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La mujer de todos (4)

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Una historia de amor desesperado.

 

Durante toda la mañana, me mantuve agitada, haciendo un repaso mental de todo lo acontecido, reflexione sobre la forma tan distinta que tenían mis hermanos para tratarme, Pedro, quien había sido el primero en darme placer, era tierno y gentil, conforme fue avanzando nuestro trato nocturno, siempre puso mi placer por delante, fue siempre tierno y delicado en su forma de manejar mi centro de placer, tocaba con delicadeza, como si quisiera no lastimarme, habría apenas mis labios para descubrir mi botón de placer, siempre me sobaba en pequeños círculos y solo se aventuraba a meter su dedo al interior de mi vagina hasta que sentía mi humedad derramarse, mientras no toque su pene, no imaginaba que él  se masturbaba solo hasta que mi placer era garantizado y el cual el monitoreaba por mi temblor y mis gemidos, Juan , por el contrario desde aquella primera vez, siempre fue un poco más rudo y directo, aunque de manos más pequeñas, sus dedos siempre ejercían más presión y tallaban con más rudeza, habría rápidamente mis labios y buscaba penetrarme siempre con dos o más dedos, me hacía gozar deslizando casi completa su palma de la mano sobre mi botoncito, siempre recogía con sus dedos mi humedad y la llevaba a su boca como si fuera un alimento indispensable para mantenerse más tiempo a mi lado satisfaciendo mi placer y solo se retiraba hasta que había descargado un par de veces su lechita, como ya conté, aprendí rápidamente a manejar sus vergas, a Juan siempre le encantaba la presión en su gruesa cabeza, Pedro por el contrario, apreciaba mejor mi fuerza en la parte baja de su tronco y cerca de los que me parecían enormes testículos, pensando en ellos, me encontraron mientras preparaba el agua para los baños.

Al llegar, cada uno me dio un beso en la mejilla, cosa que no hacían delante de mi madre y que se había hecho una costumbre entre los tres cada vez que nos veíamos a solas; Juan fue el primero en meterse a bañar, aunque no tardo mucho, a mí me pareció menos pues Pedro aprovecho para besarme y abrazarme, como siempre, el solo contacto de su lengua dentro de mi boca, provocaba que mis líquidos comenzaran a fluir, al salir Juan del baño, solo con una toalla en la cintura, se sentó a la mesa y me pidió que le diera que comer, después de que le serví, fui yo y lo abrace por la espalda, recargue mi pecho en ella y me talle hasta que mis pezones se marcaban contra la tela de mi vestido, llevo su mano izquierda hacia atrás y me acaricio las piernas subiendo al interior de mis muslos; no sé porque pero me separe en cuanto salió Pedro del baño, también con solo la toalla a la cintura, le serví la comida y me serví junto con él, empezamos a comer en silencio, al terminar, lleve el agua para bañarme y al momento, se pusieron de pie y me dijeron que este día, ellos querían bañarme.

Ya en el baño, saque mi vestido por la cabeza y en esos momentos que quede sin visión, sentí como a cuatro manos, mis calzones eran bajados hasta mis tobillos, con solo dar un paso estaba completamente desnuda delante de ellos. Como si ya estuvieran de acuerdo, Pedro tomo el jabón y el zacate y empezó a tallarme suavemente la espalda, bajando hasta el nacimiento de la redondez de mis nalgas, Juan por su parte, tomo el jabón y agua para deslizarlo por mis senos, entreteniéndose en mis pezones, pellizcando entre sus dedos hasta que los hizo sobresalir de mi piel, bajo luego por mi vientre, salto mi centro de placer y se dedicó a masajear mis piernas con ambas manos, caricia que en lo particular sentí y disfrute por novedosa, forzó a una de mis piernas hacia arriba para tallar mi pie, después de enjabonar y tallar, enjuago la espuma, se puso totalmente de rodillas y me presto su pecho como apoyo, tomo mi pie y comenzó a chupar mis dedos así como el espacio entre ellos con su lengua; mientras tanto, Pedro deslizaba el jabón entre la grieta de mis nalgas, con su mano la recorrió un par de veces, deteniéndose en la entrada de mi culo, acción que me sobresalto por la sensación tan placentera que me ofrecía, No puedo explicar que satisfactorio era sentirse doblemente atendida, acariciada, me sentí totalmente amada e idolatrada, no pude evitarlo, el temblor de mi gozo me sacudió por completo. Cambiaron posiciones, al momento de hacerlo, pude apreciar sus erecciones, la de Pedro me seguía pareciendo súper atractiva, su pene en forma casi horizontal, siempre apuntando a mí, la de Juan, enorme igual que siempre, no sé si por su tamaño y grosor, no se mantenía horizontal, pero aun colgando ligeramente hacia el lado izquierdo de su cuerpo, se lucia impresionantemente firme, daba brincos como si tuviera vida propia, intente agacharme para tomar cada una en mis manos pero no lo permitieron. Ahora, al frente Pedro, coloco el jabón liquido entre sus manos y comenzó a tallar mi cabello, una vez cubierta de espuma, tomo de ella y la llevo a mi entrepierna, donde mi clítoris asomando entre mis labios, en espera de caricias a dos manos froto y tallo y apenas insinuó un dedo en el inicio de mi hendidura mismo que deslizo adentro y afuera un par de veces, suficientes para hacer que mi cuerpo nuevamente temblara, Juan más que tallar o enjabonar, fue enjuagando mi espalda, sentí en el nacimiento de mi nuca, la aplicación de un beso, después, fue recorriendo lentamente con su lengua de ese punto inicial de contacto hasta el final de mi espalda y dentro de mis nalgas que tuvo que abrir para dejar llegar su lengua al centro del culo mismo, su lengua endurecida, intento penetrarme y entre el placer y la sensación, mi cuerpo se proyectó hacia el frente, un gemido escapo de mis labios y tuve que enderezarme ya que por el frente Pedro besaba a mi clítoris que esperaba ya su caricia. El agua ya no estaba ni siquiera tibia, no obstante yo me sentía arder, les pedí por favor que pararan y entre ambos empezaron a secar mi cuerpo con las toallas, que sensación más impactante, la suavidad de las toallas, la simplicidad de las caricias, los puntos que tocaban lograron hacer que un nuevo temblor generalizado de mi cuerpo, me confirmara que durante todo el tiempo mi placer se había mantenido constante y la humedad mía corría por el interior de mis muslos.

Antes de proceder a contarte, lo que paso sobre la cama de mis padres, debo recordarte que mis primeras experiencias, habían dejado huellas permanentes en mi forma de sentir y comportarme, inicialmente, permanecía estática solo recibiendo sensaciones, simple y sencillamente, me dejaba hacer y todo era rico por la novedad y por las emociones que despertaba en mí, después aprendí que no solo podía recibir placer, sino que también lo podía proporcionar con mis manos y con mi boca, así que cuando caminamos al interior de mi cuarto y hacia la cama de mis padres, estaba no solo ardiendo sino que me acompañaba un enorme deseo de complacer a mis hermanos, convencida que al hacerlo yo también recibiría nuevas formas de placer, que de solo imaginar me enloquecían.

Llegamos a la cama y de inmediato encendí la luz de la mesa pues ya empezaba a obscurecer, esta vez retire todas las cobijas y distendí las sabanas, Pedro y Juan se mantuvieron a distancia mientras lo hacía, sus manos acariciando cada uno sus penes, como si quisieran mantenerlos plenos, enhiestos y erectos, listos a descargar su preciosa leche.

Como si ya antes se hubiesen puesto de acuerdo, ambos me ofrecieron sus manos, y extendí las mías y me condujeron hasta el centro de la cama, Pedro al frente de mí, comenzó a besarme haciéndome sentir que su lengua endurecida quería recorrer todo el interior de la mía, con pasión, añadió fuego a la hoguera que ya me consumía, Juan a mis espaldas, se pegó a mí y apretó mis senos, apretando entre sus dedos mis pezones que se mantenían erguidos desde el baño, más que frotar, trato de posicionar su pene entre la raya formada por los cachetes de mis nalgas, me sentí desfallecer y mis rodillas se doblaron cosa que aprovecho Pedro para recostarme por completo en el centro de la cama, me estire como en las noches, esperando sus caricias, esta vez, con suavidad, separo mis piernas, subiendo por la parte delantera de la cama, se acostó entre ellas y avanzo hasta llegar a escasa distancia de mi centro de placer, se quedó mirando unos segundos y con delicadeza, abrió mis labios y adelanto su lengua, avanzo más y sentí su lengua entrar en contacto con mi clítoris, sus ojos, no dejaron de hacer contacto con los míos, su lengua se deslizo de arriba abajo, sentí que mi humedad se desbordaba más la propia saliva de Pedro, suspendió su contacto y de rodillas, se aproximó a mí, flexiono cada una de mis piernas y las levanto colocando cada una bajo sus brazos, -Ya estas lista dijo suavemente,

-No te quiero lastimar nena, si te duele me dices y paro, pero ya te necesito..

Con su mano derecha tomo su miembro y lo deslizo a lo largo de toda mi ranura, como si recogiera la humedad que yo ofrecía con la punta de su pene.

-Ahora nena, te voy a penetrar, y vamos a gozar mucho, te quiero y te necesito…

Posiciono la cabeza de su pene bajo de mi clítoris, yo seguía lubricando sin saber que esa humedad, ayudaría a la penetración, sentí como la cabeza de su pene era abrazada por mis labios, sentí deslizarse dentro hasta que de repente hubiera algo en mí que le impedía seguir avanzando, Juan, tomo cada una de mis piernas en sus manos y las jalo para atrás, arriba de mi cabeza, ya estaba en la cabecera de la cama y al hacerlo, me ofreció la punta se su enorme pene a que lo chupara, una vez conseguido su propósito le dijo a Pedro:  -Ahora sí, déjasela ir toda,..

Pedro empujo y solo sentí un pequeño dolor y ardor simultaneo, al final, había llegado al fondo, mi clítoris sintió la presión de los bellos rodeando el final del pene de mi hermano.

-Que rico nena, estoy todo dentro de ti, siento que me abrazas con el calor de tu vagina..

Se quedó quieto un instante para iniciar un lento movimiento de adentro para afuera, cada empujón y roce de mi clítoris provocaban en mi gemidos, teniendo en cuenta que mi boca se encontraba invadida por la enorme cabeza del pene de Juan, me costaba trabajo respirar, sus movimientos empezaron a aumentarse, la frecuencia era más rápida, sus ojos buscaban los míos y los de Juan, su frente empezó a llenarse de sudor, su pecho fuerte, también sudando sus brazos que se apoyaban en la cama tomaron ahora mi cintura, se deslizaron por mis nalgas atrayéndome más hacia él, paro un poco como si necesitara descanso, su cabeza bajo hasta mis senos y chupo cada uno de mis senos, para después morder mis pezones, estas caricias me mantenían en la cúspide, nuevamente reanudo su ataque sus movimientos se aceleraron, la fricción era increíble, sentí como explote por dentro, mas humedad llegaba a mi entrepierna y casi siento que me orino, sus movimientos eran veloces, rápidos y certeros, mi inflamado clítoris salía al encuentro en busca de más placer, si se podía, la fricción me estaba haciendo llegar al paroxismo, cada uno de los pliegues en mi interior sentían magnificados los rápidos movimientos de la cabeza de su pene, de pronto, lo sentí expandirse dentro de mí.

-Me vengo nena, me vengo,… que rico mi nena, que rico.

Juan soltó mis piernas y yo las abrace en la espalda de Pedro queriendo que su cuerpo quedara preso entre ellas, al momento que lo sentí expandirse aún más y el primer disparo de su leche inundo mi interior, me hizo recordar cuando dentro de mi boca sentía la misma señal, deje de chupar la cabeza del pene de Juan y mi boca busco la boca de Pedro, nos fundimos en un beso estremecedor, al tiempo que Juan acariciaba mi cabeza y me dejaba un húmedo beso en la frente, como queriendo participar en el placer que Pedro y yo compartíamos.

Quedamos abrazados un largo tiempo hasta que Juan palmeo la espalda de Pedro instándolo a que se levantara rompiendo así nuestra intima unión, alcance a sentir como el pene de Pedro perdía tamaño y se escurría saliendo de mí.

Pedro se puso de pie y fue al baño, su lugar entre mis piernas fue ocupado de inmediato por mi hermano Juan, siendo más directo como era, me beso con intensidad, a pesar de encontrarme en las olas de caída de mi placer, su rudeza, también me encendía un poco por lo que de inmediato me beso y chupo mis pezones, mordió las puntas de ellos así como mi cuello y orejas,..

-Tenemos que aprovechar la descarga de Pedro como lubricante, vamos a empezar hermanita, por favor deja penetrarte,..

-Ándale chiquita, levanta las piernas,..

Sentí como empezaba a salir leche de Pedro que tenía en mi interior, Juan remojo la enorme cabeza de su pene en ella y dando dos o tres pasadas a lo largo de mis labios, apunto certero al interior de mis labios que lo besaban continuando la chupada que yo le había dado mientras estaba con Pedro.

Sentí una fuerte presión, no obstante por la pasada experiencia, encontró a mi vagina más dispuesta para un intruso de mayores dimensiones

Juan fue más decidido, con solo un golpe, metió mas de la mitad de su pene en mí, sentí con claridad como la elasticidad de mis paredes se pegaba a lo largo de todo su diámetro, sentí cada pliegue de su enorme cabeza, lo sentí retirarse un poco, solo para que de otro golpe lo encajara hasta el fondo, sentí golpear su pelvis con mi clítoris, luces y centellas pasaron por mis ojos cerrados, se quedó quieto, mis piernas se abrazaron a su espalda como si tuvieran vida propia, no queriendo que esa sensación de plenitud me abandonara, me sentía totalmente llena, expandida por dentro a toda mi capacidad, nuevamente me subí a las olas que el placer me provocaba.

Con esa actitud de total entrega, estimule la pasión de Juan quien de inmediato inicio con sus movimientos de pistón adentro-afuera, primero con recorridos cortos, sacaba solo la mitad de su enorme mástil, para hundirse cada vez más fuerte, después de un tiempo inicio con salidas casi por completo, dejando solo la cabeza de su pene dentro de mí, solo para clavarse con mayor dureza y fuerza que hacía que mi clítoris se fuera inflamando y creciendo como para poder enfrentar mejor pelea, los líquidos que me salían más la leche que Pedro había dejado dentro escurrían de mi rajada y corrían hacia mi culo, Juan, levanto mis piernas y me forzó dejándolas con mis rodillas cerca de mi cabeza, con esta postura nuestras caras quedaron separadas y nos era imposible besarnos, coloco sus manos en mis nalgas me levanto para dejarme caer en el filo de sus propias rodillas, así de intima era nuestra unión, sentí sus embates reanudar con mayor velocidad, de repente sentí en mis senos la caricia tierna que las manos de Pedro comenzaron a prodigarme, mi placer era infinito, perdí la cuenta de los orgasmos que sentía, levante la mirada y vi cerca la herramienta sexual de Pedro, estire la mano y no pude alcanzarla, Pedro la llevo a mi boca, yo cerré los labios y comencé a mamarle.

-Nena, te la comiste toda, nunca nadie la había recibido así, me dijo Pedro mientras una de sus manos  buscaba a través de la rajada de mis nalgas, cuando localizo lo que buscaba, empezó a dar piquetes con su dedo a mi ano que de inmediato se cerró, pero que por el placer se abría y cerraba según el ritmo de sus penetraciones, hasta que en un momento dejo dentro casi su dedo completo, esa acción disparo una serie de orgasmos que me hicieron sentir que desmayaba,  apreté los labios y succione con avidez el pene de Pedro que seguía acariciando mis pezones.

Fue la gloria, me sentí clavada al colchón, no tenía fuerzas, deje mis brazos resbalar a mi costado, mis piernas igualmente se aflojaron y Juan las dejo caer junto a sus piernas, me levanto suavemente, dejando que su dedo saliera de mi ano, al salir sentí que mi vagina hizo un efecto de succión en su enorme pene, dejo de moverse esperando tal vez que me recuperara, abrí los ojos y al hacerlo vi los suyos y su rostro, sonrió y de inmediato arranco sus movimientos vertiginosos dentro-afuera una velocidad que parecía perseguir su sola satisfacción pero que provoco en mi nuevas sensaciones, nos encontramos en esa mutua carrera hacia la culminación, sentí mi orgasmo correr y palpitar al mismo tiempo que sentí como su enorme pene se endurecía y expandía dentro de mi junto con el primero de los seis o siete chorros de leche que siempre me regalara en nuestras experiencias orales y manuales; sentirlas dentro de mí fue la experiencia de mi vida, pequeñas lágrimas de felicidad asomaron a mis ojos.

Me sentí plena, amada, adorada, súper satisfecha por haber sido capaz de dar esa felicidad y alegría a mis hermanos, cobre conciencia de la humedad que cubría nuestras pieles, los tres transpirábamos a lo largo de todas ellas, sentí deslizarse el pene de Juan a pesar de mantener mucho de su dureza, fuera de mí, la sabana estaba totalmente mojada, intente levantarme y de pronto me sentí invadida por el sueño que provoca la satisfacción del placer intenso, me doble adoptando la posición fetal, de inmediato Pedro se colocó a mis espaldas y me acuno entre sus brazos, Juan lo dejo hacer al tiempo que se estiraba al frente de la cama y tomaba su enorme instrumento entre sus manos y comenzaba a acariciarlo con su clásico movimiento de arriba abajo.

No sé cuánto tiempo paso, al abrir los ojos y levantar la cabeza, vi nuevamente a Juan y sentí en la espalda el abrazo de Pedro, su erección se insinuaba en mi trasero como buscando como colarse a mi vagina, con movimientos cortos de atrás adelante.

Al notar mi movimiento, Juan se puso inmediatamente de pie y cono si fuera el director de escena, me jalo de los brazos y me dijo -¿Ya estas lista mi nena? – sigamos que ya tengo ganas de ti,…

Me coloco boca abajo y busco que levantase mi cadera, me tomo de la cintura hasta lograr que mis nalgas sobresalieran, jalo de la mano a Pedro quien dé pie camino hasta colocarse a mis espaldas, se inclinó y me beso entre mis nalgas, saco la lengua y la deslizo a lo largo de mi rajada y hasta lograr llegar a mi sensible hendidura, confirmo mi humedad y disposición, acaricio mis nalgas y tomando su pene que ya me apuntaba para guiarlo a mi interior, mis labios vaginales se abrieron para besar la cabeza de su pene y darle nuevamente bienvenida, ahora de un solo movimiento lo metió completamente, por la postura lo sentí llegar muy dentro y tocar dentro de mi lugares que ninguno de los dos había tocado, muchos años después, aprendería que por la postura mi punto G interior quedaba más expuesto a la curvatura natural de su pene y a esos estímulos totalmente diferentes a los provocados por el clítoris.

Comenzó un rápido movimiento dentro-fuera que de inmediato me llevo a una sensación de orgasmo continuo, cuando creí que no podía gozar más, Juan dijo: -Salte, déjame darle yo ahora,…

El lugar de Pedro fue ocupado de inmediato por Juan, la sensación de vacío a pesar de ser breve provoco en mi espasmos vaginales incontrolables, así que cuando Juan introdujo su enorme miembro, mi vagina se cerró por reflejo para de inmediato abrirse para facilitar su ingreso, el movimiento acelerado e impetuoso con que Juan marcaba su estilo provoco orgasmos continuos, lo sentí llegar más profundo que la primera vez, fue la locura, ahora mis gemidos eran casi alaridos, me creí morir, enterré la cabeza entre las sabanas y con las manos me aferre igualmente a ellas, escuche gemir a Juan, de repente saco su enorme pene para dejar mi vagina abierta y ansiosa, ella sola se cerró para apretar el pene de Pedro que volvía a penetrarme.

No sé, cuantas veces cambiaron, todas las que hayan sido me provocaron sensaciones indescriptibles, me sentía verdaderamente morir de placer, no obstante reviví al sentir la primera descarga de leche en esa posición, por su cantidad supe que había sido Juan que nuevamente me regalo cinco fuertes chorros y dos más cuando se quedó quieto aferrado a mis caderas, acaricio mis nalgas y salió de mí; de inmediato Pedro ocupo su lugar y como si fuera en una carrera contra el tiempo se aplicó a meter y sacar su miembro de mí, lo sacaba todo solo para meterlo por completo de un solo golpe, yo sentía que mi vagina no alcanzaba a cerrarse cuando nuevamente estaba invadida, volví a la cúspide del placer y disfrute mucho el temblor generalizado de mi cuerpo, después de unos minutos, lo sentí bajar el ritmo y lo sentí expandirse y engrosar al momento donde me regalo tres grandes chorros de su leche que de inmediato se revolvió con la leche de Juan y de la mía propia.

Quedo quieto recargado en mi espalda, me besaba y acariciaba toda, con su boca el cuello y mis orejas, con sus manos mis nalgas y mi vagina que rebosaba leche como un blanco manantial que brotara de mi entrepierna.

Con esas sensaciones me dormí, la lujuria y el placer profundo de inmediato me hicieron caer rendida a mis dos feroces guerreros que aun vencidos, se mantenían a media dureza como seguros de mantenerse en la batalla.

 

Había pasado la primera de nuestras tres noches, sin saberlo dormí con una sonrisa entre mis labios, si hubiera sido posible, también  vería a mis hermanos sonreír.

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