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La historia de mi primer trío (Parte 1): ¡Seguro que pasará!

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Siempre se me han dado los idiomas, desde muy pequeña dominé el inglés, luego, aprendí alemán y hace poco me decidí por el francés. Recientemente me encontraba tomando clases de francés, llevaba poco más del mes y medio en clases, y como me intimidan las multitudes, jamás había notado otros salones del instituto.

Una tarde, al salir de mi clase, se acercó un chico muy apuesto con un acento que me supo extranjero, no era extraño encontrar extranjeros en el instituto, lo que si era extraño es que fuera tan apuesto. Era caucásico, alto, delgado, atlético, ojos azules y una sonrisa bastante característica, tenía algunos lunares en el rostro que por alguna razón me parecieron lindos, en especial uno que se apreciaba por encima de su labio superior, era sexy.

El chico me preguntó si tenía encendedor, tengo más de 10 años fumando, pero mi vida y hábitos habían cambiado gracias al cigarrillo electrónico, no he dejado de fumar, sólo que ahora fumo dónde me da la gana y estoy muy feliz de no oler a cigarrillo por la vida; en fin, lamentablemente, no tenía ningún encendedor a la mano para aquel hombre, por lo que me limité a decirle que lo sentía. Él se limitó a agradecer con ese acento exquisito.

Suelo ser bastante reservada en muchos aspectos de mi vida, a veces, hasta cierto punto tímida, en especial con personas que me parecen atractivas, por lo que saqué de mi bolso las llaves de mi auto y mi cigarrillo electrónico, y me dirigí con paso despistado hacía el estacionamiento. Durante el día, no pude evitar pensar en aquel hombre, ¿por qué no había visto a semejante espécimen por el instituto antes?, no era relativamente nueva ahí, pero me dio igual y seguí con mi día.

Al día siguiente, justo antes de entrar a mi clase, ahí estaba, de pie junto a la puerta del salón contiguo al mío, hablando con tres chicas en inglés, la experiencia me pareció familiar, de esas extrañas situaciones en las que conoces a alguien nuevo y comienzas a verlo frecuentemente. Tengo la costumbre de no saludar a quien no conozco, por lo que sólo evadí la mirada y me dirigí a mi salón de clase.

Al terminar la clase, como siempre soy la última en salir, intenté disimular la mirada al salón contiguo, estaba vacío, por lo que me dirigí hacia la salida del instituto, ahí estaba, haciendo check out en el lado de los profesores, ¡por supuesto que era profesor! Intenté salir sin que me notara, pero apenas escuchó mis pasos, volteó con curiosidad y me saludó entusiasmado, mi estómago se estremeció un poco antes de soltar palabra, y sólo pude articular un hola un tanto entrecortado, me dejó pasar primero por la puerta mientras sacaba un cigarrillo de su bolsillo, me preguntó si hablaba inglés y al responderle afirmativamente comenzó a hablar, su acento era británico.

Comenzó con un chiste acerca de los encendedores, y cómo misteriosamente todos desaparecían, mientras yo reía nerviosa, él encendió su cigarrillo y miró su celular, noté que no se dirigía a ningún lado, mientras fumaba me preguntó qué idioma estudiaba en el instituto y si era nueva, respondí ocupada mientras sacaba de mi bolso las llaves de mi auto y mi cigarrillo electrónico en señal de que me dirigía a mi auto, hablamos un par de minutos y cuando apenas me disponía a despedirme, llegó su uber, no sin antes decirme su nombre a modo de presentación, Ben, le respondí con el mío y me dirigí al estacionamiento.

Por mi mente pasaron las mil y un situaciones en las que pudiera intentar algún acercamiento con Ben, descarté mis opciones de inmediato y pensé lo que siempre pienso cuando me llama la atención una persona, mi mantra de vida: ¡seguro que pasará!

Días después, al salir del instituto, lo volví a encontrar, fumando un cigarrillo y ocupado con su teléfono, nos saludamos y comenzamos a hablar, le pregunté a dónde se dirigía, intentó explicarlo sin éxito, se rindió y me dijo las calles donde se encontraba su apartamento, se disponía a pedir su uber cuando le solté que yo pasaba por ahí para ir a casa, no era del todo cierto, pues no tomaba ese camino para llegar, aunque técnicamente, y tomando otras calles sin desviarme de mi ruta, pasaba por ahí, por lo que me ofrecí a llevarle, fue un truco un tanto desesperado, pero funcionó, aceptó y caminamos al estacionamiento.

Me contó que era de Inglaterra, específicamente de Londres, y que había llegado hacía 8 meses por su novia, tenía 25 años, 3 años menor que yo, y había estudiado administración de negocios, en mi mente resonó la palabra "novia", mientras él seguía hablando, por lo que en algún punto de la conversación tuve que volver a ponerle atención.

Su novia había ido a vacacionar a Londres, se conocieron en un club, se habían enamorado y visto en al menos 3 ocasiones posteriores, y lo único que pude pensar fue en ¿quién demonios se enamora en una situación así?, me limité a responder sus preguntas de manera breve hasta que llegamos a su apartamento, intercambiamos números de teléfono, le recordé mis servicios de conductora, se despidió dándome un beso en la mejilla y haciendo alusión al estilo de los mexicanos para despedirse y bajó del automóvil.

Todo lo que podía pensar era en cómo un hombre como él deja Londres por una mujer, por un momento envidié a su novia y no precisamente por la situación en la que se encontraban metidos, sino por el apuesto hombre que tenía a sus pies, terminé mi día un poco apagada, había pensado en situaciones con él, y en ese momento todas y cada una se desmoronaron, y aun así, ninguna se le parecía a lo que en realidad iba a suceder.

Pasaron tres semanas en las cuales continué llevándolo a su apartamento, nos conocimos un poco más, gustos musicales, familia, pasatiempos, trabajo, lo mucho que extrañaba su país, las lluvias, etc. Un día, al salir del instituto, me invitó a cenar, me extrañó la pregunta por su situación actual, pero la verdad es que venía deseando ese día desde hacía tiempo, por lo que acepté, noté que llevaba algunos días sin hablar de su novia, por lo que mi cerebro no pensó antes de preguntar si ella estaba de acuerdo, respondió que por el momento no estaban juntos, y creo que mi cara de felicidad inmensa respondió todo lo demás, lo lleve a un restaurante de mi agrado, tanto por la comida y la bebida, como por la música, la que sabía que era de su agrado también, luego de cenar, tomamos rumbo para llevarlo a su apartamento, al llegar, me invitó a pasar un momento, y simplemente no pude decir que no.

Subimos a su piso y me comentó sobre su reciente exnovia, habían hablado sobre su situación y decidieron pausarlo todo, pues no habían llegado a una conclusión clara de quién dejaba su lugar para irse con el otro, ella aún estaba estudiando y no podía abandonar la universidad y él lamentó su decisión precipitada de venir a vivir a México solamente por extrañarla.

Yo no buscaba nada serio, ni mucho menos algo tan complicado como un extranjero, ya había pasado por eso en mis veintes, y a pesar de que pudo haber salido bien, terminé por cansarme y aventarlo todo a la basura, por lo que mi idea de una relación a larga distancia no era una buena opción, yo sólo buscaba reconfortarlo un poco nada más, no me importaba si después se decidía por su exnovia, de hecho, llegué a pensar que me haría un favor si lo hacía, así me lo pasaba bien, pero no habría nada complicado de por medio.

Me ofreció algo de beber y sentados en el sofá, seguimos hablando, para mí el alcohol siempre ha sido el mejor lubricante social que existe, me permite hablar sin la timidez que acostumbro y me desinhibe lo necesario para poder hacer lo que no haría comúnmente, sin olvidar la sensación placentera en mi clítoris cuando la primera copa comienza a hacer efecto.

Después de seguir hablando por un rato más de temas un tanto vanales comenzó la confianza, y empezamos a hablar de temas más íntimos, entre gustos y experiencias sexuales, la tensión sexual entre nosotros se volvía cada vez más palpable, son esos momentos previos los que para mí ocasionan el máximo placer a la hora de intimar, para la tercera copa ya había jueguitos de manos, palabras muy directas y doble sentido, mis sentidos estaban tan agudizados que podía incluso percibir su respiración, hasta que me disculpé para ir al sanitario un momento.

Sentía mis mejillas arder, tanto por el alcohol, como por la excitación, fui al lavamanos, me vi al espejo y me empapé la cara un poco, me solté el cabello y no pude evitar notar lo húmeda que estaba en ese momento, mi clítoris palpitaba fuertemente bajo un vestido holgado tipo halter, inspeccioné un poco mi cuerpo, se veía bien, siempre he estado muy cómoda con él, por lo que procuro cuidarlo y conservarlo, cintura esbelta que se podía apreciar con el vestido, pechos redondos no muy prominentes, caderas anchas y mi mayor orgullo, mi trasero, 110 centímetros de atractivo visual que a veces me hacen sufrir para encontrar la talla adecuada de ropa.

Respiré profundo antes de salir del sanitario, pero con un sólo objetivo en mi cabeza. Salí con toda la seguridad de lo que haría, lo encontré levantado del sofá sirviéndome otra copa y viéndome con una sonrisa de complicidad, apenas llegué lo suficientemente cerca, me ofreció la copa y ni siquiera me importó, lo tomé por el cuello y lo acerqué a mi boca, dejó la copa torpemente en la mesa mientras respondía a mi beso, me tomó por la cintura y me acercó lo más posible a su cuerpo, me apretaba, era la respuesta que buscaba. Lo empujé un poco con todo mi cuerpo dando un par de pasos hacia adelante, hasta que se vio obligado a sentarse en el sofá mientras me abalanzaba sobre él, me acomodé encima de sus piernas con las mías abiertas, quería sentirlo, quería tocarlo, quería comérmelo.

Paseaba sus manos grandes por mi espalda, bajaba lentamente hacía mis caderas, y sus dedos se paseaban tímidamente por mis nalgas, tentando el terreno, como pidiéndome permiso para tocar, al ver que no hice ningún movimiento negativo lo hizo con más confianza, me apretaba, me jalaba, me empujaba, y empezaba a llevar el compás de los movimientos. Entre besos y caricias metió sus manos debajo de mi vestido, notó mi tanga, jugó con ella un poco jalando los hilos, lo sentía, su pene erecto en mi entrepierna. Comencé a jadear y gemir, quería más, y no quería que eso acabara, sus manos apretaban mis nalgas, se acercaban a mi ano, jugaba con el suavemente, la sensación me gustaba, y mucho, pero necesitábamos más, desabotoné su camisa con desesperación y entre jaloneos logré quitársela, sentía su piel cálida y tenía un olor delicioso.

Dejé de besarlo solamente para besarle el cuello, me paseaba por sus hombros y orejas, respondía a mis besos, se aferraba más a mí, escuchaba su respiración entrecortada, le gustaba, de un sólo movimiento se deshizo de mi vestido, y regresé a su boca con el sabor de su perfume en mis labios, mientras me levantaba un poco para desabrocharse el pantalón, moría por tenerlo dentro, moría por tocarlo, por lamerlo y saborearlo. Con movimientos desesperados, bajó sus jeans hacia las rodillas, solo para que yo lo ayudase a deshacerse de ellos completamente, sentía su pene duro y grande debajo de un bóxer azul marino, por dios, se veía tan bien, y se sentía mejor, frotaba su miembro contra mi vagina, y yo ya no podía más, estaba a punto de estallar, pero me resistía.

Lo único en que pensaba era en tenerlo dentro, en sentirlo completo, besaba mi cuello y se pasaba al nacimiento de mis pechos, los lamía, los besaba, sentí sus manos forcejear con mi sujetador por un momento, y cuando por fin los liberó, se comió mis pezones con mordidas suaves, la fricción de su sexo con el mío aumentó, de pronto, las sensaciones tan ansiadas me invadieron, era toda gemidos y estremecimiento, me dio un poco de pena no poder aguantar más, pero la situación me llevó al clímax y la realidad era que apenas comenzábamos. Mientras me relajaba un poco de ese orgasmo delicioso que me había tomado por sorpresa, me arrodillé sobre la alfombra y tomé su bóxer por los lados, lo baje sólo para ver su delicioso miembro erecto dar un respingo al ser liberado, inmediatamente me sentí extasiada de nuevo, quería más, lo quería todo, lo quería en mi boca; terminé de quitarle el bóxer rápidamente y me abalancé sobre su pene para regresarle un poco de lo que él me había regalado.

Recorrí toda su longitud con mi lengua varias veces y al llegar al glande, lo metí a mi boca y comencé a hacer mi trabajo, de arriba a abajo lentamente, saboreando con mi lengua cada centímetro, al llegar a mi garganta hacía un esfuerzo por comérmela toda, por atragantarme, su cara lo decía todo, sus manos desesperadas entre mis cabellos, empujaban un poco mi cabeza contra él y moviendo su pelvis con desesperación me dejaba ver su deseo de seguir. Sus jadeos no se hicieron esperar, me pusieron a mil nuevamente, estaba lista, estaba muy mojada, deseando el momento, me jaló por el cabello sólo para llevarme a su boca mientras me sentaba de nuevo sobre él, eso era lo que buscaba, sólo quería sentir su piel con la mía, su sexo con el mío.

El pequeño hilo de mi tanga me permitía sentirle, y para él no pareció un problema mayor, tomó la tanga por detrás e hizo el hilo a un lado, me levanté un poco para permitirle el acceso libremente y me embistió con agilidad, comenzó un vaivén un tanto desesperado por parte de ambos, me apretaba con fuerza y paseaba sus manos por todo mi cuerpo, pareciera que no quería dejar ningún rincón sin su huella, me besaba, me mordía los labios, me acariciaba para después darme nalgadas suaves. Mi cuerpo respondía a sus manos, el calor de mis nalgas se dejó sentir luego de que aumentará la fuerza del impacto, y no se detuvo al notar que me gustaba, de pronto me invadió esa sensación tan familiar, mi cuerpo empezó a adormecerse hasta que la sensación recorrió toda mi espalda y llegó a mi clítoris para estallar en gemidos y retorcerme sobre él por segunda ocasión.

Me permitió incorporarme poco a poco, bajó el ritmo de las embestidas un par de minutos mientras me dejaba disfrutar de esas pulsaciones tan deliciosas en mi clítoris luego del orgasmo, comenzó a besarme las orejas y el cuello para motivarme a seguir, y en cuestión de segundos ya estaba más que lista otra vez, me miró a los ojos y me sonrió con soberbia, podía ver en esa sonrisa y en esos ojos que estaba orgulloso de él, y yo estaba encantada con ello, me habló al oído con ese acento que pone a cualquiera y susurrando preguntó si quería ir por el tercero, esa fue la frase que me excitó en segundos por tercera ocasión. Comenzó lentamente él vaivén, no tenía ningún apuro, sólo me hacía desearlo cada vez más, continuó tocando y apretando mi cuerpo bañado en sudor, besándome desesperado, a mordiscos suaves y lengüetazos donde se le antojaba, me tomó por las nalgas y me sacó de tajo del trance en el que me tenía, me hizo a un lado con un pequeño esfuerzo y se levantó del sofá, me incliné un poco con los antebrazos apoyados en el respaldo del sofá, se acomodó detrás mío y me embistió con fuerza.

Me tomó del cabello con una mano mientras lo jalaba firmemente de manera que mi espalda quedó completamente en forma de arco, colocó su otra mano en mi cadera y aumentó la velocidad, podía sentir sus testículos golpeando mi clítoris, podía sentirlo hasta el fondo, continuó penetrándome de esa manera hasta que se aferró a mis caderas con fuerza, soltó mi cabello y me dio una nalgada fuerte que resonó en la habitación. Eso me puso a punto, él notó lo que eso me provocaba, era su señal, continuó embistiéndome con fuerza hasta que sentí que estaba muy cerca de correrme, se me acercó y dijo que ya no podía más, entre sus jadeos y agitación pude saber lo que estaba pasando, pude sentir un calor inmenso dentro de mí, sus fuertes embestidas y la situación me provocaron estallar después que él, mi tercer orgasmo de la noche se hizo presente, y los escalofríos no tardaron en dejarse sentir.

Él simplemente descansaba con su miembro dentro de mí, yo me encontraba extasiada y exhausta, me quedé quieta varios minutos, descansando de aquellas sensaciones tan deliciosas, me incorporé para ir al sanitario a limpiarme, y las sensaciones se dejaron apreciar al hacerlo, salí del sanitario con una cara un tanto triunfante, y estaba ahí, recostado en el sofá con el bóxer puesto de nuevo, no sé porque razón los hombres hacen eso, terminan y se ponen lo que encuentren con tal de que uno no curiosee. De igual manera ya lo había visto todo, ya me lo había comido, ya lo había probado completo, y esa, era mi mayor recompensa, nos dispusimos a fumar y terminar la copa que se quedó inconclusa, hablamos de lo ocurrido y jugueteamos un poco.

Era hora de volver a casa, nos despedimos de la mejor manera, al menos como a mí me parece prudente cuando busco un plan de amigos con derecho a roce, un pequeño beso en la mejilla como si nada hubiera pasado, y así, salí de su apartamento. Durante mi trayecto no podía parar de pensar en todo lo ocurrido, los músculos de mis piernas dolían, mi espalda se iba relajando, mis pezones aún estaban erectos y ardían por tantas sensaciones, era un ardor que me gustaba, y el simple hecho de pensar en todo aquello me puso húmeda nuevamente. Me fui a la cama deseando volver a estar con él de esa manera, de mil maneras si era posible, después de todo, si la primera vale la pena, la segunda vez siempre es mejor.

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