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Cayó Marcos

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Dia 25

 

Cayó Marcos, cayó, anoche, ayer. Fue mío. Es mío. Y me siento loca. Ya era una locura caminar a su lado abrazándolo, notando la brevedad de su cintura, la fuerza de su abdomen, la de su pecho en que descansaba mi cabeza, pues debe ser unos veinte centímetros más alto que yo. Y esos ojos que destilaban amor, esos besos que me derretían.

Llegamos al fin al hotel y me quitó poco a poco la ropa. La ligera blusa, lo blancos chorts de mezclilla (sí, a mis cuarenta aún puedo usar chorts, presumir la esbeltez de mis piernas y la suavidad de mi piel: gimnasio y cremas, depilación laser, ya saben: nada es gratis) mientras yo a mi vez le sacaba la camisa, botón a botón, le quitaba el cinturón (¡ay!, apenas hace unas horas que se fue y ya lo extraño). Y nos besamos en el baño, frente al espejo, e´l inclinado para que yo pudiera alcanzar sus gruesos labios. Lo llevé a la cama y se la chupé. me encanta chuparla, como habrán notado. Sentir que un macho se estremece debajo de mí, sentirlo débil, totalmente a mi merced y entregado a mí, mientras la verga se pone más y más dura y mi vagina se humedece, mientras una de más manos acaricia pechos o nalgas ajenas y la otra se pase por mi clítoris, es una de las sensaciones más excitantes del mundo... y más aún, porque tienes la certeza de que precede al acto.

En efecto: se lo chupaba y sabía con total seguridad que luego de ocho años ese espléndido jugador de rugby sería mío, mío, mío. Que esa verga durísima que entraba en mi boca estaría muy adentro de mí en cuanto yo lo decidiera, en el momento exacto que quisiese... y ya quería. Así como estaba, acostado en la orilla de la cama, me subí en él y me dejé ir hasta el fondo. Me tenía, lo tenía luego de ocho años de desearnos. Lo cabalgué abrazada a él, mirándolo a los ojos, comiéndomelo a besos. Lo cabalgué sabiendo que hay distintos tipos de amor, que se puede amar a dos personas a la vez, hasta a más. Que a él sí le ponía casa. Lo cabalgué hasta mi orgasmo, lo cabalgué hasta que él me dio vuelta, levantándome en vilo, sin dejar de clavármela, y me acostó, poseyéndome desde arriba, con lujo de ternura, con ritmo divino. Con esa verga que estalló en mí en medio de gemidos.

Sin ducharnos ni nada, salimos a comer. Pedí ligero, solo unos ñoquis pesto y tuco... porque regresaríamos. Mientras, recordamos los ocho años transcurridos, el deseo contenido, las razones –que ya contaré, cuando en la narración cronológica le toque- por las que entonces no pasó nada... lo que hace tres semanas charlamos. ¡Su decisión de sí, finalmente sí hacerlo!

Y regresamos al hotel. Pidió que nos subieran una botella de Moët-Chandon brut, con fresas y cerezas (a sus 30 cumplidos es un exitoso profesionista... y me recordé hace solamente quince días, pagándole yo todo a Matías), y mientras el servicio llegaba la esperé desnuda, en la cama, mientras se llenaba el jacuzzi. Al llegar a mí cerró el grifo, y volvió a poseerme con ternura, preguntándome, besando todas mis partes sensibles... y finalmente nos bañamos, nos bebimos la champaña, volvimos a hacerlo, nos dormimos abrazados y partió con la madrugada, para volver pronto a mis brazos, otro día...

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