Nuevos relatos publicados: 7

Juanita (2: Juanita y Michelle)

  • 22
  • 6.099
  • 9,20 (5 Val.)
  • 0

Después de ser violado y perder mi virginidad en la sala de servicios de un drive-in, no pude sacar de mi mente a mi violador, y a medida que pasaban los días revivia los hechos con mínimos detalles y siempre se me producía una fuerte erección, especialmente al recordar la brutalidad del trato que recibí.

Tuve que aceptar que me había gustado ser dominado y luego penetrado por primera vez en mi vida y con extrema violencia. En mi mente aparecía, igual que en una fotografía, el enorme pene, que sin poder oponerme, ese puto había metido y sacado por mi ano produciéndome tanto dolor y placer al mismo tiempo.

En las noches, al retornar a mi casa, me desviaba para poder pasar por el sector en que me dijo que trabajaba, pero no tuve éxito en muchas noches. Estaba seguro de poder reconocerlo porque tenía una fotografía mental de él: alto, delgado pero fuerte, de largas piernas, espesa cabellera propia y rasgos hermosos que podrían ser los de una mujer. Hasta me acordaba de su nombre de batalla que era Michelle.

Una noche en que estaba solo en la ciudad, salí a pasear vestido de mujer, maquillado y perfumado, y ya en horas tardías decidí pasar por la esquina que es su lugar de trabajo y lo divisé a lo lejos. Su figura no podía confundirse. Era Michelle.

No supe qué hacer, indeciso entre actuar violento y enrostrarle lo que había hecho, o hacerme el indiferente, o aproximarme sumiso y pedirle que me maltratara nuevamente. Me acerqué sin haberme decidido, con el corazón saltando en mi pecho, y al ver mi coche se aproximó creyendo que era un cliente. Se agachó para poder ver por la ventanilla, me reconoció de inmediato y sonriendo abrió la puerta y entró diciendo con toda desfachatez:

"Hola putita, ¿vienes por otra? ¿Te quedó gustando mi amiguito?"

Ante mi silencio asombrado se puso a reír, metió una mano bajo mi vestido y tocándome el bulto como haciéndome cariño, dijo:

"No te enojes. Vamos a tomarnos un trago, pero tú pagas"

Hice partir el coche lentamente.

"¿Dónde?"

"Sigue derecho tres cuadras y dobla a la izquierda. Ahí hay un local en que nos atienden siempre que nos portemos como señoritas decentes"

Al ver que yo no decía nada, se recostó en mi hombro, metió su mano nuevamente debajo de mi falda y jugueteando suavemente con mi pene que ya estaba erecto me dijo con risa en su voz:

"Oye putita, no me digas que estás enojada. Si me acuerdo bien, aunque estaba bastante borracha, mi amiguito te gustó bastante y apuesto que gozaste como una loca"

"Sí claro, y me dejaste el poto a la miseria y los brazos con moretones..."

"Bueno, no vamos a pelear por tan poca cosa, ven, dame un beso y sigamos siendo amigas"

No me quedó mas que aceptar su beso y reírme junto con él, la verdad es que me di cuenta que quería perdonarlo.

"Pero debes reconocer que fuiste bastante bruto"

"Es que estaba con tragos y andaba muy caliente, y como me gustaste... Te lo metí, y lo tienes harto bueno" Dijo apretándome fuerte los testículos y provocando que casi chocara con un poste en el estacionamiento del pub.

Nos bajamos riendo a carcajadas y entramos al salón tomados del brazo como viejas amigas haciendo sonar nuestros tacos altos en el pavimento y dejando detrás de nosotros un leve aroma a perfume. El camarero que lo recibió con un beso me dijo unos piropos y nos condujo hacia una mesita. Ya sentados y con nuestros whiskys en la mano, mostrando una puerta próxima explicó:

"Siempre Roberto me ubica en esta mesa, para que si hay revisión policial, pueda escapar hacia el estacionamiento privado del dueño, y así librarme de ser detenido y pasar una noche siendo montado por los pacos en la comisaría"

"No me digas que los pacos..."

"A los pacos les encanta pescarse a los maricones y también que se los pesquen, y después andan dándoselas de machos por las calles. Si yo te contara... Pero no hablemos de leseras..."

Empezamos a conversar sobre nuestras vidas entregando información general y pocos datos personales, pero al tercer a cuarto whisky ya empezaron a salir pequeñas confidencias personales, y poco a poco lo fui encontrando simpático, con personalidad fuerte, rápido de mente y lengua, con una aceptación plena de su condición tanto económica como social y sexual, sobre todo en lo que se relaciona con su trabajo como prostituta callejera.

"Mira, yo soy puta pero de las buenas y caras, gano bastante pero me lo gasto en puras leseras. Pienso empezar a guardar para montar un hotelito para maricones, con dos o tres dormitorios me bastan. Sólo con que mis clientes me paguen por la pieza en vez de pagar en un motel, voy a ganar el doble que ahora. Después puedo tener un par de colitas jóvenes para que atiendan a clientes que no les gusta recoger maricones en la calle y ahí si que tendré un buen pasar, y me podré retirar de las calles, e invertir para cuando sea vieja, porque ser maricón viejo y sin plata..."

Le conté de mi gusto por vestirme de mujer y de las dificultades que tenía para satisfacer ese gusto sin ser sorprendido por mis familiares, lo que determinaba que a veces pasaran meses en que no podía hacerlo e inmediatamente me ofreció que podía disfrazarme de mujer en su casa, que compartía sólo con su madre que era una señora comprensiva de los problemas de nosotros los travestis.

"Total, me pagas la pieza como si fueras un cliente y puedes estar el tiempo que quieras. Te puedo prestar ropa, y hasta enseñarte a que te hagas un maquillaje mejor que el que tienes, que es bastante pobre por lo demás. Y si te dan ganas de otra cosa, bueno, mi cuerpo de diosa está a la venta, o al arriendo, o a lo que sea, siempre que me pagues" Dijo riendo coquetamente.

Continuamos hablando como cotorras y se fue produciendo una corriente de simpatía, evidentemente mutua, que me hizo sentir que lo conocía de siempre.

Y parece que a él le ocurrió lo mismo porque dijo:

"¿Sabes putita? Me caes bien. No sé por qué te he contado cosas de mi vida que no las he contado a nadie, sobre todo mis asuntos personales"

Así continuamos haciéndonos confidencias cada vez más íntimas, y cuando el camarero llegó con la cuenta, porque estaba por cerrar el pub, ya nos sentíamos viejos amigos, con confianzas establecidas, sobre bases claras.

Salimos levemente ebrios y me pidió que lo llevara a su casa porque ya era muy tarde para volver a su esquina y que por lo demás no tenía ganas de hacerlo debido que a esa hora de la noche circulaban muchos ebrios, que sólo crean problemas.

Camino a su casa nos detuvimos en un restaurante chino, en donde comimos tranquilos sin que nadie se molestara por nuestra condición, dado que el dueño y los camareros conocían a Michelle y nos atendieron con las gentilezas reservadas a clientes femeninas, sin sonrisas de doble sentido ni bromas. Cuando pregunté por el servicio higiénico me indicaron amablemente el tocador de damas, el que utilicé sintiéndome toda una mujer.

Cuando llegamos a su casa me invitó a entrar para seguir conversando y conocer a su mamá, que siempre se despertaba a su llegada para saber si tenía algún problema.

La mamá de Michelle era una señora de edad media, baja, de apariencia amable que no se sorprendió al verme y que cuando me hablaba me llamaba por mi nombre femenino, conversó unos momentos con nosotros y volvió a su dormitorio.

Michelle y yo seguimos conversando bebiendo un buen whisky servido en finos vasos de cristal que hacían juego por su calidad con muchos pequeños detalles que nos rodeaban, muestras de buen gusto y elegancia, aunque un poquito recargadas, lo que me hizo reevaluar mi opinión sobre él, que evidentemente no era tan pobre en educación.

Cuando decidí partir rumbo a mi casa, Michelle se opuso diciendo:

"Mira Juanita, es tarde, estás bebida y puedes tener un accidente. Quédate a dormir acá, tengo otra cama o si lo prefieres te acuestas conmigo, pero como amigas solamente, no seas loca de irte a esta hora. En la mañana te vas descansada y no tendrás problemas"

"Pero ¿cómo voy a salir de día vestido así?"

"No te preocupes, te presto ropa de hombre. Tienes una talla parecida a la mía, y dentro del coche ¿quién se va a fijar?"

Encontrando razonable sus argumentos, decidí quedarme, lo que me produjo una sensación placentera y curiosa, ya que sería la primera vez que dormiría con un hombre, y más aún, uno que me estaba gustando más a cada momento, sin importarme lo que recordaba de él cuando me violó.

Preparándonos para dormir, tuvimos momentos de intimidad muy agradables y sencillos mientras nos quitábamos el maquillaje, compartiendo la sala de baños, mirando con naturalidad nuestras acciones de aseo íntimo, conversando sobre maquillaje, sus calidades y mil pequeñas nimiedades, y luciendo nuestra desnudez con naturalidad. El se acostó desnudo y yo me dejé las enaguas y medias para sentir en mi cuerpo la seda. Me acerqué a su cuerpo y extendió un brazo para que me apoyara en su pecho. Entrelacé mis piernas con las suyas y pronto el calor agradable que radiaba de su cuerpo y su respiración tranquila, me produjo una calma tal que entré en un estado de paz que hacía mucho tiempo no sentía, y me dormí sin darme cuenta.

Desperté lentamente al roce de sus manos que recorrían mi cuerpo y con su respiración agitada soplando en mi cuello, a la luz del amanecer que entraba por las cortinas floreadas de la ventana.

Me hice el dormido para seguir gozando de ese momento seductor, pero pronto se dio cuenta que estaba despierto al encontrar mi pene erecto el que apretó fuerte, como saludándome y me giró con fuerza dejándome de cara sobre la cama.

Al estirar mi mano hacia atrás encontré su enorme pene pulsando entre mis nalgas y tomándolo entre mis dedos, que apenas lo podían rodear, ayudé a que lo introdujera en mi ano de un empujón violento como a él le gusta y que yo recordaba.

El dolor fue intenso y se escapó un gemido entre mis dientes apretados que silenció girando mi cabeza hacia atrás y besándome largamente mientras iniciaba el violento movimiento de caderas que hacía entrar y salir su enorme pene por mi ano.

De pronto todo el dolor desapareció y se transformó en oleadas de placer que estremecieron mi cuerpo y me impulsó a iniciar un movimiento de respuesta tanto o más violento que los de él, pensando obtener la mayor cantidad de placer antes que eyaculara, pero los minutos fueron pasando sin que el ritmo disminuyera lo que me fue excitando aún más.

Como me explicó después, para acabar rápidamente debía estar muy excitado y muy bebido, como cuando me violó, porque normalmente él montaba o era montado por varios clientes por noche sin sentir nada, y lograba motivarse una o dos veces por mes y ¡Yo había obtenido el premio mayor dos veces!

Por lo que después de casi media hora de estar penetrándome en forma violenta explotó largamente dentro de mí, provocando que el dolor placentero de mi ano se extendiera por todo mi cuerpo disparando mi propia explosión casi tan interminable como la de él.

Después de chupar y lamer su pene hasta dejarlo limpio nos envolvimos con nuestras piernas y brazos, y con los rayos de sol dibujando las flores de la cortina en una muralla de la habitación, cansados pero felices, nos quedamos profundamente dormidos.

Desperté sobresaltado con la fuerte voz de su madre casi en mis oídos:

"¡Despierten niñitas! La hora que es y ustedes todavía durmiendo, ¿no les da vergüenza? Hay que ventilar esta pieza, parece cueva de leones, ¡No sé como pueden dormir tan encerradas!"

La miré asustado y avergonzado y vi que estaba sonriendo sosteniendo una gran bandeja en que humeaban dos tazones con café, cuyo aroma ya llegaba a mis narices, junto a varios panecillos y un plato con tiras de jamón y queso.

"Les traje desayuno, porque necesito que se levanten y vayan a comprar algunas cosas que me faltan para hacer el almuerzo. Juanita, tú almorzarás con nosotras"

Salió dando un fuerte portazo, y luego se sintió su canturreo alejándose.

"Oye, ¡tu mamá si que es especial!"

"Te dije que es comprensiva, y como nunca traigo a alguien para dormir conmigo debe haber pensado que eres especial y por eso es tan amable contigo"

¡Fue el mejor desayuno de mi vida!

Me sentí como recién casada y en luna de miel, comiendo mi primer desayuno en cama con el hombre que me había quitado mi virginidad y que me había proporcionado una noche de amor violento pero maravilloso.

Después nos bañamos juntos jugueteando bajo el agua caliente y luego de secarnos mutuamente me mostró su guardarropa y empezó a probarme sus vestidos que me quedaron como si hubieran sido hechos para mí, de los que finalmente decidió que el que mejor me quedaba era uno amarillo, de tela delgada de grandes flores, mangas cortas, amplio escote, talle ajustado con cinturón y falda corta que mostraba mis piernas. Completó el conjunto con unas sandalias de taco pequeño que permitían ver mis uñas pintadas de rojo intenso, agregando aros, collar y pulseras haciendo juego, y me maquilló expertamente para efecto diurno.

Él se vistió como hombre y se veía increíblemente atractivo con pantalón negro, camisa de seda blanca y mocasines blancos.

La señora Amelia al verme dijo que me veía estupenda y que no se notaba que no era mujer, lo que me hizo sentir una felicidad increíble.

"Vamos Juanita, tenemos que salir de compras para el almuerzo"

"¡Estás loca! ¿Cómo saldré vestido así?"

"No te preocupes, no se te nota, y si alguien se da cuenta, en este barrio un maricón más vestido de mujer, no llama la atención. ¡Salgamos nomás!"

Y tomándome del brazo salimos a la calle iluminada por el sol que empezó a calentar gratamente la piel de mis brazos y escote, mientras sentía circular el aire caliente del mediodía por mis piernas y muslos bajo mis faldas. Nos cruzamos con varias personas sin que yo notara que reaccionaran al verme lo que me hizo sentir confianza y mi paso se puso más seguro.

¡Me sentía feliz! Por fin lograba satisfacer mi deseo de caminar vestido de mujer a la vista de todo el mundo, tenía ganas de bailar, de correr, de que me vieran y pensaran ¡Que bonita es!.

En ese estado mental recorrí, del brazo de Michelle, varios locales en que compramos diferentes productos sin que nadie se diera por enterado de que yo no era lo que parecía. Volví a la casa tomada del fuerte brazo de Michelle sintiéndome pleno, feliz y agradecido de él por darme esta oportunidad.

Hicimos el almuerzo entre los tres, riéndonos y hablando como cotorras.

Estuvimos analizando la posibilidad de transformar su casa en hotelito para sus clientes y le ayudé a dejar dos piezas listas, con las camas dispuestas, muy bien presentadas con detalles elegantes y luego nos tendimos a reposar ya que se había decidido que yo partiera al obscurecer vestido de mujer.

Después de dormitar un rato, nos despertamos totalmente despejados y me enseñó a maquillarme para la noche en que la luz artificial hace cambiar los colores, y quedé realmente hermoso, tal como quedó él cuando se arregló para ir a trabajar, con una elegancia tranquila y cuidada hasta en los pequeños detalles haciéndonos ver como un par de mujeres de muy buen ver.

Lo dejé en la esquina de la plazoleta en que trabaja, y al iniciar la despedida dijo:

"No te vayas todavía, bájate para presentarte a las otras putitas"

Yo, que tenía ganas de lucirme en la calle, acepté de inmediato y caminamos hacia el grupo de travestis que estaban esperando que alguien requiriera de sus servicios, a los que me presentó como Juanita, y noté que me miraban casi con envidia, debido que al lado de ellas yo parecía una reina, ya que eran un montón de travestis pobres, con ropas y maquillaje de regular calidad, entre los que nos destacábamos notoriamente.

Por eso cuando un coche se detuvo y Michelle se acercó a conversar con el conductor, volvió a donde yo estaba parado y dijo sonriendo:

"Quiere ocuparse contigo"

"¿Estás loca?"

"Anda, no seas tonta. Una chupada y dos meneos no te van a hacer menos linda. ¿No querías ser puta?"

"¿Y cuanto voy a pedirle?"

Me dijo una cantidad que me asustó por lo alta y me exigió que no aceptara rebajas, porque eso era lo que nosotras valíamos, y que fuera a su casa para que el dinero del motel quedara para él. Me dijo cuanto cobrar por la pieza, y que se lo diera a su mamá.

Me acerqué al coche caminando con cierta timidez, pero tratando de lucir mi figura para justificar el precio que cobraría. Era un hombre de edad madura, que al escuchar el precio lo encontró muy caro, e inicié la retirada, pero me atajó y me dijo que subiera.

No quiso ir a un motel y nos estacionamos al otro lado de la plaza que estaba sin iluminación y empezó a meter sus manos entre mis piernas y casi se sorprendió cuando le exigí que me pagara o me bajaba de inmediato.

Yo estaba totalmente frío y no sentí ninguna atracción ni deseo hacia él, por lo que recibí el dinero, lo guardé en mi cartera, le tomé el pene y empecé a chuparlo tratando de que acabara lo más rápido posible para salir del coche y olvidarme de él.

Tenía razón Michelle: poco más de una chupada y dos meneos dados con fuerza bastaron para que me llenara la boca de semen que boté a la calle.

Se limpió, se arregló las ropas y me bajé del coche para cruzar la plaza, sintiéndome satisfecho por haber podido controlar tan bien a mi primer cliente.

¡Me sentía toda una prostituta experta!

Llegué al grupo a tiempo de ver partir en un coche a Michelle, y un travesti me dio su mensaje de que lo esperara.

Mientras decidía si esperaba o no, un coche se detuvo frente a mí y su conductor me hizo señas para que me aproximara. Fui hacia él sintiendo una curiosa expectación.

Era maduro pero muy atractivo y me preguntó cuanto cobraba, le dije el mismo precio que al anterior lo que aceptó de inmediato, pero que fuera servicio completo y en un motel discreto que se ofreció a pagar.

Me subí al coche y partimos hacia la casa de Michelle. En el camino y mientras Roberto, ese era su nombre, me acariciaba las piernas y yo le masajeaba el pene que no se sentía muy grande ni duro, le expliqué que íbamos a una casa discreta lo que aceptó de buen ánimo, porque no le agradaba que lo vieran entrar en un motel.

Yo iba pensando sobre lo que esperaba Roberto por un servicio completo, pero, ya era tarde para preguntarle y presumía que una chupada y dos meneos no serían suficientes, por lo que mi ano empezó a cosquillear.

La señora Amelia me saludó con un beso, y sin mirar a Roberto nos condujo a una de las habitaciones que yo había ayudado a preparar, y despacio me dijo que Michelle estaba en la otra pieza con un cliente.

Roberto me pagó y le canceló la habitación y dos whiskys con agua, que la señora Amelia trajo retirándose de inmediato dejándonos solos.

Me saqué el vestido quedando en ropa interior, luciendo coquetamente mi figura y caminando por la habitación para que Roberto viera la mercadería que había adquirido, y que de acuerdo a su forma de mirarme estaba más que conforme y satisfecho.

Lo ayudé a desvestirse y quedó sólo con la camisa que le pedí que se sacara porque podía mancharse con mi maquillaje y su señora lo descubriría. Me agradeció el detalle y quedó desnudo.

Sentándose en la cama me ordenó ponerme de rodillas para chuparle el pene que no parecía reaccionar por más que lo lamía, succionaba y mordía. Su olor era fuerte y pegajoso, pero no desagradable. Mi cara golpeaba contra su barriga voluminosa y suelta, lo que casi me hace reír. Después de un rato empezó a endurecerse y crecer, no mucho, pero...

Se acostó de bruces en la cama mostrándome sus gordas nalgas y me pidió que se lo metiera, lo que hice sin dificultades, aunque mi pene no es pequeño, porque era evidente que su ano tenía mucho camino recorrido. Empecé a bombearlo con fuerza y pidió que lo golpeara mientras se lo metía, y empezó a gemir de placer mientras yo le daba fuertes bofetadas y pellizcos.

Descubrí que me agradaba estar en posición de poder aplicar fuerza y dominación y empecé a tirarle el pelo y morderle la espalda lo que hizo que aumentara sus quejidos de agrado, hasta que muy excitado se enderezó mostrándome su pene erecto que había crecido bastante y me ordenó ponerme en cuatro patas como una perra y me lo metió con fuerza hasta el fondo haciéndome quejar de dolor, y empezó a meterlo y sacarlo de mi ano golpeándome las nalgas con su barriga.

Yo, que no estaba excitado, aguanté sus empujones emitiendo falsos gemidos de placer y dolor, y muy rápido Roberto acabó dentro de mí, desplomándose de espaldas en la cama y acezando como un perro.

Al salir del baño después de hacerme un prolijo aseo y reparar mi maquillaje me crucé en el pasillo con Michelle que dijo:

"Juanita, cuando termines con tu cliente, quédate y haremos un trío con el mío. ¡Es una joya!. Te vas a llevar una sorpresa, y de las buenas. Quiere un poto más y te va a pagar aparte"

Acepté de buenas ganas porque Roberto me había dejado frío, y al oírla sentí una leve excitación.

Mi cliente estaba descansando y me empecé a vestir diciéndole que se diera una ducha para sacarse el olor a mi perfume, lo porque podría delatarlo en su casa. Después, y mientras se vestía, me pidió un número de teléfono donde pudiera ubicarme porque había quedado muy conforme conmigo y le dí el de Michelle, diciéndole que ella me podía ubicar fácilmente para él.

Nos despedimos en la puerta de la casa, y se fue aliviado por no tener que llevarme hasta donde me encontró.

Al entrar en la pieza de Michelle y su cliente, estaban tendidos desnudos en la cama y al verme él dijo:

"Tenías razón, está harto buena, me gusta"

Era un hombre muy corpulento y al mirarle el pene me dieron ganas de arrancar: ¡Era inmenso, mucho más grande que todo lo que yo había podido imaginar! Sólo de verlo me empezó a doler el poto.

Me desvestí y me pidió que se lo chupara para entrar en confianza mientras él chupaba a Michelle.

Le obedecí, pero antes, me llené el ano de crema y me la introduje con los dedos lo más profundo que pude pensando que ese animal me iba a desgarrar entero.

No pasó mucho rato y me hizo poner en cuatro patas y empezó a metérmelo poco a poco abriéndome al máximo las piernas, mientras yo aguantaba mis ganas de aullar de dolor. Lentamente logró introducirlo completo y poniendo unos almohadones bajo mi cuerpo me hizo apoyar en ellos, dejándome con las nalgas mucho más altas que la cabeza y le pidió a Michelle que se lo metiera con fuerza.

El empujón de Michelle hizo que se introdujera más aún por mi intestino. Una vez acoplados dejaron caer sus cuerpos sobre el mío y empezaron a moverse aumentando lentamente el ritmo de sus ataques. Cualquier movimiento de ellos repercutía en lo profundo de mi cuerpo enviando oleadas de dolor que me hicieron correr las lágrimas mientras me sujetaba con todas mis fuerzas de los barrotes de la cama tratando de soportar sus pesos combinados, la furia de sus movimientos, mis dolores internos y del ano que sabía me estaba desgarrando.

Mi cerebro pareció reventar porque veía luces y estallidos adentro de mis ojos, que seguían el ritmo de sus embestidas provocando espasmos en toda mi musculatura y produciendo calambres en mi espalda y piernas abiertas junto con la sensación de triunfo de haber podido aguantar y tener en mi interior ese trozo monstruoso de carne dura.

Pronto el grandote entró en rápidos espasmos que anunciaban su eyaculación, lo que me provocó deseos de que continuara porque ya lo único que sentía era placer.

Finalmente en medio de sus gritos acabó largamente.

Michelle y yo no acabamos, como buenas prostitutas que somos, pero lo fingimos a la perfección para que el cliente quedara conforme con nuestro desempeño, pero luego no me pude parar en largo rato debido a los dolores y calambres que tenía y después caminé como lisiado con las piernas abiertas, mientras ellos se reían de mi estado.

El grandote nos dejó en la plaza y Michelle me entregó el dinero convenido y ganado con tanto sacrificio. Me dolía tanto estar sentado que apenas pude conducir hasta mi casa, pensando que había ganado mucho dinero en poco tiempo, pero con demasiado dolor, por lo que no estaba muy seguro de continuar siendo puta, a menos que...

(9,20)