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Viernes, 19 de julio de 2019
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Tiempo de lectura: 9 minutos

A modo de disculpa:

Mis lectores me van a disculpar por no haber continuado con mis historias, llegaron las vacaciones de los demás y mi trabajo fue en aumento. He tenido mucho tiempo para hacer muchas cosas, pero sentarme a escribir es lo que menos he podido hacer, ya que mi trabajo es de mucho escritorio y necesitaba mover el culo. No es que lo haya resuelto todo, pero ahora en agosto voy a comenzar mis vacaciones y usaré menos el escritorio, pero no me olvidaré del iPad y alguna cosilla dejaré caer.

**********

No parecía que iba a ocurrir nada este día, porque no disponía de todo el viernes para liberarme. Justo una de las personas que se fueron de vacaciones es mi secretaria. Se iba con una sonrisa de lado a lado que daba envidia, pero ella lo hacía en plan burla, para demostrarme que sin ella yo no puedo con todo.

Lo que no podía imaginar ella es que una mañana de los últimos días de junio se pasó por la oficina su hermanito, que está estudiando en la Universidad no sé qué, que no es lo que importa, y lo saludé diciéndole:

— No te vayas sin pasar por mi despacho. Está ahí, ¿lo ves?

— Pensaba ir a saludarlo, señor.

— Qué señor y que mierdas, si solo nos llevamos un quinquenio o poco más; a mí me tuteas, que tu hermana ya me dice muchos «usted».

— Vale, vale, gracias.

— Allí te espero yo, mientras me entretengo trabajando.

El tal hermano de mi secretaria Jovita, se llama Justin, incluso sé que familiarmente lo llaman Justin con pronunciación inglesa. Cosas de las modas que uno no sabe cómo se van colando e imponiendo. En este caso lo que averigüé es que lleva este nombre por el tal Justin Bieber El muchacho hermano de mi secretaria Jovita incluso se llama Justin Drew para mayor pecado y luego le sigue un Martínez que lo caga todo, por lo que firma Justin Drew M. El chaval nació cuando el tal Bieber era un muchachito graciosillo.

Pasadas las doce del mediodía se presentó llamando previamente la puerta y le invité a sentarse frente a mí. Conversamos sobre lo que pensaba hacer en verano y me dejó caer que buscaría un trabajo para ganarse unas cucas que no le irían mal. Fue entonces cuando le ofrecí sustituir a su hermana en la secretaría de mi despacho. Aceptó y le dije:

— A tu hermana no le importa nada. Sé que se va a Alemania de vacaciones, no le estropees su descanso, que no esté pendiente de ti y de tu trabajo. El primero de julio, no viene ya, presente y veremos los papeles y todo lo que hermana me dejará sobre la mesa.

— Gracias, no me esperaba yo…

— Yo tampoco, si no te veo, pero no te arrepentirás.

Ese día se fue muy contento y a los tres días su hermana viajó temprano. Justina con sus padres la acompañaron al aeropuerto donde se juntó con el grupo, según me contó Justin. Cuando se regresaban les contó que a las 8:30 tenía que comenzar. Les informó de todo y a las 8:30 llegábamos los dos a la vez.

El trabajo no estuvo demasiado cargado, pero nos tenía a los dos sobrecargados la primera quincena de julio, pero yo pude disfrutar de mi día libre los viernes gracias a Justin. La segunda quincena de julio ya habíamos coordinado nuestro trabajo y me iba con Justin mejor que con su hermana. Pude tener igualmente mi día libre porque Justin se iba a quedar como lo había hecho en los viernes anteriores. Pasé a mirar si había algo urgente como es mi costumbre y, como no tenía plan, me senté frente a Justin. Me miró, sonrió, sonreí y le dije:

— Hoy ya no trabajas más; te invito a comer y antes a un baño en la playa.

— ¿Podremos pasar por mi casa?

— No hay problema, pero si señor avisar, levanta el teléfono.

— No, es porque cogería un bañador.

— Hay varias alternativas: una, pasamos por tu casa y recoges un bañador; dos, compramos uno en alguna tienda cerca de la playa; y tres, vamos a una playa nudista y no nos hace falta.

— Ah, la tercera, así no nos entretenemos.

— Perfecto; en esta mochila que he recogido tengo todo lo necesario, agua, protector solar, bronceador y pareos para tumbarnos sobre la arena.

Salimos, paramos en un bar de carretera, comimos un rico desayuno para comer más tarde y continuamos, no sin comprar dos gorras.

Llegamos a la playa y en el estacionamiento nos desasimos de la ropa y nos envolvimos con sendos pareos. Las gorras nos quedaban bien. Justin me sacó del hombro la mochila y se la cargó él. Aunque no pesaba nada no dejaba de ser un detalle. En la playa extendimos los dos pareos sobre la arena y nos embadurnamos de cremas de todo tipo, nos ayudamos uno al otro.

— Janpaul, ¡qué buena tranca usas!

— La tuya no está mal, Justin.

— ¿Puedo…, puedo poner protector a tu polla?

— Por supuesto que sí, te lo agradezco.

— Mi hermana me dice que eres gay…

— La gente dice de todo lo que nada les importa.

— ¿No es verdad?

— Ese no es el asunto, Justin; el asunto es que no debieran hablar de los demás sin necesidad de hacerlo.

— Eso es verdad, pero yo quiero decirte que me parece bueno que nos hayamos juntado dos…

— ¿Dos qué, Justin?

— Dos gays.

— No, Justin, no; no nos hemos juntado dos personas que entre otras cosas somos gays, ¿somos iguales porque somos gays? Seriamos todos iguales porque todos tenemos dos ojos, dos orejas, una boca y tantas otras cosas más. No, Justin, no, ¿has oído alguna vez que se digan «nos hemos juntado dos heterosexuales»? No, ¿verdad? Pues del mismo modo no nos hemos juntado dos gays. Tu jefe de verano y tú os habéis juntado para pasar un día diferente, solo que ambos amos gays, hemos comido un rico desayuno como los heteros, comeremos como los heteros, nos echamos al mar como los heteros, porque aquí hay mucha gente que es nudista y no es gay, lo demás que pudiera ocurrir si ocurre y nos place ya es harina de otro costal, pero nadie nos obliga, a no ser que llegue la pasión, la curiosidad y el deseo.

— Vaya qué lección me has dado.

— ¡Joder, Justin!, si estas cosas pertenecen al abecedario, no hace falta un master para saberlas…

— Pero hay gente que no entiende esto.

— Será por algo que no entiendan: cerrazón, no saben ver más allá de su ignorancia; culpabilidad, son sexualmente un desastre; parquedad o poquedad de ánimo, se desahogan con una mujer en menos de cinco minutos; malintencionados; todo lo que hacen los demás es malo, ellos son perfectos…, la lista es larga.

Y le fui dando razones, la envidia, la inadecuada educación, la entidad moral cerrada, el desánimo ante la vida, etc.

Le encontraba gusto escuchando y le dije:

— Vamos al mar, que no hemos venido a filosofar.

Nadamos hasta la boya amarilla, el mar estaba estupendo. Me dijo:

— Janpaul, me gustas.

— Ya, tú también me gustas, pero yo tengo pareja.

— ¿Un hombre?

— Sí.

— Me hubiera gustado probar una polla como la tuya en mi culo, pero…

— Nada tiene que ver con nada; mi hombre, que se llama Miguel, sabe que hoy estoy contigo, y sabe que si tú lo deseas vamos a follar; mañana viene Miguel y te lo presento, comes con nosotros en mi casa.

— Acepto complacido.

— Hoy vamos a ser nuestros, después de comer iremos a pasear, luego al cine, cenamos y a la discoteca y luego te quedas en mi casa para conocer a Miguel que llega en mañana. Igual le gustas.

— ¡Joder, qué planazo me arregla mi jefe!

Disfrutamos la mañana en la playa y a las dos aproximadamente, cubiertos con los pareos, salíamos de allí en dirección al aparcamiento. No sé qué pudo haber pasado, pero el coche estaba muy sucio, quizá la brisa o el viento que empezaba a soplar, pero estaba con arenilla apegada encima del coche y los cristales llenos de una especie de manchas de agua pastosa y como seca sobre ellos. Nunca había visto mi coche así, y eso que continuamente estoy yendo a la playa, a esa misma playa. Estaba verdaderamente impresentable. Justin miraba sorprendido y dijo:

— Parece que está lleno de una gelatina con arena.

— Vamos ir a comer y de ahí llevamos el coche a lavar para que mañana esté presentable.

— He visto —decía Justin— un lugar cuando veníamos había lavadero, gasolinera, supermercado, lavadero…

— Ah, claro, —recordé—. Abre el maletero y ahí veras shorts, te pones el que mejor te vaya.

Abrí el coche, le di a la palanca. Justin levantó la portezuela y sacó dos shots, me vino a dar uno en rojo él se puso otro en verde intenso. Se le miraba bien. Como había visto que yo no me ponía nada más, tampoco él rebuscó su calzoncillo. Fuimos directamente allí. Aparcamos y nos dispusimos a comer mientras se iba despejando la cola de coches para entrar en la plataforma de lavado. Como no teníamos prisa, miré la hora de cierre y disponíamos de toda la tarde. Fuimos a la tienda y compré dos camisetas sin tirantes que Justin eligió a su gusto y nos fuimos al restaurante.

Pagamos la limpieza del coche. Nos metimos en el coche con las ventanas cerradas hasta llegar a la plataforma. Cerré el motor y en cuanto llegamos a los primeros cepillos, Justin abrió mi short y me lo bajó. Le ayudé levantando mi culo y se agachó hasta alcanzar mi polla con su boca. ¡Qué mamada! Con fuerza, con rabia, con ganas… Primero pensé que me ha iba a comer de verdad al primer descuido mío, luego me dediqué a sentir todo el frenético placer que me producía, tanto así que extraordinariamente me corrí y se tragó toda mi leche. Llegábamos al final y rápidamente me dio un delicioso beso pasándome algo de mi esperma. Sorprendido le dije:

— Te debo una.

— ¿Te ha gustado?

—Te estoy diciendo que te debo una.

— Déjala para la noche.

La película no era tan gran cosa. Tampoco lo sé cierto, porque nos pasamos toda la película con la bragueta abierta y acariciándonos nuestras pollas. El la misma fila, algunos asientos más allá había otra pareja de chicos y por lo que veía unas cuatro filas más adelante había un chico y una chica que al parecer se estaban magreando. No había mucha gente y podían escucharse algunos críticos de la muchacha. De hecho, al acabar la película, todos los que estábamos en el cine nos acomodamos los pantalones al levantarnos.

La comida ya la teníamos en los pies, así que nos fuimos a cenar al frente de kinépolis, nos dirigimos a Tommy Roma’s donde, además de chicos guapos para alegrar la vista, están las mejores costillas del mundo capaces de estimular la pasión.

En el coche, mientras regresábamos, Justin no paraba de darme besos rápidos de ponerme la mano en el paquete. Yo le toqué también, pero quería conducir seguro y eran breves y suaves toques. Ambos viajamos todo el trayecto con la polla bien crecida y con ganas. Mi jean dejaba pasar ya la humedad hacia la parte exterior. Llegamos a casa y de inmediato nos quitamos la ropa uno al otro hasta quedarnos desnudos. Nos habíamos visto así en la playa por la mañana, pero solos en casa los dos, se nos encendió total la pasión y fuimos revolcándonos por las paredes hasta la sala para caer encima de uno de los sofás.

Apenas ambos dimos dos revolcadas sobre el sofá y empezamos a chuparnos la polla el uno al otro. Yo me sentía muy bien y pienso que Justin también. Justin me había abierto sus piernas y se puse a chuparme mi escroto, jugando con las dos pelotas y llegando hasta a lamer mi culo. Lo vio tan limpio, como es mi costumbre, que metió su lengua empujando hacia dentro. Hizo que yo gimiera con un increíble placer. Jamás había experimentado un sexo tan placentero antes. Siempre disfruto del sexo con mi hombre, pero es muy formal y debido, por lo que uno se acostumbra a una especie de ritos sexuales, que esperas lo que va a venir, sin sorpresas. Yo tenía que devolverle el favor de cuando lavamos el coche, una buena mamada y superarle. Tampoco Justin había experimentado unas mamadas como las mías, que produce un asombroso placer por como juego con el frenillo y el anillo.

Los dos mamábamos con más placer y deleite que nunca. Tanto así que ni me di cuenta de que mi hombre Miguel nos estaba observando desde la puerta corrediza de cristal. Miguel estaba perplejo por la visión. Acababa de llegar poco antes que nosotros y estaba tumbado en la cama esperándome que llegara. Había adelantado su viaje con el último vuelo desde Madrid. Se sorprendió de ver que yo estaba en plena forma y muy atractivo, y se maravilló de ver a Justin, del que ya tenía alguna noticia, aunque no hasta este extremo. Desde que yo le había hablado de Justin. Miguel había deseado conocerlo. La verdad es que Justin tenía un cuerpo maravilloso, delgado, pero fuerte y largo, sus piernas, estando desnudo, le hacían más alto. Además, Justin se mostraba ya muy exhibicionista, porque se había dado cuenta de la presencia de Miguel y sin embargo seguía mamando como si nada hubiera visto, solo que procuró que yo no viera al para él «intruso» que desconocía.

Viéndome cómo me metía su polla hasta lo más profundo posible de mi garganta, se a que Miguel se volviera loco de caliente deseo. El deseo había hecho presa en los tres, todo era cuestión de entrar en acción. Se alegró de ver lo bien que actuábamos Justin y yo. Miguel es un tío despampanante, muy guapo y apuesto, tenía un pecho muy fornido y los muslos muy gruesos y atractivos. Miguel estaba acariciándose su polla a través de la parte superior de sus pantalones y se estaba acercando peligrosamente a disparar un enorme chorro de lefa. Pero decidió que aún no, pensó en su interior que mejor quitarse los pantalones cortos y la camisa y salir al combate. Como la cara de Justin estaba ahora enterrada en mi polla y yo chupándole el culo, ninguno de los dos pudimos ver que se acercaba.

Por segunda vez el pene de Miguel estaba completamente erecto, duro y a punto de explotar, pero no, volvió a reflexionar para decidirse con quién empezar, y de repente sacó a Justin de de en medio y enterró su cara en mi regazo.

— Oh, qué bien sabe esto, sobre todo por la sorpresa; te esperábamos los dos mañana.

Yo sentía un placer aún más intenso que antes. Miguel estaba lamiendo mi culo y frotando su musculoso pecho. Justin empezó a acariciarle el culo a Miguel muy suavemente, y luego empezó a follarle el culo. Se había frotado un poco de loción bronceadora en la polla y empezó a metérsela por el culo a Miguel.

Miguel estaba en éxtasis y Justin le bombeó. Yo levanté las piernas para poder meterme la verga de Miguel por el culo. Viví en ese momento el increíble orgullo esponsalicio al sentir la enorme polla de Miguel en mi trasero. Fue tan intenso y tan placentero.

—¡Ay, joder, Miguel, amor mío! ¡Fóllame como un hombre de verdad sabe hacerlo! ¡Necesito sentir esa polla tuya grande y gorda! ¡Empuja más fuerte! ¡Fóllame, fóllame, fóllame!

Miguel estaba tan excitado por mis palabras que de repente eyaculó su caliente carga. Estaba yo tan excitado por la explosión en mi culo que empecé a apretar furiosamente su enorme polla aprisionándola en mi culo. A Miguel le gustaba esto siempre, yo lo sabía bien. Miguel podía ver mis pelotas que se contarían estiradas por mi polla que se dirigía muy alto. Le gustaba ver cómo se apretaban contra el escroto que casi desaparecían. Empezó Miguel a lamer mis pelotas aplastadas con su lengua. Justin había cambiado de opinión y se había dirigido también hacia mí. Ya no podía soportarlo más. Sentía que las dos pollas estaban dentro de mí, y que a la vez mi polla era lamida y mamada a dos bocas.

Exclamé con desesperación:

— Miguel, ya no pudo aguantar más, —y empecé a disparar mi lechen la boca de Miguel—. ¡¡¡Oooooh!!! ¡¡¡Estoy explotando con todo mi semen!!! ¡Trágatelo todo y cómeme!, le grité a Miguel. Justin no pudo soportarlo más, viendo a ese semental peludo descargar su carga sobre Miguel. Justo cuando yo acababa de disparar en la boca de Miguel, otro chorro lo dirigí a la boca de Justin que estaba ansioso de mi leche.

Los tres nos desplomamos en la sala de descanso. En lugar de ducharse de inmediato, todos fuimos a la cocina para tomar algo. Allí mientras saboreábamos nuestro bombón hice las pertinentes presentaciones. Decidimos ducharnos y para recuperar el tiempo, cuando entramos a la ducha los tres juntos, nos enjabonamos uno al otro y varias veces nos metimos nuestras pollas en la boca y en el culo de los otros. Fue muy bueno para los tres.

Al final de sesión higiénica y placentera de la ducha, fuimos al dormitorio a meternos los tres en la cama. Miguel dijo:

— Pienso que este va a ser un gran verano para los tres, Janpaul!"

— «Tú lo has dicho, Miguel y así será», mientras lo abrazaba. Mientras nos abrazábamos Miguel y yo, Justin reptando desde abajo se colocó en medio de ellos, notando que ambos penes volvieron a endurecerse. Yo estaba muy sorprendido de haberme puesto duro de nuevo tan rápido, pero Justin dijo:

— Ahora quisiera teneros a ambos dentro de mí.

— Eso está hecho, —dijo Miguel.

Una gran noche y se preveía un agosto espectacularmente vivido por los tres. Justin lo propiciaba, a mi me gustaba y Miguel se lo merecía.

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