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Al campo, y sin prisas, por favoooohr...

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Como las anteriores noches, esta era una madrugada que sería calurosa y húmeda: perfecto para no dormir... ¿Pero qué se podía pedir estando en mitad del campo en pleno mes de julio? Quitarse la camiseta y los pantalones no servía de nada, dar vueltas en la cama me asfixiaba, y beber agua me empachaba. Y por eso, decidí cansar al cuerpo: si no podía dormir 8 horas, intentaría dormir 6, pero bien dormidas.

Cogí unos boxer que suelo usar como pantalón corto en mi casa, una camiseta de tirantes estrecha y abrí la tela de lona para salir al exterior del campamento. Una oleada de calor se estrelló contra mi cara y me dejó exhausto. Con razón en las noticias habían predicho un fin de semana caluroso... el más caluroso de todo el año. Yo, en cuenta pasé la hoguera central del campamento, a unos diez pasos de mi tienda, ya sudaba como un condenado... Era insoportable. Mejor ir al bosque, a encontrar un poco de paz, o andar, y a buscar unas ráfagas frescas de aire, tan pocas y tan ansiadas...

Soy monitor de un campamento, y este año me ha tocado una zona un poco (no, un mucho) difícil, ya por el calor y ya por los "niños" que tengo a mi cargo.

En realidad, me gustan, igual que me gusta conocer gente, como otros monitores igual que yo, y hacer muchas actividades al aire libre; incluso me considero muy creativo y buen monitor, porque más que eso, soy amigo de los chavales.

Pero este año, no estoy como los anteriores en un bosquecillo cercano a un pueblo de montaña. Estoy en un bosque soporífero, y para colmo llevo a cargo un grupo de chavales de entre 17 y 19 años, al contrario de otros años en los que la edad de los niños era de entre 8 a 13 años. Con los mayores, si no les caes bien, no hay mucho que hacer: prefieren ir a su bola, bajar al pueblo por las noches y piensan más en a ver cuantas tías se pueden trincar antes del fin de la temporada que en hacer actividades como el senderismo o el piragüismo. Al menos, de forma general, porque hay de todo: desde el más entusiasta y apasionado por la naturaleza hasta el más déspota y "tocahuevos". Solo hay una cosa que les haya salido mal a estos: en este campamento no hay mujeres. Ya preveíamos lo que estarían dispuestos a hacer, a "explorar", y para evitar males mayores, solo hay chicos. Yo, que tengo 23 años, sé que han hecho bien en no traer chicas ni a este campamento ni a otros cercanos.

Estaba pensando en eso cuando un sonido me distrajo, un ruido en la noche como unas risas. Sinónimo de gamberros o escapada nocturna "ilegal".

Y exactamente, no tardé ni un minuto en pillar in fraganti a un grupo de chicos de un campamento vecino, pero chicos pequeños, de 12 años quizás, escondidos entre la maleza al borde de un camino que se utilizaba todos los días por los monitores y las clases de todos los campamentos de la zona.

Les grité, y les dije que o se iban en seguida a la cama o se quedaban sin salir de sus tiendas de campaña en lo que quedaba de verano. No creo tener fama de ser duro, pero quizás los impresioné por la sorpresa y por los calzoncillos: antes de oir las risas, y con las prisas de poner orden, había estado meando al amparo de la oscuridad y se me había olvidado "guardarme" mi pistola... ¡Qué imbécil! Mi mata de pelos y mi monstruo tambaleándose a un lado y a otro les había hecho poner pies en polvorosa al salir tan de repente de entre la oscuridad, sorprendiéndolos en su juego nocturno...Todos los chavales corrieron menos a uno que se había quedado trabado en las espinas de una zarza.

Yo, que me había guardado ya mi instrumento en su sitio, del que no me había dado cuenta de que estaba suelto por el gusto que me dio al sentir el aire en zonas tan erógenas mientras hacía mis necesidades hacía un minuto escaso, ayudé al chaval a salir, sin perder el tono de monitor enfadado y brusco... Si te pierden el respeto, estás perdido.

-¿Quién es tu tutor? –le pregunté mientras el chico, con prisas y una sonrisa nerviosa antes de huir, me titubeó:

-Carlos... Carlos Suarez.

-Ah, y ¿cómo te llamas chico? ¡Eh! ¡Chico!

No quería alzar demasiado la voz por si despertaba a alguien de otro campamento, y el chico ya había salido corriendo... Conocía a Carlos, era el nuevo monitor de los que había conocido recientemente con el que mejor me llevaba. Tendría que hablarle de que tuviese mayor vigilancia...

Pero hablando de vigilancia, yo debería de volver a mi campamento, pensé, pues de los míos no me fío ni un pelo...

Y así, intenté vislumbrar por donde había venido, pero antes de volver, oí algo más...

Y fue cuando me acordé de que a aquellos niños algo les hacía mucha gracia.

Me agaché, y por un hueco, intenté ver qué había más allá de los matorrales... Había un perfecto túnel por el que observar, pero no vi nada.

Me alarmé al principio: no es raro ver animales salvajes por aquí cerca, y por la noche puede ser algo peligroso. Pero... lo volví a oir, y esta vez sonó una risa fuerte e imprudente. Alguien más había salido por la noche... Y al agacharme un poco más, tuve al alcance de mi mirada una pequeña explanada en medio de los árboles, y había dos... sí, dos figuras más que corrían de un lado a otro.

-Se van a enterar –dije yo más para mí que en voz alta, porque quería pillar en fraganti a aquellos dos pilluelos. Y por eso, avancé agachado entre los matorrales, y antes de llegar, y dispuesto a meterles un buen susto a quienes quieran que fueran esos dos...

Pero no había dos, sino tres. Y el tercero, estaba atado a un árbol, que caía justo en el borde opuesto a donde yo estaba, pero yo quedaba en la oscuridad, y el árbol se veía perfectamente iluminado por la luna, con ese tono tan tétrico, otras veces romántico, y en blanco y negro...

La figura, sin embargo, estaba desnuda, y era a todas luces un muchacho mayor que los que habían salido corriendo hacía un minuto. Tendría que ser... un muchacho casi convertido en un hombre: por su estatura, por sus hombros, por sus piernas...

-Por su polla- dije casi hipnotizado. En efecto, su pene estaba erecto, y la larga sombra de este se extendía por su cuerpo y por el arbol... un gran pene, sin duda. Y también sin duda, estaba siendo objeto de una novatada, una gran gamberrada.

-Esto hay que pararlo –me dije muy seriamente a mí mismo. Pero en ese momento, reaparecieron las dos figuras, de otros dos chicos mayores, que habían permanecido en el borde del claro, al amparo de la oscuridad, ocupados en ocultar algo (la ropa del muchachote que tenían atado), y ataviados únicamente con unas botas y unos calcetines... Por lo demás, iban en pelotas, como el hombretón del árbol...

Pero lo que me hizo permanecer donde estaba fue el ambiente de risas que vivían aquellos dos chavales. Y para mi sorpresa, también el chico atado parecía pasarlo bien... parecía conocer a sus dos "amos". ¿Qué estarían haciendo? ¿Se lo pasarían bien? ¡¿A qué diantres jugaban?!

-Venga, chiquitines –oí pedir en susurros y con una voz que no parecía preocupada al chico mayor y "preso"-, ya os he dado lo que queríais, no sigais con esto...

-No, si nosotros ya hemos acabado... con lo que hemos hecho, tenemos bastante. Pero ahora, seguiremos con la broma. Y tú te vas a quedar aquí hasta la mañana, y todos te verán desnudo...

Entonces los dos muchachos más jóvenes se rieron, y empezaron a caminar rumbo a su campamento, supuse.

-Venga, hombre... Oye, ¡donde vais! ¿No veis que os van a ver o a oír? ¡Que vosotros también vais desnudos! ¡Darme mi ropa, si me da igual! Al menos podrías soltarme... ¡Me da igual que me vean los huevos, pero quiero dormir...! –suspiró, y esperó a ver si obtenía respuesta de los dos chicos que habían huido con su ropa. Y yo, para ser franco, estaba absorto viendo su pedazo de nabo, que seguía igual de duro que al principio... El muchacho habló entonces para sí mismo – Menudo par de mequetrefes... mañana se van a enterar... La última vez que hago nada con chiquillos...

Se calló sin embargo cuando yo salí de la espesura, de mi escondrijo y me dirigí con seriedad hacia él.

-Oye, muchacho, ¿estás bien?

No me contestó. Parecía sobrecogido. Yo, por mi parte, me quedé en medio del claro, y miré alrededor, como esperando encontrar alguna pista que me diese una explicación de lo que había ocurrido. Pero por supuesto, me fue inevitable no posar la vista más de dos segundos en la polla de ese muchacho... en su pecho, en su cuerpo...

-No sé qué te han hecho... pero al menos voy... voy a quitarte esta cuerda, y luego buscaré a tu monitor...

Y torpemente, y sin darme cuenta de que el chico sabía que me atraía, di una vuelta al tronco para buscar un nudo que soltar, pero no encontré ninguno.

-¿Cómo cojon... puñetas te han atado esto? No veo ningún nudo...

-El nudo... el nudo, señor, está debajo de...

Le miré. Unos ojos profundos, sí señor... y una mueca pícara.

-Debajo de mis... de mis huevos. Se me está clavando. Si hiciese el favor...

-Pues... pues te voy a tener que tocar... –empecé a decir mientras me arrodillaba. Era consciente de que algo habían hecho esos tres adolescentes, solos en el campo y desnudos. Y era consciente de mi condición sexual... pero eso no me podía distraer. Era un monitor, y ese chico... Ese chico no debía estar muy moreno, porque contrastaba mucho el espesor y el color negro de su vello pubiano y de su órgano genital, y me excitaba mucho estar tan cerca de él... Incluso aplaudí el nudo tan fuerte que habían hecho esos dos pillos, pues me permitió tocar muy mucho sus huevos, colgantes, rebotones y peludos, incluso arranqué sin querer algunos pelillos de su raja del culo, por lo que el muchacho dio un respingo. Pero al fin, y cuando estuvo suelto, hizo ademán de cubrirse sus partes...

Yo me reí. Era imposible que ocultase su tremendo aparato. Ya en mi imaginación, pensé en que podía ser mayor que el mío. Quizás ese muchacho, con sus 18 cm de carne... y sus manazas... y su espalda... y yo, pudiésemos...

-si me diese algo con qué cubrirme ahora...

Eso me sacó de mi ensimismamiento. El chico sonreía, entre inocente y burlón. ¿Se estaría riendo de mí? También era consciente de que estaba muy empalmado... Y eso, bajo mis boxer, se nota mucho.

-ja, muchacho, ¿con qué quieres que te cubra? Voy casi en pelotas... Deberías agradecer que no haya levantado a todo el campamento...

Entonces eso hizo que el orgullo del chaval creciese:

-Me da igual que me vean así. Los del campamento y el monitos me tocan los huevos, si quiero me hago una manola delante de...

Pero se calló al instante al ver mi cara.

-¿Así te comportas también en tu casa? Muy gallito eres tú. Ya veremos mañana si delante de tu instructor te comportas igual, cosa que no te aconsejo... Ahora, si quieres, te das media vuelta y vuelves a tu tienda.

-Pe-pero... ¿no me va a decir donde está? Es que... Me trajeron esos dos chicos con los ojos vendados...

Me volví hacia él. Qué bueno estaba...

-¡Ah, bueno! Pero yo, yo no soy tu monitor, ese que te importa un comino. Así es que si quieres ayuda, pidemela por favor. Y ya te pensarás a qué juegas en el bosque por la noche, desnudo y viniendo con los ojos vendados... Ni un tonto se dejaría hacer eso.

Sin duda, había dejado claro que era el jefe. Tenía cuerpo de hombre, pero seguía siendo un alumno al que hacerle aprender.

-Esta noche, por lo pronto, vienes conmigo si quieres a mi campamento, y duermes allí. Y toma esto –le dije mientras me quitaba mi camiseta y se la prestaba-, pero no te la pongas. Es para que ocultes tu paquete, machito. Ahora, sígueme, que menuda noche me vas a dar...

Y así, inicié el camino de vuelta, con más calor que llevaba antes de salir, pero con la sonrisa y la expectación que me había producido el ver que al quitarme mi camiseta al chico casi se le salen los ojos de las órbitas y se entrempaba de nuevo...

 

* * *

Lo primero que hice al llegar a mi tienda, en la más absoluta tranquilidad, fue darle una toalla al chico.

-Anda, tápate, "Dumbo".

El chico me sonrió, pero seguía con la cabeza gacha.

Me devolvió mi camiseta, que sin saberlo noté que estaba húmeda en el lugar donde había estado en contacto con el capullo de su pene, y yo me senté en mi saco de dormir. Como tenía dos, al chico le ofrecí el más grande. Y antes de irme a dormir y apagar la luz, tenue pero delatadora, le pregunté al chico su nombre.

Él, para mi sorpresa, se había sentado, pero no usó mi toalla para tapar sus atributos, sino para ponerla en el suelo, y ahí se sentó con las piernas cruzadas, y tapándose con las manos. Yo, no le dije nada, pero me extrañó.

-Es para que no se me congele el culo...

Con la noche de calor que hacía, poco se te iba a congelar...

-Y me llamo Blas.

-Bueno, Blas... ¿Te ha bajado ya?

Por supuesto, sabía que me refería a su poya empalmada, y sonrió y asintió.

-Bueno, pues ahora, antes de ir a dormir, me cuentas qué hacías con esos chavales en el bosque... –Por supuesto, eso lo hacía por el morbo. Sabía que su historia me excitaría...-. Puedes contármelo, que no me asustaré. Además, he visto muchas veces como los adolescentes como tú se van en grupo a hacer eso... ya sabes, que es normal que os masturbéis en grupo. ¿Hacíais eso? Si es así, lo grave es que te hayan atado... Eso ya se pasa de la simple broma...

-No, no nos íbamos a hacer una paja.

-bueno, parece que tú hablas muy abiertamente de esto... –yo, para mis adentros, sentía crecer mi cipote bajo mis calzoncillos-. Seguro que ya lo has hecho... ¿Qué puedes tener? ¿19 años...?

-Tengo 17. Y sí que lo he hecho –de nuevo, se puso gallito, y levantó una mano para que viese en parte su pene. Un gesto de virilidad. Y yo pensé que si quería machote, tendría machote...

-Entonces, ¿qué hacíais allí?

-Pues... mira, íbamos a cumplir una fantasía erótica de uno de esos pajilleros que se fueron corriendo... Son unos gays. Y unos cobardes. Era solo una broma. Me ataron, y después ni siquiera le echaron huevos, ni me hicieron nada. Solo me quitaron la ropa. Si hubiese sido yo, al menos habría hecho...

-Para, para, para. –le corté en lo más interesante. Me habrí gustado oírle decir qué les iba a hacer, pero ya no tuvo ocasión-. Pero tú accediste, ¿o no? ¿Y tú? ¿Eres gay?

Nos miramos. Sabía perfectamente que ese cuerpo clamaba por ser mío... Sería una buena noche. Todo dependía de si él aceptaba.

-¿Y tú? No creas que no se ve que se te ha puesto dura con lo que te he contado...

-Je je je... si quieres, y esto es un secreto, te la puedo enseñar... Yo también iba al bosque a encontrarme con alguien.

Sabia perfectamente que eso le daba morbo. Su pene se había vuelto a poner tieso. Y su cuerpo, muy bonito todo él, entre las sombras, era casi casi como el de un modelo novel... Perfecto.

Pero lo mejor era que ese pene, su pene moreno, grueso, descapullado completamente, no se había bajado en ningún momento. Por alguna razón aquel chiquillo seguía terriblemente excitado. Y eso, sumado a mi proposición, hicieron que me subiese la bilirrubina...

-¿Qué si quiero que me la enseñes? Haz lo que quieras... –me dijo-. No me voy a asustar...

Yo entonces, y sin apenas tardar, me llevé la mano a los boxer, pero antes de bajármelos siguió hablando aquel muchachote:

-Pero si te los vas a quitar, acércate antes, que mire cómo tienes el indicador...

Ya no había duda, y todo había sido muy natural... El muchacho apartó las manos de su instrumento, dejándome verle entero, desde sus musculosos brazos, no más que los míos pero muy apetecibles, hasta sus piernas semipeludas y fibradas.

Sus manos fueran directas a mi boxer, duro todo él. No tuvo ni que levantarse porque yo me deslicé delicadamente a su lado hasta ponerme a su alcance. El chico me ponía a cien, ¡cómo no, desnudo y sin pudor como estaba él! Ahí mismo, sentado en el suelo, espatarrado, los huevos colgándole cuan gordos eran, y su verga... pero lo mejor es que no se asustó para nada cuando me frotó mi boxer. Me asombré tanto y tan de repente ante su intensa y profunda frotación que no pude por menos de aguantar lo que creía que sería un orgasmo. Y así mismo como lo pensé se lo dije, no sin antes dejar escapar una sonrisa tonta y tierna, y mirándole a los ojos, comiéndomelo con la mirada.

-No tengo mucho aguante en situaciones extremas, ten cuidado... Aunque a veces puedo durar mucho, depende de lo que quieras.

Lo siguiente que dijo el chico dejó que ya me relajase: sin duda ninguna me iba a hacer disfrutar. Nunca se sabe lo que depara un hombre para un hombre, excepto cuando está en pleno trabajo. Dejó al descubierto mi capullo, que ya no podía seguir encerrado en el boxer, que se me estaba bajando, y con la mirada puesta en todo su cuerpo vi cómo se reclinaba hacia mí para lamer, solo lamer, todo mi capullo. ¡Oh que placer! Parecía que la punta nerviosa de todo el cuerpo me la estaba sacando por la raja de mi rosado capullo y la... aahhh..., la absorbía por su boca. Mis gemidos no le paraban, le hacían ir más rápido; la flojera de mis piernas le satisfacía, la dejadez con que le permití que me bajara mi boxer a la vez que me recorría las piernas con sus anchas manos le excitaba... y pronto él empezó a masturbarse, como contemplé con los ojos entrecerrados, mientras Blas con su otra mano o bien se apoyaba en mi muslo o bien se aferraba a mis huevos, como presintiendo lo que se le venía... Es increíble lo que siente el hombre que pone a disposición su cuerpo, fue increíble lo que sentí. ¡Cómo expresar lo dura que me la pone ver el cuerpo de un chaval como Blas retorciéndose y moviendo todos sus músculos al compás mientras te hace un trabajo tan genial con la boca! El sonido puede que fuese exagerado, pero me daba muchísimo morbo, siempre me pasa lo mismo. Y además, Blas utilizaba mucho la lengua, no solo se metía el instrumento en la boca y lo chupaba sino que lo lamía, se paraba en las zonas más sensibles, y hacía que arquease mi espalda cada vez que decidía ponerme tan caliente que estaba a punto de estallar...

Le cogí de su pelo ensortijado y levanté su cabeza con cariño: vimos los dos mi polla más vigorosa que nunca, gorda y brillante, y enseguida, después de mirarme a los ojos con picardía, fue directo a mi ombligo y empezó a comérmelo tras soltarse de mi mano. Y fue volver a cerrar yo los ojos cuando bajó de nuevo y, un cojón tras otro, se los comió, pero esta vez hablaba antes de chupar, riendo y mirándome a la cara:

-Este porque es muy peludo... Mmmm... y ahora... ¡qué gusto, cómo me masturbo!, el derecho...

Así pasamos la noche. Me dejó más tarde que jugase con su poya de jovencito, porque yo sabía algunos trucos muy divertidos y otros muy placenteros, él tumbado en el suelo boca arriba, como le dije, y en esa postura pasamos mucho tiempo. Así me la chupó a mí, se la chupé a él, y como no éramos uno más alto que el otro, pudimos probar un 69, que por cierto me gustó mucho. Aunque siempre preferiré las miradas de Blas mientras se la chupaba yo a él, o mientras me pasaba muy discretamente la punta de su lengua por la punta durísima de mi recto y placentero mástil.

La penetración aquella noche la sustituyó el sexo oral y también los tocamientos, muchas caricias. El día llegó y el orgasmo fue lago que no pudimos aplazar: después de los momentos de descanso y de los nuevos juegos, del calor y del sudor, decidimos corrernos, y primero fue él dentro de mi boca. Fue un chorro fuerte y caliente. Luego, yo, también dentro de su boca, dos chorros palpitantes y llenos de calor. Aún unos instantes después de nuestras dos corridas gemíamos los dos, a tope con nuestro ritmo cardíaco, cayó encima de mí y nuestros enrojecidos y cansados penes frotándose aún, compartiendo y mezclando la leche... pelo lo mejor fue el beso: se unieron bocas y labios, con el sabor de las dos vergas, era como recibir la leche de los dos a un tiempo y con el corazón del otro tan rápido como el tuyo, su cuerpo tuyo, tu cuerpo un centro de placer...

Realmente acabamos cansados. Pero mereció la pena, y tras la despedida triste, pero animosa, se comprometió Blas a devolverme los calzoncillos y los pantalones que le había prestado. Nadie había visto nada, ni siquiera el sol llegó a tiempo de ver cómo volvía de acompañar a Blas a su campamento.

Pero su número quedó en mi móvil, su lengua marcó la mía y su cuerpo, su vello, sus manos las voy a volver a ver.

Y esta vez, será mejor. Porque no fue solo sexo: entre los dos hay algo que ha despertado, y pronto voy a preguntarle a Blas si quiere que estas aventuras se repitan más a menudo. Tú, poya, pene mío, ya puedes empezar a temblar: llega la boca de Blas.

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