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Vacaciones en la costa: En el tren

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Había llegado el verano de mis 18 años y como siempre en esa época iba a la playa a casa de mis tíos en la otra punta del país. Esta vez sin embargo debido a los exámenes del instituto me había tenido que quedar más tiempo del habitual en la ciudad así que mi familia ya se había adelantado y me esperaba en la costa. Allí estaba yo, en aquel tren cama ilusionado pensando en la arena y el sol. Un día entero con su noche me separaba de mis vacaciones. Llevaba puesta una camiseta , unas playeras y unos pantalones deportivos cortos de tela fina sin nada debajo ya que hacía mucho calor. Aquel tren tenía dos tipos de compartimentos . Por un lado los simples, de dos filas de asientos que formaban un par bancos acolchados, sin reposabrazos, pegados a cada pared uno enfrente del otro . A un lado estaba la ventana y al otro la puerta del pasillo con gruesas cortinas que daban una total intimidad. El otro tipo eran digamos los dormitorios, con un par de literas a cada lado, 4 en total, y un pequeño lavabo. Puesto que mi viaje iba a durar más de 24 horas yo tenía reserva de litera, pero durante el día estaría sentado en uno de esos amplios bancos.

En el tren apenas había gente. Cuando me metí en uno de los compartimentos simples vi que iba a viajar solo. Mejor pensé, así podría estirar las piernas. Elegí tener la ventana a mi izquierda e ir en el sentido de la marcha. Había madrugado mucho de manera que al poco tiempo de sentarme estaba dormido. Una hora más tarde el tren hizo una parada. La puerta se abrió y un hombre mayor se sentó justo delante de mi, al lado de la ventana. Tendría unos 60 años. Pese al calor llevaba puesta una chaqueta , pantalones grises de pinzas, zapatos y un sombrero que dejó en la repisa superior. La separación de los bancos no era muy grande y tuvo que encajar sus piernas con las mías para caber bien. Decidí seguir durmiendo. Al cabo de un rato me desperté, pero no abrí los ojos. Quería ver mejor a mi compañero de viaje y separando mínimamente los párpados , como si siguiera durmiendo, comencé a observarle. Era un viejo muy morboso, como los que te encuentras en los bares los domingos jugando a las cartas. Me di cuenta de que no dejaba de mirarme creyéndome dormido. Eso me puso tenso y nervioso. Fui bajando en secreto mi mirada hasta sus manos maduras y pude ver cómo con la derecha se estaba frotando casi imperceptiblemente el paquete. Hice como si me acomodase entre sueños y él paró, pero solo un momento para seguir a continuación. Ahora el movimiento era más evidente. Iba de izquierda a derecha y cuando llegaba a la punta de su miembro se lo pellizcaba . Con aquella tela tan fina de su pantalón debía sentir perfectamente el roce. Yo no quería ni enterarme de lo que estaba haciendo. El tipo se iba poniendo cachondo de manera que en un momento dado tuvo que meterse la mano por dentro del pantalón para acomodarse el paquete que le empezaba a molestar. Ahora si que estaba asustado, tenía una erección evidente y grande a mis inexpertos ojos que se notaba perfectamente bajo la tela. Ya no realizaba un pequeño roce sino que se la cogía y hacía como si se bajase la piel, como una paja, mientras realizaba un ligero movimiento de cadera delante y atrás. Decidí que era el momento de parar aquello. Carraspeé para avisarle e hice como que me despertaba. El rápidamente paró e hizo como si mirase por la ventana. Bueno, por lo menos había funcionado. No es que me sintiese tranquilo del todo pero parecía que conmigo despierto se iba a controlar.

Pasaron un par de horas , comí en el vagón comedor y volví al mismo compartimento. El viejo no estaba. Me senté y me dispuse a echarme una siesta en el mismo lugar que había ocupado por la mañana. Llevaba un rato durmiendo cuando el viejo volvió a entrar y a sentarse delante de mi. Aquello se estaba repitiendo. Me volví a hacer el dormido. He de reconocer hoy en día que me daba morbo volverle a ver en acción. Antes me había puesto nervioso, pero ahora estaba intrigado, o mejor dicho, un poco excitado por ver qué pasaba .Y pasó lo que yo pensaba, que se empezó a tocar de nuevo. Otra vez tenía una erección notable y se masajeaba . Una de sus piernas entró en contacto con la mía. Suavemente empezó a rozarse arriba y abajo, su áspera tela del pantalón contra mi pierna , desnuda por el pantaloncito que llevaba. Entonces se echó hacia delante y me puso una mano sobre la rodilla. Sentí un latigazo de electricidad. Mi respiración se entrecortó. Al principio era una apenas caricia que se fue haciendo más firme. Tenía las manos fuertes y masculinas. Siguió subiendo por mi pierna. Mi respiración entrecortada delataba que hacía tiempo que estaba despierto. Abrí de par en par mis ojos para cruzarme con su mirada, dura, de piedra. Continuó subiendo por la cara interna de mi muslo hasta alcanzar el borde de mi pantaloncito. Ahí se detuvo, como pidiendo mi consentimiento , pero yo no pude decir nada. Esa fue la carta verde que el viejo estaba esperando para hacerme todo lo que él quisiera. Se levantó de su asiento con su polla dura dentro del pantalón se sentó pegado a mi derecha. Su brazo izquierdo me lo pasó por el hombro mientras su otra mano se posaba sobre el interior de mi muslo. Ese señor olía a colonia fuerte de hombre mayor. Miré con aprehensión la puerta por si alguien entraba, pero tenía el cerrojo echado. El cabrón había echado el pestillo al entrar, estaba claro que iba a por mi desde el principio.

Entreabrió su boca respirando, echándome el aliento caliente, con la mirada fija en mi entrepierna. Su mano ya no era firme, estaba temblorosa de la excitación tan grande que tenía por estar con un jovencito. Entonces empezó a meter su mano debajo de la tela de mi pantalón, despacio. Por culpa de los nervios yo no había conseguido una erección y solo la tenía morcillona. Jamás había estado con nadie. Había visto desnudos a otros chicos en el gimnasio del instituto, pero nada más. Entonces ese señor me la agarró entera. Sufrí un sobresalto que hizo que se me escapara un gemido. Miré al viejo como diciéndole ¿ qué está haciendo? Pero bastante bien que lo sabía. El tipo jadeaba entrecortado en mi cara . Rápidamente me hizo empalmarme mientras me bajaba la piel varias veces con su mano metida por mi pernera. A continuación me sujetó la cabeza con su mano izquierda , sacó su lengua y me besó en la boca con ansiedad, torpemente , llenándome de babas. Estuvo un buen rato manoseándome mientras yo me dejaba hipnotizado.

A continuación me cogió de los pantalones y me los bajó hasta los pies. Me quedé sentado sobre la aterciopelada tela del banco desnudo de cintura para abajo con una erección grande como nunca y con un señor mayor a mi lado que no conocía de nada y que iba a abusar de mi.

Rápidamente el viejo retomó su posición, con su brazo sobre mi hombro y su mano derecha masturbándome. Estuvo un tiempo así, arrancándome gemidos agudos pero apenas audibles desde fuera del compartimento gracias al ruido del tren. Entonces se agachó sobre mi entrepierna y de una sola vez se metió todo mi pene en su boca. Con el tiempo supe que mi polla no es de las pequeñas, de manera que esa forma de chuparla debía haberla practicado en más ocasiones con otros hombres.

Al principio la sensación resultó tan perturbadora que quise apartarle de mi, pero con su mano empujó mi pecho hacia atrás hasta que dejé de resistirme. Realmente se la estaba tragando entera. Solo pude echar la cabeza atrás en el respaldo y dejarme hacer. Es extraño lo que se siente. A veces resulta áspero, otras suave, cálido , húmedo. Todo eso sentía yo en aquel momento.

Por el nivel de mis gemidos el viejo supo que me iba a correr, entonces paró y se irguió. Yo me llevé la mano a mi polla para terminarla pero me lo impidió de un manotazo. Me quedé allí sin poder hacer nada con una erección de campeonato mirándole confuso. Sin dudar me cogió de la cabeza y me arrastró hasta la entrepierna de su pantalón bruscamente. Yo no sabía lo que quería , simplemente se frotaba contra mi cara una y otra vez moviéndose obscenamente. Como por instinto empecé a hacer lo mismo que había hecho el , chupar, solo que yo lo tuve que hacer sobre la tela. No era difícil localizar aquel aparato grande y lamerlo. Al tío le gustaba aquello. Ya desde ese momento distinguí un olor distinto , a sexo maduro, debajo del aroma de la fuerte colonia. Este era un olor más ácido y acre que me desagradaba y atraía por igual. Con su manaza se bajó la bragueta y por un hueco de esos que llevan los calzoncillos de abuelo se sacó el pollón. Por un lado nunca había visto algo así, tan grande, tan cerca, amenazante. Tenía venas marcadas bajando por todo el tallo y un capullo gordo y brillante lleno de precum. Además olía fuertemente, a hombre, a macho, mezcla de sudor, sexo y orina . El pudo notar la mezcla de sentimientos que tuve, de rechazo y atracción. Pero no me dejó tiempo para pensar más. Cogió su miembro e intentó metérmelo en la boca. Yo apartaba la cara .Al ver que no avanzaba me tapó la nariz hasta que separé los labios y entonces consiguió meterme el glande. Soltó un resoplo de satisfacción contenida.

Era muy grande y salado, con un sabor fuerte. No dejaba de empujar, de manera que pronto tuve la mitad de su polla en mi boca. Tuve que irme haciendo con la situación sobre la marcha porque el tío no quería parar. Estaba ansioso por gozar de mi lengua. Puse mis manos sobre su bajo vientre para hacer fuerza y así fui controlando la profundidad de la felación. Empecé a saborear aquel manjar, esa polla vieja en mi boca, sucia. Juntaba los labios con fuerza para que me sintiera bien y le dejaba paso libre lo más que podía saboreando su humedad, adentro y afuera , adentro y afuera. Echaba un abundante líquido preseminal que yo no dejaba de tragar. Poco a poco fui logrando metérmelo más y más en mi garganta . Conseguí controlar mis arcadas. Realmente había nacido para eso, era un mamón innato. Cuando finalmente me la metí toda me encontré con la nariz metida en su bragueta, entre el vello púbico abundante, canoso, respirando su hombría unas veces, aguantando el aire otras. Le tenía metido en mis sentidos. Se me saltaban las lágrimas mezcla del esfuerzo y la satisfacción que me provocaba darle placer a aquel viejo. El no dejaba de mover su entrepierna intentando follarme la boca.

Finalmente gruñó y me la sacó entera. Con sus brazos, sin decir una sola palabra , me giró en el banco hasta que me tuvo a cuatro patas con mi camiseta puesta y con el culo al aire delante de su cara. Con las dos manos me separó los cachetes y empezó a lamerme el ano con tosquedad. Notaba su lengua húmeda y como hacía fuerza en mis glúteos hacia cada lado, casi haciéndome daño en su afán de que ningún obstáculo le impidiese llegar más profundamente. Yo tenía una erección de caballo. Miraba hacia atrás pero no llegaba a distinguir bien su rostro enterrado en mi culo. Se chupó un dedo y me lo intentó meter. Yo contraje mi esfínter en un reflejo automático. De repente tenía la boca seca y me temblaban las rodillas. Yo sabía lo que se hacían los hombres los unos a los otros si estaban juntos y la idea de pronto me aterrorizó, pero no sabía cómo parar aquello y tampoco estaba convencido de que quisiera .

El tipo insistió con su dedo hasta que el cansancio me pudo y relajé mi músculo, lo que él aprovechó para meterlo más . Mis reflejos volvieron a funcionar y contraje otra vez. Entonces lo sacó y se lo chupó lubricándolo de nuevo y me echó un escupitajo en la entrada del ano. Ahora cambió de técnica. Con su mano izquierda bajó hasta mi polla y me empezó a masturbar mientras con el mismo dedo volvía a intentar la penetración. Todo fue más sencillo a partir de ese momento ya que yo estaba un poco más dilatado que antes y además sentía el placer del trabajo que me estaba haciendo en la polla. Finalmente consiguió meterlo entero. Podía sentir aquel intruso ya que al contraer mi esfínter lo notaba perfectamente dentro. Me lo sacó entero y me volvió a escupir en el ano. Ahora en cambio intentó meterme dos dedos. Noté que la presión aumentaba y empujé como cuando iba al baño para facilitarle las cosas y que me doliera menos. Parece que funcionó porque sentí sus nudillos chocar contra las paredes externas de mi ano. Tenía sus dos gruesos y ásperos dedos dentro de mi. Así me mantuvo un rato, metiendo y sacando mientras me pajeaba. Yo no debía estar haciendo eso con ese señor, no estaba bien, pero precisamente por eso sentía más morbo y placer. Ya no ofrecía resistencia sino que yo mismo empujaba el culo hacia atrás para sentir cómo me los metía de nuevo. Ahí aquel hombre vio la oportunidad que esperaba para meterme un tercer dedo.

Este tercer dedo costaba mucho más. Según me los iba metiendo y se iban acercando sus nudillos a mi ano, estos se iban separando provocándome una dilatación extra. La punta unida de los tres dedos era sensiblemente más fina que su unión con la mano, formando una especie de cono de tortura. Mis gemidos de placer empezaron a convertirse en gemidos de dolor. El tipo dejó de masturbarme y con esa misma mano izquierda me tapó la boca mientras continuaba con más fuerza todavía la penetración manual para lograr vencer mi resistencia. Yo intenté revelarme pero me sujetaba firmemente. Me tenía cogido como una marioneta. Sacó sus dedos y se escupió de nuevo en su mano y en mi ano, restregándomelo bien, volviéndomelos a meter a continuación. Los iba girando a un lado y a otro para ayudar en su avance. No paró hasta que los tuvo bien metidos dentro , entonces se quedó quieto. Así estuvo un rato, yo inmóvil, esperando su siguiente movimiento. Aquel tío sabía que yo era virgen y podía adivinar como estaba disfrutando de mi , pervirtiéndome, y lo ansioso que podía estar por gozarme completamente.

Sacó finalmente sus dedos y se arrodilló detrás de mi sobre el banco. Yo sabía lo que venía a continuación. Me separó de nuevo los cachetes y escupió en mi ano , después en su endurecida polla y la apoyó en la entrada de mi culo. Intenté controlar la respiración y relajarme. Un viejo iba a follarme a pelo en el tren, sin condón. No me habría cambiado por nadie en el mundo en ese momento. Me agaché apoyándome sobre los codos ofreciendome para lo que quisiera hacerme aquel macho. Entonces empezó a empujar. Su saliva y su líquido preseminal lubricaban el camino. Pese a mis intentos por relajarme respiraba con dificultad, notando cada centímetro que se abría paso dentro de mi. El viejo resoplaba, le costaba vencer mi resistencia, pero poco a poco iba cediendo. Me hizo daño y me quejé, pero no me hizo caso ,ya nada iba a poder parar a aquel hombre que no dejaba de empujar y empujar guiado por sus más bajos instintos. Me cogió firmemente por las caderas y empujó como un desgraciado, solo quería reventarme el culo, reventarle el culo a ese niñato que se había cruzado en su camino. Con un golpe de cadera brutal me terminó de penetrar. Solté un alarido afortunadamente apagado por el traqueteo del tren. Los últimos centímetros me los había clavado de golpe.

Ahora la tenía toda dentro. Notaba sus caderas contra mis glúteos y sus huevos contra la delicada piel que hay entre el ano y los testículos. Yo apretaba los dientes. Aquello último me había dolido, pero había merecido la pena si finalmente había conseguido acoger toda su hombría en mi. Mi músculo rectal se estrechaba en un acto reflejo intentando cerrarse, pero aquel objeto insertado se lo impedía. El viejo simplemente se quedó ahí, parado, como cuando me había metido los tres dedos. Imagino que estaba esperando simplemente a que me acostumbrase a tenerle dentro. Pasados los primeros momentos he de decir que me sentí pleno. Aquello era como un reto que había conseguido superar, pero sabía que ahí no acababa todo, sabía que aquel hombre no pararía hasta conseguir lo suyo, y lo obtendría pasara lo que pasara.

Esta bien, vamos allá , pensé. Giré el cuello y le miré a los ojos. A continuación tragué la poca saliva que me quedaba y asentí con la cabeza dándole paso a lo que venía a continuación. Lo único que quería era que me follase igual que seguro que se follaba a su señora en su cama de matrimonio. Por unos momentos, en ese tren, quería ser su mujer, su puta.

Comenzó un vaivén despacio. Al principio yo seguía su movimiento para que no me doliera tanto. Después me volvió a coger de las caderas inmovilizándome. Aquello iba a empezar en serio. Se sacó algo más de la mitad y me la metió de golpe. Dando un respingo llené de golpe mis pulmones con el cargado aire del compartimento. Volvió a sacar un buen trozo de polla y volvió a clavármela. Otra vez le sentí muy dentro. Cada vez iba más rápido. Intentaba controlar el daño que me estaba haciendo y concentrarme en el placer de ser poseído. Finalmente me estaba follando como un animal, sin piedad, buscando su propio placer y destrozándome el culo. Yo ya no podía parar de dar gemidos y quejarme. Estaba empapado en sudor y enculado al máximo. Me había convertido en un lamento continuo de dolor . Las paredes del recto me ardían y el viejo no terminaba . Tenía un aguante increíble. Sobre mi baja espalda caía la saliva que se le escapaba de su jadeante boca. Tenía los ojos fuera de las órbitas. Se estaba follando un chaval, todo un sueño para un hombre de su edad. Ahora me la sacaba casi entera dejando dentro solo el capullo y me la volvía a clavar sin piedad. Me tenía completamente abierto y sometido. Yo no podía más, aquello tenía que parar, pero no paraba. Me cogió de los hombros logrando más tracción , sin dejarme escapatoria. Una y otra vez, metiéndomela, más, más, otra vez, y otra , mis gemidos, mis jadeos, y otra vez sentía su huevos chocando contra mi, otra vez la tenía dentro, y otra vez me la sacaba y me la metía sin darle tiempo a mi ano a cerrarse. Se la sacó entera, metió dos dedos en mi ano abriéndolo y escupió dentro. Luego otra vez en su mano, restregándose la saliva por la polla, y otra vez me la metió . La tortura se iba convirtiendo en placer , el ardor se mezclaba con sus fluidos y mi excitación. Aunque me seguía doliendo me estaba gustando lo que me hacía. Con mis propias dos manos me abrí el culo para que pudiera llegarme lo más adentro que pudiera. Entonces se echó hacia delante sobre mí y soltó un gemido ahogado. Un hilo de babas calló sobre mi nuca desde su boca abierta. Se estaba corriendo . Unos bruscos y cortos movimientos de cadera que le hicieron descargar todo su semen dentro de mi como un bálsamo.

― Aaaaahaaahhhh aaaaahhhhh aaaa gmmmm aaah

Sacó su polla y su leche terminó de calmar por todo mi recto el ardor y malestar.

Me llevé una mano al enrojecido ano. Me dolía. Le miré con reproche por haberme hecho daño pero él no me hizo caso. Parecía fatigado. Manoseándose se sacó las últimas gotas de semen de su polla y mojándose los dedos me los pasó por la boca obligándome a lamérselos. Sin dirigirme la palabra sacó un pañuelo de tela de su bolsillo y se limpió el miembro con calma, bajándose bien la piel. A continuación se volvió a guardar el pañuelo , se subió la bragueta y corrió el pestillo. Sin mirarme siquiera una última vez salió del compartimento y se marchó dejándome casi desnudo y solo, a cuatro patas y rezumando leche por el ano.

Me costó algún tiempo reaccionar hasta que me levanté. Casi no podía andar. Me puse los pantaloncitos y me senté en mi lugar al lado de la ventana como si nada hubiese pasado. Intentaba ordenar mis ideas. Según iba desapareciendo el dolor iba notando otras sensaciones. Notaba el sabor de su polla en mi boca, el olor de su colonia sobre mi. Notaba su hombría resbalando dentro de mi. Intenté contraer el esfínter pero me dolió, me había dilatado mucho. Fácilmente me habrían entrado los tres dedos que antes me habían costado tanto. Una mancha de semen empezó a formarse en la parte trasera de mi pantalón sin que yo lo pudiese evitar, resbalada desde el ano. Decidí que de momento sería mejor no levantarme para que nadie lo notase. Quizás se secase en un rato ....

 

Así fue pasando la tarde, asimilando lo que había hecho .Otros dos hombres subieron al tren pero se bajaron al par de horas de viaje. Llamaron a la puerta. Era el revisor. En estos trenes podías subir sin que nadie te pidiese el billete durante horas o bien encontrarte con uno de estos hombres uniformados exigiéndote presentar un ticket válido. Llevaba el típico uniforme azul con gorra y un gran bigotazo. Era un hombre de mediana edad, cerca de los 50, fuerte y masculino. Tenía cara de pocos amigos. Me pidió mi billete. Yo lo tenía en la repisa superior de manera que tuve que levantarme y girarme para buscar en mi mochila. La mancha de mi pantalón era evidente pero el revisor hizo como si no la hubiese visto. A continuación me volví a sentar y le mostré mi billete que examinó con cuidado .

―¿Te estás riendo de mi? – Me preguntó

―¿ Por qué dice eso?

―Este billete solo servía hasta hace dos paradas. Necesitas un billete de continuación. ¿ No lo tienes?

―Eso es imposible, mis padres me compraron este billete y sirve hasta la costa.

―Si no tienes billete tendrás que bajarte y además te voy a meter una multa que te vas a enterar por listo.

―Escúcheme, debe ser un error. Mírelo bien, tiene que estar correcto. Por favor, no tengo dinero. Mis padres me van a ir a buscar a la estación. Si me bajo del tren no tengo a donde ir ni forma de volver.

―Eso te lo tenías que haber pensado antes. No me cuentes tonterías.

―Por favor señor, créame. Yo pagaré lo que sea, pero tiene que ser cuando llegue a la costa. Ahora no puedo.

Yo ya estaba gimoteando. Aquel hombre permanecía de pie frente a mi impasible. No me podía creer que me fuesen a echar del tren. No tenía dinero ni para un hotel. Mi única oportunidad era convencer a aquel señor.

―Eres una putita ― Susurró el revisor entre dientes. Eso me dejó helado, no me lo esperaba. ― ¿Crees que no se lo que has hecho? ― Me quedé blanco .

―¿Qué... qué quiere decir?

―Quiero decir que si piensas quedarte en el tren tendrás que pagar algo.

Aquel macho uniformado se dirigió hasta la puerta del compartimento y cerró con pestillo. Luego se acercó hasta mi. Yo estaba muy impresionado por lo que estaba pasándome.

―Ahora vas a demostrarme a mi también lo bien que lo haces.

Estando yo sentado su bragueta quedaba a la altura de mi cara. Sin dejar de mirarme se bajó la cremallera y se sacó una polla morcillona enorme.

―Si quieres quedarte en este tren ya sabes lo que tienes que hacer.

Varios pensamientos cruzaron rápidos por mi cabeza. El viejo que me había sodomizado, la amenaza de echarme del tren, y sobre todo ello, aquella polla gorda frente a mi cara. Elevé mi mirada hasta sus ojos impasibles y luego la volví a bajar hasta su miembro que aguardaba.

Alargué mi mano sopesándola. Estaba ardiendo. Luego le bajé la piel y su glande quedó al descubierto con un intenso aroma a hombre. Abrí lentamente la boca y me la metí. El revisor soltó un resoplo de satisfacción cerrando los ojos.

―Vamos, venga – Me decía

Comencé a mover la cabeza adelante y atrás mientras eso aumentaba de tamaño. Rápidamente me di cuenta de que aquello no era como la del hombre anterior. Esta era más grande. Pronto no me cupo en la boca más que la mitad de su sexo y seguía creciendo. Cuando alcanzó su tamaño final me encontré con una barra de carne como pocas he vuelto a ver. En aquel momento , debido a mi inexperiencia, simplemente pensé que lo que estaba frente a mi no era posible.

―¿Qué pasa, nunca habías visto una como esta? – Se rió debajo de su mostacho – Para una puta como tu no habrá problema.

Me empecé a asustar. Los hombres cuando están calientes son capaces de cualquier cosa y con esa herramienta todo iba a ser más complicado. El se dio cuenta de mis dudas, de manera que con una mano me sujetó por detrás la cabeza mientras que con la otra se sujetó la base del pollón metiéndomela con fuerza en la boca.

―Joder chupa maricón – Me decía – O te bajo de este tren a hostias.

Tenía una voz ruda y autoritaria. Realmente me echaría si le desobedecía. Yo apenas tenía experiencia y este hombre me pedía que se la chupara como un profesional. Abrí cuanto pude mi boca pero solo me cabía su capullo gordo caliente. El empujaba y empujaba pero aquello no podía atravesar mi garganta de ninguna manera. Empecé a atragantarme y solté una arcada. A el no le importó , me la volvió a meter. Yo ya no podía chupar, echaba el aire por la boca en vez de succionar. ¿Qué quería de mi aquel hombre? ¡Yo no podía con aquello! ¿Es que no se daba cuenta? Pero le daba igual. Sujetaba su mástil con una mano y con la otra mi cabeza haciendo presa, intentando lo imposible.

Con mis manos le empujé por la cadera para sacarme aquello pero fue inútil. Al ver mi restistencia él se echó hacia delante . Subió un pie al banco para ejercer más fuerza . Mi cabeza quedó aprisionada entre el respaldo del asiento y el pollón que insistía en meterme .

―Chupa mamón – Me decía , pero yo movía la cabeza a un lado y a otro para evitar aquel monstruo.

―Está bien – dijo – Si por la boca no te vas a dejar por el culo no podrás negarte.

Yo giré mi cabeza en gesto negativo – No, por favor, no , soy virgen – mentí, aunque me daba cuenta de lo ridículo que sonaba después de hacer aquello con el viejo y que nos descubriese.

―Vas a saber lo que es un macho. Se te van a quitar las ganas de follar en mi tren.

Me tiró a la larga en el banco y me arrancó los pantalones. No sabía qué hacer. Ese hombre era mucho más fuerte que yo y estaba decidido a todo. Me abrió el culo con sus manos y empezó a darme lengua al igual que hiciera el viejo, solo que ahora lo tenía lleno de semen de mi anterior amante. Esto no solo no pareció disgustarle sino que le agradó ya que succionaba con avidez. Luego se incorporó , se escupió sobre la polla y la puso en la entrada de mi ano. Entonces empujó

―Aaagggg – Exclamé. Era muy gorda.

El presionaba intentando penetrarme. Yo tenía lágrimas en los ojos , tumbado boca abajo en aquel banco con todo su peso encima. Me separó las piernas dejando caer una por el borde de los asientos de manera que mi gluteo quedase más abierto y ofreciese menos resistencia.

―Por favor, déjeme – Le dije entre sollozos. Pero no sirvió de nada. Aquel hombre uniformado me arrancó la camiseta dejándome completamente desnudo y a su merced. Mi polla flácida no me proporcionaba placer alguno. Me estaban violando con un pollón del quince.

―Vamos putita – Me decía – Cuando te haya metido el capullo el resto entrará solo. ¿ Como una puta como tu puede ser tan estrecha? Ahhhhh ahhhh aaaaa gmmmmm. Te voy a romper...

―Ay aaaayyy – Me lamentaba yo.

Me puso de lado , él detrás de mí, y me flexionó la pierna derecha contra mi pecho. La sujetó con fuerza de manera que mi culo quedó abierto para él, que no paraba de empujar.

―Me gustas zorrita ... déjate ... vamos ...

Si la anterior penetración había sido brutal esta simplemente era peor con diferencia. Aquello no podía entrar en mi estrecho ano, y aun así, estaba logrando metérmela.

―Aaaaaaaayyyyy, pare, pare señor – le suplicaba. Pero él se limitó a retorcerme los pezones con fuerza. Eso sirvió para que el dolor que sentía por unos momentos se olvidase con la tortura que me aplicaba con sus dedos. Entonces me dio otro empujón de polla.

―Aaaaaa – Lloriqueaba yo

―Tranquilo― Jadeaba― Ya te he metido la punta. Ya verás que ahora te gusta.

Notaba el culo dolorido y muy dilatado. Era como si el viejo me hubiera metido dos pollas , y eso que la suya era grande. En ese estado ni siquiera podía contraer el esfínter. Con mi mano intentaba apartar su cadera que empujaba sin piedad, pero no lograba nada. De otro empujón consiguió meterme otro centímetro más. Yo veía las estrellas. No podía dejar de respirar convulsamente. Dejó de sujetarme la pierna al pecho y volví a estar boca abajo, solo que ahora tenía varios centímetros de gruesa carne taladrándome . Aprovechando su peso hizo fuerza y volvió a avanzar dentro de mi.

―Ayyyy, ¡déjeme!

El tío había marcado un ritmo de pequeños empujones que poco a poco lograban abrirme más y más. Se sujetaba con una mano la polla guiándola en mi agujero procurando que no retrocediese ni un poco ni se saliese. Con su boca en mi oreja me jadeaba, notando yo su espeso bigote.

―Déjate gmmmmm, cuando la tengas toda dentro no vas a querer que te la saque – Y volvía a empujar.

Pero ya era imposible. Simplemente mi ano no podía dilatarse tanto de una sola vez. Reuniendo fuerzas y como pude me zafé de su cuerpo huyendo hacia la ventana, pero no pude ir muy lejos. Me atrapó de un hombro y me lanzó contra la esquina del compartimento. Su polla había salido de mi provocándome un alivio increíble, pero de nada había servido la maniobra.

―Mira lo que has hecho – me dijo – Ahora tendremos que empezar de nuevo.

Sin dejar de sujetarme corrió la cortina de la ventana. El compartimento quedó en semipenumbra. Estaba desnudo y acorralado entre la pared y su polla. Con sus dedos buscó a tientas la entrada de mi ano . Me metió un par de dedos sopesando cuan dilatado se encontraba y volvió a colocar la punta de su pene.

―Por las buenas o por las malas – me susurró, y me metió de golpe todo el trozo de polla que antes había logrado sacarme.

Yo creía que me desmayaba. Ahí volvía a estar de nuevo, toda aquella carne ocupando un espacio que no le correspondía. Empujaba con el ano cuanto podía para hacerle hueco pero era inútil. Todavía le quedaban dos tercios de polla por meter y no podía avanzar. Entonces el tío ya no esperó más, se impacientó por no conseguir que me dilatase y empezó a bombearme sin llegar a metérmela entera. No dejaba de decirme cosas sucias, cariño, puta, que si me gustaba lo que me hacía, que como podía ser tan estrecho, que le gustaban los jovencitos estrechos como yo . Yo solo pensaba en aguantar hasta que parase. Me estuvo follando y follando, perdí la noción del tiempo, un tiempo durante el cual ya no intentó profundizar más en mi dejándose la mayor parte de la polla fuera . Un señor que podría ser mi padre me estaba follando con una tranca de caballo. La segunda vez en aquel día me la metían a pelo, gozándome entero. A mis 18 años aquel macho maduro me estaba usando como una perra, como la perra que era. Ya no lloriqueaba, solo apretaba los dientes.

―Sii, siii – me susurraba en el oido.

Me retorció de nuevo los pezones y me la intentó meter más profundo de nuevo, pero un quejido mío de dolor le hizo desistir. Solo me metería la punta. Su bigote de macho me raspaba la nuca. Entonces se empezó a correr bien dentro de mi.

―Aaaahhhhh , aaaaaahhh, gmmmmm , ooohaaaaaa, gggmmmm

Noté perfectamente sus fuertes trallazos calientes y abundantes, en varios golpes. Respiré el aliento que expulsó en sus jadeos de éxtasis.

―Ya sabía yo que eras una puta – Consiguió pronunciar con su cabeza hundida en mi cuello.

Mientras su erección perdía volumen dentro de mi culo mis piernas temblaban sin poder sostenerme. Cuando finalmente me sacó su pene ya morcillón un hilo de semen caliente cayó por mi pierna sin posibilidad de retenerlo. Simplemente mi culo había quedado abierto. El revisor me giró frente a él y me dio un beso de amante húmedo y sexual. Bajó su mano por mi espalda acariciándola hasta llegar a mi ano. Allí metió tres dedos sin dificultad arrancándome un respingo mientras sopesaba los estragos que había causado su miembro. Sonrió y volvió a besarme. A continuación cogió mis pantalones del suelo y se limpió la polla con ellos. Luego se la metió dentro del pantalón del uniforme. Ahora tenía el semen de dos hombres en mi interior. A ciencia cierta, si hubiese sido una mujer me habrían preñado.

―Vístete, voy a abrir. Y abre la ventana.

Le obedecí en ambas órdentes. Cuando estuve preparado abrió la puerta y se marchó. Debían ser las 6 de la tarde. Todavía entraba un sol de justicia y yo no podía creer que el revisor me hubiese forzado.

Dejé pasar unos minutos mientras me recuperaba .Como pude fui al baño del pasillo. Me encerré y con un pañuelo me limpié el semen que brotaba de mi culo. Me dolía, pero me estaba recuperando rápido. Me refresqué la cara con agua y me miré en el espejo. Me temblaban las manos. Metí una mano dentro del pantalón y me toqué el ano. Todavía lo tenía muy dilatado. Intentaba contraerlo para que volviese a su ser. Luego me toqué la polla. La tenía morcillona. Me apoyé en la pared y me la saqué. Me la empecé a tocar hasta que me empalmé, y no pude evitar masturbarme pensando en lo que me acababa de ocurrir. Volví a recordar a aquel hombre bigotudo y su descomunal polla , haciéndome daño, dominándome. Me sorprendí a mi mismo fantaseando con la idea de volver a tener ese cipote en el culo cabalgándome. Me quité la camiseta y la dejé en el bater. Mi otra mano buscó mi ano. Me metí dos dedos mientras me pajeaba. Pude sentir su semen todavía en mí mezclado con el del viejo. Oh, como deseaba en ese momento su polla otra vez en mi culo... Me metí tres dedos lo más que pude follándome a mi mismo con la mano mientras me miraba en el espejo. Aquello era una locura, estaba excitado recordando como habían abusado de mi. Empujé bien dentro mis dedos frotando, con fuerza , imaginando que era su polla gorda ― Aaaaah hhh aaaa gggmmmm ¡ me iba a correr!

Toc , toc ,toc – sonó la puerta. Alguien llamaba. Eso me cortó el rollo de golpe. Me saqué los dedos, me metí la polla en el pantalón sucio con el que se había limpiado el revisor y me puse la camiseta. Una señora esperaba desde hacía rato a que saliese. Me disculpé y me fui al compartimento de las literas donde tenía mi maleta.

Continuará....

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