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Mi historia del bar

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Bueno, como toda historia tiene su introducción, empezaré por ahí mismo. Perdonad si cometo errores al escribir, pero vengo del bar de la esquina y con el frío que hace, se me han helado los dedos de las manos y los pezones los tengo empitonados...

Como todas las buenas historias, la mía empieza donde termina: en El Tentáculo... No os confundáis con el nombre del lugar! Es un bar, el mismo al que me refería unas líneas más arriba, del mismo bar del que vengo y donde estaba calentito tomándome un cafelito hace nada.

Y como una buena historia que es, el protagonista soy yo. Yo mismo he protagonizado un fin de semana que, no por corto, ha sido menos intenso... Es más, he necesitado el lunes, martes y miércoles para recuperarme del sock. ¡Fue una noche de sábado de nervios, de juergas y de final inesperado!

Todo se desencadenó con el camarero nuevo... Sí, ahí fue donde empezó todo.

Soy Blas I. G y tengo 19 años. Y hace unos días era un chico normal, corriente, que se disponía a pasar el mejor San Valentín de su vida. No por nada en especial: no tengo novia ni pensaba ligar ese fin de semana en concreto, pero es que era Sábado, día de Los Enamorados... Y como había terminado de estudiar para un examen de la universidad bastante (muy) jodido, tenía ganas de olvidarme de todo pasando una noche loca con mis amigos. Y es que debéis saber una cosa para comprender el por qué de mi alegría ese día: las noches locas son pocas veces al año, muy pocas, pero siempre que decidíamos pasar una acabábamos partiéndonos el culo (es decir, pasándolo genial, claro ;).

Música moderna, ambiente ruidoso y festero, risas y gente charlando por cada rincón. Mesas de café, pista de baile medio llena y movida, luces tenues y muchas bromas entre amigos. Empezamos la marcha a las once, con el café de turno, cada uno de los ocho amigos que somos contando chistes, una broma por allí risas por allá, la anécdota del día (que por cierto había sido el ligue de Marcos, mi mejor amigo, con una rubia de bote que resultó ser una ex novia de hacía un año que había pasado por el quirófano de cirugía estética... muy fuerte). Cada uno de nosotros intentaba reirse lo más que podía, contar la burrada más grande y, lo más importante: encontrar a una tía lo suficientemente buena a la que echar el lazo.

¡Dicho y hecho! Esa tía debía de ser la nueva camarera: una morenaza de toma pan y moja que había metido su uniforme demasiado tiempo en agua y que había debido encoger. Al menos eso explicaría la mini mini falda que llevaba.

-¡Ostia! ¡Menuda morena se ha buscado el dueño de camarera! –gritó Fran señalando hacia la barra. No necesitamos más: nuestras mentes obscenas (y con una gran necesidad de sexo, está claro) hablaron por sí mismas:

-Madre mía... ¡Uff, ándale chica! Si se le está restregando al cerdo ese de la cerveza... Es un poco...

-Calla, gilipollas –le interrumpió Celes, el más bocazas de nosotros y que se ha ganado la fama de más guarro, salido y desvergonzado de todo el grupo. Aunque es un buen tipo y el que más liga... o lo que cree la mayoría de nuestros amigos, que empezaron a dejar volar la imaginación-. A esa me la cogía yo y se la metía ... –se rió-, se la metía de todas las maneras.

-¡A lo caballo!

-¡A lo perro!

-¡Esa sí que es perra!... ¡Qué polvo tiene! ¡Yo...!

-Venga, no flipes tanto Raúl, que tú y tu nabito no vais a ninguna parte.

-Dirás que me has visto la polla muchas veces.

-Las suficientes en la ducha cuando vamos a la piscina. Y ojalá no tuviera que hacerlo –agregó Ernesto cuando vio cómo le miraban todos los demás. Pero ya era demasiado tarde: el cachondeo estaba servido:

-Uy uy uy, Ernestito, que se te va la vista hacia el amigo de Raúl...

-¿Te gusta Raúl en la ducha de las piscinas?

-Ja ja ja, tíos, sois unos cerdos. Yo no quiero saber nada de Raúl ni de su cosa.

-¿Nooo? Seguro? Venga, va, si seguro que te gusta cuando me froto así... ¿eh? Oh, sí, venga, frótame, frótame... –todos nos reímos con lo que hacía Celes. Menos mal que había demasiado ruido y tumulto como para que nadie se fijase en sus gilipolleces... ni en como yo me colocaba mi crecido paquete para que no notasen mi polla de caballo que se endurecía por momentos bajo los prietos vaqueros. Tenía que estar con las piernas abiertas...

Gracias al cielo, todo acabó con el abucheo general para el más guarro del grupo y pronto la conversación siguió su curso chistoso. Solo hubo otro pequeño momento de tensión cuando Raúl propuso la apuesta de los super hombres. Era así: teníamos que apuntar en una servilleta el número de centímetros que nos crecía el rabo cuando nos levantábamos por la mañana (en estas frías mañanas en las que si te pones boca arriba mirando el techo se monta una pequeña tienda de campaña en tu entrepierna...). Al final, tras la ronda de bebidas, se ponen las servilletas boca arriba, y al que más le mida y al que menos, se juegan a suertes pagar la cuenta. ¡Se trata de no destacar sobre los demás y de no quedarse corto! Aunque esa noche me parece a mí que más de uno se echó unos centímetros de más...

-Venga, la hora de pagar –y Ernesto dio un puñetazo en la mesa, riéndose y dejando ver al levantar la mano su trozo de papel-. Ja ja, empiezo la ronda. Aquí está mi apuesta.

17,7 cm ponía el papel. Muy meticuloso, ¿no?

-¿Acaso te la has medido últimamente?

-No, me la mediste tu en la ducha ayer, ¿te acuerdas Pablo?

-Ahí va la mía –dije yo-. 16 cm, y un poco. Pero no sé el pico.

-Anda, creo que voy a ganar entonces –dijo Celes-. Tengo, ni más ni menos, que 18 cm y medio debajo de mi pantalón.

-Pues si tanto gastas en calzoncillos, machito, espera a ver quién tiene la talla más pequeña y veremos si por listo te toca pagar a ti o no.

-Yo, 14 cm. –hubo una risotada maléfica por parte de Celes cuando Raúl puso su papel sobre el platillo de café-. Alguien habrá más pequeño por ahí...

-Venga ya, Raulito –dijo Jaime poniendo su apuesta sobre la mesa, un papel con un 15 garabateado, o 16, no sé-. Parece mentira que no sepas que siempre te quedas en la cola...

-Bueno, pero también es verdad que siempre ganamos a longitud. Aquí, la que tiene más poderío y tiene buen grosor, puede ser la mía... Vosotros no decidís nada, más bien lo hacen las tías cuando vienen a mí.

-¡Tomad esa! ¡Raúl está hecho un toro! Eh, Raulito, cuidado donde apuntas, que no te debe caber en los pantalones...

-Celes –dijo Raúl riendo y sin hacer caso de las bromas-, elige cara o cruz.

-Cruz, polla grande.

-Entonces me quedo con cara, huevos pequeños.

Ganó Raúl, y Celes fue "invitado" a pagar la cuenta de los ocho amigos que éramos.

-¡Yo no pienso quedarme a ver como te arrepientes! –le dije mientras me levantaba de la silla-. Si tienes lo más grande, tienes también el honor de...

CATAPÚN

CRASH

Caí de golpe al asiento antes de dar siquiera un paso cuando una bandeja repleta de vasos se cayó al suelo con un grandioso estruendo. Cristales rotos por todas partes y un sonido metálico que sonó en todo el local.

No muchas miradas se volvieron, porque el local es muy grande, pero todas buscaban la causa de aquel alboroto...

Y yo también. Pronto vi la causa echada en el suelo: esa causa tenía barba de tres

días, mandíbula cuadrada, pelo corto y ojos pequeños que miraron preocupado a su alrededor antes de levantarse. Y era una causa bastante guapa, por cierto. Un camarero (nuevo, nunca antes lo había visto) con uniforme de camisa desabotonada por arriba dejando entrever los comienzos de un pecho lobo (tendría mi edad), inexperto y que rápidamente se levantó y se puso a recoger todos los trozos de cristales que quedaron repartidos por debajo de la mesa y el pasillo central.

-Lo siento, lo siento –decía.

-No, lo siento yo... –le dije. Al volverme hacia mis amigos, vi que la mayoría de ellos tenían los nudillos dentro de la boca para no reírse, y otros se ocultaban de la vista de los clientes, algo azorados. Pero más lo estaba yo, abierto de piernas y sentado de mala manera en la silla mientras el joven camarero limpiaba el destrozo.

Tras unos segundos en los que no me moví me dispuse a levantarme de nuevo, y espero que nadie viese como Dani (pues así se llamaba), siempre tan educado, se apoyase en mi rodilla diciendo "espere, espere", y sin más ni más me restregó la balleta por un lado limpio y húmedo sobre el borde de mi camisa clara y... algo más abajo del cinturón.

No supe si sabía dónde estaba limpiando, o si era en extremo tan educado que con el azoramiento (llevaba la cara roja) no sabía dónde ponía la balleta. Pero a mi poya no le importó eso: para ella era un contacto en un momento en que estaba deseando salir de mis pantalones, y eso me gustó. Me avergoncé por tener cerca de tanta gente que podía verme, y por la pose de piernas abiertas que tenía, y por el abultado miembro que refregaba el camarero en mi entrepierna. Por eso cuando terminó y me miró enderezándose sobre sus largas piernas no pude por menos que sonreir, y el volviéndose a disculpar giró sobre sus talones y se perdió entre el gentío para llegar a la barra...

-Bueno, bueno, bueno, empezamos bien la noche –dijo Miguel cogiéndome por los hombros desde detrás y empezando a andar hacia la salida-. Pero después de este estropicio, ¡eh, vamos chiquillos! ¡Raúl, Celes! Bueno, como te decía, Blas, ahora te voy a llevar a un lugar tú que entiendes de tías que...

Miguel empezó a hablarme de no sé qué discoteca nueva que había encontrado, y me impidió salir corriendo a los lavabos a descargar el almacén de leche que se había puesto en marcha hacía unos segundos... Y me impidió también echar otro vistazo a la cara del camarero, que ya no volví a ver... hasta salir del pub.

 

* * * *

Fue una noche muy alocada, sí señor, llena de bromas, risas, y sin malos rollos ninguno. Conseguí olvidarme de la universidad por unas horas, bailamos todos encima del podium de dos o tres discotecas, y bebimos varios cubatas y chupitos a favor de "por si pi", que quiere decir "por si pillamos algún rollo con una tía...", y también brindamos "por si fo"... "pro si follamos con ese rollo esa noche".

Lo pasamos de vicio. Tan bien, que ese día hacía el camino de vuelta a casa a las seis de la mañana, una hora más que buena para una noche desenfadada y divertida.

Paseaba sonriendo (y con bastante frío, eso sí) por la avenida Grendel o algo así cuando vi a un tío que salía en medio la calle riendo a lo lejos y formando bastante ruido. Como por la noche, en una gran ciudad, el silencia es algo muy preciado para los vecinos carcas y gruñones, pensé que se despertaría el vecindario entero si la persona aquella no paraba de reirse...

Y esa persona estaba cerrando El Tentáculo. Me acerqué deprisa para pasar lo antes posible y alejarme, por si era un borracho... Y no andaba muy equivocado, porque borracho sí iba, pero era el camarero que al comienzo me había tirado los refrescos encima (y que luego muy amablemente me había limpiado...)

Se acercó a mí sonriendo y andando no muy recto cuando casi estaba en la puerta de la disco-pub. Me miraba con los ojos entrecerrados, la camisa desabrochada hasta la mitad (con el frío que hacía iba a coger una hipotermia el muchacho) y me agarró por los hombros a la vez que me decía algo que no entendí porque no vocalizaba muy bien.

-¿Qué le pregunté inocentemente?

-Mira, tengo muchos amigos, tengo toda la noche... Anda, ¿quieres un cubbbbbata?

La verdad es que olía un poco a alcohol, demasiado diría yo. Pero no sé por qué, mi instinto me sedujo a aceptar la invitación. Fue como si un impulso eléctrico bajase de mi cerebro a... mi otro cerebro, es decir, mi entrepierna, que debió pensar lo mismo que yo...

Miré a ambos lados de la calle, y tras ver un fugaz coche que a los lejos desaparecía, centré mi mirada en el apagado bar El Tentáculo. Mientras, el camarero más bien apoyándose en mi me empujaba amistosamente hacia dentro.

-Tengo muchos amigos... pero para acabar la noche ¿sabes qué? –me habló mientras echaba la persiana metálica, sin cerrarla. Tardó un rato por aquello de que no controlaba mucho. Yo, por mi parte, me preparaba para algo... sabía que aquello podía acabar bien si me lo proponía, y estaba seguro que algo iba a ocurrir-. Es mejor acabar la noche con un cubata en las manos. ¿Quieres uno? Sabes amigo, mejor si nos acompañamos, juntos, y bebemos algo, y nos hacemos una paja, o nos vamos de mujeres por ahí, tu y yo... –hablaba a veces levantando mucho la voz, y otras apenas ni le oía. Pero al hablarme de una paja, tuve la confirmación: esa noche no se me escapaba que pillase... y como a mí me gustaba: con un tío joven. Lástima que estuviese bebido... aunque quizás así, mejor. Y no sé por qué, pero yo también me hice el borracho. A partir de entonces empecé a hablar como él, contándole no sé que trola que me inventé sobre una muchacha que me había calentado mucho esa noche y luego se había ido con otro, y que por eso llegaba tan tarde...

Mientras, mi amigo nos sirvió unos cubatas aunque le dije tres veces que no, y sentándonos en un taburete juntos, me ofreció el mando de la tele como un pitillo.

-No, no quiero...

-¡Uy, que tonto! Anda, amigo, haberme dicho que tenía el mando de la tele... ¿un pito? –me dijo, después de darse cuenta del error. Volví a rechazar. Le miré. Miré hacia abajo... Mmmm, mi mente empezaba a agitarse.

-Eh, amigo, ¿nos ponemos una porno?

Yo sonreí tontamente, haciéndome aún el borracho.

-¡Claro...! Va, ponla ya.

-Venga, que la pongo... Pero cuidado no nos vea nadie desde la calle...

A mí me pareció que no estaba tan borracho el camarero, que se daba cuenta de todo... Pero eso ¿qué más me daba? Imaginé que quería aprovecharse de mí o que tenía ganas de vaciarse, y yo también. Perfecto.

-A ver... Un canal... Otro más...

-¡Este es!

-¡Ostia, como entiendes...!

-Será que es mi favorito. ¿Cómo te llamas?

El camarero me miró sonriendo, los ojos entrecerrados, y me cogió del hombro.

-Ay... amigo... Me llamo Dani, y tú?

-Yo Blas...

-Pues Blas, ponte a gusto, que estás en tu casa, amigo –me dijo cogiéndome del brazo con su mano izquierda. Yo sonreí, y eché una mirada rápida al oscuro local que solo estaba iluminado por la luz procedente de la divertida tele-. Mira, mira qué trabuco tiene ahí el señor, cómo se la mete...

En efecto, una poyaza que parecía de goma se embutió en el coño de una actriz en un segundo, y conforme entraba, se oían los gemidos desde los altavoces. "Menuda polla de negro maricón, míralo..." dije yo, mirando de reojo a Dani. "Quién la pillara" susurró él, más bien en un jadeo, a la vez que le pillaba mirándome descaradamente el paquete... Yo sonreí y volví a mirar la pantalla. Pronto la polla de más de 18 cm del negro era lamida con gran voracidad por una chica rubia, con mucha hambre...

-Toni, me voy a poner caliente.

-¿La tienes dura, verdad?

-Sí...

-Pues venga, vamos a quitar ya la tele –dijo, y enseguida la apagó.

-Jo, yo quiero ver al negro...

Pero no dije mucho más porque la mano de Tony se posó sobre mi endurecida poya, a través del pantalón buscó los calzoncillos, y sus dedos se enredaron entre mis pelillos... Yo enseguida le ayudé quitándome el cinturón. Fue hacerlo y Toni se arrodilló frente a mi taburete, me desabotonó el pantalón, y me sacó el nabo al aire.

-Mmm, que dura Blas...

-Sí...

-¿qué te gusta que te hagan? ¿Qué te la chupen?

-Claro.

-A ver si te gusta... En un sitio donde no puedan vernos... –susurraba para sí.

-¿La tengo muy dura, eh? –le pregunté con sonrisita tonta, haciéndome el bobo y meneándome desde la base que nacía en mis hinchados huevos peludos. Pero Dani no se paró a pensar en eso. Miró hacia la puerta del pub, y temiendo algo (no estaba tan borracho como quería aparentar) se levantó, mirando aún mi manubrio (qué ojos tenía, que cara, qué pecho...) me dijo que fuésemos al aseo de las señoras.

-Ven aquí, por favor, Blas... aquí te hago todo, ven...

Le seguí aún con el abrigo puesto, mi pene tremendamente duro en la mano derecha y haciendo esfuerzos por no quedarme sin pantalón a medio camino... Para mí mismo me iba repitiendo "menuda suerte, vaya chorra, menuda suerte", y Dani delante maniobraba algo en su propio pantalón vaquero...

Encendí las luces del aseo, y me asome a la derecha. Dani sonreía, espatarrado y mostrando su grata sonrisa a la vez que un nabo bastante grueso, brillante y caliente, peludito y jugueton... no supe si agacharme yo para comer o dejármela comer por él: su nabo me pareció perfecto, buenísimo y apetitoso a primera vista. Pero estaba claro que él tenía más ganas que yo de comer...

Así, enconrvándome frente a él en una pose muy clara, le tendí mi rabo para que mamara todo lo que quisiese. Total, yo no pensaba correrme antes de haber comido yo también...

-Mmmm, la ostia, qué polla tan buena... –hablaba tan bajito que apenas le oía. Yo sonreí, cerré los ojos y llevando la cabeza hacia atrás me dejaba hacer...

-¿Qué? –le pregunté en voz baja a él también.

-Mmm –una chupetón, y volvía a la carga- ven aquí, acércate más...

Sus manos abarcaron mi endurecido culo que sabía que había "peligro" y me bajaron un poco los calzoncillos (los pantalones los tenía ya en el suelo, lo recuerdo) y aún se metió mi instrumento a lo profundo de su boca...

Debía de tener barba de varios días, porque me pinchaba un poco. No se limitaba a hacer salir mi polla de su boca y volver a meterla, no. Dani utilizó su lengua en todos los resquicios de mi entrepierna: tan importante fue el trabajo con el mástil como con los huevos... Miré hacia abajo, y luego a la derecha: en el espejo que tenía al lado veía reflejada mi sonrisa, y justo donde acababa el reflejo allí estaba el pelo alborotado de Dani haciendo algo que no se veía...

-Otro huevo, Dani, por favor...

-Ja ja ja –paró un momento-. ¿Te gusta? Es una paja de amigo.

-Luego yo, ¿eh?

-¿Quieres ya? –y se llevó una mano a su nabo oculto a mi vista en ese momento.

-Sigue un poco tú...

-Vale... –y siguió, de nuevo con mi capullo al tiempo que me hacía reír: lo tenía muy sensible! En ese momento comencé un movimiento de cadera dentro-fuera, saca-mete, que nos agradó mucho a los dos. Él jugueteaba con mi culo como si sus manos tocasen por primera vez un trasera caliente, con sus pelos ensortijados y su agujerito que no llegó a encontrar....

Enseguida paró y se puso de pie. Se llevó la mano a su tranca y se apretó contra mí empujándome a la pared. Me quité el abrigo con su ayuda y lo echamos hacia la puerta... Dani se fijó en mi boca, y cuando fue a buscar la mía nuestras poyas se unieron. Incluso me "clavó" la suya literalmente en mis cojones, y luego la restregó por mi muslo... pero eso no fue nada comparado con el beso que me dio... Ufff, eso sí que me calentó: fue la excusa para acariciar siempre con mi cara su rostro sin afitar, su cuello, su pecho... Iba oliendo su sudor a macho ibérico a la vez que él apretaba más su rabo contra el mío, y yo desabrochando su camisa... No muy peludito... morenito... Sin ser musculoso, tenía un cuerpo que me volvió loco, loco de remate.

Y no puede aguantar más: me agaché y se la mamé como me gustaba a mí: sacando el sabor de cada rincón, mordisqueando suavemente sus cojones (que cómo le colgaban, ese sí que los tenía grandes y no yo)...

Nunca hubo silencio. Los gemidos no los podíamos contener. Acabamos en el suelo (al contacto con la baldosas se nos pusieron los pelos de punto... pero también los pezones). Le chupé sus tetillas, nos abrimos de piernas, jugamos y nos lamimos... Hubo un momento que Dani echó su cabeza hacia atrás gimiendo de placer demasiado fuerte mientras yo le apretaba los cojones y le mordía el capullo (suavemente... deleitándonos siempre....), y no pude remediarlo: pensé que las pocas veces que he estado con un tío a gusto de verdad es cuando me parecen más hombre, cuando yo mismo me parezco más macho...

Qué placer besar su boca, que buscase mi lengua... Su cuello, su camisa a medio quitar, sus piernas morenas, mis piernas de ciclista... En fin, puede que al decir que no hubo penetración suene como a incompleta la noche, pero no hubo: él eyaculó antes, y creyendo yo que ya no le quedarían ganas de más porque habíamos jugado con unas posturas muy divertidas, tanto como agotadoras, se acercó a mi de rodillas y me dijo: "ínflame... anda, podrías llenarme con leche de la tuya".

-Pues Dani, coge el biberón y mamalo bien...

Dicho y hecho: qué gustazo de verdad sentí cuando descagué todo en su garganta... ufff...

La pena fue que terminamos muy cansados y algo doloridos por haber pasado tanto tiempo en el suelo...

Menos mal que aún nos duchamos en la ducha de servicio que había en el almacén. Fue un minuto escaso, pero aún se quedó Dani jugando muy pegado a mí con los pelillos de mi culo... Creo que ambos tuvimos ganas de cogernos y follarnos: podíamos ser muy suaves, pero por lo menos yo, que me conozco, puedo ser también una bestia...

Quedamos limpitos y con mucho frío, la verdad.

Pero ya lo conozco y cada vez estoy más ansioso por volver a hablar con él. Me parece cada vez más guapo...

Y es que he vuelto de hablar con él. Solo me ha dado un beso húmedo cuando nadie miraba en El Tentáculo, pero ha sido suficiente: "sábado, a las 5 madrugada" dice la nota que me ha dado.

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