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Casado Con Raquel (8 de 9)

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Su disculpa llegó en forma de dos docenas de rosas y una carta dejadas a la puerta de casa. Nuestra vecina vió que las dejaban y las vigiló hasta que llegamos a casa. Me lo explicó cuando las trajo.

- Las ha dejado un hombre de color, muy grande... Al principio no sabía quién era, después recordé que lo había visto un día con vosotros en casa -Era una señora mayor pero sus ojos resplandecían mientras lo relataba- Dos docenas de rosas... Cualquiera diría que se está disculpando por algo que ha hecho mal.

- Así es...

- ¿Crees que lo perdonará? -Me preguntó la señora.

- No lo sé... -Le contesté evasivamente.

- ¿Qué piensas de todo esto?... Un hombre color tan apuesto enviando a tu mujer rosas y una nota -Insistió la señora.

- No es lo que piensas...

- ¿Entonces qué podría ser? -Sonrió- No es que naciera ayer precisamente, pero en cualquier caso no es que sea algo de mi incumbencia.

Le dí las gracias y cerré la puerta. Fue la primera vez que me sentí identificado como un cornudo.

Pensé sobre el tema. Había sentido tantas sensaciones durante los dos últimos años: Traición, daño, excitación, perdón, amor, sumisión, deseos de protegerla, cuidarla, apoyarla en sus necesidades... Pero nunca me había sentido como cornudo.

Las rosas y la nota que las acompañaban no me habían hecho sentir así, pero sí los comentarios de la vecina. Pensé sobre todo esto mientras me tomaba una cerveza y esperaba a que Raquel llegara. Puse las flores en un jarrón con agua en la mesa de la cocina con la nota apoyada. Hice la cena y seguí pensando en la etiqueta que ahora llevaba.

En realidad, Raquel me había traicionado y me había puesto los cuernos, pero la etiqueta con la que yo me veía era la de un marido herido. Ahora ella tenía un amante, Javi se había equivocado e intentaba la reconciliación. Esto era algo entre ellos. Javi no estaba interesado en mi perdón, sino en el de Raquel. Quería volver a nuestra cama para volver a hacer el amor con Raquel.

De pronto me sentí como el tercero en discordia. Si lo perdonaba, ¿sería en sus términos o en los de él? ¿Pasaría de ser su caballero a ser su esclavo cornudo?

No me entusiasmaba la idea; ser un caballero era más fácil de aceptar que la posición de un cornudo. Un caballero denotaba honor, obediencia, caballerosidad mientras que un cornudo significaba una falta de poder que eventualmente conducía a su menosprecio.

No creo que durara mucho en una relación así y me pregunté si debería de hacer las maletas. No me importaba compartir a Raquel mientras ella fuera nuestro punto de referencia, pero no Javi. No quería un rey, sino una reina.

Raquel llamó diciendo que se retrasaría. Le dije lo que estaba preparando de cena y que esperaba estuviera hambrienta. Me dijo que había tenido un día increiblemente agotador y que esperaba que estuviera preparado para darle un masaje en los pies. Bajó su voz y añadió:

- Y algo de acción con tu lengua también...

El corazón me dió un vuelco.

- Creo que puedo complacerte...

- Te quiero... -Me dijo Raquel antes de colgar.

Era la primera vez en quince días que expresaba deseos de que la lamiera. Miré a las flores y la nota que las acompañaba. Todo lo que tenía que hacer era hacerlas desaparecer, pero no lo hice. Tenía que dejar que el juego continuara hasta el final.

Raquel llegó en un salto. Estaba sacando la lasaña del horno.

- ¿Necesitas ayuda?

- Sólo que abras el vino. Los vasos están ya en la mesa.

Fue entonces cuando vió las rosas.

- No deberías...

Sonreí.

- No son mias, son de Javi...

Raquel frunció el ceño.

- Vaya... Bueno, lo leeré después.

Cogió las rosas y la nota que las acompañaba y las llevó al salón.

Nos sentamos a cenar y antes de empezar Raquel propuso un brindis:

- Por mi caballero...

- Por mi reina... -Le respondí.

Brindamos y empezamos a cenar. Raquel me preguntó qué tal me había ido el día, aunque no tenía mucho que contarle.

Después de la cena recogí la cocina mientras Raquel subía a cambiarse. Estaba tumbada en el sofa vistiendo el mismo albornoz que llevaba la mañana que Javi la había violado. Se había traido un tarro de loción y movía los dedos de los pies.

- Date prisa...

Me senté en el sofá y Raquel puso sus pies en mi regazo.

- Tienes unas manos tan buenas para dar masajes...

No les hizo caso a las rosas, sólo me miraba a mí. Le dije lo bonitos que eran.

- Supongo que sí... ¿Pero a qué mujer no le gustan las flores?

Levanté la vista de sus pies.

- Me refería a tus pies... Son preciosos, aunque las rosas también lo son... Pero aún así prefiero las flores sin espinas.

Raquel se rió.

- No sabía que te gustaran tanto mis pies...

- Sí lo sabías Raquel...

- Sé lo que quieres, pero tendrá que esperar... Ahora hay algo que quiero...

Se abrió de piernas y desabrochó su albornoz. Me puse entre sus piernas y empecé a lamer tan lentamente como me fue posible, saboreando cada milímetro cuadrado.

Después Raquel me complació.

- Desnúdate...

Pensé que quería que la penetrara, pero lo declinó. Me abrí de piernas y rocié con la loción mi durísima polla. Raquel utilizó solamente sus pies para hacerme llegar al orgasmo. Me corrí en sus dedos y la cara del pie. Normalmente iba a por papel y se los limpiaba, pero aquella noche me dijo:

- Limpiamelos con la lengua...

Así lo hice. A Raquel también le gustaba que jugaran con sus pies, aunque me dijo que nunca podría verse siendo recíproca.

Tras limpiarselos, la comí por segunda vez utilizando ahora mucho más mis dedos. La penetré con tres dedos en su vagina y el meñique en su ano. Cuando apliqué toda la presión en la parte superior de su vagina sus orgasmos eran mucho más intensos y se corría a chorros. Tras recuperarse comentó:

- Así es cómo me sentía con Javi...

- ¿Lo echas de menos?

- Sí... Pero no en el sentido que piensas.

- ¿Entonces cómo?

- No tengo ganas de hablar de él... Quiero que me folles...

Me puse encima de ella y nos besamos. Raquel restregó mi glande contra su clítoris hasta tenerla dura por completo.

- Métemela...

La penetré.

- La tienes durísima... ¿Me sientes bien?

- Muy bien, Raquel...

Empezó a incrementar el ritmo sin detenerlo en ningún momento y sentí cómo me acercaba.

- No te preocupes por mí... Quiero que te corras.

Al ritmo que estaba imprimiendo no podría aguantarme por mucho tiempo más.

- ¿Te da gusto?

- Sí, Raquel...

- Sí, qué bien... La tienes tan dura... Me gustan los hombres que la tienen dura... Un hombre que la tenga grande y dura...

Me corrí con tanta intensidad que llegué a sentir dolor.

- Cómeme de nuevo... Sin manos, sólo tu lengua...

Raquel se mantuvo con las piernas abiertas mientras miraba como limpiaba con mi lengua el semen. Entonces se abrió bien los labios vaginales y me señaló a su clítoris.

- Chúpamelo... Bien rapido...

Al minuto se corrió.

Me quedé descansando en su pubis, me gustaba la sensación de su vello púbico en mi cara. Raquel me acariciaba la cabeza.

- ¿Cuándo han llegado?

- Antes de que llegara del trabajo... La vecina las recogió, ha sido un detalle por su parte... Eso no es todo... Me dijo que había visto a quien las trajo, un hombre grande de color.

Raquel se rió.

- Puedo imaginarme lo que estaba pensando...

- Aún hay más... Me preguntó qué pensaba de un hombre negro que regalaba rosas a mi mujer... Me hice el tonto, pero no la engañé...

- ¿Cómo te hace sentir que nuestra vecina sospeche que estoy teniendo una aventura con un negro?... Sabes que se lo va a decir a todo el mundo...

El corazón se me salía por la boca.

- Para serte honesto, Raquel... Me siento vulnerable.

- ¿En serio?

- Sí, Raquel... Es obvio lo que todavía sientes por él.

- Supongo que sí... Pero no me veo cambiandote por él...

- Esta tarde me he sentido como un cornudo, Raquel...

- Pero no estoy ocultando nada...

- Lo sé, Raquel... Es sólo cómo me siento... Me preocupa pasar a un segundo plano...

- Mírame... No dejaré que eso ocurra... La lealtad es en ambos sentidos... Te lo debo todo... ¿Crees que te conozco mejor que nadie?

- Por supuesto, Raquel.

- Sé que te gusta mirar, ¿verdad?

- Sí, supongo que sí Raquel...

- ¿Supones que sí?

- Tienes razón Raquel... Me gusta...

- Me gusta que sea así... Pero no dejes que llegue a ser lo principal... Sé que te sientes a gusto mirando, pero tienes que esforzarte en participar... No te quiero en la habitación contigua, te quiero con nosotros.

- No tienes por qué decir eso, Raquel.

- Sí tengo...

- ¿Vas a perdonarlo, Raquel?

- No lo sé... Las rosas son preciosas... Gracias por arreglarlas y ponerlas en el jarrón... Me sorprende que no las hubieras tirado.

- Pensé hacerlo, Raquel... Pero decidí que es a tí a quien te corresponde decidirlo.

Su voz era ronca, de miedo y lujuria, o una combinación que había hecho que su tono bajara un octavo.

- Dame el sobre...

Sus manos temblaban cuando lo abrió. Lo leyó en silencio y después en voz alta:

- Raquel, siento lo que hice. Estoy avergonzado por cómo me comporté. Pienso en tí a todas horas. Espero que encuentres en tu corazón un lugar para perdonarme. El Caballero Negro.

- ¿Eso es todo?

- Eso es todo... La leeré otra vez: Raquel, siento lo que hice. Estoy avergonzado por cómo me comporté. Pienso en tí a todas horas. Espero que encuentres en tu corazón un lugar para perdonarme. El Caballero Negro... ¿Cuál es tu impresión?

- No lo sé, Raquel... No es un hombre de muchas palabras.

- Creo que es sincero...

- Al menos la ha firmado como el Caballero Negro.

- Sí, pero debería de haberla firmado como Tu Caballero Negro.

Raquel continuó leyendo y releyendo la carta en silencio.

- ¿Qué piensas?

- Traeme el telefono...

Al levantarme Raquel comentó en voz alta:

- Dios, estoy tan cachonda...

Con el corazón en la boca y mis manos temblorosas le entregué el teléfono. Empecé a retirarme cuando Raquel me dijo:

- No, estate aquí... Necesitas oirlo todo.

Javi estaba en casa. Raquel me hizo sentar junto a ella y podía oir a ambos hablando.

- ¿Diga?...

- Javi, soy yo...

- Raquel, sabía que llamarías... ¿Cómo estás?

- Estoy bien... He leido tu nota...

- ¿Entonces me has perdonado?...

- Sí... ¿Pero qué hiciste mal que necesitabas que te perdonara?

Javi trató de esquivar el tema, pero Raquel persistió.

- Javi, no voy a ser yo quien ponga las palabras en tu boca... ¿Qué hiciste mal?

Su voz se difuminó tanto que no era audible.

- Dilo más alto, Javi... ¿Por qué te estás disculpando?

- Por ser violento...

- Por retorcerme el brazo, ¿es por eso?

- Ya sabes, por hacerte...

- Por hacerme, ¿qué?

- Por el sexo...

- No tuvimos sexo, Javi... Tienes que ser más específico si deseas mi perdón... ¿Qué es lo que me hiciste que estuvo tan mal?

De nuevo su voz se diluyó.

- Eso es, me violaste... Te volviste loco y para probar que eres más fuerte me violaste... Ahora disculpate.

Ahora sí pude oir su voz.

- Siento haberte violado...

- ¿Lo dices en serio o volverá a ocurir?

- Lo digo en serio... Lo juro... No volverá a suceder de nuevo. Jamás.

- Jamás, ¿qué?

- Jamás te trataré mal de nuevo. No volveré a violarte jamás.

- Te perdono Javi, pero tendrás que probar la sinceridad de tus palabras.

- Como quieras, sólo tienes que decirmelo.

- Vente ahora mismo y hazme el amor.

Raquel se fue a nuestra habitación después de colgar. Javi llegó al cuarto de hora. Evitó mirarme a los ojos, en parte por verguenza y en parte por burla.

- ¿Dónde está?

- Arriba...

Raquel le dijo que dejara abierta la puerta del dormitorio y eso me permitió escuchar dos cosas que me hicieron masturbarme. La primera fue cuando Raquel le dijo a Javi que lo quería y la segunda fue lo que le dijo tras haberla llenado de semen.

- No sería en absoluto infeliz si me dejaras embarazada...

- ¿En serio?

- Sí, en serio...

- Eso un paso muy grande, Raquel...

- Lo sé...

- ¿Fantaseas mucho con quedarte embarazada?

- Sí, pero no es sólo con quedarme embarazada... Sino con quedarme embarazada de tí, Javi...

Las palabras de Raquel tuvieron efecto pues no habían pasado diez minutos cuando volvían a estar follando, sólo que esta vez con un ritmo acelerado de principio a fin y unos gemidos de Raquel que hubieran levantado a un muerto.

Para alguien que no soltaba palabrotas fuera del dormitorio, No gimió con susurros apagados al decirle a Javi:

- Así, así... Hazme un precioso niño negro...

Hicieron el amor durante varias horas, pero Raquel le dijo que se fuera. Javi me ignoró al salir de casa. No estaba feliz a juzgar por el aullido de sus neumáticos al arrancar.

Raquel me llamó y subí las escaleras. Estaba en la cama con las piernas abiertas por completo.

- Tengo un regalo para tí...

Raquel se puso a horcajadas sobre mi cara, el semen de Javi rebosaba su vagina y se deslizaba por la cara interna de sus muslos. Mientras la comía mi polla estaba a reventar oyendo el relato de lo placentero que había sido el sexo.

- Córrete en mí...

Me desabroché el cinturón febrilmente, me bajé los pantalones y mientras Raquel me la cogía para que la penetrara pude sentir un espasmo en mi polla y me corrí en la palma de su mano. Esto la hizo sentirse eufórica.

Raquel me miró y me hizo un espectáculo lamiendo sus dedos del semen de mi corrida y me sorprendió continuando con una mamada.

- No me malinterpretes... Me gusta tu polla, pero si crees que me lleva al séptimo cielo, estás equivocado... El placer que siento con tu polla palidecería a cómo me hace sentir la polla de Javi...

Me puse a la defensiva.

- Así que soy un incompetente, Raquel...

- No, para nada... Tienes que aceptar tus limitaciones y concentrarte en tus cualidades... Sabes lamer mejor que la mayoría de las mujeres lo hacen... Y Javi dice lo mismo de cómo chupas una polla... Eres un genio con tu lengua.

- ¿A dónde nos lleva esto?... ¿Voy sólo a lamerte a tí Raquel y chuparsela a Javi?

Raquel se acercó y me besó. Sus ojos se fijaron en los míos. Tenía una sonrisa en su cara que me hacía estar cerca de dar el paso en la dirección que ella quería que tomaramos.

- No, en absoluto... No estás compitiendo con Javi. El siempre será capaz de vencerte en ese terreno... Estás ahí para sumarte a la hora de hacer el amor, no para infravalorarte... Quiero que me folles, pero también quiero que sepas que cuando los tres estamos juntos no estoy interesada en correrme con tu polla... Es el placer de tu lengua lo que busco.

- Entonces... ¿Por eso es por lo que te gusta que me corra rápido?

- Sí, pero no todas las veces... Quiero que seas capaz de hacerlo de un modo u otro como si fuera poner un interruptor en una posición diferente... Si te corres mientras me estás comiendo entonces mucho mejor, pero si eres capaz de aguantarte entonces por supuesto que quiero que me folles... Fóllame fuerte y fóllame rápido. No retrases tu corrida pensando en mi placer. Mi placer, cuando estamos los tres juntos, me lo proporciona su virilidad, no la tuya.

- ¿Y qué ocurre si no puedo, Raquel?

- Mientras lo estés intentando eso es todo lo que te pido... Si me preguntas qué preferiría, no tienes más que recordar tu obligación como mi caballero: Poner mi placer por encima y por delante del tuyo pues no es lo que tú quieras sino lo que yo quiero.

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