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La isla (capitulo 3)

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El sonido de neumáticos desplazando la tierra inundaba aquel descampado, la furgoneta y el coche de alquiler abandonaban el lugar, dejando el suelo lleno de herramientas, que enterraban parcialmente el bolso y los pantalones mojados de Claudia, más mojados incluso por la sangre de Jim, que había muerto con una polla dura y húmeda con la saliva de Maky, su hermana; que no consiguió que se corriese antes de que Claudia se llenase la boca con el semen de su padre. Varios metros más adelante se encontraba Stephan, tenía una visión borrosa, llevaba ya un rato arrastrándose, debía de faltarle poco para llegar a la carretera y pedir ayuda; se sentía horriblemente mal, había entregado a su novia a unas personas que, a juzgar por los agujeros de sus piernas, eran capaces de cometer todo tipo de crueldades y torturas. Por enésima vez intentó ponerse de pie, pero cuando quiso apoyar su peso sobre una pierna para incorporarse, el dolor hizo que volviese a besar la tierra, la pérdida de sangre le agarrotaba los brazos, se dio la vuelta en un intento de animarse a sí mismo viendo la gran cantidad de distancia que había recorrido, cuando se le cayó el mundo encima, en la media hora que había transcurrido desde los disparos, se había desplazado unos 300 metros, recorrer un palmo de terreno era como una maratón, estaba al límite de sus fuerzas y, según sus cálculos, aún le faltaban un par de kilómetros para llegar a la carretera... Stephan abandonó toda esperanza.

La furgoneta se detuvo enfrente de una casa de un barrio residencial de Oakville, formado por casas unifamiliares con grandes jardines, era de noche, y el hambre comenzaba a notarse en sus ocupantes, delante Mandy y Ralph, que observaban las fotos de sus siguientes objetivos, Ashley y Lucy Brenner; Ashley, la pequeña, tenía los ojos azules, y el pelo liso de un color amarilo trigo, acabado en unos preciosos tirabuzones, según el anuario tenía 16 años, Lucy, que era un año mayor, tenía los ojos azules como su hermanita y el pelo negro y liso aunque ligeramente ondulado,no tan liso como el de la pequeña, en el que destacaban dos mechas de color rosa. Eran guapísimas de cara, junto a Sandrine las más guapas hasta el momento.

En la parte de atrás solo se oían sollozos y algunas palabras ininteligibles por parte de las inmovilizadas chicas que la ocupaban, aunque todas tenían la misma postura incómoda, para Amy era todo un suplicio, sus tetas son enormes y, al estar descubiertas, rozaban con el suelo metálico de la furgoneta, lo que hacía que grandes pezones se endureciesen al tocar el frío metal, estaban particularmente sensibles y la postura los forzaba hacia delante, cargando en ellos el peso de todo el cuerpo, cada bache era como un latigazo, ojalá le hubiese dado tiempo a ponerse el sujetador, pensó, aunque por otra parte, agradeció haber podido ponerse las bragas; estuvo todo el viaje intentando darse la vuelta para caer de lado y liberar a sus tetas de la carga, pero estaban las 5 chicas en hilera y ella estaba aprisionada entre Lory y Sandrine, sólo podia inclinarse muy levemente, lo que no despegaba sus pezones del suelo. Por suerte ya se habían detenido y no iba a llevarse más golpes, a menos de momento. La francesa, Sandrine, fijó sus ojos castaños en los de Amy, que eran del mismo color, y entendió su incomodidad al momento, ella tenía unas tetas grandes, no tanto como las de Amy pero sí bastante grandes, llevaba una blusa holgada para ocultarlo porque la avergonzaban, a ella le salieron con ese tamaño a los 10 años, lo que produjo un distanciamiento con las otras niñas de su edad, por suerte la blusa y el sujetador la protegían algo del frío metal.

Kyle se detuvo detrás de la furgoneta y bajó del coche, sus dos hermanos le esperaban en la calle, dispuestos a discutir su siguiente movimiento.

―Lucy y Ashley Brenner, parecen buenos objetivos para nuestra causa, pero no podemos dejar aquí estos paquetes – dijo Ralph señalando a la furgoneta, que se balanceaba levemente por el movimiento en su interior― el ruido y el balanceo podrían alertar a alguien.

―La casa de los Brenner tiene un amplio garaje, quizá nos sirva. ― comentó Mandy.

―¿Qué hacemos con el viejo, capitán? ― preguntó Kyle.

―Mátalo, ya nos hemos divertido suficiente con él – dijo fríamente Ralph

Kyle abrió el maletero y vio al viejo haciéndoles gestos como buenamente podía dadas sus ataduras, le bajó la mordaza, el semen que le había escupido su hija ya estaba seco, pero al secársele en el pelo le despeinó de manera muy cómica.

―¿Unas últimas palabras viejo? ― le dijo Kyle.

―Sí... ¿he oído Brenner?.... ¿vais a joderle? ― preguntó ansioso.

―Podría decirse que sí – respondio Kyle – ¿por qué? ¿le conoces?

―Claro que le conozco, le odio, es el responsable de la muerte de Elayne.

―¿De quien? ― preguntó curioso Ralph.

―De mi mujer Elayne, hace 14 años la atropelló con el coche, el hijo de puta es rico y sobornó a la policía para que dijesen que el coche había sido robado, pero yo sé que fue él; nunca tuve el valor de enfrentarme a él, pero ahora que voy a morir, poco me importa, dejadme matar a ese bastardo, después matadme si queréis... ― pidió el señor Koru.

Los cazadores bajaron la puerta del maletero de repente y se pusieron a discutir unos momentos, con el maletero de por medio y el nerviosismo que tenía encima, el señor Koru no pudo entender nada de lo que decían, tras unos interminables minutos, la puerta volvió a abrirse y le sacaron a la fuerza del maletero, metiéndole en la puerta de atrás del coche. Estaban los 3 cazadores sentados, como siempre Mandy y Ralph delante, y Kyle detrás con él. Éste ultimo le enseñó un pequeño dispositivo que tenía en la mano.

―Este aparato se usa para domesticar animales peligrosos, si ese animal muestra pensamientos de hostilidad hacia alguno de sus domadores le aplica una descarga eléctrica, dejándolo incapacitado, además nosotros podemos hacerlo explotar sin provocación ni nada, por si piensas en correr... ― dijo Kyle mientras se lo colocaba en la nuca. ― vamos a probarlo – comentó mientras le daba un puñetazo en la mandíbula.

Enrabietado por haber recibido el golpe el señor Koru se giró rapidamente hacia Kyle, pero en su cabeza sintió una punzada de dolor que le obligó a hacerse un ovillo casi instantáneamente. Estos tres no iban de farol, cuando se le pasó el dolor, comprendió que no podría, literalmente, ni pensar en hacerles daño.

Tras comprobar que el dispositivo funcionaba, Kyle le hizo entrega de su revólver. Ya había gastado varias balas, le podrían inculpar de muchísimos crímenes, pero no le importaba, iba a morir. Sólo le quedaban 3 balas, pero él sabía que con una sería suficiente.

―Viejo – dijo Mandy para llamar la atención – ¿cómo te llamas? Porque me imagino que no será “viejo” tu nombre – comentó divertida.

―Me llamo Kevin – contestó.

―Bien Kevin – habló Ralph – ¿sabes si la casa tiene algún tipo de sistema de seguridad?

―Si, en una ocasión le intentaron robar y los ladrones fueron apresados poco después debido a la alarma silenciosa.

―Como esperaba – comentó el capitán – usaremos un inhibidor de frecuencia y luego entraremos. Kyle, pásame un explosivo.

Kyle sacó una de las pequeñas bombas (como las que usaron en el coche de Jim) de su cazadora y se la acercó a Ralph, éste con habilidad cogió el inhibidor de frecuencia, que era una pequeña esfera y lo pegó, después salió del coche y lo lanzó al tejado, quedando pegado, casi invisible debido a la oscuridad.

―Ninguna transmisión puede entrar ni salir de esta casa, por ningún medio; moveos hacia la puerta, rápido. ― ordenó Ralph.

Kevin se guardó el revólver en un bolsillo del mono y echó a correr detrás de los cazadores, llegaron a la puerta, y cuando Ralph estaba preparado para tirarla abajo de una patada, se escuchó una voz del interior.

―Voy a comprobar la antena, señor Markus – decía una voz dulce, de acento sudamericano.

―Date prisa imbécil, estaba viendo el partido – se oía a lo lejos.

―Ahora mismo señor Mar... ― la voz quedó entrecortada al ver a las 4 personas en la puerta.

Ante los cazadores apareció una chica mulata, con los ojos grandes y marrones, la cara redondita y una boca pequeñita con unos bonitos labios de color rojo, tan oscuro que parecía marrón, su pelo negro estaba recogido en un moño, adornado con una cofia y llevaba un uniforme de criada con una falda muy corta. Al instante fue empujada brutalmente y se dió contra un mueble, provocando la caída de un jarrón con un estruendo importante, la criada cayó al suelo tras rebotar en la estantería del recibidor. Rápidamente los cuatro intrusos entraron, cerrando la puerta tras ellos.

―Marta, retrasada de mierda, ¿qué cojones has tirado ahora? Eso saldrá de tu sueldo – dijo Markus Brenner mientras se adentraba en el hall, hecho una furia.

Marta estaba tirada en el suelo, se llevó la mano a la cabeza para comprobar el alcance del golpe y vió aliviada que no tenía sangre, era una chica bajita, de 21 años, mejicana, tenía unos pechos ligeramente pequeños pero muy firmes y un culo ligeramente grande, e igualmente firme.

Markus era un hombre cincuentón, bastante gordo y con el pelo rubio, se estaba quedando calvo y lo ocultaba peinándose con cortinilla. Aunque la edad había hecho estragos en él, de joven no debía de estar mal.

―Pero qué coño... ― dijo al ver a las 4 personas de pie ante su criada, que estaba tendida en el suelo intentando levantarse ― ¿Quienes cojones sois vosotros?

―Que malhablado... ― comentó Mandy sacando su pistola con silenciador y apuntándosela al pecho ― ¿Tus padres no te han enseñado educación? ― preguntó con una sonrisa.

Rápidamente, Markus echó mano del teléfono inalámbrico que estaba puesto en su base, a la entrada de su casa, mientras marcaba el número de la policía. Nerviosamente empezó a decir que mandasen a alguien, obteniendo como respuesta el ruido eléctrico de las interferencias.

―No vas a poder llamar a nadie, me temo... ― dijo Kevin, mientras sacaba su revólver y le apuntaba con él.

―Kevin... ¿ésto ha sido cosa tuya? Verás, no tuve nada que ver en lo de Elayne, ¡te lo juro! ¡no me mates! ― suplicó Markus mientras caía de rodillas llorando.

―Yo no soy la policía, despojo, a mi no me engañarás – dijo quitando el seguro del revólver.

Ralph se fijó en el mueble de la entrada, de donde había salido el jarrón, y localizó en él un platito con varios manojos de llaves, los cogió y cerró la puerta.

―También hay puerta de atrás – advirtió Kevin al darse cuenta de las intenciones del capitán.

―Al final nos vas a resultar muy útil – finalizó Ralph mientras se dirigían al salón.

Kyle le tendió la mano a Marta para levantarse, que aceptó recelosa y avanzaron detrás del capitán, Markus iba detrás de Kyle, bajo la atenta mirada (y armas apuntando) de Mandy y Kevin.

―Yo voy a cerrar todo, Kyle encárgate de abrir el garaje, Mandy, ve a la furgoneta y métela dentro, Kevin, quédate en el salón y vigila al gordo este y a la chacha, a la mínima, balazo entre las cejas. ― Ralph le lanzó a Kyle un manojo de llaves para que abriese el garaje y ordenó los movimientos de sus hombres con disciplina militar, como tantas otras veces.

Ralph se metió en la cocina y comprobó el olor de la carne recién hecha que estaba en los platos de la mesa, y vió a una mujer de espaldas, iba vestida con un camisón negro con transparencias y unas zapatillas del mismo color, el camisón no le llegaba a tapar todo el culo, que estaba cubierto por unas bragas negras de encaje, se podía ver un leve rastro de celulitis en el borde de su trasero. En su mano derecha sostenía un mp3 que estaba escuchando a un volumen bastante alto mientras movía su cuerpo al son de la música, con la otra mano agarraba un vaso lleno de agua. Lentamente, Ralph se acercó por detrás y desenchufó los cascos del mp3.

―Cariño, vamos a cenar que Marta ya ha puesto la me... ― dijo divertida mientras se giraba, al ver la cara de Ralph quiso gritar pero éste lo evitó poniéndole una mano delante de la boca.

Era una mujer atractiva, no era demasiado vieja, no llegaba a los 35 años, sus ojos, aunque asustados, eran de una tonalidad verde muy bonita y llevaba una media melena castaño claro, estaba vestida con ropa de cama, muy sexy ya que podían intuir los pezones en el camisón por las transparencias, sus tetas eran muy grandes, casi tanto como las de Amy, pero éstas, debido a la edad sin duda, estaban algo más caídas, algo que se hacía patente ya que bajo el camisón no llevaba sujetador.

Ralph, casi arrastrándola llegó a la puerta trasera de la casa y la cerró con llave, luego volvió al salón. Allí se encontraba Kevin, de pie ante Markus y Marta que estaban ambos sentados en el sofá, Marta lloraba pidiendo que la dejasen marchar y Markus no decía nada, simplemente clavaba sus ojos en los de Kevin.

El salón tenía un gran sofá en el estaban sentados los tres, ya que Ralph empujó allí a la mujer al llegar, también tenia dos sillones individuales, una mesita de cristal en el medio y una enorme pantalla plana de plasma que ahora mismo estaba encendida con unas palabras escritas en verde, “sin señal”.

―Paula, tranquila, todo saldrá bien – dijo Markus sin dejar de mirar a Kevin.

―Paula... ― comentó Kevin – no me acordaba del nombre de la nueva, es una pena que tu primera mujer no esté aquí, estoy seguro de que ella disfrutaría con esto.

La primera mujer de Markus Brenner, la madre de Ashley y Lucy, había descubierto el encubrimiento del asesinato de Elayne, por eso Markus la hizo encerrar en un psiquiátrico aludiendo una esquizofrenia, que evidentemente no tenía, sobornando a un psiquiatra para conseguirlo.

―Ya me parecía que la tetuda ésta no podía ser la madre de esas dos bellezas – dijo Ralph mientras enseñaba su foto en el anuario – por cierto, ¿dónde están?

―¿Que queréis de ellas? ― dijo Markus, visiblemente enfadado – largaos, la policía está de ca... ― antes de poder acabar esa frase, Kevin propinó una violenta patada a la gran barriga de Markus, que cayó al suelo agarrándose.

―Contesta – le dijo Kevin.

―Ashley está arriba en la ducha, y Lucy se ha ido a una fiesta... por el amor de Dios, llevaos todo lo que queráis y marchaos!... ― dijo Paula llorando.

―Eso es precisamente lo que queremos hacer – dijo Kyle divertido mientras le lanzaba las llaves a Ralph – la furgoneta está dentro jefe.

―Perfecto – dijo el capitán – ve arriba a ver si encuentras a la rubita.

Kyle subió las escaleras y pronto escuchó el sonido de una ducha funcionando, no tardó en localizar la puerta del baño e intentó abrirla, estaba bloqueada por dentro como era de esperar, sacó su pistola con silenciador y disparó al lado de la cerradura, hizo un agujero que agrandó de un puñetazo y la desbloqueó desde dentro. Se oyó un grito agudo cuando Kyle entró al cuarto de baño, ante él se encontraba la pequeña de los Brenner, una belleza de rasgos suaves y piel muy blanca, tenía unos ojos azules preciosos y una melena rubia lisa acabada en unos lindos tirabuzones, su pelo estaba seco y ella sostenía la alcachofa de la ducha que estaba echando agua hacia el suelo de la bañera, al acabar los tirabuzones de su pelo aparecían sus tetas, eran algo pequeñas todavía, redonditas, blancas como la leche con unas aureolas rojo intenso coronadas por pequeños pezones erectos. Tenía el vientre completamente plano y su coño estaba cubierto por una mata de pelo cortito y rubio, apenas distinguible. Su cuerpo mojado y su belleza la hacía extremadamente apetecible. Ella instintivamente se tapó el coño con una mano mientras que con la mano que tenía la ducha intentaba mojar a Kyle sin parar de gritar pidiendo socorro.

Al escuchar todo esto, en el salón Paula y Marta comenzaron a llorar, Markus, ya recuperado y sentado de nuevo en el sofá, miraba hacia el suelo. Kevin avanzó hacia el sofá y agarró el hombro de Paula, poniéndola de rodillas ante él, se sacó la polla que ya estaba recuperada de la fiestecita que había tenido con la boca de su hija, y comenzó a golpear con ella la frente de Paula, que se tapaba la cara con las manos.

―Ahora vas a empezar a pagar, Markus – dijo mientras le tapaba la nariz a Paula.

―Noo, para – grito Paula mientras veía la polla de aquel hombre acercarse a su boca.

―Chúpamela, aquí, delante de tu marido, si se te ocurre por un momento morderme o algo parecido, te arrancaré los dientes uno a uno y volverás a hacerlo hasta que aprendas. ― dijo Kevin muy serio.

Paula recibió el miembro en la boca y, como tantas otras veces había hecho con Markus, comenzó a envolverlo con la lengua mientras con los labios lo iba apretando, Kevin estaba disfrutando mucho, no sólo estaba jodiendo al hombre que odiaba, estaba recibiendo una mamada mucho mas experta que la de su hija, por una mujer con años de experiencia, desde luego, antes de morir lo estaba pasando muy bien.

Mandy se sentó en el sofá al lado de Markus, que cerraba los ojos y miraba hacia abajo, le levantó la cabeza y le agarró del pelo moviendosela hacia su mujer, que estaba siendo follada por la boca, con fuertes embestidas de Kevin.

―No seas maleducado, están haciendo esto sólo para que lo veas... ― le dijo Mandy al oído.

Kevin sacó la polla de la boca de Paula que aprovechó el momento para coger aire, agarró el camisón que llevaba la mujer y de un golpe se lo sacó, lanzándolo hacia un sillón vacío. Después movió sus manos hacia los pezones de Paula y los agarró con fuerza, provocando un aullido de la mujer, aprovechando que había abierto la boca, Kevin tiró de ellos con violencia hasta que su polla volvió a entrar de golpe en la húmeda boca de Paula. Las grandes tetas de la mujer seguían siendo estiradas mientras Kevin le embestía en la boca, Paula al echarse hacia atrás solo estiraba más sus pezones, haciéndole bastante daño, unos interminables minutos después sentía en su garganta 4 chorretones de semen caliente que bajaban hasta su estómago. Kevin le soltó los pezones por fin, sacó la polla de su boca y se la guardó de nuevo.

―Bien, ¿cenamos? ― le dijo el señor Koru con alegría a Ralph.

 

(continuará...)

(9,50)