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Un verano caluroso con mi sobrino

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Mi sobrino esperaba ansioso en la estación de autobuses. No lo veía desde que tenía solo tres años de edad. Nos visitaba desde Veracruz. Llegué un poco tarde ya que había tenido mucho trabajo en el consultorio y para ser honesta me había dado uno que otro gustito con varios de mis pacientes. Cuando lo vi apenas pude reconocerlo. Mi cuñada me enviaba fotos para que lo viera como iba creciendo, pero verlo así cara a cara era muy distinto. Yo iba vestida con una blusa de tirantes roja sin brasiere. Mis senos estaban sudorosos por el calor de Monterrey y para colmo el clima estaba fallando. Corrí hacia mi sobrino y le grité:

-Raúl, Raulito amor, aquí estoy para recogerte.

Mientras corría hacia el mis senos rebotaban sin control. Siempre me ha sido difícil mantenerlas en su lugar cuando corro pero es casi imposible hacerlo cuando desde los 15 tienes senos 44 doble D.

—Hola tía, tanto tiempo sin vernos —dijo mientras me saludaba ondeando su mano.

—Así es mi amor, imagínate, yo todavía te cambiaba los pañales —dije mientras lo abrazaba estrujándolo contra mi rebosante pecho.

—Sí, lo se tía, ya ni me digas, ¿oye y mi primos cómo están? –pregunto con curiosidad.

—Pues se fueron de viaje para el spring break, ya sabes les encanta la fiesta y pues me dejaron sola.

—A que malos, pero pues yo estoy aquí pues, ya no vas a estar tan solita tía.

—Si mi amor, espero y no te vayas a aburrir conmigo pasándote el verano con tu tía tan vieja y aburrida.

—¿Vieja y aburrida?, claro que no si eres súper divertida y con esa figura tan sexy que tienes no creo que nadie se atrevería a llamarte vieja, te ves preciosa tía.

Su comentario seductor me sorprendió un poco, pero la verdad es que me gustó mucho. Los pezones se me habían puesto erectos en un instante y note en su mirada de que él se había percatado de eso.

—Muchas gracias amor, pues si me ejercito un poco, ya ves lo que dicen, “el ejercicio te mantiene joven”.

—Y vaya que tienen razón.

Lo mire por un momento me mordí el labio pensando en todo lo que podría hacer con él y le ayude a subir las maletas al auto.

Mientras conducía el no dejaba de mirar disimuladamente el escote de mi blusa. El sudor caía por mi cuello lentamente hasta las grandes llanuras de mis senos. El parecía contar cada gota con sumo cuidado.

—Perdón por el calor tan fuerte amor, es que el clima no funciona y los mecánicos no han podido encontrar la pieza que falta.

—No te preocupes tía, llegando tomare un buen baño, la verdad es que me hace falta.

—Oye y cuéntame de ti, ¿qué has hecho en todo este tiempo mi cielo? ¿Tienes novia o algo así?

—No hasta ahora no he tenido ninguna novia, me he enfocado solo en deportes y estudios, tuve alguna que otra chica en la secundaria pero nada serio.

—Oh ya veo, pues es bueno que tengas tus prioridades bien definidas y le dediques tiempo suficiente al estudio, aunque también es bueno ir juntando experiencia amor, ya sabes en eso de las relaciones.

—Pues si pienso que tienes razón tía, pero… sabes a veces creo que no soy tan bueno con las mujeres, trato y trato pero me dejan en la zona del amigo siempre.

—En serio, pero si estás hecho un bombón, yo jamás te dejaría en la zona de amigo, estás para comerte completito mi amor —dije con una sonrisa pícara.

Él se puso muy rojo y agachó la mirada.

—¿Puedo confesarte algo tía?

—Claro que si mi amor, tu puedes confiar cien por ciento en mí.

—Cuando tenía como 13 años mi papa y mi mama me mostraban fotos de la familia, y fotos tuyas y bueno… tú fuiste mi primer amor platónico.

—¿En serio? —dije mientras soltaba una carcajada nerviosa.

—Sí, no te burles por favor —dijo algo apenado.

—Perdón, perdón mi cielo, eso es muy bonito, y dime, que fue lo que te gusto más de mí.

—Pues tienes una cara muy bonita, y un cabello muy largo y sedoso.

—¿Solo eso te atrajo de mí?

—No, no fue solo eso.

—¿Qué más?

Llegamos a casa y apague el auto justo enfrente de la cochera.

—Me gustaron mucho desde que los vi, tus senos son los más hermosos que he visto en la vida. No he visto unos así de bonitos ni en el porno, y desde que estaba más pequeño me mataba una duda, pero no me atrevía a preguntar.

No podía creer lo que me estaba diciendo, debió tomar mucho valor para reunir los huevos para decirme eso sin miedo a que me enojara, y me gusto su valentía así que le seguí el juego.

—¿Cuál duda era la que te aquejaba desde hace tanto?

—Siempre me pregunte por el tamaño, que si eran senos naturales o de silicona.

Yo mordí mi labio de nuevo tratando de calmar mi excitación, pero era en vano, mi vagina ya estaba muy húmeda.

—¿Por qué no metes la mano y la averiguas por ti mismo? —pregunte mientras estiraba el borde de mi blusa hacia adelante para que su mano entrara fácilmente.

El me miraba nervioso, casi podía escuchar su corazón latir al máximo. Había comenzado a sudar aún más y el también.

—Demuéstrame que tan hombre te has hecho, vamos a ver.

Sin pensarlo metió rápidamente su mano derecha mientras se giraba hacia mí. Sentí como apretaba con fuerza y firmeza mi seno izquierdo. Aquello era un desborde de pasiones con tan solo un simple movimiento. No pudo retenerse más y con la otra mano tomo mi seno derecho. Las masajeaba violentamente y se quedaba viéndolas aun en la prisión de algodón que le impedía observar aquellas gloriosas llanuras de carne que tanto había añorado descubrir.

—¿Por qué no me subes la blusa? Y así te ayuda a darte cuenta mejor de sí son naturales o no mi cielo.

No lo pensó dos veces y levanto mi blusa y sin previo aviso comenzó a mamar mis pezones, como un niño hambriento. Yo disfrutaba de cada mordisco de sus dientes y cada beso de sus suaves y dulces labios. Acariciaba su cabeza mientras el desenfrenado comía mis grandes senos hasta saciar su hambre de pecho. No pude resistir más y lleve mi mano hasta su entrepierna. Me encontré con su pene duro como el acero casi haciendo un agujero a sus jeans Levi’s.

—Vaya que si creciste sobrino.

Continuará.

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