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Mi hijo y sus amigos - Masturbación Grupal

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Mientras mi hijo reía a carcajadas junto con sus amigos en la sala de estar, yo preparaba el bolso de trabajo de mi marido, habían vuelto a cambiar su turno en la fábrica y hoy le tocaría trabajar durante la noche. En cuanto todo estuvo listo despedí a mi esposo con un beso en la boca, él me dio una palmadita en la cola y me saludó con la mano mientras se alejaba. A pesar de los años que llevamos casados seguimos siendo muy felices juntos y aún nos comportamos como una pareja de adolescentes, tenemos sexo cada vez que podemos y lo disfrutamos mucho, lamentaba que él tuviera que trabajar esta noche ya que yo estaba en perfecto humor para hacerle el amor apasionadamente, pero bueno, no tenía más remedio que esperar hasta el día siguiente.

Tuvimos nuestro primer y único hijo cuando yo contaba con apenas 24 años, no fue una mala edad para ser madre, me puse sumamente feliz cuando Alexis llegó a nuestras vidas. Hoy ya tiene 18 años y acaba de terminar sus estudios secundarios, ya está listo para salir al mundo y estudiar una carrera universitaria. Nunca nos dio mayores problemas, siempre fue un chico obediente y tranquilo, con buenos amigos que no lo llevan por el mal camino. En este momento tres de sus amigos se encontraban con él en la sala. Me acerqué a ellos para preguntarle si no les hacía falta nada, sus amigos se comportaban de una manera un tanto boba conmigo. Creo que los intimidaba un poco mi apariencia. Soy una mujer de físico privilegiado y sé que despierto fantasías eróticas en muchos hombres, pero a pesar de las tentaciones, nunca engañé a mi esposo. Tengo el cabello largo y ondulado, color castaño oscuro, aunque esté teñido se acerca mucho a mi color natural. Debo admitir que mantenerme cerca de los gimnasios han favorecido mucho mi figura, conservo un cintura bien torneada y una cola que se mantiene redonda y paradita. Mi piel es clara, pero este último verano me ocupé de broncearla un poco y aún conservo algo de ese color.

Noté que uno de los amigos de mi hijo no dejaba de mirar mi escote, y eso que no era muy prominente, aunque el tener los pechos de tamaño considerable, hacía que llamaran más la atención. El curioso era Manuel, un joven delgado y alto, de casi 1,80 m. Parecía ser un chico muy tímido por eso no lo reprendía por mirarme, eso tal vez lo mataría de la vergüenza, además no me hacía ningún daño.

- En un rato nos vamos, mamá – me anunció mi hijo luego de decirme que no necesitaban nada.

- ¿Puedo preguntar a dónde van?

- A la casa de Mauro, vamos a… mirar unas películas – me llamó un poco la atención el tono que empleó, pero mi hijo no era de mentir, así que debía confiar en él.

- ¿Por qué no se quedan acá? – les sugerí. La verdad es que me daba un poco de temor quedarme sola en la casa toda la noche – tu padre no vuelve hasta mañana al mediodía, hace horas extras, así que no molestarían para nada.

- ¿Y vos mamá?

- Yo me quedo en mi cuarto mirando televisión, estoy algo cansada así que me voy a acostar temprano – no era cierto pero no quería que pensaran que les aguaría la fiesta quedándome con ellos – podemos pedir unas pizzas para la cena y todo.

Estuvieron de acuerdo con mi idea, cada uno de los chicos telefoneó a su casa avisando dónde estarían, yo me sentí muy aliviada, como madre estaba más tranquila sabiendo que mi hijo se quedaba en casa y a su vez me tranquilizaba la idea de no quedarme sola. Comimos las pizzas en cuanto llegaron, a ninguno le disgustó que yo cenara con ellos, de hecho parecían alegres. De vez en cuando escuché comentarios por lo bajo en los cuales los chicos me halagaban, le decían a Alexis cosas como “que buena es tu mamá”, “que linda está tu mamá”, etc. Yo me hacia la sorda pero esos comentarios me dibujaban una sonrisa en el rostro.

Fabio, otro de los amigos de mi hijo, parecía que iba a quebrarse el cuello intentando mirar bajo mi vestido, que no era muy largo y mis estilizadas piernas se sentían libres. El muchacho estaba sentado frente a mí y como sólo había una mesita ratona entre nosotros, podía tener una buena visión de mis extremidades inferiores. Al principio me sentí un tanto incómoda, el chico disimulaba muy mal su comportamiento, pero me provocaba cierta ternura verlo intentar. Al contrario de Mauro, Fabio era un muchacho bajito, de hombros anchos y nariz de chimpancé, daba toda la apariencia de ser un poco lento, pero según Alexis era bastante listo. Si lo era no lo estaba demostrando en ese momento.

Mi vestido era bastante suelto, con cualquier movimiento se ondeaba. Decidí darle una pequeña recompensa por sus esfuerzos y separé un poco las piernas, lo justo y necesario como para que sólo él pudiera ver mi ropa interior, pero lo suficiente como para q la notara con facilidad. Yo tenía puesta una bombacha blanca común y corriente, no era mucho lo que iba a ver, pero seguramente le gustaría. Estuve en esa posición durante unos segundos y cuando lo miré con el rabillo del ojo me sorprendí al notar un pequeño bulto sobresaliendo de su pantalón. Inmediatamente cerré las piernas, no quería provocarle una erección al chico. Me sentía avergonzada, yo una mujer grande haciéndole esas cosas a un chico de 18 años. De todas formas me sorprendió que el chico se excitara tanto con tan poco. Era como ver un bikini, a lo sumo.

La cena terminó y yo me encargué de recoger las sobras y limpiar todo. Los chicos se fueron a la sala de estar donde se encontraba el televisor. Con mi marido nos habíamos encargado de construir un pequeño cine hogareño, teníamos un televisor moderno y de gran pantalla, un buen equipo de audio conectado a él y un gran sillón en el que entraban cuatro o cinco personas cómodamente. Además había otros dos sillones individuales, uno a cada lado del sillón mayor. Me despedí de ellos tan rápido como pude, no quería robarles más tiempo, me dirigí a mi cuarto quitándome las sandalias mientras caminaba y en cuanto cerré la puerta me quité el vestido. Me llevé una sorpresa al hacerlo, de pronto recordé que no vestía una simple bombacha blanca, eso fue en la mañana, luego de bañarme en la tarde me la cambié por algo más sugerente para mi esposo, una tanga roja bastante diminuta y con una tela que transparentaba un poco, lo peor era que hacía sobresalir mis pelitos por los huecos de la tela y por los lados. Ahora comprendía por qué Fabio se había excitado tanto, pobre chico, debo haberle generado un trauma. Un involuntario calor invadió mi zona púbica, en parte me calentaba un poco el saber que el chico había visto eso.

Me quité el corpiño dejando mis tetas respirar, mis pezones estaban un poco erectos, los toqué apenas y comprobé que en efecto, me había puesto cachonda. Decidí ignorar las reacciones de mi cuerpo. Me acosté en la cama y encendí el televisor, estuve mirando algunos programas buenos durante casi una hora y media, pero algunos pensamientos habían vuelto para atormentarme. No podía sacarme de la cabeza la idea de que esos chicos fantasearan con mi cuerpo y que me miraran de esa forma.

Deslicé mi mano hacia mi entrepierna y toqué mi vello púbico, el cual llevo al natural. En menos de un minuto ya estaba estimulando mi clítoris y podía sentir mi vagina humedeciéndose. No comprendía bien qué me pasaba, no solía excitarme de esta forma por alguien que no sea mi marido. Mordí mi labio inferior cuando una loca idea se cruzó por mi cabeza, la rechacé inmediatamente, pero de a poco fui convenciéndome de que podría hacerlo sin mayores consecuencias, no sería más que un jueguito divertido. Acomodé mi tanga y me levanté.

Busqué entre mis cajones algunos de mis mejores camisones, encontré uno color negro, tipo falda con ondas. Era levemente transparente, por un momento me pareció demasiado provocativo, pero sin meditarlo mucho, me lo puse. Se aferraba muy bien a mis pechos, hasta hacía que los pezones se marcaran un poco, y si la luz era buena, tal vez podría verse la aureola oscura que los rodeaba. Más abajo el camisón era todo lo contrario, no era ajustado para nada, parecía flotar sobre mis piernas sin casi tocarlas. Cubría apenas lo necesario como para que mi tanga no se viera, el tema es que ésta era roja y llamaría mucho la atención. Me la quité y busqué alguna otra de color negro. Solamente pude encontrar una, que era apenas un triangulito con un fino elástico, me la puse, de todas formas esta vez no pretendía llegar tan lejos, sería algo de apenas unos segundos.

Ya más decidida, pero con el pulso acelerado, abandoné mi cuarto dispuesta a pasearme delante de los chicos vistiendo un conjunto sumamente erótico. Luego regresaría a mi cuarto a masturbarme. Por suerte necesitaba pasar por la sala de estar para poder llegar a la cocina con la inocente excusa de buscar algo para tomar. Entré en la sala de nuestro cine hogareño desde una puerta que miraba hacia el costado izquierdo del sofá. Apenas vi a los chicos me quedé congelada, con los ojos abiertos como platos, ellos escucharon mi llegada y reaccionaron de la misma forma que yo. Un silencio sumamente incómodo se manifestó, pero rápidamente fue interrumpido por unos gemidos a poco volumen provenientes del televisor. Nada de lo que pudiera imaginar me hubiera preparado para semejante escena.

Los cuatro chicos, incluido mi hijo, estaban sin pantalón y pude ver cuatro juveniles penes totalmente erectos, estaban sentados frente al televisor donde una película pornográfica se estaba reproduciendo y obviamente ellos se masturbaban al verla. Siempre me dio pavor la idea de sorprender a mi hijo masturbándose, como toda madre sé muy bien que él lo hace, por eso siempre golpeo la puerta antes de entrar a su cuarto, pero esta vez no tenía motivo alguno para pensar que pudiera estar haciéndolo. Soy partidaria de que la masturbación es una necesidad que debemos satisfacer, me encanta que él lo haga, pero respeto su privacidad. Los cuatro chicos continuaban estáticos mirándome fijamente, ninguno había intentado cubrir sus vergüenzas, de hecho, aún seguían con sus manos allí, como si solamente hubieran pausado la masturbación. Llegó a mí el fuerte impulso de dar media vuelta y cerrar la puerta, pero eso sólo preocuparía a los chicos, sentirían que fueron descubiertos haciendo algo malo y eso les produciría mucha vergüenza. La culpa era mía, por cometer la estupidez de venir hasta acá a hacerme la madre cachonda. Soy una estúpida.

- ¡Uy, disculpen! – Dije sonrojándome al máximo – no sabía… - las palabras se trababan en mi boca, los chicos intentaron cubrirse con sus manos, se veían tan avergonzados como yo – no, está bien… no se detengan, es mi culpa… no quise – no sabía cómo explicarles.

- ¡Mamá! Perdón, pensé que ya estabas dormida – mi hijo intentó levantar su pantalón del suelo.

- No pasa nada, en serio. No quiero arruinarles la… - no sabía si llamarlo fiesta – fue mi culpa, no debí venir a molestar.

- Disculpe señora, lo que hicimos estuvo mal – se lamentó Fabio mientras intentaba tapar su pene.

- No tiene nada de malo, de verdad… es normal… - alguno de los chicos puso la película en pausa, en la pantalla se veía una mujer blanca de pelo negro y cuerpo monumental recibiendo un grueso pene dentro de su vagina – lamento haberlos interrumpido, no se detengan por mí, me haría sentir culpable.

- La culpa es nuestra, esta es su casa, no debimos… - preguntó David, el cuarto chico, un muchachito rubio de cabello corto que era muy bonito, seguramente era el que más atraía a las mujeres de los cuatro.

- Es mi culpa – insistí – yo los hice quedar en la casa. No tiene nada de malo…

- Tu mamá es muy buena – dijo Mauro – si mi mamá nos veía así… nos mataba a todos juntos.

- Yo soy una mujer comprensiva, yo también pasé por la adolescencia… hice muchas locuras, no tengo derecho a recriminarles nada a ustedes. Pueden seguir tranquilamente, yo busco algo para tomar en la cocina y los dejo tranquilos.

Caminé hacia la cocina pasando por detrás del sofá, todos me miraron pasar, evidentemente habían notado mi atuendo, la situación no era tal como la imaginaba pero podía ver la reacción de cada uno con mis propios ojos, los penes se les pusieron aún más duros, incluso a mi propio hijo.

- ¿De verdad no le molesta que sigamos? – Volvió a preguntar David.

- En serio, sigan tranquilos, yo no los molesto más – dije tomando una botella plástica con agua de la heladera.

La película se puso en movimiento otra vez, ellos parecían algo tímidos, desde la cocina podía ver todo ya que no hay pared que divida un área de la otra, solamente hay una angosta mesada. No movían sus manos con mucha energía, estaban tanteando la situación con cuidado, como si yo fuera a decirles algo malo. Tomé un pequeño sorbo de agua directamente de la botella sin apartar la mirada de esos cuatro miembros erectos, nunca en mi vida había visto tantos al mismo tiempo, me sentía un poco obnubilada, no podía pensar claramente. Caminé de regreso a mi habitación sin decir nada, pero en cuanto pasé por detrás del sofá Fabio me dijo:

- Señora, no hace falta que se vaya… si no le molesta – fue una insinuación, seguramente quería mirar mi cuerpo por un rato más o le calentaba la idea de que yo lo vea masturbándose.

- Ustedes necesitan privacidad. No quiero molestarlos.

- De verdad señora – agregó David – no nos molesta para nada, pero si la hace poner incómoda, lo entiendo – este chico era un encanto, hasta parecía apenado porque me marchara.

- ¿Incómoda? – la verdad si me ponía bastante incómoda, pero tenía que admitir que yo me la había buscado al venir hasta acá vestida de esta forma, podría quedarme un ratito, para que no se sientan culpables y luego regresar a mi cama – no, para nada, no me pone incómoda.

Para demostrar seguridad me senté en el sillón individual de la izquierda, este no miraba hacia el televisor, sino que apuntaba derecho hacia los chicos. Inmediatamente noté sus miradas en mí, estaba muy sonrojada, no sólo porque se estaban masturbando sino también por las explícitas escenas de la película, nunca había visto material de este tipo delante de mi hijo. La chica de la pantalla ahora estaba acompañada por dos hombres, uno la penetraba desde atrás por la vagina y el otro le ofrecía su pene, para que ella pueda mamarlo. Mis ojos iban de la pantalla a los miembros erectos de los chicos, me di cuenta de que estaba muy tensa, tenía las piernas juntas y las manos sobre las rodillas, intenté relajarme un poco, pensar en otra cosa, aunque no lo conseguía. Me senté más cómodamente, apoyando mi espalda contra el respaldar del sillón y separando levemente las piernas. Ninguno decía nada, pero los ojos se movían constantemente, a veces se centraban en mí y eso hacía que me incomodara aún más, ya que los tenía justo delante, masturbándose pensando en mí. Pero la excitación recorría mi cuerpo, esto iba haciendo que todo me importara menos, después de un rato ni siquiera me importaba que mi hijo se masturbara mirándome.

Dejando mis preocupaciones de lado separé más mis piernas, debido a la muy escasa ropa que llevaba mi entrepierna podía verse con facilidad. La diminuta tanga negra mostraba pelitos sobresaliendo por todos lados, me concentré en la película mientras mi hijo y sus amigos me miraban sin dejar de masturbarse, los chicos se daban con ganas, sus manos se movían constantemente y sus erectos miembros parecían dotados de vida propia. En la película la protagonista estaba siendo penetrada por tres hombres, uno por cada agujero disponible, yo luchaba contra mis ganas de masturbarme.

- Espero que no pienses que las mujeres hacemos esas cosas – les dije – en estas películas todo es actuado… y mal actuado. La mayoría de las mujeres no se comportan de esa manera.

- Si mamá, lo sabemos – mi hijo tampoco parecía preocupado por estar masturbándose frente a mí – pero es lindo imaginar esas cosas, y mucho más lindo es verlas – puse una de mis piernas sobre el apoyabrazos del sillón, esto dejó una gran separación entre ellas y la diminuta tanga tapaba muy poco mi nidito sexual.

- Laura ¿usted se…? – Fabio fue el primero en llamarme por mi nombre, pero no se atrevió a completar la pregunta.

- ¿Si yo qué? – pregunté intrigada, los cuatro miraban directo hacia mi vulva, esta estaba apretada en un pequeño triángulo de tela negra y amenazaba con salirse por los lados, la división de mi vagina se notaba mucho.

- ¿Usted podría mostrarnos sus pechos? – se animó por fin. La pregunta me tomó por sorpresa, los miré incrédulas, los cuatro portaban su mejor cara de súplica.

- No creo que eso sea apropiado – como tampoco era apropiada la forma en la que estaba sentada frente a ellos.

- Bueno, pero nosotros estamos aquí desnudos… y usted puede vernos – comenzó diciendo David – nosotros solamente le pedimos ver un poco. Creo que es justo – justo o no yo ya no tenía muchas ganas de seguir argumentando.

- Está bien, pero solamente un ratito, después me vuelvo a mi cuarto – todos asintieron con la cabeza.

Sin mucho preámbulo bajé la mitad superior de mi camisón exponiendo ambas tetas al unísono. Eran grandes y bien redondas, la aureola de mis pezones era marrón y contrastaba mucho con la piel blanca de mis pechos. Los masajeé un poco y pude ver como aceleraban el ritmo de su masturbación, al parecer ninguno estaba dispuesto a acabar todavía, me sorprendía el aguante de estos chicos. Uno de ellos puso la película en pausa.

- ¿Puede venir más cerca? – preguntó Mauro tímidamente.

Él era quien más me sorprendía, no podía creer que un chico tan tímido se animara a masturbarse frente a sus amigos… o frente a la madre de su amigo. No pude negarme a su pedido, el camisón cayó al piso en cuanto me puse de pie ya que no tenía de dónde sostenerse. Quedé vistiendo solamente esa diminuta tanga que dejaba poco a la imaginación y q se metía cada vez más dentro de mi vagina. Los cuatro estaban muy sorprendidos cuando desfilé frente a ellos con paso sensual. Sus manos se agitaban frenéticamente, me sentía una estrella porno. Di un giro completo sobre mis talones para mostrarles todo mi cuerpo, mis pechos rebotaban cuando me movía. Al parecer David no se pudo reprimir más y se puso de pie junto a mí. Sin darme tiempo a nada agarró mi teta derecha con una de sus manos.

- Hey, no dije que podían tocar – no me enfadé, se lo dije en un tono simpático – además tienen las manos pegajosas –

Di un paso hacia atrás y cuando me di cuenta Fabio ya estaba parado junto a mí.

- Es que nunca tocamos una, nos gustaría saber qué se siente – y a continuación agarró mi otra teta.

- Bueno, bueno. Ya lo saben, ahora pueden ir soltando. Alexis defendé a tu madre – le rogué a mi hijo, pero éste solo se rio de mí y vino junto con Mauro a tocar mis voluptuosos senos.

Intentaba apartarme de ellos pero me tenían rodeada, Fabio se colocó atrás, muy pero muy pegado a mí. Sentí su pene contra mi vagina, por suerte la tanga me protegía. Moví la cadera hacia un lado para sacarlo de allí pero él volvió a apuntar al mismo lugar, no me quedó más remedio que apartar su pene usando mi mano. Se lo agarré y lo sostuve con la mano izquierda a un lado de mi pierna. Estaba muy duro. Como si fuera poco, éste no era el único pene que me amenazaba, podía sentir al menos dos más contra mis piernas y muchos dedos toqueteando mis tetas. Estos chicos parecían zombies sexuales. Tenía que alejarme de ellos porque pronto perderían el interés por mis pechos y buscarían otra zona. David sostuvo su pene con una mano y parado frente a mí comenzó a frotarlo contra mi vagina, podía sentir la calidez de su carne y mis fluidos sexuales manaban atravesando la delgada tela que me protegía. Tuve que aferrarme con mi mano libre al miembro de David y así poder apartarlo, pero esto me dejó desprotegida, aún tenía firmemente agarrado el pene de Fabio con mi mano izquierda y ya no tenía forma de apartarlos de mí. Manuel se atrevió a ir más lejos, se lanzó sobre mi teta izquierda y chupó el pezón.

- ¡No chicos, basta! – Me quejé – me van a hacer enojar, cálmense – pero ninguno parecía escuchar mis palabras.

Mi propio hijo imitó a su amigo y lamió mi pezón derecho. Esto me produjo una extraña y morbosa sensación. De todas formas luché contra mis instintos sexuales e intenté caminar hacia el sillón individual que ocupaba antes, quería recoger mi camisón, pero no podía moverme con facilidad, tenía a estos chicos fuertemente aferrados a mí, tenía que esforzarme mucho por dar un simple paso. Ni siquiera podía soltar los penes por mucho tiempo porque enseguida intentaban apuntarlos hacia mí. Llegué hasta mi camisón pero no podía agacharme para recogerlo, los cuatro aprovechaban la oportunidad de tocar mi cuerpo, varias manos pasaron por mi zona púbica, aunque se notaban temerosas de ir más allá, los dedos apenas rozaban mi intimidad. Aunque ninguno desaprovechó la oportunidad de lamer mis pechos. No me había dado cuenta pero mis manos se movían instintivamente sobre las vergas que agarraba, hasta parecía que los estuviera masturbando, no quería que los chicos creyeran eso así que las solté inmediatamente. Ya con las manos libres intentaba empujarlos lejos de mí, pero en cuanto conseguía apartar uno, otro tomaba su lugar. Además Fabio se aferraba con firmeza a mi cintura, lo cual me impedía moverme.

Alexis tomó mi mano y la dirigió hasta su pene, me sorprendió mucho que hiciera esto, pero aparentemente él no me veía como madre en este momento, además era muy fácil dejarse llevar por la situación, era obvio que a mí también me costaba resistirme ya que agarré su miembro erecto. Sentirlo entre mis dedos fue muy estimulante, estaba pegajoso pero emanaba mucha sexualidad. Toqué su glande y eso pareció gustarle. La fuerte mano de Fabio me apretó la cola al mismo tiempo que David volvía a colocar su verga contra mi sexo. Mi corazón latía tan fuerte que tenía miedo de que ellos pudieran oírlo. Sentir el glande el muchachito rubio surcando entre mis labios exteriores me hizo perder la razón y me llevó a cometer una locura.

Sin poder resistirlo más subí mi pierna derecha al sillón, quedando así más expuesta. Los labios exteriores de mi vagina florecieron por los lados de mi tanga, que se apretó en el centro de mi sexo, escuché q alguno de los chicos soltaba una exclamación al ver esto. Tomé el pene de David con mi mano y lo orienté hacia el medio de mi vagina. Su primera embestida fue potente, no me penetró solo porque la tanga aún llegaba a protegerme, pero aun así me produjo mucho placer. Con mi otra mano estimulaba el pene de mi hijo que latía entre mis dedos. El muchacho rubio volvió a embestirme y no pude evitar gemir. Mi mano izquierda buscó a tientas otro pene, encontré el de Fabio y comencé a estimularlo mientras seguían presionando contra mi sexo. Mi concha era un océano de flujos y si seguíamos así en cualquier momento David encontraría la forma de evitar chocar contra la tanga, pero en lugar de seguir con su tarea, se apartó para permitirle a Mauro hacer lo mismo, la timidez del chico había desaparecido por completo, acepté su largo pene y dejé que lo apoyara firmemente. Los dedos de Fabio hurgaban por detrás, entre mis nalgas y mis tetas seguían acaparando bastante atención, siempre había una mano o una boca en ellas.

- Está bien chicos, los voy a dejar jugar un ratito conmigo, porque me caen bien – “y porque estoy muy caliente” pensé – pero solamente un poquito, cuando yo diga basta es basta.

Todos asintieron. Se apartaron de mí sabiendo que esta vez yo colaboraría. Me coloqué mirando de frente al sillón individual y apoyé mis manos sobre los apoyabrazos, así quedé dándole la espalda a los cuatro muchachos, inclinada hacia adelante con la cola levantada expuesta a un millón de toqueteos. Aunque mantuve las piernas juntas mi vagina sobresalía entre ellas, uno de ellos tiró de mi tanga hacia arriba haciendo que ésta se meta aún más en mi concha, todos exclamaron por la sorpresa de ver mis hinchados labios vaginales adornados con pelitos negros.

- Se portan como si nunca hubieran visto una vagina – les dije.

- Nunca habíamos visto una en vivo y en directo, y mucho menos una tan hermosa – contestó David.

- Oh, gracias.

Ese dulce comentario me hizo separar un poco las piernas para que pudieran apreciarla mejor. Ninguno se movió y yo ya comenzaba a dudar, tal vez estaba asustando a estos chicos, esto era una completa locura. Cuando estuve a punto de ponerle fin a todo sentí que una verga se pegaba a mi vagina y empujaba con fuerza, me hizo levantar más la cola.

- ¡Ay, despacio! – no fue una queja sino una sugerencia.

El que me embestía esta vez era Fabio. Los labios de mi concha envolvieron su glande, aunque la tanga le impedía llegar más adentro, parecía que me estuviera penetrando. El muchacho se aferró a mi cintura y continuó empujando inexpertamente hacia adentro. Yo confiaba en que no consiguiera metérmela. No pretendía llegar tan lejos, de hecho ni siquiera debería estar haciendo esto.

- ¿Puedo probar yo también? – preguntó Alexis mientras Fabio continuaba frotándose contra mí.

- Bueno… sería injusto si te dijera que no, está bien – no podía creerlo, le estaba dando permiso a mi propio hijo para que me arrimara.

Su amigo se apartó y le cedió el lugar. Mi hijo no esperó a que yo me arrepintiera, casi de inmediato presionó con fuerza su pene contra mi concha. No pude evitar acompañar sus movimientos con mi cadera y soltar un leve gemido. La vagina me pedía a gritos que la penetraran pero yo no estaba dispuesta a hacerle caso. Dejé que mi hijo se entretuviera un rato y nada más. Luego de unos segundos Alexis se apartó.

- Pueden hacer una ronda más cada uno y basta – les dije sin pensar con mucha claridad. Esto no podía terminar nada bien pero ya no podía deshacer lo hecho.

El primero fue David, que se frotó con ganas contra mi vagina, al menos respetaban un poco mi cuerpo, ninguno intentó apartar la tanga para metérmela. En su turno Mauro fue muy amable, no presionó con mucha fuerza, hasta parecía que lo hacía con cariño. Los penes abrían cada vez más mi concha, me gustaba mucho sentirlos ahí y cada vez me ponía más caliente. Cuando volvió a pasar Fabio yo ya tenía las piernas más separadas, por lo que pude sentir su verga un tanto más adentro, pero aún no podía llamarse una penetración, aunque esto estimuló más a Fabio, lo que hizo que me embistiera como si estuviera cogiéndome con ganas. Mi hijo también se portó de una forma similar a la de su amigo, no le importaba en lo más mínimo que yo sea su madre, con tal de poder restregar su miembro.

- Bueno, suficiente. Espero que hayan quedado satisfechos – dije dando media vuelta, ninguno tenía cara de satisfacción, al contrario, parecían desilusionados – sigan con la película, yo me voy a tomar algo y de ahí me voy a acostar.

Uno de los chicos estuvo a punto de quejarse pero lo miré con mala cara, cerró la boca al instante. Caminé hasta la cocina a paso lento sólo para corroborar que me hicieran caso, se sentaron ante la tele otra vez y pusieron la película en marcha. Busqué la botellita de agua en la heladera y tomé un largo trago con la esperanza de que eso me enfriara un poco. Miré mi concha sobresaliendo por los lados de la tanga, era una escena sumamente sexual y yo había estado así frente a mi hijo y sus amigos, me sentía avergonzada, sólo quería regresar a mi cuarto y no tener que verles las caras durante toda la noche.

Ninguno de los cuatro parecía muy interesado en la película, hasta sus penes se veían flácidos, me dio mucha pena verlos así. Los había ilusionado y ahora los dejaba solos. Caminé hasta mi sillón y les dije:

- Si quieren me quedo un ratito más, pero no se me vengan encima.

Estuvieron de acuerdo con la propuesta, eso los animó bastante y continuaron tocándose. Me senté en el sillón y dejé mis piernas un poco abiertas, me miraban más a mí que a la película, que se había transformado en solamente un ruido de fondo. Fui la primera en darse cuenta que la película había terminado y ya estaban pasando los créditos.

- Se terminó – les avisé – ¿tienen otra más o esa era la única?

- Tenemos muchas más – dijo Mauro poniéndose de pie de un salto.

Se dirigió hacia una mesa que estaba detrás del sofá. Yo me acerqué para curiosear un poco y eso provocó que los demás también se levantaran. El chico delgado abrió una mochila y extrajo varias cajas de DVD, todos con portadas muy sugerentes y títulos sumamente raros. Me puse a analizar el material de estos muchachos cuando ellos volvieron a amontonarse sobre mí. Sentí sus dedos hurgando entre mis húmedos labios vaginales, pero no me animé a decirles nada.

- ¿Ya las vieron todas? – pregunté mientras David me chupaba un pezón. Le agarré los testículos y los moví entre mis dedos.

- Si, ya las vimos a todas – contestó Alexis – ya no son tan divertidas.

- Preferimos mirarla a usted – agregó Mauro.

- Ahh q tierno – solté el DVD que tenía en la mano y agarré su pene como si fuera lo más natural del mundo y lo guie hasta la entrada de mi vagina, lo dejé frotarse un rato. Pude sentir mis fluidos bajando por la cara interna de mis piernas.

No solo las manos de los muchachos se mantenían ocupadas, mis manos pasaban de un pene a otro constantemente, me agradaba la idea de sentir tanta virilidad en ellos. Mi hijo se colocó detrás de mí y puso su verga entre mis nalgas, me agarró con fuerza y comenzó a moverse, su miembro surcaba mi cola de abajo hacia arriba.

- Se nota que les gusta frotármela. Me están poniendo un poquito incómoda.

- ¿Le molesta? – preguntó Mauro apartándose.

- No es que me moleste, el problema es que ustedes se frotan y yo tengo la ropa interior puesta, y eso me hace doler  – la verdad es que me gustaba mucho sentirlos a todos pegados a mí, solamente que la razón me decía que tenía que parar con todo esto, pero mi libido se oponía.

- ¿Y si se la quita? – sugirió Fabio. Medité durante unos instantes, ¿qué pensarían las madres de estos chicos si se llegaran a enterar que yo me ofrecía como juguete sexual para ellos? La verdad es que yo soy madre de uno, y me gusta que mi hijo esté disfrutando. Ellas se lo pierden.

- Bueno, está bien. Después podemos seguir “jugando”.

Se apartaron dejándome espacio. No quería llegar tan lejos pero ya les había prometido diversión. Para colmo la tela de la tanga estaba empezando a irritarme mucho y ya no la aguantaba más. Me alejé un poco de ellos y les di la espalda, luego agarré mi tanga por los elásticos y tiré hacia abajo despacito, dándole suspenso a la situación, sólo podía imaginarme sus caras, pero seguramente estarían atónitos. Mientras más la bajaba más aliviada se sentía mi parte íntima, al llegar a mis rodillas incliné mi cuerpo hacia adelante así podía quitarla del todo y a su vez los chicos podrían admirar mi vagina por primera vez al desnudo. En ese instante volvieron a abalanzarse sobre mí.

- No se pasen – les advertí – no piensen que pueden hacer cualquier cosa.

Ninguno me respondió, enseguida sentí unos dedos tocando mi clítoris, eso me hizo gemir de placer. Yo tampoco perdí el tiempo, agarré una verga y la masajeé firmemente. Sentí que otra mano llegaba hasta mi concha y no se limitó con tocarla sino que introdujo un dedo, pude ver que esa mano era de David, que comenzó a masturbarme. Agarré mi teta izquierda y se la ofrecí a Fabio con un gesto, él lo entendió y me chupó el pezón con ganas. Yo deliraba de placer. Mi hijo había tomado el lugar de David y era él quien me metía los dedos ahora. Había perdido de vista a Mauro hasta que supe que se encontraba a mi espalda. Sentí su pene duro en mi cola. Mi culito no estaba lubricado, pero él había puesto saliva en su pene. Pude sentir mi culito abrirse apenas con la presión, me dolió un poco pero no quería que el chico se sintiera mal así que no dije nada, pero él volvió a presionar y sentí que estaba a punto de metérmela. No quería eso, me vi obligada a apartar su miembro con la mano, éste se deslizó hacia abajo quedando justo entre mis labios vaginales. Cuando él empujó hacia adelante su verga apareció en el frente, parecía que un pene estaba creciendo desde el interior de mi sexo, agradecía que no me la hubiera metido y que mi hijo hubiera apartado su mano a tiempo. Agarré la punta del pene que sobresalía y la levanté para que el tronco quedara bien encajado entre los labios de mi concha. Comencé a frotarme de adelante hacia atrás a lo largo de todo ese palo viril. Se sentía de maravilla, la cantidad de fluido vaginal hacía que el movimiento fuera suave y mi clítoris lo disfrutaba. Ya estaba tan caliente que no podía dominarme a mí misma. Cuando Mauro se apartó agarré la verga de Fabio y la dirigí hasta mi concha, la froté contra mi clítoris mientras con la mano libre agarraba la de mi hijo. Me moví de atrás hacia adelante rítmicamente haciendo que el pene en mi vagina se deslizara entre los labios, pero teniendo mucho cuidado de que no me penetrara. Mauro aprovechó la oportunidad y acercó sus dedos a mi culo. Logró meterme uno al primer intento, se sintió espléndido. Entretanto yo había comenzado a frotarme sobre la verga de David, quien intentó por todos los medios metérmela pero la tenía firmemente agarrada y no pudo hacerlo. El dedo de mi cola entraba y salía con libertad y llegó el turno de Alexis para frotarse contra mi vagina. Luego de unos segundos Mauro quitó su dedo y yo pude apartarme de los muchachos.

- ¿Laura, me puede dar un beso? – la pregunta de Fabio me tomó por sorpresa, giré hacia él y lo quedé mirando.

- ¿Un beso dónde? ¿En la boca? – pregunté incrédula.

- No, acá – señaló la punta de su verga.

- Ahh pero qué vivo que sos – no pude evitar reírme de la sugerencia del chico.

- Es solamente un beso – insistió – no tiene que hacer nada más.

- ¿Nada más? ¿Seguro?

- Seguro…

- Dale mamá, es solo un beso… uno para cada uno – acotó mi hijo. Mordí mi labio inferior, después de todo lo que les había dejado hacer, un simple beso en la puntita de sus penes no significaba nada.

- Está bien – accedí – pero se sientan en el sofá.

Obedecieron sin chistar. Se sentaron uno al lado del otro y yo me tuve que preparar para hacer lo prometido. La tremenda calentura que tenía me hacía actuar sin pensar mucho. Me acerqué al grupo de penes erectos y me puse de rodillas en el piso. Supuse que debía comenzar con Fabio ya que él fue el de la idea. Tomé su verga con ambas manos y la miré detenidamente, de verdad tenía un tamaño considerable. Pude ver unas gotitas de líquido pre seminal saliendo de la punta pero eso no me detuvo. Acerqué mis labios y lo besé justo ahí, sentí el líquido pegajoso en mi boca, me quedé allí por unos segundos y luego me aparté sólo para acercarme al siguiente pene, éste era el de David. Repetí la acción de tomarlo con las dos manos y darle un suave beso en la punta. No era la gran cosa, podía hacerlo tranquilamente hasta con el de mi hijo. De hecho a continuación le tocaba a él. Mis manos se aferraron con firmeza a su tronco y mis labios se posaron sobre su glande. Sentir esos penes rozando mis labios me ponía aún más cachonda. Tomé el cuarto pené, el de Mauro, y lo besé con las mismas ganas que a los demás.

Noté que habían quedado poco satisfechos, de hecho yo también lo estaba, por eso partiendo desde Mauro hasta Fabio besé los penes otra vez, solo que ahora di un primer beso en los testículos, luego un par más en el tronco y al final otro en el glande, esto les gustó mucho más y yo podía sentir el sabor a pene en mi boca. Estaba tan excitada como ellos y necesitaba más. Me levanté y caminé hasta el sillón individual, allí me senté y me abrí de piernas, colocándolas sobre los apoyabrazos. Usando dos dedos abrí mi concha para deleite de ellos y les dije:

- Yo también quiero besitos.

No esperaron ni un segundo, se acercaron los cuatro. Fabio y Alexis se sentaron en el piso justo delante de mí y los otros dos se quedaron de pie, uno a cada lado. Al estar prácticamente acostada en el sillón, los penes de los chicos que estaban parados quedaban a pocos centímetros de mi cara. Los dedos de Fabio se introdujeron en mi concha y mi hijo se concentró en tocar mi clítoris, parecían estar analizándola, como si se tratase de un bicho raro. Agarré las dos vergas que tenía a mi alcance y comencé a jugar con ellas mientras los otros exploraban el exterior e interior de mi sexo. Tanto toqueteo hacía que me mojara más. Introducían sus dedos con total libertad. Luego Fabio se colocó de rodillas y apuntó su verga, primero pensé que me la quería meter pero me equivoqué. Comenzó a frotarla por afuera, se movía como si me estuviera cogiendo pero el pene se mantenía en el exterior.

- Mmmm, eso me gusta – dije y le di un beso al pene de Mauro.

Fabio se movió a mayor velocidad, yo sentía mi clítoris a punto de estallar, quería que me la metiera pero no me animaba a decirlo, la cosa es que el muchacho no siguió con eso, sino que metió la cabeza entre mis piernas y pasó la lengua por el centro de mi concha, solté un gemido de placer y pasé la verga de David por mis labios. Luego Fabio se animó a más, comenzó a chuparme la concha con ganas, se centraba más que nada en mi clítoris, al parecer tantas películas porno le habían enseñado cómo hacerlo. Mientras me la comía yo daba besos a los penes que tenía aferrados, me animé a sacar un poquito la lengua y a darle finas lamidas casi imperceptibles. Mi hijo tomó el lugar de Fabio, al parecer habían establecido una rutina, primero frotó su verga por el exterior de mi concha, tal y como lo había hecho su predecesor, y luego se mandó directo a comerme la concha, Mauro se apartó para reservar su turno y Fabio me ofreció su pene. Continuaba dando besos a diestra y siniestra sin reprimir mis gemidos de placer, la lengua de mi hijo entraba y salía de mi vagina y luego me daba fuertes chupadas en el clítoris.

Tenía la cabeza inclinada hacia atrás y las piernas muy abiertas. Ya no podía luchar contra la tentación, me dirigí hacia el pene de Fabio y le di una lamida a todo el largo de su tronco justo cuando mi hijo dejaba de chupármela y Mauro ocupaba su lugar. Mientras Mauro frotaba su pene contra mi concha yo le daba una lamida a la verga de David pasando por su glande. El muchacho rubio se apartó para dejarle lugar a Alexis, inmediatamente pasé mi lengua por su miembro, como si se tratara de un helado. Yo gemía sin parar, me sorprendía que Mauro chupara tan bien mi concha, se la comía con placer, su cabeza se sacudía de un lado a otro haciendo brotar líquido de mi interior. En el momento en que estaba dándole una lamida a la verga de Fabio ocurrió algo inesperado pero que en algún momento tenía que pasar. Mi lengua estaba a punto de llegar a su glande cuando fuertes chorros de espeso semen cayeron saltaron directo a mi cara, lo masturbé para que largara hasta la última gota. Casi al mismo instante Alexis hizo lo mismo, haciendo saltar más semen sobre mi cara y mis tetas, como yo gemía por las chupas que me daban parte del semen terminó dentro de mi boca, estaba tibio y cremoso, no me molestó tragarlo. Le llegó el turno a David, quien repitió la rutina de sus amigos, se frotó contra mi mientras Mauro volvía a brindarme su verga, yo estaba empapada de semen y él vino dispuesto a darme más, acabó rápidamente sobre mi sin dejar de masturbarse, pude sentir algo más de leche dentro de mi boca aunque la mayoría había caído sobre mi cuello y mis tetas. Llegué a mi punto de quiebre y tuve un riquísimo orgasmo llenando de jugo la boca del muchachito rubio. Éste comprendió lo que había ocurrido y en pocos segundos dejó de chupármela, se acercó hasta mí con su verga en mano y se masturbó mientras yo frotaba mi clítoris. Recibí nuevamente ese líquido sexual sobre mi cuerpo, me sentía una puta de primera y no me importaba. Con una mano me masturbaba y con la otra esparcía toda esa gran cantidad de semen sobre mi cuerpo. Poco a poco me fui tranquilizando y recobré la cordura. Estos chicos debían pensar que yo era igual a las mujeres de sus películas porno.

Me reincorporé y los miré a todos con una sonrisa, ya había terminado todo y lo más extraño es que no me arrepentía de lo ocurrido, ellos lo habían disfrutado y yo también. Les dije que quería darme una ducha antes de irme a dormir, no podía acostarme con el cuerpo cubierto de semen.

El agua de la ducha estaba tibia, tirando a fría, eso me ayudó no solo a quitar la leche de mi piel sino también a bajar mi temperatura corporal, dejé que el agua cayera sobre mi cara y cerré los ojos. No podía quitarme de la mente la imagen de esos viriles miembros juveniles. Sentía que me habían poseído. Estaba como drogada. Lavé mi vagina pero aún podía escuchar su llamada. Me invitaba al placer. Tuve que admitir que aún no había quedado satisfecha. Tomé una toalla y me sequé, me envolví en ella y regresé a la sala donde estaban los chicos. Aún no quería irme a dormir.

Al regresar a la sala de estar encontré a los chicos sentados en el sillón pasando canales en la tele, al parecer se habían lavado sus penes con agua de la cocina (luego debería darle una buena limpieza al lavatorio) pero no se habían vestido. Yo estaba envuelta en mi toalla roja y en cuanto aparecí todos se voltearon para verme. Estaban sorprendidos pero alegres. Me acerqué a ellos y se pusieron de pie al unísono, inmediatamente me despojaron de la toalla.

- Que bueno que haya vuelto, Laura – me dijo David al mismo tiempo que agarraba una de mis tetas y la apretaba.

Ahora sus penes estaban flácidos, los toqué uno por uno y me sorprendió mucho ver con qué facilidad volvían a ponerse duros. El entusiasmo juvenil hacía milagros. No pidieron permiso para colarme los dedos en la concha, a cada rato podía sentir un nuevo dedo entrando. En ocasiones metían de a dos a la vez. Eso me calentaba muchísimo. Además todavía tenía muy presente en mi mente la lluvia de semen que me dieron estos chicos. El semen era uno de mis tabúes, podía excitarme mucho con solo imaginarlo. De joven, cuando tenía apenas un par de años más que estos muchachos y estaba experimentando sexualmente, solía hacerles sexo oral a algunos de mis amigos o conocidos sólo para poder tomarme su semen, ya con eso podía masturbarme locamente. De hecho conocí a mi marido de esa forma. Se la chupé en un cumpleaños de un amigo en común y con eso él quedó perdidamente enamorado de mí, luego se esforzó mucho por conquistarme hasta que lo consiguió. Aún me inhibía un poco la idea de chupársela a estos chicos, en parte seguía sintiéndome como la madre de cada uno, especialmente de Alexis, que de verdad era mi hijo. Había llegado muy lejos y había cometido muchas locuras con ellos, pero no podía detenerme.

Me incliné hacia adelante dejando mi cola levantada, al instante sentí unos dedos introduciéndose en mi concha y a mi cola también le dieron. El de la cola me dolía un poco ya que nunca lo había hecho por ahí, mi marido nunca me lo había pedido, creo que no le interesaban esas cosas. Mientras dos de ellos exploraban mis partes bajas, tomé el pene de Mauro y le pasé la lengua a su glande, luego hice lo mismo sobre otro pene que encontré cerca de mi cara, creo que era el de David. Mi hijo se paró atrás de mí y me tomó por la cintura. Presionó su miembro contra mi culito, sabía que él disfrutaba apretándose contra eso, pero no podría introducirlo tan fácilmente así que lo dejé seguir. Fabio me acercó su verga y también le di una linda lamida desde abajo hacia arriba y luego repetí la acción sobre su glande. Mi hijo desistió y cedió su lugar a David, quien también se abalanzó contra mi cola, la presión de su verga era considerable y parecían no olvidar humedecer sus penes, yo podía sentir mi culito abriéndose de a poco. Lamí otro pene pero esta vez, cuando llegué al glande, lo apreté entre mis labios. David seguía intentando lograr algún resultado, pero a pesar de empujar con fuerza no podía meterla, eso me tranquilizaba un poco.

Giré mi cuerpo para ofrecerle mi cola a Fabio, tomé su miembro con una mano y lo orienté hasta mi agujerito, si bien no quería que me la metan, me calentaba mucho que lo intentaran… y a ellos también. Pasé mi lengua a lo largo de la verga de Alexis y apreté la punta entre mis labios como había hecho antes. Fabio presionó contra mi cola y sentí algo diferente. Ésta se abrió más de lo normal. El glande me penetró y mi culo volvió a cerrarse una vez que éste entro. No me dolió, pero el placer hizo q mis rodillas temblaran y no pude reprimir un gemido. Para disimular lamí el pene de Mauro dejando su glande entre mis labios por unos segundos. Por suerte el chico no siguió presionando sino que se conformó con sentir la punta de su pene allí dentro, luego lo retiró con cuidado. Estos chicos me respetaban, no querían lastimarme, aunque si querían divertirse con mi cuerpo.

Mauro ocupó el lugar de Fabio y en el momento en que me introducía su glande por la cola yo lamí el de David y lo dejé entre mis labios, pero el muchacho rubio no se conformó con eso, me tomó de la cabeza y me metió toda su verga en la boca, llegando casi hasta la garganta, no pude gemir cuando mi cola se abrió para dejar pasar la punta del pene del otro chico. David la sacó y finos hilos de saliva quedaron colgando entre su verga y mis labios, quedé con la boca abierta, un poco aturdida, no me esperaba eso, pero tampoco me disgustó. Alexis no quiso ser menos así que también metió de lleno su verga dura dentro de mi boca, esta vez estaba un poco más preparada, hasta pude disfrutarlo más cuando la fue sacando de a poco. A Fabio le habrá parecido divertido el nuevo jueguito ya que también quiso probarlo, lo esperé con la boca abierta y me la tragué. Cuando Mauro soltó mi cola caí suavemente de rodillas al piso. Fabio no quitaba su pene y yo quedé con toda esa carne en la boca mirando como los cuatro muchachos me rodeaban sosteniendo sus vergas. Esa imagen me calentó más todavía.

Tragué el pene de Mauro sin que él me lo pidiera y a los pocos segundos me lancé sobre otro miembro y lo succioné con fuerza, me estaba volviendo loca, tenía cuatro vergas para mi solita y solamente una boca, no sabía cuál comerme primero, tenía ambas manos ocupadas, masturbando siempre a dos de ellos y pasaba mi cabeza de un lado a otro, me tragaba sus penes y les daba fuertes chupadas, los podía sentir poniéndose bien duros dentro de mi boca, mis labios se apretaban con fuerza a ellos cuando los iba sacando y luego volvía a introducirlos. Ellos presionaban mi cabeza contra sus respectivos penes y me hacían comerlas por más tiempo.

- Que buenos petes hace tu mamá – comentó David.

- Los mejores – les respondió mi hijo.

Esos halagos hicieron que pusiera aún más entusiasmo en el sexo oral, me atragantaba con sus vergas y lo disfrutaba. Mi cabeza se columpiaba de atrás hacia adelante mientras introducía algún pene. No olvidaba chuparles bien los testículos, sé muy bien que a los hombres eso les encanta. Mis chupadas eran frenéticas y con toda la intención de hacerlos acabar, pero estos chicos tenían buen aguante, si quería lograrlo debía utilizar otro recurso.

- Siéntense acá – les pedí señalando el sofá.

Obedecieron sin chistar, se sentaron uno al lado del otro con sus vergas apuntando al techo, gateé hasta David y bajé mi cara para comerme su verga, mientras lo hacía logré poner el falo entre mis grandes tetas, al muchachito pareció gustarle mucho ya que comenzó a gemir. Apreté bien mis tetas para que él sintiera la presión, las subía y bajaba al unísono sin dejar de chupársela. Aproximadamente un minuto más tarde sentí el dulce néctar sexual manando de su interior, saboreé el semen con placer y fui tragando todo lo que me dio, el chico apretaba mi cabeza hacia abajo para que yo no dejara de tomarme su leche.

Pasé al siguiente en la fila, que era Fabio, él me esperaba con ansias y prácticamente me clavó su verga en la boca, esa brusquedad me ponía cachonda así que le comí la verga con ganas ayudándome de mis pechos. La imagen de una madre haciéndole la paja turca a un amigo de su hijo me hacía delirar de placer, ni siquiera podía creer que realmente lo estaba haciendo, era un efecto de la droga sexual que recorría mi cuerpo. Él también acabó en poco tiempo, comprendí que antes habían aguantado tanto porque no recibían atención directa sobre sus vergas, ahora era yo la que estaba haciendo todo mi esfuerzo para que acaben y mi experiencia en sexo oral era demasiado para estos chicos. Llenó mi boca de semen y no dejé escapar ni una gota, tuve que bajar una mano a mi concha para poder pajearme, no daba más de la calentura.

Ahora venía el momento más esperado para mí, atender a mi propio hijo, quería demostrarle de lo que su madre era capaz. Lamí sus testículos y recorrí todo su pene con la lengua hasta llegar a la punta, me la tragué y giré mi lengua alrededor de su glande, eso lo hizo estremecer, cuando mis tetas se unieron a la acción él pareció no tolerarlo, comenzó a moverse frenéticamente de un lado a otro mientras sostenía mi cabeza con una mano, a él le estaba dando una atención especial, hacía juegos con mi lengua o le daba fuertes chupadas en los lugares justos, en poco tiempo inundo mi boca con su espesa leche, no la tragué al instante sino que tiré mi cabeza hacia atrás, cerré mis ojos y comencé a pajearme con ganas mientras saboreaba y tragaba su esperma.

Una de las experiencias sexuales más fuertes que tuve en mi vida ocurrió hace unos tres años y medio, cuando fui con Luis, mi esposo, al casamiento de uno de sus amigos. Fue un casamiento para adultos, no hubo niños invitados, tampoco fue una locura sexual, simplemente hubo algunos jueguitos sexualmente sugerentes, nada del otro mundo, pero a mí me habían puesto cachonda. Para colmo la gran cantidad de alcohol que mi marido y yo ingerimos nos hacía perder la cabeza, no podía estar mucho tiempo cerca de él sin que me toqueteara. Esa noche tenía puesto un vestido azul marino pegado al cuerpo que era bastante corto, por eso él tenía vía libre para tocarme o meterme los dedos. Yo también lo toqueteaba cuando nadie nos miraba. El asunto comenzó cuando notamos que uno de los mozos de la fiesta no me sacaba los ojos de encima, pensé que eso disgustaría a Luis, pero ocurrió todo lo contrario, le calentaba saber que el tipo me miraba con tanto deseo. En un momento él me desafió, supongo que fue porque ambos estábamos ebrios y cachondos, me dijo que no me animaría a chupársela al mozo, noté por su tono que realmente él quería que lo hiciera.

En cuanto tuve la oportunidad me acerqué al mozo y le toqué el bulto diciéndole al oído que me siguiera. Ni siquiera tuve que mirar para atrás, el tipo no me perdió la pista. Llegamos al baño de damas y comprobé que estaba vacío, lo hice pasar y nos encerramos en un cubículo. Ahí nomás le bajé los pantalones y comencé a chupársela. El tipo no lo podía creer, se movía de atrás para adelante como si me estuviera cogiendo por la boca. Le di unas lindas chupadas a todo el falo hasta que varios minutos después me acabó en la boca. Lo dejé solo en el baño recomponiéndose de la sorpresa y regresé con mi marido, me senté junto a él y abrí la boca para mostrarle el semen del mozo, luego me lo tragué. Eso lo calentó mucho, tanto que me metió los dedos en ese mismo instante. Por suerte nuestra mesa estaba en un rincón oscuro y desde este ángulo nadie nos podía ver. Metí la mano en su pantalón y le toqué la verga, la tenía muy dura.

La noche no terminó con eso. Luis me quitó la bombacha para poder tocarme con más libertad y en un momento me acerqué a la barra a pedir una botella de champagne. Mientras esperaba me apoyé sobre la barra con la colita parada, no podía pensar con claridad por culpa del alcohol, olvidé lo corto que era mi vestido y lo desprotegida que estaba. Mi conchita quedó a la vista mientras aguardaba por la botella y en pocos segundos sentí que alguien me arrimaba por detrás, tenía el bulto muy marcado, lo sentí justo sobre mi sexo. Me tocó una pierna y como no le dije nada me metió los dedos en la concha. Cuando vi quién era el misterioso hombre me sorprendí mucho, se trataba de Miguel, el novio, ese que se estaba casando esa misma noche, el amigo de mi marido. Miré rápidamente para todos lados y me di cuenta de q el único que nos vio fue el que atendía la barra, pero lo disimuló bastante bien. Le sonreí al amigo de mi marido mientras me colaba los dedos y froté mi cola contra su bulto. Cuando me dieron la botella me di vuelta y pasé a su lado, no me fui sin antes tocarle la verga por arriba del pantalón, la tenía tan dura como Luis.

Como soy una esposa fiel (aunque cachonda) le conté a mi esposo lo ocurrido mientras tomábamos champagne, él me dijo que la reacción de su amigo era lógica, que yo estaba muy buena y él nunca había tenido una despedida de soltero decente, si bien su mujer era una rubia preciosa y la pasaría muy bien con ella, extrañaría el contacto con otras mujeres. En ese momento Miguel se nos acercó, arrastró una silla hasta sentarse a mi lado y vio que mi marido me estaba metiendo los dedos. Luis no disimuló mucho, apartó la mano deslizándola por mi pierna y cuando llegó a mi rodilla, me las abrió un poco más, mi concha estaba a la vista y toda mojada. Su amigo nos hablaba de cosas sin sentido y nos sonreía. Mi marido me hizo una seña y yo comprendí perfectamente. Le toqué el bulto a Miguel mientras seguíamos hablando, él no tardó mucho en meterme los dedos, supo de inmediato que a su amigo no le molestara que toquetearan a su mujer. Luis dijo que quería ir al baño y le preguntó a Miguel si quería acompañarlo, antes de que él se negara dije que yo también quería ir.

Caminamos los tres hasta los baños, estaban uno pegado al otro pero en cuanto vimos que el baño de hombres estaba completamente vacío nos metimos a ese. Miguel comenzó a toquetearme de inmediato, me levantó el vestido hasta la cintura y me arrimó. Pude sentir que sacaba la verga del pantalón y la frotaba contra mi conchita mojada. Le sugerí que nos metiéramos a uno de los cubículos por si llegaba a entrar alguien, mi marido se quedó haciendo guardia con la verga en la mano, pero apuntando hacia un mingitorio para disimular. El cubículo era pequeño pero Miguel logró pararse con los pies a los lados del inodoro y apoyando la espalda contra la pared, yo me cerré la puerta y apoyé las manos sobre ella. Me clavó con unas ganas tremendas, sentí su verga muy adentro y lo incité a que se moviera más rápido. En ese momento ocurrió algo inesperado, alguien entró al baño y de inmediato dijo:

- Uy perdón, creí que era el baño de mujeres – por la voz supe que se trataba de Clara, la novia de Miguel. Nos quedamos petrificados dentro del cubículo.

- No pasa nada chiquita – dijo mi esposo.

- Ahh hola Luis, ¿no lo viste a Miguel? – ella parecía estar aún más borracha que nosotros, su lengua se movía de forma perezosa al hablar.

- No, hace rato que no lo veo.

- Si, yo tambie… ¡Epa! ¿Qué es eso? – Casi me da un infarto, pensé que  habíamos sido descubiertos – ¿por qué la tenés así? – ahí supe que ella había notado la erección de mi marido.

- Es que vine al baño a tocarme, porque mi esposa no quería atenderme – el muy hijo de puta hasta parecía apenado, tuve que morderme la boca para no reírme.

- Ay, pero que mala. No me hubiera esperado eso de Laura. Dejarte en ese estado… con lo linda que está – esta vez fue Miguel quien tuvo que reprimir la risa, él aún seguía cogiéndome, aunque más despacio – Uy, que dura está – exclamó ella, en ese momento me animé a abrir un poco la puerta del baño, podía verlos reflejados en el gran espejo que estaba directamente frente a mí, ella le estaba tocando la verga a mi esposo – yo lo buscaba a Miguel porque quería que me dé, también estoy muy caliente. Hasta me saqué la tanga.

- ¿De verdad? – preguntó Luis haciéndose el ingenuo, el vestido de la novia era muy sexual, era corto, muy escotado y tenía unas medias de encaje muy sexys. Mi marido le levantó la falda, la rubia tenía la conchita perfecta y totalmente depilada – pero si hasta estás mojada – dijo metiéndole los dedos.

- Si, mucho. No aguanto más las ganas. Quiero que alguien me la ponga – la putita estaba sonrojada y no soltaba la verga de mi marido.

- De eso me puedo encargar yo.

La hizo dar media vuelta y la apoyó contra la pared, se acercó desde atrás y ella levantó la cola y separó las piernas, su concha era realmente hermosa, mi marido se la abrió al clavársela. Ella comenzó a gemir como una putita en una película porno, eso provocó que Miguel se calentara mucho, empezó a clavarme con mucha fuerza, sacaba toda la verga y me la volvía a enterrar de un solo empujón, yo tenía ganas de gritar de placer pero debía reprimirme. Los minutos pasaban y yo tuve mi primer orgasmo de la noche, el ver cómo Luis se cogía a esa putita me calentó muchísimo. La mina tenía el culito redondo y la conchita rosada, sus fluidos salían cada vez que mi marido se la sacaba un poco. Para colmo Miguel me estaba dando una empernada magnífica. Vi que la rubia acabó en un grito de placer, de su concha salieron jugos sexuales en cantidad, Luis siguió dándole durante unos segundos más hasta que se la sacó.

- Ay, que rico que estuvo eso – dijo la novia con una vocecita de actriz porno ingenua – pero no le cuentes nada a mi marido, por favor.

Mi esposo le garantizó que Miguel nunca se enteraría de lo ocurrido y allí por fin ella abandonó el baño de hombres y yo pude gemir en paz mientras su novio me cogía sin parar. Luis se acercó a nosotros y como me vio agachada me ofreció su verga, él aún no había acabado. Se la chupé y saboreé los jugos vaginales de la rubia, era la verga más rica que me había comido en mi vida y además estaba disfrutando de dos hombres al mismo tiempo. No era la primera vez que lo hacía, pero me encantaba. A los pocos minutos mi marido llenó mi boca de leche.

- Nuestras esposas tienen algo en común – dijo mi marido – las dos tienen debilidad por la poronga – me tragué toda su leche. Me puse de rodillas y se la chupé a Miguel. Fue la tercer acabada en mi boca en el transcurso de la noche. Un record personal.

Ahora, cuando terminaba de tragar el semen de mi propio hijo, estaba a punto de batir mi propio record, allí tenía la cuarta verga de la noche, la de Mauro. Me la metí en la boca sin dudarlo y se la mamé con unas ganas especiales, me movía más rápido que de costumbre, casi podía sentir que mi cabeza se saldría en cualquier momento. Sentía la verga golpeando contra mi garganta y eso me producía arcadas que me obligaban a tranquilizarme un poco, pero aun así seguí chupando, metí la verga entre mis tetas y las moví de arriba hacia abajo sin parar hasta que por fin sentí que estallaba dentro de mi boca con fuertes chorros de leche tibia.

Ahí nomás me tendí de espaldas sobre el piso, abrí las piernas y me masturbé frente a los chicos. Empecé por frotarme frenéticamente el clítoris y masajearme las tetas con la otra mano hasta que decidí que necesitaba algo adentro, me metí los dedos con pasión, ellos podían ver cómo entraban y salían mientras mi conchita se llenaba de viscoso fluido. Gemía y me sacudía, mantenía los ojos cerrados así que no podía ver a los muchachos, pero me calentaba el doble saber que me estaban mirando. ¿Cómo imaginaría yo que esta noche iba a terminar pajeándome frente a mi hijo y sus amigos? Lo importante es que sucedió y todos lo disfrutamos mucho. Cuando acabé sentí que de mi vagina salía mucho líquido, quedé toda mojada y satisfecha. Cuando me reincorporé me despedí de los chicos dándole un besito corto en la boca a cada uno y me fui a dormir, ellos hicieron lo mismo, estábamos agotados.

Me levanté como a las nueve menos veinte de la mañana aun pensando en lo que había ocurrido. Seguía desnuda, me cubrí con una vieja remera gris claro de mi marido que apenas llegaba a tapar hasta la mitad de mi cola y marcaba mucho mis pezones. Los muchachos seguían durmiendo en el cuarto de mi hijo, debían estar rendidos. Fui hasta la sala de estar y noté que ni ellos ni yo habíamos ordenado nada de aquel desastre, había ropa tirada por todos lados, incluida mi tanga. También estaban todas esas películas porno desparramadas sobre la mesa, por suerte aún faltaban muchas horas para que regresara mi marido, él volvería cerca de la una de la tarde. Lo primero que hice fue guardar los DVD en la mochila de uno de los chicos, en ese momento alguien me abrazó desde atrás aferrándose a mis tetas, sentí un pene duro moverse entre los labios de mi concha, que aún estaba seca y sin dilatar.

- Buen día Laura – me saludó el efusivo muchacho, me di cuenta que se trataba de David.

- Hola David, buen día – lo saludé con naturalidad – me di cuenta que yo misma provocaba esas reacciones en los chicos, estaba casi desnuda, esta remera no me cubría nada, por más que yo creyera que ellos iban a seguir durmiendo, inconscientemente quería que se levanten y me vean así.

David me soltó y cuando di media vuelta vi a los otros tres chicos, todos llevaban una remera, pero tenían sus vergas duras completamente al aire. Después de lo que vivieron la noche anterior era lógico que se despertaran en ese estado, más sabiendo que me tenían en la casa.

- Hola chicos, buen día – los saludé – estoy limpiando un poco todo este desorden.

Caminé hasta donde había un pantalón tirado y me agaché de una forma muy sugerente, mostrándoles mi concha. De inmediato sentí que otro chico se pegaba a mí su pene se deslizó por fuera pero con una mano lo orienté para que apuntara hacia adentro. Él presionó contra mi agujero pero aún permanecía cerrado y sin lubricar, igual sentí que la punta del pene lo iba abriendo un poco, eso hizo que comenzara a mojarme. Doblé el pantalón prolijamente y lo dejé sobre el sofá, cuando me moví a recoger otra cosa  me di cuenta que el que me había arrimado era Mauro, entonces se apartó y dejó lugar a Fabio, que se pegó contra mi conchita y logró introducir su glande, no le dije nada pero me aparté a los pocos segundos. Estos chicos parecían más dispuestos que nunca.

Uno a uno me fueron arrimando mientras yo ordenaba la sala, a veces intentaban introducir sus vergas por mi vagina, aunque se dieron cuenta que yo me apartaba rápido si lo hacían, entonces optaron por arrimarme por la cola, sus penes no entraban en un principio pero de a poco fueron abriéndome. Lo extraño es que a mí misma me daba curiosidad, por eso no me apartaba, sentía sus glandes introducirse con más facilidad, se sentía muy rico cuando entraban y luego salían. En un momento terminé con las manos sobre la mesa y dejé mi cola levantaba para el siguiente que quisiera arrimar, vino David muy entusiasmado y con un fuerte empujón metió la mitad de su verga, solté un gemido de placer, me estaban desflorando analmente y era muy placentero. El chico la sacó enseguida apurado por Fabio que aguardaba su turno, me quedé en el mismo sitio y recibí la otra verga que también se introdujo en buena medida y me obligó a ponerme de puntas de pie. Él comenzó a darme con fuerza, se movió de atrás para adelante haciendo salir y entrar su pene repetidas veces, comenzó a dolerme un poco:

- Despacito que me duele – le dije entre gemidos.

Se apartó y todos me miraron asustados, pensaron que me había enojado, les demostré que no era así cuando le ofrecí mi culo a Mauro y guie su verga hasta el interior. Él fue más suave, me dio por la cola con más gentileza, lo disfruté más y me calentó mucho, si bien el pene no entraba completo, con lo que lograba entrar yo gozaba y gemía. Luego vino Alexis a metérmela, me dio aún más morbo que mi hijo me diera por el culo y lo mejor era que mi culito ya se estaba acostumbrando a recibir esos pedazos de carne en su interior. Mis piernas se estaban sintiendo débiles y tuve que aferrarme de los hombros de Fabio. Me sorprendió lo que hizo, cuando me tuvo muy cerca suyo me besó en la boca. Yo le correspondí el beso, nuestras lenguas se entrelazaron mientras David reemplazaba a mi hijo, su verga entró completa en mi culo, sentí sus testículos rebotar contra mis nalgas mientras me la metía. Fabio me metió los dedos en la concha y después me dijo:

- Tiene una conchita muy linda Laura, yo me la cogería y la haría gritar como una puta – en cualquier otra circunstancia esas palabras me hubieran hecho enojar, pero ahora estaba muy pero muy caliente.

- ¿Me la meterías con fuerza? – le pregunté con jadeos mientras seguía recibiendo profundas embestidas en el culo.

- Si, con mucha fuerza y se la llenaría de leche – al oír eso me aparté de ellos, me quité la remera y caminé hasta el sillón individual, me senté sobre él poniendo mis piernas en los apoyabrazos, quedando bien abierta, abrí mi concha con los dedos.

- Entonces no hables, vení, metemela y haceme gritar como una puta.

Él no esperó a que nadie más le dijera que vaya, se tendió sobre mí y le agarré la verga, la apunté hacia mi concha y de inmediato sentí como se clavaba entera dentro de mí. Solté un grito de placer tirando la cabeza hacia atrás, el chico comenzó a cogerme como un burro el celo. Sus embestidas eran fuertes y me abría las piernas todo lo que podía, yo sentía todo el peso de su cuerpo con cada penetración, el chico no era un experto pero si me estaba haciendo gozar. Yo gritaba y gemía cuando David llegó y me metió su verga en la boca, comencé a chupársela con ganas. Me la tragué tanto como pude, el roce contra mi clítoris y las penetraciones de Fabio me estaban calentando mucho, sabía que me había puesto toda roja y sentía gotitas de sudor acumulándose en mis tetas. Estuvimos así por más de diez minutos sin parar, mi concha estaba completamente mojada y el pene de Fabio seguía metiéndose tan adentro como le era posible, en ese momento sentí como el chico acababa dentro de mí, llenándome con su lechita caliente. Cuando se apartó me arrodillé sobre el sillón dejando mi cola expuesta. La abrí con mis manos y David entendió el mensaje, se acomodó detrás de mí y me la metió por el culo. A la primera logró meterla hasta la mitad, pero después de entrar y salir un par de veces logré sentirla adentro por completo, comencé a gritar como una puta en celo, las penetraciones anales me encantaban, sentía la succión en mi interior y mi culo intentando cerrarse alrededor de esa verga, la leche que Fabio me había metido empezó a salir por mi concha, la sensación de ese líquido chorreando fuera me excitó mucho, la dejé salir mientras recibía duras embestidas contra mi culito. Ya nada me importaba, solamente quería que me cojan. Estaba disfrutando mucho de mi primer anal, me arrepentía de no haberlo probado antes, apoyaba mi cara contra el respaldar del sillón y mantenía mi cola abierta con las manos, las penetraciones eran rápidas y profundas, no podía parar de gemir. En poco tiempo David acabó tirando fuertes chorros de leche dentro de mi cola, ahora los chicos tardaban mucho menos en acabar, por suerte aún quedaban dos, porque yo no estaba satisfecha.

Quise ir más lejos, le pedí a mi hijo que se sentara en el sillón y yo me senté sobre él, mirándolo a la cara, comencé a montármelo jugando con su verga en mi interior y le pedí a Mauro que me clavara por atrás, esta era mi oportunidad de disfrutar de una doble penetración. El muchacho delgado me la metió toda de una vez, mi culito estaba bien lubricado gracias a la leche de David, entre los dos me cogieron sin parar durante varios minutos, intentaba mover mi cuerpo todo lo que podía acompañando sus movimientos, podía ver la cara de satisfacción de Alexis y ello me llenó de ternura, como madre estaba siendo testigo de la primera vez me mi hijo, casi me pongo sentimental pero recordé que esto era solamente sexo. Tuve un gran orgasmo recibiendo verga por mis dos agujeritos y a los pocos minutos ambos chicos acabaron en mi interior. Nos quedamos exhaustos los tres en esa posición, abracé a mi hijo y no me moví del lugar, intentaba recuperar el aliento, estaba agitada pero muy feliz.

Cuando me recuperé un poco fui hasta el baño a lavarme, me sentía muy feliz y estaba llena de semen, pero aún estaba caliente, me sentía una puta insaciable, me habían cogido entre cuatro y yo todavía quería más. Por suerte me encontré a los chicos a la salida del baño, los cuatro se tocaban sus penes para ponerlos duros otra vez, les sonreí y les hice señas para que me siguieran. Terminamos en mi cuarto, me senté en la cama y cuando tuve a uno de ellos cerca comencé a mamarle la verga, sentí el sabor a semen y me excité, chupé un rato cada una de las cuatro hasta que se pusieron bien duras, luego agarré a Mauro y lo acosté sobre la cama, me monté sobre él y comencé a cogerlo como una profesional, saltaba sobre él con destreza, el chico me miraba atónito, no podía creer que una mujer le estuviera dando semejante cogida. No tuve que esperar mucho hasta que Fabio me la metió por atrás, esta vez no me limité solo a que me cojan entre dos sino que también chupé por turnos los penes de los otros dos muchachos, estaba disfrutando del sexo como nunca.

No esperé a que los dos que me cogían acabaran, les dije que quería que cambien y aceptaron de mala gana, sólo porque sus amigos le insistieron que ya era su turno, ahora Alexis me dio por atrás y yo me monté sobre David. Estuvimos cogiendo sin parar varios minutos hasta que tuve otro fuerte orgasmo, el líquido de mi concha mojó el cubrecama pero no me importó para nada. Me tendí de lado sobre la cama y quedé rendida.

- Eso fue espectacular – le dije a los chicos, David ocupó el lugar de mi hijo y me la dio por la cola, estábamos haciendo cucharita, yo ya ni me movía, simplemente dejaba que me la meta, Mauro se tendió delante de mí y quedamos los tres en una pose que se asemejaba a un sándwich, donde yo era el centro – tengo que pedirles que no le cuenten nada a nadie.

- Sólo si promete que se va a repetir – dijo Fabio.

- Si, haré lo posible para que se repita – la idea de tenerlos a mi disposición me encantaba, no pensaba con claridad pero debía aprovechar lo que había logrado, tenía a cuatro vigorosos jóvenes ardiendo por mí y quería que me cojan todos los días de ser posible – y no hace falta que vengan siempre los cuatro a la vez, si alguno tiene ganas de echarse un polvo, me avisa – me sentía una puta de 20 años menos, me encantaba.

- Le tomo la palabra, Laura – dijo Fabio metiéndomela en la boca.

Estuvieron metiéndomela bastante tiempo, yo estaba rendida pero ellos parecían insasiables, simplemente me tendía en la cama y dejaba que abusen de mí, que me la metan por donde quieran, que me obliguen a tragarme su leche o que me acaben en algún otro agujerito, estaba como drogada por el sexo y quería que durara para siempre, pero ellos se percataron de que no podían estar todo el día metiéndomela, mi marido regresaría a la casa en algún momento. Me liberaron y me permitieron darme una renovadora ducha, eso me despertó un poco y retomé mi ritmo habitual. Los chicos se fueron a sus respectivas casas y Alexis se fue a dormir a su cuarto, lo miré con ternura y supe que mi vida había cambiado por completo.

 

Fin

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