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Recuerdos con mi hermana (II)

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En esa ocasión necesitaba estar a solas un poco porque necesitaba un tiempo para mí sola, quería bañarme, irme a la cama y masturbarme frente a mi espejo del tocador, tal vez con un camisón cortito. Anhelaba también meterme mi consolador y correrme como loca posesa. Pero no podía, mi numerosa familia estaba todo el tiempo en casa, era un manicomio de criaturas jugando, gritando y mis pobres padres intentando un poco de control en ese caos.

Ya había agotado los pretextos para salir y largarme con mis amigos a las afueras a fumar un poco y a veces besuquearnos. Las vacaciones se alargaban interminables y hasta las idas al baño las teníamos que hacer rápidamente para que lo usáramos todos por turnos. Al día siguiente me pidieron que fuera a la casa de los abuelos a alimentar a sus animalitos: un perro, dos cerdos, un pavo y un chivito.

Como los abuelos habían salido de la ciudad para una cita médica en la capital y visitar a una tía hermana del abuelo debían aprovechar y estar dos o tres días fuera de su casa. Esta era la oportunidad que estaba esperando. Lora, mi guapa hermana también andaba de un genio de la patada por la necesidad sexual que tenía, anhelaba igual que yo masturbarse y estar a solas un poco.

Éramos muy jóvenes y al ser las mayores y entrar a la adolescencia comenzábamos a inquietarnos por las exigencias del cuerpo. Lora quería ir conmigo a ver los animalitos pero, mamá no la dejó acompañarme. Me salí encantada de casa y recorrí las pocas cuadras que había hasta la casa de los abuelos. Me apresuré a atender a los animalitos y al terminar me acosté en la cama que estaba frente a un antiguo espejo enorme de cuerpo completo, me desnudé y me contemple a gusto, era muy joven y mi cuerpo elástico, firme y de color blanco ligeramente moreno brotaba en su preciosa juventud, me puse de nalgas frente al espejo en cuatro patas para ver mi culo, era pequeño aun pero ya presagiaba su redondez y belleza.

Un poco de carmín y una sombra verde en los párpados hicieron la magia femenina, me até mi largo cabello con una coqueta cinta y me masturbé sin despegar la vista de mi culo, lo acariciaba y metía primero un dedo y luego dos. Me corrí con placer, pero unos instantes después aún seguía caliente. Cerré la casa y regresé al escándalo y caos de la mía. Días después llegaron los abuelos y mi abuelita me invitó a dormir a su casa unos dos o tres días ya que el abuelo iba a viajar a Chiapas para una cacería de venado a la que lo habían invitado sus amigos ricachones ya que él era un gran rastreador. Mamá reticente de perder un par de manos para ayudarle se negaba pero al fin me dejó irme con la abuela a su casita.

Lora lloró porque quería ir también, salir de ese infierno pero mamá se mostró inflexible, no le iba a dejar ir a la calle tan fácilmente pues mamá se daba cuenta de la belleza de mi hermana y sabía que solo le traería problemas si no la educaba y le hacía entender que la belleza acaba y necesitaba estudiar y esas cosas para salir adelante en la vida. Lora con sus 1,68 de estatura, esbelta, culo precioso, tez blanca y nacarada, labios sensuales de forma de corazón, piernas largas y bien torneadas, un par de tetas que parecíanme a punto de reventar el brasier, sus ojos verdes, en fin una chica sensual, bella y tentadora era mi hermana.

La abuela me consentía mucho y me dejaba vestir con vestiditos, pantaloncillos cortos, minifaldas y blusitas ombligueras con sandalias y poco maquillaje, me sentía tan bella y femenina así. Salía a la tienda, a la panadería y a la carnicería así, notaba cómo los hombres babeaban por mis piernas y mi culo, me sonreían, me mandaban besos disimuladamente y me decía cosas subidas de tono, uno que otro atrevido me rozaba con sus manotas y todo eso me excitaba. La gente se acostumbró a verme así, una chica delgada de cabello largo negrísimo y tez clara, de ojos color miel.

Por las noches me masturbaba en la enorme cama en el cuarto junto al de los abuelos, gemía suavecito. Así al tercer día llegó Lora a la casita de la abuela, por fin había convencido con sus súplicas y lloriqueos a mamá para que la dejará pasar un día en casa de la abuelita. Nos abrazamos contentas y planeamos ir al cine con la abuela. Después de comer y lavar los trastes nos maquillamos y salimos con la abuelita, en la calle un señor de unos 60 años vestido con un traje y sombrero saludó a la abuela sin dejar de mirarnos disimuladamente. “¡Qué guapas sus nietecitas!” nos comía con la mirada y Lora simuló no verlo y volteó con gesto de fastidio, aunque yo sabía cómo le encantaba que la morbosearan.

Llegamos al cine Reforma, un enooooorme sala cinematográfica decorada en los 40s con una diosa plateada incrustada en el recibidor como de unos 8 o 10 metros de altura (aún existe). Llegamos alrededor de las 4 de la tarde y entramos cargando las palomitas de maíz y bebidas que la abuelita nos compró vimos una película de Silvia Pinal, donde ella salía muy sensual y guapa la mujer, película a todo color, yo quería ser como esa señora guapa, en una escena ella está con otra belleza, una francesa y Silvia sale con un camisón cortito enseñando sus piernotas perfectas, eso me puso cachonda.

Llegamos a la casa y cenamos riendo alegremente con la abuelita, ella aprovechó para “darnos consejos” de cómo ser buenas niñas y obedientes. Lora se durmió con la abuela y yo en el cuarto junto al suyo. Obviamente me masturbé recordando las imágenes de la película. Al otro día después de comer la abuelita salió a ver a una tía a cinco o seis cuadras de ahí, pretextamos flojera para quedarnos solas en su casa. Ella se resignó y quedó de volver a las 7 u ocho de la noche, nos pidió que no hiciéramos loqueras.

Después de lavar los trastos, nos acostamos en la cama de la abuela a ver la televisión, Lora aprovechó para ducharse y regresó a untarse crema en su lindo cuerpo, le dije que qué le había parecido la película y cómo se veía guapa la actriz. Me miró con sus ojazos verdes y me dijo ¿Cómo me veo? Respondí de inmediato ¡Hermosa! Como una gata en celo se me acercó y subiéndose a la cama solo en pantaletas y una playerita sin brasier tomó mi cara y me dijo: ¡Bésame puta! Nos hundimos en la cama, ella encima de mí y sentí su pubis subiendo y bajando encima del mío.

Le agarré las nalgas y metí mi mano bajo sus pantaletas buscando anhelante su ano rosadito, lo toqué alrededor y lo ensalivé para metérselo en ese agujerito, éste se ciñó y alternadamente apretaba y aflojaba, ella gemía suavemente, se levantó ligeramente y aproveché para meterle mi mano derecha por delante hasta sentir su vagina húmeda, cálida y mojada.

Le acaricié su botoncito y ella se arqueó viniéndose rápidamente, su carita se estremeció, y adquirió un rubor que delataba su placer. Se levantó y se vistió. Ni una palabra de esto ¿Eh? Aún recuerdo esos días tan felices en los años 70s, junto a mi hermana.

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