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A traves del espejo

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A Fernando se le había muerto de forma inesperada su tío Emilio, el hermano menor de su  difunta madre. Emilio, un solterón que se había hecho rico en Venezuela mediante unos negocios de los que nadie de la familia sabía nada, aunque a juicio de Fernando no debían ser demasiado claros, dada la prisa que se había dado, por lo que él sabía, para retornar a España, y una vez aquí, malvender las propiedades que le habían quedado en el país sudamericano.

Pero de cualquier modo, el caso es que era su único pariente, y por tanto, su heredero universal, lo que le generó un buen pellizco de dinero y la propiedad de un  piso en la ciudad y una casa en una localidad costera cercana.

Una vez solventados los trámites para hacerse cargo de la herencia, Fernando recibió las llaves de ambos inmuebles y se dispuso a conocerlos, puesto que en vida de su difunto tío apenas había mantenido trato con él –era una persona bastante excéntrica y poco dada a las relaciones familiares- y por lo tanto nunca había estado en su casa.

Junto con su mujer, Teresa, visitaron el piso de la ciudad. Era una vivienda céntrica, de gran amplitud, y amueblada con lujo. Dejaron la casa de campo para el fin de semana, a fin de poder desplazarse sin prisas e incluso quedarse hasta el domingo, si el tiempo acompañaba, aprovechando que estaban a las puertas del verano.

El viernes amaneció soleado, y mientras Fernando estaba trabajando, Teresa estuvo preparando la maleta para pasar el fin de semana en su nueva propiedad. A media mañana sonó el teléfono. Era Fernando.

-Oye Tere, ¿Qué te parece si invitamos a nuestra amiga Paquita (ver relato Una Buena Amiga) a pasar con nosotros el fin de semana? La pobre desde que se separó de su marido se aburre como una ostra- Paquita, que tenía problemas con su marido desde hacía tiempo, se había terminado separando oficialmente.

-Claro, y tú, como buen samaritano que eres, te ofreces desinteresadamente a invitarla a pasar el fin de semana. Y seguro que no piensas en follártela- contestó Teresa con ironía

-Bueno, mujer, una vez que estamos allí, y si se nos antoja a los tres… ¿o acaso a ti no te apetece?-  Durante los últimos meses, Paquita se pasaba por su casa en principio alguna tarde, y una vez que se separó la invitaban a pasar la noche de vez en cuando, y los tres disfrutaban de unos encuentros sexuales cada vez más atrevidos y morbosos.

-Pues no lo sé. Ya te lo diré si llega el momento- mintió Teresa

Cuando colgó, llamó a Paquita, que aceptó encantada la invitación.

A las cuatro de la tarde, el coche arrancó hacia el domicilio de Paquita, que ya los estaba esperando delante del portal, con el equipaje en la mano. Vestía vaqueros ajustados y una camiseta blanca sin mangas, que realzaba los poderosos pechos de su propietaria.

Media hora después, habían recorrido los cuarenta kilómetros que les separaban del pueblo costero y, tras hacer alguna averiguación in situ acerca de la ubicación, se hallaban ante la casa. Ésta estaba a pocos metros de la playa, y más que casa, era una imponente mansión de dos plantas, rodeada por una amplia finca con cierre de cantería. Fernando no daba crédito a su buena suerte.

Tras accionar el mando a distancia que había recibido junto con las llaves, las puertas metálicas del portalón de entrada se abrieron y el coche las traspasó para incorporarse a un sendero de grava que conducía a la entrada principal del edificio.

Una vez allí, dejaron el coche ante la puerta y descendieron con los equipajes. Fernando introdujo la llave en la cerradura y abrió sin impedimento alguno. Entraron a un amplísimo recibidor, donde dejaron los equipajes mientras recorrían las estancias de la planta baja. Había un enorme salón que junto con un par de dormitorios ocupaba el ala izquierda de la casa. Al otro lado estaba el comedor, los baños y la cocina, también de grandes dimensiones y perfectamente acondicionada. Desde ella, y descendiendo unas escaleras, se accedía a un sótano en el que estaba un garaje con capacidad para al menos una docena de coches y una bodega muy bien surtida de vinos, por lo que pudieron apreciar, separada por una puerta de otro aposento que, a la vista de la gran chimenea que lo presidía y la larga mesa de madera basta rodeada de sillas del mismo material, debía tratarse de la sala donde se celebraban los convites, a los que al parecer su tío debía ser bastante aficionado.

En ese momento, a Fernando, sin saber por qué, se le puso el cuerpo golfo y no se le ocurrió otra cosa que echar mano de las dos mujeres que lo acompañaban, precediéndole. Se adelantó hasta situarse en medio de las dos y rodeó sus cinturas con ambos brazos, impulsándolas hacia él. Giró la cabeza hacia Paquita y la besó en la boca, a lo que ella no opuso resistencia alguna, entreabriendo los labios para permitirle introducir la lengua en la cavidad, al tiempo que él subía la mano hasta la nuca de su mujer, con objeto de empujarla suavemente hacia ellos y que participase en el morreo que se estaban dando, algo a lo que Teresa no solo no puso impedimento, sino que dirigiéndose con convicción hacia sus bocas unidas, sacó la lengua y lamió la comisura de los labios y la zona de unión de las bocas de sus acompañantes, que entendiendo el mensaje se separaron ligeramente para ponerse a jugar entre los tres con sus lenguas en una sensual esgrima.

A pesar de hallarse inmersos en aquel frenético juego de lenguas, que pronto abandonaron para dedicarse a mordisquear y lamer la parte que les venía a la boca, ninguno de los tres permanecía con las manos quietas. Fernando había subido la camiseta de Paquita, que no llevaba sujetador, y alternaba las caricias en sus pechos, que habían quedado completamente al descubierto, con pellizcos en los pezones, mientras que con la otra mano trataba de desabrochar los vaqueros. Paquita a su vez había levantado la falda de Teresa y tras meter una mano por dentro de las bragas, le acariciaba el culo, y ésta última se las había arreglado para meter una mano dentro de los pantalones de su marido y acariciarle la polla, que estaba plenamente empalmada y soltando líquido preseminal, que en ese momento embadurnaba la mano que la acariciaba.

Fernando había conseguido desabrochar el cierre del pantalón de Paquita, pero sacárselo, estando tan ceñido a la piel, era otra historia; pero pronto halló una solución; estaban junto a la mesa, y no dudó en hacer que Paquita se tendiese boca arriba a lo largo de ella. Tiró de los vaqueros hacia él y no tardó en obtener resultado. Las braguitas blancas de ella quedaron al descubierto con una manchita justo en la entrepierna que delataba la excitación de la mujer. Tiró de los bajos del pantalón para quitárselos por completo, y una vez conseguido, se agachó hacia el deseado coñito de Paquita, y tras separar la braga hacia un lado sin molestarse en quitársela, se lanzó a devorar con verdadera glotonería la intimidad de su amiga.

Teresa, mientras tanto, no perdía el tiempo. Tras desnudarse hasta quedar en braga y sujetador, se arrodilló junto a su marido, que ni se enteró afanado como estaba en devorar el coño de Paquita, le desabrochó el pantalón  y se lo bajó, junto con el calzoncillo, y de inmediato se metió en la boca la enhiesta polla hasta donde pudo, y se puso a mamarla como una posesa, acariciando los huevos con una mano mientras la otra se introducía entre sus bragas para poder acariciarse a gusto.

La escena era electrizante para cualquiera que hubiese podido verla, máxime con el sonido de los gemidos de placer que  exhalaban los protagonistas, muy particularmente Paquita, que notaba como la lengua de Fernando lamía sus paredes vaginales para introducirse luego a fondo y finalmente titilar el botoncito del clítoris y apretarlo con los labios. El tratamiento no tardó en provocar un fuerte orgasmo en la receptora, que quedó desmadejada sobre la mesa, con las pantorrillas cayendo desde el borde.

Pero Fernando no estaba dispuesto a dejarla descansar. Hizo que se diera la vuelta, y una vez boca abajo, la obligó a ponerse a cuatro patas, ofreciendo su culo. Fernando llamó a Teresa, que persistía en la comida de polla, e hizo que se pusiera en pie. Con sus manos, bajó definitivamente las bragas y se las quitó y separó las preciosas nalgas de Paquita, dejando al descubierto el oscuro agujerito de su culo.

-chupa ahí- le dijo con voz ronca a su mujer señalando con un movimiento de cabeza

Ella, obediente, no lo dudó. Se acercó al culo de su amiga y, sacando la lengua de punta, comenzó a lamer el esfínter, provocando que emitiese un intenso gemido, mezcla de sorpresa, queja y  placer, y comenzase a mover el culo al ritmo de las lamidas que recibía.

Fernando se situó detrás de su mujer, que todavía llevaba puesto bragas y sujetador, y la liberó de ambas prendas. Después, tras acariciar con sus dedos el coño de Teresa y comprobar que estaba bien lubricado, la ensartó de golpe y comenzó a bombear con furia. Ella sintió un intenso placer que hizo que incrementase el ritmo de sus lamidas en el culo de su amiga e incluso intentase penetrar en él con su lengua con bastante éxito.

Paquita ya no se limitaba a los gemidos y suspiros.

-Zorra hija de puta- decía a Teresa –fóllame bien el culo con la lengua –y tú, pedazo de cabrón, dame tu polla que te la quiero comer-

El morbo de oír esas procacidades de alguien que habitualmente hablaba con educada exquisitez, junto con la follada que estaba recibiendo  por parte de su marido, provocó que a Teresa le sobreviniese un intenso orgasmo.

Fernando, al comprobar que su mujer estaba momentáneamente satisfecha, no quiso desatender la petición que le había hecho su amiga y se subió a la mesa y tras ponerse de rodillas junto a la cabeza de Paquita y acercar su polla, el miembro desapareció en un santiamén dentro de la glotona boca de la mujer, que comenzó a chupar con  entusiasmo, más si cabe al paladear el sabor de los jugos de Teresa adquiridos en el receptáculo donde había estado durante los últimos minutos.

Teresa no quiso quedarse al margen, y subiendo también  encima de la mesa, se situó de pie junto a su marido, que arrodillado recibía en su miembro las atenciones bucales de Paquita. Por la postura que adquirió, no hizo falta que aclarase a Fernando lo que pretendía. Éste entendió a la perfección y no dudó en aplicar su boca al chochito de su esposa.

Pocos minutos después, Fernando estallaba en un tremendo orgasmo en la boca de Paquita, que inmediatamente se alzó para compartir la leche que había recibido con  su amiga mediante un tórrido beso.

Tras aquel agradable alto en el camino en la inspección de la casa, decidieron vestirse y continuar. Salieron de allí y se dirigieron de nuevo al recibidor, de donde salía la escalera que ascendía al piso superior.

La planta constaba de un total de nueve habitaciones de gran amplitud, todas ellas totalmente equipadas y cada una con su cuarto de baño correspondiente. Tras revisar una por una todas las dependencias, eligieron una para quedarse, suficiente para los tres, puesto que incluso contaba con una cama supletoria, aunque suponían que sería innecesaria. Era la más confortable, e indudablemente había sido ocupada por el anterior dueño. De hecho, pudieron comprobar todavía quedaban guardadas en los muebles de la estancia algunas pertenencias suyas. Por tal motivo, se decidieron a efectuar una limpieza general y trasladar los objetos que se localizaran a una de las habitaciones desocupadas, y de paso higienizar  y desempolvar todos los elementos de la habitación, sin uso prácticamente desde el verano anterior. Para ello, tuvieron que mover la totalidad de los muebles.

Mientras lo hacían, llegó el momento de limpiar un espejo de cuerpo entero que había frente a la cama. Al tratar de limpiar el marco con un paño, Teresa notó como el espejo comenzaba a deslizarse hacia un lado. Se fijó que tras el espejo y continuando hacia un lado, tanto en la parte superior como en la inferior había unos raíles paralelos que facilitaban ese desplazamiento.

Quedaron asombrados al comprobarlo, pero la verdadera sorpresa estaba por llegar: detrás del espejo no había pared, sino un hueco rectangular ocupado por un cristal tras el cual se observaba completamente lo que parecía ser la habitación de al lado. Los tres quedaron boquiabiertos al ver aquello.

-¡joder!- exclamó Fernando –pero ese hueco que coño hace ahí-

Aunque empezaba a sospecharlo.

Se dirigió a la estancia contigua a confirmar su sospecha. Nada más entrar se dio cuenta de que estaba en lo cierto. En el lugar donde en teoría debiera haber un cristal transparente desde el que se observaba la otra habitación, había un espejo. Se vio reflejado en él a sabiendas de que estaba sendo observado desde el otro lado por su mujer y su amiga. Trató de mover el espejo tal y como había hecho con el de la otra estancia, pero fue completamente inútil; estaba fijado a la pared y era inamovible.

Cuando regresó junto a su mujer y su amiga, éstas, que ya estaban alucinadas, lo quedaron más al conocer la disposición del otro cuarto. No había que ser muy lúcido para adivinar cual era el objetivo de aquel curioso mecanismo. Se tendió en la cama para comprobar que desde esa posición la panorámica sobre el cuarto de al lado era perfecta. Fernando sintió pena por no haber tenido más relación con su tío en vida de éste, al ser consciente que era aún más crápula que él mismo. 

-Vaya con el tío Emilio. Que callado se lo tenía, el muy cabrón- comentó

-Pero nosotros podemos sacar mucho provecho de esto- dijo Teresa, una mujer eminentemente práctica –hay que pensar a quien podemos invitar el próximo fin de semana para que nos den un buen espectáculo a los tres- añadió enviando un  guiño de complicidad a su amiga, a la cual le brillaron los ojos de excitación.

-Podemos invitar a Paco y a su mujer- dijo Fernando. Paco era un amigo suyo –siempre está presumiendo de sus hazañas sexuales, y podemos aprovechar para verlos en acción-

-Paco es un fantasma- rebatió Teresa –pero aunque no lo fuese, no me parece que esa pareja sea realmente atractiva para una experiencia como la que planeamos. No tienen morbo. Yo me inclino más por alguien modoso, que las mate callando-

-En quien estás pensando- dijo Paquita, buena conocedora de su amiga

-En Ana y su marido- Ana era una de las amigas con las que Teresa y Paquita tomaban café a diario. Era algo mayor que ellas, pues tenía unos 55 años, eso sí, muy bien llevados. Era una rubia muy guapa y con un cuerpo lleno de voluptuosas curvas que la hacían tremendamente llamativa, pese a que trataba de disimularlas utilizando un vestuario discreto   -Al marido no lo conozco apenas, pero ella en apariencia es una mosquita muerta. Jamás la oí decir nada fuera de tono. Incluso cuando las amigas tomamos café y surge alguna conversación algo picante, Ana se mantiene al margen. Sin embargo, un día que pasó ante nosotras un hombre muy atractivo, me fijé en ella sin que se diese cuenta, y os puedo asegurar que por la expresión de su cara si tuviese oportunidad se lo follaba allí mismo. Sospecho que tiene que tener un lado oculto, y me excita la idea de descubrirlo. Además, no me negaréis que ella  es muy atractiva y él tampoco está nada mal.

Fernando y Paquita estuvieron de acuerdo en que la idea de Teresa era acertada, y se decidió por unanimidad invitar a la pareja la siguiente semana.

El resto del fin  de semana transcurrió tal y como habían previsto, con playa, buena comida y mucho sexo, y trazando planes para la inminente visita de Ana y su marido.

El lunes a media mañana Teresa y Paquita estuvieron tomando café con sus amigas. Eran un total de seis, y entre ellas estaba Ana, pero Teresa no le comentó nada por temor a que alguna de las demás se sintiera excluida si no la invitaban. En principio tenía pensado invitarlas a todas para conocer sus secretos más íntimos, pero tenía que ser una por una. Al llegar a casa la llamó por teléfono.

-Ana, en la cafetería no te dije nada para que ninguna de las otras se sintiese molesta, pero ¿te apetece venir a pasar el próximo fin de semana con tu marido a la casa que tenemos en el pueblo? También vendrá Paquita. Ya sabes que desde que separó la invitamos siempre a que nos acompañe. Hay que animarla-

-Por supuesto que sí. Estaré encantada. Tengo que decírselo a Luis por si tiene algún compromiso, aunque no lo creo. Cuando venga te llamo y te lo confirmo, pero en principio cuenta con nosotros-

Cuando colgó, Teresa sonrió complacida. Desde que, meses atrás, había descubierto gracias a su marido y a Paquita una nueva variante en su sexualidad en cuanto a relacionarse con mujeres, se había sentido atraída por Ana –aunque nunca se lo había confesado a nadie, ni siquiera a su esposo- y ahora iba a tener la oportunidad de ver como se comportaba en la intimidad, y quien sabe que otras cosas podrían llegar a ocurrir, porque al marido tampoco le importaría tirárselo. Se mojaba solo de pensarlo.

Y llegó el ansiado viernes. Viajaron los cinco en un solo vehículo, y durante el corto trayecto fueron en animada conversación. Al llegar, Ana y su marido se quedaron vivamente impresionados por el lujoso aspecto de la mansión, al igual que les había ocurrido a ellos mismos la semana anterior.

 Entraron en la casa y subieron a las habitaciones. A Paquita, para guardar las apariencias, le asignaron la que estaba a la derecha de la de Fernando y Teresa, y al matrimonio la de la izquierda, que evidentemente era la del espejo.

Durante la tarde disfrutaron de un par de horas de playa y después se acercaron al pueblo y anduvieron de bares y de compras para surtir adecuadamente la despensa. Después, regresaron a casa a preparar la cena. En el comedor del sótano, que la semana anterior había servido para otros menesteres no menos agradables, hicieron una barbacoa con la carne que habían adquirido en el pueblo.  

Mientras se preparaba la barbacoa, Fernando se inventó una disculpa para subir un momento a su habitación. En realidad lo que hizo fue introducirse en la del matrimonio invitado con dos teléfonos móviles, el suyo propio y el de su mujer, y tras localizar un escondite discreto, que no fue otro que un pequeño hueco que localizó bajo el cabecero de la cama, hizo una llamada de uno a otro número, y dejando la llamada abierta escondió uno de los pequeños aparatos, guardando el otro en su propia habitación. Quería que la película que iban a ver más tarde fuera sonora

La cena, bien regada con unas cuantas de las mejores botellas de rioja que había en la bodega, fue deliciosa. En la sobremesa se trasegaron unos cuantos chupitos de diferentes licores –bien sabido es que el alcohol desinhibe, como habían podido comprobar en su día, durante el primer encuentro que Fernando y Teresa habían mantenido con Paquita,  y la situación requería que nadie estuviese reprimido-

A las dos de la mañana Teresa dijo que le apetecía retirarse, porque se sentía algo cansada, lo que evidentemente era mentira, porque lo que le apetecía de verdad no tenía nada que ver con descansar, y el resto decidió hacer lo mismo.

Subieron a las habitaciones. Tras despedirse, cada pareja se metió en la suya, al igual que Paquita, solo que ella volvió a salir sigilosamente a los dos minutos para meterse en la de Fernando y Teresa.

Cuando Paquita entró, Fernando y su mujer estaban sentados en la cama, todavía vestidos, sin perder detalle de lo que pudiese ocurrir al otro lado del cristal, ambos con el oído pegado a un teléfono móvil que Fernando tenía en la mano. Teresa le pidió con un gesto que se uniese a ellos y guardase silencio. En la habitación contigua, Ana estaba sola, todavía vestida con la misma ropa que había llevado durante toda la tarde, un cómodo vestido playero de color blanco. Paquita supuso que Luis estaría en el cuarto de baño, algo que confirmó casi al instante, al verle salir con una toalla rodeando su cintura. En ese momento, Fernando activó el altavoz del móvil, para que los tres pudiesen interpretar perfectamente lo que se iba a cocer en la otra habitación.

Ana, que estaba sentada sobre la cama, se incorporó y con un gesto automático pero que a Fernando se le antojó sensual, se sacó el vestido, quedando en braga y sujetador de color negro. Se desabrochó el sostén y lo dejó caer al suelo, dejando al descubierto dos pechos enormes y bastante firmes, sobre todo teniendo en cuenta la edad de su propietaria; eran de carne blanquecina, y estaban coronados por unos pezones muy anchos y sonrosados. Fernando pensó lo delicioso que sería llevárselos a la boca, y no fue el único, porque Teresa incluso se permitió un leve comentario:

-mmm..., que tetas tan preciosas. Me las comía-  dijo en un susurro.

Paquita no dijo nada, pero el rubor de su rostro y el brillo de sus ojos delataban una excitación extrema.

Al otro lado, Ana comentó:

-Bueno, yo también voy a ducharme-

-Pues dúchate y ven pronto- dijo el marido, y añadió –que te quiero dar un buen repaso-, lo que provocó una sonrisa de satisfacción en la mujer, y un estremecimiento de deseo en los tres discretos espectadores.

 Ana dejó solo a su marido y entró en el baño. Luis, entonces, se tumbó en la cama boca arriba, aun con la toalla a la cintura, y casi al instante la desanudó, dejando al descubierto una polla no demasiado larga, pero de respetable grosor. Comenzó a manosearla y el tamaño aumentó considerablemente. En la otra habitación, Teresa, casi inconscientemente, echó la mano a la polla de su marido…. Y se encontró la mano de Paquita, que había tenido la misma idea, y tras sacarla del pantalón, la estaba masajeando, mientras él la morreaba con intensidad, así que Teresa lo que hizo fue salir de la cama para desnudarse, y después volvió a tumbarse y se metió la mano en su coñito para acariciárselo con suavidad, sin apartar la vista de los manoseos que Luis estaba practicando con su miembro.

Poco después, Ana salía del baño también envuelta en una toalla, aunque en este caso le tapaba desde el pecho hasta las rodillas. Teresa dio un codazo a su marido, que seguía enfrascado con Paquita, para llamar su atención.

Ana, al ver a su marido sobándose la polla, que estaba completamente enhiesta, comentó:

-Vaya, vaya. Hacía tiempo que no te veía tan empalmado. Y eso ¿es por mí o por alguna de las otras dos?-

-Bueno, nena, tú sabes bien que me sigues poniendo cachondo, pero debo reconocer que no me importaría tirarme a alguna de ellas, o incluso a las dos-

-Ya salió el “siete machos”. Pero si malamente puedes conmigo,  como vas a poder con dos-

-Ya lo comprobarías si tuviera la oportunidad. Por cierto, no me dirás que tú no te follabas al marido, si surgiera la oportunidad-

-Al marido, o incluso al matrimonio al completo. Teresa me provoca un morbo tremendo, y además me da que se entiende con Paquita-

Al otro lado del espejo, todos pegaron un respingo de sorpresa, tanto ante la inesperada procacidad en las palabras de alguien a quien hasta entonces habían tomado por una mojigata, como por su última confesión, que era toda una declaración de intenciones y abría una nueva puerta a aquella situación. De hecho, el primero en reaccionar fue Fernando, que propuso ir a la habitación de al lado y proponerles abiertamente una orgía entre los cinco. Pero Teresa se opuso tajantemente, diciendo con voz susurrante:

-Eso ni pensarlo. En primer lugar, no sabemos como podrían reaccionar. Una cosa son los comentarios que puedan hacerse en la intimidad en un momento de tensión sexual, y otra muy distinta que aparezcamos de repente por la habitación y nos pongamos a follar todos como descosidos. Por otra parte, en este momento, no sé a vosotros, pero a mí lo que más me priva es el morbo de verlos enrollarse, sin que sospechen que están siendo observados. Además, todavía quedan dos días de fin de semana en los que pueden pasar muchas cosas-

Tanto Fernando como Paquita tuvieron que reconocer que Teresa tenía razón.

En la habitación de al lado,  Ana se deshizo de la toalla que la cubría mostrando su madura y espléndida desnudez. En un primer momento les dio la espalda, mostrando un culo redondo y una cintura en la que no sobraba un ápice de grasa. Cuando se tendió en la cama junto a su marido pudieron apreciar por fin su zona más íntima, comprobando que estaba completamente depilada. Luis continuaba masajeándose suavemente la polla, y la mano de Ana se dirigió a esa zona, pero apretando primero suavemente los testículos de su marido, se puso luego a acariciarlos con la palma de la mano, mientras sus bocas entreabiertas se unían en un ardiente beso. Cuando sus labios se separaron, Luis le dijo:

-quiero que me cuentes con todo lujo de detalles todo lo que harías con Fernando y Teresa- y a continuación tomó uno de sus pechos y se puso a mamarlo.

Los tres espectadores, ya completamente desnudos, y evitando incluso tocarse entre ellos para no perder detalle de todo lo que ocurría, se pusieron aun mas expectantes ante aquella insólita pregunta, o más bien su contestación por parte de ella.

-empezaría por ella- dijo con voz ronca –la desnudaría por completo y haría que se tendiese boca arriba sobre la cama, obligando al marido a desnudarse también, pero quedando al margen, contemplándonos desde el sofá. A partir de ahí, empezaría a devorarla, comiéndole primero la boca y bajando después por el cuello, los pechos, donde chuparía y lamería los pezones, y seguiría bajando lentamente hasta alcanzar su coñito, que le abriría con mis dedos, comprobando lo encharcado que estaba, y recogería con mi lengua todos los fluidos, lamiendo y chupando su clítoris-

En ese momento Luis, como siguiendo el itinerario de lo que su mujer le estaba relatando, había abandonado el pezón para pasar a comerle el coño con una voracidad que denotaba el furor sexual que lo estaba poseyendo, incrementado por las descarnadas palabras de su esposa.

-No pararía de comerle el coño que Teresa alcanzase el orgasmo- continuó Ana con voz cada vez más temblorosa, fruto de su excitación – y entonces haría que el marido se acercase a nosotras, completamente excitado por lo que acababa de ver, le cogería la polla y me la metería en la boca, haciéndole un buen trabajo durante unos minutos para ponerlo bien a tono, y a continuación me tumbaría en la cama para que fueran ellos los que me devorasen a mí. Les obligaría a que no dejaran un solo centímetro de mi cuerpo sin chupar, antes de tumbar a Fernando en la cama boca arriba y sentarme sobre su polla mientras su mujer lo hace sobre su boca-

Al otro lado del espejo todos estaban como hipnotizados. Ninguno de los tres, especialmente ellas, que eran quienes tenían trato con Ana, hubiese sospechado ni remotamente aquella actitud, pero lo cierto es que ese era un hecho que les había encantado. Los tres permanecían muy juntos, sentados sobre la cama, con Fernando en medio de las dos mujeres, pero tan absortos con lo que estaba ocurriendo al otro lado del cristal que ni se percataban de a quien tenían al lado.

Mientras tanto, Ana y su marido proseguían con su actividad sexual, y a instancias de ella habían cambiado de postura, pasando a situarse en posición invertida para iniciar un  frenético sesenta y nueve, algo que duró solo unos minutos, tras los cuales ella se puso a cuatro patas, mirando hacia los pies de la cama y por lo tanto hacia el lugar desde donde estaban siendo observados, y él la penetró desde atrás, comenzando a bombear con fuerza. La expresión de ambos reflejaba lo apasionado de la situación, y particularmente la de ella era un poema, mordiéndose los labios y entornando los ojos mientras la polla de su marido entraba y salía de sus entrañas. En un momento dado, Ana emitió un fuerte grito y su cuerpo se estremeció, delatando el orgasmo que la estaba invadiendo en ese instante.

Tras varios minutos intensos, Luis notó la inminencia del orgasmo. Saliéndose del interior de su mujer, hizo que ésta se diese la vuelta y acercó el miembro a su boca. Ella lo tomó con la mano y comenzó a lengüetearlo, solo durante unos instantes, porque casi al momento una serie de chorros de semen inundaron la boca entreabierta de la mujer, que tras recibir el esperado homenaje se afanó en dejarle la polla completamente limpia. A continuación, ambos cayeron desmadejados sobre el lecho y casi al momento apagaron la luz.

Justo en ese instante se reinició la actividad al otro lado del espejo. Sin necesidad de prolegómenos Teresa se lanzó como una posesa hacia la endurecida polla de su marido, que enterró en su boca iniciando una espectacular mamada. Paquita, por su parte, se decidió por la propia Teresa como objetivo, y acercó su boca hasta la entrepierna de ésta. Abrió con los dedos sus labios vaginales e introdujo su lengua en el interior. A su vez Fernando, que estaba recibiendo las caricias linguales de su mujer, comprobó que el coñito de Paquita se encontraba a su alcance y se inclinó para aplicar su boca al sabroso manjar, formando así un triángulo donde todos estaban dando y recibiendo placer.  Su grado de excitación era tan alto que no tardaron en consumirlo, y el vertiginoso encuentro concluyó en poco tiempo.

Tras unos instantes que aprovecharon para tomar un necesario resuello, pasaron a comentar todo lo que habían visto y oído desde que habían entrado en la habitación, y muy especialmente el libidinoso comportamiento que habían comprobado al invadir la intimidad de Ana, y sobre todo los escabrosos comentarios de ésta en los que ellos mismos eran protagonistas. Todos estuvieron de acuerdo en que debían aprovechar el secreto que ahora compartían en su propio beneficio, y que de lo que se trataba ahora era de buscar la forma más adecuada de hacerlo.

-Tenemos dos días para buscar una solución- concluyó Fernando –pero debemos actuar con mucha cautela, porque una metedura de pata podría ser fatal, y convertir lo que podría ser  una estupenda sesión de sexo en una situación desagradable -

-Eso es cierto- contestó su mujer –pero no tenemos dos días, sino mucho más tiempo, porque aunque no pase nada, no vamos a dejar de vernos con ellos, así que hay que tener paciencia y esperar a que se nos presente la oportunidad-

-De todas formas- terció Paquita –puede haber una solución más inmediata. Lo que hay es que separarlos de alguna manera. Ya sabéis: Divide y vencerás. Por la forma de mirarme de Luis, si conseguimos que me quede a solas con él, yo no tendría dificultad alguna para que acabásemos en la cama. Solo tenéis que “descubrirnos” los demás y ya se romperían todos los tabúes. Tened en cuenta los comentarios que acabamos de oír por parte de Ana en el sentido de que de buena gana se metería en la cama con vosotros dos. La venganza por una posible infidelidad de su marido le daría la justificación ideal para hacerlo-

La pareja estuvo de acuerdo en que la idea de paquita era brillante y se decidió tratar de llevarla a cabo, aunque con la mayor prudencia.

Aquella conversación volvió a encender su libido y, aunque bastante cansados, terminaron la noche con un nuevo encuentro sexual que los dejó completamente exhaustos, pero satisfechos.

A la mañana siguiente, despertaron relativamente temprano, a eso de las nueve, y tras comprobar a través del cristal que Luis y Ana seguían durmiendo, bajaron los tres a desayunar. Media hora después, lo hacían Ana y su marido.

-Buenos días- dijeron al unísono.

-Buenos días. Que tal habéis pasado la noche?- preguntó Teresa con una gran sonrisa

-estupendamente. Caímos rendidos nada más aterrizar en la cama y yo no me enteré hasta hace un rato- contestó Ana

-En cambio yo tardé un poco en dormirme. Tenía  dolor de cabeza- dijo Luis

“Es curiosa la capacidad que tiene la gente para mentir sin que se le note en absoluto” pensó Fernando. Y a continuación dijo:

-Bueno, y que os parece que hagamos. ¿Nos vamos a la playa?-

- Buena idea- contestó Ana- hace un día excelente-

-A mí me vais a disculpar, pero creo que me voy a meter en la cama en cuanto desayune- terció Luis. Necesito descansar un poco más-

-Bueno, pues entonces nos vamos los demás. Si luego decides venir, te esperamos en la misma zona donde estuvimos ayer- dijo Teresa

Los cuatro salieron andando hacia la playa. Fernando se encontraba en la gloria acompañado por aquellas tres hembras. Al llegar, se tendieron al sol. Teresa y paquita hicieron topless, y Ana, en su papel de modosa timidez, lucía el mismo recatado bañador del día anterior.

Las dos horas siguientes estuvieron charlando de cosas intrascendentes entre baño y baño, y a eso de la una, Paquita dijo:

-Yo me voy a preparar la comida, que hoy me toca a mí- dijo, lanzando un disimulado guiño a Teresa, del que Ana y Fernando no se percataron –aun voy a tardar, así que con que lleguéis a eso de las tres y media lo hacéis  a tiempo-

-Estupendo- le contestó Teresa –se está tan bien aquí, que esas dos horas y pico nos sentarán bárbaro-

Una vez que Paquita se vistió para irse a casa, y aprovechando que Fernando había ido a bañarse, teresa le dijo a Ana, con  tono desenfadado:

 -Y tú dejas a tu marido solo en casa, y ahora va para allá Paquita, y con el hambre atrasada que tiene; yo no estaría tranquila-

-No creo que pase nada- le contestó

-Pues yo no estaría tan segura- te apuesto lo que quieras a que si vamos por allí antes de lo previsto, los pillamos en plena faena-

-Ya será menos- dijo Ana, aunque ahora se la notó algo más dubitativa.

-Y si te los encontraras, ¿Cómo reaccionarías?-

 -en primer lugar, le alabaría el gusto a mi marido, porque hay que reconocer que Paquita es un bellezón, y en segundo lugar esperaría a la primera oportunidad para devolverle la jugada a Luis- contestó, ahora denotando seguridad en sí misma, y empezando a parecerse a la Ana que habían espiado en la intimidad la noche anterior-

-Si es así, te puedo prestar a mi marido. Lo conozco bien, y no creo que pusiera impedimento alguno en beneficiarse a una hermosura como tú-

-no sé si lo dices en serio, pero la verdad es que sería una buena opción-

Teresa decidió jugar fuerte, y quiso echar toda la carne en el asador

-Claro que lo digo en serio; eso sí, lo que me gustaría es observaros mientras lo hacéis. Soy muy morbosa-

-Tampoco me importaría. Incluso admitiría que quisieras participar; al fin y al cabo, el marido es el tuyo-

Teresa no tuvo tiempo de reponerse de la sorpresa que le supuso aquella contestación, porque Fernando regresaba en ese momento del agua. Cuando llegó junto a ellas, le dijo:

-Fernando, Ana y yo nos vamos vistiendo y vamos a casa a ayudar a Paquita con la comida. Sécate y vente dentro de un cuarto de hora.

-Vale, eso haré- contestó él, sin hacer preguntas sobre ese cambio de planes, al interpretar acertadamente que en la cabeza de su mujer bullía algún plan maquiavélico

Pasaba poco de la una y cuarto cuando ambas mujeres se encaminaron hacia la casa, bastante intrigadas con lo que se iban a encontrar allí.

Entraron en la finca por una pequeña puerta lateral para no llamar la atención, e hicieron el recorrido hacia el edificio, que era de unos cincuenta metros, a través de un discreto sendero, para no hacerse notar. Al llegar a la casa, con el mayor sigilo recorrieron los ventanales, y a través de ninguno de ellos observaron señales de vida, ni siquiera en la cocina, donde en teoría Paquita debiera estar preparando la comida. Entraron precisamente por esa puerta, atravesaron la cocina e inspeccionaron toda la planta baja y el sótano, sin localizar absolutamente a nadie.

Cautelosamente, subieron las escaleras que conducían a la primera planta, y una vez arriba, se fueron directamente a la habitación de Ana. A través del ojo de la cerradura de la puerta comprobaron que allí no había nadie, aunque abrieron la puerta para confirmarlo y entrar en el baño.

A continuación, se dirigieron a la de Paquita donde con el mismo procedimiento obtuvieron igual resultado. Teresa, que deseaba fervientemente que Paquita hubiera logrado seducir a Luis, empezaba a impacientarse, pero quedaban todavía seis habitaciones por revisar, contando la suya propia, así que continuaron haciéndolo, y decidieron empezar por la más alejada, al fondo del pasillo.

Cuando estaban llegando a la habitación, les pareció escuchar un ligero ruido, lo que hizo aumentar la intriga que las invadía.

Teresa fue la primera en alcanzar la puerta. Se agachó para aplicar el ojo al hueco de la cerradura. Observó lo que sucedía en el interior durante unos instantes, y luego se dio la vuelta para mirar hacia Ana, a quien dijo con voz susurrante:

-Has perdido la apuesta-

Ana adivinó al instante lo que significaba aquella contestación, y se apresuró a observar  lo que ocurría en el interior del dormitorio. Aproximó el ojo a la cerradura y lo que vio provocó en ella un escalofrío de sensaciones agridulces: Luis estaba tumbado boca arriba sobre la cama, y sobre él, dándole la espalda, Paquita estaba sentada mirando hacia la puerta moviéndose para que la polla de él entrase y saliese de su coñito, algo que  Ana podía apreciar con total nitidez desde muy cerca, al otro lado de la puerta.

Teresa, a quien la situación había puesto muy caliente, al comprobar el indudable estado de excitación en que también había caído Ana, no quiso esperar a la llegada de Fernando, y se decidió a intentar un acercamiento más íntimo hacia su amiga. Aprovechando la posición en que se hallaba Ana, agachada en una posición en que su corto vestido playero dejaba una buena parte de sus muslos al descubierto, se agachó en idéntica postura junto a ella y acercó hasta una de sus pantorrillas la palma de su mano, posándola allí, y al no notar rechazo inició un lento ascenso por la piel hasta llegar al muslo, momento en que Ana, pese a permanecer quieta mirando lo que ocurría al otro lado de la puerta, tuvo un escalofrío y se le puso piel de gallina, señal que animó a Teresa a continuar hasta tropezar con la tela del bañador que anunciaba la frontera de sus partes íntimas.

Acercó su boca al cuello de Ana y mordisqueó la piel, causando en ella un notable estremecimiento, algo que interpretó como una total aceptación de la situación, por lo que se atrevió a separar la tela de su bañador y dejar el coñito al alcance de sus dedos. Ana no apartaba el ojo de la cerradura, bien por el morbo que le daba ver a su marido follando con otra, bien porque la timidez no le permitía mirar a Teresa a la cara.

Con sumo cuidado, introdujo uno de sus dedos en la vagina. Estaba encharcada y su interior era muy caliente, trasluciendo el estado en que se sentía. Con la otra mano rodeó su cabeza y la hizo volverse con suave firmeza, y le estampó un beso en plena boca que Ana recibió con los labios entreabiertos y respondió con apasionamiento, chupando amorosamente la lengua de Teresa en cuanto se introdujo en su boca.  

De repente, oyeron un ruido al otro lado del pasillo, lo que interrumpió el beso y las hizo volverse para ver a Fernando que se acercaba con la consiguiente sorpresa pintada en el semblante. Cuando llegó junto a ellas, Teresa le señaló la cerradura de la puerta, y Fernando se puso a mirar a través de ella. A continuación se dio la vuelta y dijo:

-¡joder! Están haciendo un sesenta y nueve-

Y se arrimó a su mujer y Ana, quienes apenas habían tenido tiempo de separarse a su llegada. Abrió ambos brazos para rodear a las dos mujeres, pero su boca se dirigió a la de Ana, que no puso impedimento a su acercamiento y respondió intensamente al beso, lo que hizo que Fernando se animase.a meter una mano a través del escote del vestido, que salvó también el bañador y se apoderó de una de aquellas redondas y apetecibles tetas que había admirado la noche anterior a través del cristal.

Teresa, viéndose desplazada, decidió volver a toquetear bajo el vestido de Ana, comprobando que el bañador continuaba desplazado a un lado. Eso hizo que se arrodillara frente a la entrepierna de su amiga y su boca se lanzara a chupar golosamente su intimidad, llevando una de sus manos a la parte trasera de Ana donde se introdujo bajo la tela para  acariciar su exuberante culo 

Ana se sentía en el paraíso, siendo devorada y acariciada por el matrimonio en zonas tan sensibles. Pero todo lo bueno  se acaba. Sintieron un pequeño  barullo en el interior del cuarto, y antes de que pudiesen reaccionar la puerta se abrió de repente,  y una abrumada -¿o no tanto?- Paquita, salió de la habitación, seguida Luis, ambos ya completamente vestidos.

Al percatarse de la situación en que se encontraban los restantes miembros del grupo, a Luis se le escapó algo muy parecido a un suspiro de alivio, al considerar que, aun  con lo que había disfrutado con Paquita, que se le ofreció como nunca antes lo había hecho una mujer y en poco tiempo había gozado y dado más placer que en el resto de su vida, no dejaba de ser un tremendo alivio que su propia esposa se viera involucrada en aquello, pues aparte de evitar tener que dar explicaciones sobre su comportamiento, colmaba una vieja y secreta aspiración: la de verse convertido en un cornudo.

Tras el lógico desconcierto inicial, todos fueron conscientes de que aquella era una situación irreversible, además de deseada, así que decidieron aceptarla de buen  grado. Ana tomó la iniciativa:

-¿Qué os parece si nos metemos todos en una habitación y continuamos con este encuentro tan agradable?-

Nadie se resistió a aquella excelente idea, así que decidieron irse al dormitorio de Fernando y Teresa, que contaba con dos camas, lo que de alguna manera aportaba una mayor comodidad.

Tras entrar en la habitación, Luis, ya desinhibido, quiso hacer un cambio, e invitó a Teresa a ocupar la cama pequeña, algo a lo que ella no se opuso, pues también le apetecía follar por primera vez con otro hombre delante de su marido –había tenido un par de aventurillas desde que estaba casada, pero lo había mantenido en secreto-

Antes de tumbarse en la cama,  se desvistieron mutuamente, sin apresurarse, acariciándose cada trozo de piel que iba quedando al descubierto. Al terminar y quedar ambos completamente desnudos, Teresa comprobó aliviada que él había recuperado el vigor sexual tras su encuentro con Paquita; Luis hizo que ella se tendiese sobre la cama boca abajo, y él se situó detrás, mordisqueando y lamiendo primero su nuca, descendiendo a continuación por su espalda, sin dejar un resquicio de piel sin lamer, hasta que llegó a sus nalgas, que entreabrió con sus dedos hasta descubrir el oscuro y arrugado agujerito del esfínter, sobre el que aplicó su lengua comenzando a lametearlo insistentemente con sabiduría. El placer que sentía Teresa era tan intenso que la hacía incapaz de permanecer quieta y movía el cuerpo mientras arañaba y mordía la colcha de la cama.

Mientras tanto, las otras dos mujeres y Fernando tras desnudarse se habían instalado en la cama grande, y Paquita devoraba el cuerpo de Ana mientras ésta se dedicaba a prodigar caricias  orales y manuales a la polla de Fernando,  que a su vez no podía apartar la vista de la morbosa situación que su mujer y Luis vivían en la cama de al lado.

Luis hizo que Teresa se diera la vuelta, y una vez boca arriba, comenzó a aplicarle el mismo tratamiento que le había practicado en la espalda, besándola de arriba abajo, aunque se paró durante bastante tiempo en sus pechos, que estrujó, lamió y chupó con deleite durante un buen rato mientras ella se deshacía en suspiros de placer . Después descendió hasta su vagina, donde le practicó una lamida que hizo que se corriese entre gemidos entrecortados

En la otra cama, Paquita había paladeado todo el salitre que Ana tenía en su cuerpo, y ésta, que ya había tenido un orgasmo, seguía con el tratamiento oral a la polla de Fernando, que disfrutaba tanto de esa caricia como de ver a su mujer gozando con otro hombre, hasta el punto que notaba como se le acercaba la eyaculación en la boca de Ana. Iba a dejarse ir, ero en última instancia, al ver que Luis se tendía boca arriba y teresa se sentaba sobre él, enterrándose la polla en el coño, no pudo sustraerse a la tentación de regalar a su mujer la primera doble penetración de su vida, así que abandonó a Ana, que de inmediato se unió a Paquita en un frenético sesenta y nueve, y se cambió de cama para situarse arrodillado por detrás de su mujer, que estaba siendo penetrada desde delante por Luis. Sostuvo las caderas de Teresa un instante para indicarle que se estuviera quieta, y agarrándose la polla con una mano, la enfiló hacia su culo y consiguió introducirla, aunque con algún esfuerzo. Teresa, al sentirse invadida simultáneamente por dos pollas, algo que jamás había experimentado, creyó volverse loca de placer. Sus gemidos se convirtieron en estertores. Estaba enfebrecida.

Ana y Paquita se habían corrido mutuamente una en la boca de la otra, y decidieron tomarse un momento de respiro, pero al observar lo que estaba ocurriendo en la otra cama, se sintieron atraídas a participar, y sin hablarlo siquiera entre ellas se acercaron a los otros tres.

Paquita se acomodó arrodillándose sobre la cabeza de Luis y acercando su coñito a la boca de éste, que se puso a lamerlo vorazmente sin abandonar la eficiente follada que le estaba realizando a Teresa, la cual a la vez que era doblemente penetrada, recibía en la parte superior de su cuerpo las atenciones de su amiga Paquita.

Mientras Ana se situaba de rodillas detrás de Fernando, y como queriendo demostrar que su marido no era el único de la familia que sabía dar un beso negro, abrió las nalgas de Fernando y aplicó la lengua a su esfínter, lo que hizo que a éste lo alcanzase una sacudida como la de una descarga eléctrica y su inminente orgasmo se acelerase todavía más. Cuando comprobó que la reacción era irreversible, para lo que no tuvieron que transcurrir ni dos minutos, sacó la polla del culo de su mujer para darse la vuelta y regar profusamente la boca y los blancos y redondos pechos de Ana,  que recibió encantada aquel homenaje. En cuanto a Paquita, al ver aquello se salió de encima de Luis para acercarse a Ana y compartir el elixir que ésta había recibido.

Una vez terminaron, Ana y Paquita se dirigieron al baño a asearse un poco, mientras Fernando descansaba y Luis y teresa, incansables, proseguían con el folleteo. Al cabo de un momento, a Fernando le entraron ganas de orinar y se fue también al baño. Ana y Paquita estaban  bajo la ducha pasándose la esponja mutuamente en un acto que contenía más erotismo que higiene, tal y como se podía comprobar por las extasiadas expresiones de ambas. Fernando, al verlas cambió de idea sobre el lugar donde iba a hacer aguas menores, y dirigió su potente chorro contra las dos mujeres, cuya sorpresa e inicio de enfado inicial se convirtió en aceptación arrodillándose las dos incluso en el interior de la bañera para poder ser bien regadas por todo el cuerpo por el caliente líquido amarillo, mientras se besaban apasionadamente.

El resto del fin de semana transcurrió de una forma similar, alternando las novedosas actividades sexuales  con una valoración sobre las posibilidades de traer a otras amistades para conseguir repetir unas experiencias tan positivas como las vividas durante ese fin de semana. El verano que se avecinaba prometía ser realmente caliente, independientemente del factor climatológico.

(9,60)