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La playa

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Era una tarde donde un lindo ocaso empezaba a mostrarse. El cielo se tornaba amarillo, las nubes se miraban rosadas y entre éstas los rayos de sol se asomaban tímidamente. Yo, que había ido a la playa con un grupo de amigos, estaba completamente sola, en la mitad de la playa, sentada en la arena con mi bikini, cubriéndome con una playera. Mirando para todos lados sin saber lo que estaba buscando. Los demás se habían ido con sus respectivas parejas, dejándome completamente sola a medio atardecer.

Voltee a la derecha y lo vi. Era un cuerazo de ojos café oscuro, tan profundos como el mar, pelo castaño y una sonrisa hermosa. Altísimo, con unos brazos fuertes y unas manos enormes y lo mejor es que iba solo. Por unos segundos me puse a fantasear con su imagen. Aquel cuerpo delicioso no salía de mi imaginación, pero claro, yo sabía que eso era una simple fantasía platónica. O al menos eso pensaba hasta que se acercó a mí. "Hey, por qué tan sola" me dijo. Me sentía en un sueño, subí la mirada y mis ojos hicieron contacto con los de él y sonreí. Le hice una seña para que se acercara, se sentó junto a mí y comenzamos a platicar. Cuando menos lo pensamos la luna ya estaba en el cielo y sus labios estaban en los míos. No podía hacer nada. No podía impedir algo que deseaba tanto. De pronto mi fantasía comenzó a hacerse realidad y era algo que me encantaba.

Nuestros cuerpos se fueron juntando poco a poco. Sutilmente metió sus manos en mi brassiere sobando mis senos lentamente, sintiendo entre sus dedos mis pezones que no tardaron en responder poniéndose cada vez más duros. Mientras él besaba mi cuello y yo acariciaba su lindo cabello café, pero sabía que mis manos querían ir más lejos. Me sacó la playera y observó mis enormes pechos y miró mis pezones erectos que se asomaban por el diminuto brassiere. Puso sus manos detrás de mi cuello y lo desabrochó, liberando a mis gemelas. Las caricias comenzaron nuevamente, y esta vez iban acompañadas de besos y lametazos. Me estremecí toda al sentir su lengua recorriendo mis senos. Hacía mi cabeza hacia atrás, tratando de contener mi excitación, lo cual hacia que mi pechera se alzara más. "Buen par de tetas tienes" me dijo mientras las apretaba con sus fuertes manos. Después rodeaba mi cuerpo con sus brazos y lo acercaba al suyo. Yo me sentía cada vez más caliente, más mojada, mientras sentía la humedad de su lengua recorriendo mis pezones y sus dientes mordiéndolos sutilmente.

En cuanto más se acercaba a mí, más deseaba tenerlo dentro. Su mano derecha comenzó a hurgar en mis calzones, abría mis piernas para que sus dedos entraran mejor. En un momento jalé mis choninos y los puse a un lado. Observó lo mojada que estaba y me puso su dedo justo en mi orificio, llenó su dedo de mi líquido lubricante y lo paso por mis labios vaginales y después, con movimientos circulares se dispuso a sobar mi clítoris. Resbalaba muy bien y la fricción que había me brindaba un maravilloso placer que parecía, nunca terminaría. Mis caderas se movían al ritmo de sus dedos y pronto estábamos en una sincronía llena de ricura.

Con una sutil señal le insinué que también se desvistiera, en cuestión de segundos se quito el bañador. Dejando libre su gran verga que ya estaba bien erguida. Lo miré y le dije que la quería tener dentro de mí toda completa. Hice que se recostara en la arena. Primero bese sus labios y fui bajando, lamiendo su cuello, sus pectorales, su abdomen y a su enorme mástil le di una buena mamada, primero lamiendo su glande y después introduciendo su verga a mi boca lo más profundo que pude. Tomé su pito entre mis manos y posándome encima de él me lo acomodé en mi cuevita, fui bajando lentamente hasta que se metió entero. Con movimientos lentos fuimos acoplándonos el uno al otro hasta tener un buen ritmo. El seguía tocando mis tetas, apretándome los pezones, brindándome todo el placer de mundo. Casi llegamos al clímax y nos detuvimos.

Me indicó que me hincara y lo hice. El se puso detrás de mí, abrió mis piernas y buscó mi orificio vaginal, abrió mis pelitos y con sus manos puso a su amiguito ahí. Comenzó a meterlo y a sacarlo, primero lenta y tiernamente y después sus movimientos se pusieron más bruscos, pero me encantaban. Su mano derecha estaba en mi pubis empujándome hacia él. De pronto su dedo de en medio estaba recorriendo mi clítoris lo cual me llevo a tener orgasmos múltiples. Gemía y suspiraba mientras pedía más y más. Quería ordenarle al tiempo que se detuviera y que este placer no terminara nunca. Sentí una onda caliente recorrer todo mi cuerpo, pequeños espasmos en mis músculos, mis dedos entumecían de placer, habíamos llegado al clímax.

Después de unos minutos de durar abrazados sin hacer nada, nos paramos y nos vestimos. Hasta ese momento no caía en la cuenta de que había tenido una noche loca de pasión con alguien del que a penas conocía el nombre…

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