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Lisa María

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Era la una de la madrugada, hora española. Sentado en el sillón de la sala de estar de mi casa miraba la foto que me había mandado Lina María, una joven colombiana de dieciocho años. La verdad es que aquella muñequita era una preciosidad. Sus ojos, más que ojos, luceros, eran oscuros, su piel morena, y su cuerpo, su cuerpo era escandalosamente sensual.

Tenía una media melena de cabello negro, y en sus carnosos labios, se dibujaba una erótica sonrisa.

Vestía con una camiseta negra y una minifalda del mismo color que dejaba ver parte de sus moldeadas piernas.

Bajo su blusa negra intuí unas grandes tetas. Pensé cómo serían. ¿Tendría las areolas grandes o pequeñas? ¿Cómo serían sus pezones? ¿Cómo tendría el chochito?

Mi mano derecha tocó mi miembro viril. Me había empalmado. Bajé la cremallera del pantalón y lo saqué. Al verse libre del cautiverio aún se puso más duro. Mi mano derecha apretando el tronco comenzó a subir y a bajar por la polla, una polla que en largo no es como la de Nacho Vidal, pero en gorda nada le envidia. Cerré los ojos y me vi con Lisa María en su habitación. Cuando mis labios rozaron los suyos noté su nerviosismo. Luego, cuando ya nuestras lenguas se acariciaron, el nerviosismo iría desapareciendo.

Besaba de lujo, más que de lujo, de vicio. Su lengua acariciaba la mía y sus labios la chupaban cómo si fuera una delicia, pues así me lo decían sus gemidos, aunque en realidad una delicia era su boca, ya que era fresca cómo agua pura de manantial. En nada se había puesto perra. Su mano izquierda cogía mi nuca y su boca chupaba mi lengua cuando su mano derecha bajó hasta mi polla y la acarició por encima del pantalón. Estaba en su territorio y quiso llevar la iniciativa. No se lo podía permitir, tenía que disfrutar de cada poro de la piel de aquella muñequita morena. Le quité la camiseta. No llevaba sujetador. Sus tetas eran grandes, con grandes areolas, que imaginé marrones, y tenía unos buenos pezones.

-¡Joder qué buena estás Lina María! -dije en voz alta.

Mi mano seguía subiendo y bajando por mi miembro, muy despacito. Quería que me tardase en venir. Acaricié sus sedosas, duras y a la vez esponjosas tetas. Mi lengua hizo círculos sobre las areolas y sobre los pezones. Después chupé las tetas se las sobé y le di pequeños mordisquitos en tetas y pezones.

-Deliciosas -me dije a mi mismo.

Mi polla soltaba por el meato flujo preseminal que iba mojando la palma de mi mano, lo que me llevó a pensar en su chochito húmedo. Le bajé la minifalda y las bragas, en las que había una pequeña mancha de humedad. Lina María se arrimó con la espalda a la pared y abrió las piernas. Mi lengua lamió su raja de abajo a arriba y mis labios besaron su clítoris. Luego la pasé varias veces por un labio y por el otro... Se la enterré en el chochito y se lo follé con ella. Lina María, cogía mi cabeza con sus manos y no paraba de gemir. Agarrándola por la cintura, le lamí el clítoris, suavemente al principio... Fui aumentando la velocidad y la presión de mi lengua sobre él, hasta que la oí decir:

-¡Me vengo!

Sus piernas comenzaron a temblar. Se iba a derrumbar con el tremendo placer que sentía. Intenté que quedara en pie, pero se fue agachando hasta que acabo en cuclillas, con los ojos vidriosos y jadeando.

Al levantarse se echó boca arriba sobre la cama. Me desnudé y me eché a su lado. Lina María cogió mi polla, lamió el glande y meneándola comenzó a hacer una deliciosa mamada.

-Chupa, bonita, chupa -le dije, sintiendo cómo me mojaba el ojete el flujo preseminal que salía de mi polla.

Lina María, después de mamar, subió encima de mí, y comenzó a cabalgarme cómo si fuera un ángel, con dulzura, con dulzura, y muy despacito. Su duro culo iba de atrás hacia delante y de delante hacía atrás. Sus tetas subían y bajaban, ella sonreía con su erótica sonrisa. El ángel se volvió diablo y comenzó a follarme más rápido, y más, y más, y más, y más... Las tetas volaban al viento. Se las agarré para que me las diese a mamar, pero no quiso darlas. No iba a parar hasta que me corriese. Sentía sus jugos mojar mis pelotas y mi ojete... Lina María no pudo aguantar y se corrió. Vi sus ojos en blanco y oí sus gemidos. Un latigazo de placer me hizo abrir los ojos. Se me volvieron a cerrar de golpe... No era el jugo de Lina María el que bajando por mi polla encharcaba mis pelotas y me mojaba el ojete, era la leche de mi corrida la que lo estaba haciendo.

Esta paja fue una de las mejores de mi vida y la hice a tu salud, Lina María.

Quique.

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