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Desaparecido 7

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Hicimos una siesta larga y a eso de las seis Natalia se fue, yo por mi parte me fui a desmaquillar, a ducharme y a vestirme para la fiesta de la noche. Una vez duchado, delante del espejo pero sentí algo raro, sin peluca, sin tacones ni maquillaje, sin mis pechos postizos, me sentí desnudo, vacío. Intenté esconder ese sentimiento, me dije un par de veces que yo era un hombre. Me lo grité para mi interior: “'Victor, eres un hombre!” Pero algo había cambiado, alguna cosa en lo mas profundo de mi ser era distinta.

Escogí un vestidito corto que habíamos comprado por la mañana, de color gris, sin nada de escote pero atado detrás del cuello y con la espalda toda descubierta, me puse un conjunto de ropa interior nuevo, con un tanga y un sujetador de encajes negro, y elegí unas sandalias plateadas sin plataforma pero con un tacón de vértigo, no sabía si podría bailar con eso, en un día mi andar había mejorado mucho pero aún me sentía inseguro. Para cubrirme un poco escogí una torera de piel negra a juego con un bolso de mano dónde puse todo lo que me había indicado Natalia, mi cartera, un estuche de maquillaje que apenas sabía usar, unas gafas de Sol, mi teléfono móvil, un paquete de tabaco, unos preservativos y pote pequeño de lubricante. Solo de ponerlo ya me mareé, poner eso en mi bolso significaba muchas cosas y la verdad, no me gustaban.

No tuve que esperar mucho a que llegaran las amigas de Natalia, se llamaban Mónica y Cristina y rondaban los veinticinco años, eran, explosivas. Vestidos ceñidos y cortos, piernas bien contorneadas, tacones de vértigo y pechos grandes. Las dos eran trans, prostitutas ambas. Pese a que no nos conocíamos de nada pero me hicieron sentir cómodo enseguida. Me maquillaron bien, llamativa, como correspondía a un maquillaje de noche y me trataron como a una amiga de toda la vida. Cuando a las nueve salimos a la calle ya me sentía como si las conociera desde siempre.

Cenamos en un restaurante del centro, un sitio mono dónde abundaban las parejas homosexuales y los trans, tanto hombres como mujeres.

―Nunca había estado en un sitio así.―las dos se rieron por mi comentario.

―Dudo mucho que aparezcan muchos heteros por aquí cariño.―dijo Mónica―Este es el restaurante por excelencia del ambiente de la ciudad. Pero se come bien.

―Y los camareros son guapos.―añadió Cristina

―Muy guapos, lástima que no les gusten nuestras tetas. Este comentario provocó bastantes carcajadas, y no solo en nuestra mesa si no que también en algunas cercanas.

―¿Estás nerviosa?―me preguntó Mónica―La primera vez acostumbra a ser difícil.

―Un poco pero creo que se me pasará.

El resto de la velada fue muy agradable y antes de que nos levantáramos ya nos habíamos tomado un cóctel cada una y dos botellas de vino. La verdad es que eran bastante graciosas y no tenían problemas con bromear con su situación, sobre ser puta, sobre ser trans y sobre ser unas locas. Sobretodo unas locas de atar. Hasta las doce no nos levantamos de la mesa y o porque caímos muy bien al camarero o porque eran amigas de alguno, no lo se, nos invitaron a los cócteles.

Llegamos al bar casi a la una y Natalia ya trabajaba a toda máquina detrás de la barra, suerte que eso no le impidió servirnos unas copas.

―Bueno Noe,―empezó Cristina―Natalia nos ha dicho que quieres encontrar algún macho fuerte y resultón.―Yo ya iba un poco bebida a esas alturas y tenía la lengua mas suelta.

―Si, pero no se como empezar.

―¡Uf! Si solo fuera esto, es fácil. ¿Cual te gusta?―apoyada en la barra del bar eché un vistazo a todos, el mero hecho de buscar a un hombre me dio asco pero cuando de repente mi mente quedó invadida por la imagen de una polla entrando y saliendo de mi boca se me pasó rápido. Encontré un grupo de unos seis chicos sentados en unos sofás.

―Esos no están mal, seguro que alguno quiere probar mi colita, ¿no?―el comentario hizo que las chicas se pusieran a reír de manera irrefrenable pero aún hoy no entiendo como me salió ese comentario por lo demás del todo acertado.

―Yo creo que si. Vamos.―dijo Cristina. Las tres nos dirigimos a los asientos pero fue Mónica quien habló.

―Buenas noches señores.―todos callaron de golpe―¿No invitaríais a una copa a estas señoritas tan hermosas y tan bien preparadas?―dijo mirando casi por casualidad a su entrepierna.

―Claro guapas, sentaos y decidnos que os apetece.―dijo el chico que estaba al fondo. Las tres nos sentamos, yo quedé al lado de un chico de unos veinti largos moreno, de mandíbula cuadrada y melena negra revuelta. Pedimos tres copas y un chico las fue a buscar, mientras tanto los otros se presentaron y nosotras hicimos lo mismo. Charlamos animadamente un rato pero la conversación enseguida se fue convirtiendo en múltiple charlas por parejas o tríos. Yo me encontré hablando descaradamente con el chico que tenía al lado.

―Luces muy bien, muy linda.―me dijo el chico.

―Tu también, no estás nada mal.―puse una mano encima de su pecho y sentí sus músculos fuertes debajo de mi mano.

―Merci. ¿Y vienes mucho por aquí?

―La verdad es que hoy es la primera vez.

―¿En serio? No lo parece, se te ve muy segura.

―¡Gracias! ¿Y tu vienes mucho?

―Bueno, a veces. Este local tiene fama de tener algunas bellezas muy exóticas. Y―dijo repasándome desde la cabeza hasta la entrepierna―es una fama mas que merecida.

―Gracias otra vez, Andrés.―charlamos un rato mas y los dos nos fuimos acercando, intercambiamos algunas caricias y susurros pero no pasamos de aquí hasta que Cristina con un grito propuso que fuéramos a bailar, todos estuvieron de acuerdo, salvo yo que dudaba de mi capacidad sobre los tacones y que había tenido algún susto de camino al bar a causa del alcohol.

Nos levantamos todos y las chicas y yo fuimos a despedirnos de Natalia, ella me dio una copia de las llaves del piso que me había hecho esa tarde y me deseó suerte con un beso. Sentí cierta mirada de envidia hacia el chico al que cogía el brazo pero intenté no pensar en ello. Salimos del bar y de camino a la discoteca sentí como el brazo de Andrés se movía de mi cintura a mi colita que acariciaba con suavidad. Sentí como mi pene reaccionaba a aquel contacto y poco a poco se empezaba a poner duro.

Los chicos nos pagaron las entradas y nos llevaron a pedir un combinado a la barra. Yo sorprendida miré a mi alrededor, el local estaba lleno de chicas y chicos homosexuales, travestis, trans y bisexuales, había muchísima gente y eso solo en la sala en que nos encontrábamos. La verdad es que nunca había imaginado que hubiera tanta gente así, en realidad, ese mundo nunca había significado nada para mi, era como un mundo paralelo y ahora, en horas, en pocos días esa se había convertido en mi nueva realidad y, no nos engañemos, me estaba costando aceptarla.

Una vez servidos todos quisieron ir a bailar, buscamos un sitio en la pista y lo hicimos nuestro, la verdad es que me sorprendí a mi misma al no tener ningún problema para moverme, con libertad. Bailamos tres o cuatro canciones juntos o por parejas y Andrés no desaprovechó ninguna oportunidad de recorrer cada zona de mi cuerpo y yo también le empecé a explorar a él hasta que me preguntó si me pasaba algo, yo claro le dije que no. Me pasaban muchas cosas pero nada en concreto. Entonces vinieron las chicas a buscarme y pidieron que las acompañara al baño. Fuimos hacia allí y nos pusimos en la cola.

―Chica, o te empiezas a mover o creerán que eres de piedra.―me dijo Mónica. Me cogió de la cintura―Tienes que moverte sexy, quieres follar no que te den una propina.―y se empezó a mover cogida a mi, moviendo la cadera, acariciándose la cola, ofreciendo el pecho―¿Ves? Muévete, usa tus armas de mujer.

―¿Alguna quiere ir al baño?―preguntó entonces Cristina. Todos movimos la cabeza diciendo que no.―Entonces, si hemos acabado la clase volvamos y Noe, la próxima la bailas conmigo.

Volvimos a la pista y Noe me cogió de la mano, yo me dejé llevar y poco a poco fui ganando confianza. Nos cogíamos de la cintura, nos tocábamos el pecho y cada tanto nos besábamos con pasión despertando el ánimo de los chicos. La verdad es que ese baile consiguió que me moviera y los aplausos de los chicos y la evidente erección de algunos hizo que me mostrara mucho mas lanzada cuando volví con Andrés. Al inicio de la siguiente canción me cogí de su cadera y fregando todo mi cuerpo contra el suyo empecé a moverme hacia abajo. Le gustó, estaba clarísimo y sentir su erección contra mi cara lo hizo todavía mas evidente. “Eres una putita riquísima” me dijo cuando volví a llegar a su cara y me empezó a besar el cuello. A partir de aquí todo fue a mejor, cada vez bailábamos mas sexy y con unas intenciones mas obvias y pronto el baile dejó paso a besos, caricias y mordiscos.

Los chicos se empezaron a ir y al final, las tres con nuestras respectivas parejas decidimos hacer lo mismo. Salimos del local y las tres chicas nos despedimos deseándonos suerte con nuestros hombres respectivos. Yo puse la mano en el bolsillo del pantalón de Andrés y el la puso en el mío y así, juntos nos fuimos hacia su casa, en un largo paseo con paradas en las que nos besábamos y nos acariciábamos con ganas las entrepiernas duras.

Casi eran las seis cuando llegamos a su casa. Me senté en el sofá y me sirvió una copa, se sentó a mi lado con la suya en las manos y como quien no quiere la cosa me empezó a acariciar la pierna por debajo de la falda. Yo estaba nervioso, sabía que debía hacer pero me daba respeto, miedo y aún un poco de asco. Me preguntó cuanto hacía que quería ser mujer:

―Desde pequeña, desde siempre que lo he sabido. Pero a los once años fue cuando empecé a ponerme la ropa de mi madre.

―¿Y has estado con algún hombre antes?―negué con la cabeza.

―No, nunca.

―¿Y con chicas?

―Con chicas si, hasta hace poco salía con una.―iba inventándome la historia sobre la marcha.

―¿Y porque la dejaste?

Bueno...―no sabía que contestar hasta que vi el bulto en el pantalón de Andrés. Puse la ―mano encima y apreté ligeramente haciendo que soltara un bufido―Porque no tenía esto.―el rió con ganas.―¿Y tu? ¿Eres gay, bisexual o solo te gustan los travolos como yo.

―Solo las travas como tu, estoy casado.

―¿Enserio?

―Si. Pero a veces engaño a mi mujer para poder estar con una chica como tu.

Le besé con ganas. Saqué su verga de dentro de pantalón, dura y tersa y le empecé a masturbar. El por su lado se desabrochó la camisa y me ofreció su pecho, con un poco de pelo. Al tiempo que le masturbaba le empecé a lamer el pecho, a besarle los pezones y pese a mis reparos me empezó a gustar. “Eres una putita muy rica.” me dijo acariciándome la cola. “Tengo unas ganas de romperte el culo y hacerlo mío.” y al oír eso me entró el miedo, no es que no quisiera que me hiciera el culo pero no quería que aquel desconocido fuera el primero. Paré un momento.

―Andrés, es que no se si me siento preparada.

―¿Para que?

―Para que me follen aún. Quizás podríamos ir mas despacio. No pensaba que esta noche fuera a pasar y no me siento lista.

―Joder tía, que putada.

―Lo siento. ¿Te parece que quedemos la semana que viene, solo dame unos días para mentalizarme?―me miró con cara de resignación pero aceptó.

―Eres una puta como no las hay. No se le hace esto a un hombre, ¿entiendes?

―Si, claro.

―Por lo menos no me dejes así y empieza a meter mi verga en tu boquita o no hace falta que vuelvas por aquí.―afirmé con la cabeza pese a que en aquel momento me estaba pareciendo el tío mas asqueroso del mundo.

Me senté en el suelo y como había hecho con Natalia el día anterior me puse su verga dentro de la boca. Era una verga grande bastante mayor que las de Natalia y mía y pese a que me tendría que haber ido por como era me quedé por ese pedazo de carne y por el físico que tenía quedaría con el la semana siguiente. No fue como con Natalia, Andrés era un hombre dominante y me cogió la cabeza y marcó el mi ritmo, era el quien mandaba y lo dejó claro. Y pese a que me veía solo como a un objeto, pese a que veía a todas la trans como un ser inferior que solo servían para su disfrute personal, gocé de sentir esa verga latir en mi boca, de la carne caliente, de acariciar sus huevos y oirle disfrutar y llegar al orgasmo. Gocé de que me usara como se usa un pañuelo, de sentir que era lo que el decía, una puta y gocé al sentir su leche en mi boca, como me llenaba y como al mirarle los ojos como había hecho con Natalia me decía: “Traga puta, tragátelo todo.”

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