Feliz va recogiendo aquellas rosas
la niña pequeña.
Jamás habla con nadie,
con su vestido hecho de flores
y sus ocho años de azucenas,
andando en las montañas va la niña,
por los campos repletos de amapolas
junto a centenarios árboles,
jugando en sus raíces.
El amor florecía en su corazón.
La felicidad asoma al fondo
de sus ojos verdes.
De la niña aprendamos,
es el viento el que recoge tu belleza,
tu infantil asombro,
los delicados diamante de tus ojos,
tú, absorta en pensamientos simples,
como las mariposas en tus dedos,
en ideas de violetas y de oro,
tú, la amiga de liebres y de tórtolas,
curándole la pata a un cervatillo.
Tú, que eres el bosque y las montañas,
tú que brillas en auroras boreales,
tu falta de maldad y tu inocencia,
como la inocencia del pequeño ciervo al que socorres,
vuestra mansedumbre y bondad,
que haya más inocentes como tú, pequeña,
quédate en los bosques para siempre,
en la naturaleza,
tienes un largo camino de esmeraldas,
con tus amigos animales
y los amaneceres de plata
que te regala el bosque cada día.
