Nuevos relatos publicados: 0

Jocelyn

  • 12
  • 4.861
  • 7,33 (3 Val.)
  • 0

Nuestra historia se centra en Jocelyn, una hermosa morocha de 27 años, metro setenta, y medidas razonablemente buenas. Entendamos por razonable unas hermosas tetitas y un culito parado, digno de más de una adolescente.

Ella vivía sola en un departamento no muy chico y muy bien puesto. Trabajaba un promedio de 10 horas por día como secretaria y llegaba a su casa tan cansada que poco le quedaba para ver televisión o intentar leer el mismo libro, casi en la misma página que lo había dejado la noche anterior.

Sin saberlo, ese miércoles de septiembre, llegando a su departamento tan tarde como siempre, iba a experimentar la peor pesadilla que una mujer pudiera tener: ser la hembra reproductora de un alienígena que la transformaría en una máquina de parir criaturas extrañas, concebidas de la manera más aberrante, desarrolladas en base al extremo dolor y daño interno que le producían en su crecimiento y finalmente dadas a luz en medio de un interminable sufrimiento.

Ella abrió la puerta de su departamento, y al entrar, sintió un cosquileo particular. No supo qué, y creyó que solamente habria sido una sensación pasajera o simplemente cansancio.

Encendió como de costumbre las luces del living, luego la del pasillo, y finalmente la de su dormitorio. Al entrar en éste, se dio cuenta de la diferencia de temperatura con el resto de la casa. El cosquilleo inicial se transformó en un corto escalofrío y se dirigió hacia la ventana, que creyó dejar mal cerrada.

Jocelyn no era desconfiada ni miedosa. Sabía que viviendo en un piso 12 y teniendo 2 pisos más por encima de ella, ningún ladrón podría acceder a su hogar.

Comenzó a desvestirse de a poco, con su rutina habitual. Tirada en la cama boca arriba, le encantaba descalzarse arrojando cada zapato con su respectivo pié hacia un rincon de la habitación donde existia una suerte de canasto. Desde la cama no veía el objetivo, pero sabía por el golpeteo en el piso de madera si había embocado el zapato o no.

Luego, la rutina de quitarse la pollera y las pantimedias, levantando el culo para dejar pasar la parte trasera y dejando caer la pollera arrugada y las pantimedias enrolladas a orillas de la cama. Luego de un baño, las recogería mientras escuchaba música y ordenaba todo lo que no había quedado realmente en su lugar.

 Desabotonó su blusa blanca casi tironeando rápidamente y se arqueó para desabrochar su corpiño. En pocos minutos, la casi totalidad de su belleza asomaba a la vista del ambiente. Todavía sentía frío el cuarto, por lo que sus pezones estaban levemente duros y resaltaban como la cima de dos pequeñas montañas blancas coloreadas por unos amarronados alvéolos.

Nuevamente, levantó el culo, pero esta vez para deslizar su bombacha blanca de algodón, que cayó junto a la pollera.

Solo le faltaban pocos segundos de su ritual diario, para levantar su delgado cuerpo de la cama, cuando decidió repentinamente cerrar por un instante sus ojos para descansar unos minutos antes de un baño reparador.
Quizás su vida ya estaba jugada.

Quizás, todo lo que vendría posterorimente le hubiera pasado lo mismo si no hubiera cerrado los ojos.

Habrán sido 2 o a más tardar 3 minutos, de poner su mente en blanco e imaginarse ya en la tina de baño, con el agua tibia acariciando su cuerpo. Pero un olor extraño y fuerte desvaneció esa imagen y Jocelyn abrió los ojos.

Primero casi entreabriéndolos, y luego, al ver una imagen que asoció inmediatamente al hedor, cerró fuertemente sus párpados por una décima de segundo para abrirlos y quedar paralizada del miedo.

Poco a poco, sus ojos hicieron foco y la imagen frente a su cara se transformó en la cara de un ser monstruoso, de boca inmensa, ojos endiablados y parecido más a una cabeza deforme, sin pelos y con protuberancias óseas que se podían notar bajo su piel mezcla de gris y un verde apagado.

Intentó gritar, pero su grito quedó atrapado en la boca del monstruo que parecía besar ahora a la aterrada Jocelyn. Trató de quitárselo de encima, pero el volumen de la bestia era el doble del delicioso cuerpo de la muchacha. Los brazos de ella fueron rápidamente atrapados por dos garras con dedos largos y poderosos. Los pies del monstruo tenían la misma terminacipon que la de sus manos y tomaron firmemente cada pie de Jocelyn.

En pocos minutos, el  cuerpo de la monstruosa criatura estaba encima de la muchacha, quien respiraba con muchísima dificultad debido al “beso” que hasta ese instante se limitaba a tapar toda su boca y gran parte de su cara.

Con una destreza tal, como si hubiera repetido una escena así miles y miles de veces, la criatura acomodó el cuerpo de Jocelyn en el medio de la cama, extendiendo al máximo sus brazos y piernas.

Jocelyn pensó en lo peor. Y aterrada ante el inminente acto sexual, gritó… aunque su eco se perdió en la boca del monstruo.

Pero la imaginación de la chica fue insignificante, al lado de lo que le esperaba.

En el mismo instante que gritó, sintió que algo entraba por su boca y se instalaba como una cuña entre su dentadura, como si de la boca del monstruo hubieran surgido dos dedos óseos que no solo le impedían cerrar ahora su boca, sino que con la presión descomunal que ejercían sobre sus maxilares, sentía que le hacía extender demasiado la apertura, casi al borde de quedar dislocada su mandíbula.

La respiración de la joven iba en aumento. Cortas y rápidas eran sus tomas de aire y exhalaciones. Cada vez la frecuencia de estas era mayor. Hasta que dio un suspiro profundo, como si quedara suspendida en el tiempo por un minuto.

El monstruo habia introducido una lengua viscosa y cilíndrica, que en segundos había ocupado toda su cavidad bucal y alcanzaba a traspasar la campanilla.

Al primer roce interno profundo, la joven tuvo una arcada, y luego otra, y otra.

La lengua ya había llegado a la mitad de su garganta, y ahora, cada arcada venía acompañada por vómito de su estómago, que no era más que una merienda-cena que había tomado casi al finalizar su jornada laboral.

La lengua hizo una suerte de tapon y el líquido estomacal iba y venía entre el saco del estómago y la punta cilíndrica de la lengua de la bestia. Poco a poco, esa punta había atravesado todo el esófago y había alcanzado el píloro. Las arcadas se transformaron ahora en pequeñas convulsiones estomacales puesto que el líquido no tenía mucho lugar para salir, y porque la criatura había soltado a lo largo del canal alimentario una sustancia que insensibilizaba las paredes del conducto y evitaba dichas arcadas.

Jocelyn ya ni siquiera alcanzaba a llorar, puesto que el dolor de las arcadas la había dejado casi sin fuerzas para ello.

La sustancia que le permitió aminorar las arcadas, le había adormecido las paredes de boca, garganta y esófago. Quizás por eso no sintió tanto asco cuando la bestia comenzó a proferir unos ruidos guturales que pronto sintió era una suerte de vómito de él y que penetraba directamente en su estómago.

El líquido lanzado dentro de la ella, iba corriendo hacia el fondo todos los otros líquidos corporales del aparato digestivo. Y en poco tiempo, todo el tracto digestivo de la niña estuvo lleno por una sustancia verde clara, cremosa y extremadamente ácida.

El cuerpo de Jocelyn no aguantó la presión en sus intestinos y comenzó a cagar todo el contenido de su tracto digestivo y rectal.

Comida, ácidos estomacales, flora intestinal, bilis, proteínas y toda otra cosa que estaba entre el estómago y el colon fueron fácilmente barridos por la sustancia verde, que ahora estaba de punta a punta  en el aparato digestivo de la joven.

La colcha de la cama se fue llenando de heces, bilis, pequeñas formaciones intestinales y líquido sanguinolento.

Como resultado de esa enema descomunal, su ano era ahora una roseta abierta cubierta de suciedad marrón, y del cual recién en el último minuto, comenzaron a aflorar unos chorros del liquido verdoso, señal ineludible que ella había sido “limpiada” interiormente.

El vómito interno (o la lavativa) a la que el monstruo estaba sometiendo a Jocelyn cesó. La “lengua” del monstruo, comenzó a retraerse, dejando el píloro, contrayéndose lentamente en el esófago de la chica, luego en la boca de ésta, hasta que retornó por completo a su propia boca.

A diferencia de lo que Jocelyn esperaba, el alien introdujo ahora una especie de pequeña dentadura dentro de  la garganta de la chica y con un rápido golpe cortó todas sus cuerdas vocales, dejándola completamente muda. Luego de un solo dentellazo le cortó la lengua y para evitar que se desangre la cauterizó con una saliva que contenía un coagulante rápido.
El monstruo liberó la boca de la muchacha, que ya sin cuerdas vocales y sin su lengua (que acababa de ser ingerida por su atacante), no podía emitir sonido alguno.

La bestia se incorporó solamente un poco sobre el cuerpo dolorido de la chica, y cuando ésta pensó que finalmente se retiraría, sintió que su vagina era totalmente ocupada por un miembro de tamaño considerable.

La cabeza del miembro tenía dos pequeños agujeros. De cada uno de ellos, comenzó a salir una suerte de miembro muy delgado, como un tubo muy fino.
Los dos tubos tuvieron como objetivo el útero de la muchacha, y una vez dentro de éste, subieron por las trompas de Falopio (agrandándolas al triple de su tamaño normal), y se instalaron uno en casa ovario. El dolor llevaba a la muchacha casi al borde del desmayo.

Pronto supo que esa sería la última vez que “sentiría” sus ovarios.

Un líquido caliente salió de cada tubo, disolviendo a los miles de folículos contenidos en cada uno de estos órganos. Jocelyn sintio justamente eso. Que la estaban “derritiendo” por dentro. El dolor producido por la decarga del líquido fue reemplazado por otro en el que los ovarios comenzaban a contraerse. Y es que dentro de ella, los tubos se habían transformado en aspiradoras de todo el contenido y en menos de un minuto, de cada ovario quedaba solamente la membrana externa.

Los tubos se retrajeron dentro del miembro y mientras éste se retiraba de la vagina, otro miembro era introducido por el ano y pasando a través del recto se instalaba en el intestino.

En pocos segundos, Jocelyn pasó de creer que lo peor había pasado y que eso era una violación extraterreste, a comprender porqué el monstruo le había liberado la boca. Del miembro enterrado en su ano comenzó a fluir un líquido con el que le comenzaba llenarle nuevamente las entrañas; esta vez desplazando el líquido verde contrariamente a como había sido administrado.

Las tripas comenzaron a dolerle, producto de la presión de lo que ella creía que era una nueva lavativa. En cambio y sin saberlo, Jocelyn estaba recibiendo una gran descarga de semen extraterrestre que le inundaría desde los intestinos al estómago.

Como reaccion a la entrada interminable de líquido que fluía por sus entrañas, el líquido verde comenzó a subir por el esófago, y a salirle por la boca. Sin quererlo, la muchacha vomitaba el ácido verdoso en chorros suaves pero con el mismo caudal con el que le entraba el semen en el ano.

La cara de Jocelyn estaba recaída sobre un lado y ella misma podía ver el líquido que salía ahora de su boca.

Esta vez, la bestia tardó un rato más que antes en “llenarla”, hasta que el color verde comenzó a aclararse y a verse cada vez más blancuzco.
La muchacha todavía pensaba qué era todo aquello que la bestia le estaba haciendo.
Cuando notó que el líquido que vomitaba ya era totalmente blanco, no tuvo dudas que esa sería la forma en cómo estas criaturas preñaban a hembras de otra especie.

Jocelyn no tenía fuerzas para moverse. Desde hacía unos minutos, su cuerpo solamente podía sentir dolor, pero su cabeza no controlaban sus músculos, que estaban como adormecidos.

Recordó que cuando la criatura le empezó a llenar su culo, sus piernas de aflojaron, y luego poco a poco el resto del cuerpo. Ahora estaba además de muda, inmóvil.

El monstruo levantó y flexionó las piernas de la chica, volvió a acercar su cara a la se ella y casi de la misma forma como con la cual empezó, abrió la boca e introdujo su tubo tipo lengua que nuevamente llegó al estómago.

Jocelyn sintió solamente tres grandes chorros que ingresaban a su estómago y veía que con cada descarga el monstruo emitía un sonido de satisfacción. Retiró el tubo de su boca y se incorporo sobre ella, sosteniendo las tan flexionadas piernas de ella, que el ano quedaba ahora bien expuesto.

Comenzó a sentir que algo se movía en su interior. Primero como que el líquido blanco era absorbido por algo en su estómago. Luego, sintió como si media docena de pequeñas criaturas la estuvieran recorriendo por dentro, arañando cada parte de intestino, buscando la salida.

Allí supo que estaba a punto de parir 8 extraterrestres que habían sido gestados a partir de sus folículos reprocesados en el cuerpo del monstruo y reinsertados en el suyo. El líquido blanco que ella creyó que era semen, no era otra cosa que una suerte de leche materna que alimentaba  lo que ahora le desgarraba sus tripas. El dolor, siguó bajando y profundizándose.

Las criaturas iban creciendo en tramaño y fuerza y ahora estaban a punto de destrozar el tracto intestinal. De repente, sintió su recto ensancharse y comprendió que iba a comenzar a parir por el culo a cada uno de estos monstruos.

El ano comenzó a dilatarse de a poco, 5, 8, 10 cm  … y llegó hasta los 15 de dilatación cuando apareció la cabeza de la primera criatura. Esta salió rápidamente, lo que le produjo un momentáneo alivio, que fue reemplazado por otra dolorosa parición.

Así en el término de un par de horas, Jocelyn había sido preñada y había parido a 8 horrendas criaturas que se instalaron en una bolsa marsupial del monstruo (igual a la de los canguros).

Jocelyn comenzó a toser, escupiendo sangre que le provenía de su estómago y que era el producto del destrozo hecho por las criaturas en su búsqueda de un canal para nacer. La hemorragia interna tambien le salía por su ano, que ya desgarrado no podía contener absolutamente nada.

Por suerte para ella, el monstruo decidió terminar con su vida. Nuevamente le abrió la boca, pero esta vez para incrustar su dentadura por entre su paladar y acceder así al cerebro. En minutos, le succionó todo el cerebro y acabó con la vida de la hermosa morocha.

(7,33)