Nuevos relatos publicados: 9

En el teatro, y con Roberto

  • 8
  • 6.980
  • 9,67 (3 Val.)
  • 0

La primera experiencia que tuve fue muy bonita, excitante y me proporcionó un gran, gran placer... Y esa será la que pase a relatar, la cual ocurrió no hace mucho, en abril, pues yo cumplo los años en julio.

Durante varios meses en el instituto habíamos empezado a preparar una obra de teatro, muy divertida, en la que yo protagonizaba a un capitán pirata. En el reparto estábamos cuatro chicas y cuatro chicos, y uno de ellos era Roberto.

Roberto tenía 16 años, le gusta el rap y en la obra salía como bailarín de rap. Le gusta hacer tatuajes e ir de excursión en bici por el campo como más tarde fui descubriendo.

El caso es que un día, en el Teatro Principal, a Roberto, Ernesto y a mí nos dieron plantón, pues era viernes, día de ensayo, pero llamó al móvil Julio, el profesor de Educación física, el cual se encargaba de los ensayos, diciendo que ese día tenía una reunión en el instituto, y que si no nos importaba mañana por la mañana acudiésemos al Teatro porque esa tarde le era imposible ir.

Un poco decepcionados, aceptamos, y cuando Ernesto se iba Roberto propuso que practicásemos por nuestra cuenta, pues entre bambalinas podíamos estar.

Ernesto no se animó, y se despidió hasta el día siguiente, pero Roberto y yo sí que nos metimos.

Allí ni siquiera empezamos a actuar, pues me dijo que si me hacía un tatuaje con tinta china, y le dije que perfecto.

Fue entonces cuando empezó lo que para mí fue más excitante.

Me quité la camiseta, y cuando Rober me cogió el brazo, empezó diciendo que vaya músculos, que como se notaba que hacía pesas. En realidad yo tan solo hacía pesas y flexiones día sí día no, ese era todo el ejercicio que hacía, pero se me notaba en los brazos.

Empezó pues a hacerme el tatuaje, un dragón que estaba chulísimo. Terminó pronto, y como era pequeño me propuso hacerme uno en la espalda.

Mientras lo hacía, y como con ese tardaba más, había veces que descansaba, que me hacía cosquillas, y me tocaba el culo de broma, diciendo "ay, que te voy a dar, mamón, estate quieto".

Al cabo de unos minutos más, estuvo terminado, y le pregunté si él tenía alguno. Me dijo que sí, y que como no había nadie más me podía enseñar uno que tenía en el culo.

Fue cuando me di cuenta de que Rober era en realidad bastante guepo... Sí, era bastante atractivo. Se quitó la camiseta y vi que el también hacía pesas, no se notaba mucho, pero era ancho de hombros. Era moreno y completamente lampiño el pecho. Y siempre con esa sonrisa...

Mientras se desabotonaba los vaqueros para mi sonrojo, empezó a soltarse y a decirme cosas que a mí personalmente me ponen, como por ejemplo comentar que tenía ya bastantes pelillos en el ombligo, que entonces tendría que tener un cipote peludo, que tendría el culo peludo también...

-Yo me lo afeito, mira –y se bajó los calzoncillos, sin darme tiempo a ver su parte delantera y dándose la vuelta.

-¿Te lo afeitas? Yo no, y mira, me gusta más el mío –dije, y lanzado yo me bajé la parte de atrás de los pantalones y de los calzoncillos.

-Mmm, ¿te puedo hacer un tatuaje ahí?

-Pero, ¿cómo me los vas ha hacer ahí? No, no... –y nos reímos.

Pero aun en la penumbra, a Rober se le distinguía su cipote. Estaba medio erecto.

-Tío, Rober, súbete los pantalones ya.

-¿Por qué? –preguntó sentándose y mirando su manubrio. Lo descapulló y enseguida comenzó a crecer entre sus manos. Era moreno y era lo único que no se afeitaba, estaba claro.

Mi polla, encerrada, se disparó. Estaba muy excitado... ¿Se daría cuenta?

-Venga, hagámonos una paja. Qué te parece –me miraba con una sonrisa pícara e invitadora.

-Bueno...

-Pues vamos, bájate los pantalones. Si seguro que ya la tienes tiesa.

Yo me reí, y me los bajé cuado vi que el pene de Rober medía más o menos lo que el mío, unos 15 cm de largo. Y me creció más cuando Rober se acercó y terminó de bajarme los pantalones y los calzoncillos. Entonces se repantigó y empezó a subir y bajar la piel del glande, muy despacio, y mirándome para que yo lo viera con total claridad...

Yo hice lo mismo, y al cabo de poco empecé a gemir. Solo se me ocurrió cerrar una vez los ojos y aprovechó Roberto para coger mi chorizo, resbaladizo por el líquido que yo había extendido, y sin importale si pringó la mano pero empezó a hacerme una paja.

-A la vez podrías hacérmela a mí, no la dejes solita...

Sonreía pícaramente y cogí la primera poya ajena en mi vida para dar una paja tan buena: ambos con las piernas abiertas, muy cerca y enfrente el uno del otro, yo recibía su respiración y veía cómo intentaba carme placer... La verdad es que la paja es un arte, y Rober lo hacía muy bien, pues era como si supiese cuando parar, cuando seguir, cuando apretar.

Y así, sin más ni más, de repente se abalanzó y empezó a chupármela.

De la sorpresa se la solté, y cuando sentí lo caliente que estaba su boca, su lengua tan dinámica, me dejé hacer. Me eché sobre su espalda, dejándole hueco en la entrepierna para su trabajo, y le masajeaba su culo, que lo tenía también caliente y empezaba a sudar.

-Mmmm, vuelve a mover la cadera, métemela en la boca, muy profunda... ¡Eso es ¡ Otra vez, sí, sin miedo que yo trago...

-Tío, me voy a correr...

Entonces paró y me dijo:

-No, antes mama tú –y echándose para atrás me enseñó aquel mástil con dos bolas negras bajo él... Era unexperto, se lo dije, pero la verdad es que en aquel instante me apeteció meterme en la boca aquel par de cojones pelados.

-Eso, llámalos como quieras, cocos, pelotas, juevos –me decía medio tumbado y disfrutando- Ohhh, lo haces de puta madre, con perdón, je je je...

Aquella primera vez me estaba encantando. Pero cuando me propuse hacer el 69, tampoco dudé. No sé si él era virgen, pero hacía lo posible por perfeccionar las posturas... Me sentía un poco guarro por babear y chupar aquella parte tan íntima de mi amigo, pero me gustaba, ma gustaba con locura.

-Y... ahora, si not e importa... a cuatro patas, ponte a cuatro patas.

Un vuelco me dio en el corazón, y me replanteé si debía seguir con eso. ¡Estaba demostrando mi homosexualidad! Y ahora prentedía, quería... por mi culo... No sabía cuánto dolía, pero mucho, seguro...

-Tranquilo, no te haré daño –me sonrió; se le veía inteligente y dispuesto- Hoy tan solo la punta –y se la tocó, aún bañada en mi saliva.

-Quiero seguir chupando...

-No, el chupachups para después. Además, lo que te haga yo me lo haces tú. Tenemos que hacer los dos lo mismo, ¿vale?

-Bueno, pero ahora no la metas toda, por favor te lo pido...

Y sin asco ninguno me metió su dedo impregnado en saliva en mi agujerito, tan peludo, cerrado y caliente. Me dijo que le comiese un poco la punta del cipote, y así lo hice, para darle la espalda de nuevo y dejarme penetrar...

Todo fue bien, pues ese día solo me penetró con su gordo glande. Me separó los glúteos y fue rápido. Conmigo fue igual, solo que yo le metí un poco más.

-¡¡Ah!! –gritó y apretó los dientes- Veo que te gusta jugar con ventaja... –pero rió y me volvió a mirar con esos ojos, viéndolo yo tan atractivo...

Después acabamos tumbados, yo encima de él, con las poyas aún erectas, y nos frotamos... Yo froté mi cara sobre sus abdominales, su pecho duro, y cuello... Y no me atreví a acercarme más a su cara, por si me besaba. No estaba preparado...

Y al final, como no nos habíamos corrido, aunque parecía que hubiese sufrido tres orgasmos seguidos, nos cogimos las poyas a la vez y diciéndonos cosas, íntimas algunas, obscenas otras, incluso románticas, eyaculamos.

Yo me guardé su semen, que había quedado sobre mi vello púbico, el cual no limpié subiéndome los calzoncillos sin más.

Salimos de entre bambalinas al escenario y ya bajamos al patio de butacas para salir a la calle.

Aun una vez más me tocó Rober el culo, y con la mano antes de salir nos volvimos a refrotar los paquetes, mirándonos y riendo. Fue la primera vez que me sentí excitado y erecto justo después de una eyaculación, a pesar del cansancio...

Por la calle aún se notaban los bultos en la entrepierna. Siempre son tan llamativos...

Más días nos vimos, unas veces para el teatro y sus ensayos, otras en su casa. Y esas tardes en su casa, se pasaban volando...

(9,67)