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Quiero hacer un gato (3/3)

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Los cuatro estábamos desnudos y tal cual, era un intercambio de parejas. Eduardo y yo, tomados de la mano, veíamos azorados el cortejo que se daba frente a nuestros ojos. No cabía duda, nuestros cónyuges estaban enamorados entre sí, ¡sólo faltaba que hablaran de su futuro en nuestras narices!

—¿Vamos a la cama? —Nos propuso Saúl poniéndose de pie y ayudó a Adriana a levantarse y al lograrlo la mantuvo abrazada de la cintura con mucha devoción—. Ahora tú escoge el vino que llevaremos allá, le pidió.

Adriana solicitó que abriéramos la segunda botella de champaña y para no sentirnos desairados, porque a nosotros ni nos preguntaron, Eduardo y yo fuimos por la botella de la nevera, vaciamos hielos y un poco de agua en la cubeta y la metimos. En el trayecto tomé cuatro copas limpias. Al llegar a la recámara, ésta estaba muy bien iluminada, la música se escuchaba bien y, seguramente, Saúl ya había cambiado el control de las cámaras de video para que ahora sólo se hicieran tomas de ese lugar en diferentes ángulos.

—Voy al baño, dijo Adriana —y se encaminó hacia allá.

—Te acompaño —dije y la seguí.

Sentada en la taza del WC, mientras meaba, me dijo “Tú marido sí sabe cómo tratar a una mujer. Te creo que tu enfermedad hizo que amaras a otros, y parece que ya me contagiaste: me enamoré de Saúl, pero amo mucho a Eduardo”, me confesó antes de escucharse el sonido prolongado del líquido de su micción. La entendí y la abracé y con una sonrisa como la que se dirige a una hija le susurré “Te entiendo plenamente, yo también los amo”. Ella tenía unos ocho o diez años menos que yo y me relampagueó la idea de que pudiera embarazarse, yendo mi mente a otros pensamientos y recuerdos en los cuales me quedé absorta, al grado de que no me enteré cuando salió del cuarto de baño.

Cuando salí, me di cuenta que Saúl les enseñaba el dibujo donde él recreaba “mi gato”.

—Que ella nos los explique y nos acomode —sugirió Saúl.

—Les comenté cuáles serían las posiciones ¡Escojan sus lugares! Luego cambiamos...

Eduardo y Saúl se acomodaron bocarriba (vergarriba, para ser más objetivos) y encontrados. “¿En qué verga quieres empezar?” le pregunté a Adriana. “En la de mi marido, creo que por lo grande es más fácil ensartarme y luego cruzarme”, dijo. Le ayudé a acomodarse para que mi marido tuviese sus tetas en la cara, las cuáles empezó a acariciar y lamer de inmediato, no las tiene grandes como las mías, ella es copa C, nada desdeñables para mi marido… Yo chupé un poco el pene de Saúl, para que se irguiera más y poder acomodarme como lo preveíamos, pero no era necesario, las mamadas de teta que él le daba a Adriana y las caricias con besos de ella en su cabeza ya lo tenía encendido. Con un poco de celos y queriéndome desquitar le dije a Eduardo “Toma, mi amor, un poco aguadas de tanto que me las has mamado durante muchos años” al meterle el pezón en la boca, nadie dijo nada al respecto: ellos porque estaban con la boca llena y Adriana tenía una cara de éxtasis, disfrutando de la lengua prodigiosa de Saúl y de las caricias suaves en la espalda y los costados, sin dificultad para penetrarme porque la calentura de Adriana lo mantenía ganoso. De pronto, Eduardo abrió la boca para lanzar un gemido y luego un grito exclamando “¡Tu perrito está delicioso, me estoy viniendo!”. Era claro a qué perrito se refería. Sucedió que con la rica vergota que tenía Adriana metida entre sus piernas y las mamadas y mimos de Saúl, ella tuvo un orgasmo tras otro y sufrió contracciones en el cuello de la vagina, lo que hizo que Eduardo también se viniera y se la exprimiera repetidamente. Los penes se pusieron flácidos, uno porque se vino mucho y el otro porque dejó descansar a Adriana y la falta de acción y caricias desmotivaron el falo con el que yo jugaba mientras Eduardo me apretaba y chupaba las chiches.

—¿Ya cambiamos? —pregunté cuando supuse que ya nos habíamos repuesto todos.

—Espera un poco —me dijo Adriana, que estaba recibiendo besos y chupadas en las tetas por parte de ambos. Y acariciando el brazo de Saúl para que éste no retirara la mano con tres dedos hundidos en su vagina.

Me calenté al ver la cara de putos que tenían todos. Tomé del líquido que le escurría a Adriana, mezcla de semen y flujo, y se lo ofrecí a Saúl en la boca, él soltó la teta y chupó con desmedido deleite mi mano; sacó sus dedos de la cueva de Adriana y me los ofreció para que yo hiciera lo mismo que él. Lo chupé y mojé mis dedos mientras chupaba los de Saúl, los saqué chorreando y le embarré el líquido en la verga a mi esposo y me la metí. Tomé más de la venida de Eduardo y Adriana y me la unté en los labios para ofrecérselos a mi esposo. Sin soltarnos de la boca los sexos nos movimos hasta venirnos. Eduardo abrazaba a Adriana de cucharita y ambos miraban la cogida que nos dábamos. Explotamos en un orgasmo y le grité a Saúl que lo amaba. Descansamos un poco y me fui a sentar sobre la cara de Eduardo, a la vez que le indicaba a Adriana que hiciera lo mismo sobre Saúl. Nos mamaron la pepa con gran deleite, saboreando lo que el otro nos había inyectado. Les dejamos la cara blanca de la fricción con el flujo que soltábamos. Reposamos sobre ellos. Me puse a mamar el palo de Eduardo y Adriana acarició y besó el cuerpo de Saúl, hasta que quedamos dormidos. Ya de madrugada me penetró Saúl desde atrás, Eduardo, al frente mío, se despertó y me mamó las tetas, duró poco: volvimos a dormir. Hubo más movimientos de cambio, pues más tarde vi que Adriana le había chupado el falo a Saúl, estando ensartada por Eduardo y así se quedaron, ella babeaba sobre el vello de mi esposo, pero dormía plácidamente.

En la mañana, Saúl me chupó el ano y la vagina como un poseso. Adriana veía y le acariciaba el pelo de la cabeza.

—¿Sabe rico? —le preguntó a Saúl, quien sólo contesto moviendo la cabeza afirmativamente mientras le lanzaba una mirada.

—¿Cuándo acabes, me puedes hacer lo mismo? —preguntó, pero Eduardo le abrió las piernas y se puso a hacerle lo mismo, mamarla con mucho brío, tragando el atole fermentado durante la noche.

—Les fascina la leche fermentada con los jugos que soltamos —le expliqué a Adriana el porqué de empezar así el día. Ella me acarició las tetas y yo le hice lo mismo en reciprocidad.

Desayunamos encuerados entre besos caricias y mamadas. Al despedirse, Adriana dijo “Quiero volverlo a hacer, pero sin DIU, ya es tiempo de culminar mi rol femenino, antes de que sea tarde”. Todos nos quedamos callados. Sí, hubo una vez más al cumplirse el mes, y ella quedó embarazada. “Es de Eduardo, ¿de quién más podría ser? dijo tres meses después cuando le pregunté por la figura que tenía. Eduardo sonrío y dijo “Así es, es mío, pero ustedes serán sus padrinos, no pueden negarse”.

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