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Arte, Artistas, y Kike y yo

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-Y aquí tenemos El Soldado, otra de las esculturas que más bellamente reflejan la técnica y perfección de la época...

El profesor seguía explicando con su voz sonora y apasionada cada una de las esculturas que se hallaban en la inmensa sala del museo del Louvre, concretamente en la parte Este del colosal edificio-palacio...

Todos nosotros teníamos libertad de movimiento en el museo, aunque quien quisiese podía acompañar al profesor para oír sus explicaciones.

Habíamos ido a París con motivo del viaje de fin de curso, y aquel miércoles soleado, monótono y algo frío habíamos decidido acudir a visitar el famoso museo de el Louvre.

Soy uno de los 40 alumnos que viajaron a París, y me llamo Blas.

París era una ciudad formidable, llena de monumentos, de edificios increíbles, limpia y muy romántica por cierto. Puede que a la mayoría eso no le importase, pero yo prestaba especial atención a todo lo que tuviese que ver con el espíritu propio de la Ciudad de las Luces, tal y como se conocía a París. Por eso aquella visita al museo me parecía interesante.

Ya habíamos visto la Mona Lisa, y la verdad que me había defraudado un poco: era un cuadro bastante más pequeño de lo que todos nos esperábamos y debido seguramente a que soy un desconocedor de la historia del arte, no pude apreciar el valor de la obra ni el por qué de su fama mundial. Sin embargo, sí podía saber la impresión que me inspiraban las obras, y eso era lo que estaba haciendo en la Sala de las Esculturas.

Durante el viaje había trabado amistad con Kike, un chico de 18 años, uno mayor que yo, al cual le apasionaba el arte y con el que comentaba las obras. Concretamente, a las 4 de la tarde de ese mismo día, éramos casi los únicos que querían ver el museo, porque el resto de nuestros compañeros estaban muy cansados. Pero aún quedaban más de dos horas por delante, y teníamos que aprovecharlas, así es que Kike y yo dejamos atrás al resto de la clase y nos perdimos entre la muchedumbre contemplando con curiosidad las esculturas.

-¿Te has fijado? Todos en su tiempo pintaban con tonos pastel, como si tuviesen miedo de que la pintura fuese fuerte, tuviese vida- me dijo Kike.

-Sí, lo he visto... Y además... además tenían predisposición por el desnudo. ¿Has visto que siempre, en todos los cuadros, aparecen personas desnudas en primer plano?

-Je je, veo que te has dado cuenta... Verás –comenzó a decir mirando a su alrededor, como buscando a alguien con la mirada- es una pena que no esté aquí el profesor. Pero creo poder asegurarte que en esta época muchos de los artistas, todos hombres, eran gays, aunque eso era algo que no podían saber el resto... La pintura y la escultura eran una vía de salida, de expansión.

-Ah...

-¿Tienes algo contra los homosexuales?

-¿Yo? No, ¿por qué?

-Porque en aquella época era una herejía, una injuria. Se era castigado por ser un monstruo, un error de la naturaleza. Gracias a Dios –y me miró con una sonrisa- hoy en día eso no es más que un recuerdo. Pero volvamos a los cuadros... ¿ves algo más que te llame la atención?

No sabía como explicármelo... Mirando detenidamente las esculturas y los cuadros me había llegado una pequeña erección. Yo, siempre que en la televisión o en revistas veía algún modelo, atractivo y casi desnudo, buscaba con anhelo algún resquicio de sus partes, para ver su pene, aunque fuese un poco... Y ahora, venía al museo más importante de París y estaba rodeado de hombres perfectos, musculosos y guapos que enseñaban su rabo sin pudor... Aquello era arte, ¿no?

La gente observaba ensimismada, algunos eran expertos, otros no, pero todos veían arte en aquellas piedras... Yo me paré frente a una estatua de piedra blanca de dos metros que figuraba ser un soldado, desnudo ataviado tan solo con el cinto de su espada. Estaba con las piernas abiertas, mostrando y ensanchando el pecho, con sus glúteos pulidos y lampiños, con su pene gordo y pequeño, con el pliegue de piel sobrante bajo sus pelotas... Definitivamente me empalmé, y como llevaba vaqueros, me preocupé por su marcaba mucho mi bulto. ¡Sí que marcaba, sí!

Los escultores hacían los penes como a mí me gustaban: al ser estatuas enormes, eran gordos pero gruesos. Así me gustaban a mí, sin esos pollones artificiales que se les veían en al tele a los actores de pelis porno guarras y que eran efectos especiales... Aquellas pollas, de haber sido reales, al empinarse habrían sido grandes, sin ser desmesuradamente enormes, pero así en reposo eran igualmente deliciosas a la vista...

Le pregunté a Kike que cuál era el canon de belleza clásico que seguían aquellos autores de estatuas desnudas.

-Pues ya lo ves –y empezó a estudiar la estatua de dos metros de aquel joven guerrero y enorme- primero la juventud. Les iban los chavalines jovencitos –y me miró con una sonrisa pícara-, así que si eran gays iban al grano. Ves que los hacían musculosos, marcando su anatomía y moldeándola con gran perfección. Un rostro viril, de machote –he hizo el gesto de ser un super hombre, a lo cual nos reímos los dos- y el resto tal y como nos gustaría ser a nosotros: perfectos.

-Y... y ¿tenían modelos reales al hacer las estatuas?

Kike sonrió sin dejar de mirar al soldado de piedra.

-Sí, muchas veces sí. Además, ser modelo era muy difícil. Como verás, se tenía que tener una buena forma física... No como esta, eso corría a cuenta del escultor, que usando su fantasía... "sexual" imaginaba el resto. Pero lo más difícil era estarse quieto y otra cosa más que nos explicó el profesor en una clase como anécdota.

-¿Qué más se tenía que precisar?

-¡Pues controlar el instrumento! –dijo riéndose Kike-. Piensa que muchos de estos modelos también eran gays, y que pagaban los favores y cobraban los servicios prestados a los artistas... Pero si te imaginas, ponte en situación: tú, un tiarrón de tres pares de narices, más o menos como lo eres en la realidad (y nos reímos por su broma...), te pones enfrente de un tío que te observa detenidamente para dibujarte, o para hacer la estatua... Te desnudas, te quedas en pelotas, mientras que seguramente al artista se le esté poniendo cachonda. Estar dos horas o más en la misma postura es difícil. Y tienes que controlar bien que tu... tu... –y me señaló la entrepierna, sonriendo con malicia- tu cipote no se dispare, ¿entiendes? Un buen modelo estaba muy bien cotizado. Pero habrás observado que al menos el artista no se dejaba llevar demasiado por su imaginación. Los hacía unos tíos perfectos, pero al menos se ceñía a la realidad: mira sus genitales: son pequeños y perfectos, ni grandes ni pequeños, viriles. Su postura de héroes desnudos, enfrentándose al peligro sin temor... Tienen tintes eróticos, es verdad. Y es bueno reconocer que nos gusta. ¿A ti te pone?

-¿Qué si me pone? –pregunté ruborizándome e intentando ocultar mi calentón con la mochila-. Hombre... me gusta, sí, pero tanto como "ponerme"...

-Pues a mí sí. Fíjate en las esculturas femeninas. ¿Por qué no nos avergüenza decir que nos excita? Después vemos fotos en las revistas menos eróticas y que nos pones calentorros, ¿o no? Pues con los hombres, lo mismo. A mí me gustan. Me excitan...

Kike hablaba con mucha cultura a la vez que sin pudor. Parecía mucho mayo, ¿a que sí?. O al menos más cultivado de lo que parecía para su edad. Hablaba con determinación y con juicio... Y estaba diciendo cosas un tanto... interesantes. Y me percaté de ello más cuando con disimulo se ajustó su paquete, abultado, dentro de los calzoncillos.

-Fíjate en este cuadro –resonó con eco la voz de Kike en aquella sección de la sala. Me había obnubilado y no me había percatado de que ahora estaba diez metros más allá observando un nuevo cuadro que representaba una batalla. Debían ser romanos-. ¿Hacia qué parte va la mirada nada más ver el cuadro? Dime.

-Pues... al caballero que va a lanzar su arma sobre ese hombre. Está desnudo...

-Eso es. Te has dado cuenta, ¿eh? Je je je... Y si te fijas bien... Mira como es el que está mas cerda del espectador, el que está más nítido. Refleja fuerza, representa a su pueblo, valeroso, tan solo necesita su arma para vences... Y con su arma quiero decir su lanza, no su... –y me miró sonriendo y apuntando a la entrepierna del soldado.

-Tío, estás salido –le dije riendo y observando de repelón su pantalón. ¿La tendría dura?

-De nuevo es un modelo perfecto que representa lo que te he dicho: lampiño, de piel morena, atlético, fuerte y viril, desnudo frente al peligro, glorioso, un culito respingón...

-Oye, una curiosidad.

-Dime Blas.

-No tenían pelo, ¿eso es porque se depilaban?

Nos íbamos acercando a una nueva escultura.

-Mmmm, no sé, supongo. No sé cómo. Tan solo tenían pelo en la cabeza y un bello montículo encima de su nabillo –y posó su manaza sobre la polla de la escultura de bronce, que era un muchacho desnudo blandiendo una espada en señal de trofeo-. Las barbas estaban destinadas a los emperadores, reyes, y caballeros nobles e importantes. Y... ¡Oh! ¡Les toilettes! Tío, me estaba meando, ¿tú no?

-Yo también –al fin encontrábamos algún aseo. Estaba con ganas de ir desde que habíamos entrado al museo hacía una hora.

-Venga, dejemos las clases de historia para después... ¡Corre!

Entramos, y gracias a Dios casi no había nadie. Al contrario que en el de señoras, en el que siempre había cola...

Nos dirigimos a los urinarios de pared, y fue entonces cuando encontré mi problema... Sí, tenía ganas de ir al aseo. Además, estaba limpio y lustroso, gran excepción. Pero la erección no me había bajado. Y además, ese tipo de váteres me la ponen dura... Era una tontería, pero pensar que me la podían ver y que yo podía verle el chorizo a otro tío era una idea tentadoramente excitante. No podía mear.

Kike se estaba quitando la mochila y la cazadora.

-¿Qué haces? ¿No tenías ganas de mear? Venga.

-Es que ahora no...

Kike me miró con cara de extrañeza mientras de espaldas a mi empezaba a bajarse la bragueta. Ahora así, de espaldas, empecé a pensar que Kike era bastante atractivo... Tenía un buen culo, una cara y un peinado agradable, me caía muy bien...

Seguía empalmado a tope. ¡Qué mal rollo!

-Bueno, pues vigila que no se lleven mi macuto si entra alguien, que estoy lleno, mientras así vacío la vejiga, que va para largo...

No podía creérmelo. ¿Cómo podía estar empalmado? Seguí andando hacia adelante. Podía entrar en los aseos normales, pero claro, Kike sospecharía... "¿Acaso tiene miedo de que se la vea?" pensaría mi amigo.

Desde el fondo del aseo podía ver reflejado en el cristal de los blancos lavabos a Kike, que subía la cabeza y silbaba mientras meaba... Eso para mí era excitante, pero las ganas de mear y de sentir que me podía explotar la vejiga pudieron conmigo, así que un poco menos empalmado me adelanté y tuve que hacer mis necesidades junto a Kike, pues había tres váteres y estaba en el del medio.

Me propuse no mirarlo...

Uffff, ya salía. ¡Qué gusto!

-Estabas lleno, ¿eh amigo? –me dijo Kike que seguía mirando para arriba-. ¿Es que se te habían quitado las ganas de mear? Están bastante limpios estos aseos...

-No era por eso... –miraba mi polla morena mientras me la sujetaba. La tenía "bobona", medio gruesa pero blanda, y la orina salían con fuerza. Esperaba que Kike no se diese cuenta.

-¡Menuda meada, tío! Estábamos llenos, ¿verdad? Je je... –dije yo al minuto de estar meando y cuando paraba ya-. Y anda que tú... Estarías a punto de expltar.

-Hummm... –asintió Kike mirándose.

Yo sonreía cuando paré. ¡Qué descanso! Al estar medio dura mi polla había tardado en salir el meado... Uffff. Me estaba bajando la pielecilla del capullo para despreder las gotas cuando Kike me dijo:

-Si quieres... si quieres vete, que como veo que ya has acabado, ahora voy yo a mirar cuadros...

No pude evitarlo. ¿qué hacía? Miré sin poder evitarlo hacia su mano derecha, pero me tapaba su brazo. ¿Había gemido Kike?

-¿Qué te pasa?

-Nada nada, ahora voy...

Pero vi los movimientos muy disimulados de la mano... Estaba tocando la zambomba. Y él a su vez me miraba mi mano y la masa de carne que sostenía.

Le dirigí una mirada de extrañeza e ingenuidad.

-Ya has acabado, ¿no?

Yo seguí sujetando mi polla con la mano, y adelantándose a mi pensamiento empezó a crecer... ¡Mi amigo se la estaba cascando a mi lado!... Ostia...

-¡Eh! –gritó Kike con sorna y divertido-. Cuidado con tu cipote, ¡que se despierta! ¡eh!

¿Qué podía hacer yo?

Pero él tomó la iniciativa. No se ocultó y me dejó ver sin preámbulos cómo se la estaba cascando... Se la hacía muy rápido, con movimientos cortos... ¡Sólo quería correrse!

-Es que... tío, los cuadros y las esculturas me has puesto caliente... Y a ti también, no me digas que no, porque la tenías dura... Mmmmm... Ven, a ver que veamos...

Con su mano levantó mi camiseta. ¿Y si entraba alguien? Joder... Me frotó mi vientre, recorrió el camino de pelos desde mi ombligo hasta mi cipote, y siguió cascando dos pollas: la mía y la suya. Yo, asustado y calentorro, me llevé las manos a la cintura y le dejé hacer... Había perdido el miedo. Desde hacía rato le había visto las intenciones, para qué negarlo. Y ahora, su mano izquierda, me estaba haciendo un favor.

-Yo creo que nuestras pollas son mejores que las de esas estatuas... ¿a que sí? -.me preguntó Kike mirándome a los ojos y sonriendo. Sacó la lengua y de forma obscena se chupó los labios. La velocidad de la masturpación crecía...

-Ahhhh, ahhh... son mucho mejores, je je je...

-Anda, tócamela, y el culo también, sigue tú.

Dicho y hecho... Mmmm, su cipote era igual de largo que el mío: 16 cm de fuego duro, aunque sus venas se notaban más, y era más peludo y moreno... Pero la mía ganaba en que era más maciza, y los cojones me colgaban más, negros como el carbón...

-¡Cabrón, quieres que me corra! Venga, aahhhhh, más rápido... Menuda mano tienes... Más, venga... Vamos dentro de un ase a corrernos...

Y así, sin dejar de pajerle, fuimos andando a un aseo y descargamos los dos nuestros chorros de semen ardiendo en la pared

-Tienes el culo chorreando... –dijo Kike mientras me manoseaba.

-Y tu también...

-Ohhhhhh, qué gustazo...

-¿Tienes un boli?

-¡Je! ¿para qué?

-No es para metértelo... Es para escribir en la puerta que aquí estuvimos tú y yo pajeándonos...

-¡Ah! Sí, me mola que escriban algunas guarradas en las puertas... mmmm, que caliente... Venga, escribe.

Y dibujamos dos hombres, con un pollón enorme cada uno, y cada uno sujetándosela al otro. No me acuerdo bien de los comentarios. Solo sé que con Kike, aquella noche en la habitación seguimos hablando de historia del arte, y en especial de los modelos masculinos...

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