Nuevos relatos publicados: 7

Un fin de semana (2)

  • 12
  • 7.511
  • 7,25 (4 Val.)
  • 0

Después de pasar varias horas recibiendo castigos en el sótano me quitaron los candados de la vagina, me tumbaron boca abajo en el suelo, ataron la anilla del collar a otra anilla del suelo tan corta que sólo podía estar con la cara tocándolo sin posibilidad de girarla, los brazos en forma de cruz, completamente estirados, las piernas abiertas al máximo, causándome un dolor desesperado, azotaron fuertemente mi espalda, nalgas y piernas. Después hicieron todas sus necesidades encima de la cara que no tocaba el suelo y me dejaron toda la noche en esta posición.

Aún era de noche, noté el agua fría de una manguera a presión, me estaban limpiando con ella, después de la primera pasada, cogieron un balde con jabón y un cepillo de púas, el cual tuve que soportar por todo mi cuerpo y mis partes más íntimas, terminando con otra sesión de agua fría por todas partes, incluidas mis sexuales, las cuales se llenaron hasta el interior limpiándolo perfectamente. Me soltaron, para secarme me ataron las manos y completamente desnuda me hicieron seguir el coche por todo el parque hasta que consideraron que estaba seca.

Los pies estaban algo ensangrentados de correr son zapatos, me tumbaron sobre el capó del coche, colocaron los candados en su sitio. Entramos en el coche, y mientras Marta conducía Mercedes y Rocío me tiraban de cada una de las anillas de las tetas mientras con la otra mano me excitaban acariciándome el clítoris y jugaban con los candados. Me estaban calentando al máximo, pero cuando notaron que estaba a punto e tener el primer orgasmo, pararon en seco, dándome dos sonoras bofetadas en cada mejilla.

Rocío me llamó "Puta zorra de mierda", no sabes que tienes prohibido correrte y has estado a punto de hacerlo, me dio otras dos bofetadas partiéndome el labio. Con su lengua me quitó la sangre, después empezó a tirar de las cadenas de las anillas de la lengua, pensé que me la arrancaba.

Llegamos a casa de nuevo para desayunar y vestirnos para el trabajo. Ellas tomaron alimentos de toda clase y para mí todas sus necesidades fisiológicas con su correspondiente limpieza. Ya empezaba a tener bastante hambre, pues casi no entraba comida en mi cuerpo, pero no tenía derecho a comer, sólo lo que me dieren y cuando me lo dieran.

Llegó la hora de elegir vestido para mi, una camisa muy ajustada, casi transparente, a través de la cual se notaba las argollas de mis tetas, una corbata negra, pero que en lugar de estar colocada dando la vuelta por todo el cuello, simplemente estaba colgada de la anilla del collar, como falda una plisada, pero en la que todos los pliegues estaban cortados, además era muy corta, tan corta que estando de pie sobresalía por debajo el candado. Zapatos negros de unos 15 cm de tacón, suela muy fina y tapados por unas finas tiras de cuero que se clavaban en mis ya dañados pies.

Salimos de casa, pero esta vez no íbamos en coche, sino andando, querían ver como aguantaba el humillamiento de ir por la calle con esta vestimenta y como me reventaba los pies al andar. Como quedaba un poco lejos, llegamos a la estación de metro, lo cogimos, me tuve que quedar de pie mientras estaba agarrada a la barra superior varias manos recorrían todas mis nalgas y jugaban con los candados de mi sexo. Mercedes, que disfrutaba de lo lindo de tenerme de esclava, me decía que tenía que dejar que hicieran lo que le de en gana a quien le de la gana o me castigaría fuertemente, lo cual obedeciéndola deje que se metieran hasta dentro de mi ano, llegando a levantarme del suelo agarrada de este sitio, esto varias veces. Otros, ya excitados se dedicaban, tapados por mis amas a rozarme con sus penes super excitados, estos me llegaron a sacar la camisa de la falda y desabrocharla para ver mis senos y sus anillas, Mercedes no me dejo abrocharla hasta que salimos del metro, estaba completamente abochornada y colorada, a la vez excitada. Creo que si me hubiesen dejado me hubiese dejado violar por todos los del metro a la vez, pero me mantenía a raya y no podía correrme. Al salir del metro me hicieron estar un rato parada justo encima de la escalera para que la gente pudiera ver todos mis bajos y por más humillación el no llevar bragas y llevar varios candados en su puesto.

Subía un joven de unos 20 años por la escalera, no podía apartar la vista de mis candados y Rocío le dice, ven y toca los candados y verás que es verdad lo que ves, el joven quedo un poco prado, pero Mercedes le animó a hacerlo, al tocarlos, Marta que quería ver como me arrodillaba delante de él, le cogió de la mano y entre ambos tiraron tan fuertemente de ellos que hicieron que me arrodillara a sus pies, Rocío me piso la cabeza hasta que le besé los pies, me tiraron del pelo para levantarme y nos fuimos a la oficina.

La joven Mercedes se dio cuenta que me había excitado bastante con todo el paseo, se lo contó a Marta y a Rocío, " la puta se ha corrido" exclamo Mercedes, Marta me pegó una fuerte patada en mi sexo que hizo caerme al suelo, me levantaron tirando de los pelos sin compasión, pensaba que me los arrancaban, todas pasaron sus manos para comprobar si era verdad y me encontraron mojada, para remediarlo, decidieron quitarme los candados, ponerme 8 bolas dentro de me coño y volvieron a poner los candados. Rocío abrió el cajón de su escritorio, sacó tres tiras de bolas chinas, las cuales fueron introduciendo por mi ano sin compasión, terminando con un falo algo más grande que el del día anterior, el cual metieron de un golpe. El funcionamiento era el mismo que el del día anterior, descargas eléctricas y vibraciones. Lo estuvieron comprobando durante unos 15 minutos, prevaleciendo las descargas eléctricas, las cuales me hacía revolver por el suelo de dolor.

Al terminar de prepararme me fui a mi mesa de trabajo haciendo lo que pude, pues no me quedaban muchas fuerzas. Sobre las once de la mañana entra un cliente con su señora, una pareja de unos 50 años, me preguntaron por la abogada Rocío, me levante de la silla y los acompañé hasta su oficina, él no me apartaba el ojo de encima. Entraron, les presente a Roció y me fui a mi mesa, de pronto noté una fuerte descarga eléctrica que me quemaba el interior de mi ano, salte como un resorte de la silla y fui hasta la oficina de Rocío, llamé y entré, cual fue mi sorpresa cuando sentí otra fuerte descarga, pero esta era constante, empecé a saltar de dolor hasta que me revolví por el suelo, acabando a los pies de la señora que estaba en la oficina.

¡Limpia los zapatos a la señora! Me ordenó Rocío, agaché la cabeza y empecé a lamerle los zapatos, me paré un momento y volví a sentir una fuerte descarga. ¿Quién te ha mandado que pares? ¡Sigue perra! Seguí lamiendo, la parte superior, luego las suelas, repitiendo la operación sin parar. Me dolía la lengua de tanto lamer.

¡Levántate puta! Me dijo Rocío. Ahora desnúdate, lo cual hice toda ruborizada.

Sra. Fernández, la puede explorar, como ve está anillada y con candados en su sexo, como su esposo no ha podido dejar de mirarla, le dejo que la castigue por su osadía en el vestir, le dejo el mando del consolador y este látigo, si desea algo más dígalo.

Rociíto, como tiene un culo muy bonito le voy a dar 50 latigazos en cada nalga, 50 en cada teta y hasta que me canse en su sexo, pero todo el tiempo llevará el consolador dándole descargas al máximo, como mi marido es un cerdo, quiero que lo ates a la silla, pero desnudo para que vea lo que voy a hacerle a esta mierda de zorra.

Gustavo, ¡desnúdate y siéntate en la silla! Rociíto, átalo con las manos a atrás y los pies atados a las manos, sin que toquen el suelo. Luego quiero que ates las anillas de la lengua de esta cerda al pene de Gustavo.

Rocío empezó a atar a Gustavo, una vez atado, tiró de las cadenitas de la mi lengua para atarlas al pene Gustavo, dejándome con todo el culo al aire.

Rocio, creo que las manos de esta mierda de zorra los podrías atar al candado, así lo izo Rocío.

La Sra. Fernández empezó a dejar caer los latigazos sobre mis nalgas, cada golpe hacía que mi lengua pegase un buen tirón, lo mismo me pasaba con las manos atadas al candado, cada golpe era más fuerte y el dolor insoportable hasta que acabo con mis queridas y maltrechas nalgas.

Ahora Rociíto, quiero que llames a tus empleadas ya que yo estoy cansada y ellas harán el resto.

Marta, Mercedes, cerrad la oficina y venid. Dijo Rocío. Cerraron la oficina por dentro y entraron en el despacho de Rocío.

La Sra. Fernández ya está cansada y quiera que hagáis un trabajito para ella, dijo Rocío.

Bien, dijo la Sra. Fernández, quiero que la desatéis y la coloquéis de la siguiente forma. Las manos atadas en la espalda, y el candado atado al pene de Gustavo, pero con las tetas hacia mi. Así lo hicieron.

Ahora quiero que le deis 50 latigazos en cada teta. A ti, Mercedes, te toca la izquierda, y a ti Marta la derecha, quiero ver como sangran al final de los golpes.

Empezó la tanda de golpes, una más fuerte que el otro, pero alternándose Marta y Mercedes, el dolor ya resultaba insoportable, la Sra. Fernández se estaba excitando con esta fiesta, Gustavo completamente excitado y Rocío con una cara de felicidad que le caía hasta la baba.

Al cabo de tres cuartos de hora acabaron la serie de latigazos y mis tetas sangrando, cosa que Rocío aprovecho para lamer toda la sangre que salía de ellas, diciéndome que tenían que estar limpias para ir a comer.

Me soltaron y de varios guantazos me dejaron en el suelo sin parar de darme descargas con el consolador. Retorciéndome en el suelo estuvieron hablando de lo bien que lo estaban pasando, pero yo sabía que todavía quedaba mi sexo para castigar. Para recobrar mis fuerzas decidieron que les limpiase todo el sexo, también aprovecharon para darme de beber todo su pis. Incluso el de Gustavo.

Detuvieron el consolador, dándome un gran alivio, ya era insoportable y estaba a punto de perder el conocimiento.

No se el tiempo que estuve sirviendo de alfombra a la Sr. Fernández, pero La fiesta tenía que continuar.

Rociíto, la parte que falta es para ti, tu decides como hacerlo.

Bien, ya ha bebido todo nuestro pis, ahora creo que un poco de agua le vendrá bien. Mercedes, trae todo el agua que creas que debe beber esta puta esclava, dijo Rocío. Mercedes salió del despacho y regreso con dos botellas de dos litros, me agarraron del pelo tirando hacia atrás y empezaron a hacerme beber las dos botellas de agua, creí que iba a reventar. ¡ Si te meas los vas a pasar muy mal! Me dijo Rocío. Me colocaron encima de la mesa del despacho, Marta y Mercedes me abrieron las piernas, mientras la Sra. Fernández ataba mis manos hacia atrás al pene de Gustavo y me sujetaba por las cadenitas de la lengua. Rocío empezó a azotar mi sexo, cada golpe hacía mover todas las bolas chinas que llevaba dentro.

No se los golpes que recibí, pero sí se que mi sexo también sangraba y que casi perdía el conocimiento, las ganas de mear y el dolor que sentía en mi interior por el exceso de agua eran insoportables, tanto o más que los latigazos que había recibido, la lengua la sentía como si me la hubiesen arrancado.

Como almas caritativas decidieron que podía ir a mear, me soltaron y me llevaron al baño, siempre observando que no me tocara las heridas y mucho menos mi sexo. Con un inexplicable placer empecé a hacer mis necesidades, creo que tardé varios minutos en poder evacuar todo lo que había en mi vejiga, el placer era enorme a pesar de todo el dolor de mi cuerpo. Me pasaron una toalla húmeda por todo mi cuerpo y me ordenaron que me vistiera, era la hora de comer y los clientes pagaban la comida.

Al terminar de vestirme, también se vistió Gustavo, salimos hacia la cafetería que había en el edificio, nos sentamos en una mesa, a pesar del dolor de los golpes estaba ruborizada de que me vieran vestida de esta forma, además con el candado que sobresalía por debajo la falda, que, además se abría cuando me sentaba, y las argollas de los pezones que destacaban debajo de la camisa, sin contar la corbata colgada de la arnilla del collar, dando un espectáculo gratuito para todos, para más vergüenza mía me sentaron de tal forma que todo el mundo me viera.

Todos pidieron algo de comer y de beber, a mí no me dejaron pedir nada. Rocío se fue un momento con el dueño de la cafetería y volvió.

Nos trajeron la comida y a mi me pusieron cuatro hojas de lechuga con algo espeso y blanquecino sobre ella y una rodaja de tomate con una especia de espuma. Para beber una cerveza, o eso pensaba. Empezaron a comer y me dijeron que comiera, probé el tomate con espuma y sabía a escupitazos, Mercedes me dijo que me lo tenía que comer todo, que sería lo más sólido que comería en varios días, probé la lechuga y sabía a semen. Una vez que me lo terminé me bebí la cerveza, pero sabía a meado con espuma de cerveza. El resto de componentes empezaron a contar que es lo que había comido, en vos alta, Rocío comentaba que todos los camareros y cocineros se habían hecho una paja encima de la ensalada, después habían meado en un vaso que era mi cerveza, y antes e servir el plato todos habían escupido encima del tomate, a cambio, me dejarían toda la tarde con ellos para que hicieran lo que les viniera en gana conmigo hasta las 12 de la noche que vendrían a buscarme. La única condición era que no me podían dar ni de comer ni de beber, a no ser lo que saliese de sus entrañas.

Al acabar me llevaron a la cocina, entramos en la cámara y me colgaron de las manos de un gancho al lado de varias piernas de ternera. Me escupieron en la cara y se llevaron la camisa y la falda, dejándome con los zapatos de tacón, que me tenía los pies en carne viva, y la corbata colgada de mi collar de perra.

Continuará.

(7,25)