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Un bonito recuerdo

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Quisiera compartir con todos ustedes una anécdota un tanto excitante para un servidor; especialmente a mi esposa ya que fue ella quien lo vivió.

En una ocasión que salimos a cenar con mi esposa a una pozolería que está muy cerca de la casa nos llevamos una sorpresa no muy agradable que digamos, el lugar estaba lleno así es que debimos haber tardado más o menos unos 15 minutos para poder entrar. Es un lugar muy cómodo, muy bonito, tiene un estilo muy campirano y lo mejor de todo, era comida regional del estado de Guerrero a un costo no muy alto. En el interior de la fonda había un trío que amenizaban la cena, también cantando música regional del mismo estado y por momentos, uno que otro bolero.

Nos ubicaron en el único lugar que estaba disponible. La mesa sólo era para dos personas y estaba ubicada al terminar de subir unas escaleras que van desde el centro del local y que llevan al segundo piso, junto a nosotros está una fuente de material prefabricado lo cual permite que todas las personas que suben a ese nivel, se vean obligados a ver a cualquiera de las dos personas que se sientan en esa mesa, una de frente y la otra queda exactamente de espaldas.

Ese día, mi mujer iba vestida de la siguiente manera: llevaba puesta una blusa de color rosa pastel, una minifalda de mezclilla de color azul claro, unas pantimedias natural y brillantes, unas calcetas también de color rosa pastel y con olanes y sus tenis. De hecho, a criterio personal, esa forma de vestir de ella me vuelve simple y sencillamente loco, y creo que no soy el único, y me baso solo en las miradas tanto de jóvenes como de señores que no dejan de mirar por la calle a mi esposa.

No es por presumir, o bueno, lo presumo y con mucho gusto, mi esposa es muy delicada para cuidar su apariencia personal y mantiene un rostro muy juvenil y delicado, también su apariencia la procura demasiado, por eso a la edad que tiene y con un bebé encima, se ve bastante antojable.

Durante el tiempo que estuvimos en la fonda, debieron haber subido a ese nivel unos tres o cuatro grupos de persona que generalmente se veían como grupos familiares; era obvio que especialmente los varones que venían en esos grupo no perdían ningún momento para voltear a ver las piernas de mi esposa, ¡ah!, después volteaban a verle el rostro o nos volteaban a ver a ambos.

El grupo musical del cual hablaba al principio de mi relato está contratado por el mismo local, de tal forma que cada vez que pasan por las mesas a entonar sus melodías no tienen ningún costo para los comensales, interpretan cualquier melodía que lleven previamente destinada o en el mejor de los casos, invitan al los comensales a solicitar alguna canción y si está dentro de su repertorio seguramente la interpretarán.

Nuestra diversión comienza precisamente aquí, cuando se acercó el trío a nuestra mesa a interpretar una bonita melodía romántica. Un chico integrante del trío que no alcanzaba a ubicarse al nivel del piso, tuvo que bajarse dos escalones para no tapar el paso a la gente y a los meseros que subían y bajaban a ese nivel.

Mi esposa volteaba a ver al trío mientras interpretaban su canción, especialmente al chico que estaba en los escalones. Éste último no dejaba de verle las piernas a mi esposa. Me hizo la seña ligeramente con los ojos y con las manos indicándome que era lo que estaba sucediendo. Terminaron la canción y agradecimos con un ligero aplauso, aunque mi esposa se vio más osada regalándole un ceñido de ojos a aquel mirón.

Cuando estuvimos solos me platicó a detalle de lo sucedido. Le pedí que me dijera si le había abierto las piernas o las había cruzado, pero me dijo que no se había animado a tanto, ya que había gente que estaba subiendo y sentía verse mal al cruzar o al abrir las piernas.

Mientras me platicaba la forma en como este tipo la veía, la verga la traía tan parada como ahora que estoy escribiendo lo sucedido. Y la verdad es que no sabíamos si volverían a tocarnos alguna melodía, pero el solo hecho de pensarlo me hacía mil y una fantasía de querer ver a mi esposa enseñarle más que las piernas al tipo éste. Le pedí, es más le imploré que si llegaran a volver a nuestra mesa el trío, que por favor les enseñara más de la cuenta, lógicamente yo no podría verle sus movimientos, pero que por favor lo hiciera.

Volvieron en menos de 15 minutos, pero ahora habían cambiado de posición los cantantes, el que estaba ahora en los escalones de abajo ya era otro, si no mal recuerdo, parece que el que tocaba el requinto ahora era el que estaba un escalón más abajo que el anterior.

Habíamos quedado de acuerdo con mi esposa que cada vez que me tomara de las manos significaría que haría el movimiento del cruce de sus piernas y en ese momento yo voltearía para verle la cara al tipo éste.

Así lo hicimos y en efecto, cada vez que me tomaba de las manos, de inmediato volteaba a ver al tipo y su mirada siempre se veía perdida por debajo de la mesa y en dirección a la ubicación de mi esposa. Imagínense que en ese momento, me dieron tantas ganas de poseer a mi esposa que me sentía hasta un poco mojado, se volvieron a despedir y mi esposa nuevamente volvió a sonreírle al mirón. Seguimos cenando y platicando de lo sucedido, ahí fue cuando mi esposa me confesó que le había gustado mucho ese juego y que si volvieran a llegar haría nuevamente lo mismo.

Ustedes saben perfectamente que, cuando una chica se sienta y está cruzando las piernas constantemente, las faldas tienden a perder su posición original y a irse subiendo poco a poco, lo que aprovechó a la perfección para seguirse mostrando, pero ahora más que al principio.

Yo pienso que el trío estaba muy al pendiente de nosotros y por supuesto que mi esposa no cambió de posición. Pedí la cuenta al mesero que nos estaba atendiendo y que por cierto, también era muy amable y afable con mi mujer, ya se imaginarán el porqué ¿verdad? Antes de que nos trajeran el cambio volvió el trío con nosotros y ahora, el único tipo que faltaba en observar a mi mujer por debajo de la mesa tomó su posición y comenzaron a tocar, pero en esta ocasión cantaron un potpurrí.

Mi esposa volvió a tocarme las manos y a mover ligeramente sus piernas por debajo de la mesa para dejarse ver, pero de repente me comenzó a pellizcar los dedos, pero no entendí el porque, total que, me dejó los dedos todos rojos. Nos agradecieron la atención que habíamos tenido con ellos y se despidieron muy amables de mi esposa. Cuando llegamos a casa, nos fuimos de inmediato a la recamara, le bajé las pantimedias junto con la tanga blanca que llevaba puesta a medio muslo, le subí la falda hasta la espalda, la puse en posición de perrito y me la comencé a coger. Le daba fuertes embestidas por detrás que la obligaba a moverse mientras me platicaba lo que había hecho, fue cuando me soltó la verdad, indicándome que al último tipo le abrió tanto las piernas que le dejo ver su conchita.

Le abría y le cerraba las piernas hasta que quiso, por eso prefirieron tocar un potpurrí, duraron más tiempo tocando, pero también más tiempo viéndole todo a ella.

Cada vez que lo recuerdo me emociono como en este momento y me dan ganas de volverme a coger a mi vieja y que alguien nos esté observando, pero más que a mí, a ella.

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