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La noche con Rebeca

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Hola, soy Vanessa. Voy a terminar de contar lo ocurrido en la fiesta de Rebeca.

Como recordarán, mi amiga Rebeca organizó una fiesta de cumpleaños que terminaría hasta tarde, lo que me dio el pretexto para pedir permiso de quedarme a dormir en casa de ella. Gracias a la intervención de su Tía, mi papá accedió. De obsequio, le compré un juego de lencería negro, muy similar al que yo vestía, sólo que el mío era blanco. Durante la fiesta conocí a su "prima" Miranda, que resultó ser Eric, su hermano; a quien le gustaba travestirse y también al novio de éste. Hay que agregar que era una "chica" divina. Durante un momento en que nos quedamos solas, Miranda comenzó a contarme su historia, pero se vio interrumpida por la pelea de dos chicos a quien el alcohol ya había confundido. Eso motivó a Rebeca para que comenzara a despedir a los invitados, pretextando que su tía no tardaría en regresar (cosa que era por demás mentira, pues ella pasaría la noche en otro lado. Y ahí estaba yo, viendo partir a los invitados mientras las ansias me devoraban.

Los últimos en irse fueron Faby, Diana, Margarita y el novio de ésta que se ofreció a llevarlas; mientras se despedían, Miranda, Alberto (su novio) y yo recogíamos un poco la sala. Algunos vasos desechables, latas de cerveza y una que otra botella de tequila o ron. No estaba acostumbrada a beber, así que sólo me la pasé tomando refresco, pero al final, de los nervios, me serví un trago de tequila y lo bebí todo de golpe, con su respectivo limón y sal, tal como mi padre me enseñara. Pronto, la sala había recuperado su forma, faltaba acomodar algunos muebles solamente. Alberto y Miranda se despidieron (ella prometió terminar de contarme después su relación con él) y subieron las escaleras rumbo a su cuarto.

Rebe ya estaba de vuelta, observó el trabajo hecho por su hermano y por mí, se sentó junto a mí en el sofá, se quitó las zapatillas y se estiró.

-¡Vaya fiesta! – dijo- ¿no es así?

-Sí – le contesté.

Nos miramos un momento. Descubrí que la espera me estaba desquiciando. Verla sentada ahí, cuan larga era, sus hermosas piernas torneadas, como de muñeca... Sentí que un leve hilo de humedad comenzaba a descender por mi vagina, era apenas algo perceptible. Miraba mis labios fijamente, sonrió. Se puso de pie y agarró una botella de amareto que estaba casi nueva.

-Ven – me tomó de la mano y la seguí.

Subimos las escaleras que describían una curva, terminando en una pequeña estancia, con tres sillones largos, una mesa de centro y una TV; a los lados, había tres puertas: dos del lado derecho, una del izquierdo. Caminamos hasta la última del lado derecho y la abrió. Era su habitación, supuse que la de miranda era la del al lado, pues al pasar, se oían gemidos y suspiros.

-Pasa – me dijo.

Era una habitación bastante amplia, con un pequeño sofá de dos piezas y una mesa de centro; frente a ésta, se hallaba la cama. Matrimonial, con un bonito edredón negro que contrastaba con el color de la sala (blanco) y la alfombra (lila). Frente a la cama, una TV y un aparato de sonido, además de espejo de cuerpo entero. A un costado de la misma, un tocador con un gran espejo (otro) y al final del mueble una ventana que daba a una pequeña terraza. A diferencia de la habitación de abajo, el armario estaba tras una puerta y al final de éste un baño.

En el centro de la cama, estaba mi regalo. Sin abrir. Rebeca me indicó que me sentara. Dejó la botella sobre la mesita y agarró el obsequio. Sin dejar de sonreír, rompió la envoltura y observó las medias. Me observó y mientras se mordía el labio me dijo:

-Ponte cómoda, vuelvo en un momento.

Y se introdujo en el armario, rumbo al baño. Oí cómo se cerró la puerta. No supe cómo interpretar lo de ponerme cómoda. Lo cierto es que me quité las zapatillas, pues ya me habían cansado. Me serví un poco del licor y lo comencé a beber de golpe. Sentí lo fuerte del alcohol raspar mi garganta. Decidí quitarme también el vestido, bajé el zíper de atrás y la prenda resbaló hasta quedar a mis pies. Lo levanté y lo extendí sobre el sofá para que no fuera a arrugarse. Me senté a los pies de la cama y al pasar frente al espejo me observé... Entonces me di cuenta de por qué mi padre me había hecho ese comentario... Nunca había usado lencería tan… coqueta;  hasta entonces me di cuenta que mi cuerpo había adquirido una forma nueva, mucho más esbelta. Mis senos eran más pronunciados y mis piernas más torneadas (quizás por las medias) y mi pelvis y nalgas se veían como nunca antes (tal vez era el efecto del amareto y de la fiesta) y mientras me contemplaba, entendí lo que sintió Miranda al verse al espejo por vez primera... Estaba tan arrobada mirándome que no escuché cuando Rebeca salió del baño. Sólo sentí su cuerpo pegarse a mi espalda, mientras sus brazos rodeaban mi cintura.

-Estás hermosa... –susurró. Me levantó el cabello y besó mi nuca... Una descarga eléctrica recorrió mi espina dorsal hasta llegar a mi ano... Giré hasta quedar de frente. También lucía bellísima. El color negro destacaba su piel marmórea. Estábamos tomadas de la mano y entonces me jaló hacía sí. Nuestros labios se encontraron y pronto las lenguas jugaban traviesas... Sentí un pequeño dolor, me había mordido el labio por dentro y el sabor de mi sangre invadió nuestra saliva. Me empujó de manera suave hacia la cama, donde quedé sentada y al estar más alta ella pude oler sus pechos a través del sostén, pues mi cara estaba frente a ellos. Se separó y sirvió un poco de amareto, lo llevó a su boca y me invitó a beber, al hacerlo, me escurrió un poco por los labios. El líquido recorrió mi barbilla y siguió por el cuello, para perderse donde nacen mis pechos... Mi amiga se pegó más a mí, obligándome a abrir las piernas que al rozar con las de ella produjeron un sonido exquisito gracias a las medias.

Lamió el rastro que la bebida había dejado hasta dejarme limpia; mientras yo acariciaba sus nalgas por encima de la panty. Me dejé caer de lleno en la cama y la atraje hacia mí. Deseaba sentir de nuevo sus labios y beber su saliva.

Tenía necesidad de saber que no era un sueño, que era real.

Sintiéndola sobre mí, percibí la dureza de sus pechos, la tibieza de su piel. Había empezado a acariciar mis pezones por sobre el bra y estos comenzaron a erectarse. Mi centro vaginal comenzó a humedecerse, y noté que el de ella también.

Rebeca recorría con su lengua mi cara, mi cuello, mi pecho, mis senos y mi vientre mientras yo me dejaba hacer... Estaba demasiado excitada, mi pantaleta estaba mojada de mi sexo y del de ella... Desabrochó mi sostén (que se abrocha por el frente) y mis senos se desbordaron. Se inclinó para morderlos y chuparlos y sentí cómo me desvanecía. Entonces se levantó y virtió un chorro pequeño de la bebida, que escurrió por entre mis pechos y mi vientre, para lamerlos con lujuria mientras yo me perdía de placer...

Nunca me había tocado nadie de esa manera, sus manos recorrían seguras cada una de las áreas que me procuraban placer, jugaba conmigo, me hacía creer y sentir que pronto alcanzaría un clímax, sólo para retirarse y dejar que le pidiera más.

Inclinada frente a mi, se despojó de su bra y dejó caer un ligero chorro de amareto sobre sus pezones, me incliné y bebí de ellos el líquido más exquisito de mi vida, la mordí, y teniéndola abrazada, mi mano recorrió su espalda hasta llegar a sus nalgas, busqué el ano e introduje mi dedo; ella suspiró y buscó acomodarse de manera que mi falange la penetrara más y cuando comencé a moverlo, sentí que su dedo había hecho lo mismo en mi ano y de inmediato percibí como mojaba mi ropa interior. Mi clítoris endurecido, esperaba el momento de ser satisfecho, lo mismo mis pezones erectos a causa de su lengua.

Me recosté del todo y me abrí de piernas, ella deslizó mi ropa interior y, salvo las medias, quedé desnuda y a su merced...

A continuación, tomó la botella y dejó caer un chorrito ámbar sobre mi pubis. Se inclinó a lamer, al sentir su lengua suave recorriendo mi vello púbico y mis labios vaginales sentí que no me podría contener por mucho tiempo y de un momento a otro comenzaría a correrme. Pero si algo sabía bien mi amiga, era volverme loca y ponerme a punto. Dejó de hacer su trabajo con la lengua sobre mi pubis y me mordía los muslos, levantaba mis piernas y hacía lo mismo con mis nalgas;  bajó de nueva cuenta a mi sexo empapado, con mis piernas sobre sus hombros, sus dedos tomaron mis labios vaginales y los abrieron para dejar entrar su lengua que de inmediato jugueteó con mi clítoris… Estaba extasiada, sentía cómo me escurría, mojando la nariz y la boca de mi amiga que se hallaba mordisqueando mi perlita… Justo cuando estaba a punto de llegar al orgasmo se levantó y me dijo:

 - Recuerda que este es un juego de dos.

Se quitó la tanga negra, vertió un poco del líquido amarillo sobre su pubis, escurriéndole hasta los muslos, por sobre las medias, se subió a la cama, poniendo su humedísimo sexo sobre mi cara, para que yo hiciera lo mismo. Se inclinó y continuó lo que había estado haciendo, mientras yo actuaba de igual manera. Pensé que éramos como el Yin y el Yang, tenía frente a mí su vagina y su clítoris, lo mismo que su ano; no me pude resistir y le introduje el dedo, mientras saboreaba su clítoris. Ella gimió. Y entonces su sexo derramó un líquido delicioso sobre mi boca, al saborearlo no me contuve más y me dejé ir… Era la experiencia más deliciosa de toda mi vida.

Sudamos, nos besábamos y nos acariciábamos. Saboreando mutuamente el cuerpo de cada cual. Cambiamos de posiciones, y con cada una encontraba un nuevo deleite.

Finalmente, estando bajo su peso y abierta de piernas, se acomodó de manera tal que nuestras perlas se tocaron y se rozaban.

Entonces, movió su cadera con tal maestría que yo no pude más que gritar, pedirle que me hiciera suya (ya lo era) que me penetrara toda, pero ella reía y me veía. Rebeca fue la primera en correrse, la sentí empaparme de su jugo, provocando que yo también me corriera, mojándonos mutuamente. Al terminar, Beca limpió con su lengua mi humedad, bebiéndola.

Fue así que supe lo que es un verdadero orgasmo.

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