Nuevos relatos publicados: 13

Embarazada por el Ginecólogo

  • 12
  • 29.868
  • 8,79 (19 Val.)
  • 0

-"Aguarde un instante, el Doctor la atenderá en unos minutos". Agustina repetía esa frase más de 15 veces al día, enmarcada por una sonrisa, en su rol de secretaria del Doctor Gamberg.

En éste, nuestro relato de hoy, la Sra. Fabiana Decamp había concurrido al consultorio de su ginecólogo para hacerse una revisión anual de rutina. Este día, sería el inicio de una historia que ella nunca conoció, pero que su cuerpo fue testigo temporal de la la pervertida acción de Gamberg.

Fabiana tenía en ese entonces 28 años, hacía 2 que estaba casada y trabajaba como secretaria en una empresa de servicios. Hacía poco que se había recibido en la facultad y su marido no ganaba mucho dinero, así que la idea de tener un hijo estaba por ahora lejos de ella.

Como tenía cierto rechazo hacia las píldoras anticonceptivas, dado que éstas le provocaban mareos y algunos otros trastornos hormonales, Fabiana desde poco antes de su casamiento se había colocado un DIU (dispositivo intrauterino), más conocido por "espiral".

Parte del examen, consistía en una revisión ginecológica general.

En tan solo cinco minutos, la puerta del consultorio se abrió y la última paciente se despidió del Doctor Gamberg con un beso en la mejilla. Acto seguido, el doctor, asomando su cabeza, le saluda y la invita a pasar al consultorio.

Fabiana sonrió y se levantó del cómodo sillon de la recepción al consultorio, pensando para sus adentros: "Al menos, luego de tanta espera para el turno, por lo menos estuve poco en la recepción".

La rutina fue la de siempre. Saludos, preguntas acerca de cómo va el trabajo, la familia, su marido, hablaron del pais, la economía… y luego de 20 minutos de charlar entretenidamente, Gamberg le pidió que pase del otro lado de la mampara, se desvistiera y recostara en la camilla.

Fabiana estaba especialmente divina ese día. Llevaba un trajecito celeste de pollera y saco y una blusa blanca semitransparente. Se sacó toda la ropa dejandose solamente la bombacha, la cual se quitaba casi al último, luego que su doctor le auscultara todo el cuerpo (desde la presión, temperatura, tacto en las mamas, pulmones, garganta, etc.).

Finalmente, se sacó la finísima bombacha de encaje que llevaba puesta y colocando un pie en cada apoyadera, comenzaba a dar un espectáculo ideal para quien quisiera ver el cuerpo de una muy linda mujer.

Gamberg calentó un poco el espéculo antes de comenzar a introducirlo en la vagina de ella, ayudado por un gel lubricante para facilitar su entrada. Ella, se reacomodó en la camilla una vez que el espéculo ya quedaba bien inserto en su agujero, el cual al ser abierto por el aparato, dejó al descubierto un joven y hermoso cuello uterino.

Gamberg se sentó frente a ella y comenzó a mirarla con detenimiento, pero sin tocarla siquiera. Desde allí, se veía el hilo de cobre del espiral que salía de la matriz.

Pasaron dos minutos, y ante el silencio de Gamberg, ella se atrevió a preguntar: "cómo me encuentro doctor?".

Gamberg, con voz seria y dejando pasar algunos segundos de más, le respondió: "vea, está bien, pero me gustaría hacer algunos exámenes adicionales porque no sé si el DIU esté bien posicionado, no se si soy claro".

A Fabiana le resonó la frase "no está bien posicionado" como sinónimo de problema. Y le dijo: "eso que quiere decir, doctor?". Para luego agregar casi con miedo: "que puedo llegar a quedar embarazada?".

"Y… en parte podría ser" repondió Gamberg. "Pero no se haga problema, seguramente es un corrimiento momentáneo, nada importante, pero me gustaría ver mejor para evitar problemas, sobre todo si Ud no busca quedar embarazada, no?"

Fabiana rápidamente le aclaró: "ay nooooo. No me diga que corro riesgo porque me muero. No es que no me gusten los bebés, pero ahora seria un problema enorme para mí. Y Ud. Sabe que nunca me haría un aborto". Levantando un poco la cabeza de la camilla, le confirmó: "haga lo que crea necesario doctor, pero asegúrese que quede bien".

Y Gamberg se aseguró, pero de otra cosa.

Poniéndose un barbijo, le dijo: "Mire Fabiana, voy a revisar bien el DIU, pero es un poco doloroso, le pondré una inyección para que no sienta nada, le parece?". Ella asintió, teniendo total confianza en el médico.

Un poco de pentotal mezclado con una nueva droga de acción rápida, sirvieron para que en 2 minutos Fabiana quedara totalmente inconciente por 30 minutos en la camilla.

Gamberg le pidió a su secretaria que no le pasara llamadas, trabó la puerta del consultorio y antes de quitarse el guardapolvo, miró por última vez la ficha de su paciente. Si sus cálculos estaban bien, ella estaría en pleno período de ovulación.

Guardó la ficha, y sonriendo, retornó al otro lado de la mampara, donde le esperaba el cuerpo de su paciente, ya dormida.

El médico tomó una pinza y con comenzó a tirar del hilo del DIU, poco a poco éste fue subiendo hacia el cuello de la matriz; entonces con ayuda de otro pequeño instrumento dilató un poco el cuello y de un tirón, retiró por completo el DIU.

Con el mismo cuidado que hacía un instante retiraba el anticonceptivo del útero de su joven paciente, cerró y retiró el espéculo de su vagina.

Fabiana quedaba ahora en una pose muy erótica, con su vagina medio entreabierta por efecto del espéculo, y lubricada por el gel.

Gamberg se bajó los pantalones y sus boxer. Retiró cada una de las piernas de ella de las apoyaderas, se las flexionó, y le apuntó la cabeza de su miembro hacia la entrada de la vagina.

Los labios ya separados, y una vagina relajada y medianamente dilatada recibieron al miembro del médico que entró como un cuchillo caliente en un pan de manteca. La posición en la que había puesto a su paciente tenía dos ventajas: le estrechaba el canal vaginal, lo que le producía un mayor placer, pero lo más importante, era la posición del cuello uterino que quedaba así puesto justo frente al orificio de la pija.

En menos de 10 minutos, Fabiana recibió una fuerte descarga que le inundó de semen toda la matriz. Gamberg se tomó un minuto más en dar las útimas contracciones de su pija, dejando escapar hasta la última gota de líquido seminal.

Apenas sacó su miembro, lo limpió con una toalla descartable, introdujo un ovulo vaginal compuesto por antibiótico, colocó las piernas de la paciente en la misma posición que estaban antes que se durmiera, la tapó con una sábana típica de médico, y vistiéndose nuevamente, la dejó para que despertara sola en unos momentos más. Destrabó la puerta y se pidió un café.

Fabiana despertó a los 20 minutos. Apenas Gamberg sintió ruido en la camilla, fue a verla y le dijo que ya había terminado, que si se vestía, la esperaba en el escritorio y así hablaban del pequeño tratamiento que ella debía hacer.

"No se asuste, Fabiana, es algo de rutina, e indoloro" dijo Gamberg con una sonrisa tranquiizadora.

Fabiana se vistió; sintió algo raro dentro de ella, pero supuso que era efecto de la pequeña intervención. Todavía estaba media mareada por la anestesia que le había suministrado su médico.

Gamberg le pidió un té y le dijo que charlarían 10 minutos aproximadamente hasta que a ella se le pasara por completo la sensación de vahído.

"Le hice un pequeño testeo del cuello uterino, como un Papanicolau pero con un nuevo método que es una biopsia un poco más profunda. Le acabo de colocar una amoxilina en óvulo, así que no se asuste si ve que algo le sale de la vagina. Es normal, es el resto del componente del supositorio vaginal, comprende?"

Fabiana asintió, aún con cara de preocupación. Gamberg continuó.

"No se asuste, eh?, este procedimiento dura tres días así que le voy a pedir dos cosas, lo primero es que venga mañana y pasado. Si no puede en este horario, la atiendo a última hora cuando salga de su trabajo. Es solamente para colocarle dos óvulos más pero que deben ir dentro de la matriz… una tonteria, pero que lamentablemente la tiene que hacer un médico".

Fabiana, con cara de curiosidad, le preguntó: "Y lo segundo doctor?".

"Ah! Me olvidaba de lo más importante. No debe tener relaciones con su marido en los próximos 4 días. Yo sé que eso puede ser molesto, pero sabe? El semen masculino a veces puede contrarrestar al antibiótico, comprende?" dijo Gamberg con cara de sabiondo y mientras le hacía una receta por los óvulos.

Extendiéndole la mano, le dijo "la espero mañana entonces".

Fabiana le agradeció y se fue a su casa. Durante el viaje sentía cómo algo le bajaba de sus entrañas, y pensó en lo que le habia dicho el doctor, por lo que más allá de la molestia de sentirse mojada en su bombacha, no le dio mayor importancia. Para cuando entró en el ascensor de su departamento, su bombacha ya estaba llena de semen sobrante que había bajado de su matriz.

Al otro día, a la salida de su trabajo, Fabiana compró los óvulos en la farmacia de la esquina del consultorio y concurrió a ver a Gamberg. La secretaria la recibió y en menos de 5 minutos (todo un record para un consultorio médico) el doctor salió a su encuentro.

Éste le preguntó rápidamente cómo se había sentido. Fabiana le comentó que el óvulo se había disuelto rápidamente porque llegó a su casa con la ropa interior muy mojada, pero que esta vez había traído una toalla femenina para ponerse luego.

Luego, se desvistió y recostó en la camilla, para que él le colocara el espéculo y le pidiera que se relaje. "En dos minutos vuelvo, mientras le pongo un poco de música" le dijo él y subió el volumen de esa música clasica típica de consultorio. Gamberg, del otro lado de la mampara se hizo una rápida paja pensando en el cuerpo de su paciente. Había acabado en un frasco esterilizado y recogió una buena descarga de semen en una pequeña jeringa a la que le adicionó en la punta un fino tubo flexible. Finalmente puso la jeringa en uno de los bolsillos de su guardapolvo.

Al retornar, le pidió disculpas por el retraso, y sentándose tranquilamente en su banco, frente al cervix de su paciente, y sin que ella viera, extrajo la jeringa de su bolsillo, con la ayuda de dos dedos introdujo el tubo en el útero de ella y apretó la cánula depositando los 6 milímetros cúbicos de su propia "medicina".

Le colocó ahora uno de los óvulos comprados por ella, y le hizo vestirse.

Esta escena se repitió por otro día más, hasta acabar el blister de dos óvulos comprados por ella.

En la última consulta, Gamberg no hizo más que revisarla y sin que ella se diera cuenta, le colocó un pequeño diafragma muy ajustado al cuello uterino, para evitar cualquier contacto del semen del marido con el útero de ella.

Ese día, el doctor le dio de alta, diciéndole con una pícara sonrisa que le levantaba la "veda" de relaciones.

Fabiana se fue a su casa, dándole las gracias a su médico por el tratamiento y la deferencia que tuvo en atenderla. Éste le sonrió y le dijo que para eso era su médico.

Al mes y medio, Fabiana vuelve al consultorio, preocupada por un atraso en su menstruación. Gamberg la calma diciéndole que probablemente, por tema de nervios o stress estas cosas podían suceder. La revisa rápidamente, pero sólo para retirarle el diafragma sin que ella se diera cuenta.

Le receta unos análisis, pero con la confianza y la seguridad que el vientre de Fabiana ahora daba albergue al hijo que él mismo le había hecho en su consultorio.

Una semana más tarde, Gamberg la recibe en su consultorio y le pregunta con qué frecuencia había tenido relaciones en el último mes. Ella le dice que solamente los fines de semana y que 2 veces cada uno de esos días.

Él pone cara de sorpresa y le dice, "Bueno, entonces espero que no tome a mal esta noticia, pero según estos análisis… Ud va a ser mamá".

Fabiana se queda como petrificada. "Pero… cómo pudo ser? Si yo tengo un DIU puesto!".

Él, tomándola de la mano e intentando tranquilizarla, le dice: "Y está en perfecto estado. Vea, ésta es la ecografía que le hice el primer día, recuerda el de la anestesia?"; y le entrega una impresión de ecografía de otra mujer, pero trucada en nombre y fecha de realización en la que se veía un espiral en el útero de una mujer.

Intranquila, ella preguntó: "puede el DIU hacerle daño al bebé?".

"No. Fabiana (con voz paternal): si ya está embarazada, el bebé se va a formar bien." Y agregó: "Le prometo acompañarla durante todo el embarazo si es lo que Ud. Quiere".

"Sssssi", dijo ella, "porqué no habría de querer?, lo que me extraña es la falla del DIU". Él con cara de disculpa, le dice: "Mire, estas cosas suceden 1 en 10.000; tómelo con calma, pero si cree en Dios, tal vez sea un mensaje de que es la hora en que sea mamá".

Los ojos de ella se llenaron de lágrimas y muy emocionada se levantó del sillón y lo abrazó. Luego, como recuperando la cordura, le pidió disculpas por el abrazo y le dijo: "Gracias doctor, quizas sea un mensaje de Dios, es cierto. Gracias por ayudarme a darme cuenta que quizás sea mi momento".

A partir de allí, Gamberg siguió mes a mes el crecimiento de su hijo en el vientre de su paciente. Le mintió en la fecha estimada de concepción y obviamente en la de parto.

El bebé nació perfectamente y a término (aunque oficialmente de 8 meses), recibido en las manos del padre que nueve meses atrás, había preñado a su paciente.

Fabiana tuvo otros dos hijos más, pero estos de su propio marido. Gamberg la atendió en ambos embarazos y en el parto.

Hoy, seis años más tarde, Gamberg sigue siendo su médico ginecólogo.

(8,79)