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Daniela, señora de culo fácil

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Indudablemente yo andaba más caliente que nunca y daba las nalgas fácilmente a mis amigos, disfrutando de la complacencia de mi esposo y las facilidades que me daba para que ellos me anduvieran cogiendo.

Mi coquetería se estaba desarrollando al máximo, siempre era un placer salir a la calle con mis minivestidos y saber que los hombres me deseaban, desde luego me lo hacían sentir con sus miradas y sus piropos que me hacían moverme más cadenciosa y lujuriosamente al escuchar sus comentarios sobre mis senos o mis nalgas mostraba yo con mi atrevida forma de vestirme y que mi esposo alentaba siempre.

Desde luego mi putería iba aumentando, tanto que yo misma me empecé a insinuar cuando algún hombre me gustaba, así llego el momento en que conocí a Mario, un arquitecto amigo de mi marido y que estaba de visita en la ciudad. Venía con otros dos tipos, pero ellos no me parecieron tan atractivos como él, aunque no puedo negar que también eran agradables e igualmente bien vestidos.

Recuerdo que desde que nos presentó mi marido, Mario me gustó y me di cuanta que él también me miró con deseo y desde luego eso me encantó, pero no tuvimos mucho tiempo para charlar. Para mi fortuna estábamos en una fiesta de la constructora y Mario siendo amigo de mi esposo, le tocó compartir la mesa con nosotros y para colmo también se sentaron con nosotros dos amigos de Mario, yo no los conocía pero mi marido si. Yo notaba que me miraban los tres insistentemente pero me hacia la tonta, notaba como se me quedaban mirando a mis tetas sin el menor asomo de discreción, en especial porque no leve esa noche brasier y se me notaban las puntas de mis pezones y se comentaban algo que yo no escuchaba por la música.

Como compartíamos la mesa Mario empezó a platicar conmigo, y en una ida de mi marido al baño no perdió la oportunidad de decirme que me veía bellísima, que yo era la mujer más guapa de la fiesta y que envidiaba la suerte de mi esposo de tener una esposa como yo y que además de bonita estaba yo muy buena; sin más que sonreír le agradecí con coquetería, pero lo mejor vino cuando tuve que levantarme para ir al sanitario; de regreso como las mesas estaban en un jardín, uno de mis tacones se hundió en el césped, Mario me sostuvo para no caer y yo le puse los brazos en sus hombros…

Sentí su cuerpo fornido y sin pensarlo me sentí con ganas de entregarme a él, sé que él se dio cuenta, pero no hizo nada, solo me tomó de la mano para ayudarme a sentarme. Yo desde luego me sentí algo nerviosa al contacto de su mano, pero eso aumentó mi deseo por él, en cada ocasión que podía lo miraba y él a mí… Mientras la fiesta transcurría mi marido, Mario y los otros dos bebían y yo les acompañaba también con una que otra copa, así que no tardé mucho en sentirme un poco mareada y consecuentemente más atrevida.

Como él no se atrevía a lanzarse, en cuanto pude le hice una seña sugestiva para que bailara conmigo sonriéndole muy puta, él estaba al pendiente de mí pues no había dejado de mirarme así que me pidió bailar. Como estaba sentada con mi marido, me hice del rogar, pero mi esposo insistió en que si quería bailar, lo hiciera. Sin pensarlo más me levanté de mi asiento y me fui a bailar con él, al momento en que me abrazó me sentí estremecer… Olía delicioso, sus brazos fuertes me rodeaban de tal forma que lo sentía pegado a mí, y sin pensarlo le frote mis senos en su pecho fuerte, él me atrajo más hacia sí y me empezó a frotar el bulto de su bragueta.

Sentí como se le empezó a endurecer y me dio gusto, así que le sonreí y me pegué a su cuerpo para que sintiera el mío, sus manos descendieron por mi cintura y me atrajo hacía él, y le respondí moviéndome muy cachonda y al terminar la música le dije sugerente:

-Creo que tengo que ir al baño y quizá pudiera tardarme allá un poquito más... –

Él entendió mi sugerencia y me dejó marchar a mi lugar con mi esposo, pero me di cuenta que él iba hacía el jardín opuesto donde estaba el sanitario, sonriéndole a mi marido le dije que ya estaba cansada y quería tomar aire, mi esposo ya estaba ebrio y no me dio importancia y siguió platicando con otros dos tipos los cuales también me veían de una forma muy descarada al tiempo que se cuchicheaban algo y sonreían. Dejando allí a mi esposo muy discretamente me retiré hacía el jardín, había algo de luz por la luna que brillaba tenuemente y por el viento del verano despejando las nubes…

Lo busqué con la mirada y lo vi en una esquina del jardín que desde luego estaba oculto de los sanitarios, me dirigí hacía él y sin tardanza me abrazó y me besó de una manera riquísima, sus manos se fueron de inmediato hacía mi abultado par de nalgas y sin decirme más me las empezó a apretar delicioso.

-¡Qué nalgas más deliciosas tienes Daniela!... –

Para su fortuna el vestido que yo llevaba puesto era de una tela muy suavecita, cosa que le permitió sentir la dureza y amplitud de mis ancas, subiéndome el vestido cortito que yo traía puesto me atrapó por la piel de mis nalgas divididas solamente por mi breve tanga; con una de sus manos y con la otra se dirigió hacía mi lubricada grieta, hizo a un lado mi tanga me metió el dedo haciéndome gemir… Tomándolo de la mano lo guié a una esquina más apartada, allí repegada contra el muro del jardín me despojó de mi pequeñísima tanga y agachándose ante mí me metió la lengua en la pucha mientras con sus dos manos no dejaba de apretarme las pompas…

La música de la fiesta se perdió para nosotros, solo escuchaba su lengua y el peculiar ruido entrando y succionando en mi panocha mojada abundantemente, solo existían mis gemidos suaves al ser invadida por su lengua… En un momento se levanto y me dijo:

-Es tu turno mamita... Chúpame la verga, que desde hace rato he deseado sentir esa lengüita haciendo filigranas con la puta de mi basto… -

Sin hacerme del rogar le baje el pantalón y le saque su fierro, que era gordo y grueso como me gustan; algo curvado hacía arriba, lo sentí bien grande y mojado de líquido preseminal. Sin tardanza me lo metí en la boca y empecé a chapárselo de lo lindo, lo sentí estremecer, y le seguí mamando la verga, pero yo quería que me la metiera; así que sacándomela de la boca le pedí con gran cinismo:

-¡Cógeme papi, quiero sentirte en mis entrañas!... ¡Por favor métemela ya que estoy calientísima pues el pendejo de mi marido no me coge como yo lo deseo!... ¡Anda cógeme ya cabrón, te deseo mucho!... –

Me levantó y dándome la vuelta me alzo el vestidito, me puso contra el muro recargada estilo policía y guiando su mástil a mi vagina de un solo golpe me la metió, para luego empezar a bombearme con gran fuerza, haciéndome pujar con su vergota… Así me tuvo un buen rato metiendo y sacando su leño de mi estrecho y ardiente canal, mientras mis jugos le bañaban la tranca pues sentí que me escurría anunciando mi orgasmo. Hasta que me vine como una perra, él me sintió y me dio vuelta, ahora levantándome una pierna me la metió por el frente y se las arregló para sacarme las tetas fácilmente ya que como es mi costumbre ese día no traía sostén y empezar a chapármelas haciéndome gemir de gusto.

Sus embestidas profundas me sacaron de mis casillas, yo lo apretaba contra mí, estando de pie en una sola pierna era algo difícil a pesar de estar recargada contra el muro, pero Mario me mantenía con uno de sus brazos, suspendida de mi otra pierna, sin perder el ritmo de sus deliciosas penetraciones… Lo sentí endurecer y bombearme más aprisa, haciéndome venirme de nuevo y él acompañándome con una abundante eyaculación, toda en el interior de mi panochita que le succionó toda su leche. Yo temblaba de gusto y lo besé en la boca con toda mi lengua, y cuando él me la sacó, sentí escurrir su leche entre los labios de mi ardiente papaya y bajar por mis muslos.

En ese momento recobre la cordura, me limpié el bollo escurrido con un kleenex y acomodándome el vestido me lo bajé ya que lo tenía hasta la cintura al tiempo que cubrí mis tetas, esperaba que no estuviera muy arrugado, por fortuna no fue así. Lo besé de nuevo y le pedí que me diera mis calzones pero no lo hizo, entonces le supliqué que regresáramos a la fiesta para que mi esposo no se diera cuenta. Dándome una nalgada me pidió que me adelantara y él iría después, así lo hice y al llegar a la mesa donde estaba mi esposo, este ni siquiera se percató de mi llegada pues ya estaba más borracho y seguía charlando con los otros dos hombres.

Me acomodé con discreción solo que al hacerlo sentí que los dos tipos me miraban y me sonreían con complicidad, y creo que sabían lo que yo había hecho con Mario, me senté sonrojada y sentí escurrir de nuevo más leche de mi cueva… Mario llegó poco después y se sentó a la mesa como si nada hubiera pasado, la fiesta seguía y él me veía ahora con una sonrisa de complicidad que de cuando en cuando yo le devolvía. Me pidió bailar de nuevo con él y acepté; estando en sus brazos me pidió que me fuera con él, yo lo deseaba pero como mi marido estaba allí no sabía qué hacer…

Él me decía que me deseaba y yo también me quemaba por su tranca, sin temor alguno le pedí que se despidiera y que me esperara en la calle así nadie sospecharía y como mi marido ya estaba más que borracho no se daría cuanta de nada pues sería yo la que conduciría el automóvil, puestos en este acuerdo así lo hicimos… Llegamos a la mesa, Mario se empezó a despedir pero mi esposo ya borracho se puso necio y no lo dejaba ir, al contrario, le dijo que nos fuéramos a nuestra casa a seguir la borrachera que ya se cargaba, lo malo es que también invitó a los otros dos, que para mi suerte no aceptaron, así los tres salimos de la fiesta. Prácticamente yo no me despedí de nadie pues abrazaba a mi esposo que se tambaleaba de lo ebrio que iba.

Mario se despidió de los dos tipos y nos alcanzó en el estacionamiento después de despedirse de algunos conocidos, al llegar al auto de mi esposo vi se había traído de la fiesta una botella de ron, subimos al auto y sacó un vaso para ofrecerle otro trago a mi marido que de inmediato lo aceptó, yo me iba acomodar en la parte delantera para conducir, y al tratar de acomodar a mi esposo que seguía manoteando una de sus manos cayó directamente en mis nalgas lo hizo de tan mala manera que se dio cuenta que iba sin calzones.

-¡Qué culo más sabroso tienes, cabrona!, espero que me toque comérmelo también… -, y soltándome me dejo entrar y yo me apresuré, estaba muy confundida, pero al mismo tiempo me sentí más deseada.

Ahora sabía que Mario iba a casa para metérmela, y no sabía si salir corriendo o prepararme para ser cogida hasta por el culo, ya que mi marido no podría ni mover un dedo si este bruto quería abusar de mí... Al entrar a casa mi esposo de inmediato se acomodó en la sala y Mario venía tras de mí manoseándome el trasero.

-¡Oye mi vida, tráete unos vasos o copas para tomarnos otros tragos!... -, me dijo mi marido.

Yo entré nerviosa e insegura me dirigí a la cocina, pero al hacerlo Mario se ofreció a ayudarme y fue tras de mí, no tardé ni estar tras la barra de la cocina cuando el amigo de mi esposo se me acercó por detrás y tomándome de la cintura me beso por el cuello, yo me volteé e intente rechazarlo, pero él me atrajo hacía sí con fuerza y me besó; al separarse me dijo:

-Ahora si que estoy seguro de cómo te la voy a meter putita, quiero probar de nuevo ese chocho que te cargas, ¡lo tienes de maravilla!... –

Todo estaba ya develado y ese tipo se había hecho la intención de emborrachar a mi marido y cogerme, y lo peor es que yo me estaba poniendo más que caliente con esta idea. Separándome de él tomé unos vasos y me dirigí a la sala, mi marido sirvió tres tragos y me ofreció también uno, yo lo tomé y empecé a beber con ellos.

-Dany, pon algo de música para animar esto… -, me dijo mi esposo más borracho que antes, así lo hice y regresé a sentarme.

Los tragos siguieron, Mario me pidió bailar y lo hice, al terminar la pieza, le sirvió otro trago a mi esposo y siguió dándole de beber. Volví a bailar con él y me senté de nuevo, yo estaba ya más caliente y peda así que ahora me senté junto a mi esposo, justo frente a nuestro invitado y atrevidamente mostré mis ricas piernas y mis muslos, al fin si me iba a coger que viera lo que yo tenía para darle. Como estaba yo frente a él y a un lado de mi esposo, solo Mario me veía de frente, y cuando mi marido no me veía, abría mis piernas dejándole ver desde mi liguero y mis medias hasta mi panochita al descubierto, pues Mario me había dejado sin calzones en la cogida que me dio en la fiesta.

A estas alturas estaba yo más peda, entonces mi marido se levantó para ir al baño y nos dejó solos, hice una seña a Mario para que me siguiera a la cocina, así lo hizo; fue conmigo y me empezó a besar allí, no me dio miedo, me estremecí de un placer malsano ser cogida y que mi esposo no se diera cuenta, ya me había pasado y eso era lo que yo deseaba. Aún con lo peligroso que esto podía resultar y sin embargo estaba mojadísima con los besos de mi invitado. Al escuchar el ruido de la puerta del baño regresé a la sala, vi que mi esposo venia tambaleante de la borrachera que se cargaba, como la música seguía sonando, tomé a mi marido de la mano y le dije:

-Quiero bailar contigo, papi… -

Al hacerlo, me moví mas de la cuenta, paraba las nalgas y movía la cadera insinuante, daba vueltas para que me viera, Mario que ya estaba de nuevo en la sala; entonces mi marido me pidió que ya nos sentáramos, así lo hicimos y sonriendo muy coqueta con su amigo le sugerí que me sirviera otro trago con la intención de que mi esposo bebiera más y con esto se fuera a dormir.

-No, espera-, dijo mi esposo, -creo que mejor aquí le paramos yo ya estoy que me caigo de borracho… -

Mario entendió la indirecta y se despidió, pero yo lo acompañé a la puerta y allí lo besé y le dije:

-Quédate papi, no te vayas por favor, quiero estar contigo, ¡lo deseo!... Espérame en el jardín por favor mi vida-, Mario me besó y aceptó.

Yo por mi parte regresé al interior de la casa, en lo que mi marido se iba a la recámara yo me hice que limpiaba los vasos y ceniceros de la sala, me fui a la cocina e hice ruido al guardar los trastos, pero solo era para provocar que le ganara el sueño de la borrachera; hice tiempo en la cocina y subí a la recamara, mi esposo ya estaba en pijama y acostado, yo me fui todavía al baño, me quité el vestido pero conservé puesto mi liguero y mis medias, yo sabía que esto calienta mucho a los hombres. Regresé al dormitorio y mi esposo ya estaba soñando, me puse un lindo negligé de color negro nuevamente.

En menos de que se los cuento corrí al lado de mi nuevo amante y me fui a sus brazos, me subió mi batita y me miro la pucha, yo estaba temblando de excitación:

-Ven mi vida, ven a la cama…

Me acosté de espaldas y me abrí de piernas para él, mientras yo le mostraba mi rajita mojada. Mario se desnudó, me quitó la bata y me dejo solo en medias, liguero y zapatillas. Mi bizcochito depilado brillaba de humedad, mis senos macizos subían y bajaban de excitación. Se me subió y me empezó a besar, primero el cuello y atrás mis orejas, después en la boca con su lengua muy profundamente; sus manos me acariciaron y apretaron suavemente mis ricas tetas, luego me las mamó con toda la calma, mis pezones estaban ya duros de lo caliente que estaba.

Me fajo delicioso, y sus besos de mis senos se fueron a mi vientre, me estremecí y abrí mas las piernas, mi raja destilaba miel y pronto sentí la lengua del amigo de mi marido entrando en mi bollo, me lamía y me chapaba el clítoris; me estremecí y le rodeé con mis piernas por el cuello, mientras sus manos me acariciaban las chiches… Me estaba mamando deliciosamente y yo gemía, me volteó y en un rico sesenta y nueve yo empecé a mamarle la verga al tiempo que él me seguía chupando la concha, ¡pero yo quería más, quería que ya me metiera su deliciosa verga!, así que moviéndome me puse de espaldas y le ofrecí mi panocha mojada.

Mario se poso sobre mí y en un arranque de placer me talló su garrote en mi raja, yo le jalé con mis piernas incitándolo a que me la metiera de un golpe, me sentí invadida, me estremecí y me aplastó delicioso para empezar un rico movimiento de mete y saca. Su dura verga me estaba enloqueciendo, me la metía con gusto y me hacia pujar de lo fuerte que me cogía, yo gemía y le pedía más y él me cañoneaba deliciosamente… Sus manos me tomaron por los tobillos y puso mis piernas en sus hombros irguiéndose para cogerme así, logrando con esto que sus embestidas me llegaron más profundamente.

Me estuvo limando de esta manera tan rica hasta que ya no aguanté y le di mi orgasmo, fuerte e intenso mientras él me empalaba sin descanso, luego yo me moví y me puse de perrita, ofreciéndole mi papaya y mis ricas nalgas. Jalándome de las ancas me embistió nuevamente, su verga era un émbolo que no se cansaba y me seguía bombeando, ¡qué delicia para mí!... Yo gemía y le pedía que me cogiera con todas sus fuerzas, así lo hizo y de nuevo exploté, pero no me soltaba, al contrario, su macana estaba más dura que antes. Me moví de nuevo y lo recosté en la cama de espaldas, ahora yo le mamé la verga con maestría, se la chupaba y se la pajeaba al mismo tiempo; con mis manos y uñas le acariciaba sus huevos mientras no dejaba de chuparle su verga deliciosa.

Así lo tuve un rato más, para luego montarme y darle mi cuca en ricos movimientos mientras él me apretaba las nalgas y me chupaba las tetas, yo seguí subiendo y bajando de su verga, montándolo y moviéndome como puta, mientras él estaba engolosinado y yo estaba enfebrecida, ¡qué rica cogida me estaba dando!... De pronto aceleré mis movimientos y empecé a contraer mi coñito en un nuevo orgasmo, esto lo calentó más y de pronto se vino dentro de mí, eyaculó abundantemente mientras me apretaba las nalgas y me metió un dedo en el culito, logrando con esto provocar mi orgasmo hasta que me dejé caer aturdida sobre él, sudorosa y jadeante, aunque quería que me siguiera cogiendo.

Me desmonté y de mi panocha escurrió su semen, me lo froté en mi vagina batiéndome toda pero mañosamente me embarre también las nalgas, quería que me enculara y sabía que él también deseaba mi redondo abultado culo. Descansando un poco de esta cogida tremenda recuperamos el aliento, yo atrevidamente le tome la macana semierecta y se la chaqueteé, pero luego me baje a mamársela de nuevo. ¡Qué delicia, sabía a su leche y a mis jugos, estaba toda pegajosa y se fue poniendo durísima de nuevo!...

Le di mis mejores chupetones para endurecerla más y volteándome le ofrecí mis nalguitas:

-Ven mi vida, culéame como quieras papito, hoy soy tu puta… Cógeme como tú quieras… -

Al ver mis nalgotas y mi tremendo culo abierto hacía él, se colocó detrás de mi y me lamió la pucha, para después dirigir sus lamidas a mi culito que se me estremecía y se me contraía como invitándolo a profanarme. Se acomodó entre mis piernas y así como estaba yo arrodillada, me puso la gorda cabeza de su tranca en mi fruncido ano; primero me empujó suavemente y yo cedí, entro un poco más y sentí el rigor de su grueso garrote. Al ver que le costaría, me dio dos o tres nalgadas para que aflojara en esfínter, me abrió las nalgas lo más que pudo quedando mi culito bien abierto, acomodó su chilote en la entrada, se afianzó a mis ancas y me jalo, ensartándome la punta y un poco de su tallo…

Yo puje y el aprovechó para metérmela más, me tenía la mitad de la verga en el culo y me dolió, pero aguanté hasta que empezó a forzarme más, mucho más. Empujo y me la metió toda, yo sentí morir, pero me encantó, su verga era muy caliente y la tenia bien dura; me jaló un poco y me sentí que tiraba de los tejidos de mi recto, pero no dije nada, solo gemí de gusto, así que el entendió que me encantaba esto y empezó ahora si, el verdadero trabajo de desbaratarme el culo a vergazos.

Me sujetó con fuerza de la cadera y me jalaba al tiempo que me la hundía con saña, me trabo como un perro a una perra de hecho eso era yo para él, le daba el culo y el me lo estaba destrozando:

-¡Así papito, rómpeme el culo, rájamelo todo, soy tu puta mi rey!... –

Mario reaccionaba a mi solicitud metiéndomela más y más, y yo gemía y jadeaba, estaba enculada y disfrutaba como pocas veces, ¡qué rico ser enculada!... Así estuve bastante tiempo, me vine de nuevo dos veces y por fin Mario me embistió más y más fuerte, entraba y salía con gran fuerza, yo lo sentí golpear mis nalgas con su pelvis y sentí como rebotaba para luego envainarme de nuevo una y otra vez… Mis gemidos eran intensos y sus jadeos me anunciaban que estaba por terminar, así que llegado el momento me cogió con furia causándome doler en mi culo pero al mismo tiempo haciéndome gozar mucho más; hasta que por fin su leche me bañó el recto.

Me siguió bombeando a menor intensidad pero sentía sus contracciones de verga en mi ano distendido, hasta que se vació y me la sacó de golpe. Mi culo estaba ampliado y sentí escurrir su leche de mis entrañas, me gustó y me quedé así, parando el culo… Él me besó todavía las nalgas y me metió el dedo en el ano para sobarme por dentro aprovechando lo resbaloso que me lo dejó con su semen. No sé como le hizo, pero incorporándose que me mete de nuevo la verga por atrás, me dolió y grité por lo distraída que me agarró más que por el dolor. Nunca pensé que me diera de nuevo pero allí estaba dándome por el culo de perrito.

Me siguió cogiendo así, no sé cuanto tiempo, pero ya era muy cansada la posición para mí, le pedí que me la sacara y que yo me montaría, así lo hizo, y se recostó. Poniéndome a horcajadas guié la cabeza de su verga parada hasta hoyo de mi culo, me empalé de un sentón y empecé a subir y bajar con su verga entrándome en el ano, sus manos entonces me llegaron al clítoris y me lo empezó a frotar; sus dedos me entraban en la papaya al tiempo que su verga se clavaba en mi recto hasta que me hizo venirme otra vez, y más abundantemente. Creo que esto fue suficiente para él ya que nuevamente eyaculó en mi culito y quedo al igual que yo, agotado...

Descansamos un rato y nos fumamos un cigarrillo, yo me levanté adolorida y toda así me puse mi batita...

-Mi vida ya es hora que te marches-, le dije muy melosa... -Pero háblame por teléfono para que esto se repita muchas veces, estoy agotadísima, pero me has llenado riquísimo papi-

-Claro que te llamaré… ¡Estás que te pasas de buenota y además eres la puta más rica que he conocido y coges como ninguna!, te aseguro que seguiré siendo tu sancho por mucho tiempo… -

Se vistió y se fue de la casa no sin antes besuquearme en el portón mientras lo despedía, la verdad no nos queríamos separar, pero era ya bastante tarde, ya tendría yo oportunidad de darle las nalgas de nueva cuenta, así que sin darme mis calzones que me había quietado en la fiesta se fue y yo me metí a la casa para ir a acostarme junto a mi maridito que roncaba y ni cuenta se dio de lo rico que me enculó su amigo en su propia casa, desde luego hasta la fecha no lo sabe…

Daniela

(9,50)