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Mi hermano, mi amante

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El mensaje que recibí en [email protected], decía:

‘Hola, Me llamo Gabriela, soy murciana, mido un metro sesenta y cuatro. Tengo 22 años, estoy rellenita, tengo el cabello negro y largo, mis ojos son color café, mis tetas son grandes, lo mismo que mi culo y mis caderas son anchas y dicen que soy guapa, aunque yo me veo resultona. Hace mucho tiempo que me toco leyendo relatos eróticos. Un día descubrí los suyos, me engancharon, los leí casi todos y decidí destrozar uno de ellos. Aun así espero que le guste.’

**************************

Había tenido a mi hijo Tinín hacía un mes. Ya anocheciera y estaba en mi cama, con el bebé durmiendo en la cuna. Estaba dispuesta a leer un relato suyo, Carolina, para ser más precisa. Llegó mi hermano Tony (Antonio) a mi habitación, y me preguntó.

-¿Qué haces, Gabri?

-Nada.

Se metió en cama y leyó en la PC:

-Todo empezó a las diez de la noche. Carolina era una joven de 20 años, alta, morena y delgada. Llevaba puesto un pijama de seda. Estaba sentada en un sillón de su casa dándole el pecho a su bebé. Llegó su suegro, un cincuentón, moreno y espigado. Venía algo contento. Miró para sus grandes tetas y para la leche que caía de la comisura de los labios de Tinín...

Mi hermano (así nos llamábamos aunque era mi hermano de leche), paró de leer, y me preguntó:

-¿Te ibas a masturbar leyendo este relato?

Mentí.

-No, leía para pasar el rato.

-Nunca supiste mentir, Gabri.

Me puse altiva.

-¿Y si iba a masturbarme, qué?

-Nada, pero nos podríamos masturbar juntos. El viejo y nuestra madre están en el balneario y tu marido no volverá de Nueva York hasta la semana que viene.

-Eso todo ya lo sabía, pero no me veo tocándome contigo al lado.

-Ya, somos hermanos de leche y bla, bla, bla. ¿Qué daño nos va a hacer tocarnos uno al lado del otro? Anda, sigue leyendo, yo cierro los ojos y no te miro mientras te haces un dedo, hermanita.

No me disgustaba la dea, pero le dije:

-Estás loco.

-Todos estamos un poquito locos.

Aquella noche llevaba puestos unos vaqueros y una blusa blanca. Yo no había provocado a mi hermano, así que le dije:

-Vuelve a tu habitación, Tony.

-Vuelvo, pero cuando regrese tu marido le diré que te haces dedos pensando en tu suegro.

Me violentó.

-¡Sabes qué eso no es verdad!

-Yo sí, lo sé, pero tu marido no lo sabe.

Me enojé, y le dije:

-¡Eso se llama chantaje!

-Eso se llama saber aprovechar la oportunidad.

Tenía la cara dura cómo un zapato...

-Está bien, leeré, pero no me voy a tocar.

-Tendré que conformarme.

Tony, que vestía unos vaqueros y una camisa azul, tiene dos años menos que yo, y es un figurín, moreno y muy guapo, se echó boca arriba en la cama y puso la mano encima del paquete. Yo, leí:

-Miró para sus grandes tetas y para la leche que salía por la comisura de los labios de su nieto... ¡Qué suerte tienen algunos! Exclamó Antonio... ¡Papá!, lo reprendió Carolina... Antonio se sentó al lado de Carolina. No paraba de mirarle para las tetas. Carolina sabía que la esposa de Antonio había muerto dos años atrás y que su suegro llevaba dos años sin mojar ya que no pagaba por sexo, pero él no era así, tenía que ser por lo que había bebido... ¿Me está mirando para las tetas, papá?, le preguntó... No, las tienes preciosas pero estoy mirando para mi nieto... Encima sarcasmo, dijo ella.... Joder, hija. ¿Qué culpa tengo yo de que tengas unas tetas tan apetitosas?

Tony sacó la polla, una polla gorda y larga y comenzó a masturbarse. Vi aquella preciosidad y me cayeron las babas. Salté un trozo de relato, para seguir leyendo:

-Antonio apagó la luz y puso el video de Kong. Unos minutos más tarde, Carolina vio un bulto en el pijama de su suegro. Su perfume y el recuerdo de sus tetas lo habían excitado. Se empezó a poner cachonda. Se acurrucó al lado de su suegro, que le rozó el cabello con un dedo, y le dijo: Eres hermosa cómo una diosa... ¡Papá! Que estamos solos y juntitos en una cama, llevo dos meses sin nada y hace falta poco para excitarme. Carolina miró para el bulto de su suegro con descaro, el la vio, y le preguntó: ¿Si te pregunto una cosa no te enfadas?... No, dispare... ¿Me dejas probar la leche de tus tetas?

Mi hermano estaba empalmado cómo un caballo, me miró y me preguntó:

-¿Me dejas mamarte las tetas, hermanita?

Con ganas de decirle que me sacara toda la leche que quisiera, y de mamársela, le dije:

-¡Nooo!

Seguí leyendo y mirando de reojo cómo la piel de la cabeza de la verga de mi hermano bajaba y subía y cómo se le hinchaban las pelotas.

-¿Le quieres robar la leche a tu nieto?, le preguntó ella. Tienes mucha, le respondió él. Se quedó pensativa... Vale, mama, pero solo un poquito.

Mi hermano vio que mis tetas estaban mojando de leche la blusa y volvió al ataque.

-¿Me dejas mamártelas un poquito?

Ya podía abalanzarse sobre mí y empezar a mamar de una puñetera vez y dejarse de hacer preguntas, tuve que volver a decir:

-¡Nooo!

El chulito se quitó la camisa, los vaqueros y los calzoncillos y vi su cuerpo de gimnasio. ¡Qué bueno estaba! El coño me empezó a picar, le dije:

-Te machacas bien en el gimnasio.

Tocándose de nuevo, me dijo:

-Y en casa, en casa también la machaco.

Hice cómo que no oyera lo que había dicho. Seguí leyendo.

-Carolina se quitó la chaqueta del pijama y sus grandes tetas con areolas rosadas y grandes pezones quedaron al descubierto -mi hermano se incorporó e hizo saltar por los aires los botones de la blusa tirando con las dos manos y mis y tetas, al no llevar sujetador, quedaron cómo las de Carolina. No le dije nada. Sin tiempo no era. Seguí leyendo-. Antonio, comenzó a mamarlas -mi hermano me mamó las tetas-. Su boca se comenzó a llenar de leche calentita y dulce que golosamente saboreaba. Carolina estaba muy mojada. Sacó con su mano los 18 centímetros de la polla de Antonio y comenzó a masturbarlo. Antonio dejo de mamarle las tetas, y caliente cómo un perro llevó la cabeza de Carolina hasta su polla -mi hermano me cogió la cabeza y me la llevó a su polla-. Ya no aguanté más. Cerré la PC, metí aquella delicia en la boca, y con una docena de mamadas Tony se corrió en mi boca. ¡Qué rica estaba! Al acabar de tragar su leche, me echó hacia atrás y me quitó los vaqueros y las bragas, todo de un tirón. Mi coño, al que le crecieran los pelos desde que me lo afeitara para parir, estaba encharcado. Lamió, saboreó, y me dijo:

-Está muy rico, es el más rico que como.

Supe que no era el primero que comía en el momento el que su boca chupó con dulzura mi clítoris que ya sobresalía del capuchón. Mi hermano sabía que los mejores guisos se hacen a fuego lento, así que, lentamente, me lamió uno de los labios, después el otro, me metió la lengua en la vagina incontables veces, y al sacarla lamía de nuevo los labios y lamía de abajo arriba el clítoris. Su dedo pulgar acariciaba mi ano haciendo círculos y yo, lentamente, fui llegando. Le puse las manos en la cabeza y moví la pelvis de abajo arriba para que lo supiese, mi respiración se aceleró y mi hermano supo que me iba a correr. Me metió el dedo dentro del culo y apretó su lengua sobre mi clítoris, yo moví mis caderas alrededor y me derretí en su boca cómo un helado se derrite en un horno. Soy de las que al correrse no gimen como locas. Yo trato de hacer el menor ruido posible al correrme, pero también soy de las que echan muchos jugos al correrse. Ese día me corrí cómo un río y mi hermano se cansó de tragar.

Tony, con voz cariñosa, mientras me reponía, me dijo:

-Llevo desde los quince años matándome a pajas mientras pienso en ti. Pero jamás imaginé que fuera tan delicioso el sabor de los jugos de tu corrida.

-¿A qué te supieron?

-A gloria bendita.

Me sentía halagada, le pregunté:

-¿Y qué piensas que hacemos cuando te tocas?

-Tengo una idea que se repite en mi mente mientras me masturbo. Estamos tú y yo sentados en esta cama, con las piernas cruzadas, frente a frente. Yo miro cómo te masturbas tú y tú miras cómo me masturbo yo y nos acabamos corriendo juntos.

-¿Me estás pidiendo que me masturbe mientras me miras?

-Sí, y masturbarme viendo cómo lo haces.

Me gustó la idea. Nunca había hecho una cosa así, pero le dije:

-Eres muy raro, hermano, todos los hombres que conocí pensaban en lo mismo, en meter.

-Y yo también, pero lo de masturbarnos junto es una fantasía. ¿Lo hacemos?

Mi cuerpo me pedía marcha, así que le respondí:

-Vale, te voy a cumplir el capricho, pero después te vuelves a tu habitación que estoy jugando con fuego y puedo acabar quemada. ¿Vale?

-Vale, hermanita, vale.

Me senté en la cama, crucé las piernas y comencé a tocarme. Ya estaba muy mojada y mis dedos entraban y salían de mi coño produciéndome gran placer. Tony miraba para mi coño peludo y para mis tetas con areola negras abultadas hacia fuera y veía cómo de mis pezones salía leche en abundancia debido a la excitación de tocarme mientras me miraba mi hermano, de ver su mano bajando y subiendo por su polla mojada, de ver su cara de deseo... Ganas me dieron de mamársela de nuevo, de que me penetrara, de comerlo a besos. Lo deseaba cómo nunca antes había deseado a nadie... Pero así estuvimos unos diez minutos, mirándonos. Cuando sentí que me iba a correr, le pregunté:

-¿Preparado?

-Sí.

Metí y saque con rapidez los dedos de mi coño. Mi hermanastro movió la mano de abajo arriba y de arriba a abajo con su verga bien apretada. Cada vez la mano se movía con más rapidez, hasta que después de un gemido, de su meato salió un chorro de leche que impactó con uno de mis pies, después salieron dos chorros más pequeños, y el resto bajó hasta donde su mano cogía la verga. Yo sentí el hormigueo en los pies, la explosión y viendo los ojos semi cerrados de Tony, tuve un orgasmo espectacular.

Al acabar de correrme, me preguntó:

-¿Me dejas lamer los restos de tu corrida?

-¿Quieres lamerme el coño empapado con los jugos de mi corrida?

-Quiero.

-Lame, pero acaba pronto que si no acabas pronto me voy a poner malita de nuevo.

Mi hermano hizo que me echara hacia atrás y me lamió el coño. Sintiendo su lengua lamer mi coño y mi clítoris, que estaba fuera de la capucha, me puse perra otra vez. Le cogí la cabeza con las dos manos y acabé llevándosela hasta mis tetas. Las mamó... A cada mamada me besaba y bebíamos juntos la leche. En nada estaba súper excitada. Mi hermano, con la verga tiesa. Me la metió. Me asusté y le dije:

-¡Cuando te corras no lo hagas dentro!

-No lo haré, sirenita, no te preocupes.

-Me gusta que me llames sirenita.

Le di la vuelta y me puse encima de él. Lo follé lentamente... Llevaba desde tres meses antes de parir sin follar y su verga estaba haciendo maravillas dentro de mi coño. De nuevo sentí que me iba a correr. Le dije:

-¡Me voy a correr! ¡¡No te corras!!

Mis tetas comenzaron a chorrear leche. Al correrme, de mi coño salió un torrente de jugos que bañaron la polla de mi hermano. Las contracciones eran tan fuertes que al cerrarse mi coño estrangulaba su verga. La sentí latir dentro de mí. Su leche calentita llenó mi coño. El placer de mi orgasmo se hizo tan grande que por primera vez en mi vida grité de placer. Al volver la calma, me di de cuenta que probablemente quedara preñada. Abofeteé a mi hermano. Le di con ganas.

-¡Hijo de mala madre!

Al pegarle, me excité y en vez de descabalgar lo seguí follando. El muy cabrón aún tuvo la cara de decir:

-Métela en el culo, así si me corro otra vez no hay riesgo de que te quedes preñada.

Lo volví a abofetear. Me ponía tanto darle, que creo que solo pegándole y con su polla dentro de mi coño, sin moverme, ya me correría.

-¡A tu madre se la vas a meter en culo!

No sé por qué, bueno, sí lo sé, tuve curiosidad por saber lo que se sentía con una verga dentro de mi culo. Para que no me tomara por una viciosa, le dije:

-Dime que eres maricón y la meto en el culo.

Mintió cómo un cabrón.

-Soy maricón.

La saqué del coño y, mojadita, la puse en la entrada del ojete.

-Pídeme por favor que la meta.

Mi hermano, suplicaba.

-Por favor, hermanita, métela.

Froté el glande mojado contra el ojete y me hice de rogar aún más.

-¿Quién es la mujer que te trae loquito?

-Tú, hermanita, tú.

Empujé con el culo y metí el cabezón de la verga. Debió ser por estar tan excitada, que no me dolió, lo que hizo fue llenarme. La seguí metiendo hasta tenerla toda dentro. Era como si hubiera metido un supositorio gigante en el culo. Mis tetas no paraban de echar leche, esta vez era porque Tony no dejaba de amasarlas y porque las tenía tan llenas que echaban por fuera, lo que hacía que sus manos estuviesen pringadas de leche y los masajes fuesen deliciosamente sensuales.

Metiendo y sacando sentí cómo mi hermano me llenó el culo de leche. Se moría por comer mis tetas. Trataba de incorporarse y mamar, pero le ponía las manos sobre el pecho y no le dejaba, lo tenía castigado. Se corrió sin alcanzar su objetivo. Al acabar de correrse, me dijo:

-Mala.

-No haberte corrido dentro de mi coño. Ahora estás castigado sin teta.

-Podías haber dejado que te besara.

-A ti en mi vida te daré un beso en la boca. Jamás conocerás el sabor de mis labios.

Me hacía la dura. Lo malo fue que tenía unas ganas locas de correrme y por el culo me gustaba, pero así no me iba a correr... O la sacaba y me masturbaba o la metía en el coño y me arriesgaba a que me llenase de nuevo el coño de leche. La saqué y me iba a arriesgar. Eran muchas las ganas que tenía. Entonces fue cuando Tony me agarró las nalgas, y me dijo:

-Córrete en mi boca, hermanita.

En eso no pensara. Mi marido nunca me lo había pedido. Le levanté el castigo. Le di las tetas a mamar... Casi me corro. Después le puse el coño en la boca, moví mi pelvis de atrás hacia delante y de delante hacia atrás, y no tardé en llenársela con mis jugos. Mi hermano era un goloso. Le debían saber tan bien mis jugos cómo decía ya que tragando gemía más que cuando se corría. Acabé de correrme, y quedé con ganas de más. Baje mi coño a la altura de su verga, me senté sobre ella y lo follé, despacito, más aprisa, despacio de nuevo y a toda mecha después... Mi culo subía y bajaba, se movía alrededor... Lo follé bien follado.

Esta vez, pasado un tiempo, me avisó.

-Me voy a correr, hermanita.

Demasiado tarde, yo ya me estaba corriendo. Volví a sentir la leche calentita de mi hermano dentro de mi coño. Nos corrimos juntos. Tanto temblaba yo cómo él. Le di mi boca y nos fundimos en un beso tan apasionado que cuando mi placer alcanzó su gradó máximo, le mordí el labio inferior y le hice sangre. Mi hermano me dio la vuelta, se puso encima, y sin dejar que se le bajase la verga me folló con tanta intensidad que al rato me corrí de nuevo. Esta vez al comenzar a correrme abrí los ojos y no veía nada. ¡Qué iba a ver! Mi hermano me había dejado los ojos en blanco.

No quedé preñada, Tony tiene no sé qué en los espermatozoides. Para mí, cojonudo Tengo dos vergas a mi disposición. Ahora estoy pensando en hacer un trío con mi esposo y mi hermano. Se me hace la boca agua de pensar que voy a tener dos vergas dentro de mí. Mi marido quiere hacerlo con otra chica, pero por algo se empieza.

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Espero que le gustara lo que he escrito. A mí lo que me gustaría es que hiciera un viaje a Murcia. ¿Se imagina para qué?

Le mando una foto.

Saludos, Gabriela.

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