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El negro

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En los dos años que Mauro y yo llevamos de casados jamás nos habíamos sido infieles. Aunque disfrutábamos follando como locos, necesitábamos hacer realidad ciertas fantasías que nosotros dos solos no podíamos realizar. Lo habíamos hablado en numerosas ocasiones, pero jamás nos habíamos atrevido a llevarlo a cabo. No se trataba de infidelidad, puesto que ambos estábamos de acuerdo. Teníamos claro que no por ello nuestra relación iba a empeorar, más bien lo contrario: se enriquecería con una nueva experiencia que nos uniría incluso más. Así fue. Ninguno de los dos nos hemos arrepentido. Más bien lo contrario.

Mauro siempre había deseado participar en una orgía. Aunque él era preferentemente pasivo y alucinaba follándose mi culo (que es generoso y peludo) , me comentó que quería ser follado mientras él penetraba

Mauro y yo no teníamos secretos, así es que no eran pocas las veces en que le había comentado mi deseo incontenible de hacerlo con un negro. Hacía un par de semanas que coincidía en el autobús con un ejemplar de atributos asombrosamente exuberantes. El me miraba tanto como yo a él, con descaro, de arriba abajo y sin disimulo alguno de nuestras ganas de irnos a follar cuanto antes. Puesto que se bajaba una parada antes que yo, cuando el autobús estaba atestado pasaba por mi lado y con disimulo recostaba su miembro en mi nalga, yo invariablemente la sacaba para sentir su calor, me indicaba con un ademán a que le siguiera, a lo cual siempre le respondía con una expresión de resignación. Una vez en el anden me buscaba con la esperanza de que bajara. No me decidia.

A la mañana siguiente busqué entre mi vestuario las ropas más provocativas posibles. Escogí los tejanos que más marcaran mi trasero y mis muslos esbeltos. Me puse una camiseta de tirantes que dejaban al descubierto toda la musculatura de mis brazos y mi pecho. Cuando subí al metro temí no encontrarle. Afortunadamente me equivoqué. Pronto le vi. Al otro lado del vagón. Me acerqué a él, exhibiéndome descaradamente. Me quedé de pie frente a él. Entonces vi que su atuendo era, si cabe, aun más provocativo que el mío. Puesto que era verano, llevaba también una camiseta de tirantes negra y de lycra que marcaban sus pectorales de forma escandalosa. Pero lo que más me excito fue el comprobar que bajo sus minúsculos pantalones de deporte no llevaba ropa interior. Bajo los pantalones no solo se marcaba su enorme verga, sino unos huevazos que debían estar repletos de una jugosa y sabrosísima leche, que pronto seria mia. Sus desarrollados muslos negros quedaban al descubierto, aprisionados por el ajustadísimo pantaloncito. Más abajo, no dejé de disfrutar con la anatomía que mis ojos iban descubriendo. Una de las partes del cuerpo de un hombre que más caliente me ponen son los pies. Y que pies tenía el negrazo! Los llevaba al descubierto, calzando unas chanclas de esas de dos tiras que puedes verlos enteros. Mi polla se hinchaba por momentos. Su vista buscaba mi paquete sin disimulo alguno. Llegamos a su parada. Como de costumbre bajó, pero sin la esperanza de que yo fuera detrás. Pero esta vez se equivocaba. Le seguí y descubrí que su anatomía aun no había dejado de sorprenderme. Vaya culazo! Y como lo movía el negro. Sabía que le seguía, estaba claro! Puesto que no llevaba calzoncillos, la fina tela de su pantaloncito se metía entre la raja de sus nalgas, así es que podían apreciarse en su plenitud las generosas nalgas características en cualquier ejemplar de la mencionada raza. Se giró al momento, y guiñándome un ojo dijo:

- ¿Te gusta mi culo, eh?

- Deberían prohibir que las personas fueran provocando de esa manera. Mira como me has puesto la polla- le dije mientras me la tocaba para que apreciara la protuberancia.

- Eso tiene fácil solución. Vamos a echar un polvo antes de que se me empine a mi también, lo cual puede ser peligroso, tengo una polla tan grande que se me saldría por debajo del pantalón, y eso no estaría bien delante de tanta gente, ¿no crees?

Así es que sin darme cuenta estaba en su casa. Caliente. Sentía una extraña presión en mis huevos, que debían estar repletos de semen. Había segregado tanto líquido preseminal en el metro que una mancha circular caló en mis pantalones.

Me condujo de la mano hacia un grande y cómodo sofá. Se sentó y yo me arrodillé. Vamos, levántate, voy a tener que darte unos azotes en el culo por malo y perverso.

Me deshice de los tejanos y mi slip hallábase totalmente mojado, con lo cual se transparentaba la punta rosada de mi tallo.

- Esto también está bien rico - decía mientras degustaba los borbotones de líquido preseminal que rebosaba sobre mi slip.

- A partir de ahora esto no lo vas a necesitar, mi niño

    Me quitó el slip y mi tranca salió embalada, apuntando firmemente hacia el techo.

- Mmmm, que cipotón más rico-decía mientras lo manoseaba desde el capullo hasta la base- pero te dije, que te iba a dar unos azotes por golfo.

A cuatro patas, y con mi culo en pompa esperé sus azotes.

Comenzó a darme sonorosísimas palmadas en las nalgas mientras decía con un marcado y sensual tono:

- Como me ponen los culos peludos de los blancos. Te voy a meter la lengua hasta el fondo

Así hizo a continuación. Yo seguía a cuatro patas, posición que hacía sentirme como una auténtico vicioso, lo cual me ponía a mil, mientras sentía como su lengua lamía la peluda raja de mi culazo. De tanto en tanto se detenía su lengua en la entrada y sentía como la introducía.

- Ahhhhhhhhh - gemí de placer

- Cómo me gusta tu culo, cabrón. Veo que tú también disfrutas. Pero esto no ha hecho nada más que empezar, vamos date la vuelta, tengo algo que te va a gustar.

Vaya si me gustó. Jamás había visto en mi vida cipotón de dimensiones tan magnánimas. Aun llevaba puestos los pantaloncitos, y como me había amenazado en el autobús, su capullo brillante y grueso, puesto que no cabía en el pantalón, se salía por debajo.

- Vamos, a que esperas, métetelo en la boca, verás que sabroso.

Me acerqué a su muslo por donde aparecía la magnífica herramienta y me la metí en la boca, degustándola, saboreándola. Oh dios, que indescriptible el sabor de la polla de un negrazo como aquel! Su capullo estaba viscoso, impregnado de los líquidos que sus enormes huevos desprendían. Oh aquello era realmente sabor a polla! Pero necesitaba más.

Leyó mi pensamiento y se desprendió por completo de los pantalones, golpeándome así su descomunal falo en mi cara. Pensé que por su tamaño pesaría tanto que no se mantendría tiesa ni dura. Increíblemente estaba equivocado. Se mantenía empinada y se tambaleaba, como si estuviera viva. Sus cojones no eran menos espectaculares. Bien oscuros y sin pelo alguno le colgaban como a un caballo. Podía oler la leche blanca y espesa que contenían. Pensé que debían contener litros de exquisito esperma. Agarró con fuerza mi cabeza con una mano y con la otra guió su verga hacia mi boca.

- Vamos traga, traga, quiero que te la metas entera.

Eso, evidentemente era imposible, pero me la metí hasta la garganta. No había dicho que además de larga era gruesa, muy gruesa y sus venas se marcaban mucho, así es que debía abrir la boca todo lo que podía para metérmela.

- Me gusta ver la cara de vicioso que ponés cuando me la chupás, vamos, traga, traga, que rica, eh? Como te gusta, chupa, chupa, lo haces muy bien, como me gusta ahhhhhh...-.

Sus palabras se acompasaban con mis movimientos de succión que eran desesperados, realmente incontrolados.

- Vamos ahora hazme una buena mamada de huevos-.

Sus deseos eran órdenes. Apenas me cabían los dos en la boca. Primero me introducía uno, luego el otro. El solo imaginar que estaban repletos de esa leche que tanto me gusta, provocaban espasmos en mis cojones, así es que pensaba que me iba a correr de un momento a otro. Me contuve. Todavía no. Estaba disfrutando como nunca. Aún quedaba lo mejor.

- Venga ahora te toca comerte mi el culo. Ponte boca arriba, me voy a sentar en tu cara y te lo voy a restregar todo.

Así es que separo sus nalgas y se sentó sobre mi cara y comenzó a refregarme aquel culazo negro que se hallaba húmedo de sudor y brillaba. Mi lengua lo chupaba entero y relamía con vicio su raja que estaba sembrada de pequeños pelos rizados. Que sabor a macho! Como se adentraba mi lengua en su agujero y que delicioso manjar! Al ser sus pelotas tan grandes, se refregaban así mismo por mi cara y mi nariz llegando un intenso olor. Mi lengua no daba abasto lamiendo la raja de su culo y sus cojones que me golpeaban mientras el se dejo caer y en un 69 de película, succionaba mi polla que iba a reventar al sentir la intensa mamada que sus gruesos y carnosos labios me regalaban. Puesto que vio que a punto estaba de correrme, se levantó.

- ¿Quieres que te culee eh? Estás deseando que te abra el culo en canal y sentir mi poderosa herramienta dentro, a que sí, verdad?

- Si, si, si- respondía gimiendo mientras mi lengua recorría su polla y sus huevos desesperadamente. Sentía un turbador calor en mi culo, que esperaba ansioso ser penetrado.

Nuevamente me puse en la salvaje posición de perrito. Sentí como me escupía y el calor de su saliva adentrándose en mi agujero insaciable. A continuación iba metiendo sus dedos uno a uno. Después de dos en dos. No podía más, le pedía polla:

- Vamos, a que esperas metémela hasta los huevos de una vez!

Casi instintivamente mi culo giraba haciendo círculos impaciente por recibir sus embestidas.

- Fóllame, fóllame, a que esperas. Que caliente estoy, dios mío, que caliente estoy, como la deseo.

Cierto. Jamás macho alguno me puso tan caliente. Hasta el punto de olvidar el daño que su falo podría originarme.

- No quiero hacerte daño, mi vida, vamos a ir agrandando este agujerito, no seas impaciente.

Lubricó mi culo y posteriormente extrajo un consolador de medidas casi tan generosas como sus genitales.

Entonces me lo introdujo. Hasta el fondo. Me dolió solo al principio. Pronto llegaron oleadas de placer. Que maestría la del negro a la hora de consolar mi precioso culo, que manera de mover el aparato dentro de mi ano. De nuevo los espasmos. Pero ahora más que nunca debía contenerme. Ya estaba preparado.

Extrajo el consolador y lo lamió con lujuria. Entonces separo sus nalgas y se lo introdujo totalmente.

- Lo has dejado calentito eh?-decía entre gemidos y con los ojos en blanco-ahora sí voy a cogerte. Ahora ya no te dolerá. Te he dilatado bien el agujerito-.

Sentí el golpeteo de su barra caliente en mis nalgas, mientras sus dedos re revolvían en mi ano, luego.........ohhhhhhhhhhh, su capullo en mi ano abriendose paso. Sentia un corrientazo y como se iba adentrando. Le rogué que me la metiera entera. Le supliqué que me follara sin compasión.

- La quiero toda dentro. Toda. Ahhhhhh Mmmmmm así, así.

Sentí que había hecho caso a mis súplica. Primero sus movimientos fueron lentos. Pero poco a poco comenzó a cabalgarme, sin compasión como le había pedido. A mis oídos llegaban sus gemidos y el ruido de los golpes de sus huevos en mis nalgas.

- Así, así, fóllame, fóllame - gritaba mientras unas de sus manos ordeñaba mi polla que en ningún momento había perdido su esbeltez.

- Toma, toma, te gusta eh? Toma, toma, por el culo, toma, toma te gusta que te folle así eh?

- Si, si, uahoooooooo que rico, no pares sigueeeeeeeeee

El negro seguia bombeando su descomunal tranca, sentia mi ano partirse, pero aquello era demasiado hermoso, reculaba pengando mas mis nalgas a sus huevos, como me cogia aquel macho.

- voy acorrerme, voy a correrme..! El placer era indescriptible

Entonces sacó su polla de golpe de mi culo y noté un escozor caliente y agradable. Me di la vuelta esperando su leche.

Me aferre con mis dos manos a su grueso y humedo tallo y en un segundo un chorro blanco, cremoso y espeso salió disparado hacia mi cara. Aquello si que era una corrida. Abrí la boca para recibirla, quería tragármela toda. De su miembro hirviente no dejaba de salir leche a borbotes. Sus cojonazos estaban bien repletos. En mi boca no cabía más leche y ya comenzaba a resbalar por las comisuras de mis labios y a gotear en el sofá. Comencé a tragar para recibir más.

- Vamos trágatela toda. Está muy rica.

Era blanca e increíblemente espesa. Deliciosa. Mamaba aquella negra belleza con fuerza succionando hasta la ultima gota de su caliente y rico semen.

Cuando se hubo vaciado me pidió la mía. Le pedí que se diera la vuelta para correrme en su culo. Eyaculé sin tocármela, solo con el contacto de sus nalgas y saboreando todavía el sabor de la leche que había quedado en mis labios.

Nos abrazamos, desnudos, brillantes por el sudor del ajetreo.

- Espero volver a verte en el autobús. Entonces te follarás tú mi culazo negro. A mi también me gusta que me den verga y tu te mandas una cosota.

- Haré todo lo que me digas. Jamás he disfrutado tanto follando.

Cierto. Creo que todo blanco debería probar como mínimo una vez de acostarse con un hombre de color. Difícil me ha sido expresar todo lo que sentí con palabras. Lo mismo le dije a mi Mauro, que me respondió de la siguiente manera:

- La próxima vez que le veas tráelo a casa. Si es verdad que sus medidas son las que me cuentas, impaciente estoy de tenerla en mi culo y tragarme su espesa leche.

Así es que con frecuencia participa el negrazo en nuestros juegos sexuales.

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