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Larpal: Entrenamiento y formación de putas (1 de 2)

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Era una noche tranquila, algunas luciérnagas iluminaban el campo y el clima le permitía a los nenes jugar en la calle hasta tarde. Era también mi último día en el pueblo, al mediodía del siguiente día estaría viajando a la ciudad. "Ya era hora" repetía mi mamá mientras terminaba de armarme el bolso y yo, como siempre, me maquillaba frente al espejo. Era una de las más lindas del pueblo, no quería jactarme, pero tampoco es que tuviera mucha competencia. Mi pelo lacio, negro y largo, los ojos de un gris intrigante. Sabía que cuando llegara a la ciudad las cosas serían distintas. Por eso quería aprovechar la última noche con Javi. Él se quedaba.

Pero qué haría con él? Hacía un día nomás me había llegado la regla, no podría despedirlo de esa forma. Sabía que él iba a querer hacerlo, se moría de ganas y no se molestaba en ocultarlo. Aunque yo le había pedido mil veces que me parecía sumamente desagradable que se mostrara tan baboso, él decía "pero así es el mundo de hoy negra, qué le vamos a hacer. Si en la tele todo es sexo…". Algo de razón tenía pero yo no iba a complacerlo.

Salí de casa con el vestido floreado y entré en su auto. Hacía rato que me esperaba. Le di un beso jugoso en los labios y él puso el motor en marcha.

-¿Vamos para la cabaña?- Dijo, feliz.

-No. Yo preferiría ir al centro. Me da un poco de cosa irme así.- Le contesté. Él continuó sonriendo.

-Está bien pero después vamos para la cabaña.- Arrancó el auto y doblo por una esquina desierta.

-Después vemos.

Ya era tarde. No había mucha gente, aunque había un bar abierto y el videoclub estaba atestado. Así los dos focos de personas brillaban en distintas cuadras de la plaza. Nos sentamos a un costado y vimos a la gente transitando de un lugar a otro. Casi todas familias, pocos eran los grupos de jóvenes de nuestra edad que se quedaban en el pueblo. Era demasiado chico para nuestros 22 años. De hecho, a mí ya se me había hecho un poco tarde. Por qué me había demorado tanto? En principio porque no quería irme. Pero luego de estudiar en una sucursal de la facultad, casi por correspondencia, debía finalizar mis estudios si o si en la ciudad. Para cuando llegué a ese punto ya sabía que si quería progresar en mi vida debería ir si o si allá. Y claro que quería progresar, siendo la más linda del pueblo, la estudiante más aplicada, la deportista más admirada, etc. Etc. Mi instinto de competencia había crecido demasiado y no era ninguna tonta. No quería quedarme con esos orgullos pequeños. Quería ir al océano.

-Todavía no puedo creer que te haya gustado El Gran Pez. - Me dijo él como escuchando lo que pensaba.

-Es dulce. Además Burton tiene esa cosa de hacer películas muy lindas.

-Burton, Burton. Cuando estés en la ciudad vas a ser una esnob?

-Cuando esté en la ciudad voy a ser lo que se me cante. - No quería volver a tener esa discusión con él. A los dos nos gustaban las películas y veíamos muchas. Nos juntábamos para eso, ver tele y tener sexo. Esa era nuestra vida en pareja. Él había querido ser cineasta, estudió en una Escuela de un pueblo a algunos kilómetros, pero no mucho. Tenía que viajar y eso lo había terminado cansando. Ahora trabajaba con su viejo en una ferretería y yo sabía que quería irse, pero ni él ni yo sabíamos como extraerlo de su familia.

Apoyó su mano en mi pierna y subiendo el vestido hurgo entre la tela buscando excitarme. En principio lo logró.

-¿Qué haces Javier?- Reaccioné histérica y le quité la mano despacio, con una sonrisa cómplice pero tratando de marcarle un límite que él interpretó como un juego.- Está lleno de gente.

-De qué hablas?

-Pero acá puede venir gente, hasta mi viejo me dijo que iba a pasar por el video.

Javier bufó y volvió a arrancar el auto para darle una proverbial vuelta a la plaza.

-Bueno, esperemos que pase el tiempo y te vayas entonces.

Siempre especulaba con esto. Ya sabía que estaba excitada, entonces aunque yo cumpliera el rol de retenerlo le excitaba la idea de que yo sucumbiera a mis propios deseos. No sucedería esa noche. Me quedé en silencio mirando hacia la iglesia. Hacía tiempo que no íba, en casa ya me mandoneaban con eso y yo, yo había sido de esas chicas que íban fanáticamente a la iglesia, le había pedido al padre ser parte del grupo de Acción Católica, y ahí conocí a Javier. Me dí cuenta de que para eso íban los chicos ahí.

No había estado ahí ni un mes que ya uno se me había declarado. Me dió vergüenza, le decían Lucho y era famoso en el pueblo porque su familia era medio descuidada con él. Decían que se drogaba. Por eso lo habían mandado al grupo pero todos lo discriminaban sólo yo le daba bola. Me juntaba a estudiar con él y esas cosas. Era un poco irreverente, si, pero era un buen tipo. Un día vino y me dijo que tenía que hablar conmigo. Me dijo que le gustaba y yo le dije que él-a-mí-también-pero-como-amigo y se enojó mucho. Me puteó y después el trato entre nosotros fue distante. Esa noche me toqué pensando en alguien, yo que no me tocaba, ahora lo recuerdo, no era él, o quizás si. Como una imagen relámpago, entre una sensación de una mano acariciándome, su lado más oscuro, lo desagradable. Dios, que horror, no deseaba pensar en eso. Luego lo conocí a Javier, era un poco loco, pero era bueno, y sus músculos estaban marcados y quizás era lo único que me importaba en ese momento.

Me besó una noche en una fiesta. Fue increíble, la noche perfecta. Quizás por el nivel de alcohol en sangre, era una quinta alquilada y había mucha gente. Yo estaba tentada, no paraba de reirme y él hacía todas las payasadas que se le ocurrían. En un momento quedamos sólos al borde de la pileta. No era una noche oscura, era luminosa, podíamos ver el jardín y la casa llena de ruidos y de sombras entrando y saliendo. Él me había agarrado de las manos y me acariciaba separándome los dedos. Nos miramos y nos besamos pequeña y dulcemente. Las lenguas avanzaron de a poco como queriendo conocer el sabor del uno y el otro y avanzamos por nuestros cuellos. Nuestras respiraciones se agitaron y me excité. Él se dió cuenta y quiso tocarme pero yo no lo dejé. Todavía tenía las charlas con el padre en la cabeza. Ideas del amor y el conservarse. Ideas que volarían pronto pero que yo no lo sabía. Él día que nos encontramos sólos en la casa de él me di cuenta de que me había tocado siempre pensando en él y de que si él avanzaba lo dejaría hacer. Y eso pasó. Perdí la virginidad en su cama y cogimos como dos desgraciados. La primera vez dolió pero el placer, el placer me hizo gritar. Más tarde los gritos nos traerían problemas, lo fuimos sabiendo. Sobre todo por el pudor.

- Vamos para la cabaña? – Me interrumpió Javier.

-Ya te dije que no.

-Entonces vamos para... la cabaña!. – Dijo y volanteó esperando que yo cómplicemente sonriera, cosa que hice.

En el auto se le notaba que quería saciarse de mí esa noche, hasta temí que un verdadero animal surgiera de sus movimientos y me poseyera con pura rabia. Más allá de la sangre, más allá de todo. Yo le quitaba mecánicamente los brazos, aunque accedía a sus besos.

-No es que no quiera, es que no puedo.-Confesé avergonzada.

-No te la puedo creer.- Se frustró, entendía a la perfección lo que pasaba, ya nos conocíamos demasiado.

La cabaña era un lugar que habían encontrado él y un primo y lo habían refaccionado, el primo ahora estaba de viaje, así que era un lugar sólo para nosotros. Pero esa noche llegamos y nos acostamos en la cama. Esperando, en silencio, confesarnos algo dulce o siniestro. Buscando el interés el uno en el otro. Hablamos de cosas sin importancia hasta pasada la medianoche y él me tocaba y me decía las cosas más lindas del mundo y yo lo tocaba y sentía que íba a estallar.

-Te gusta mi pija, no?

-Está bien.- Traté de no cortarle el mambo pero no me había gustado su expresión.

-Chupame la pija.

-No me hables así.

-Dale amor...Chupamela.- Dijo y se bajó los pantalones poniendo las rodillas a los costados de mis hombros y su miembro apuntándome a la boca.

-Amor, qué haces?... HEY!

-DALE! - Decía y trataba de avanzar.

-DEJAME SALIR!- Le grité angustiada.

Él separó las piernas y yo salí de la cama asustada.

-Qué te pasa? Estás loco?, no ves que no me gusta?

Él, frustrado, volvió a subirse los pantalones.

-Es para que no me extrañes amor. - Dijo pero en su voz no había dulzura. -Vemos una pelí?

Me sentí un poco culpable de no acceder, pero quién se creía, habíamos cogido mucho, si. Y habíamos tenido sexo oral pero él sabía que no me gustaba hacérselo, y habíamos quedado que no lo íba a hacer más. Y menos así, qué era yo? Su puta? No, no era su puta. Yo no era la puta de nadie. Era...

Puso una película y nos volvimos a acostar en la cama. Yo de frente a la pantalla, él abrazándome. Apenas empezada la película nos fuimos quedando dormidos, perdedora y perdedor, en unas cuantas horas estaría en la ciudad apadrinada por un tío que había sabido hacerse poderoso. Un tío millonario que me lo había prometido todo. O al menos facilitarme un poco las cosas. O al menos así lo entendía estando ebria de ansiedad.

Javier volvió a decirme cosas dulces, las cosas que me gustaban más avanzada la noche, hasta me pidió disculpas e intenté chupársela porque estábamos excitados y eso. Le bajé un poco los pantalones que él había dejado desajustados y le di uno besos, todavía estaba blanda. Me introduje la cabeza dentro de la boca y pasándole la lengua por el glande la sentí áspera, un poco hasta volverse suave pero al sentirla suave y dura el líquido preseminal confundido en mi saliva me empezó a asquear. No lo deseaba, traté de escupirlo o jugar con mi saliva sin tragarla. Pero no podía porque pensaba en cosas que me asqueaban.

Él valoró mi esfuerzos y me besó apartándome. Supongo que luego se desquitó. Dormimos juntos y desnudos, como siempre lo habíamos hecho. El tío, la ciudad, las cosas de allá, gente extraña. Sola avanzaba por entre los árboles de una selva espesa de suelo frío, duro y resbaloso. Tierra húmeda supuse. Mi camisón blanco apenas me cubría. Levanté la vista para ver al sol asomándose esporádicamente entre las hojas. Sospeché era un sueño, y sólo en los pequeños haces de luz hacía calor, luego puro frío. La selva no tenía fin, sólo ramas y caminos extraños que se hundían en la oscuridad, sin ton ni son. Empecé a correr, temí congelarme buscando pequeños rayos de sol que nada podían hacer para abrigarme. El vestido húmedo se me pegaba a la piel y sentía el frío, bajo el camisón estaba desnuda. Algo de calor. El agua en mi piel era tibia, sudor quizás. Javier me había cubierto con una frazada y sus brazos y sus piernas me recubrían, tranquilizándome en la noche.

Fue un viaje largo. Muchas paradas. Muchos sueños. Encaraba otra vida. Lloré cuando me despedí de todos en la Terminal. Y todavía tenía un viaje en avión. José me esperaría en el aeropuerto. Cuando llegué no me sorprendió no verlo a él sino un cartel con mi nombre. Había mandado a un chófer a buscarme. Tantos ruidos me aturdían, tanta gente. El chófer llevó las valijas al auto. Tratamos de hablar durante el viaje. Lo que primero me sorprendió fue el clima pesado y húmedo, algo distinto a lo que yo estaba acostumbrada. Venía de un lugar seco y frío donde las montañas cubrían el horizonte. Ahora sólo había estructuras, edificios.

Llegamos a una gran casona ubicada en un barrio privado. Me sentí aliviada, no sabía si iba a poder soportar tanto ajetreo de golpe. Una mujer de unos cincuenta años me recibió, era elegante y se llamaba Mabel. Me mostró la casa y luego mi cuarto. Era enorme. Todo allí era gigantesco. Era el corazón entero de una gran manzana. Una pileta, un quincho con salón de juegos. Televisores enormes. En fin. Allá en el pueblo nadie podía suponer que el tío fuera poseedor de semejante fortuna. Ni siquiera yo una vez en el medio de ella.

El primer día no lo vi. El segundo tampoco. Me levantaba y mi desayuno estaba listo. No sabía bien que hacer. Tomé el diario un par de veces y señalé algunos trabajos. No sabía que me iba a proponer mi tío. Era muy probable que trabajara para él. También averigüe por Internet lo de la universidad. Cuánto me costaría entrar, etc. Lo único que se me ocurría hacer en esas silenciosas tardes de verano.

Hasta que apareció Mabel. Una mujer de unos cincuenta, ejecutiva, con anteojos y una actitud examinadora, con esas miradas de esas que no pueden dejar de evaluar.

-Carolina, ¿no?- Asentí.- Hablé con tu tío hoy a la mañana, está de viaje. Lamentablemente no hizo a tiempo para asignarte un trabajo en la empresa y quedé yo a cargo. Cómo entiendo que vos queres hacer tu vida en la ciudad te voy a dar un dinero por mes y vamos a ver en qué lugar de la empresa te podemos ubicar, si te parece bien.- Yo asentí.

Me dijo eso y se fue. Me quedé sola, en esa casa gigante. Recorrí los salones en camisón una y otra vez. Sin respuestas, los retratos de mis tíos eran fuertes, acusadores. Pero había algo raro en todos ellos. Algo detrás. Sobre todo en las fotos que parecían haber sido sacadas en alguna fiesta o algo así. El entorno era extraño. Personajes raros, con expresiones difusas. Y las mujeres, algo había con ellas. No podía precisar qué pero por ahí a alguna se le veía un bretel y la lencería transparentaba más de lo que una mujer rescatada querría. Tal vez era eso. Costumbres urbanas de las que yo, todavía, nada sabía. Lo que más me preocupaba eran las expresiones. Parecían depredadores. Eso era.

Pasó una semana, fácil, y ninguna novedad. Mabel venía cada tanto y me informaba. "Mejor para mí", luego yo quedaba sola en la casa. Algunos empleados en el fondo, nada más.

Una noche me acerqué a la videoteca privada de mi tío. Más precisamente a la sección adultos. Me daba curiosidad. Allí había una cantidad tremenda de dvd´s; parecía un videoclub. Y más atrás había cajas de dvd´s negras, con carteles que decían "Experimento 1" y así sucesivamente. Puse uno de esos. Estaba grabado cámara en mano, en una fiesta, una fiesta bastante formal al parecer. Allí estaba mi tío hablando con una mujer de unos 30 años, de pelo negro y cejas bien marcadas, una linda mujer con un vestido azul corto, bastante corto. Tenía un físico privilegiado.

Por el ruido de la fiesta no se podía escuchar lo que se decían. Mi tío se le acercaba al oído y ella seguía con su trago y con una mirada firme, sus labios recorrían el borde de la copa. Asentía o simplemente sonreía. Ahí cortaba.

Mi tío aparece en un cuarto. Le habla a la cámara. Esta vez la sostiene él.

-Larpal, primera prueba. – Dice y toma un frasco y se unta la pija con él. No es muy grande, se da vuelta y la chica está con el vestido y los zapatos puestos. Abre las piernas y se levanta el vestido mostrando que no tiene ropa interior, que está afeitada con una pequeña cresta por debajo del monte venus y él le mete unos dedos allí, entre los labios de su concha. Está húmeda. Los dedos van y vienen y ellos sólo se miran.

-Hagamos una apuesta. –dice ella.- Si vos acabas primero me pagas el doble y si yo acabo primero, no me pagas nada.

-Estás muy mojada, como sé que no mentís.

-No miento. Soy una puta no una mentirosa.

-Te dilatas mucho.- Mi tío seguía yendo y viniendo pero con más y más dedos. -Así me gusta. Tenes que estar preparada.

Ella gemía cada vez más.

-No me importaría pagarte el doble. - Dijo mi tío, la dió vuelta de un movimiento y le puso una almohada debajo de la cadera, dejándole la cola bien paradita. Sacó de un bolsillo más de ese producto que se había puesto en la pija y le embadurnó la cola. Introduciéndole primero un dedo. A lo que ella gimió más, mezcla de placer y dolor. Nuevamente le introdujo uno, dos y tres dedos. Ella parecía en extásis agarrándose las tetas con los ojos cerrados. Concentrada en su placer. Así parecía no darse cuenta de que mi tió le había puesto un consolador bastante ancho en el culo y se había colocado justo frente a su boca.

-Abrí bien la boquita. – Mi tío le tomó la cabeza y la condujo hacía su pija, ella abrió los labios como degustando algo delicioso.- Así, chupala bien. Si. Así. A ver como anda esa garganta.- Interrumpe la felación. – Veni, ponete de cuclillas y tocate. Así vamos a mano. – Volvió a introducirle su miembro en la boca yendo y viniendo, como si fuera un actor porno. Los gemidos en aumento. Como si fuera a acabar. – Vení. - Mi tío puso sus brazos por debajo de las piernas de ella y la cargó quedando en una postura de misionero sobre la cama. Los músculos de él se marcaban y su pecho era fuerte como su espalda. Estaban cara a cara.

-Estás romántico?- Dijo ella provocadora.

-Te quiero romper el culo.

-La quiero toda en mi culo– Ella ríe.

-Tenes uno lindo. Te voy mostrar lo guarra que sos– Ella colgó sus piernas en los hombros grandes y bien formados de mi tío – Abritelo bien. – Dice mi tío y ella se abre los cachetes al máximo, exponiéndose completamente. Él le unta aquél lubricante que se había puesto en la pija y él le introduce los dedos lubricados. Mientras, con la otra mano se pone un preservativo. Ya su miembro está mucho más grande. Sus dedos continúan un metesaca que la hacen gemir y gemir.

-arrgghh ah… ahhh….ah….la puta madre- susurra ella mordiendo las sábanas y deshaciéndose de placer.

-Mirá, con los dedos nomás. Dos deditos en el culo y mirá como te corres.- Ella empezó a gritar yéndose- Recién empezás.- Y comenzó a introducirlo su grueso miembro. Ella continuó gimiendo, aumentando a medida que el grueso miembro se abría paso. Cuando hubo entrado por completo ella abrió la boca y él le introdujo cuatro dedos chorreando lubricante- Anda preparando la boquita mientras tanto. Ella levantaba las piernas en cada embate.

PLAZ

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Sin contemplaciones mi tío íba y venía, casí sacándole la pija para metersela de una, haciendo todo el recorrido velozmente. Era tan fuerte, tan violento, parecía descontrolado, arrancándole orgasmos un tras otro. Ella, más religiosa que nunca, vociferando "no puede ser" en la mezcla de gemidos, una hembra en celo bajo los músculos de un animal poderoso. Mi tío, el animal, la criatura sexual.

No pude soportar más y me vine. Cuando acabé él estaba metiéndosela poco a poco en la boca. Ya no le cabía entera en la boca, había crecido demasiado. Apagué la tele y me fui a dormir. Entre las sábanas me dio un poco de culpa haberme masturbado viendo a mi tío, pero hacía ya tanto tiempo sin una alegría. Además la situación, la situación era muy sensual, esa mujer estaba completamente entregada. Y con sexo anal. Algo que nunca hice, pero que no tiene sentido hacer, hay mierda ahí, aunque esa puta estaba limpia pero ¡qué puede haber de excitante en eso! Hombres, hombres y es cierto que hay putas que se dejan llevar.

Al día siguiente me reuní con Mabel.

-Estuvimos viendo donde podíamos ponerte. La verdad es complicado el tema porque hay puestos. Si, pero no tienen mucho futuro. Estuve hablando con el abogado y él me recomendó ponerte a prueba en un programa que por ahí te puede interesar.

-De qué se trata? – Pregunté intrigada.

-Sos una chica muy linda y muy capaz, de eso no tenemos dudas. Así que no queremos tampoco que te veas obligada a hacer nada que no te guste. Es un proyecto nada más. Nada concreto. Creemos que podrías llegar a tener futuro como modelo.

La miré extrañada. Era cierto, yo era una linda chica, los hombres me miraban, de eso no había dudas. Pero no era perfecta... No a ese nivel, pensé recordando que hacía un tiempo que no hacía deportes.

-¿Nunca se te ocurrió? – Preguntó Mabel.

-No. Para nada.-contesté sincera.- Siempre pensé que a eso se dedicaban las chicas lindas sin nada en la cabeza.

-Está bien. Un poco de razón tenes. Yo fui modelo. – Ella rió y yo reí. Me sentí un poco avergonzada.

-¿En serio?

- Así empecé. Sabes cuánto te pagan por una sesión de fotografías si sos una modelo más o menos conocida?

-Mucho me imagino.

-Lo suficiente como para vivir por un tiempito sin trabajar. Y vivir bien te digo.

-Pero yo no tengo físico de modelo. Las modelos son altas y perfectas.

-Querida. Mirá a tu alrededor. Te podemos hacer todo lo perfecta que quieras. Y con respecto a la altura no te preocupes. Vos no vas a desfilar.

-Estaba pensando en empezar una carrera en administración. –contesté y Mabel suspiró.

-Tu tío habría quiere que hagas lo que quieras... Pero te recomiendo que no le hagas perder el tiempo.

-Lo entiendo y lo agradezco, es sólo que por ahí yo no quiero vivir haciéndome la linda.

-Todavía en este mundo la gente vive sólo para hacerse la linda. Por si no te diste cuenta, mirá un poco de televisión. Salí a la calle. Fijate.

Me dejó con un papel. Allí había un nombre, una dirección, una fecha y un horario. Podía ir si quería o dejarlo pasar.

Lo dejé pasar. Al mes tuve que dejar la mansión. Me conseguí un departamento en el centro y comencé la facultad. Mi tío me pasaba un dinero al mes pero nunca me alcanzaba. Pretendía cenar siempre afuera, además ya me había comprado un auto, zapatos y todos los vestidos de marca que se me cruzaban. Estaba manteniendo una capacidad de ahorro casi nula. No tardé en pedirle a mis padres que me mandaran un dinero adicional.

-Pero querida, qué estás haciendo con la plata? – Dijo mi madre. Ella sabía que yo recibía dinero.

Sin embargo entre fiestas y fiestas no había tiempo para estudiar. Todo era tan aburrido. Y tan caro. Mabel me llamó al poco tiempo.

-Vamos a tener que reducirte la mensualidad, hablé con tus padres y están de acuerdo en qué no te estamos haciendo ningún bien facilitándote tanto las cosas. Además no te está yendo bien en la facultad. En fin. Vas a tener que trabajar querida.

-Mabel, no necesito que me digas eso ahora que estoy como estoy.

-¿Qué pasó? Todavía no conseguiste ningún novio que te bancara?

No le contesté. Si, me había conseguido uno. Se llamaba Tomás. Fue en una noche de alcohol, nos besamos. Él era muy atractivo y yo le di mi número de teléfono. Acordamos una cita, él me invitó al restaurante más caro de la ciudad. Comimos y luego fuimos a su casa. Una mansión. Apenas cruzamos la puerta de entrada me condujo de sus labios a su pija. ("pija", así la llamó, el hijo de puta y yo lo dejé, cuando hacía menos de un año, al amor de mi vida le había hecho toda una escena por eso). Yo se la chupé y cuando estuvo empinada él empezó a empujarla más y más adentro. No era gran cosa pero yo no estaba acostumbrada a esa violencia.

-Tragá!, TRAGÁ!.- Me dijo tomándome de la nuca. Yo me saqué su miembro de mi boca, le pegué un cachetazo y me fui. Trató de retenerme tocándome.

–Veni, te lo decía en joda, no me podes dejar así. - Me volvió a decir y esa noche lo hicimos pero nunca más lo vi. Me había tratado tan mal. Era un desgraciado. Toda su ostentación no me sorprendía tanto como para entregarle mi moral.

Y allí estaba Mabel que parecía saberlo todo.

-Apenas te vi supe la clase de chica que eras. Inocente pero con actitud. Ya haber llegado hasta acá con las pretensiones que traías es bastante. Me imagino que habrás ido a todas las jodas y te habrás dado cuenta que la vida acá no es fácil para divertirse y nada más.- Simplemente la miré y encendí un cigarrillo.- No se puede fumar acá. – No le hice caso y sonrió. –Que miradita. Vas a tener que empezar a ir al gimnasio si queres hacer uso del programa.

- programa?

-Es el empleo que más dinero te puede dejar, eso si lo vas a tener fácil. Te voy a asignar un personal trainer. Nada complicado. Te sacan unas fotos de prueba y van viendo cuál es tu perfil.

-¿Eso lo voy a pagar yo?- Dije y ella se prendió su propio cigarrillo. Hablábamos entre las nubes.

-No, querida vos no podrías pagar algo así. Aunque en realidad tenes que hacerlo, tú tío quiere que te hagas responsable, y sobre todo con las cifras estas.-

Por qué nunca podía hablar con mí tío sobre estas cosas. Siempre que lo llamaba estaba ocupado o no tenía tiempo.

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