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Daniela y sus compañeros (3 de 3)

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En la sala estaban mis tres jóvenes amantes, charlaban animados cuando yo salí de la recámara, me ofrecieron un trago más y me senté junto a ellos, yo seguía emocionada, ya me habían cogido los tres.

Martín seguía mirando su reloj insistentemente, hasta que cerca de las 9:30pm sonó el timbre de la puerta, yo me sorprendí pues pensaba que estaría sola para ellos y no pensé en otras personas, esto me inquietó; Mar abrió la puerta y les franqueó la entrada a dos tipos, no tan jóvenes como mis compañeros, más bien entre los 30 años, y bueno, para mi modo de ver no mal parecidos pero burdos y corpulentos como si se dedicaran al trabajo rudo. Sin querer recordé a don Javier, a quien Mario pensaba entregarme.

Saludaron a todos incluida yo y siguieron con Martín rumbo a la cocina, allí estuvieron hablando brevemente, no los escuché por la música, y dejé de darle importancia para seguir charlando con Víctor y Adrián… Se apareció mi amante y sirvió dos vasos de licor y me llamó:

―Daniela, ven por favor… ―, me levanté y lo seguí a la cocina.

Allí estaban los dos tipos de pie en la barra, les dio las bebidas y me presentó con ellos:

―Muchachos, ella es Daniela… ―, los dos tipos me barrieron el cuerpo, mirándome con lujuria, me saludaron y sentí sus manos ásperas, se llamaban Felipe y Ramiro.

―¡Pues si que esta guapa!... ―, dijo el primero.

―¡Y buenísima!... ―, comento también Ramiro al tiempo que se me quedaba mirando.

―Entonces, ¿estamos en el trato?... ―, les preguntó Martín.

―De acuerdo―, dijo Felipe, ―$1,500.00 cada uno, pero tiene que aflojar todo―

―¡Claro que harán con ella lo que se les venga en ganas!, hace rato me estaba suplicando que se la metiera por atrás… ―dijo dándome una nalgadita. ― Ella es casada y el pendejo de su marido no la llena como es debido, así que anda urgida por una buena verga, ¿verdad mi reina?... –

Hasta entonces comprendí lo que allí pasaba, Martín me estaba vendiendo a esos tipos… Me estremecí involuntariamente y solamente sonreí nerviosa.

―Pues si es casada, mejor, a mi me gustan las que son bien putonas… ―, dijo Ramiro y al hacerlo se me acercó y me acarició descaradamente las pompas.

―Pues no se diga más… ―, dijo Marín, empujándome suavemente del hombro hacía ellos.

―Aquí están la lana… ―, dijo Felipe, ―pero trae la botella para brindar con esta belleza, ¿verdad mamacita?... –

―Para brindar por su debut como piruja… ―, completó Ramiro quien ya me había levantado el vestido y me metía la mano entre las nalgas.

Se sirvieron un trago cada uno y me ofrecieron uno a mí...

―¿Qué onda compadre, cómo nos la vamos a coger?, ¿uno a uno o le damos los dos al mismo tiempo?... –

―Primero de a uno y luego la hacemos sándwich, ¿qué te parece?... –

―Por mi esta bien, pero, ¿y ella?... ―, dijo Ramiro.

―A esta hija de la chingada, le encanta la verga, ya escuchaste a su padrote, ¿no?... –

―Eso si… Oye, ¡pero está bien rica, tiene las nalgas y las piernas bien duritas!... –

Ramiro ya se había sentado y yo de pie a su lado seguía siendo acariciada por su mano en mis nalgas y en mis muslos, Felipe también se levantó y fue hacía mí, me atrajo y me apretó el culo con dureza al tiempo que me besaba metiéndome su lengua impúdicamente, mientras una de sus manos atrapó una de mis tetas, yo le correspondí lujuriosa manteniendo el beso y repasando mi lengua en la suya, mientras tanto Ramiro se puso de pie junto a mí y me agarro también el culo y me lo masajeó riquísimo; yo estaba media ebria y gemí inconscientemente revelándoles mi naturaleza de hembra caliente.

Separándose un instante de mí, ambos se sacaron sus trancas que para mi complacencia estaban muy grandes, creo que más que la de Martín, olían a sudor y a rancio, pero eso me provocó mucho más deseo por ser la putona que ambos esperaban. La verga de Ramiro era prieta y recta, gorda y cabezona con gruesas venas, la de Felipe era igual o más gorda pero tenía cierta curvatura hacía arriba; me empujaron hacia abajo y me dieron a mamar ambos toletes que de inmediato se perlaron de mi saliva. Me sabían entre salado y ácido pero me gustó el sabor de ambos y se las seguí chupando con gusto alternadamente:

―Oigan chavos, ¡vengan a ver como traga verga su amiga!... ―, dijo uno de ellos y eso me valió madres que me vieran era parte de mi gusto.

Por supuesto que me vieron, con ambos garrotes en la boca y mamé con más gusto esas gordas vergas.

―Ya pinche compadre, yo ya estoy más que caliente, ya me la quiero coger… ―

―Pues no sea usted pendejo, compadre, y éntrele al recalentado―, rió el otro.

Yo me puse de pie frente a los dos, miré hacia mis compañeros y me sentí algo extraña. Primero fue Ramiro, mal y bien para mí ya que era el más depravado de los dos, y me decía cada majadería; así que tomándome de la mano preguntó por la recámara y me llevó apresuradamente con él. Tan solo al cerrar la puerta me aventó a la cama, me abrió las piernas y me quitó de un tirón la tanga, me abrió de los muslos y me chupó la panocha que aún reservaba muestras de semen de mis compañeros.

Tan solo en unos dos minutos, me hizo suspirar y gemir, era un experto y me atacó directamente el clítoris.

―Ponte de pie cabrona y encuérate… Mejor solo quítate el vestido, me gusta cogerme a las putas con las medias puestas―, yo le obedecí y él se desnudó también.

Tenía un cuerpo duro, musculoso y cubierto de mucho vello, me subí a la cama y abriéndome de piernas le mostré mi raja mojada, Ramiro ya desnudo se subió en mí y empezó a meterme la verga; ¡ese bruto era una delicia!, me la metía y sacaba con fuerza, su garrote me envainaba y me hacía gemir a cada empujón; me la sacaba hasta su gorda cabeza y me la empujaba de golpe, llegándome al fondo de mi bollito. Me acariciaba con sus manazas ásperas, me besaba el cuello y me chupaba las tetas con fuerza, y sus manos bajaron y me apretaron las nalgas haciéndome sufrir un poco; eso sí, con un rosario de majaderías que me encantaban.

Estaba dispuesta a ganarme hasta el último quinto que había pagado por mí, así que lo abracé y me le entregué. Abrí más mis tersos muslos y le subí las piernas a la cadera para que sus metidas fueran mas hondas al mismo tiempo yo movía mis ancas extasiada al sentirme poseída por ese bruto; me atacaba con gusto y yo me le entregaba igual, de grito en grito me gozó como se le dio la gana. Sudábamos abundantemente bañándome en su sudor y en su olor a macho que lejos de serme desagradable me estaba gustando. Me sacó la verga y me volteó con decisión, sin pedírmelo siquiera, me nalgueó con fuerza hasta ponérmelas enrojecidas. Entonces ensalivándome el ano me la metió de un golpe, mi culito se distendió al máximo provocándome dolor, y grité suavemente…

Sus arremetidas eran brutales, que hasta me hizo recordarle a su mamacita a cada empellón que me daba, y es que hasta me levantaba de la cama. Me gozaba como si nunca hubiera probado un culo como el mío; bueno, quiero decir que con una chava tan culona como yo. Me la metía y me la sacaba con fuerza, diciéndome todo tipo de vulgaridades y que tanto nos encantan a las rameras como a ésta su servidora. Se acomodó de rodillas detrás de mí y estando yo completamente abierta del canal que me separa las nalgas, que me temblaban, (en parte por sus embestidas y en parte por las nalgadas que me seguía propinando), mi culito se aflojó con este tratamiento y empecé a gozar de lo lindo.

―¡Muérdeme la verga, hija de tu puta madre!... ―, intenté levantarme para complacerlo, pero me retuvo con una fuerte nalgada… ―¡Con la boca no, pendeja, con el culo, cabrona!... ―, así fue como le regalé varios apretones en la verga usando solo mi culo.

Me jalaba de los cabellos como tratándome de yegua, y yo disfrutaba; al cabo de unos minutos me la sacó y me hizo mamársela de nuevo, yo con gusto acepté, aún cuando tenía residuos de excremento. Enseguida me la metió otra vez en el culo, hasta quedarse allí moviéndose intensamente, hasta derramar su abundante esperma en mi recto, me la sacó y de inmediato sentí que el ano me ardió, prácticamente me lo había ensanchado y yo lo disfruté como una perra. Se puso el pantalón mientras yo lo veía recostada bocabajo recuperándome, salió de la recamara dejándome allí tirada…

Entró entonces Felipe, me miró y se empezó a desnudar.

―¿Qué tal te gozó mi compadre?... –, me dijo riendo.

―Muy rico, muy sabroso… ―, le contesté suavecito.

Se acostó a mi lado y acariciando mi espalda me dijo:

―Pues yo te voy a coger mejor, mi vida… ―, sus labios se posaron en mi nuca, y siguió por la espalda hasta mis nalgotas enrojecidas por las nalgadas que me había dado Ramiro.

Me las besaba y acariciaba, entonces se subió en mí y me pasó su gruesa y caliente verga entre las pompas, luego me dio la vuelta y encimándose me puso su fierro entre mis tetas; me lo frotó entre ellas y sentí toda su enormidad. Después me la puso en la boca y se la mamé con gusto, a pesar de que no la tenía tan limpia, pero eso me encantaba. Este tipo era bastante atractivo, no guapo, más bien varonil y su trato me agradó, más alto y corpulento que su amigo; también velludo y bastante musculoso… Con gusto le mamé la verga hasta casi ahogarme y cuando me la metió hasta la garganta, sentí náuseas, así que me la sacó y se recostó:

―Ven preciosa, chúpamela más todavía antes de cogerte―

No me hice del rogar, pues me gusta mamar la verga y la de este señor, me encantaba su sabor y su líquido estaba saliendo. Felipe recostado y yo me acomodé entre sus muslos y me dediqué a lo mejor que sé hacer; le lamí sus huevos peludos, chupé y mordisqueé mucho la cabezota, mientras lo escuchaba suspirar; y sin que él me lo pidiera me subí y me empalé en su macana con gran placer… Al tener su verga algo curvada me llenaba y entraba diferente, me acomodé lo mejor que pude y empecé a cogérmelo mientras Felipe me acariciaba el cuerpo.

Yo subía y bajaba cabalgando rítmicamente sobre su poderosa verga que me estaba produciendo sensaciones increíbles, él se dejaba llevar por mis meneos, y yo movía mis nalgas deliciosamente sobre su reata, contrayendo mi estrecho coño con su verga clavada hasta el tope; de verdad que me hacía gemir de gusto, estaba encantada. Empecé a sudar y me agité con mi orgasmo ya que su amigo no logró sacarme, pero para mi sorpresa me vinieron varios muy intensos, eslabonados y le di mi boca besándolo y sin dejar de moverme me seguía viniendo.

Él me abrazo y dándose vuelta sin sacármela se quedó encima de mí, y empezó a cañonearme riquísimo y me le entregué como a ninguno de los otros, me hizo suya y me gozó a su antojo, hasta que se vino deliciosamente en mi túnel de pasión. Su leche caliente me inundó hasta los ovarios y me siguió cogiendo sin perder la dureza de su fierro. Me la saco después y untando mi ano con la leche que me escurría del coño me lubricó bien el culo, y metiéndome un dedo en el chiquito, me puso de nalgas a la orilla de la cama y dirigiendo su delicioso garrote a mi ano, presionó y me la clavó hasta los huevos…

Me embistió suave y fue aumentando su ritmo hasta tenerme enculada deliciosamente. No me dolía tanto pues ya me había ampliado su amigo así que lo disfruté más, pues la leche de Ramiro ayudaba a deslizar la verga haciéndola más soportable las arremetidas que me daba. Al tiempo que me embestía con su pelvis me jalaba la cadera haciendo sus penetraciones tremendamente profundas, yo gimiendo solo lo sentía invadirme una y otra vez y contraía mí culo para hacerlo gozar mucho más… Pasado un rato, me sacó la verga, me hizo voltear quedando yo de espaldas en la cama, me levantó la cadera y me puso una almohada debajo de las nalgas, me abrió de piernas y me hizo subirlas de manera que quedaba yo encogida y con mis muslos abiertos.

Me buscó el hoyito con la punta de su falo y me la metió así, nunca me habían enculado de esa forma, su verga entraba y salía con gran rapidez, la fricción en mi ano era increíble; entonces con una de sus manos se dedicó a estimularme el clítoris haciéndome estremecer y llevándome a una serie de orgasmos cortos, deliciosos e interminables. Gozaba como una perra y me entregaba por el culo a ese tipo que me estaba cogiendo como nadie, yo sudaba y me dejaba hacer como una muñeca sin fuerza de voluntad. Me estaba dejando agotada pero él seguía empalándome cada vez con más fuerza y casi con furia.

Me hundía su grueso ariete hasta que sentía la cama bambolearse y estaba toda revuelta, estaba húmeda y olía a sudor y sexo. Cuando ya no pudo más, fuertes chisguetes de leche me inundaron el ano, logrando hacerme venir también, tan intenso como nunca creí que pudiera hacerlo; pues un líquido blancuzco y espumoso salió de mi panocha…

Me levanté con cansancio y me fui al baño, me miré al espejo. Estaba toda despeinada, mi cabello enmarañado, mi rostro desmaquillado, el rimel corrido y mi boca roja pero no de labial, sino de los besos y mamadas que habían sido objeto. Me senté en el retrete y vacié mi coño y mi culo de la leche que tenía, me lavé la cara con agua bien fría para recuperarme, fui a la recámara y me retoqué el maquillaje. Salí solo en bata y los cinco tipos estaban bebiendo muy gustosos, yo sentía mis piernas temblar así que me senté entre dos de ellos, me abrazaron y empezaron a halagarme por lo putona que soy…

Yo no alcanzaba aún a creer, me habían ya cogido los cinco tipos, estaba allí con ellos compartiendo como si nada, prácticamente desnuda y aun así me sentía muy contenta:

―¿Verdad que esta buenísima?... ―, pregunto Martín a Felipe y Ramiro, ellos afirmaron y se rieron los cinco...

―¡Palabra que es la vieja más buenota que me he cogido, además de ser bien puta, coge como ninguna!... –

―Bueno, como ustedes ya la probaron, ahora vamos nosotros… ―, dijo Martín...

―Ni madres―, le contestó Ramiro, ―apenas nos hemos gastado mil varos, y nos faltan otros quinientos… ―

―Ven acá, ricura, nos debes aun ese billete extra… ¡Órale pinche compadre, nos falta el doblete!, ja, ja… ―

―Sale pues... Ven mamacita móntate en mi verga… ―

―¡No, ya no!... ¡Déjenme descansar, estoy toda rozada!... ―, les supliqué con algo de miedo.

―¡Hija de tu pinche madre, no te lo estoy preguntando cabrona, te lo estoy ordenando, piruja!... ―, me fulminó Ramiro.

Miré a mis tres compañeros para que me apoyaran, pero ninguno hizo nada, al contrario, Víctor me dio otro trago...

―Ándale Dany, ponte briaga para que aguantes otros palos―, yo me sorprendí, ¡aún querían más y yo ya estaba súper cansada!...

Me bebí mi copa y Felipe me puso de pie, me quitó la bata, las medias, el liguero, las zapatillas y sentándose me hizo subir totalmente encuerada sobre su verga ya erecta, me la metió y le dijo a Ramiro:

―¡Lléguele por atrás, compadre, ya sé que es su lugar favorito, pero reviéntele en culo sabroso, pártale la madre a esta hija de la chingada!…

Me jalaron hasta el sofá y su amigo se aproximó a mis ricas nalgotas, me dio tres sonoras nalgadas que me hicieron gritar, me apuntó su verga y me empaló; sentí terrible. Los chicos veían como esos brutos me trataban y sacándose sus trancas empezaron a masturbarse viendo como me cogían y me partían la madre a punta de vergazos…

Estaba empalada entre Felipe y Ramiro, y lo más extraño es que lo disfrutaba aún, la verga de Felipe me hacia disfrutar por delante y Ramiro me sodomizaba terriblemente, provocándome un dolor delicioso...

―Compadre, no se pase de verga y vámonos cambiando… ―

Ramiro se salio y se recostó en el sofá, para que yo me montara, lo hice y Felipe me la enterró ahora en mi maltrecho culito, este hombre que antes me gustó se convirtió ahora en una fiera. Me enculó duro con bestialidad, me hizo gritar y suplicar al recibir una andanada de nalgadas que me ardieron toda la noche, fue brutal, sin dejar de metérmela y sacarla de mi ano; yo lloré, pero él me siguió nalgueando, diciendo toda clase de leperadas sobre mi madre, mi esposo y mi papá… Me hizo suya hasta que me llenó de nuevo el recto de leche; y cuando se me bajó, mi culo parecía un boquete de tan abierto que quedó...

―¡Órale Martincillo, llégale a ese culito!... ¡Mira como se lo dejé!, ja, ja, ja…. ¡Quedó bien abierto para usted!... ―, le dijo Felipe, mientras Ramiro me seguía apretando por la espalda empalada en su verga y sin dejarme levantar.

Martín se me aproximó por detrás, me volvió a nalguear como lo había hecho Felipe mientras murmuraba:

―Hija de tu perra madre, ahora si te corre tu puto marido de tu casa. ¡Mira nomás como estás!... ―, y sin más, me la metió.

―¡Hoy si la van a mandar a chingar a su madre!... ―, dijo Adrián, riéndose.

Su verga se hundió sin problema a pesar que la tenía grande, pero yo estaba ya mas que abierta, me cogió también como quiso; me disfrutó y me decía cada palabrota mientras me seguía nalgueando. Mis blancas nalgas estaban enrojecidas y magulladas de tantas nalgadas, las sentí calientes y me ardían. Cuando terminó, eyaculó en mi ano, y enseguida vinieron a mí Víctor y Adrián, ellos ya no me cogieron, solo se contentaron con que yo les chupara sus trancas e hicieron que me tragara sus mocos hasta embarrarme la cara; mientras tanto yo seguía bien empalada por Ramiro y al mismo tiempo sentía una terrible comezón en mi ano, completamente abierto.

Cuando mis dos compañeros terminaron de echarme sus descargas, Ramiro me levantó, se sentó de nuevo y jalándome me coloco la verga en el culo también; me senté en él dándole la espalda y me entro completa, hasta la raíz, despertando todo tipo de comentarios de los que nos veían; incluso uno de ellos llegó a decir que si mi madre era tan puta como yo, pues le encantaría cogérsela también, y que seguramente estaría igual de nalgona que yo. Aunque no lo crean, eso me provocó otro súper orgasmo. Mientras que Ramiro me empujaba y me la clavaba con saña, que yo me comía como haciendo sentadillas.

Mientras que los otros cuatro, observaban el espectáculo lujurioso, diciendo todo tipo de pendejadas, y siguieron mofándose de mi esposo y de mi padre, que seguramente era tan cornudo como mi marido; pues según era el palo era la astilla y que lo puta me venía de herencia. Hasta que Ramiro puso fin al show, pues ya no se aguantó más y se vino también en mi recto.

Cuando me la sacó yo quedé de costado, prácticamente desmadejada, había sido extenuante pero estaba yo al mismo tiempo satisfecha, encueradita frente a ellos, y aún temblando y estremeciéndome. Me levanté con paso incierto, por lo ebria y lo cogida que estaba; me fui al baño, me lavé la cara y regresé con ellos, así todos desnudos seguimos tomando, para festejar mi iniciación como puta sumisa.

Serian ya cerca de las dos de la madrugada cuando dije que me iba. Me levanté y me fui a vestir para irme a casa, me acerqué tímidamente a Martín y le pedí que me llevara a casa, no aceptó, pero Felipe y Ramiro que ya se iban se ofrecieron llevarme; acepté aunque dudosa, me despedí y salí con ellos, me sentaron en el asiento de enfrente entre ambos y en el camino a mi casa charlamos como si fuéramos viejos amigos. Una vez que llegamos se estacionaron en el portón de mi casa, pero sin bajarnos, me besé con los dos.

―Chiquita, ¿cómo te la pasaste, te gustó, o nos pasamos de verga contigo?―, me preguntó Felipe.

Me quedé pensativa sin bajar del auto, lo besé en la boca y le dije:

―¡Me encantó!, pero me dejaron bien cogida los cinco… No debieron ser todos―

―Esta bien nena, ¿qué te parece si la próxima semana te vas solo con nosotros dos?... Te pagaremos igual que hoy, pero solo mi compadre y yo, ya sin tantos chamacos―, me dijo señalando a Ramiro que me acariciaba las piernas sin recato.

Yo caliente con la idea de volver a sentirme puta les acepté la proposición. Después no fue la única ocasión que me disfrutaron entre varios y cuando mi esposo se enteró tiempo después, me hizo la propuesta de cogerme junto con algunos de sus amigos, cosa que hemos realizado varias veces, pero eso ya lo contaré en otra ocasión...

 

DANIELA

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