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Mis juguetes nuevos II

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Cae la tarde, el día está gris, plomizo, con esa llovizna fría que cala los huesos, que invade mezclada con el viento, haciendo inutiles paraguas, impermeables, que te moja la cara, el cabello, un chubasco de aquellos; llego a casa de mi Señor, empapada, aterida, deshechas todas mis ilusiones de llegar espléndida, rendida a las inclemencias del tiempo; en realidad, rendida a los pies de mi Dueño.

Me recibe mi Amo, solícito, me observa entrar, un aspecto calamitoso, y me pregunta con una sonrisa pícara: - ¿Llueve, perrita? - borrando de un plumazo todos mis malos humores, y obligándome a la respuesta - “No, mi Señor, es que crucé por la plaza…vi la fuente, y no pude resistir la tentación de meterme dentro, para refrescarme”, provocando una carcajada franca, esa risa que me produce satisfaccion, placer, y me erotiza, tanto como su voz recia, cuando me ordena algo serio, o dulce cuando me mima, esa risa que tanto me gusta.

Me gusta tanto como su mente inquisidora, penetrante, que adivina mis dudas, mis preguntas, mis temores, mis anhelos, esa mente que cada día me sorprende con algo nuevo; como hoy, como ayer, seguramente como mañana también.

“Perrita, hoy quiero mostrarte unos juguetes que encontré, creo que pueden resultarte muy placenteros…”levanto la vista, y me encuentro con unos ojitos traviesos que me miran, esperando mi reacción; quiero mantener la compostura, pero es inutil; el brillo de mis ojos, deseosos, anhelantes, llenos de deseo, me traiciona; y el intento de ocultar las ganas de disfrutar los deseos de mi Amo, provoca otra carcajada satisfecha; es que además, los pezoncitos se ponen duros, y no de frio precisamente, sino del calor que me invade; mis palabras, intentando disimular, suenan vacuas:-“ Si, mi Señor?” - pregunto intentando esconder mi excitación; mi Amo me dice: “ Claro que si no quieres verlos, los guardo para otra ocasión…” provocando en mí un ataque de ansiedad, desesperada por saber de que se trataba, deseosa de disfrutar de mi Amo, con mi Amo y para mi Amo…

Muy divertido con el efecto provocado, tiene piedad de mí y me muestra las últimas adquisiciones…un vibrador anal, pequeño, muy simpático, de acero, una cosita pequeñita, que me desilusiona por el tamaño, luego de haber sido penetrada por el dildo de la última sesión; no tenía idea de lo que me iba a provocar el “inofensivo” artefacto; una barra de madera, no muy pesada, con dos pinzas bastante interesantes, que no parecían demasiado apretadas (otro error de apreciación que iba a descubrir pronto…) y unas bolas muy simpaticas, de diferentes tamaños, muy bonitas, unidas entre sí con un cordón, con unos cascabelitos en la parte interior, que me resultan muy agradables…también me muestra las pinzas con cadenitas que había utilizado antes, que ya eran amigas de placer y dolor, y el frasquito con el aceite que me había provocado tanto ardor la vez anterior…cuando lo veo, no puedo evitar estremecerme, recordando como las sensaciones se multiplicaban, como se fuera una pócima secreta de un avezado Mago que hubiera desatado las fuerzas del placer, y miro a mi Señor con una carita de : - “Mi Señor, no voy a aguantar…” - sin que mis labios pronuncien queja alguna; mi Amo, como siempre, acalla mis dudas con paciencia y dulzura, sólo con su mirada, y su mano sobre mis cabellos, apenas rozándolos…

- “¿Quieres jugar, perrita?” Me pregunta tranquilo, conocedor de la respuesta… “Ponte el collar y preséntate, entonces, para que podamos empezar”

Como cada día, el ritual, que nos transporta a un espacio donde no existe nada más que Amo y esclava, Dueño y perra, Señor y sumisa.

Sus palabras, y las mias en respuesta a su orden, son un puente que ambos cruzamos, hacia un mundo mágico, maravilloso, el imperio del dolor, del placer, de los sentidos multiplicados al infinito.

Me presento, como siempre, manos a la nuca, el collar preciado en mi cuello, como único atavío, mi cuerpo desnudo se expone ante su Propietario, sientiendo su mirada sobre cada parte del mismo, lenta, disfrutando de su posesión. Se sabe Amo y Dueño, y su mirada acariciante reafirma su potestad.

Espera, tranquilo, tiene toda la tarde; soy yo la impaciente, que frente a su parsimonia, me inquieto, pensando en todas las cosas que puede hacer con los juguetes, y sin ellos también. Pero es inutil, el ritmo es suyo, y debo deblegarme a su tiempo. Él lo sabe, y lo disfruta, sabe que soy apresurada, y quiero todo ya; y justamente, ese punto es el que me hace trabajar cada día con mayor intensidad.

“Vamos a comenzar con tu culito, perrita, ese culito tan prieto”, yo estoy muy relajada, si bien me cuesta todavía los objetos en el culete, el pepinito de marras, es tan pequeño que no me preocupa…mi Amo acaricia mi esfinter, suavemente, expandiéndolo sin prisas, y me introduce lentamente el pepinito, yo siento apenas una molestia, pero mi esfinter comienza a acomodarse; cuando mi Señor considera que está bien ubicadito, se ocupa de mis tetitas, pequeñas, de pezoncitos no muy grandes. Las acaricia con la punta del dedo, y ellas responden inmediatamente, parecen hipnotizadas por la piel de mi Amo, se ponen en punta, impúdicas; Él las toca, las rodea con su dedo, aprisiona levemente los pezones, las toca con la puntita de la lengua…y yo sigo con las manos en la nuca, abierta, expuesta, tomando temperatura, resoplando para aguantar el estímulo bellísimo que Él me provoca. Cuando considera que estan bien estimuladas, los pezones empinados, toma la barra de madera, con las pinzas tan inocentes, y las coloca sobre mis pezones, claro, parecían inocentes, pero, yo no conté con el peso de la barra de madera, que hacía que a la presión de las pinzas, se le sumara el peso, provocando una sensación de opresión tolerable, al menos por un rato.

“Ahora te vamos a adornar un poquito” , tomando dos juegos de pinzas con cadenas; “tranquila, no pasa nada” me dice, cuando advierte mi mirada inquieta; es que recuerdo la pinza en el clítoris, y comienzo a sudar…

Asegura un extremo de las pinzas a la barra de madera, y el otro, a uno de los labios mayores; ajusta los tornillos de las pinzas para que aprieten sin dolor, impidiendo que se salgan; repite la operación y se aleja unos instantes, para observar su obra.

Le gusta lo que ve, el brillo de su mirada lo delata, y la sonrisa satisfecha también; y yo sonrío feliz, porque ese es mi placer también; me siento plena cuando mi Amo está satisfecho; eso me carga de energía para aguantar lo que pueda venir.

Finalmente, corona su obra con las bolitas con los cascabeles, las introduce en el coño que, abierto y lujurioso con el marco de las pinzas, pareciera que las estuviera esperando.

“Ahora vamos a practicar un poquito de silencio y quietud, te acuerdas, mi perrita inquieta, quiero que me demuestres tu entrega, quietecita, estas preciosa, y no me gustaria arruinar el efecto, asi que…ya sabes”

Ya sé, claro que lo sé, y Él sabe lo que me cuesta, quedarme inmovil, y callada. Pero es su deseo, y yo esbozo una sonrisa valiente, y me preparo para quedarme como la estatua que mi Amo desea contemplar.

Piernas abiertas, los labios del coño pinzados, enganchados a la barra de los pezones, que tambien estan pinzados, el culito invadido por el pepinito que casi ni se siente, las manos a la nuca, que obligan a las tetas a exhibirse orgullosas...

“!Qué cabeza la mia! - exclama mi Dueño – casi me olvido de lo mas importante”; tomando el mando del pepinito , que cuelga inocente, oprime un botón, regula un mando y el dichoso pepinito, comienza a vibrar, perdiendo su inocencia original.

Mi Señor se sienta frente a mí, a contemplar el espectáculo de esta perrita movediza, tratando de obedecer, intentando relajar los brazos, mantener inmovil las piernas, ignorar las pinzas, que aprisionan sus tetas, sus labios, pero es dificil, porque el “inofensivo” pepinito, no solamente vibra dentro del culete, sino que hace que las bonitas bolitas del coñito, con sus cascabelitos simpáticos, comiencen a agitarse, levemente, claro, pero cada vez mas profunda y sensualmente.

Transcurren 5, 10, 15 minutos, sólo la mirada firme de mi Amo, me mantiene, ya no serena, pero aguantando firmemente los deseos, el dolor, las ganas de bajar los brazos, de quitar el bicharraco del culete que ya está provocando un poco de excitación, de limpiar los jugos que empiezan a correr por los muslos, las pinzas, curiosamente, se soportan, seguramente la zona está aletargada, señal segura que el dolor cuando se quiten, será significativo…

Mi Señor se acerca, me acaricia los cabellos, roza con sus manos mis antebrazos cansados, toma mis muñecas y con delicadeza, las lleva hacia mi espalda, mi cabeza se eleva en un gesto de aprecio, abre con sus labios mi boca, un solo gesto, un beso apasionado, hace que desaparezca mi cansancio, mi dolor, mis pesares, sólo Él y yo.

“ ¿Quieres continuar? – pregunta, solícito, como siempre - ¿Segura?” Mis ojos se llenan de ternura al sentir sus caricias, y sus cuidados, y afirmo presurosa.

“Bien, vamos a ponerte un antifaz, para que estés mas comoda”, acota, travieso; el antifaz me produce muchas sensaciones, pero la comodidad no es justamente una de ellas; todos los sentidos se exacerban, las sensaciones se multiplican, y yo, sonrío adivinando sus intensiones.

“Mi perrita, vamos a ver como están estas tetitas, tan apretadas con estas pinzas”, y cuando las quita, mil hormigas pasan por allí, el dolor hace que un “ay, mi Señor” se me escape, pero sus manos prestas, masajean las puntas de los pezones para provocar la irrigación… “Pobrecitas, tan apretadas, voy a masajearlas un poquito” y toma el aceite, y masajea cuidadosamente mis pezoncitos apachuchados; claro, cuando quita las pinzas, la barra de madera, ya no tiene sostén, con lo cual, también quita las pinzas de los labios, con el nuevo “ay, mi Señor” que ya parece una letanía, y la mano de mi Amo, suavemente, acaricia la zona de los labios doloridos.

“Perrita, voy a quitarte las bolitas tambien” me dice, comprensivo, y yo no puedo más que agradecer tanta gentileza de mi Dueño…pero cambia de opinión diciendo “Te has quedado sin adornitos, voy a volver a colocarlas”

“Ahora, mi perrita, quiero que te quedes cinco minutos apenas, absolutamente inmovil, ¿no es mucho, verdad, mi pequeña? Sólo tienes las bolitas en el coñito, y el pepinito, casi, casi, que voy a aumentar un poquito la velocidad”

Lo cierto es que yo me había olvidado del aceite, y cuando lo utilizó en las tetas, y luego en los labios, solamente registré el alivio que me provocaba la caricia y la suavidad del mismo, pero era, el aceite infernal que al cabo de uno o dos minutos, empezaba a picar, y a provocar unos calores que multiplicaban los deseos de orgasmar al infinito…

No había podido observar que las bolitas, antes de volver al coñito, habían sido también untadas con este aceite; pero lo empecé a sentir, primero en las puntas de los pezoncitos, y entonces recordé que, antes de tener el antifaz, la botellita era la misma de la otra vez; sentí un calor en las puntas de los pezones que era terrible, no me quemaba, sino que me excitaba, y los labios acusaban recibo de la misma sensacion.

Lo peor fue cuando las bolitas chinas, en el coño, untadas del aceite, se fusionaron con mis jugos, y con el movimiento provocado por el consolador anal, que hacía que las bolitas tuvieran también vibración, transformaron mi coñito en una marmita de orgasmos, un caldero a punto de reventar, mientras mi Señor contemplaba mis inútiles esfuerzos para mantenerme inmovil, concentrada ahora solamente en no correrme.

“Aguanta, perrita, sólo falta un minuto” me dijo al oido, suspirando suavemente en mi cuello – “Aguanta para mí, para tu Amo, sé que puedes hacerlo ¿ lo harás? ” mi cuerpo temblaba ya perdida toda compostura, mis espasmos se multiplicaban, las piernas casi no podían sostenerme…pero quería aguantar, solamente me sostenía el calor del cuerpo de mi Amo y Señor junto a mí, llevándome a un punto más profundo que el día anterior.

Cuando no podia más, realmente ya no podía mas, la mano de mi Amo apaga el vibrador, y tomando la cuerda de las bolas, jala de ellas al tiempo que su voz profunda exclama: “Córrete, mi perrita, es mi placer!” mientras sus brazos me sostenían cuando ya mis piernas, no podían resistir mas los espasmos de placer.

Luego, mi cuerpo a sus pies, mi cabeza sobre sus rodillas, su mano acariciándome los cabellos, y la sensación de pertenecerle, completaron una jornada tan intensa como divertida.

“¿Tienes ganas de nuevos juguetes, mi perrita traviesa?” me pregunta mi dulce Señor…

Mi cuerpo, una vez más, se encargó de responder a esa pregunta.

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