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‘Eso’, mi dulce tormento con el marido de mi hermana (II)

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El martes, Álvaro me violó repetidas veces. Nada más despertar me ordenó a gritos ir hasta su cama. Apenas si podía tenerme en pie, pero era mi marido y le debía respeto. Estaba empalmado y su orden fue servirle de váter pues quería orinar. Meó en mi boca y tuve que beber esa lluvia entre arcadas. "Eso" procedió a copular mi boquete nada mas haber acabado de mear. Me dolía horrores y aguanté como pude hasta que vomitó su esperma dentro. "Esto de venirme en el culo de mi puta me encanta", decía complacido en mi dolor. Le preparé el desayuno y me obligó a comer en el suelo, como una perra, a cuatro patas y tomando la comida solo con la boca. Perdí peso pero engrosé en caderas. Sentía cómo al amarre de "eso" se enanchaban y tornaba en afeminamiento delicioso. Estaba dando cuerpo de chica y no era para menos con las empaladas brutales y las palizas que cada vez aumentaban en dureza.

Mi marido tuvo la genial idea de someterme a media hora de bofetadas. Fue terrible y acabé con sangre en la boca. Álvaro trajo su cinturón y me dio de latigazos por todo el cuerpo cuidándose de no dejar marcas visibles. Los cardenales estaban escondidos bajo la ropa. Me ató de manos y se cebó por todos lados. Sufría y lloraba pero acababa botando como una perra, con placer en ese dolor y humillación sufridas.

"Eso" se encargaba de borrar el dolor al entrar en mis entrañas y embarazarme una vez más.

Me las apañaba como podía para no faltar a clases pero en cuanto las terminaba, corría a representar mi rol de esposa sufrida pero feliz. Álvaro se las sabía todas y sabía que mis padres no regresaban nunca hasta pasadas las nueve de la noche. Si comía algo, lo dejaba tirado todo por la cocina, la mesa, el salón para que yo hiciera las veces de doméstica. Nada mas llegar a casa me poseía. El agobio me suponía un estado febril mezcla de odio y adoración hacia ese ser que nada más acabar de golpearme, me brindaba la pasión que una hembra necesita para sentirse útil.

El miércoles falté nuevamente pues era nuestro último día a solas. Tendría que esperar cuatro largos días de abstinencia para volver a ser su querida muñeca hinchable. Nada más escuchar que mis padres cerraban la puerta yo ya sabía bien lo que hacer.

Álvaro como de costumbre se despertaba con urgencias sexuales y su perrita a un costado de la cama esperaba impaciente la dosis de orina, que al final me encantó y que he hecho parte de mi dieta diaria. Mi marido despertó y al verme dispuesta me tiró del cabello y me agitó fuertemente dándome golpes contra el somier acolchado. Se incorporó y sus puntapiés fueron a parar en mi vientre y en el culo pues tuve la original idea de ceñirme unas braguitas de Carla para serle más notoria y sexy. No le gustó que usara la lencería de su reina y acabó dándome tremenda azotaina hasta que volvieron a aparecer los cardenales en mi espalda, pecho, vientre y piernas. "Eso" agarró grosor y Álvaro, el dueño de la bestia genital me tomó de golpe y en seco haciéndome dar alaridos de dolor. Mis gritos lo cabrearon y cogiendo las bragas que me había quitado me las metió en la boca y me la tapó con su grosera mano, también me tapó la nariz y sentí el dulce sueño de la asfixia. El asta estaba internada en mi recto dando sablazos bruscos, mi límite se agotaba y me soltó. Pude sacarme la braga de la boca y tomar ese aire que siempre me pasó desapercibido. Estaba amoratado y a punto de perder el sentido.

Empecé a llorar y al acomodar mis pies para aguantar las embestidas pisé algo espeso. En ese lapso mínimo de pérdida de consciencia había tenido un orgasmo. De mi clítoris colgaba un hilillo de semen, fruto de la bestialidad de mi marido.

Álvaro me la sacó de golpe y forzándome a inclinarme ante él me dio de pollazos en la cara, lanzó lapos de espesa saliva en mis ojos y me restregó "eso" por ellos. Me ardía el culo. Entonces agarró su cinturón y me lo colocó cual collar y cadena al cuello, la hebilla es gruesa y me hizo un poco de daño. Tiró de ella y me obligó a caminar a cuatro patas por toda la casa, mostrándomela como si fuese nueva para mi. Uso maneras muy infantiles para hacerme ver lo tonta que era. "Ésta es la cocina -decía-, mírala bien, co-ci-na. Éste es el salón perra estúpida, sa-lón. A ver, repite conmigo, -saaaa- y yo -sa-, eso, ahora -lóóón- y yo -lón- Muy bien putita, ves?, no eres tan tonta como pensé. Ven, ahora te voy a mostrar lo que tu Dueño te va a hacer y que te va a gustar muchííísiiimooo...

Me sentía tan humillada que quise acabar con todo, pensé en largarme y desaparecer, en contar todo a mi familia y largarlo a él, en ir a la policía y denunciarlo, pero no podía ni siquiera odiarlo. Estaba enamoradísima de Álvaro, además, él me hizo mujer. Cómo ser tan malagradecida y perderme el gozo de su pasión?

Me llevó hasta el cuarto de baño. -Mira bien hija de puta, esto se llama baño, aquí -dijo señalando el váter- meamos y cagamos la gente, las perras como tú están para limpiar donde nosotros nos sentamos y si ves, está sucio. Con tu lengua vas a limpiar el váter para yo poder cagar mientras tú me ordeñas la verga, por cierto perra, te has cepillado ya los dientes? A mi respuesta negativa me lanzó tal bofetada que sentí el sabor de mi propia sangre, tuve que tragarla pero otra bofetada me cayó y desestabilizado me volqué al suelo. Entonces sus patadas fueron violentas y una me llegó a los testículos. Me retorcí y hecho una bola humana aguanté la tunda como buena esposa. Al incorporarme metió mi cabeza en el váter y me obligó a lamerlo y limpiarlo. Lamí el borde circular, aquel que baja y soltando la palanca echó agua y me obligó a beber de ella. -Ves? esto es otra cosa, buena perra. Ahora te cepillas los dientes y me haces una buena mamada que hoy no te quiero dejar preñada, harta debes estar de ser inseminada por un macho de verdad, hoy te vas a beber toda mi producción, y éste -dijo agarrado a sus huevos- va a ser tu alimento en todo el día. Ve y cepíllate zorra que esa boca huele a lo que voy a hacer aquí sentado.

Se sentó impasible y yo tomé mi cepillo para colocar el dentífrico pero mi marido me lo pidió. Se lo entregué y se lo restregó por el culo, lo metió en el agua del váter y me lo devolvió. Ahora sí podía cepillarme.

Jamás pensé caer tan bajo y estar tan feliz. La humillación, el maltrato, el dolor, mis lágrimas, el placer de ser mujer y ser sodomizada por aquel que amaba locamente. Era eso, seguro, me volví loca y no coordinaba nada. Lo amo, amo a mi violador. Y lo miraba por el espejo, él cagando tan plácidamente y yo amándolo a través del reflejo que me brindaba una figura viril, tan él, tan hermoso, es lindo, estoy enamorada, lo amo, qué placer saberme suya y disfrutar de su sexo, de "eso" tan rico y grande, de embarazarme con su esperma. Acaso mi hermana Carla gozaba igual que yo de nuestro marido?

Qué más me iba a hacer, qué suciedad tenía en mente para complacerme? Acabé de cepillarme y me arrodillé. Le lamí los pies descalzos metí mi lengua en cada comisura de sus dedos, lo adoré y besé sus fornidas piernas, subí, y llegué a su hombría que estaba dentro de la taza. Se apresuró a sacarla y me la ofreció.

Al engullir el falo no sé por qué me dieron arcadas. Intenté mantener la compostura y continuar en mi obligación. Chupé, lamí y mamé "eso". Me la metí hasta la garganta pero no pude continuar ni contener el vómito. Vomité encima de él. Y fue cuando realmente tomé consciencia del peligro que tenía en ese juego. Álvaro bien me podía hacer algo grave. Acaso debía cortar con ello y encararme a él o a mi hermana y confesar y armar un despelote en la pareja, que Carla se separara de un maltratador, de un enfermo, yo desaparecer, contárselo a mis padres, que me amarré con mi cuñado y que ahora me viola y me maltrata consentidamente? Nadie en su sano juicio me iba a dar la razón, yo me presté a ese juego, fui yo quien le suplicó ser vejada, humillada, ser su mujer.

Álvaro al ver el estropicio que le causé y mi miedo a su brutal reacción se incorporó pues había acabado de hacer lo suyo, se limpió el culo, echó agua y por primera vez actuó como un amante lujurioso. No le importó que estuviera toda pringada de pota por cara y pecho. Me agarró de la barbilla, se inclinó y me dio un beso que a día de hoy lo recuerdo al detalle. Al acabar de hurgar mi cavidad bucal y de hacerme una limpieza de encías con su lengua, me levantó la cara, nos miramos a los ojos y me dijo "TE AMO, MARICÓN". Inmediatamente se cogió "eso" y se masturbó en mi cara. Se pellizcó los pezones, me acarició la cabeza tiernamente, continuó pelando a "eso" y expulsó tal cantidad de dulce de leche que me llenó la boca con ella. Entre espasmos me ordenó que no la tragara aún y acaté su deseo, recibí todo el semen con la lengua afuera cual platillo redondeada en el centro para que no cayera ni una sola gota de tan preciado líquido. Mi marido se estrujó bien la verga y la gotita que quedó en la abertura del glande la recogí con la punta de la lengua.

-No te la tragues aún, amor -dijo con una voz erotizante y delicada- Me sentí dichosa y mi felicidad era tal que no me dolía nada. Álvaro, mi amado marido salió del cuarto de baño pero regresó al momento con una copa.

Continuará...

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