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Historia sw real

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Antes de comenzar mi relato, queremos enviarles un cordial y afectuoso saludo de mi esposa y un servidor. Y gracias por seguir con nosotros.

Quiero comenzar esta historia haciendo un poco de memoria y diciendo lo siguiente: Cuando mi esposa y un servidor comenzamos a cambiar nuestras vidas y darnos oportunidad de ver y probar otras experiencias tuvimos que documentarnos en muchos lugares; revistas, películas, Internet; a cerca de todo lo relacionado con el sexo, especialmente con la vida de un swinger.

Se dice mucho de la vida de una pareja swinger, según esto es la última maravilla para muchos de nosotros, pero realmente es muy difícil enfrentar las primeras vivencias.

Me gustaría platicarles todo lo que hemos pasado, pero especialmente hoy les comentaré algo con lo que nosotros comenzamos y créanme que no fue nada agradable, aunque tuvo su lado excitante.

Como les decía al principio, nos dimos a la tarea tanto mi esposa como yo de buscar información y finalmente después de tanto buscar algo formal (ojo con esto, ya que hay muchos charlatanes en las revistas e Internet que lo único que buscan es ofender a las parejas) nos inscribimos a un Club Swinger que se ubica en el Estado de México, no diré la dirección exacta por seguridad y sobre todo porque no me corresponde, solo les diré que es en una zona residencial, con gente bien y está detrás de lo que es el Centro Comercial Satélite.

Fuimos a la primera cita y nuestra idea solo era ir a ver como era el movimiento. Nos sentimos muy incómodos al principio pero poco a poco nos fuimos relajando, no sin antes tomarnos las tres de rigor. Bueno ella solo se tomó una copa, pero yo si me tomé mis tres copitas de ley.

Nuestra primera reacción fue de descontento, ya que quienes estaban en la sala de la casa (por cierto, una casa muy hermosa, como de ese tipo de las que hay en las películas de gringos) era gente bien; pero llegado el momento nos fuimos al bar de esa residencia, entonces ya la gente comenzaba a cambiar. Increíble, y no tengo nada en contra de la gente de las colonias populares, pero quien dirigía el asunto ahí era un tipo que se decía dueño de ese bar y en su eslogan indicaba la colonia de la cual provenía, la colonia más brava del Distrito Federal "Tepito".

Nos fuimos de espalda cuando pudimos percatarnos de las parejas que había ahí presentes, probablemente eran más de 10 o 12 parejas y también había gente sola (tanto hombres como mujeres).

Mucha gente no es como en sus relatos comenta, y esto es completamente real. La gente parece como si fuera sacada de los burdeles más viejos de la ciudad; algunas mujeres ya muy grandes de edad y con muchos kilos de más, los señores también, de más de 50 o 55 años, muy avejentados. Lo que sí se ve, es que ya tienen tiempo visitándose porque todo mundo se habla hasta de apodos o sobre nombres.

Pero bueno, finalmente estábamos ahí sentados. Después de un rato la gente nos invitaba a pasar al centro de la reunión y una vez que estuvimos ahí todo se hizo más tranquilo. Empezaron a contar sus chistes clásicos, de repente alguien hacía mención de lo que había pasado durante la semana (las citas en ese club son los sábados por la noche), en fin, te enteras de muchas anécdotas.

Poco a poco las parejas que había ahí presentes se comenzaban a quitar la ropa, hablaban cada vez más de forma grosera, en doble sentido y hubo algunos comentarios que en lo personal sentí que no eran los adecuados. De hecho tanto a mi esposa como a mí también nos invitaron a que nos fuéramos despojando de nuestras prendas, y no quisimos porque era lógico, nuestra primera cita, nuestra primera experiencia y preferíamos solo mirar.

El gordo que dirigía el asunto aceptó y dijo que no nos forzarían, es más que si gustábamos, podíamos pasar con quienes nos hubieran agradado hasta ese momento.

Se formaron tres grupos con todas las parejas ahí presentes, nosotros nos fuimos con un tipo que se veía por lo menos más limpio que los demás, él a su vez se juntó con dos parejas.

Un cuarto muy amplio y cómodo, televisión y jacuzzi, y una cama king. Todo mundo comenzó a jugar, todos contra todos. Las mujeres se desnudaron y se metieron a la tina, los tres hombres también y mientras se seguían tomando la copa se toqueteaban por debajo del agua; inclusive, no se si los hombres se tocaban entre sí, pero así pareciera.

Nosotros nos sentamos en la cama y sólo observábamos, mi esposa vestía un traje sastre con la faldita arriba de medio muslo y zapatillas altas, bien acompañadas con unas pantimedias brillantes, yo llevaba un saco sport y mezclilla. Mi esposa se quitó el blazer y yo el saco y lo único que hicimos fue mirar durante un buen rato.

Miguel (el tipo bien parecido) le decía a mi esposa que no se preocupara, no pasaría nada, solo quería ver un poco más de ella desde la tina, mi esposa aceptó con un poco de temor. Me enfilé a tomarla de la cintura y a besarla intensamente en los labios, jugaba mi lengua con la suya y mientras hacía esto con la boca, una de mis manos abría lentamente sus muslos y subía su falta hasta donde ella me permitía.

Comencé a acariciarle las piernas con mayor intensidad mientras todos los que estaban en la tina vitoreaban mi faena; cuando nos incorporamos todos ellos también estaban en lo suyo, entre las señoras se besaban mientras cada una de ellas tenía a alguien detrás que las estuviera satisfaciendo. Miguel estaba pasado entre ellas y cada vez que las señoras alejaban sus bocas era para apoderarse del miembro de Miguel, que de repente se le veía como si lo tuviera medio flácido.

Besé todavía a mi esposa por un buen rato hasta que logré alzarle toda la falda e logré que se levantara de la cama para besarle sus nalgas, así es que Miguel y los demás la veía de frente y le decían mil y una cosas, todas muy calientes.

Cuando en un arrebato de ingenuidad por parte de mi señora (y por supuesto que la entendí en ese momento) se bajó la falda, se puso su blazer y me pidió que nos fuéramos de inmediato, no puse objeción y obedecí.

Saliendo de la residencia y hasta llegar a casa no cruzamos palabra alguna, es más llegando a casa tampoco quiso saber nada de nada y así como llegamos nos acostamos y no hablamos del tema como en tres días; poco a poco fuimos despejando nuestras ideas y finalmente llegamos a un entendimiento mutuo.

Traté de hacerle entender que eso era nuevo y distinto a lo que habíamos estado acostumbrados, pero de verdad que nos costó mucho cambiar esa primera impresión que tuvimos.

Ahora hemos aprendido muchas cosas y más adelante les platicaré más de nuestras experiencias, pero espero que esto sirva para todos aquellos que intentan conocer este estilo de vida.

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