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Un viaje a la playa con mi madre y yo (Parte 3)

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Después de la noche anterior de pasión, mi madre y yo nos levantamos pronto. Nos duchamos juntos y desayunamos en la terraza del apartamento.

El aire acariciaba nuestros cuerpos. No nos atrevimos a salir desnudos a la terraza porque, aunque era pronto, alguien podría vernos. Así que salimos en bañador.

Yo llevaba un bañador rojo ajustado, que me marcaba bien el paquete. Mi madre se había decidido por un bikini de color fucsia. Se le marcaba un poco la tripa, no tenía demasiado, solo un poco, pero la hacía muy sexy.

Después de terminar de desayunar nos levantamos. Miré alrededor y vi que no había nadie en ninguna terraza del edificio de enfrente, era pronto y los vecinos debían de estar durmiendo, así que besé a mi madre apasionadamente en la boca y nos metimos mutuamente la lengua.

La cogí del culo y la apreté contra mi.

-Cuidado hijo, me dijo, podrían vernos.

-Tranquila mamá. Y aunque nos vieran estamos muy lejos del edificio de enfrente para que distinguieran que somos madre e hijo.

-Tienes razón.

Yo estaba empalmado y mi madre se dio cuenta. Evidentemente estábamos muy cerca y yo con ese bañador tan ceñido no podía ocultarlo aunque quisiera.

Mi madre me sonrió. Me ayudó a recoger los platos del desayuno y me propuso algo.

Nos sentamos en el sofá, dentro del apartamento, pero pegados a la puerta de la terraza, para que nos diera la brisa pero no nos viera nadie.

Me bajó el bañador y dejó libre mi pene. Mi glande apuntaba a ella. Se quitó el sujetador del bikini liberando sus tetas tan hermosas.

Se mojó un poco la mano y comenzó a meneármela suavemente. Subía y bajaba por mi tronco como si nada.

En eso estábamos, cuando oímos un sonido que venía del apartamento de al lado. No eran nuestros vecinos ingleses, porque se les oía hablando perfectamente en español.

-Dame más. Decía ella. Métemela toda, cerdo.

-Cómo te gusta que te la meta, ¿eh guarra?

-Si, joder, más adentro, más adentro.

El oír eso nos puso muy cachondos a los dos. Mi madre seguía meneándomela y noté como la humedad de su coño mojaba la braga del bikini.

Aunque no sé porqué no quería que folláramos, solo me hacía la paja.

No podía dejarla así.

-Mamá, le dije, ¿quieres que te folle?

-No, mi niño, luego. Ahora solo quiero que disfrutes tu.

Se la veía muy azorada. Era lógico. Además los gemidos de los vecinos empezaron a subir de volumen.

Mi madre sudaba mientras me pajeaba. Empezó a acelerar casi a la vez que aceleraban los envites de la cama de los vecinos.

Yo llegué al punto de no retorno y enseguida eyaculé. Un primer chorro cayó a la tripa de mi madre y dos más cayeron a su braga.

Ella siguió meneándomela hasta que terminé de soltar todo. Casi a la vez los vecinos gimieron como dos cerdos y se corrieron. Luego todo se quedó en silencio.

Me fijé en que mi madre estaba sonriente, pero triste a la vez.

-Mamá, le dije mientras me levantaba desnudo del sofá, ¿por qué no has querido hacerlo?

-Te he visto muy caliente y ya sabéis que los hombres necesitáis descargar cuando estáis así.

-Mamá, le dije, eres un sol. Voy a compensártelo.

Había pensado en que iríamos a una playa nudista que conocía. Recuerdo que cuando era pequeño pasamos con el coche junto a un cartel donde ponía “playa nudista” y le pregunté a mi padre: ¿qué es una playa nudista? Mi padre me contestó: Pues una playa donde la naturaleza se vive al máximo. Entonces no tenía ni idea de que era eso. Cuando lo descubrí ya un poco más mayor, me reí al recordar esa contestación de mi padre.

Cogimos un autobús para llegar hasta allí. No me apetecía dejar el coche tan lejos en lugar tan solitario. Mi madre pensaba que íbamos a otra playa que estaba casi al lado de donde nos dejaba el autobús.

-Hijo, ¿adónde vamos?

-Es una sorpresa. Le dije.

Andamos un poco más y por fin llegamos a la playa nudista. Era una playa muy bonita con unas dunas que llegaban casi hasta el agua.

-¿O sea que esta era la sorpresa? Me dijo mi madre. Has traído a tu madre a una playa nudista. ¡Eres un desvergonzado! Me dijo sonriendo. Cuantas veces le pedí a tu padre que me trajera a esta playa y nunca quiso.

-Qué padre más antiguo tengo. Le contesté sonriendo.

Subimos una duna y nos decidimos por plantar la sombrilla cerca de la orilla. Solo había un par de parejas por allí. Una pareja mayor de unos 60 y tantos y una joven de unos 20 y tantos.

Después de plantar la sombrilla mi madre me dijo:

-Hijo, que corte quedarme en pelotas delante de esta gente... ahora no soy tan joven como entonces...

-Tú no te preocupes, dije quitándome la camiseta y el bañador y quedándome desnudo delante de todos. Imagínate que solo es tu hijo el que tienes delante.

Ella asintió con la cabeza y se quitó también la bata quedándose en bikini.

Miró a un lado y a otro a las dos parejas y se bajó la braga del bikini. Su chocho quedó a la vista y pude ver cómo el chico joven se quedaba mirándolo.

De un gesto se quitó el sujetador y se quedó por fin desnuda. Yo no tenía claro de que pudiera contener una erección.

Nos tumbamos en la toalla como si nada.

Creo que me quedé dormido. Cuando me desperté, no había nadie alrededor y mi madre estaba bañándose desnuda, claro.

Estaba jugueteando con las olas y daba saltitos por lo que sus tetas subían y bajaban. Me puse palote enseguida.

Me metí en el agua con ella. Me acerqué por detrás y le rocé mi rabo con su culo. Ella se estremeció y se dio la vuelta.

-No hay nadie ya, le dije.

Nos besamos como locos. Yo estaba a cien y la estaba poniendo a ella igual. Quería follármela ya.

Intentaba metérsela, pero no se dejaba. Decía que no teníamos condones. Mi madre tenía la regla aún y temía quedarse embarazada.

-No te preocupes, le dije, me correré fuera.

-No seas tonto hijo. Ya sabes que eso no funciona.

-Mamá me has puesto palote. ¿No querrás dejarme así ahora, verdad? En el apartamento me la meneaste.

-Espera, estoy pensando, me dijo. Vale, está bien. Fóllame a pelo. Cuando venga tu padre querrá follarme también y si me quedo embarazada de ti, diré que es de tu padre, claro. Esta vez lo haré con el sin condón.

Se sonrió.

-Estás loca, le dije. Pero te quiero mamá. Anda, date la vuelta.

Se volvió dejándome ver su culazo. Cogí mi polla con la mano derecha y se la metí despacio. El agua nos cubría la cintura.

Empecé con el mete y saca y mi madre ya gemía como loca. Yo quería aprovechar al máximo el momento, no quería que acabara nunca. Seguimos follando como locos hasta que mi madre tuvo su primer orgasmo.

Dio un grito, pero afortunadamente nadie podía oírnos. No estábamos muy lejos de la orilla pero no había nadie allí.

Después de correrse quise ver la cara de mi madre. La giré y se la metí ahora de cara. La sensación viendo sus gestos mientras follábamos era lo más. Yo seguí dándola bien fuerte y ella se agarró a mis hombros y nos hundimos un poco más.

-Ay, cariño, me decía. Fóllame, sigue así, más fuerte. Dame más, dame más. Cariño, que gusto, me voy a ir otra vez, me voy a ir.

Yo no pude aguantar más y al oír eso, me fui. Me corrí como un loco dentro de ella. No creía que hubiese llamado nunca a mi padre cariño. Pensaba que yo era solo para ella.

-¡Aaaaah! gimió ella al sentir mi leche inundando su coño.

Se agarró más fuerte a mis hombros y casi me hizo daño. Noté como su coño se apretaba más aún contra mi polla.

No sé cuanta leche le eché ese día, pero fue más incluso que aquella vez que estuve 15 días sin pajearme.

Casi nos hundimos del todo en el mar al llegar al orgasmo, pero salimos a flote. El semen salía de entre sus piernas y se iba con la marea.

Salimos a trompicones agarrados de la mano. Estábamos exhaustos por el orgasmo.

Nos secamos y nos vestimos y recogimos todo y nos fuimos de la playa.

De vuelta en el autobús, noté a mi madre mucho más caliente que los días anteriores. Me tocaba la pierna y el muslo y menos mal que íbamos en el último asiento del bus, porque si no nos habrían visto casi todos los viajeros.

Llegamos al restaurante y nos tocó el camarero de siempre. Nos dejó la carta y se quedó mirando el escote de mi madre como siempre.

Cuando se marchaba, mi madre me dijo:

-No para de mirarme el tío. La verdad es que está bueno.

Me acerqué a su oído y le dije:

-¿Te lo follarías?

-Pues, que quieres que te diga. Me gustaría probarlo.

Estaba claro que mi madre estaba muy cachonda. No sé que le había pasado o si era por culpa mía. ¿Querría que el capullo ese se la follase? Tendría que aceptarlo. Estaba poniéndome cachondo pensando en verla follar con un desconocido.

Después de comer, nos trajo la cuenta y le pedí que nos dejara un bolígrafo. Escribí algo detrás de la cuenta y dejé el boli en la mesa y entonces toqué el muslo de mi madre sin disimular. El camarero no le quitaba ojo del muslo.

Mi madre le guiñó un ojo y el camarero se quedó asombrado. Desapareció en la barra y nos trajo la vuelta.

Salimos de allí. Dejé que mi madre fuera delante para ver cómo su culo se bamboleaba al andar. Me ponía muy cachondo y aun así quería que otro tío se la follase. No sabía que me pasaba.

En la cuenta le había dejado escrito que quedaríamos en la playa de San Pedro a las 12 de la noche. Era una playa solitaria y tranquila.

No tenía claro que fuera a aparecer.

Llegamos a las 12 menos cuarto y me había traído una caja de condones. A mi madre solo me la follaba a pelo yo, bueno y mi padre.

Vimos a las 12 a alguien que venía a lo lejos. La luz de una farola no nos dejaba ver bien quién era. Cuando estuvo más cerca vimos que era el camarero.

-Espero que esto no sea una broma y me estéis tomando el pelo.

-Para nada. Le respondí. Mi madre está muy caliente y quiere que te la folles.

Diciendo esto ella se abrió la bata dejando ver su cuerpo en ropa interior.

-Vamos a ver que tienes. Le dijo mi madre.

El camarero se abrió la bragueta dejándola ver su pene. No era muy grande aunque estaba morcillona.

Mi madre se quitó el sujetador y se la metió en la boca y comenzó a chupársela. El tío enseguida se empalmó.

Entonces le cogió la polla y se la puso entre las tetas y le hizo una buena cubana. El guarro gemía como loco.

Antes de que se corriera, sacó la polla de sus tetas y le dijo que se tumbara. Yo le pasé un condón que se puso deprisa.

Con los pantalones por los tobillos la penetró. Enseguida comenzó a bombearla rápido. Mi madre me miraba como queriendo mi aprobación. Estaba claro que no estaba disfrutando.

Yo seguí mirándolos y me estaba empalmado pero mi madre no sentía mucho.

El guarro siguió como cinco minutos dándole y se corrió con un gemido fuerte. Se salió de ella y se quitó el preservativo y lo tiró a la arena.

-Pensaba que era algo más. Nos dijo. Una puta que no folla muy bien.

Me dieron ganas de pegarle un puñetazo.

Nos fuimos de allí y mi madre empezó a llorar. Estaba claro que había sido una mala idea.

De regreso al apartamento la ayudé a ducharse.

Nos tumbamos en la cama y acabamos haciendo el amor. Estaba vez como debía hacerse, con amor y cariño.

Mi madre me dijo al terminar que me amaba.

No quería que volviera mi padre...

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