Nuevos relatos publicados: 11

Una buena amiga

  • 25
  • 13.775
  • 9,46 (13 Val.)
  • 0

Fernando siempre se había sentido atraído por la posibilidad de mantener una relación con dos mujeres a un tiempo, algo que nos ocurre a casi todos los hombres y rara vez conseguimos, salvo acudiendo a profesionales. A sus casi cincuenta años a él le sucedía otro tanto, y no era por no haberlo intentado, ya que durante sus más de veinte años de casado había pretendido llevar a ese terreno a Teresa, su mujer, sacando a relucir en los momentos íntimos los nombres de algunas de sus amistades femeninas, sin haber logrado más avances que algunas relaciones puntuales algo más excitantes de lo normal, pese al carácter ardiente de Teresa, una atractiva mujer que a sus 45 años no solo mantenía el encanto de la juventud, sino que lo había acrecentado con esas redondeces que aporta la madurez.

Durante los últimos años, cada vez que el matrimonio mantenía relaciones sexuales, algo que se producía de dos a tres veces por semana, Fernando trataba, con mayor o menor éxito, de introducir imaginariamente a una tercera persona en la relación, comentando todos los pormenores de lo que harían si tal o cual amiga estuviese allí con ellos. Él siempre llevaba la iniciativa, y ella se limitaba a admitir, a veces de buen grado, las morbosas insinuaciones de su marido.

Aquella noche de sábado, tras haber visionado una película porno, se metieron en la cama con ganas de jaleo. Comenzaron a besarse mientras se desnudaban mutuamente, aprovechando para acariciar con suavidad las zonas más sensibles de sus cuerpos. A Fernando le enardecía especialmente que su mujer le chupara uno de sus pezones, algo que le producía una inmediata excitación que desembocaba en la consabida cantinela de sacar a alguna conocida, soltando las procacidades de rigor sobre lo que harían los tres.

Pero en esta ocasión Fernando tuvo una especie de intuición que le hizo permanecer callado mientras Teresa lamía primero y después sorbía y mordisqueaba su pezón derecho. A Fernando, que permanecía tumbado boca arriba sobre la cama mientras su mujer estaba de medio lado junto a él, de entrada le pareció notar que ella estaba poniendo más entusiasmo de lo habitual, lo cual era un claro síntoma de estar sobreexcitada, algo que confirmó acercando su mano al sexo de Teresa y comprobando que estaba completamente empapado de flujos vaginales.

Justo en ese momento, ella dejó de chupar el pezón y le dijo, mirándole con los ojos enfebrecidos de deseo:

-¿te gustaría que mientras yo te chupo este pezón, mi amiga Paquita te chupara el otro?-

-Claro que me gustaría, aunque solo fuera eso- contestó sorprendido

Paquita era la amiga más atractiva de su mujer, y si pudiese escoger entre todas las amistades femeninas del matrimonio la hubiese elegido sin pensar, aunque consideraba utópico que una mujer como ella, felizmente casada y sin ningún síntoma que hiciese pensar en la posibilidad de que pudiese engañar a su marido, se prestase a una cosa así.

-No, no solo va a ser eso- dijo Teresa a su boquiabierto marido -porque después le pediré a Paquita que baje hasta tu polla, se la meta en la boca y empiece a mamártela mientras tu y yo nos besamos. Y cuando estés casi a punto de correrte en su boca se la sacas y la haces ponerse a cuatro patas y se la entierras en el coño por detrás y empiezas a follártela mientras yo me sitúo tumbada delante de ella para que me coma el coño-

Fernando estaba completamente alucinado ante la inesperada iniciativa de su hasta entonces recatada mujer, pero sobre todo se había puesto tan caliente que estaba a punto de estallar. Pensó en metérsela en la boca para terminar con una mamada, pero lo desechó de inmediato porque lo que más le apetecía era que siguiera hablando, así que optó por hacer que teresa se sentase sobre él, introduciendo muy despacio la polla en su encharcado coño, algo que provocó un estremecimiento de placer en la mujer.

-Ahora quiero que follemos muy despacio para que dure mucho, mientras me sigues contando todo lo que vamos a hacer con Paquita-

-para que termines te vamos a hacer un trabajito con la boca entre las dos, para que sueltes tu leche en nuestra cara y ella y yo nos limpiemos con la lengua, y después, mientras te recuperas, nos comeremos los coños en un 69- susurró Teresa con voz temblorosa, mientras se movía lentamente rozando con sus paredes vaginales la polla de su marido.

La tensión sexual era tan grande que Fernando no resistió mucho más. En pocos segundos hizo que su mujer se apartara y se vació con una imponente corrida sobre sus tetas, algo que a ella le encantaba.

A la mañana siguiente el matrimonio no comentó nada sobre lo ocurrido la noche anterior, algo que entraba dentro de lo habitual, pues preferían no hablar de ciertas intimidades salvo en momentos especiales. Aún así, los rescoldos de la apasionada situación no se habían apagado por completo, lo que provocó que después de comer ambos terminaran en la cama con la disculpa de una siesta. Él llevaba puesto un slip y ella bragas y sujetador. Fernando creyó llegado el momento de poner las cartas sobre la mesa.

-Teresa, lo de esta noche me puso tan cachondo que todavía no se me pasó la calentura- dijo señalando el considerable bulto que tenía en la entrepierna –¿lo que decías sobre Paquita iba en serio?-

-Completamente en serio. Era lo que pensaba en ese momento, lo cual no quiere decir que lo piense siempre, así que no sueñes con realizarlo, en primer lugar porque seguro que cuando pudiera darse esa situación lo más probable es que no me apetezca, y en segundo lugar porque también habría que contar con Paquita, que no la veo yo muy asequible para hacer un trío-

Quiso utilizar el ego de su mujer

-Tienes la suficiente capacidad de persuasión para convencer a cualquiera de tus amigas, incluida Paquita, para que haga cualquier cosa que le pidas- eso en cierto modo era cierto, porque Teresa estaba muy bien considerada entre sus amistades, pero la hipotética situación no era ni mucho menos normal.

-Bueno, si quieres que te diga la verdad, puede haber una ligera posibilidad de que eso ocurra, pero para que así sea hay que actuar con mucha cautela y discreción y no tener prisa, o sea dejar que los acontecimientos surjan por sí solos-

Fernando dio un respingo al oír aquello.

-¿y en que te basas para decir eso?- preguntó

-Verás, hace unos días, mientras tomábamos café, Paquita se sinceró conmigo. Está pasando por una crisis en su matrimonio, tan grave que es probable que acabe en separación, y el motivo no es otro que la falta de atención que le presta últimamente Luis, su marido. Ahora mismo su disgusto es muy grande y está dispuesta a enrollarse con el primero que intente acercarse a ella, me lo ha dicho textualmente-

-Y ese primero, ¿no podría ser yo?-

-No seas tarugo. Eres el marido de su mejor amiga, y serías uno de los últimos hombres sobre la tierra con los que querría tener algo-

Fernando no tuvo más remedio que admitir que su mujer tenía razón.

-Es mejor que no tomes ninguna iniciativa al respecto- dijo Teresa muy seria –no quiero arriesgarme a perder la amistad de Paquita. Si surgiese algo, sería yo la que llevase la voz cantante ¿entendido?-

-Sí, sí, por supuesto- dijo Fernando convencido

Dos días después de esta conversación, Teresa y Paquita estaban tomando café junto con otras amigas a las doce de la mañana, algo que solían hacer casi a diario. La reunión duró, como era habitual, alrededor de media hora, al cabo de la cual acostumbraban todas a irse a casa para preparar la comida, pero ese día Teresa hizo por quedar a solas con Paquita mientras las demás marchaban.

-¿Qué tal va todo. Hay alguna novedad?- le preguntó

-Nada, hija, seguimos igual. Esto no tiene arreglo. Hace tres meses que no mantenemos relaciones conyugales. Él dice que está inapetente, pero yo creo que tiene algún lío-

-Ten un poco de paciencia, mujer, que seguro que os recuperáis- la animó –todos los hombres pasan altibajos. El mío, sin ir más lejos, ahora está obsesionado y me dice que si no cumple un determinado capricho que tiene se acabará quedando impotente-

Paquita la miró sorprendida.

-¿un capricho?-

-Verás- repuso Teresa algo azorada –es que me da un poco de apuro contártelo con detalle-

-Sabes que puedes confiar en mi discreción-

-Claro que lo sé, mujer, solo que me da algo de vergüenza- dijo mintiendo descaradamente

-Entre tú y yo nunca hubo secretos-

-Bueno, pues te lo voy a contar. Fernando y yo tenemos una vida sexual bastante activa y con muchas variantes. Vamos, que nos hacemos de todo-

-Me estás poniendo los dientes largos-

-¿quieres que te lo cuente o no?-

-Claro que quiero. Sigue-

-Bueno, pues el caso es que una de las cosas que a él le gustan durante los prolegómenos es que le chupe uno de sus pezones mientras lo acaricio. Como verás, tampoco es nada anormal. Pero es que ahora se le metió en la cabeza que quiere que le chupe los dos a un tiempo, y ya me dirás como hago-

-La única solución que se me ocurre es que alguien colabore contigo chupando el otro pezón- dijo Paquita

-Claro. Pero de donde saco yo a ese alguien-

-Mujer, si solo se trata de eso, yo misma te ayudaría-

-¿de verdad harías eso por mí?-

-Pues claro mujer, para eso estamos las amigas. Además, eso no representa ningún sacrificio- dijo Paquita, presa de una inesperada excitación que no pudo disimular totalmente, circunstancia que no pasó desapercibida a una perspicaz Teresa.

-No sabes como te lo agradezco. Ahora hay que encontrar el momento adecuado para hacerlo-

-Por mí no hay problema. Puede ser en cualquier momento. Últimamente tengo mucho tiempo libre- dijo Paquita con triste ironía.

-Bueno, pues te llamo cuando lo decida-

Teresa decidió no contar nada a su marido sobre aquella conversación. Era bastante impulsivo y existía cierto riesgo de que metiese la pata y estropease el plan, y la verdad era que a ella le apetecía llevarlo a cabo. Solo con pensarlo se sentía excitada. La insistencia de Fernando durante años había acabado dando sus frutos y Teresa deseaba probar aunque solo fuese por una vez una relación lésbica, y esos deseos los había personalizado en Paquita, una de sus amigas de toda la vida. El impresionante físico de Paquita, que conservaba una envidiable figura complementada por un rostro agraciado, había ayudado a ello. Sin que su marido lo supiera, Teresa había cumplido paradójicamente los anhelos de éste.

Pocos días después, Teresa telefoneaba a Paquita.

-Hola, Paca. ¿Sigue en pie lo que hablamos el otro día?-

-Ya te dije que sí y yo no soy de las que se echan atrás-

-Entonces ¿puedes venir a tomar café hoy a casa? Fernando no trabaja esta tarde y puede ser el momento idóneo para hacer lo que planeamos-

-Por mí no hay problema. A que hora te parece bien-

-¿Es muy pronto para ti a las 4?-

-No. Es buena hora. Estaré ahí a las 4 en punto-

-Recuerda que Fernando no sabe nada-

-¿no se lo has dicho?-

-No, preferí no decirle nada. No te molestes pero pensé que lo mejor era esperar a confirmarlo-

Teresa esperó a que terminasen de comer para decirle a Fernando que tenían una invitada para tomar café.

-¿y quien es?-

-Mi amiga Paquita-

-¿Ah, si? ¿y eso significa algo?- preguntó con tono malicioso

-Sí, significa que vas a estar callado salvo las imprescindibles frases de cortesía, y te vas a comportar con toda la prudencia de que eres capaz. Como te dije el otro día, si tiene que ocurrir algo, ocurrirá. Ah, y recuerda, tú no estás al tanto de sus problemas conyugales. Si surge algún comentario al respecto, no sabías absolutamente nada-

A partir de ese instante, Fernando se convirtió en un manojo de nervios, pero estaba decidido a mantener la compostura ante la inminente visita.

A las cuatro en punto sonó el timbre de la puerta. Fueron los dos a abrir, y allí estaba Paquita, ataviada con un vestido de color verde muy entallado, realzando sus poderosas curvas. Se besaron afectuosamente con la recién llegada y la invitaron a pasar al interior de la vivienda.

Se sentaron los tres en el comedor y la conversación, que se había iniciado por cauces normales y se mantuvo así cerca de una hora, mientras que los chupitos que acompañaban al café colaboraban a caldear el ambiente, sufrió una transformación en cuanto salió a relucir por parte de Fernando el nombre de Luis, el marido de Paquita. Esta se puso seria de repente y comentó, dirigiéndose a Teresa:

-¿no le has contado nada?-

-No, no tenía porque hacerlo, salvo que tú me lo dijeras-

-te agradezco tu discreción, pero no importa que tu marido lo sepa. Pues sí, Fernando, has de saber que mi matrimonio está dando tumbos en los últimos tiempos, y la separación es cuestión de días-

Fernando se hizo el sorprendido.

-Pero mujer, seguro que es una pequeña crisis pasajera. Daros una oportunidad y ya verás como todo se arregla. Todas las parejas tienen sus altibajos. Nosotros mismos a veces también tenemos nuestras peleas, pero al final se superan las diferencias-

-No creo que vuestro caso y el mío sean ni siquiera parecidos. Me temo que no hay nada que hacer-

Intervino Teresa:

-No te vayas a pensar, Paca; no es oro todo lo que reluce. Aquí el amigo- dijo señalando a su marido –tiene ciertas obsesiones difíciles de cumplir, y eso trae problemas-

-¿obsesiones?- preguntó Paquita haciéndose la sorprendida

-Pues sí. Ahora mismo tiene la manía de que necesita urgentemente que le chupe los dos pezones al mismo tiempo, algo que como comprenderás es imposible, y no veas los problemas que nos está trayendo eso-

-¿y no pensasteis en ninguna solución?- dijo Paquita sin apenas contener la risa

-Sí, hay una solución. Que me ayude otra persona, pero ¿Dónde la encuentro?- Teresa guiñó disimuladamente un ojo a su amiga.

-Si es tan urgente, yo misma te puedo ayudar- dijo sin poder evitar ruborizarse

Al oír esa contestación a Fernando casi se le atragantó el sorbo de bebida que estaba tomando. Tenía alguna esperanza de que Paquita aceptase pero ni de lejos pensaba que lo hiciera con tanta facilidad.

Intervino Teresa:

-Estoy segura de que a mi marido no le importará que seas tú la que se lo haga. ¿Verdad, Fernando?-

-Claro que no; todo lo contrario. Prefiero que sea alguien de confianza, y Paquita es como de la familia-

-Gracias- dijo Paquita –entonces no se hable más. Cuando queráis, yo estoy dispuesta-

El achispamiento en que habían caído los tres merced a la ingestión de chupitos había contribuido en todos ellos a romper con ciertos prejuicios y tabúes que sin duda hubiesen hecho su aparición en otras circunstancias. Ese fue el motivo de que Fernando propusiese sin cortarse un pelo que el sitio más adecuado para hacerlo era la cama, y por supuesto cuanto más ligeros de ropa estuviesen los tres, más cómodos se sentirían, opinión que corroboró sacándose en ese mismo instante la camisa que llevaba puesta, y que no fue rebatida por ninguna de las dos mujeres, así que se dirigieron a la habitación del matrimonio.

Una vez en el dormitorio, Fernando completó el strip tease quitándose los pantalones y quedando únicamente ataviado con un ceñido calzoncillo de color azul, que marcaba de forma patente sus atributos, mientras que ellas se deshicieron de sus respectivos vestidos quedando ambas en bragas y sujetador. La visión de aquellos dos cuerpos semidesnudos, y a pesar de que uno de ellos lo tenía muy visto, hizo que no pudiese evitar sufrir una erección. La tensión sexual que se palpaba en el ambiente era tan intensa que casi se podía cortar con un cuchillo.

A continuación, Fernando se tendió boca arriba en el centro de la cama, con los brazos completamente extendidos a lo largo de la almohada. Teresa se tendió a su derecha y Paquita lo hizo a su izquierda. Ambas se tendieron de medio lado, apoyando sus cabezas en cada uno de los vigorosos brazos de Fernando,

Teresa miró hacia Paquita.

-dispuesta?- preguntó-

Ésta hizo un gesto afirmativo a su amiga.

-pues haz lo mismo que yo- y entresacando la lengua acercó la boca al pezón de su marido, iniciando el contacto un lento movimiento circular, que fue imitado por su amiga.

Las sensaciones que vivió Fernando en ese momento solo se pueden definir como electrizantes, y tuvieron como efecto inmediato hacer mucho más patente el bulto que se marcaba bajo el calzoncillo. Sus manos, como si hubiesen adquirido vida propia, comenzaron a acariciar los cuerpos que tenía a su lado.

De improviso, Teresa dirigió su mano derecha a la entrepierna de su marido y la introdujo bajo el calzoncillo, para agarrarse a lo que allí había y comprobar su extrema dureza. Paquita, aunque afanada en chupar pezón, no perdió detalle de la maniobra de su amiga, que le hizo interpretar que la veda se había levantado totalmente y la decidió a tomar la iniciativa, acercando la mano izquierda a la zona donde permanecía oculta la derecha de su amiga, quien al percibir el contacto soltó la polla de su marido un instante para apretársela afectuosamente, al tiempo que le sonreía y guiñaba un ojo con complicidad.

Ese gesto tuvo el efecto inmediato de evaporar cualquier residuo de timidez que pudiera quedar en el ánimo de Paquita, que se sintió completamente liberada para dar rienda suelta a sus instintos, que en ese momento estaban dominados por una calentura como no había sentido en toda su vida. La mano que había metido bajo el slip buscó algún resquicio de carne que no abarcase la mano de su amiga, que se movía lenta y acompasadamente bajo la tela, y se encontró con los testículos, que tras apretar con suavidad, como saludándolos, comenzó a acariciar con delicadeza. En un acto reflejo, apartó los labios del pezón de Fernando y los dirigió a la boca de éste, fundiéndose ambos en un tórrido beso.

La reacción de Teresa al comprobar la iniciativa de su amiga fue el reflejo de la tremenda excitación que la poseía en ese momento: al igual que había hecho paquita un instante antes, separó su boca del pezón, aunque en este caso para dirigirse a la entrepierna de su marido, y tras separar la tela del calzoncillo con la misma mano que acariciaba la polla, dejó esta al descubierto, cabeceando, pero no por mucho tiempo, porque casi de inmediato fue engullida y quedó completamente oculta dentro de su boca para empezar a succionarla con entusiasmo.

Fernando estaba al borde del paroxismo, chupándose mutuamente la lengua con la amiga de su mujer, cuya mano acariciaba además sus huevos, mientras que Teresa le obsequiaba con una impresionante mamada de polla. La intensidad de su calentura era tal que apenas le permitía razonar, pero sus manos actuaron como si poseyesen vida propia, y se dirigieron a los cierres de los sujetadores de las dos mujeres, que en breves instantes saltaron dejando al descubierto dos hermosos pares de tetas. Pero sus manos se negaban a quedarse quietas, y cada una de ellas continuó camino hasta introducirse bajo la tela de la braga de ambas mujeres. La mano derecha de Fernando accedió a las mojadas interioridades de su esposa, pero él prestó más atención a lo que hacía su mano izquierda, que se había internado en territorio inexplorado hasta entonces, y pudo comprobar varias cosas; en primer lugar, que Paquita se depilaba la zona vaginal, pues su tacto solamente pudo percibir una estrecha mata de pelo en la parte superior del coñito, y que la excitación que denotaba la mujer por el morreo que se estaban dando no era ni mucho menos fingida, puesto que la humedad existente en la zona era lo suficientemente delatora. Tras introducir un dedo en la encharcada cueva y buscar el clítoris para acariciarlo, separó sus labios de los de Paquita y le dijo en un susurro: -Anda, ahora tienes que ayudar a Teresa a comerme la polla-.

No hizo falta repetir la petición, porque ella estaba deseando cumplirla. Descendió hasta encontrarse cara a cara con su amiga, que se afanaba en la mamada que le estaba prodigando a su marido, pero al percatarse de las intenciones de Paquita quiso compartir con ella el manjar que estaba paladeando y se lo sacó de la boca para ofrecérselo.

Paquita se quedó mirando la tiesa polla de Fernando durante unos instantes, en tanto que teresa contemplaba la expresión de su amiga mientras la recorría un escalofrío de morboso deseo, sensación que dominaba a ambas mujeres, y que en el caso de Teresa se intensificó al máximo al ver a su amiga introducirse lentamente en la boca la polla de su marido. Éste a su vez notó que Paquita, al tiempo que se tragaba su polla, practicaba con la lengua un movimiento envolvente que no dejaba un centímetro de piel sin acariciar, lo que le provocaba una sensación tan placentera que tuvo que hacer un esfuerzo para que no le sobreviniese el orgasmo.

Teresa no quería permanecer ajena a aquella tórrida escena, y acercó su boca a los huevos de su marido y se puso a lamerlos, incrementando con ello la sensación de placer del receptor y a su vez las dificultades de éste para reprimir el clímax.

El orgasmo de Fernando era inminente, pero hubo un hecho inesperado que cambió la situación: dada su proximidad, las lenguas de ambas mujeres se encontraron casualmente, y ellas fueron incapaces de sustraerse a la morbosa atracción que desde hacía tiempo y de una manera casi inconsciente sentían una por la otra, y en pocos segundos estaban besándose apasionadamente, abandonando momentáneamente su interés por el hombre, que quedó algo desconcertado, aunque por poco tiempo, porque aquel inesperado giro de la situación le pareció de lo más excitante y se dispuso a observar la sensual escena con el máximo detalle, sin importarle en absoluto quedarse al margen.

Tras unos instantes en los que ambas mujeres se devoraron mutuamente la boca con frenesí, Fernando vio que su mujer era la que llevaba la iniciativa, al comprobar que abandonaba la boca de su amiga para descender a través de su cuerpo acariciando con la boca y las manos cada resquicio de piel, parándose en las zonas en las que los estremecimientos y gemidos de Paquita delataban un mayor grado de sensibilidad. Si, tal y como pensaba Fernando, carecía de práctica en relaciones con mujeres no lo parecía, porque estaba actuando como si se tratase de una experimentada lesbiana.

Paquita, por su parte, estaba gozando unas sensaciones tan placenteras y vertiginosas que se mantenía en un estado próximo al mareo, y éstas se multiplicaron cuando su amiga, tras quitarle las bragas sin demasiados miramientos una vez alcanzada la zona vaginal, separó los labios de la vulva con los dedos de sus manos, y acercó su lengua al interior, acariciando primero las paredes vaginales y atacando después el clítoris, que sorbió con sus labios y acarició con su lengua, hasta lograr que su amiga se descargara en un intensísimo orgasmo, que la dejó desmadejada, próxima a la inconsciencia.

Pero esa situación solo duró un instante, porque deseosa de devolver a su amiga el placer que ésta le había regalado, Paquita tomó la iniciativa, comenzando a prodigar por todo el cuerpo de su amiga una serie de caricias con sus manos y boca similares a las que previamente había recibido, con la salvedad de que a medida que descendía por el cuerpo de Teresa fue posicionando el suyo propio hasta que quedaron invertidos, con lo que sin ponerse en absoluto de acuerdo el sesenta y nueve era obligado, y casi sin darse cuenta ambas mujeres se encontraron practicando entusiasmadas un mutuo cunnilingus.

Aquello fue demasiado para Fernando, que viendo su libido desbordada, no aguantó más sin entrar en acción, y se situó justo detrás de Paquita, que se encontraba sobre Teresa, con la cabeza de ésta entre sus muslos, y la suya propia en posición similar. Estaban tan enfrascadas en su labor que se habían olvidado de él por completo, pero cuando Paquita sintió como unas manos abrían sus nalgas y algo puntiagudo se posaba en el agujero de su culo, no pudo evitar soltar un respingo de sorpresa. La lengua de Fernando tocó suavemente el rosado orificio y comenzó a lamerlo, presionando delicadamente pero con firmeza, de modo que consiguió que se relajara y la punta de la lengua pasase al interior del estrecho conducto.

Paquita se encontraba en el paraíso, sintiendo como las lenguas de la pareja devoraban sus zonas más sensibles, horadando sus intimidades como si intentasen contactar a través de su cuerpo. Teresa, desde su posición, veía muy de cerca como su marido se amorraba al culo de su amiga, lo que le provocaba un morbo increíble, multiplicado por el placer que ella y Paquita se estaban prodigando mutuamente. En cuanto a Fernando, la postura en que se encontraba le resultaba algo incómoda y decidió no prolongarla, así que se incorporó y avanzó un poco hasta quedar arrodillado detrás del culo en pompa de Paquita, la sujetó por las caderas haciendo que se alzase un poco, y haciendo avanzar su enhiesta polla, se la clavó en el coño hasta el fondo, provocando un intenso gemido de placer en la mujer, y empezó a bombear con fuerza.

Teresa tenía ahora justo ante sus ojos la polla de Fernando entrando y saliendo del coño de Paquita, y esa visión hacía que un intenso ramalazo de deseo la carcomiese por dentro. Su boca se aproximó al punto de unión de los sexos de su marido y su amiga y comenzó a lamer ambos al unísono, justo en el momento en que era invadida por el orgasmo más intenso de su vida, que le sobrevino entre convulsiones.

Teresa, tras alcanzar el éxtasis, quedó algo aturdida. Fernando decidió entonces variar su postura. Se tendió boca arriba en la cama e hizo que Paquita se sentara sobre él, al tiempo que cogía su polla con la mano derecha y la dirigía hacia el coñito de la mujer, que quedó empalada de nuevo y manifestó su satisfacción por este hecho moviéndose rítmicamente y emitiendo una serie de gemidos de placer que anunciaban la inminente llegada de un nuevo orgasmo, algo que no tardó en producirse, pero en esta ocasión coincidiendo con el de Fernando, que en última instancia se salió del interior de su amiga para ponerse en pie y derramar sobre ella el producto de su eyaculación. Los chorros, de gran intensidad, cayeron sobre los pechos y la garganta de Paquita, que se estremeció al recibirlos.

Para Teresa, esa situación logró que se espabilase y recuperase la actividad, aproximándose a su amiga y recogiendo con su lengua los restos de la corrida de Fernando, y al terminar de hacerlo, acercó su boca a la de Paquita y compartió el elixir con ella, que lo aceptó gustosamente colaborando en el tórrido y húmedo beso.

Pocos minutos después, mientras compartían una relajante ducha, ninguno de los tres dudaba en reconocer abiertamente lo acertado del paso adelante que habían dado y la intención de seguir manteniendo aquel contacto a partir de entonces. Cuando Paquita abandonó la vivienda y el matrimonio quedó solo, Fernando dijo a su mujer:

-Aun se acaba de marchar, y ya estoy deseando volver a repetirlo-

-Por supuesto que lo vamos a repetir, pero no nos vamos a limitar solo a esto-

-¿Qué quieres decir?- preguntó, algo sorprendido

-Pues ni más ni menos que a mi también me apetece contar con dos pollas al mismo tiempo, así que puedes ir buscando entre tus amistades a la persona adecuada, porque si no buscaré yo entre las mías, y en ese caso es posible que tengas que quedarte al margen-

Por supuesto que bajo ningún concepto Fernando iba a permitir que eso ocurriera.

(9,46)