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De niña a mujer: ¿Intercambiamos los novios?

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Junio de 2.007

 

La relación entre mis padres llegó a un momento decisivo. Finalmente terminaron por separarse: las discrepancias por temas laborales terminaron por imponerse. Entre ambos decidieron que mi padre aceptara la propuesta de trabajo que tanto había ansiado y mi madre no quería renunciar a su carrera y comenzar de nuevo. Como ambos deberían trabajar en ciudades distintas y muy distantes lo intentaron un par de meses. Pero no era algo provisional, sería para siempre o al menos para varios años. Pensaron que aquello no tendría futuro.

Me queda el consuelo de saber que se querían. Pero con el tiempo, de renunciar alguno de los dos a su carrera, seguramente la frustración y el conformismo hubiera pasado peor factura. ¡Quién sabe, puede que algún día vuelvan a estar juntos! Si se dieran las circunstancias adecuadas sería posible. Este pensamiento es el que en cierto modo me consuela. De todas formas su relación ha seguido siendo muy cordial hasta el día de hoy.

Aunque esta solución salomónica no fue de mi agrado, en el fondo la respete y comprendí. Dentro de lo malo, era la mejor de las soluciones. A pesar de ello me sentí perdida: no podía decidir con cuál de los dos irme a vivir. Los quería por igual y esa duda me mataba por dentro e influía en mi estado de ánimo y en los estudios.

Fue por estas razones que tome la vía fácil: pedí a Pablo que nos fuéramos a vivir juntos porque me veía preparada y porque quería estar todo el tiempo con él. Tras un par de semanas pensándolo me dijo que estaba de acuerdo y que podríamos intentarlo. No teníamos trabajo puesto que los dos estudiábamos en la universidad. Pero ya buscaríamos una solución.

Esta solución vino por parte de nuestros padres. Ellos entendían nuestra postura y sabían del cariño que sentíamos el uno por el otro. Tras hablar con nosotros decidieron que nos ayudarían económicamente; nos darían dinero para el alquiler, para comer, para los gastos de la casa, estudios y también para nuestras cosillas.

Yo entonces contaba con 18 años y Pablo con 19. Si nos administrábamos bien podríamos salir adelante sin agobios y terminar la carrera. Mi madre sabía de un amigo suyo que tenía un piso vacío; solo lo usaba de vez en cuando, pero sobre todo lo tenía como inversión. Habló con él y lo convenció de que nos lo alquilara, que ella se hacía responsable del pago del alquiler. Le argumentó también que de esta forma el piso estaría habitable y mejor conservado, limpio y más vistoso de cara a posibles compradores, sin algún día decidía venderlo.

Ya llevábamos casi seis meses viviendo juntos en nuestro nidito. Era precioso, bien situado dentro de la ciudad y yo era muy feliz. Me encantaba tenerlo de forma que pareciera un verdadero hogar, donde ser felices los dos. En los estudios nos iba muy bien y nuestros padres estaban muy satisfechos por habernos dado su aprobación: Al principio hubo ciertas dudas pero todas se disiparon.

Durante la semana estudiábamos mucho y hacíamos vida de pareja, pero los fines de semana nos divertíamos de lo lindo con los amigos y amigas. Solíamos invitarlos a cenar, organizábamos pequeñas fiestas o simplemente los invitábamos a tomar café o una cerveza. Eso no quitaba que entre semana, él o yo, invitáramos a alguien a ver el partido de futbol o simplemente charlar o estudiar.

Nuestras relaciones sexuales eran como las de cualquier pareja; teníamos sexo en cualquier lugar de la casa, de cualquier forma o en cualquier postura, éramos jóvenes y nos gustaba experimentar. Yo tomaba la píldora casi desde que comenzamos nuestra vida independiente. Eso agradaba sobre todo a Pablo ¡Por fin se había librado de preservativos! Cierto es que a mí también me agradaba o complacía más hacerlo “A pelo”. Descubrí un mundo nuevo de sensaciones y placeres que con el condón no eran tan intensos; me encantaba sentir el semen dentro de la vagina, mezclándose con mis jugos, calentita y cremosa y eso provocaba que mis orgasmos fueran más intensos y numerosos. En esos seis meses pasé de tener uno o dos por sesión, hasta llegar a los cuatro en alguna ocasión muy especial.

Esto no era algo que me inquietara lo más mínimo, pero aun así decidí consultarlo con la ginecóloga, en una de mis revisiones de rutina. Ella me indicó que seguramente era una de tantas mujeres multiorgásmica, que era algo muy común y natural.

Hacía un par de meses que Pablo me venía proponiendo la idea de hacer un trío con otra chica, que era algo que le excitaba mucho imaginar. Pero que, en cualquier caso, estaba dispuesto a planteárselo con otro chico, es decir, dos chicos para mí si ello me motivaba más.

No era una idea que me molestara o inquietara pues, tras lo de mis padres, me había vuelto muy pasota y más abierta a experimentar: Si ellos terminaron de esa manera lo mismo me podría pasar con Pablo y era mejor disfrutar a tope.

Un viernes, después de comer, no teníamos clase ninguno de los dos y decidimos pasar la tarde en casa, disfrutando del sol en la amplía terraza. En este sentido tuvimos suerte pues la casa disponía de una terraza de unos 20m²… ¡Todo un lujo para nosotros! Yo la tenía muy cuca (bonita); la había llenado de plantas, teníamos una mecedora para dos personas, dos grandes sombrillas, varias butacas de esparto, una mesita redonda a juego con las butacas y un cristal que la cubría, una toma de agua con manguera para regar los días de calor y ¿Por qué no? Refrescarnos nosotros también.

Pues bien, nos salimos a la terraza, a tomar unos cafés juntos y charlar de nuestras cosas. Pasadas unas dos horas la charla deriva en temas sexuales. Pero Pablo, de forma inteligente, me lleva a su terreno y saca el tema que le trae de cabeza: Hacer el trío con otra chica o chico, lo que yo quisiera.

-. Mira Pablo – comienzo a decirle – en principio no es algo que me llame demasiado la atención pues, a pesar de pensarlo fríamente, no me parece justo  que uno de los dos disfrute el doble, no sé si me entiendes – terminé de opinar.

-. Te entiendo Luz, pero es inevitable en un trío a no ser que… responde para frenar en seco.

-. ¿A no ser que… qué? – Pregunto - No te entiendo, di lo que tengas que decir sin rodeos, somos mayorcitos – intento que se lance.

-. Pues verás: Tengo un compañero en la universidad que está saliendo con una chica, seguro que los conoces... – comienza de nuevo a explicar pero se detiene otra vez.

-. Mira Pablo, no me pienso pasar la tarde preguntando ni jugando a las adivinanzas… ¡Di lo que tengas que decir sin rodeos! – insisto algo impaciente.

Tras estas palabras arranca y ya no para de hablar. Me cuenta que ese amigo y su novia resultan ser una pareja con la que salimos un par de veces hacía más de un año y medio. Yo apenas me acuerdo de ellos y debido a esto pongo cara de indiferencia. Me sigue contando que ha hablado con su amigo, pues sabe que alguna vez, con su novia, han hecho intercambio con otras parejas. En este momento le corto.

-. ¡No me digas que quieres que hagamos un intercambio con ellos! Te veo venir… jajajaja…jajajaja…jajajaja – le respondo sorprendida y con cara de boba sin dejar de reír.

-. ¿Tan malo te parece? si es así dilo, pero no te burles – me responde sin mostrar una sonrisa.

-. No amor, no te enfades por favor, no me río de ti… es simplemente que tu amigo no me gusta nada y ella me parece una ¡Petarda! Las dos veces que salimos, me pasé el rato con ganas de querer esfumarme en el aire, pero no sabía cómo decírtelo sin que te molestaras. – le replico tratando de suavizar el ambiente.

-. Pues entonces no se me ocurre nada más – gruñe desilusionado y resignado.

-. Veamos, te cuento. El otro día hablé con María, ¿Sabes que está saliendo con Tomás?

-. Sí, me lo dijiste hace un par de meses creo recordar. – responde con cara de no acordarse de nada.

-. No amor, te lo dije hace cinco, empezaron al poco de venirnos a vivir juntos ¡Es que a veces no te enteras de nada! – le respondo conteniendo la risa por no enfadarlo del todo.

Se queda unos segundos pensando y por fin ve la luz encendida en su cabecita… ¡Vaya si le ha costado!

-. Cierto, ahora lo recuerdo. ¿y qué tal les va? – me pregunta como ido, dando palos de ciego.

-. Pues les va bien, deberías haberte dado cuenta. Desde entonces hemos estado con ellos y con el resto de la pandilla muchas veces… pero da igual, eso es lo de menos.  El tema es… ¿A ti te gusta María? – termino preguntado de forma directa.

-. Puesss… no sé que responder, diga lo que diga te puedes molestar – no deja de estar perdido e indeciso.

-. Solo dime lo que piensas, no temas, no me enfado digas lo que digas – le respondo en tono conciliador.

-. ¡Pues sí, me gusta mucho! ¡Está bien buena! ¿Lo prefieres así? – termina confesando y retándome.

No puedo evitar reír de nuevo, pero esta vez con más ganas. Lo veo tan perdido e indeciso por lo que yo pudiera pensar, que no me resisto a sentarme encima de él y besarlo por toda la cara. Realmente me hace reír de forma inconsciente muchas veces y ésta en especial. Que un chico me haga reír de forma espontánea es lo que más me gusta.

-. Pues como te decía… el otro día hablé con María sobre un tema, pues me parece mejor que lo del trío. – Comienzo a explicarle – ambas llegamos a la conclusión de que estaría bien que hiciéramos un intercambio los cuatro. A mí me pone mucho Tomás y a ella le pones tú. En ese aspecto estamos de acuerdo. – termino de explicar.

-. ¡O sea!... Ya sé por dónde vas: A ti te gusta Tomás y te lo quieres follar a toda costa… ¡Bien calladito lo tenías! – me responde frunciendo el ceño y muy celoso.

-. Jajajajaja amor, ¿No me digas que tienes celos? – le pregunto feliz por lo que siente – tú puedes querer follarte a otra delante de mí o que otro me folle a medias contigo pero… ¿Yo no puedo pensar algo semejante? ¿Con alguien de confianza y que me guste? ¿Acaso la chica que eligieras sería una que no te gustara? ¿Te gustaría que fuéramos María y yo contigo? – le lanzo una batería de preguntas embarazosas para desarmarlo.

-. No, no es eso, es solo que no me esperaba algo así. No imaginaba que ella y tú hablarais de estos temas. – responde escurriendo el bulto.

Así pasamos un buen rato, hablando del tema y llegando a conclusiones. Pero lo más importante es que tomamos decisiones: Decidimos ir hacia delante con el plan y esperar a ver que opinaban ellos. Tras tanto debate y de más, me siento más que caliente, fogosa. Lo tomo de la mano, le lanzo una mirada sugerente y sin dejarle respirar lo meto en el salón. Lo siento de un empujón en el sofá y con ganas de guerra lo desnudo del todo.

-. ¿Qué haces loca? ¿Qué te ha dado ahora? – me pregunta sin saber cómo actuar.

No respondo y comienzo a desnudarme de forma sexy y lenta, a dos metros frente a él. Noto como el muñequito se despierta de su letargo y comienza a crecer y crecer. Apenas tengo ropa pero quiero que lo disfrute. El pobre no sabe dónde mirar, sin duda no se lo esperaba.

Una vez desnuda del todo me acerco a él. Está sentado, recostado contra el respaldo. Me arrodillo delante de su miembro y sin pensarlo dos veces lo meto en la boca, hasta el fondo. Comienzo a mamarla con ganas y decisión, no quiero dejarle respirar, quiero que me desee tanto que me folle bien follada. Me siento caliente y guarrona como hacía tiempo que no me pasaba. El tema de conversación ha sido algo fuera de lo normal.

Sus gemidos y quejidos de placer no tardan en llegar. Sin duda le gusta y comienza a colaborar. Con ambas manos me coge de la cabeza, aplastando el pelo contra el cráneo y me ayuda con los movimientos de entrada y salida. Paro para evitar que se corra… ¡También quiero disfrutar!

Me levanto y girándome le doy la espalda, me siento sobre el mástil erecto y lo meto hasta el fondo de mis entrañas. Entra fácilmente y comienzo a cabalgarlo de forma ágil y acelerada. Quiero sentirla bien dentro y que me mate de placer. Tengo gran necesidad de apagar el fuego que me quema por dentro, en el coño, en el vientre…

Le cojo de las manos y las dirijo a los pechos. Quiero que esas manos firmes los acaricie, los manosee, los aplaste. Él colabora sin decir palabra, haciendo lo que deseo. Me pellizca los pezones y en ese momento no puedo evitarlo…

-.  ¡UMMMMMMM! ¡Sigue así machote, no dejes de pellizcármelos que sabes que me encanta! ¡UMMMMMM! – le ordeno mientras me hace gozar.

El placer que me está dando consigue que la cabeza se me vaya de un lado a otro sin control ¡Cómo me está gustando!

-. ¡Sigue amor, sigue! ¡AHHHH! Sigue, que me viene, no pares por favor – la excitación esta por darme un primer regalo.

Me detengo bruscamente para comenzar de nuevo a cabalgar más despacito, más pausada. El orgasmo me está matando y quiero disfrutarlo a tope, quiero que dure lo más posible. El no deja de gemir, también le está gustando mucho.

-. ¡Sí amor, síiii!  ! Me gusta mucho! ¡SIIIIII! No pares, por favor te lo pido. – el orgasmo me desorienta y el coñito no deja de segregar jugos que me inundan por dentro.

Tras unos increíbles momentos me detengo, sin dejar de jadear y tratando de tomar aire. Me levanto y voy corriendo al baño, con la mano taponando la vagina: No quiero que caiga una sola gota sobre el parquet o el tapizado del sofá. Tras unos segundos vuelvo con la toalla pequeña del baño. Le ordeno que se levante y extiendo esta sobre el sofá, a lo largo, dejando que uno de los laterales cuelgue un poquito.

Me tumbo boca abajo, con la pierna izquierda colgando, apoyando la rodilla en el suelo. La derecha queda extendida sobre el sofá, abriéndola todo lo que puedo. Estoy tan ansiosa que no puedo esperar más para sentirlo de nuevo dentro de mí.

-. ¡Amor, fóllame bien follada por detrás! No tengas piedad y haz conmigo lo que quieras. – le suplico con ansias de gozar de nuevo.

Por la posición que he adoptado el sabe bien lo que quiero. Inca la rodilla en el suelo, junto a la mía, coloca la puntita de su verga en la entrada del ano, tantea un poco y sin esperar a que le vuelva a suplicar me la clava por completo.

Se tumba sobre mi espalda, aplastándome contra el asiento. Comienza a follarme con ganas, sabe que lo deseo desesperadamente. El ano me arde un poquito, pero pronto se pasa y el placer llega de inmediato. Lanzo los primeros gritos de gozo. Él acelera la respiración y no deja de destrozarme por detrás, la postura le gusta y me lo hace saber. Realmente me está dando un gustito inimaginable.

-. ¡AHHHHHHGGGG! – grita al tiempo que me inunda el recto con su semen caliente.

-. ¡Córrete cariño! ¡Lléname por completo, no te guardes ni una gota! – le infundo ánimos.

Apenas me puedo mover por el peso de su cuerpo. Sus movimientos son más torpes y erráticos. Siento moverse el semen dentro de mí y las últimas embestidas. Le pido que se retire tras un par de minutos. Cuando lo hace me siento sobre la toalla, para desaguar en ella y le invito a que se siente junto a mí, a mi izquierda.

Los dos quedamos recostados sobre el respaldo y yo levanto las piernas flexionándolas. Apoyo el pie derecho sobre el asiento y el otro entre sus piernas, quedando ligeramente abiertas. No renuncio a correrme por segunda vez.

-. Amor, voy a masturbarme para ti, quiero que veas como gozo cuando estoy solita. – le digo poniendo ojitos de viciosa.

Él espera expectante y comienzo. Me froto el clítoris con el dedo corazón, el más experto de todos. Hago circulitos cada vez más pequeños para dedicarme a un punto concreto. Dejo caer la cabeza sobre el respaldo y no dejo de castigar el botoncito. No puedo ver la cara de Pablo pues tengo los ojos cerrados. Pero me la imagino, debe ser todo un espectáculo verle con cara de tonto, de sorpresa.

Sin ver deslizo la mano izquierda y agarro su verga, sé donde está, la puedo oler y sentir cerca. Comienzo a pajearle al tiempo que meto un par de dedos en el coñito. Sin apenas tiempo para que estos trabajen, siento como mi cuerpo se estremece, me contorneo como puedo. Por fin llega el orgasmo y lo disfruto tanto como el anterior. Abro los ojos y veo que Pablo no deja de mirarme la entrepierna.

-. ¡¡UMMMM!! ¡Qué rico! Las chicas sabemos cómo conseguir que llegue rápido el placer… ¡UMMM! – le explico entre gemidos complacientes.

Cuando termino de correrme me quedo muy relajada y satisfecha. Para ser algo improvisado ha estado más que bien. Durante unos minutos permanecemos inmóviles, cogidos de la mano, retomando el ritmo de la respiración. Pasado un ratito reacciono; hay que levantarse y arreglarse, pues tenemos cosas que hacer. Principalmente yo: tengo que llamar a María y consultarle que le parece lo que he comentado con Pablo un rato antes.

Me inclino sobre su miembro flácido y feliz, le doy un besito y le dedico unas palabras:

-. Gracias muñequito, has estado fantástico. Cuando quieras ya sabes donde están mis dos entradas, son por entero para ti… jajajajaja – estoy tan plena de placer que no puedo evitar bromear.

Pablo se ríe también y juntos nos levantamos. Ha estado muy bien y volvemos de nuevo a la vida.

Pocos minutos después llamo a María por teléfono y le cuento todo. Ella, sorprendida y visiblemente conmocionada, se ríe pero reacciona. Me dice que en principio está conforme, pero que debe consultarlo con Tomás. Quedamos en que cuando nos veamos por la noche, entre copa y copa, lo comentamos, que ella llama a su chico después de colgarme y se lo cuenta.

Por la noche nos encontramos con la pandilla en una pizzería. Cenamos como siempre; charlamos, reímos y lo pasamos bien. Al terminar de comer las pizzas, María y yo nos vamos juntas al baño, cogidas de la mano. Intuyo que la respuesta que me dé será afirmativa, pero no quiero ilusionarme demasiado. En el fondo no es algo que haya buscado de forma premeditada, pero lo prefiero a un trió.

-. ¡Joder Luz! Me has dejado de piedra por teléfono, no sabía que lo hubieras tomado tan en serio – me dice nada más entrar en el baño y sin pensar si hay alguna chica en los servicios.

-. ¿Pues qué quieres que te diga? Pablo estaba empeñado en un trío y me parece algo muy frio y egoísta por parte de él. – Contesto dando mi parecer – prefiero un intercambio y así ambos estamos en igualdad.

-. Pues sí, creo que es mejor. Tomás está más que ilusionado… ¿Sabes que le gustas mucho pillina? – responde de forma picarona y como queriendo indagar.

En ese momento entra una chica en los baños y dejamos el tema. Esperamos un poco, disimulando, hasta que la chica se marcha.

-. La verdad es que desde que pasó lo de mis padres ha cambiado algo mi mentalidad, ya no me lo tomo todo tan en serio. – continuo sin saber muy bien donde habíamos dejado la conversación.

-. No sabes cuánto lo sentí, eran casi la pareja perfecta. Es lamentable que por temas de trabajo se termine todo – intenta consolarme.

-. Pues sí, pero bueno, casi es mejor así. Si no hubieran escogido el camino deseado puede que con el tiempo hubiera sido peor – termino diciendo y regresamos con los demás.

Durante el resto de la noche Pablo y Tomás han hablado mucho tiempo. Cuando he preguntado me han dicho:  “que cosas sin importancia”. ¡Mentira! Yo lo sé bien pero no quiero ponerme pesada. Por otro lado, María y yo hemos seguido haciendo planes. El resto del grupo no tiene ni idea de lo que se cuece y no tenemos intención de que lo sepan. Pasado un buen rato, cuando estamos en un bar, Tomás se acerca a mí.

-. ¿Qué tal todo Luz? Imagino que estás segura de lo de mañana… ¿O tienes dudas? – me pregunta de forma directa y con gran confianza.

-. Creo que sí Tomás. Lo cierto es que me da un poco de vergüenza pero prefiero que seáis vosotros y no unos desconocidos. A vosotros os conozco de hace mucho tiempo y no puedo imaginar una pareja mejor – le respondo mostrando ciertas reticencias pero resuelta.

Cambiamos de tema y lo olvidamos por el resto de la noche. María y yo hemos previsto todo más o menos y poco queda por hablar. Ambas lo hemos planeado pues: Los chicos se han mostrado conformes con lo que decidamos.

Llega el sábado por la tarde. El reloj de pared de la cocina marca las 19:00la hora fijada para que vengan a casa Tomás y María. Lo importante vendrá después de cenar, pero hemos quedado unas horas antes para estar un rato juntos y que los nervios, o lo que cada uno sienta, se vayan mitigando. Pasamos casi todo el rato en la terraza, yo media hora antes la he regado para refrescarla.

Sobre las nueve, Tomás, viendo que hemos vaciado las cervezas, va a la cocina a por más. Acto seguido le sigo argumentando que voy al baño. No es cierto, entro en la cocina y disimulo que hago algo. Cuando Tomás se gira para salir, lo tomo de la mano y sin tiempo para que reaccione lo beso en la boca. Él, sin saber qué hacer y pensar, se deja llevar y me corresponde. Durante unos interminables segundos nos besamos de forma suave.

-. ¿Te molesta que lo haya hecho? Es para ir rompiendo el hielo. No creo que sea peor que lo que vendrá. – le digo justificando mi acción. – jajaja, tienes un rico sabor en los labios – añado para suavizar el momento.

-. No, no me molesta Luz, pero mes has sorprendido, eres muy lanzada, – responde diplomáticamente.

-. Lo teníamos planeado María y yo. Ella está ahora haciendo lo mismo con Pablo – le respondo confesando nuestro secreto.

Se sorprende pues no sabe nada y le vuelvo a besar más intensamente. Mientras lo hacemos deslizo la mano por debajo y oprimo su pene por encima del pantalón. El pobre no sabe donde esconder la cabeza por el corte que siente. Aun así sigue correspondiéndome el beso largo y reconozco que muy sensual: Realmente besa bien.

Durante unos minutos seguimos besándonos mientras yo profundizo dentro de su pantalón y él por debajo de mi minifalda. Me gustan sus manos pues son grandes y fuertes para mi delicado cuerpo. Decidimos regresar con Pablo y María. Cuando llegamos a la terraza, encontramos a María sentada en las rodillas de mi chico, comiéndose ambos la boca. Al entrar ella se levanta sobresaltada y algo avergonzada.

-. Jajajaja María, no te cortes, para esto estamos hoy aquí… ¿Te has olvidado? – le digo quitando importancia a la situación más que contenta pues: Antes de llegar ambos ya me había tomado unos chupitos de tequila.

-. Jajaja, no amiga, es solo que no lo esperaba. Habíamos pactado que lo haríamos cuando estuviéramos a solas con la pareja ajena – responde mientras se repone del susto.

-. ¡Te gusta María eh pillín!  - bromeo con Pablo sentándome sobres sus rodillas – sé que sí, pero da igual si me dices que no, a mi Tomás me encanta luego ya puedes espabilar - termino retándolo y todos comenzamos a reír algo más relajados.

Para destensar un poco más la situación me acerco a Tomás y le pido que se siente. Una vez sentado hago lo mismo, sobre sus rodillas, de medio lado y nos volvemos a besar. María, ya más calmada, me imita y hace lo propio con mi chico.

Media hora más tarde María y yo vamos juntas a mi dormitorio. Una vez allí seguimos con la segunda parte del plan: Calentarlos y seguir bajando la poca tensión que pueda quedar. Nos desnudamos y nos ponemos un bikini cada una. De esta forma regresamos a la terraza. Los dos chicos quedan boquiabiertos, sin saber que decir o hacer.

-. ¡Joder que buena estás María!  - Exclama Pablo al mirarla de de pies a cabeza.

Tomás, por no ser menos, me dice una galantería semejante y las dos nos mostramos complacidas y damos las gracias. Ambas nos miramos satisfechas por la buena marcha del plan. Los chicos, de forma más tímida, se quitan las camisetas en un intento de aportar un granito de arena. Me quedo pensativa: “¡Realmente Tomás está más bueno de lo que podía pensar!, lo he visto muchas veces en bañador, pero en esta situación gana mucho. No tiene un cuerpo de calendario, pero siento que está muy bien hecho. Además de cara siempre me ha gustado mucho”.

La temperatura del ambiente sube y ya no se puede frenar. María y yo nos ponemos a juguetear con la manguera de agua, mojándonos entre juegos y risas. Cuando nos cansamos, terminamos las dos empapadas hasta los huesos. Los pezones de ambas se marcan en el bikini, algo que no pasa desapercibido para ellos. Disimuladamente se colocan el paquete en los pantalones. A buen seguro han ido creciendo y buscando camino para expandirse.

María se quita la parte superior del bikini y se sienta sobre Pablo, con ambas piernas abiertas y frente a él. Lo besa en la boca, en el cuello y le invita a tocarle las tetas. Él lo hace y eso me enciende y siento algo de celos. Para no ser menos me siento en la misma postura sobre Tomás, llegando a colocarme sobre su verga. Le invito a que me despoje del sujetador del bikini y lo hace sin perder un segundo. Acerco su cabeza a mis pechos y los besa y lame con ganas. María y Pablo están prácticamente haciendo lo mismo. Me deslizo un poco más sobre la polla de Tomás para sentirla en el coñito, a través de la fuerte tela del tejano. Así pasamos un rato, sin progresar más, hasta la hora de cenar.

Cuando nos levantamos para entrar al salón María se pone en la entrada y dice:

-. A ver chicos, el que quiera cenar tiene que entrar al salón sin pantalones – les advierte con gesto serio, conteniendo la risa y ambos chicos obedecen sin perder tiempo.

-. Jajajaja ¡Mira cómo están los pobrecitos! – llamo la atención de María sobre los bultos que, en los calzoncillos, denotan la excitación de ambos.

De esa forma nos ponemos a cenar, los cuatro vestidos simplemente con el calzado y la prenda interior que cubre nuestras vergüenzas. En la mesa, María se sienta junto a Pablo en un lado y yo, junto con Tomás, en el lado opuesto, unos enfrente de los otros.

Como el tablero de la mesa es de madera no hay forma de ver lo que pasa debajo. De esta forma, pasado un rato y cuando Tomás no lo espera, saco el pie del zapato, estiro la pierna y busco su miembro. Me cuesta un poco dar con la situación exacta, pero finalmente lo consigo. Con el pie desnudo empiezo a jugar en su entrepierna. Él no se mueve, sigue cenando como si nada. Pero no puede ocultar que le gusta y que desea que siga.

María está haciendo lo propio con mi chico, pero Pablo no sabe disimular demasiado y se le nota en la cara que está gozando. Eso me complace y anima para seguir con más agilidad sobre Tomás. Éste ya no puede evitar poner gestos de gusto más visibles. Todo va bien pienso y eso me relaja del todo.

Ya hemos terminado de cenar y no tengo ganas de ir a la cocina a por el postre, me excita lo que hago y no quiero parar. Me hago la tonta y sigo masajeando la polla de Tomás con más ganas. El pobre no puede evitar lanzar un pequeño gemido y todos nos reímos, menos él que se siente avergonzado.

-. ¿Qué te pasa Tomás, después de todo te cortas? – le pregunto poniendo carita de niña buena.

-. No, no es eso. Es solo que me da apuro que me hagas esto mientras María y Pablo siguen cenando tan tranquilos – responde justificando su desliz.

-. Jajajajaja amor, ¡Qué rico eres! Mira por debajo de la mesa – responde María invitándole a mirar.

Tomás se inclina y mira. No puede ocultar de nuevo su vergüenza por el nuevo patinazo. Puede ver como su chica está haciendo lo propio en la polla de mi amor. Respira profundamente y comienza a reír contagiando a los demás.

-. No te preocupes Tomás – le digo con voz tierna – espera y verás, tú no te muevas pase lo que pase.- le ordeno.

Retiro la silla hacia atrás, me pongo a gatas y voy gateando hasta llegar con la cabeza a la posición de sus rodillas. Con la mano derecha intento agarrar su miembro, por encima del calzoncillo. Es de tipo pantaloncito corto y cuesta un poco adivinar la posición de su juguetito. Por fin lo encuentro y masajeo lentamente y con suavidad. Vuelve a gemir levemente y todos nos reímos de nuevo.

María sigue sentada, masajeando con el pie el miembro de Pablo. Me animo y desabrocho los dos botones de la bragueta de la prenda de Tomás y meto la mano al conseguirlo. Agarro firmemente su miembro y pienso en lo grande que es y en el placer que me puede dar dentro de un rato. Otro gemido se escapa de su boca pero ya nadie ríe, estamos los cuatro muy concentrados.

-. ¿Estás bien Tomás? - Le pregunto sin dejar de acariciarle.

-. Sí Luz, todo bien – responde más relajado.

-. Ahora te voy a hacer algo que te relajara del todo, no sientas vergüenza. Yo también estoy temblando como un flan, pero sigo adelante. – termino diciendo, y confesando mis sentimientos.

Tras esta pequeña charla íntima, saco el miembro por la abertura. Lo sujeto con ambas manos y comienzo a jugar con él. Veo como Pablo se levanta de la silla, se pone junto a María y ella le saca la polla y comienza a chuparla. Al ver la escena comienzo a mojar la braguita del bikini. Como la puedo me la quito, sin abandonar la posición. Esta postura me pone a cien y sobre todo la idea de comerle la dura verga a Tomás bajo la mesa.

Cuando miro de nuevo hacia la entrepierna de mi nuevo amante, puedo observar con espanto y satisfacción al mismo tiempo, que la tiene muy grande, algo más que la de mi chico. Es la primera polla que veo en vivo después de la de Pablo y me gusta mucho.

Sin pensármelo más, la vuelvo a coger con ambas manos y las deslizo de la base a la punta y viceversa. Intento hacerme una idea del volumen y quedo más sorprendida aun. María no deja de hacerle una felación a su amante y sin pensarlo más, meto eso tan grande que tengo entre las manos en mi boca. Tomás vuelve a gemir, síntoma de que le gusta lo que hago. Comienzo a chuparla con ganas pues ya he perdido cualquier pequeño reparo que tuviera.

Escucho a Pablo gemir y un ligero chapoteo producido por la boca de María. Me excito más y aumento la velocidad, esmerándome todo lo que puedo por complacer a Tomás. Éste ya no evita los gemidos y eso me anima a hurgar con la mano izquierda en mi clítoris. Uffff… me estoy poniendo muy cachonda por la escena, por la situación general.

Tras unos minutos dejo la felación y salgo reculando de debajo de la mesa. Rodeándola paso por delante de María y Pablo y beso a éste en los labios con deseo y complacida.

-. ¿Te gusta amor? - Le pregunto al oído deseando que me responda complacido.

-. Si cielo, me encanta como la come María – responde entre pequeños gemidos.

Sigo mi camino hacia Tomás. Este me mira intrigado por mi siguiente paso. Cuando llego a él veo que aun tiene la verga fuera, no ha osado guardarla de nuevo. Eso me llena de gozo y satisfacción. Me acerco a su oreja y le digo susurrando:

-. Dame la mano y vamos a la terraza, estaremos más fresquitos.

-. Tu mandas Luz, vamos donde quieras – me responde inquieto.

Cogidos de la mano nos dirigimos a la terraza y me echo sobre la tumbona, mirando hacia el cielo. Ni me he fijado en lo que hacían Pablo y María. ¡Qué más da, yo voy a lo mío! Tengo las piernas a cada lado de la tumbona, ligeramente flexionadas y con el coñito expuesto. Tomás se coloca delante de mí, toma un cojín de la butaca cercana y se arrodilla sobre él, en el suelo. Acerca la boca a mi entrepierna y comienza a comerme desesperado el coño: Debe querer agradecerme la mamada que le he hecho. Tras unos segundos mi cuerpo se contornea por el placer. Tomás empuja mis piernas hacia arriba y sobre el vientre. A buen seguro no tenía buena posición y busca una más cómoda para acceder a la rajita.

-. ¡Ummmmm¡ - un ligero pero placentero gemido se me escapa por la boca.

Me está comiendo los bajos de forma magistral. No me sorprendo, a María le encanta y debe tener bastante maestría debido a la práctica. Mientras, me acaricio los pechos, pellizco los pezones. Con la mano libre acaricio el cabello de mi caníbal, del chico que me está comiendo el coñito, los labios y el clítoris. Me está matando de placer.

-. ¡UMMMM! – un segundo gemido se desliza por mis labios,  más fuerte y complaciente.

Tras pocos minutos aparto la cabeza de Tomás con ambas manos. Él hace intento de levantarse.

-. No Tomás. No te levantes, permanece de rodillas, en el mismo lugar. – le suplico y él me complace.

Deslizo mi cuerpo hacia él. Cuando llego noto que el coño queda ligeramente más bajo que su polla. Le pido que tome otro cojín y lo ponga debajo de mi culo. Él obedece y tras cogerlo lo levanto y lo coloca debajo de mí.  Ahora sí están ambos sexos a la misma altura. Escucho los gritos de Marie que provienen del salón. No la puedo ver pero imagino que Pablo le está comiendo el coño o follando.

No puedo esperar más y pido a Tomás que me penetre, con calma, haciendo que goce de cada centímetro que introduzca. Así lo hace y mis gemidos y pequeños gritos se hacen muy evidentes. Pienso en si algún vecino que esté tomando el fresco de la noche nos escucha. No me importa ¡Qué se joda y sufra! Quiero gozar y no me pienso cortar.

Finalmente la polla hace fondo en mi dilatado coñito. Es más grande dentro de lo que había calculado, se acopla a la perfección: “¡Veremos si es más hábil que la de Pablo!” pienso. Deseo que sí, porque la situación me excita como nunca antes lo había estado.

Incorporo el tronco y la cabeza hacia Tomás. Con ambas manos abrazo su nuca. Me acerco como puedo a su odio.

-. ¡Fóllame Tomás! ¡Mátame de placer! No pienses en nadie más que no sea yo. Durante un rato seré solamente para ti. – le susurro mientras me muero por sentir una sinfonía con su flauta.

Hace intento de contestarme pero le pido que no hable, que simplemente actúe. Comienzo a moverme y el a follar con ganas y energía. Nos besamos y con ello ahogo sus jadeos, quiero sentir el calor de su aliento en mis labios, eso me pone mucho más cachonda. Comienzo a notar su maestría follando y pienso en lo bien que lo debe pasar María con él.

-. ¡Qué bien lo haces amor! ¡Me estas matando de placer!... ¡UMMMMMMMMMM! No sabes cómo envidio a María – le digo mientras gruño complacida e infundiéndole ánimo.

El ritmo que ha alcanzado es muy rápido y sin sentir los preámbulos del orgasmo, me corro como una loca, gritando y pidiendo más y más. Al escucharme se anima y pone más empeño. Realmente esta polla me está secando por dentro. El coño comienza a chapotear con cada embestida y lentamente comienza a manar por donde encuentra una mínima rendija.

Los gritos de maría cobran fuerza y aumentan de decibelios. Puede que al escucharme se haya animado o puede que Pablo realmente la esté dando bien fuerte. Mi orgasmo ha terminado y noto que el coño ya no chapotea: Posiblemente se haya quedado seco. Me suelto de su cuello y me tumbo buscando aire, expandiendo los pulmones.

Me siento algo extenuada pero no pienso parar: “ ¡Aun quiero más, mucho más!”.  Aprovechando que Tomás aun no se ha corrido decido cambiar de postura.

-. Tomás, por favor, para. Vamos a cambiar de postura, me siento algo cansada y el coñito me arde – le pido con voz mimosa y sugerente.

-. Como quieras Luz. ¿Qué quieres hacer ahora? – pegunta dispuesto a lo que sea.

-. Retírate un poquito y me giro. – termino de ordenarle con dulzura.

Obedece y me coloco dándole la espalda, mirando hacia la tumbona, de rodillas en el mismo cojín que él: Es grande y cabemos los dos perfectamente. Adopto casi la posición del perrito y puedo ver claramente, ahora sí, como María está sentada sobre Pablo, ambos en el sofá. No puedo ver si la penetra por el coño o por el detras. Dejo de mirar y vuelvo a de nuevo a mi mundo, quiero ser penetrada otra vez por mi amante. Me muero porque lo haga con la misma delicadeza y maestría.

-. Tomás, ¡Métela por detrás! No tengas reparos. No temas por mi culito que sabrá acogerte bien – le vuelvo a suplicar por enésima vez.

Cumple mi deseo apuntando certeramente en el ano. Mete el glande y noto como me dilata más de lo que consigue Pablo al encularme. Sigue empujando hasta que consigue que se pierda dentro de mí, por completo.

-. ¡HAAAAA! - Lanzo un pequeño grito de dolor – no te asustes Tomás, es normal que al meterla me duela un poco – le tranquilizo.

Comienzo a moverme y él acompaña mis movimientos. Entra y sale de mí cada vez con más ligereza y con menos dolor. Termina por gustarme tras unos segundos. Realmente me gusta sentirla dentro. Sus movimientos se aceleran y comienzo a arrastrar la tumbona por el suelo: Va y viene, con mi cuerpo. Levanto el torso y como puedo pego mi espalda a su pecho, sin que se salga: La posición es adecuada pues tenemos la misma estatura.

En esta posición siento más placer aun y llevada por él, alzo los brazos y lo abrazo por la nuca como puedo. Me está follando a un ritmo muy acelerado y me siento morir. Mantiene una mano en mi cadera izquierda y con la derecha me acaricia los pechos, los estruja: sus manos son grandes y los cubre bien.

-. ¡ME CORROOO! – grita poseído.

-. Échalo sobre mi culito, no te corras dentro – le ordeno entre gemidos de gozo.

Me inclino de nuevo hacia delante para volver a la postura del perrito. La saca de mis entrañas y lanza un chorro de semen que llega casi hasta la mitad de mi espalda. A ese le sigue otro que queda más corto y baña la parte superior del trasero. Después un tercero menos abundante pero igual de caliente y espeso.

Sentir su leche sobre mi cuerpo me excita sobremanera y ayudada por mi mano consigo arrancarme un segundo e intenso orgasmo. Esta vez apenas me corro, pero el placer es mucho.

Cuando consigo calmarme apenas puedo moverme. Aun así me levanto y le pido que también lo haga. Le llevo conmigo hasta la boca de la manguera de agua. Me arrodillo delante de la verga y abriendo el chorro de agua se la lavo: Quiero agradecerle tanto placer de forma generosa. Una vez he terminado me la meto en la boca y le doy un regalito extra. Se lo merece por lo bien que se ha portado.

Cuando entramos en el salón vemos como Pablo está recostado sobre el respaldo del sofá. Recuerdo que el día antes fui follada por él en el mismo lugar. Ella está empalada por su polla, mirando hacia él. Cruzo miraditas con Tomás y sonreímos con complicidad. María grita como loca, parece que se está corriendo y pide más.

-.  ¡FOLLAMEEE!  - suplica entre sollozos de gusto.

Pablo no para hasta que definitivamente María ha terminado de correrse.

-. ¡Qué cabronazo! ¡No veas como folla Pablo, Luz! – me dice María sin dejar de jadear y con claros síntomas de haberlo pasado muy bien.

Tomás y yo nos sonreímos al recordar lo nuestro. María queda tendida sobre el pecho de mi chico, aplastando sus grandes tetas contra él: Deben de ser casi del doble de tamaño de las mías y con unos pezones bastante generosos. No puedo evitar sentir envidia de ellas. Está muy extenuada e intenta calmarse. Pablo la tiene agarrada del culo y no lo suelta. Mi cara risueña es claro síntoma del placer recibido y de la cara de felicidad que refleja el rostro de mi amor. Quedan en esa posición durante un rato más, con la polla dentro del coño de María.

-. Pablo, amor ¿Te has corrido cariño? – pregunto intrigada, apenas lo he escuchado en todo el rato.

-. SIIII, - contesta María – no veas cómo me ha llenado el coño hace media hora – sigue dándome más detalles.

-. ¿Todo el rato habéis follado por delante? – pregunto curiosa.

-. Sí amiga, no veas el gusto que me da esta polla por la rajita – termina por confirmarme – pero tranquila, en cuanto retome el aliento soluciono ese pequeño detalle – termina por sorprenderme e intrigarme.

Tomás y yo nos acercamos a la mesa y tomamos un poco de vino. Está caliente pero nos importa poco. Sin decir nada nos miramos pensativos. Ambos debemos estar pensando lo mismo: ¿Qué habrá querido decir María con esa intrigante última frase? No veo a Pablo con ánimo para acometer una enculada en el generoso trasero de mi amiga. Pero pronto salimos de dudas.

-. Tomás, mi amor ¡Acércate! – ordena María aumentando la intriga.

Él se acerca y se pone a su lado derecho. Ella nota que tiene la polla algo caída y decide hacer que suba: Besándola, lamiéndola y finalmente chupándola. No tarda más de dos minutos cuando por fin, el ariete que me ha perforado los dos orificios, vuelve a cobrar vigor.

-. ¡Folladme los dos al tiempo! Quiero sentir las dos pollas dentro – suplica extenuada ante el asombro de todos.

Tomás parece motivado y accede. Pablo parece resucitar y también se presta a la experiencia. Si tenía la verga flácida dentro de María, debe de haber crecido como por arte de magia. Ella levanta el culo lo que puede, sin que salga el instrumento de mi chico. Tomás se coloca en cuclillas detrás y de un golpe certero y firme la hunde del todo dentro de su chica.

Los tres comienzan a moverse torpemente, la postura no parece nada cómoda. Me siento en una butaca y me quedo mirando sorprendida pero intrigada. Nunca había visto ni imaginado esa escena, solo en las películas X. los movimientos de los tres parecen acompasarse y María comienza a gritar de nuevo como poseída. No tarda más de tres minutos en correrse aumentando los jadeos y gritos. Debe estar rozando el cielo.

Sentada, siento un hormigueo por todo el cuerpo, de nuevo estoy cachonda y comienzo a masturbarme. La escena me ha excitado demasiado. El dedo no deja de entrar y salir de mí. Cuando el trío ha terminado maría me sorprende de muevo.

-. ¿Ves luz? Esto es lo que ocurre cuando se hace un trío. – me informa como si lo supiera de primera mano.

-. No, no, deja, ya he tenido bastante. – contesto justificándome.

-. ¡Venga, no seas tonta! – insiste.

-. Vamos cariño, no pasa nada – dice Pablo uniéndose a los ruegos de María.

-. ¡Venga, vale! Pero un poquito, solo por probar – accedo por complacerles y por curiosidad.

Tomás sale de María y se aparta. Esta se levanta y se retira también. El camino queda libre para que me acople a ellos. Pablo me pide que me siente sobre él, dándole la espalda y que la meta por el culito. Añade que Tomás, como pueda, me penetre por el coño. La idea me complace, no sé si podría soportar de nuevo esa verga otra vez por detrás.

Me siento sobre mi chico y la introduzco cuidadosamente en el ano. Él tira de mí contra su pecho, mientras Tomás me levanta las piernas todo lo que puedo. Se agacha y la mete poco a poco, como puede. Una vez dentro, empieza a follarme el coño y con ese gesto Pablo comienza a hacer lo que puede desde abajo. Los movimientos son milagrosamente acompasados y empieza a gustarme. No tardamos mucho en perder el ritmo y la postura me cansa. Se lo hago saber a los dos y María propone hacerlo como ella, afirmando que es más cómo y placentero. La cabrona está disfrutando viéndome hacer de mono de feria.

Tomás da la razón a mi amiga e insiste. Accedo y me pongo en posición sobre Pablo, introduciéndola por la vagina. Tomás se coloca y me empuja hacia delante, dejando el culito a su merced. Sin contemplaciones me penetra hasta el fondo y comienza con un mete saca matador. Siento que me destroza el ano y Pablo no colabora demasiado excitándome el coñito.

-. Pablo, hijo mío, muévete con gracia que pareces un muer, to, oh, oh – le ordeno algo contrariada y gimiendo.

Como puede colabora y comienzo a sentirme más cómoda. Nuestro amigo no deja de castigarme la retaguardia, con unas energías que me dejan sin aliento. No tardan en llegar los jadeos y los gritos. Realmente Tomás me está castigando el culito y me parte en dos. Pienso que pretende correrse por segunda vez. Esta vez no me importará que lo haga dentro: Después de todo Pablo se ha corrido dentro de maría.

-. María, trae una toalla del baño, por favor, no quiero manchar la tapicería si se corren – le ordeno de forma enérgica para que se dé prisa.

Pablo apenas puede moverse pero hace lo que puede por estimularme el coño. Por el contrario, Tomás embiste por los dos. Lo hace tan rápido y fuerte que no creo que tarde en soltar la leche.

-. ¡Si Tomás, no pares cabrón! ¡Dame bien fuerte por favor! - Estoy tan excitada y con ganas de disfrutar de nuevo que se me escapa el primer taco hacía él.

María regresa con la toalla y se sienta junto a los tres, preparada para cuando llegue el momento.

-. ¡¡JODERRRR!! Me estás destrozando – vuelvo a gritar.

Tomás ya no puede más y parando casi en seco me llena el recto de semen.

-. SIIIIIIIIII - grita extenuado y muy satisfecho.

-. ¡Dámelo todo cielo, no te guardes una sola gota! – le animo con agradecimiento por una segunda enculada que me tiene al borde de otro orgasmo.

Cuando termina de eyacular no parece tener fuerzas para más. Sale de mí y María se apresura a taponarme con la toalla. Después de hacerlo agarra a su chico por la cintura, lo coloca frente a ella y le proporciona una chupada corta con el fin de limpiarle la polla con la boca. Al ver esto, lejos de sentir asco, me pone más y cabalgo con ganas a Pablo. No tardo más de un minuto en correrme de nuevo, casi con la misma intensidad que la primera vez. Pablo no da para más y parece rendirse pero satisfecho: A juzgar por su carita de felicidad. Mi cara es más expresiva aun: Me he corrido tres veces y he gozado cada una de ellas.

Termino por levantarme y me siento sobre la toalla, junto a María. Ninguno de los cuatro tenemos fuerzas en el cuerpo y quedamos un buen rato descansando. Tomás está sentado en el sillón, a mi izquierda. Alargo la pierna como puedo y con el pie le acaricio la verga. Está casi flácida del todo.

-. ¡Gracias Tomás, has estado increíble! – le digo mostrando una sonrisa de sincero agradecimiento.

No me contesta y retorno la pierna a su lugar. Pasado un rato salgo a la terraza buscando aire y tranquilidad en la tumbona. Allí permanezco sobre media hora, con los ojos cerrados y pensando.

Cuando regreso al salón no queda nadie: Cada uno se ha debido ir a dormir cuando ha tenido fuerzas. Apago las luces, voy al baño a asearme y finalmente me acuesto con Pablo. Son más de las dos de la madrugada y en ese momento, mi cama me parece el lugar más cómodo del mundo. Sin saber cuándo, me quedo dormida.

Por la mañana me despierto sobre las doce del medio día, con ganas de ir a orinar. Pablo sigue dormido: Pobre, el esfuerzo de la noche anterior lo ha dejado como drogado, María es mucha mujer para cualquiera. Abro la puerta del baño y encuentro a Tomás haciendo lo mismo que yo pretendo. Cuando termina se lava la cara mientras yo, con la mayor naturalidad del mundo, me siento para descargar el vino y los líquidos tomados durante la noche.

Comenzamos a charlar como si lo de anoche fuera el pan nuestro de cada día. Ambos estamos completamente desnudos y sin ningún tipo de vergüenza. Le pido que se acerque a mí que sigo sentada, aunque hace un par de minutos que terminé de orinar. Le cojo el pene y lo beso

-. Gracias de veras, anoche me diste mucho gustito por los dos agujeritos – hablo al pene como si tuviera vida.

Esto provoca que crezca hasta alcanzar todo su esplendor. Al notar la excitación de Tomás comienzo a chuparla con ganas durante unos minutos. Pasados estos me levanta, me coge en volandas y como si fuera un muñeco, me sienta con las piernas abiertas sobre el mueblecito donde está empotrado el lavabo. En esa posición me pega una follada que me hace rememorar la noche anterior.

“Sin duda esto me abría un mundo nuevo de posibilidades”, pensé. Pensar en repetir con Tomás me tuvo loca una temporada. Por supuesto que esto ocurrió en más de una ocasión: Los cuatro juntos y una vez sin que Pablo y María lo supieran. Imagino que ellos también se vieron y follaron, pero ninguno dijimos nada.

Esto es todo, debido a mis reticencias sobre hacer un trío, terminamos en un intercambio de parejas que, por lo que respecta a mí, me dejó plenamente satisfecha. Sin contar con las posibilidades que esto trajo en los meses siguientes. El trió no me pareció buena idea en esa ocasión, debido al egoísmo que suponía, para mí, que dos personas disfrutaran de una o que esta, lo hiciera de dos, “Tanto monta, monta tanto”.

 

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