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Memorias inolvidables: Primera parte
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Tiempo de lectura: 13 minutos

Ismael Sampedro Fernández.

En las páginas que siguen a esta entrada explico lo que me va aconteciendo —solo los aspectos eróticos y divertidos de mi vida, ya que es el objetivo—, porque una existencia de 27 años no da para tantas proezas, pero sí para divertirme y divertir. Este es el objetivo de estas páginas.

Me llamo Ismael Sampedro Fernández, tal como reza en mi DNI. Tengo 27 años cuando estoy escribiendo estas líneas. Llevo independizado de mi familia casi tres años. Independizado no significa que no me hablo con mis familiares, sino que yo mismo gobierno mi vida. A los 18 años ingresé en la Facultad de Medicina y a los 24 tenía el grado de médico. No sé por qué estudié medicina, pues ahora soy granjero ecológico, pero eso no tiene mayor importancia, pues siempre pensé que estudiaría lo que quisiera alguien de mi casa, pero luego haría lo que me gustara para vivir y ser útil a la sociedad.

En esta entrada a la primera parte de este libro quiero que se me conozca por dentro, por dentro de mis pensamientos, por dentro de mis deseos y por dentro de mis apetitos, gustos y placeres.

Antes que nada hablaré de mi cuerpo que es lo primero que se manifiesta. Como me miro con frecuencia a un gran espejo que tengo en una pared de mi spa particular, del cual ya hablaré en su momento, creo que sé dónde tengo cada peca, cada rasguño, el topetazo de mi cabra, la muy puta me manifiesta su cariño a topetazos y en una ocasión, me metió su cuernecillo en mi nalga, suerte que son pequeños sus cuernos.

No tengo una altura exorbitante, ni mi cuerpo lo considero para ser Míster Gay, pero estoy contento con él. Mi estatura es 174,8 cm., y mi peso es de extrema delgadez, en la actualidad peso 57,4 Kg., y debiera estar por encima de los 60, por lo menos. Pero entre los 21-24 años, pesaba casi 68 Kg., digo casi porque los gramos me oscilaban desde el 68,1 al 69,1Kg., oscilaba mucho si se trataba de época de exámenes, muy sedentaria y de mucho comer, a épocas de verano en que el deporte era más importante que comer, con esas ideas que manifestaban algunos colegas respecto a la necesidad del ejercicio. Ahora hago mucho ejercicio y menos deporte, camino, monto a caballo, labro la tierra, la entrecavo, siego la mies o la alfalfa para mis animalitos y no paro en todo el día. Las tareas de granja son bonitas pero cansadas, yo duermo como un lirón. Pero con este peso 57,4 me encuentro bien, no me importa llegar a los 60, pero no lo procuro, solo procuro no bajar más el peso.

Sé que si me miran la espalda soy como una pared de pirámide invertida. Cuando me pongo las cuerdas a la cintura para amarrar a los caballos de labranza parece que mi torso está metido dentro de una columna. Mi cintura es muy estrecha y mis brazos fuertes, mis pectorales marcados por el trabajo, por tanto no tienen la uniformidad monstruosa de un gimnasio sino la natural. Lo mismo ocurre con mi abdomen, es plano, muy plano, sin grasa, pero no es una exagerada tableta de chocolate.

Mis nalgas son como dos globos pronunciados con un pequeño hueco a los laterales. Debieran ser redondos, porque el trabajo del campo y la granja lo propician, pero entre dormir encima de duro, montar a caballo y subir a los árboles, quizá otras causas también, se me han formado los dos huecos que tanto admiran algunos cuando me ven pro primera vez. Mi pene es grande, hasta ahora lo he usado poco, solo para mear y masturbarme, pero es lo que tengo. Me cuelga por delante paralelamente a mi escroto. Ambos están a nivel. Mi pene de 21 cm, solo cuelga 18 porque tres los consume la curva que forma desde la base hasta la inclinación. Mi escroto es grande, los testículos no tienen nada de especial, solo que cuelgan mucho, se quedan al nivel de mi glande y se marcan como dándole al conjunto la figura de una gran nariz, la nariz sería el pene y los lóbulos laterales ambos testículos.

Espectaculares son mis piernas, los muslos son grandes y fuertes y lo demás normal. Mis pies calzarían un 42 innecesario ahora porque siempre voy descalzo y la planta de los pies han formado una zona dura que me permite hacer cualquier camino sin calzado.

Los brazos ejercitan mucha fuerza, troncos, cavar con azada, limpieza de corrales y de los mismos animales porque quiero que se sientan a gusto conmigo y yo con ellos. Mis manos están callosas y grandes y podría defenderme con ellas de cualquier ataque. No quisiera verme nunca en un trance de estos, porque cuando una persona levanta a diario pesos de 60 kilos o más, o los arrastra o se los carga a la espalda, una bofetada es imprevisible el daño que puede hacer.

Soy pacífico, amante de la naturaleza y del orden. No suelo enfadarme públicamente, mis enfados me los paso en silencio y generalmente son enfados conmigo mismo. A veces me rebelo contra mí mismo y me enfado si un trabajo no me ha salido bien, si un animalito se me muere y no he podido salvarle la vida, siempre me doy la culpa a mí mismo. Me gusta el orden, no por capricho, sino porque una vida para ser feliz ha de seguir una norma común y esta es la razón por la que me aburre vivir con los seres humanos, porque siempre están alterando el orden y los efectos son negativos en todos los aspectos por donde se mire. Mis animales son ordenados, saben que van a tener su comida a su hora, su aseo a su hora, sus caricias mías a su hora y van a escuchar mi voz cuando deben escucharla. Solo son desordenados cuando a deshora para ellos tengo necesidad de ir a donde están, me manifiestan su cariño y tengo que acariciarlos y devolverlos a donde corresponda.

Hablando de los animales y antes de pasar a mi amor hacia la naturaleza, tengo que advertir que no mantengo relaciones sexuales con los animales, me parece una aberración hacerlo, porque son nuestros amigos en todo el orden natural de las cosas, pero no son la compañía adecuada. Tener relaciones sexuales con un animal me parece una aberración fatal, ellos que actúan porque tienen en su naturaleza impresa un modo de hacer las cosas, son intelectualmente inferiores a nosotros. Tener sexo con un animal es inferirse en un desorden con su propia naturaleza y se podría considerar una violación contra el respeto que nos merecen, sería como someterlos. Ni para el trabajo los someto, sino que les enseño. En estos tres años que he pasado muy solitario, he tenido que usar frecuentemente la masturbación para desahogarme algunas veces y para obtener placer la mayor parte de ellas.

La naturaleza y yo no somos enemigos. En primer lugar porque yo soy naturaleza, formo parte de la naturaleza y soy consciente de eso. Las estrellas que veo en la noche, la luna y el sol, la tierra que hay debajo de mis pies, los árboles de mi entorno, el agua, los animales todos, los domésticos y los totalmente libres son mis amigos, me entiendo con todo, los respeto, los venero y los cuido. Mi amor a la naturaleza me ha hecho naturista, por eso voy siempre desnudo, de día y de noche, desnudo como, desnudo trabajo, desnudo me presento ante el cosmos. Toda la naturaleza se me presenta desnuda. Mis animales no me piden camisas ni pantalones, las estrellas brillan porque no se cubren, el agua fluye y nada le gusta menos que embotellarse, pero nos riega y penetra en todos los agujeros por donde pasa y produce su sazón. Beber directamente del agua que fluye, entrar en la poza donde se encuentra el agua que fluye y dejar que todo el cuerpo beba por sus poros y por su boca es como confundirse con la misma agua y dejarse amar por ella. Si me pusiera un pantalón para arreglar a mis animales y ellos pudieran expresar sus burlas lo harían. Pienso que desnudo me ven como ellos, como su líder, como el mayor y yo procuro encariñarlos con todo el respeto que se merecen los que me acompañan en mi vida y me dan de comer. Ellos piensan que yo les doy de comer y yo sé que ellos me alimentan, a veces con su propia vida.

No soy vegano, mi dieta es combinada, cocino lo justo, lo que no es fácil de masticar. Como maíz tierno, patatas asadas, carne de ave casi siempre muy poco asada, lo necesario para masticarla bien y muchas semillas que junto a los tubérculos me sirven como el pan diario. Hay semillas como las lentejas que me exigen cocinarlas. Algunas veces como brotes de alfalfa. Nunca pensé que llegaría a comer alfalfa, pero mi caballo, al que yo monto y que más adelante hablaré de él, un día, mientras comía alfalfa, se puso a jugar conmigo, en nuestro juego, me puso un manojo de alfalfa en la boca y por apreciar su cariño, comí algo, me gustó y desde entonces escojo algunos brotes. Probé la paja, pero no es fácil pasarla de la boca al esófago —no se mastica bien y es peligrosa—, y tuve que desistir, ni seca ni remojada, no está nuestra boca preparada para el tallo de las gramíneas en general. Pero hay muchas plantas rastreras que soy muy nutritivas.

Soy gay, he vivido tres años como un pre-adolescente gay, sin relaciones sexuales con un compañero, de ahí que he usado mucho de la masturbación, porque el sexo me apetece. En estos tres años, han venido por mi granja algunos que se han perdido en el monte o curioseando. Pocas veces he tenido suerte, porque cuando me han visto desnudo han escapado casi todos. Recuerdo a dos que vinieron hasta donde yo estaba, entraron en mi cabaña, es lo que parece por fuera pero dentro la tengo muy bien puesta. Se han extrañado mucho de mi modo de vivir.

Recuerdo a estos dos porque son dos chicos homosexuales. El primero fue un muchacho muy joven, de unos 20 años, se había perdido, estaba desorientado, no sabía cómo bajar al pueblo que está bastante lejos. Me encontraba arando para desbrozar la tierra y luego sembrar el maíz. Yo no uso motores, sino reja de arado tirado por caballo y guiada por mí.

Lo vi cómo se acercaba, pero no deprisa, sino con cierto recelo, quizá pensando que debía darme tiempo para vestirme. Proseguí con mi labor hasta dejar que se acercara al borde del campo. Cuando llegué donde él se encontraba, frené el tiro, paré la labranza y llamé al muchacho para preguntar qué deseaba:

— Creo que me he perdido y no puedo volver a casa.

— Tú eres de la ciudad.

— Sí —me miraba sorprendido y deseoso—, he venido con unos amigos que me han dejado por una broma y estoy todo el día dando vueltas, tampoco sé si habrán venido por mí porque he deambulado y tampoco sé dónde estaba.

Lo vi medio desesperado y me dijo si tenía un móvil porque el suyo se ha acabado la batería.

— Como es tarde, déjame que desenganche el caballo del arado y vamos a mi casa.

Desenganché el caballo, y apenas suelto se acercó al muchacho y se le arrimaba, el muchacho sonreía pero no se atrevía a tocarlo, le dije:

— Acarícialo y te dejará tranquilo, necesita tus mimos para saber que no me vas a hacer daño.

En efecto cuando le acarició, el caballo se puso a caminar a su lado, le indiqué al muchacho que le pasara su brazo por el cuello para que el caballo fuera a su paso. Y me miraba sonriendo. El caballo se fue directamente a su cuadra y me miraba, pidiendo que lo cepillara, le dije que luego iría. El caballo relinchó para mostrar su conformidad.

El muchacho se quedó sorprendido:

— ¿Es que entiende?

— Él no entiende palabras, sino gestos, extensión de mis sonidos y te he señalado a ti, entonces ha entendido que ha de esperar.

— ¿Os entendéis, pues?

— Sí, porque siempre tenemos el mismo comportamiento, jugamos, pero no hacemos bromas, ellos no entienden de bromas…, —estaba diciendo yo y me interrumpió:

— Yo tampoco entiendo de bromas, solo sirven para humillar, burlarse y hacer quedar mal…, —dijo el muchacho.

Entramos en mi cabaña y me dijo:

— Disculpa, no me he presentado, me llamo Carlos, y estoy muy preocupado y sorprendido.

— Preocupado lo entiendo, soy Ismael —le dije mientras le pasaba mi móvil—, dame tu móvil y lo cargaré; lo que no entiendo es que estés sorprendido de qué y por qué…

— Sorprendido por encontrar un hombre solo aquí arriba, desnudo y con unos animales que saben lo que han de hacer, además estás sin perro…, puede ser peligroso…, —decía el muchacho.

— Date la vuelta, —le dije.

Se dio la vuelta dio un salto hacia mí y se me abrazo. Silbé y los perros que estaban detrás de él no se movieron.

— Son Black y Kittos; Black manda de la cabaña, Kittos de los animales, los otros seis están al cuidado del campo, pero todos obedecen a Black y él a mí. Tú los has escuchado, pero no sabías que era aquí, ellos esperan una orden mía para actuar, pero te vi de lejos y ya me imaginé que te habías perdido, pero ellos, silenciosos, no te han perdido de vista, —le dije mientras estábamos abrazados.

— Disculpa, que me haya abrazado, disculpa que aún no te has vestido…, —dijo como compungido.

— No me voy a vestir, solo voy a lavarme; anda habla mientras tanto con los de tu casa o con quien quieras, yo te conecto tu móvil para cargarlo y por la hora que es, diles que mañana podrás llegar, si quieres pasar la noche aquí…, —le dije como invitación.

Consiguió conectar con su casa y les dijo que estaba con un amigo y que ya llegaría, que estaba bien y todo eso que se dice en ocasiones como esas. Cuando acabó se acercó a donde estaba yo bañándome para devolverme el móvil y preguntarme:

— ¿Yo también me puedo duchar?

— Claro que sí, yo ya he acabado, deja el móvil en la mesa, quítate la ropa y báñate.

Salió desnudo donde estaba la ducha. Guapo no se puede decir que era, aunque agraciado sí, no es feo y cuando sonríe es muy agradable, pero es un chico bien puesto, buena planta y excelente polla, no como la mía ni falta que hace, pero ya estaba algo más suelto, aunque receloso porque Black estaba siempre a su lado. Se cubría sus genitales con las manos. Yo me estaba secando al sol mientras él se duchaba, el agua iba a un jardín que está al lado de la cabaña donde tengo diversidad de flores. Cuando acabó de ducharse, se vino igualmente al sol para secarse como yo. Conversamos:

— No parece que tengas novia…, —le dije.

— No; yo soy gay, pero tampoco tengo novio ya, porque me dejó, y ¿tú? Supongo que aquí arriba solo tampoco…

— No; en efecto, tampoco tengo novia ni novio…, aunque también soy gay.

Se me quedó mirando y como si se le hubiera abierto el cielo con lluvia de flores, me abrazó y nuestras dos pollas se tocaron y el muchacho tuvo una erección casi al instante y total. Se quedó como preocupado y azorado. Entonces le dije:

— No te preocupes ahora, deja, ya bajará, eso nos pasa a todos. Si a la noche… no lo resistes, ya dices qué te apetece…

— Soy pasivo, —dijo rápidamente.

— No te apresures, ¿tú que sabes? Los gays no somos activos ni pasivos en la cama, sino en la casa. Hay quien es más ordenado, le gusta la decoración, es más cocinero, le encanta lavar o poner la ropa en la lavadora, pero en la cama somos más versátiles que activos o pasivos. Me acabas de decir que eres pasivo, pero ¿alguna vez has follado con otro al que hayas penetrado?

— No; las veces que lo he hecho siempre me han golpeado el culo, pero lo he disfrutado.

— Por mi parte, hoy tenemos tiempo para hacerlo todo los dos, si quieres; porque, mira, aquí no hay televisor, así que tiempo tenemos.

— Mañana, ¿me tengo que ir? ¿es necesario?

— Por mí puedes quedarte el tiempo que quieras, algo de compañía nos haremos y mañana me ayudas. Yo despertaré temprano, luego te despierto para el desayuno y a continuación te puedo enseñar a sembrar maíz.

— Qué interesante.

Cenamos y después nos pusimos los dos a arreglar los animales, Carlos acariciaba a todos, yo le iba señalando qué dar a qué animales y se entretuvo con los caracoles, me dijo que le parecen muy grandes y si yo los comía, le dije que los alimento y ellos me alimentan. Como vi que se iba a quedar dos o tres días, separé unos cuantos para que hicieran la dieta y poderlos cocinar. Luego nos tocaba descansar y nos fuimos los dos a la única cama que había, la mía. Nos acostamos con la idea de hacer el amor entre nosotros.

Cuando dos se juntan por primera vez ocurre lo que a nosotros, comenzamos a conocernos por las palmas de la mano, tocando cada parte de nuestros cuerpo, hasta que nos íbamos calentando y surgieron sin pensarlo los besos, nos besamos y tengo que reconocer que Carlos besa bien, muy bien. En un momento Carlos me pidió que lo poseyera.

— Ismael, por favor, hazme tuyo aunque sea esta noche, invádeme, necesito que lo hagas para acabar el día mejor que lo he comenzado.

— Pongámonos en 69, para que yo pueda prepararte el culo, no quiero que te haga más daño del necesario para tener placer.

— ¿Puedo mamártela?, —preguntó.

— Si vamos a tener sexo entre nosotros, a mí no me preguntes, ingéniate cómo me vas a producir el mayor placer y hazlo que yo voy a hacer eso; luego veremos que sale.

Tengo que reconocer que la mamaba muy bien. Parecía que había aprendido a hacerlo en base a que su rol tenía que ser pasivo y yo estaba dispuesto a cambiarle el asunto. Pero me puso a cien, mientras le comía el culo. El de ven en cuando dejaba de mar para gemir y pensé que estaba ya a punto. Me di media vuelta y de cara a él inicié la penetración sin forzarla, solo poniendo mi polla dura en la punto y situándola para entrar, sus esfínteres se encargaron de irla tragando y gritaba como un loco de felicidad conforme iba entrando mi polla en su culo. Llegué dentro y me paré. me acomodé para hacerlo feliz y comencé el viajen para entrar y salir. Jamás he oído a alguien gritar como in loco de placer.

Descansé un momento y me pregunta:

— Molesto si grito, es que estoy disfrutando…

— Aquí solo escuchan los animales de la granja y están felices de lo que hacemos, —le contesté.

Continuamos y él seguía desahogándose de placer. Hasta que grité fuertemente y eyaculé. Mi caballo de montar relinchó al escuchar mi voz potente. Y acabamos esta primera sesión con un orgasmo potente de Carlos tras el cual quedamos abrazados y felices. Aunque Carlos quería seguir de inmediato, le propuse que conversáramos algo para ver de convencerle que también contraría gran placer en penetrar al compañero. Aceptó y conseguí que quedara satisfecho. Pasamos la noche durmiendo abrazados. Fueron tres días en los que, ya con otro animo, hicimos en las noches el amor.

El día de irse estaba apenado y le costó tenerse que vestir. Decidí acompañarle y me puse un short para acompañarle hasta la entrada del pueblo y no volviera a perderse. Se me abrazó y dijo susurrando a mi oído:

— ¿Puedo volver y aprendo contigo otras cosas?

— Puedes volver cuando quieras.

Lo hizo algunas veces pro pasando noviembre no pudo aguantar los fríos, ni siquiera abrigándole con lana de las ovejas. Fue el momento en que le perdí de vista y nunca más ha regresado. Tampoco tiene la culpa él, pues yo nunca fui a verlo, porque no era mi intención establecer una relación un un chico que se ha perdido y necesita para todo a su familia. No me produjo ningún problemas sentimental.

El otro es un hombre que cuando se me presentó me dijo que se llamaba Leandro y que tenía 40 años; bueno primero me dijo 30 y como yo me extrañé porque aparentaba casi los 50, le dije:

— ¿Treinta?, ¿de verdad?

— Te estoy diciendo cuarenta, —respondió.

Pienso que estaba más cerca de los 50 que de los 40, pero lo dejé ahí. Este no se había perdido, sino que no había previsto —entiendo que no tenía capacidad para prever— que iba a llover. El tío se subió al pico más alto y se puso a llover estando en lo alto. Ya sea porque divisó mi cabaña y el complejo de granja, ya sea porque se vino directamente y se topó. Llegó a la casa totalmente mojado. Los perros ladraron sin parar hasta que salí y me acerqué a él. Vi cómo dudaba diciendo las cosas y descubrí que estaba ligeramente perturbado. Así que lo recibí bien para que no se pusiera histérico, porque mis perros me defienden a muerte. Pero no era de fiar del todo. De hecho Black no se movió en todo el tiempo de nuestro lado y custodió nuestro sueño por si intentaba algo. Tampoco lo veía para eso.

El asunto es que llegó tan mojado que le hice entrar en mi cabaña, porque dentro se está caliente y le hice desnudarse de toda la ropa, porque estaba empapada y la puse a secar junto a la chimenea. Se quedó desnudo, claro, no hacía frío. Pero también había visto que cuando entré a la casa me quité los pellejos de abrigo que tuve que ponerme para salir a atenderlo. Lo primero que me dijo cuando ya estaba desnudo fue lo siguiente:

— Yo soy homosensual.

— Querrás decir homosexual, —le corregí.

— Eso, eso, yo no entiendo mucho de eso, pero me pillo a mi gata.

— Trata bien a los animales, un homosexual no se pilla a una gata ni a ningún animal, sino a uno de su propio género, si es hombre un hombre, ya está.

No conversamos mucho más sobre el asunto, ni yo me declaré gay tampoco, no me gustó el tío, pero tenía buena polla y presumí que su culo no estaría mal. Llegó la hora de acostarnos y le ofrecí acostarse a mi lado. Al poco tiempo ya estaba hurgando en mi culo y queriendo meter verga. Le dije, yo primero, si te gusta seguimos, caso contrario a dormir. Así que me lo follé y al poco rato se durmió, lo que era lógico después del día que había pasado bajo el agua de lluvia en la montaña. Al despertar en la mañana le ofrecí desayuno y le indiqué para llegar al pueblo. Luego le recomendé que no volviera nunca solo a la montaña porque hay peligros difíciles de esquivar. El lugar es tranquilo, y no hay tantos peligros, pero para una persona que no se puede defender adecuadamente era lo más conveniente. Si yo no estoy en mi granja y llega, los perros lo hubieran devorado. Tampoco lo vi nunca más, ni sé si era del pueblo ni pregunté por él para no meterme en problemas.

Pasaron más por la granja por casualidad, la mayor parte de ellos pasaron de largo porque los perros les ladraron. Alguno que tenía necesidad por una herida o picadura pedía auxilio y yo, sin decirles mis estudios de medicina, les auxiliaba y los mandaba al médico apenas llegar. Alguno ha regresado a pagarme el favor con algún obsequio. Para mi vida en la granja los obsequios son más una molestia, pero hay que aceptar las cosas por educación, aun estando en un medio salvaje o natural.

Había empezado mi granja para alimentarme y tener compañía, en la actualidad estoy vendiendo mis productos, trigo, maíz, cebada y animales para carne. Lo que me pagan muy bien son mis caracoles, porque los alimento muy bien y están muy sabrosos.

Acabaré explicando cómo es mi choza. La he construido yo y la he ido mejorando. Cuando llegó el invierno del primer año, tuve que hacerme una chimenea y cubrir las cañas con barro y yeso para que no hubiera agujeros. Durante el verano la choza permanece abierta por detrás y delante para que correa aire y se refigere, para el tiempo de invierno lo cierro todo herméticamente para que dentro de casa no haga tanto frío y con la lumbre encendida continuamente paso muy bien los inviernos. Cuando salgo me cubro con pellejos de animales y com plumas de ave que yo mismo me coso. Pero para trabajar, aunque haga frío es mejor la desnudez. Luego una ducha y adentro junto a la lumbre. Allí, al lado del fuego, pienso, maquino, y proyecto la granja que deseo tener en el futuro, sin maquinarias, sin nada artificial. También me dedico a escribir mi diario, relatos y novelas. No me falta el tiempo porque en cierto modo ya lo domino; tampoco me sobra porque lo tengo todo cronometrado; mis animales no pueden funcionar a mi capricho sino con el orden que exige su propia naturaleza. Esto es lo que más me complace, poder acomodarme al conjunto de la naturaleza.

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