Nuevos relatos publicados: 7

Pequeñas infidelidades vecinales

  • 12
  • 16.903
  • 9,00 (6 Val.)
  • 0

¡Qué calor! Y qué aburrimiento. Me levanté del sillón y me apresuré a poner el aire acondicionado. Me encontraba solo, mi mujer había marchado a una concentración de Yoga lejos de la ciudad.

Haber, ¿qué puedo hacer para abandonar el aburrimiento?...Podría llamar a algún amigo, dedicarme de lleno en la lectura, a Internet, a hacer algún trabajillo que siempre hay en casa, pero no, estaba apático y mucho más para lo último. Miré por la ventana del salón que daba a la piscina de la urbanización, estaba sola, ni un alma se refrescaba aquel caluroso medio día. Pues bien, sin pensarlo me enfundé en el bañador y con la toalla al hombro, el móvil y el discman me encaminé hacia allí. Cogí el mejor sitio, una zona de césped donde a partir de las 12 daba la sombra, extendí la toalla, coloqué los cascos del móvil en mis orejas, pulsé el Play...y de repente lo único que yo escuchaba era el fantástico "The Wall" de Pink Floyd. Ahora estaba más relajado, con la mirada oculta en unas gafas de sol, recorría uno a uno los balcones de las viviendas que daban a la piscina. La mayoría de los pisos estaban vacíos, aunque se podía ver actividad por otros. Juanito y Maria, marido y mujer se ocupaban en degustar lo que parecían unas gambas en la terraza para que todo el mundo pudiera ver que ellos solo comían de lo mejor como gustaban de anunciar constantemente, su obesidad lo ratificaba. Que pena me dan. Más abajo y a la derecha, Dña.Luisa, tumbada en una hamaca tomaba una estupenda siesta, total, estaba jubilada y viuda y según ella había pasado a mejor vida. Que cachonda la vieja, pensé y sonreí. Seguí oteando por entre las terrazas, de izquierda a derecha y de arriba abajo y entre tanto, vi la silueta de una mujer que parecía saludarme. Volví la mirada hacia atrás, como rebobinando una cinta y efectivamente, Virginia, la vecina del 2ºC me saludaba apoyada en la baranda de su terraza. Yo hice lo mismo desde mi lugar privilegiado y le sonreí.

Virginia es la vecina con quien más apego tiene mi mujer en toda la urbanización. Su marido es representante de trajes de novia y constantemente viaja de ciudad en ciudad y descuida un tanto a su estupenda mujer. Entre ellas hay cierto secretismo, esa complicidad que se crea entre vecinas que se lo cuentan todo y que nosotros llamamos marujeo, ay que malos somos, pero si se tiran todo el día hablando de valores bursátiles y la devaluación del dólar. Já! En fin, que Virgina a sus 33 años, es una mujer de bandera, pelirroja, pecosa, de piel clarita, pequeño tamaño y dos buenas "razones" o tetas.

No hay mejor publicidad que la que una mujer puede hacer de su marido hacia sus amigas, y en mi caso mi reputación era brillante para Virginia. Yo notaba siempre sus miradas cuando nos encontrábamos en el ascensor, sus comentarios con mi mujer refiriéndose a mí siempre eran halagadores, no se, me tenía en un pedestal. En cambio su marido era presentado por ella como un autentico inútil que no sabía hacer la O con un canuto, ni sabía "satisfacer sus necesidades".Pobre diablo, en alguna ocasión que mantuve alguna conversación con él, solo sabía hablar de trabajo, trabajo y que su trabajo era gratificante. Un asco ¿no creéis?

A todo esto Virginia se adentró en casa y yo me recosté en la toalla para disfrutar de la música cerrando ahora mis ojos.

We don't need no education.

We don't need no thought control.

No dark sarcasm in the classroom.

Teacher, leave those kids alone.

Hey, Teacher, leave those kids alone!

All in all it's just another brick in the wall.

All in all you're just another brick in the wall…

-Hola!- Escuché después que alguien quitara de mi oreja derecha uno de mis auriculares. Era Virginia.

-Hola Virginia, veo que te has animado a darte un bañito eh?. Contesté incorporándome.

-Pues si, te he visto aquí tan a gusto y he pensado tomar algo el Sol, ¿no tienes frío aquí en la sombra?

¿Por qué las mujeres son tan frioleras?

-Pues la verdad es que no mucho, estoy bien.

-Ah, pues yo me voy a tumbar en el solecito vale? Estoy allí si necesitas algo.

¿Si necesito algo?, um esto me da que pensar.

-Ok, gracias guapa

-De nada, ahora nos vemos. Dijo Virginia apartando momentáneamente sus gafas de sol y echando un vistazo descarado a mi paquete.

Vi como se alejaba, llevaba un bañador azul marino de una sola pieza que realzaba su precioso trasero, su piel brillaba blanca al sol ya que había impregnado su cuerpo en loción solar, miró hacia atrás y me pilló observándola, sonrió y siguió hacia una tumbona, se recogió el pelo en una cola y se recostó en ella. Joder, Virginia esta muy buena, pero en ese momento la vi mas sexy que nunca, mi polla empezó a ser recorrida por un cosquilleo antesala de la erección, imaginaba follarme a mi vecina por detrás mientras expandía crema para el sol en su pecosa espalda. No era una idea descabellada, ella sabía que mi mujer estaba fuera, su marido en uno de sus incontables viajes a ferias nupciales y los dos sentíamos una atracción animal mutua. Ella también quería follarme y sabía que este era el momento idóneo.

Me estaba empezando a subir la picha con tanto pensar en Virginia, asi que antes de dar un espectáculo, decidí encaminarme hacia la piscina para darme un placentero baño frío. Mi polla penduleaba a cada paso que daba hacia el borde la piscina, mi vecina se percató por supuesto de ello y me lancé al agua cual Tarzan de baños públicos. Recorrí buceando desde la parte que más cubre a la que menos y nadando de nuevo hacia la salida de mi zambullida. Allí me agarré al borde y miré hacia atrás, Virginia no dudó en adentrarse por las escaleras de acceso a la zona infantil de la piscina, lo hacia poco a poco y mirándome sonriendo. .Já, ahora verás.... nadé en su dirección a braza, lentamente hacia ella.

- No se te ocurrirá salpicarme....no lo hagas eh, que está helada...Dijo mi vecinita mientras descendía torpemente por las escaleras y adivinando mis intenciones.

¿Cómo que no?, vamos, aquella tía quería como mínimo juego, o si no porque se metía al agua a la vez que yo. Sabía que me había puesto burrote y no dudé en mojarla entera con una enorme palada de agua. Se quedó un segundo exhausta y tomando aire fuertemente, me miró y se abalanzó sobre mi con la intención de ahogarme. Yo me dejé sumergir y forcejeamos en una lucha sin tregua. Ella me mantenía dentro del agua con los pies en mis hombros, yo desde abajo observaba el final de sus lindos muslos. Empezó entonces a darme agobio, podía aguantar mas dentro del agua pero cuando tienes alguien que te presiona.... Asi que agarré del pie a mi contrincante, elevé su pierna y con mi mano en su hombro la zambullí dentro del agua, con tal suerte que en la lucha bajé uno de sus tirantes dejando a la vista uno de sus enormes pechos. Ella se incorporó rápido y se me abrazó, había tragado agua y en la "agonía" no se percató de su pecho desnudo que ahora se aplastaba contra el mío. Juanito y Maria se asomaban ahora hacia la piscina curiosos.

-Perdona, soy un burro. Dije avergonzado

-No, no pasa nada. Dijo Virginia separándose de mi

Se percató de su pecho desnudo y rápidamente lo volvió a cubrir con el bañador dándome la espalda.

-Joder, los gordos están mirando, que cotillas son, la leche. Dije flojito para no ses escuchado por nuestros espectadores.

-Dios que vergüenza.

Virginia salió de la piscina, se secó rápidamente con la toalla y se acercó al borde de la piscina donde yo me encontraba.

-Te espero en mi casa en quince minutos. Dijo Virginia con expresión muy seria.

Asentí con la cabeza y mi vecinita marchó hacia su casa deshaciendo la coleta en su rizado y rojo cabello. Salí de la piscina y me sequé con la toalla. ¿Quince minutos?, para qué. Esa tía quería que le diera lo que su marido no era capaz, o querría simplemente hablar?...En esta confusión cogí mis bártulos y me dirigí a mi casa, colgué la toalla y el bañador en el tendedero y me puse un pantalón de chándal y una camiseta. Salí de casa, monté en el ascensor y marqué el 2º piso. Cuando llegué al rellano de la planta donde vivía Virginia, vi que la puerta de ésta estaba entornada, claro está que me invitaba a entrar. Así lo hice, me encaminé por el pasillo, miré al salón, no estaba, me adentré en su habitación y su cama estaba hecha pero ni rastro de Virginia, Una luz salía del baño que había en la habitación.

Hacia allí me dirigí, Virginia estaba dándose un baño de espuma en la bañera y con dos copas de cava en la tapa del WC. Sin dudarlo me desnudé, cogí las copas y certeramente me adentré en la bañera de mi vecina, le ofrecí una de las copas y brindamos. Lo de la bañera era una estrategia de Virginia para abalanzarse sobre mi, enseguida tenía agarrada mi polla que estaba dura como un tubo de hierro. Dejamos las copas en el suelo y de tanto magreo salía el agua de la bañera. Ella acariciaba mi pene y testículos con ansia, yo agarraba una teta con una mano y con la otra la empujaba hacia mi amarrándola fuertemente de su precioso trasero. En un momento la cogí en brazos intentando no resbalar en la bañera y saqué a aquella sirena envuelta en espuma. La lancé hacia la cama y le abrí de piernas, ante mi un velludo pubis pelirrojo con unos jugosos labios externos rosados. Abrí las compuertas de su vagina, rebusqué con la mirada su clítoris...Allí estaba, rosita e hinchado apuntando hacia mi. Lamí suavemente su "pepi", Virginia se retorcía de placer. – Que bueno!! Oh Siiiii!! Que rico!!- Jadeaba mi vecina. Mi polla estaba a reventar, hubiera querido que me la comiera, pero hubiera supuesto que me corriera pronto y en mi cabeza habían cosas pendientes con aquella mujer que eran prioritarias. Mis dedos se introducían fácilmente en su vagina, miré su cara de satisfacción y me puso más cachondo todavía.

Virginia se levantó apresuradamente de la cama se dirigió al cuarto de baño y apareció de nuevo con un tubo de lo que parecía crema hidratante.

-Imprégname bien el culo y méteme la polla.

No lo dudé, ella sabia exactamente lo que yo quería desde hacía tiempo. Me levanté de la cama, ella se puso a cuatro patas encima de esta y depositando un buen chorro de la cremita en mis dedos comencé a expandirla alrededor de su ano. Virginia movía suavemente sus pelvis y nalgas mientras estrujaba sus grandes tetas, gemía y respiraba entrecortada. Yo poco a poco hacía hueco en su ano, introduje primero uno y luego otro de mis dedos. Ella gritaba de dolor. Cuando la dilatación de su ano era más o menos la adecuada, metí sin remisión mi polla dentro, poco a poco, solo la punta le hizo soltar un alarido de dolor. El ano se iba dilatando más y más hasta que tenía toda mi polla dentro. Agarré a mi vecina por las caderas y comencé a meter rotundamente mi picha, al principio suave y luego mas duro. Virginia expulsaba de su interior unos gritos de placer que retumbaban en la pared de su habitación, así le estuve dando un rato lo que me pidió. Rápidamente saque mi pene de su culo, di la vuelta a Virginia y agarré sus manos detrás de su cabeza, ahora tocaba meterla en su lindo chochito. Virginia abrió sus cortas piernas y al segundo ya tenía la polla dentro de su lubricada vagina, yo estaba a punto de correrme.- No te corras dentro!! Echalo encima!! Dámelo!!- Así lo hice, desenfundé y dándole un pequeño meneo al nabo deposité un gran chorro de semen en sus tetas, grandes, de pezones rosados y circulares. Virginia extendió el semen por todas las tetas. Yo no podía parar de degustarla, así pues volví a comerle el coño, quería su jugo que me pareció néctar de Diosa.

Ambos quedamos extasiados, sudando y respirando exhaustamente. La habitación estaba impregnada de esencia sexual.

-Ahora viene cuando te vas. Me dijo guiñando un ojo.

-Está bien, ha sido la ostia no?.

-Ha sido más que eso, como nunca antes. Ahora déjame que tengo que arreglar todo este desaguisado- Dijo señalando la cama, que realmente parecía un campo de batalla- Esta noche llega mi marido.-

En fin, mira por donde aquel aparentemente día aburrido se tornó esplendoroso. Cómo dos personas, casadas con la vida "resuelta", resulta que se atraen sexualmente y un buen día se ponen a tiro y no dudan en apaciguar sus deseos carnales. Virginia y mi mujer, "La Roja" y "La Rubia", como la llamaban en la urbanización, siguieron siendo buenas vecinas que compartían todo, aunque mi mujer ahora había compartido algo más que una tacita de azúcar.

(9,00)