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Humillando a mi esclava

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Claudia es mi esclava. Y yo soy su dueño. Ella: tiene la concha y el culo más dispuesto que he visto en mi vida. Yo: tengo una parada de pija cada vez que ella me entrega su cuerpo. Gozo con su dolor y su humillación, también gozo cuando ella goza. Estamos hechos el uno para el otro.

Hace 4 años que la tengo, y lo que más me excita de ella es su inagotable necesidad de ser dominada y humillada. Cuando no ha cometido ninguna falta, pero siente la necesidad de ser castigada, se acerca a mí de rodillas, baja la cabeza y espera. Es un código que tenemos.

Anoche yo estaba mirando el partido de fútbol y Claudia vino de rodillas hasta el sofá donde me encontraba, y agachó la cabeza. Es todo lo que necesitaba saber. Pero realmente quería mirar el partido. Tenía que hacerle entender que no corro atrás de sus caprichos. La dejé así unos 10 minutos, hasta que terminó el primer tiempo. Después la agarré de los pelos y le empuje la cabeza sobre mi bragueta, y se la restregué.

―Bajame el cierre de la bragueta y sacame la pija.

―Si, Señor.

―Muy bien, así. Ahora sacate toda la ropa y traé una zanahoria de la cocina, pero antes encendeme un cigarrillo.

―Si, Señor.

Me quedé en el sillón, con la pija todavía flácida, al aire. Mientras fumaba el cigarrillo, Claudia volvió con 4 zanahorias.

―Puta, arrodíllate frente a mi, quiero sacudirte las tetas.

―Si, Señor.

Se arrodilló frente a mi y puso sus tetas a mi disposición, las manos detrás de la cabeza. Que delicia zamarrear esas tetas de vaca que tiene. Se las estire pellizcándolas por los pezones, retorciéndolos, se que el dolor le gusta, sobre todo si es leve. Les doy un par de golpes, y ellas vuelven siempre al mismo lugar.

―Recostate sobre la mesita boca arriba y abri bien las piernas, quiero ver si esa concha esta bien jugosa como a mi me gusta.

Efectivamente, ya esta jugosa, pero igual la escupo, solo para agregarle un poco más de morbo al tema. Elijo una zanahoria mediana y me la meto en la boca hasta empaparla con mi saliva.

―Puta, separa bien los cachetes del culo, esta zanahoria no va a entrar sola. Muy bien, ese culo esta cada día mas lindo.

―Gracias, Señor, es suyo.

―Preparate.

Le meto un dedo primero, para ir precalentado. Ese culo ha comido de todo en estos años, sobre todo mi pija. Le meto la zanahoria de a poco, y escupo un poco mas sobre el agujero para que entre más fácil. Al final, cuando ya entró 6 o 7 centímetros más o menos, y quedan 2 afuera, le doy una fuerte cachetada en su concha tan expuesta y brillante de jugos. Eso le dolió más, se le ve en la cara. Pero lo acepta, sabe que me gusta y por eso me deja hacerlo. La agarro de los pezones nuevamente y la levanto hasta dejarla sentada sobre la mesa. Pero hay un problema, me esta tapando el televisor y esta por empezar el segundo tiempo.

―Claudia, me calienta más ver el partido de fútbol que verte a vos con esas tetas colgando y esa cara de puta baqueteada. Salí de acá. Primero anda a la cocina y trae un trapo para limpiar que dejaste la mesita llena de flujo.

―Si, Señor.

―Sabés que no se te puede salir la zanahoria. La vas a tener metida en el orto hasta que termine el partido, eso es por haberme interrumpido.

―Si, Señor, con mucho gusto mantendré la zanahoria metida en el orto.

Cuando vuelve de la cocina le cacheteo el culo y le ordeno que me traiga una cerveza. Vuelve con la cerveza.

―Ahora acóstate en el sillón al lado mio, sobre tu espalda, con la cabeza en el apoyabrazos y las piernas a cada lado mio. Quiero jugar con esa conchita de puta que tenes mientras miro el partido.

―Si, Señor.

―(Paff! Otro cachetazo en la concha.) Voy a apoyar mi cerveza entre esas tetas, si se llega a derramar una gota, cobras. ¿Entendido?

―Sí, Señor. Trataré de no moverme.

Empieza el partido nuevamente y cada par de minutos le pego en la concha de nuevo. La cerveza no se mueve, atrapada entre esas tetas. Empiezo a jugar con su agujero libre, metiendo unos centímetros dos de mis dedos, luego los saco. Juego con su clítoris, que está tenso. En eso mi equipo mete un gol y le meto los dos dedos hasta el fondo. La empiezo a pajear con mis dedos, cada vez más rápido. La zanahoria está todavía bien metida en su culo. Un par de metidas más y Claudia acaba, y obvio, tira la cerveza.

―Quiero que lamas todo el desastre que hiciste el piso, Claudia. Vamos, rápido.

Claudia bien pronta se pone en 4 patas y empieza a lamer la cerveza del piso. Pero ocurre lo segundo: la zanahoria se le sale del culo.

―Trae la escoba. Y un forro.

Ella sabe a qué escoba me refiero. Trae la escoba de mango de madera con el forro ya puesto en el palo. La apoya en el sofá y se pone a 4 patas nuevamente, separando bien las piernas. Le meto el palo de escoba en el culo y con el mismo la maniobro, levantadole el culo hasta dejarla con las piernas completamente estiradas y el cuerpo en 90° hacia adelante, para poder soportar el palo en el culo. Sigo mirando el partido, sosteniendo el palo, y de vez en cuando lo muevo para algún costado o para adelante o atrás, haciéndola moverse de aquí para allá, como una marioneta.

Cuando termina el partido, la llevo hasta la habitación guiándola con el palo de escoba metido en el ojete.

―Recostate sobre la cama, ya podes descansar.

―Gracias, Señor.

―Ahora sacate el palo del culo.

―Si, Señor.

―Bueno, parece que algo bueno salió de todo esto, ahora mi pija está bien parada. Rodillas sobre la cama, bien separadas, vamos. Baja bien el culo, no quiero que ese agujero se cierre tan rápido. Es increíble, Claudia, la cantidad de cosas que te puedo meter por el culo y la concha. Si por vos fuera, estarías todo el día llena. No paso ni una hora y ya te metí los dedos, una zanahoria y un palo de escoba. Si no fueras tan puta, a estas alturas ya estarías satisfecha, pero esa conchita alegre sigue jugosa, y te delata. Que puta!

―Gracias, Señor. Mi culo y mi concha son suyos.

―Si, si, ya lo sé. Que harías sin mi…

―Estaría perdida…

Y ahora fui mi pija la que le lleno el culo de puta. 1, 2, más embestidas. Hasta que le acabo adentro.

―Chúpame la pija hasta dejarla limpia.

―Si, Señor.

… …

―Ya podes servir la cena.

―Gracias, Señor. Puedo vestirme?

―No.

―Señor, donde desea que coma hoy?

―En el piso, junto a mi silla.

―Sí, Señor.

―Claudia.

―Sí, Señor?

―Después de cenar me voy a acostar, quiero que vengas a la pieza y me chupes la pija hasta que me quede dormido, no importa cuantas veces acabe, no podes parar hasta que me duerma. Después te podes quedar a dormir en la cama.

―Gracias, Señor.

… …

Hoy a la mañana el despertador sonó a las 7 como todas las mañanas. Claudia lo apagó, se levantó y como todas las mañanas se fue al patio a esperarme de rodillas y con la boca abierta. Lo primero que hago al levantarme es mearme en su boca. Nada tan nutritivo de desayuno como el primero meo del día. Ella trata de no tragar nada pero algo siempre se le pasa por la garganta, y a mi me gusta así.

 

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