Nuevos relatos publicados: 9

Las obesas follamos más

  • 2
  • 3.326
  • 9,25 (4 Val.)
  • 1

Que soy una mujer obesa
dicen con mala intención;
pero no presto atención, 
pues eso a mí no me pesa. 
Siempre que un hombre me besa, 
es porque yo se lo pido, 
después retoza en mi nido. 
Mi cama queda deshecha, 
cuando un par de polvos me echa:
¡ay, si es que hay tanto salido...!

Son dos columnas mis piernas, 
fuertes y bien esculpidas;
mis tetas grandes, subidas, 
de carnes fofas y tiernas, 
como de venus eternas;
mi culo prieto y redondo:
penetra, verás que es hondo;
de niña la cara tengo;
mi coño, ya te prevengo, 
sin vello, mondo y lirondo.

En la playa, en bañador, 
ay, que sólo es de una pieza, 
que casi hasta la cabeza
me cubre, un tío seductor
se acercó y dijo: "Hola, amor";
dije: "Hola, ¿quieres mi toalla, 
quieres algo mio, canalla?;
"Quiero tu cuerpo desnudo, 
sólo pensarlo mi nudo
en mi pantalón estalla".

Fuímos juntos al vestuario, 
burlando la vigilancia;
era un hombre con prestancia, 
pronto se tornó ordinario, 
vulgar como un telediario, 
y me desnudó sobándome, 
y me penetró besándome:
"Ough, ough, ough", yo oía su resuello, 
lamia mi oreja y mi cuello:
"¡Ay, amor, qué bien estás dándome!".

Cuando ya se iba a correr:
"Cielo, ah-hazlo fue-ra", jadeé;
dijo: "En tu culo", y acepté. 
Me volteé; venga, a meter,
hasta hacerme estremecer. 
Me horadó con gran pasión;
que hasta grité "¡Ay, cipotón!":
dentro fuera dentro fuera, 
y más, mucho más quisiera:
¡mi ano!, su eyaculación.

Hay algo que se ha de explicar:
más follamos las obesas
que las remilgadas esas
que tanta dieta y entrenar, 
y tanto de sí cuidar, 
no se enteran que sus figuras 
nunca serán esculturas:
el tiempo las estropea:
ahora eres guapa, ahora, fea. 
¡Folla y vive, no hay ataduras!

¡Ay de mí, ay fatalidad!, 
a un hombre he enamorado, 
uno que ayer me he follado;
quiere quedar, ¡qué crueldad!, 
¡y quiere formalidad! 
Le hice tan buena mamada, 
que hasta yo quedé extrañada:
tanto semen expulsó, 
tanta dureza y duró... 
Le diré que estoy casada. 

Ya mismo termina el poema;
ocho estrofas, ni una pena:
acabará en la novena. 
No digas que cambio el tema, 
que esto no es ningun teorema, 
que es sólo una historia gruesa
de una fémina algo obesa. 
De la letra un alma nace, 
al cabo un fantasma se hace; 
quizá te la ponga tiesa...

Tu excitación es la mía, 
y creo que ya me estás viendo;
mi vestido está cayendo:
destapo mi lozanía;
mi aliento en tu cercanía, 
en tu regazo sentada, 
de tu amor necesitada;
mis tetas frente a tu boca, 
"saboréalas, ven, te toca";
después seré yo follada.

(9,25)