernas invitándome a que mi mano llegaba más abajo y le pasé los dedos por el perineo hasta llegar a su ano.

-¡Ohh! Ángel, mi gatito dulce, mi amor. -cerró los ojos y a veces se tensaba cuando con los dientes tiraba de sus pezoncitos morenos, su pene había empezado a cobrar vida pero aun no quería tocarlo y lamí con devoción la dureza de los abdominales marcados por el vellos que los cubrían.

Lentamente mi boca descendía lamiéndole la piel y sintiendo el sabor del gel de baño hasta sentir como su verga rozaba mi mejilla, jugué con el glande lamiéndole la piel que le cubría y disfrutando al sentir como se le ponía dura y potente.

-Métela en la boca, por favor Ángel. -e hice lo que me pedía mientras continuaba con mis dedos acariciándole el ano.

Primero la pasé por mi cara como acariciándome con ella, y la acerqué a la nariz para olerla y gustar la esencia dulzona que desprendía, la tenia muy mojada y los líquidos que desprendía se quedaron sobre mi piel.

-¡Uhmmmmm! ¡Qué rica verga! Me gusta tu olor a macho. -y sin más me la tragué entera, hasta que mis labios quedaron pegados a los pelos de la base, con la lengua fuera, por debajo de su polla lamiéndole los huevos con la punta, se la sacaba y metía aspirando con fuerza, rodeándole el glande con la lengua.

No tenía duda alguna de que resultaba un experto mamando la verga, y Álvaro me lo hacía saber al dejar salir sus deliciosos lamentos por el placer que le daba.

-Así amor, mámala rico, ¿te gusta mi verga? Me la vas a arrancar gatito, pero chúpala, no pares. -sus palabras me excitaban y lograba que pusiera más interés y energía en la mamada que le estaba dando.

Sentía como con una mano intentaba controlarme el ritmo de la mamada y con la obra me acariciaba entre las piernas buscando cogerme la polla. En estos instantes mi amante se volvía apasionado dejándose llevar por el placer.

Seguí chupándole el pene y para hacerlo durar pasé a lamerle los huevos, luego el pene otra vez hasta sentirle que le llegaba el orgasmo y lo dejé para abrazarle y rodearle el cuello con mis brazos.

-Tu verga me vuelve loco, es tan rica, tan divina. La amo Álvaro. se la apretaba estrujándola en mi mano mientras le mordía los labios en pura lujuria de deseo.

-Quiero que me la metas muy rico, siento mi culito abierto y deseoso Álvaro, queriendo que le visites con tu carne dura. ¡Oh!, cómo te quiero amor

-Pues va a ser que no gatito, vas a ser tu quien me folle, tus dedos me han prendido de deseo y me has dejado listo para para ti, ¿te importa que así sea?

-¡Ayy! Álvaro, ¿cómo me va a importar? tu culito también es rico mi vida. -de alguna manera había conseguido cogerle el gustillo a hacerle a veces, mi hembra, y a él le encantaba que su macho se la metiera, y su macho era yo aparte de Pablo que lo era de los dos.

Sin perder tiempo descendí besándole todo el cuerpo y él levantó las piernas sujetándoselas por los tobillos, dejándome apreciar y maravillarme con el esplendor de su culo, despejado de obstáculos para que lo abriera con mi polla.

En esa parte de su anatomía Álvaro resultaba tan varonil como en el resto de su cuerpo, su verga dura y recta apuntando al techo, los gordos testículos colgando sobre el perineo y el anito, delicioso, de color rosa brillante, palpitante rodeado de vellos, todo ello sombreado por la densa espesura del abundante pelo medio rizado.

Ante ese bellísimo espectáculo me relamí los labios deseoso de llegar con mi boca al objeto de mis deseos. Con mis manos acaricié sus fuertes muslos separándolos más, después empecé a darle lengüetazos en los huevos y el poblado perineo, con mordidas en los muslos y las nalgas, hasta terminar con la boca sobre el dulce y excitado ano.

Escuchaba los gemidos de mi amante, y luego soltó uno de sus tobillos para morderse la muñeca evitando gritar.

-Méteme la lengua Ángelito, dame lengua por el culo. -hundí la lengua en su culo todo lo que pude.

-Sí, así. ¡Bufff! Más, más, ¡ayyy! que rico. Como me lo haces de bien. -me suplicaba a la vez que se retorcía.

Me aparté un momento para mirarle su bonito ano, boqueaba y se abría exigiéndome la lengua, pero antes, y para hacerle sufrir, le lamí los costados y luego volví a su ano.

Metí la lengua en su agujero y empezó a gemir más fuerte apretándome de la nuca. Álvaro estaba gozando mi comida de culo y yo sabía el placer que una buena comida anal proporciona, para ello se lo comía con ganas locas, gozando de sus deliciosos gritos y el sabor de los juegos que exudaba por el ano.

-Sigue, sigue Ángel. No voy a poder soportarlo. -sabía que era verdad y de su verga salían goterones gruesos de líquidos que le escurrían por el tronco hasta los pelos del pubis, no se lo quería tocar presintiendo que eso sería el final y se correría.

Dejé su culo después de darle unas fuertes lamidas.

-Te voy a meter la verga, ¿quieres?

-Sí, sí, métemela ya, hasta el fondo. -su voz sonó como una alarido incontenible. -coloqué una almohada debajo de sus caderas para que estuviera más alto y él se la acomodó, luego se sujetó las piernas abriéndose completamente y me miró con deseo, primero a la cara y luego descendió la mirada hasta mi durísima polla.

Me moría por metérsela, pero a pesar de estar muy dilatado Álvaro no había recibido mucha verga, salvo la mía y la de Pablo y su anito enseguida se cerraba.

-Empuja fuerte, se valiente. -debía notar el miedo en mi cara por causarle daño, atendí su orden y mi verga resbaló entrando en su cuerpo.

-¡Ahhh! Sí. -dejó salir un grito que me sorprendió, y ya con la polla en su culo me bajé para besarle y taparle la boca con mis besos.

Su cuerpo se estremecía apretándome el pene con el culo y respiraba muy agitado.

-Mi amor, te va a dar algo. -abrió los ojos y me miró asombrado.

-Es maravilloso Ángel, fóllame gatito, dame duro. -sin esperar mucho tiempo, y después de besarle toda la cara comencé a meter y sacar la polla fuerte y duro como me había pedido, haciendo que se escuchara el sonido de mis huevos cuando golpeaban en la entrada de su culo.

A pesar de mi preferencia por ser el pasivo y al que le llenaran el culo, indudablemente gozaba la situación de verme poderoso follando a mi bello y varonil doctor.

-Álvaro gemía sin cesar sintiendo mi pene al entrar y salir de él, había soltado sus piernas que bailaban en el aire y me sujetaba las nalgas, impulsándome hacía él con fuerza, quizá para conseguir que la verga le llegara más al fondo. Incrementé el ritmo aunque no permitía sacarla del todo para volver a enfundarla en su cuerpo, y ya estábamos sudando, yo más por el esfuerzo, teniendo que bajar la rapidez de mis movimientos.

-No te pares, quiero correrme y estoy llegando, siento muy rico cuando te mueves con velocidad. -me sentía algo cansado y me apoyé sobre su pecho respirando con dificultad dejando salir mi aliento en su cara.

Álvaro realmente se sentía dichoso y con el culito hambriento, se movía debajo de mi para no perder la sensación de ser follado. Cuando descansé volví a retomar mi tarea y le cambié de posición, para montarlo por atrás.

Le daba fuerte por el culo y a veces sentía como su mano me cogía los huevos apretándolos, entre varios descansos y cambio de posiciones le follé gozando como loco su culito casi virgen y apretado hasta que el placer me llevaba inexorablemente a alcanzar el clímax.

En ese momento en que Álvaro se contraía, apresándome la verga con fuerza y comenzaba a vaciarse sobre su pecho, sentía que no podía aguantar más.

-Yo también Álvaro, me voy a correr. -estaba dispuesto a vaciarme en su interior, sin esperar más, y di mi último empujón para hacerlo lo más profundo que pudiera.

-En mi cara, córrete en mi cara. -me gritaba cuando aún le salía el semen de la verga, y me retiré rápido apuntando la polla a su cara, sin poderme contener empecé a vaciarme lanzando chorros de semen sujetándome la verga para apuntar a su boca.

Cerré los ojos muerto de placer, dejando que me saliera el semen que iba a estrellarse en su cara, cuando los abrí el espectáculo resultaba de lo más morboso… y grotesco, Álvaro no podía abrir los ojos cegado por el semen que le había caído y con la lengua recogía lo que le dejé en los labios.

Sin demora abrazó mis nalgas y, a tientas, busco golosamente la verga con la boca, y se la empezó a comer con ganas sacándome los restos de semen que aún me quedaba.

Todavía no nos habíamos repuesto a pesar de que nos besamos largos minutos, hasta comernos nuestros semen lamiéndonos y compartiéndolo.

-Gracias gatito, vales para todo y eres el mejor. -me reí en su oido pasando mi lengua por él.

-Tu no tienes tanta experiencia para poder comparar, solo nos has probado a nosotros. -se volvió hacia mi abrazándome.

-Suficiente si valoro lo que me haces disfrutar, tu verga es deliciosa, nunca pensé que gozaría con una polla en el culo y todo te lo debo a ti…

-Y a Pablo, no lo olvides.

-Es cierto, y le quiero mucho, pero contigo es diferente gatito. -nos quedamos abrazados y en silencio, disfrutando ese momento de paz después de haberlos gozado mutuamente.

-Te decía antes que Pablo tiene que marchar el domingo, al día siguiente comienza las clases y tengo la idea de que el sábado lo pasemos juntos como despedida.

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Tuvimos que volver al baño para darnos una ducha rápida y que Álvaro quedara preparado para cuando se levantara. No supe cuando se marchó a la mañana, porque me dormí muy tarde, pensando y sin poder conciliar el sueño.

Habían quedado muchas cosas en el aire y no le había hablado sobre lo que Pablo me dijo de mi vuelta a la ciudad, o mejor sería decir a la casa de Eduardo, y estuve pensando mucho en ello.

No quería ser desagradecido, pero muy en mi interior querría haber podido hacer el viaje con Pablo y volver a la ciudad con él, y a la vez seguir a su lado, en esta casa que era un refugio seguro y cálido.

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Los dos días que siguieron se pasaron como si fueran segundos en mi vida. Pablo me recogía para llevarme a la hacienda donde ya finalizaban los trabajos en la sala que haría de aula para las clases.

No teníamos muchas cosas que hacer y los dos días comimos con los abuelos de Oriol, me estuvo enseñando a montar a caballo, aprovechando cierta calma en las precipitaciones de nieve que se redujeron como si el invierno llegara a su fin, pero solamente sería una pausa del duro y frío tiempo que no había terminado.

Tuvimos tiempo para hacer el amor, Pablo era incansable y siempre estaba con ganas, también yo. Su casa se convirtió en nuestro nido de amor hasta resultarme familiar y llegar conocer todos sus rincones, sobre todo su dormitorio y el baño.

Las sesiones de sexo nos encantaban a los dos y nos dejaban satisfechos momentáneamente, no nos cansábamos de follar, deseábamos aprovechar su estancia en la hacienda y no dejábamos pasar el momento en que estábamos solos.

Aquellos dos días me confirmaron lo que no dejaba de pensar, que resultaría muy difícil soportar la ausencia de Pablo. Mi otro hombre no me pedía sexo, ¿por saber que Pablo me daría todo lo que mi cuerpo demandaba?, es posible que se sintiera liberado para dedicarse a su trabajo.

Hubo de todo, risas y bromas, ratos agradables en compañía del personal de la hacienda, dentro de ese grupo en el que, antes de comenzar las clases, me sentía integrado. Los había de todas las edades, desde uno de más de sesenta años, hasta el más joven, que por cierto resultaba ser Marcos.

Todos ellos se comportaban amigablemente y me trataban con deferencia a pesar de ser muy joven y ellos poder ser, algunos, mis padres o abuelos. Todos ellos casi analfabetos, les representaba un gran esfuerzo leer y no llegaban a entender lo que leían. Se salvaban de esa deplorable situación Eliseo y Marcos.

Al parecer Marcos había llegado a la hacienda de otros trabajos anteriores, siendo niño había asistido a la escuela aunque poco tiempo, y hablando con ellos fui descubriendo algo de sus vidas, todas miserables.

Marcos tenía familia en el pueblo, su madre separada y varios hermanos más jóvenes que él, el padre los había abandonado dejando toda la carga de la familia sobre los hombros de su esposa cuando el chico tenía catorce años. Desde muy pronto tuvo que ayudar para sacar a sus hermanos adelante, hasta terminar en la hacienda de don Ernesto, aquí Eliseo lo acogió como su protegido, acabando siendo amigos de correrías cuando algún día salían para divertirse.

Pablo no era muy explícito y dejaba muchos huecos de la historia sin rellenar, para mi era suficiente y ese rudimentario conocimiento de la historia de Marcos logró que sintiera cierta simpatía hacia él, además había abandonado su aire de chulito, y seguía usando esos pantalones vaqueros muy ceñidos marcando su cuerpo fuerte y trabajado por las labores del campo.

Sin duda resultaba de lo más atractivo que había, lo mismo que Eliseo, Pablo los superaba a los dos, aunque resultaba refinado entre aquellos hombres que le respetaban sin dudarlo, sabiendo que en un futuro no muy lejano, sería el que llevara la hacienda.

Todos sabían el interés y esperanzas que tenían, don Ernesto y don Mateo depositadas en él, que vivía al lado de sus nietos y era el amigo íntimo del joven doctor. Se daba por supuesto que todas aquellas tierras estarían dirigidas por aquel brillante joven que estudiaba en la ciudad, que aunque no fueran suyas las sabría llevar para beneficio de sus propietarios y también del personal que vivía de ellas.

Pablo resultaba muy activo y eficaz en atender todos los frentes a los que debía dedicar su tiempo y aún le sobraba para estar a mi lado cuando lo necesitaba.

El viernes Álvaro nos acompañó en la cena e informó a sus padres que al día siguiente estaríamos los dos fuera, utilizó la excusa de la marcha de Pablo y que le haríamos una despedida.

Ya en nuestra habitación me pidió que metiera en una mochila los efectos del baño y alguna ropa para pasar la noche del sábado fuera de casa.

Había acordado con Pablo que el sábado recogeríamos a nuestro querido doctor, no podía dejar de acudir al hospital para visitar a sus pacientes, Pablo pasó a por mi y antes de llegar al pueblo recibimos su llamada, avisándonos de que se retrasaría por problemas que le surgieron con pacientes a los que debía visitar en sus casas.

Cuando llegamos al hospital entendimos sus razones, la gripe estaba atacando muy durante este año y el hospital estaba lleno, tenían pacientes en los pasillos y aquello parecía un caos.

Entonces nos dimos cuenta del sacrificio que representaba para Álvaro abandonar su trabajo en esas circunstancias. Quisimos anular la fiesta pero él no estuvo de acuerdo.

Mientras él realizaba sus visitas nosotros paseamos por el pueblo, pasando el tiempo hasta que se nos reuniera, y no sería antes de la hora de la comida.

Seguirá…

 

(9,50)