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Cosas de garitos

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Año 1938 - Orense - Galicia - España.

El garito estaba lleno, lleno de humo, ya que casi todo el mundo se había ido. Fernando, sacó el habano de la boca, y con voz de chulo de playa, dijo:

-Subo a 5.000 pesetas.

Luis y Pedro, se tiraron, Sandro, el dueño del garito (hermano gemelo de Fernando), un tahúr cincuentón, moreno, cogió su fajo de billetes de 1000 pesetas y poniéndolos junto a los 8.000 pesetas que había sobre la mesa, le dijo:

-Que sean 50.000.

-¡No puedo cubrir esa apuesta!

-Habértelo pensado antes de apostar... Podrías poner el caserón... El caserón y tu hija Samanta.

Fernando tenía escalera de color de tréboles que iba del 9 al rey. Solo podía perder con una escalera real.

-Hecho, el caserón y mi hija.

Le dio la vuelta a las cartas e iba a coger el dinero cuando Sandro le dio la vuelta a las suyas. Tenía escalera real de diamantes. La puta de la crupier, que era hija de Sandro y sobrina de Fernando, había hecho bien su trabajo.

Sandro, le dijo a su hermano:

-Yo gano. Las deudas de juego son sagradas. Trae los papeles del caserón y a Samanta

-¿Para que quieres a mi hija?

-Esas ya no son cosas tuyas.

Un mes más tarde...

La hija de Fernando tenía 18 años, era pelirroja, de cabello largo, ojos verdes. Medía 1. 68 y sus medidas corporales eran: 99. 63, 91. En aquel momento estaba desnuda en una cama... Sobre sus gruesos labios, su precioso rostro y sus tetas con rosadas areolas y erectos pezones se veía la leche de la corrida de su tío Sandro, que, enfadado, le dijo:

-¡Estoy hasta los cojones de follar con un saco de patatas! La próxima vez le echas ganas y te mueves o te pongo a trabajar de puta.

Samanta, echa un asco con la leche sobre ella, no se atrevió a rechistar por miedo a que le cayese una trompada, una más de las muchas que le daba cuando le salía de los cojones, si no le diría: "Cómo quieres que me mueva, mamón, si no siento esa polla diminuta dentro de mi coño."

Sandro se vistió y se fue cerrando la puerta detrás de él. Un par de minutos después, Samanta, magreando las tetas llenas de leche, metió dos dedos en el coño y empezó a hacer una paja. Estaba muy mojada. Sus dedos chapoteaban en el coño cada vez que llegaban al fondo. A su mente vino el rostro de su amiga Lina, una chica de su edad, rubia, delgadita, con tetas pequeñas cómo naranjas y culito respingón. Sacó sus dedos mojados del coño e imaginando que era la lengua de su amiga, lengua que ya había catado, acarició su clítoris, un clítoris con el glande erecto fuera del capuchón. No tardó en correrse como una bendita. Soltó unos chorros de flujo vaginal blanquecinos, que serían la delicia de un catador de jugos como yo... O cómo tú que estás leyendo esto.

Esa noche, Fernando, el padre de Sandra, volvió al garito y... No me voy a extender. Fernando le metió una puñalada a su hermano, él acabó en la cárcel y Sandro en el hospital, en estado de coma. Samanta se iba a hacer cargo del garito.

Rita, la crupier, era un rubia despampanante, tenía de todo y lo tenía todo muy bien puesto. Era lesbiana, y la hija puta más grande que Dios había puesto sobre la tierra. Había arruinado a innumerables incautos por el porcentaje que le tocaba.

Samanta, enseguida se enteró por donde iban los tiros. Lo que la llevó a culpar a Rita de ser cómplice de todos los males de su familia.

Tamara, Sofía, Berta, Isabel, Ángela y Virtudes, eran camareras y putas. Rita se lo montaba con las seis cuando le picaba el coño.

Una noche, Rita, después de cerrar el garito y hacer caja, le dijo a Samanta:

-Esta noche hacemos una fiesta privada, las seis camareras y yo. ¿Te unes, Samanta?

-¿Qué clase de fiesta?

-Una fiesta con sexo, alcohol y drogas.

-¿Sexo con quien?

-Entre nosotras.

Samanta, estaba al tanto de estas fiestas, pero se hizo la loca.

-¡¿Sin hombres?!

-¿Qué mujer quiere un hombre si puede ser acariciada por seis mujeres? En tu caso seríamos siete mujeres, prima. No quedaría un poro de tu piel que nuestras lenguas dejaran atrás.

-Es tentador.

Tan tentador fue que una hora más tarde, a Samanta (las seis putas y camareras), Sofía, una morenaza de 22 años, tetuda y culona, le acariciaba la planta del pie derecho y le chupaba el dedo gordo, Tamara, una rubia de 21 años, delgada y con un poco de todo, sujetando el otro pie, metía todos los dedos en la boca. Rita, con suaves lametones, le comía el coño, Berta 20 años, morena, y con todo muy bien puesto, le comía la teta izquierda. Ángeles, de 25 años, otra rubia de ojos azules, preciosa, con buenas tetas y buen culo, le comía la otra teta, Isabel y Virtudes,19 y 18 años, morenas y algo gorditas, le comían la boca. Samanta se veía como un diosa a la que adoraban sus sacerdotisas. Estaba en la gloria.

Rita era la tercera que le comía el coño. Samanta ya se había corrido en la boca de Isabel y de Virtudes. Rita, le preguntó:

-¿Preparada para correrte por tercera vez?

-Preparada.

Las lenguas de Isabel y Virtudes se metieron en su boca, las de Sofía y Tamara lamieron las plantas de sus pies, los dientes de Berta y Ángeles mordieron sus pezones... La lengua de Rita se movió de abajo arriba sobre el clítoris a la velocidad del rayo y se apretó contra él más y más y... Del coño de Samanta salió un chorro de jugos, luego, otro, y otro, y otro... Rita bebía el que podía y el resto caía en la cama, ya empapada de las otras dos corridas. Samanta, gemía y se sacudía como si recibiera la descarga de una corriente eléctrica.

Acabará de correrse Samanta cuando entraron en la habitación, desnudos, dos bicharracos, altos, musculosos, feos cómo demonios y con unas trancas que a las camareras les daba gusto verlas.

Samanta, comenzó a temblar. Se le acercaron.

-¡No!

Rita, sonriendo, dijo:

-Si, puta, sí. Te van a romper.

Bruno, uno de los bicharracos la levantó en alto en peso, el otro, Tito, le abrió las piernas... Bruno se la clavó en el coño.

Un grito salió de la garganta de Samanta:

-¡Ayyyyyyyy!

Rita, sonriendo con maldad, le dijo:

-¡Jódete, cabrona! De aquí sales enrollada en una alfombra.

Tito se agachó y le lamió el culo. El ojete comenzó a abrirse y a cerrarse...Al pasar el glande mojado por el ojete, Samanta, suplicó:

-¡No, por favor, no!

No hubo piedad. La cabeza del cipote entro dentro del culo.

-¡¡Bastaaaaaaaaardo!!

Rita y las camareras y putas esnifaron unas rayas de coca, después se echó sobre la cama, y les dijo:

-Venir, putonas, venir y hacer que disfrute de mi victoria.

A los diez o doce minutos, Rita, a la que comían viva las seis camareras, a punto de correrse, vio cómo la humedad que salía del coño de Samanta le bajaba por el interior de sus muslos... Cómo rodeó con los brazos el cuello de Bruno que le follaba el coño, cómo lo besó, y después escuchó cómo dijo:

-¡Más rápido, follar, más rápido!

La follaron a toda mecha... Bruno le apretó la garganta (tal y cómo le había dicho Rita). Samanta tuvo un orgasmo brutal que hizo que casi perdiera el conocimiento.

Después de correrse Samanta. Bruno, la puso en el piso y se fue hacia Rita. Isabel y Ángeles le sujetaron las muñecas y Sofía y Virtudes los pies. Rita, se puso nerviosa.

-¡¿Que pasa aquí?!

La que sonreía ahora era Samanta.

-Que te salió el tiro por la culata, desgraciada.

Bruno, sin que Rita ofreciera resistencia, la puso en la posición que en que había tenido a Samanta y se la clavó hasta el fondo en el coño.

-¡¡Aaaaaaaaaanimal!!

Diez o quince minutos más tarde, con el coño y el culo rotos. Rita, tuvo su primer orgasmo no lésbico, el primero y el último, ya que Bruno, le apretó la garganta mientras se corría y ya no se la soltó hasta que la palmó.

A esa misma hora, en el hospital, otro bicharraco, fuerte cómo un toro, ponía una almohada sobre la boca de Sandro. La venganza de Samanta se había consumado.

Tres meses más tarde, el garito estaba petado de gente. En una mesa jugaba al poker el juez que metiera en la cárcel a Fernando, el padre de Samanta, que ahora era la crupier. El juez llevaba poker de ases. En la mesa había un bote de 15 mil pesetas. El juez fue de sobrado.

-Subo a 30.000 pesetas.

Dos jugadores se retiraron, Ángela, dijo:

-Que sean 60. 000.

-No tengo ese dinero...

El resto, supongo que lo podéis imaginar.

Quique.

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