Perfilamos sentimientos de esmeraldas
como las primeras manos y las plumas
perfilaron los primeros mapas,
siguiendo delicadamente cada costa,
en los barcos de la Edad Antigua, entre los vientos,
con su poesía hecha música en el agua,
sus caracolas como violines con su música,
y con las cortinas de los cielos,
entre nubes, sueños, llamas y gaviotas,
retratando el mundo.
Porque vimos los enigmas y las olas,
los barcos hundidos que el mar arranca al hombre,
y la mañana pasa en las cavernas submarinas,
tú y yo en permanentes conexiones,
en las burbujas, los remolinos de la espuma,
con los peces brillando en las auroras.
Y nuestros cuerpos mojados, nuestros ojos
explorando y descubriendo, a cámara lenta,
las profundidades del océano, como en sueños,
con las gafas, las bombonas de oxígeno vital,
como las profundidades de este mundo.
Mi vestido es el mar, barcos hundidos, las marismas,
anclas, cuerpos y monedas en el lecho,
cuando entonces hablábamos de islas
sin tiempo, islas donde el tiempo no pasa, sus playas recorríamos,
con nuestros pensamientos en estrellas,
en los bellísimos paisajes de las aguas, los regalos,
que moldeaba con sus manos líquidas, el agua
de nuestros recuerdos y los sueños,
las aguas de diamante, y la espuma
del reparador olvido de los mares,
amábamos el mar y él nos amaba,
las olas nos devolvían cada abrazo,
nuestros propios abrazos,
y entre los corales y las rocas
soñábamos con barcos piratas
entre los arrecifes.