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La historia de Ángel, solo era un muchacho (46/59)

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Tiró de mis brazos para tenerme pegado a su pecho, su lengua golpeaba en mis labios exigiéndome paso, lucharon entre ellas dándose gusto, hasta que jadeando y sin aliento colocó la boca en mi oído.

-Gatito lindo, yo también te necesito, ¿pensabas que solo te sucede a ti? -me separó de él con brusquedad para saltar de la cama y se deslizó el pantalón, me impresionó el grosor de su verga apuntándole al ombligo, se cimbreaba con cualquier movimientos que hacía y se me hizo agua la boca al verla tan jugosa y dura.

Intenté retirarme el pantalón y él fue más rápido, me los sacó de un manotazo y me sujetó por los tobillos tirando de mi hasta dejarme las piernas colgando de la cama, se arrodilló en el suelo, pasó los brazos por mis muslos y me elevó las piernas dejándome el culo al borde del colchón.

-¿Piensas que no deseo este tierno culito? ¿que no quiero que se abra para mi? -aplastó la nariz en el ano y me lamió el perineo desde los testículos al agujerito del ano, instintivamente apreté las piernas pero él me las sujetaba con fuerza.

-¡Ahhhhh! Sí Pablo. -retorció la lengua y me penetró con ella, mi ano la recibía sin oponerse, abierto ya por el deseo irrefrenable de sentirse traspasado.

-Disfruta gatito, goza, abre tu culo nene. -me comía el ano con unas ganas terribles, me di cuenta entonces de que el débil era yo, el que no se sabía aguantar las ganas, el que sucumbía ante la necesidad de verga que mi culo experimentaba.

Los minutos que siguieron fueron excepcionales, me mordía el ano y las nalgas, me chupaba el culo con fuerza y me metía los dedos, era más que una follada lo que me estaba entregando. Me tenía tan excitado que a veces creía que me iba a correr de un momento a otro.

-Déjame que te chupe la verga, por favor déjame que te la mame. -rogaba como todo un puto, no importaba lo que él pudiera pensar.

-Por favor, dame la verga por la boca. -se puso en pie y me dio la vuelta colocándome la cabeza donde antes tenía los pies, con la cabeza colgando al borde de la cama.

-Quieres mamarme la polla, ¿eh? -le miraba y solo le veía las piernas y los testículos por la posición en que me tenía.

-Sí, sí, quiero que me ahogues con ella. -me sujetó con una mano de la nuca y con la otra forzó a su dura verga a que se orientaba a mis labios.

-Abre la boquita mamón, ya que la quieres. -apretó y apretó sujetándome la cabeza hasta que sentí que me ahogaba, tenía toda su inmensa verga en la garganta y los huevos sobre los ojos sin dejarme ver.

Empezó un va y ven delicioso, cuidadosamente medido para disfrutar sin terminar por ahogarme, a veces oprimía mi garganta para dificultar el paso de su polla y que estuviera más prieta. Así me tuvo unos minutos en una indisimulada tensión sexual que nos mataba a los dos y haciéndole gritar de placer.

-Toma verga gatito, trágala por tu boquita precioso. -tampoco duró muchos minutos follándome por la boca, me la sacó sin dejarme que se la limpiara, chorreante de mi saliva y mis babas, volvió a colocarme en el centro de la cama y se arrodillo entre mis piernas.

Sabía que ahora llegaba la follada salvaje y me estremecí pensándolo, me sujetó las piernas sobre el pecho con un brazo y se agarró la polla para ponerla en el hoyito de mi culo empujando con fuerza.

Entró la gorda cabeza y gemí, él se dio cuenta y pensó que me dolía, se detuvo un instante para mirarme y se limpió el sudor que le corría por la frente, vio mis ojos que le decían que siguiera y empujó con fuerza para introducirse entero. El placer en el ano era exquisito pero sentí un golpe seco en el fondo de mi cuerpo algo doloroso.

Mi torito no cesaba de embestirme, una y otra vez hacía el recorrido por mi recto embriagándome de placer, ahora era un puro semental al que no habría quien pudiera detener, deseaba retorcerme, necesitaba estirarme pero me tenía bien sujeto a su merced.

-¡Ahhh! me corro gatito, me corro. -sacaba unos fuertes gritos e interjecciones no que eran jaculatorias mientras seguía el furioso bombeo.

-Espérame, aguanta. -quería alcanzarle y que fuéramos los dos en corrernos al unísono, no pudo aguantarlo, pero yo también me vine al sentir todo mi culo ocupado, cuando se le engordó la verga al vaciarse contrayéndose hincado en el fondo de mi cuerpo, sintiendo el rico llenado de semen en mi vientre.

Se dejó caer sobre mi aprisionando mis piernas entre su pecho y el mío, creía que mi asfixiaba y con dificultad las saqué estirándolas junto a los suyas.

Le abracé sintiendo el sudor resbalándole por la espalda, el pelo lo tenía mojado y aún temblaba dejándome los últimos residuos de leche de sus huevos.

Estaba tan bien, tan a gusto con él metido en mi cuerpo, sintiéndole estremecido, derrotado y yo era el vencedor, el conseguidor de aquella maravilla.

-Pablo, mi vida, has estado genial, que macho tan increíble, me dejas roto. -intentó reír y solo le salió un bufido. Se apoyó sobre los codos y se separó.

-De verdad que te ha gustado…, siempre me dices lo mismo.

-Porque es cierto amor, no te miento. -se movió y se salió un poco la verga.

-No, por favor, no me la saques. -se dio la vuelta teniéndome abrazado, le pasé una pierna por la cintura y seguíamos enchufados.

-Así te gusta. -su sonrisa era de burla.

-Bésame tonto, quiero que estemos siempre así.

-Si no dejas que se te salga la leche, vas a quedar embarazado.

-Bésame y calla.

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Cuando Gutiérrez recibió aquella llamada de su superior no podía creerse lo que le pedía. don Eduardo Martínez de Arceniega, su sobrino concretamente, deseaba agradecer a sus salvadores el que arriesgaran sus vidas por él.

-Pero señor, eso no es normal, solo cumplimos con nuestro deber, no se si llega a ser ético que los ciudadanos homenajeen las acciones de sus servidores.

-No se lo cuestione Gutiérrez, al señor Martínez no le podemos negar nada, y menos en este caso, llévese a Alvarado con usted, también quiere ver al agente al que dispararon en el control…, y no sea modesto, realmente ambos lo merecen, por cierto su nombramiento está aprobado y lo recibiremos en poco tiempo.

No había más que discutir, resultaba una agradable orden que cumplir, volvió a pensar en aquel muchacho, en la primera vez que le conoció en el rescate, aterrorizado y famélico, blanco y macilento como una flor marchita, y a su pesar, hermoso como un dios griego.

Después lo admiró en las fotografías que encontraron en el automóvil del delincuente cuando lo abatieron, el chico lucía una hermosura atrayente y estaba totalmente distinto, bien vestido y de una belleza deslumbrante.

Sin razón lo comparó con su amor oriental, el muchacho que se metía en su cama las noches que lo necesitaba, entregándose en cuerpo y alma a su hombre sin pedir nada.

Se sintió avergonzado por la injusta comparación, reconocía que en belleza el joven rescatado le superaba, ¿pero eso qué importaba? Él amaba al pequeño oriental, no cambiaría a su Enlai por nada, y sin embargo aquel joven conseguía que su verga reaccionara y se irguiera en la bragueta del pantalón demandándole atención.

Continuó con el teléfono en la mano pensativo antes de ordenar en la centralita que le pusieran con la residencia del señor Martínez de Arceniega, después de pasar por varias voces escuchó la ronca y profunda de la persona que buscaba.

Le repitió, sustancialmente, lo mismo que le había hablado su superior, con la diferencia de que desde ese momento le expresaban la consideración que sentían en aquella casa hacia él y sus subordinados.

-Gracias por atender el deseo de mi sobrino. -ajustaron sus agendas y quedaron en que los recibirían la semana próxima.

No le quedaba más que hacer al respecto, llamó a su ayudante Lara para que localizara al agente que tenía que acompañarles por expreso deseo de aquel muchacho de la edad de su hijo.

Si para el inspector Gutiérrez había sido una sorpresa, el joven agente León se quedó pasmado cuando su jefe, después de explicarle el motivo, le ordenó que llamara a la sub inspectora Alvarado y se pusiera a sus órdenes

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El viernes a la tarde pasó a recogerme Alberto como habíamos quedado, pero lo supe cuando Tomás se presentó en la sala de estudio para decirme que me esperaba en la biblioteca con Eduardo.

Le había hablado a Pablo de esa salida, conocía el bar por haber estado allí, y le pregunté si quería ir, se excusó porque tenía trabajos que preparar y me pidió que fuera yo y me divirtiera.

Recordé lo que Alberto me había contado respecto de que Eduardo era socio y accionista de la sociedad para la que trabajaba, supuse que tenía referencia con sus negocios y no le di más importancia a que estuvieran hablando.

Los dos hombres hablaban animadamente sentados en el tresillo tapizado en cuero verde, cuando entré en la habitación Alberto se levantó y vino a mi encuentro para darme la mano.

-Ya que venía aquí he aprovechado para traer unos documentos urgentes a Eduardo. -me acerqué y acaricié la mejilla de Eduardo sin más, tenía la impresión de que algo habían tramado entre ellos, y que el motivo de que estuvieran juntos tenía algo más que ver que los importantes documentos.

Los dejé hablando para ir a vestirme y salir, Alberto había traído su coche y me devolvería a casa, así que me pidió que fuera en su automóvil con él.

-Alberto ya no soy un niño, no necesito que cuidéis de mi ni que me andéis vigilando, ¿es eso lo que te ha pedido Eduardo? -giró un segundo la cabeza para mirarme asombrado.

-No es exactamente lo que crees, tenía que entregarle esos papeles y le dije que íbamos a salir a charlar un rato, entonces me pidió que te trajera y devolviera a su casa, no me ha pedido que te espíe o vigile tus movimientos, solamente se siente más seguro así. -me pareció razonable y además ¿qué sabía yo de sus negocios y contactos?

Fuimos al bar del día anterior, allí estaba Ian y algunos otros, lo pasé bien y me empezaba a sentir integrado en el grupo que fue aumentando según pasaba el tiempo, tanto un chico como el otro se desvivían por hacerme sentir a gusto y esa camaradería me convencía más que lo que antes había entre nosotros basado en el deseo sexual de Ian. De Alberto no podía decir lo mismo porque era diferente aunque también me tuvo en la cama para él.

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El inspector Gutiérrez y sus acompañantes esperaban que el encuentro fuera privado y estuvieran solamente ellos con el muchacho, y si acaso su tío. Se llevaron una sorpresa cuando encontraron varios automóviles llenando la alameda de los robles y la explanada de la entrada, no esperaban encontrarse aquel nutrido grupo de personalidades de la ciudad entre los que estaban sus jefes, el alcalde, y algún político de diferentes tendencias.

Todos querían salir en las portadas de los medios de comunicación, como personas interesadas en rendir el homenaje que se merecían los servidores del orden que velaban por la seguridad ciudadana.

El muchacho, bellísimo, se les acercó para estrecharles la mano y agradecerles, con aquella dulce voz infantil, de niño tierno, que les debía la vida y no sabía el modo de recompensarlos.

Les hizo entrega de un sobre conteniendo el donativo, que nadie conocería hasta que abrieran el lacrado sobre, para el colegio de huérfanos de los cuerpos de seguridad y policía.

Recibieron el aplauso de los asistentes al acto, los fotografiaron, y las cámaras recogieron el evento que saldría en las noticias de la noche, luego sirvieron una merienda fría, el chico se le acercó después para expresarle en privado su agradecimiento.

-Gracias inspector, ustedes han arriesgado sus vidas por mi y quiero que sepan que lo valoro en lo su medida, a ustedes pudo darles las gracias, a otros solamente rezarles una oración. -el duro hombre, cumplidor de la ley y el orden, sintió un cosquilleo en su corazón oprimido.

-Le dije una vez que si tenía algún problema que podía llamarnos, y le reitero el ofrecimiento. -el chico elevó la vista mirando al inspector y sonrió mostrándole cuan bello era cuando reía.

-No se preocupe, todos me cuidan, pero se que puedo contar con usted si alguna vez lo necesito, gracias. -Gutiérrez sintió los labios del muchacho besándole la mejilla, se había alzado sobre la punta de los pies, en un acto inconcebible e inesperado, y se había atrevido a darle un casto beso. Miró a su alrededor pero parecía que nadie se había dado cuenta.

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Los días se sucedían sin detenerse, llevaba un mes aquí y después del homenaje a los policías pocas cosas más que fueran relevantes me sucedieron.

Alberto me llamaba todos los días y los viernes me recogía para salir, no solos, con el resto de amigos que cada vez eran más aunque no siempre estuvieran todos. Un día Pablo consintió en acompañarnos, no llegaba a entender del todo su afán por el estudio y querer terminar el primero de su promoción.

Algún jueves Ian me lo pedía también al salir de la escuela y me llevaba en su moto, era la mejor época de mi vida.

Un par de días a la semana Pablo me poseía, ahora era en mi dormitorio y con Eduardo presente, como espectador pasivo, pero no siempre lo hacía. Nos miraba y a veces se aproximaba para ver detalladamente como la verga de Pablo me penetraba, sin tocarnos, él se acariciaba sobre la ropa lo que en su tiempo fuera una hermosa y poderosa polla, llegaba a traspasar la humedad del liquido seminal la tela de su bata, eso me indicaba que gozaba al ver como me follaba Pablo.

A mediados de Mayo Ana María miraba gozosa la invitación que habíamos recibido, cada uno la suya, para los cuatro que vivíamos en la casa. Álvaro e Irina habían fijado el diez de Junio como fecha de su enlace matrimonial.

No tendríamos que desplazarnos, el acto sería en la señorial mansión de su tío don Manuel, en un ambiente privilegiado y de fácil acceso para los cientos de invitados que habría, con hoteles abundantes, playas de arenas doradas en plena efervescencia en esa época, y lugares de diversión para los que vinieran.

No me causó dolor, ni desasosiego siquiera. ¿Habría dejado de amar y pensar en Álvaro? Por descontado que no, pero ahora era de una forma diferente. Debía respetar su decisión y no entrometerme para nada, intentar ser su mejor amigo, quererle y dejarle que fuera de otra. Además tenía muchas cosas en las que ocupar mi tiempo.

También en esos días tendría que comenzar mi labor de dar placer a los miembros de la organización, Eduardo resultó escueto y breve en explicarme las reglas que había marcado a todo aquel que quisiera gozar de mi cuerpo.

Ya no podía retrasar más, con excusas no motivadas, el momento de complacerlos, todos sabía que estaba de vuelta y me solicitaban, codiciosos de poder experimentar lo que otros les referían sobre mi buen hacer, y el placer que les daba follar conmigo.

(Algunos solicitaban poderme llevar a sus residencias u hoteles: Como norma siempre sería en la casa de Eduardo)

(Poderme follar en grupo no les estaba permitido: Seria de uno en uno)

(No me podrían causar daño o dolor, solamente el que yo consintiera, nalgadas en los glúteos, mordiscos en pezones y labios, todo eso hasta que yo dijera basta. Tenían el derecho a gozar de mi y la obligación de cuidarme)

Le di mi aprobación, estaba conforme con todo si al final yo podía poner el límite. Sabía que la mayor parte de los hombres que me pidieran sería mayores, no me importaba, había señores de hasta setenta años o mayores, que no podía objetarles sobre su físico o comportamiento.

Por otro lado había descubierto que la edad o la belleza no eran tan importantes, si para mi cabeza, pero mi culo funcionaba de otra manera y tenía su vida aparte e independente, mi culito tenía sus propios razonamientos: Una verga siempre da placer cuando entra y se mueve deslizándose en su interior, unas mejor manejadas que otras y con diferentes vivezas, pero pollas de carne caliente y gustosa al final.

Mi boca tampoco establecía demasiadas diferencias, solo exigía que la verga que chupara y lamiera estuviera limpia.

Indudablemente prefería a hombres atractivos, los menos frecuentes, donde mi vista se recreara descubriendo sus poderes corporales. No estaba tampoco para escoger y si lo iba a hacer que fuera con la mejor disposición.

Como compensación colateral tenía la satisfacción del trabajo bien hecho, terminar sintiéndome poderoso al poderles proporcionar el placer que no encontraban en sus mujeres u otros hombres.

A pesar de que Millán y Andrés, hombres de mi primera etapa, me habían pedido, Eduardo decidió, en razón de no se que teoría sobre el reparto equitativo, que mi primer hombre, o cliente, era un abuelito de más de setenta años.

Al principio me resultó divertido y agradable, tenía el pelo y la barba blancos, barrigudo y grueso con piernas como columnas y mucho pelo distribuido en todo el cuerpo entrecano. Una verga larga y gruesa que me llamó la atención cuando la vi al desnudarse, cuando vio que le miraba se la cubrió con una mano, entonces me di cuenta de que era su primera vez con un chico, no estaba habituado a mostrarse desnudo.

Sentado en una butaca me pidió que se la chupara, me arrodille ante él y tuve que retirarle las manos, forzándole, para que me permitiera tener acceso a la verga y sus demás partes viriles.

Fue fácil conseguir que la polla creciera en mi boca y que comenzara a derramarse en preciosos líquidos seminales, me centraba en el glande que era donde sentía más placer, a la vez le palpaba los testículos envueltos en una piel fina, casi trasparente, donde se le notaban las tenues lineas de las venas.

Le elevé las piernas colocándolas en mis hombros para tener a la vista el ano del señor cubierto de blanco vello, con la saliva que caía de mi boca, a lo largo de la ya dura verga, me unté los dedos y le acaricié el ojete que se retrajo a mi toque.

-¡Ahhh! Eso no. -era una negación plena de consentimiento porque no se apartó ni se echó hacia atrás.

Le mamé como yo sabía tragándome todo su sable, lamiéndole el frenillo del prepucio y enroscando la lengua en él, escuchando los suspiros que arrancaba del pobre hombre que empezaba a conocer el placer que un experimentado puto le daba.

No paraba de acariciarle el ano hasta que sentí como se me abría entregado, y le metí la punta de un dedo, gimió y empujó para que el dedo entrara más, ya era mío. Trabaje su ano hasta tener dos de mis finos dedos dentro de su culo y de golpe sentí toda la leche que invadía mi boca llenándomela y los gritos del buen hombre tensándose y entrando en mi garganta.

Para él fue suficiente por aquella vez, solo me pidió que le dejara ver mi ano. Me coloqué arrodillado y lo elevé abriéndome las nalgas, con timidez pasó los dedos por él e inclinándose me dio un beso en el ojete.

Se despidió después de pasar al baño para limpiarse.

-Creo que Eduardo no se opondrá a que vuelva a visitarte. -el buen señor no conocía la larga lista de espera que Eduardo tenía pendiente para cumplir con todos los socios que me querían tener.

Ese fuel el primero y unos días más tarde me llegó el segundo, éste era más joven, lucía una barba cerrada, bien cuidada y resumida a la perilla y el labio superior, apuesto y se le notaba en el trabajado cuerpo el ejercicio del gimnasio.

Me pidió, de entrada, que me desnudara y diera varias vueltas delante de él, no era como el otro, un tipo tímido o timorato, sabía lo que deseaba obtener. Luego me pidió que le desnudara, le gustaba llevar el mando, como imaginaba, su cuerpo era escultural y sin barriga, su abdomen marcado y cubierto de vello oscuro resultaba una delicia para mirarlo.

Tenía el cuerpo cubierto de suave vello menos la base del pene y los huevos rasurados recientemente, le gustaba lucirse y hacer notar el tamaño de su pene curvado hacia el costado izquierdo, tremendamente duro, y por cierto más pequeño que el del hombre mayor.

Me besaba con ferocidad, lastimándome a veces al morderme los labios, o hacerme sentir dolor al meterme la lengua en la boca, exigiendo que la abriera para contenerla entera, me calentaba aquel macho, con su bravura y fuerza para elevarme en sus brazos haciéndome pensar que era su muñeco.

Me dolió la primera entrada que hizo, potente y entera me la metió de un tirón sin detenerse hasta que formamos una sola unidad enchufado en mi culo.

Me gustaba su verga y como la manejaba bombeándome con fuerza, moviéndome para hacerme sentir hasta donde podía llegar horadando mi suave cuerpo.

Comence a gemir de placer y él se detuvo.

-¿Disfrutas de mi follada pequeño?

-¡Ayyy! Señor usted sabe como follarme. ¡Qué rico!. Siga, siga, deme fuerte por el culo. -mis palabras lo exacerbaban y aceleraba las metidas, una verga pequeña pero bien manejada me estaba dejando el culo dolorido.

Continuó por un largo tiempo haciendo el mismo recorrido hasta que me puso arrodillado, con el pompis empinado y me volvió a empitonar con sádica maestría, sabía manejar lo poco que la naturaleza le otorgó, yo gozaba al sentir un macho así en mi espalda teniéndome sometido.

-Me voy señor, me corro ya. -parecía que le pedía permiso y no pude aguantar más el gozo que su dura verga me daba. El hombre arreció sus empujones al ver que cerraba el ano al eyacular, hasta que se detuvo jadeante sobre mi espalda dejando que sus huevos expulsaran todo el semen que contenían.

Había sido una follada genial y reposó sobre mi espalda agotado hasta que caí rendido y él me seguía penetrando con movimientos agitados.

Sería difícil que me olvidara de aquel hombre, había sabido manejarme a su antojo, midiendo el dolor que su trato me daba y el gran placer que a la vez me hacía sentir. En mi puntuación había alcanzado un ocho sobre diez.

No hubo más por el momento, teníamos mucho trabajo pendiente, en los estudios, en la diversión, y ahora llegaba el momento de prepararnos para la gran ceremonia de boda.

Seguramente Ana María no había disfrutado tanto con la boda de su hijo Oriol como ahora. Nos llevó al salón de belleza a Oriol y a mi, parecía haber vuelto a coger sus responsabilidades de madre y también ella lo pasaba bien llevándonos a ambos a las tiendas y salones de masajes y belleza.

Nos tuvimos que probar varios trajes hasta que todo quedó a su gusto, y suspiramos satisfechos cuando dio la conformidad a los complementos. No se trataba solamente de nosotros, el vestuario de Pablo y Eduardo estaba también en sus planes. Pablo no la consentía tanto y procuraba estar siempre ocupado según ella, pero era cierto, Pablo preparaba impaciente sus últimas pruebas mientras iba recibiendo las primeras notas de excelencia.

Había finalizado con la presentación y defensa ante el tribunal de su proyecto, confiaba en haber aprobado, yo estaba seguro de que las notas pendientes no serian peores que las que había recibido, pero estas últimas no se las darían hasta después de la boda.

La mansión de don Manuel relucía para la ocasión, parte del gran parque que bajaba hasta las arenas de su playa particular, había sido preparado con especial cuidado, las praderas estaban cubiertas de tiendas de lona blanca que parecían hongos que nacieran del verde suelo. El cielo, con solo unas pocas nubes blancas acompañaba en el día glorioso a los novios.

Fue sencillo mezclarse entre los invitados, Pablo y yo nos unimos a David, Oriol y sus primos junto con Alberto y otros muchachos de nuestra edad. Los novios, después de la ceremonia estuvieron ocupados e intenté no estar próximo a ellos, y escapé como pude cuando Pablo se acercó para felicitarles con un abrazo.

Final feliz para una pareja de cuentos de hadas, la hermosa novia le llevaba un no menos guapo y viril príncipe, algo de lo que mejor había conocido en mi corta vida llena de experiencias.

Al día siguiente marchaban en su viaje de novios, con envidia y amargura me pregunté como era posible que ahora, Álvaro, pudiera dejar su trabajo con tanta facilidad y sin cuestionárselo.

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Como esperaba confiado, el resultado final del proyecto de Pablo había obtenido una nota que él no se esperaba, diez sobre diez, lo celebramos, en casa y también con los amigos.

Por mi parte yo también cumplí con mi obligación, no obtuve su nota tan elevada pero tenía libre el camino hacia mis estudios universitarios.

Sabía que pronto marcharía y no pensaba que fuera tan pronto, unos días después, sin decirme nada, veía como iba recogiendo sus pertenencias.

Seguirá…

 

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