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Analista analizada (1º parte)

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Lucy estaba sorprendida por la proposición. Muy sorprendida y también, lo cual la sorprendía aún más, muy interesada. Se echó hacia atrás en la silla del restaurante y contempló a Jack en silencio.

Muy pocas horas antes, ella había abandonado exultante la reunión. Habían sido tres días de largas jornadas y duras negociaciones, hasta convencer a P... Incorporated de las ventajas de su oferta. Lucy era analista de mercados y hacía menos de un año que había entrado a formar parte de la plantilla de la empresa de publicidad más importante de Detroit. Pero su éxito profesional necesitaba consolidarse con la conquista de un nuevo gran cliente.

Y P...Inc. era uno de los más grandes.

Había tenido que desplazarse a Los Ángeles por expreso deseo del futuro cliente, y enfrentarse a otros competidores en las demostraciones preliminares hasta que solamente quedaron su empresa y Spurs. Los de Spurs eran grandes rivales, pero a última hora de la tarde los representantes de P...Inc. le comunicaron su decisión de firmar con ella el contrato por tres años a la mañana siguiente. Había triunfado.

—En nuestra oferta puedo asegurarles, con mi personal compromiso como analista especializada —dijo Lucy a la hora de las conclusiones finales—, que en ella no hemos descuidado lo más importante para alcanzar el triunfo cuando se aborda la entrada en un nuevo nicho de mercado: un buen análisis.

Lucy creía que, en parte, su éxito estaba motivado porque uno de los representantes de P...Inc. se sentía atraído por ella. Lo cierto es que, si existía tal atracción, era recíproca. Era un treintañero muy moreno, alto, de profundos ojos negros y un cuerpo que se adivinaba musculoso bajo sus impecables trajes a medida. Cada vez que lo miraba, Lucy lo imaginaba desnudo, con el torso cubierto de vello oscuro: para ella era un elemento de especial fascinación, tal vez por contraste con su propia blancura rubia. O quizás porque David, su novio, lucía en el pecho apenas una suave pelusilla rojiza.

Decididamente a Lucy le había gustado Jack, y se había sentido cómoda negociando con él, mucho más que con cualquiera de sus colegas y especialmente más que con Louis H., el enorme afroamericano que dirigía el comité de contratación de P... Inc. y que se mostraba extremadamente duro al desempeñar su cometido.

Saliendo de la sala de reuniones junto a la gente de P… Inc., en aquel estado de ánimo propenso a la celebración, Lucy tomó sin pensarlo mucho la decisión de intentar pasar la noche con Jack. ¿Por qué no? Ella creía acertar al pensar que le gustaba. Era una mujer muy atractiva, alta y esbelta, de piernas y pechos impresionantes y una melena rubia que sabía manejar seductoramente. Por añadidura, tenía unos preciosos ojos azules y sonreía como una mañana de verano.

Su relación con David era buena, pero no incluía la mutua fidelidad. Y esa noche su cuerpo le pedía una descarga física y emocional a la tensión de los días pasados. Qué demonios, nena, se dijo, a por él.

Se puso junto a Jack, se deshizo el moño con una mano y se quitó la chaqueta del traje. Desabrochando los primeros botones de su camisa blanca, le dijo:

—Casi no conozco Los Ángeles. ¿Sabes de algún sitio recomendable para cenar?

Esperó a que él la mirara para menear la cabeza de un lado a otro, de forma que su largo pelo rubio se soltara y cayera desparramado sobre sus hombros. Vio claramente la admiración y el deseo en los ojos de él, y le dirigió su mejor sonrisa de gata. Estaba hecho.

Se separaron para cambiarse de ropa en sus respectivas habitaciones. Lucy eligió un largo vestido crema con una generosa abertura lateral que le permitía enseñar sus estupendas piernas. Se puso las medias a una altura apropiada para permitir que Jack echara de vez en cuando un vistazo a su bonito liguero negro, y prescindió del sujetador. No lo necesitaba. Sus zapatos de tacón alto le habían costado cuatrocientos dólares y esperaba que pusieran todavía más de manifiesto que, por muy liberal que pudiera ser en sus relaciones sexuales, ella nunca dejaba de ser una dama.

Pero una decepción la esperaba. Cuando bajó de su habitación para encontrarse con Jack en el vestíbulo, lo encontró acompañado de Louis H. Él había sido muy seco en su trato durante las reuniones y Lucy miró su rostro negro con antipatía. No entendía qué estaba pasando allí y estuvo a punto de renunciar a la salida.

Para alivio suyo, Louis se reveló como un compañero agradable y divertido. Desde el primer intercambio de saludos, le pidió: «Llámame Lou». En una charla informal, se revelaba como un hombre muy atractivo. Desde luego, era muy inteligente, y aunque resultaba obvio que ejercía cierto ascendiente sobre Jack, tanto por sus respectivas posiciones laborales como por sus cualidades personales, también notó Lucy que entre ellos reinaba la camaradería y la confianza: había una auténtica amistad.

Lucy les habló con entusiasmo de su carrera y de sí misma.

—Parece que te gusta lo que haces, ¿eh?—le preguntó Jack.

—Yo realmente disfruto con mi trabajo. Siempre disfruto cuando he aceptado una tarea, porque pasarlo bien con tu trabajo me parece primordial para desempeñarlo adecuadamente.

Hacia el final de la cena, entre risas, fue cuando ellos plantearon la cuestión. Fue Jack el que se lo propuso, tras cambiar una mirada de connivencia con Lou. ¿Le apetecería a ella probar algo nuevo con ellos dos? ¿Podría ser que alguna vez hubiera probado ya las delicias de un trío?

Un trío…

Y allí estaba Lucy, contemplando en silencio a los dos hombres y progresivamente más entusiasmada con la idea. Los dos eran muy atractivos, cada uno en su estilo. Lou no era un hombre guapo, pero tenía un físico impresionante y unas manos prefectas. En cambio, el rostro de Jack, de mandíbula cuadrada y nariz recta, llamaba la atención por su belleza viril.

Además, tenía que contar con su feliz estado de ánimo, que se iba convirtiendo rápidamente en un incitante cosquilleo entre sus muslos. ¿Cómo sería tener dos hombres para ella sola?, pensó, agradablemente excitada.

—No estamos hablando de intentar hazañas sexuales, supongo —dijo en tono serio.

—Por supuesto—contestó Jack.

—No estamos hablando de nada que tú no estés de acuerdo en hacer —le dijo Lou, con su tranquilizadora voz de bajo.

—Me refiero —continuó ella, que quería dejar las cosas claras —a intentar cosas... simultáneas.

Ellos intercambiaron una mirada, Lou se recostó en la silla y la miró pensativo. Después dijo:

—Tú decidirás a qué partes de tu cuerpo quieres permitirnos acceder... y cómo. Y tú tendrás toda la libertad para empezar y detener lo que te apetezca. Para que nosotros seamos felices contigo, solamente necesitamos que nos asegures una cosa.

— ¿A saber...?

—A ver, Lucy... No quiero ser grosero ni por un momento, pero si me permites hablar claramente...

—Por favor—le animó ella, sonriendo.

Lou se inclinó hacia ella a través de la mesa, y le dijo en voz baja y suave:

—Es imprescindible que estés dispuesta a comportarte como una auténtica zorra.

Lucy se sobresaltó ligeramente, pero después una lenta sonrisa invadió de nuevo su rostro. Era atrevido, pero… aquello podía ser muy divertido también.

—De acuerdo —dijo tan sólo, y Jack brindó con entusiasmo.

En menos de una hora estaban en la habitación de Lou. A pesar de estar alojada en una buena habitación del mismo hotel, Lucy quedó impresionada por el lujo desplegado en la suite que él ocupaba. Detectó no menos de cinco mármoles diferentes en suelos y paredes, todos ellos suntuosos, y además de un salón inmenso había dos baños y dos dormitorios, cada uno equipado con una enorme cama doble.

Lucy observó que Lou cerraba la puerta de uno de ellos y comprendió que era allí donde él dormía y que iban a usar el otro para sus juegos. Le vio también apartar de la cama de este último un collar de perro con correa, aunque no se veían rastros de perro alguno. ¿Qué tipo de usos daría él a esa correa?, se preguntó con curiosidad.

Ninguno de los tres podía contener su excitación por mucho tiempo. Jack se acercó a ella para besarla, con dulzura pero jugando con su lengua dentro de su boca. Lou se acercó por detrás y le acarició el trasero por encima del vestido, apretando ligeramente sus nalgas.

Lucy abrazó a Jack con una mano y pasó la otra hacia atrás alrededor del cuello de Lou, que empezó a besarle la nuca. Ella, por su parte, comenzó a devolverle a Jack sus besos con pasión, y el hombre gimió y puso sus manos sobre los senos de Lucy, notando los pezones erguidos bajo la fina tela.

Besándose y acariciándose en grupo, se fueron desplazando hasta la cama a la vez que se desprendían unos a otros de sus ropas. Lucy estaba un tanto asombrada de la facilidad con que coordinaban sus movimientos, y entendió que ellos habían hecho esto juntos en más ocasiones.

Se apartó un poco de ellos dos, sentados en la cama, y les observó con mirada crítica: sus cuerpos desnudos cumplían tanto las promesas intuidas bajo sus severos trajes de las reuniones como las fantasías de la propia Lucy. Sobre el pecho desnudo de Jack vio una mata de pelo negro, y para su agradable sorpresa él estaba además bastante bien dotado.

Sólo sufrió un ligero sobresalto al mirar la entrepierna de Lou. Nunca había tenido relaciones sexuales con un hombre de raza negra, y se había tomado siempre a guasa las leyendas sobre sus especiales cualidades. Pero, fuera regla general o casualidad particular, Lou tenía una verga enorme, larga y gruesa, lo suficientemente grande para no desentonar con el resto de su gigantesco cuerpo. Una sensación de agradable temor y expectativa la invadió pensando en tomar aquel miembro dentro de ella.

Elevó su mirada hacia los ojos de ellos, y se dio cuenta de que también la estaban evaluando.

—Hummmm, nena... Eres un bombón—dijo Jack.

Ellos se habían hecho ya una idea bastante exacta de su anatomía cuando lucía el ajustado vestido crema. No se sintieron defraudados cuando se lo quitó. Sus pechos eran abundantes y firmes y su culo ganaba al contemplarlo desnudo. Lucy vio la admiración en sus ojos y, agradecida, se inclinó hacia ellos con una pícara sonrisa.

—A ver qué tenéis para mí.

Tomó en cada mano una verga y las contempló apreciativamente. Sopló con suavidad sobre las cabezas inflamadas, y después sacó la lengua y las lamió del modo más delicado que le fue posible. Sus gemidos de placer le sonaron a música celestial.

Ellos correspondieron acariciando su cuerpo conjuntamente, y Jack, poniendo la cabeza entre sus piernas, le lamió deliciosamente su clítoris excitado. Antes de darse cuenta, ya estaba a cuatro patas sobre la cama, haciéndole una mamada a Jack mientras Lou le metía con la mayor facilidad en su mojado sexo aquella verga que tanto la había asustado al principio. El corazón de Lucy golpeaba su pecho a mil por hora: estaba a punto de tener un orgasmo y la noche no había hecho más que empezar, pensó satisfecha.

En ese momento, la voz de Lou sonó clara y firme a sus espaldas.


—Los resultados de este trabajo en equipo están siendo fantásticos. Ahora voy a hacer una exploración de nuevos nichos de mercado...

[Continuará]

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